jueves, 22 de diciembre de 2016

Papas por siglo - Siglo V


San Gelasio I (Argelia - † Roma19 de noviembre de 496), Papa n.º 49 de la Iglesia católica de 492 a 496.1
Considerado por muchos como el tercer papa de origen africano, su nacimiento en el norte de África (en la Cabilia) es motivo de controversia entre los historiadores, ya que muchos de ellos lo sitúan en Roma. De lo que no cabe duda era de que sus padres sí eran de origen norteafricano.
Excolmulgó al Patriarca de Constantinopla Acacio, que como monofisita defendía la doctrina de que en Jesucristo solo estaba presente la naturaleza divina, pero no la humana. Esta excomunión provocó el llamado cisma acaciano en el que el Patriarca constantinopolitano contó con el apoyo del emperador bizantino.
Introdujo el rezo del «Señor ten piedad» (Kyrie eleison) en la misa.
La postura teológica del Papa quedó expuesta en su libro De duabus in Christo naturis (Sobre la naturaleza dual de Cristo).
San Gelasio I
San Galasio I.jpg

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Papa de la Iglesia católica
1 de marzo de 492-19 de noviembre de 496
PredecesorFélix III
SucesorAnastasio II
Información personal
NombreGelasio
Nacimiento¿?, Argelia
Fallecimiento21 de noviembre de 496jul.
RomaItalia

Separación de poderes

Políticamente, la excomunión era un ataque a los fundamentos del poder temporal del emperador de Bizancio. Gelasio I se sirvió de San Agustín para formular en 494 -basándose en las leyes romanas- la separación de poderes entre la esfera temporal y espiritual (lo que no significaba que estuviesen al mismo nivel). Esta fue la primera vez en plantearse esta cuestión que definiría una parte de la cultura occidental (ver agustinismo políticoteocracia y cesaropapismo). Se basó en la figura bíblica de Melquisedec y en pasajes del Nuevo Testamento para establecer la distinción entre el poder de la Iglesia, auctoritas, y el del emperador, potestas. En el derecho romano la primera era superior a la potestas.
Gelasio I debía eliminar la teoría del poder bizantino que se basaba en el Cesaropapismo. El cisma no duró mucho tiempo, aunque su teoría renació más tarde con el Papa Gregorio VII bajo una forma más radical, en la que se demandaría no sólo la separación de poderes, sino la sumisión del poder de los reyes a la autoridad del Papa.
En este contexto Gelasio dirigió una carta al emperador Anastasio I (491-518) en donde formulaba la doctrina de las dos espadas, entendida como la justificación de la superioridad de la potestad espiritual del Papa sobre la temporal del emperador.2

Supresión de ritos paganos y herejías

Suprimió el antiguo festival romano de la Lupercalia, consagrado a la fertilidad y purificación. Este festival, que se realizaba en febrero, fue sustituido por otro similar en el que se celebraba la purificación y fertilidad de la Virgen María.
Gelasio I combatió el maniqueísmo instituyendo que la eucaristía se celebrase con pan y vino, bebida que los maniqueos consideraban impura. Como estos se consideraban cristianos, debieron abandonar la Iglesia. Con el maniqueísmo derrotado, la tradicional eucaristía con pan volvió a imponerse.
La fijación del Canon de las Escrituras ha sido atribuido tradicionalmente a este Papa, que publicó en un sínodo romano en 494 la lista de libros.
A pesar de su breve pontificado (murió el 21 de noviembre de 496), fue uno de los más prolíficos escritores de entre los primeros papas. En sus numerosas cartas exponía su visión de que Roma tenía primacía sobre los obispos de Oriente.

San Gelasio I

Italia. Nacido en Roma, procedente de una familia africana, fue tan importante para la vida de la Iglesia como san León Magno, a pesar de que reinó poco tiempo. Dionisio el Exiguo, que vivió en Roma pocos años más tarde y recogió la memoria inmediata de su vida, hace de Gelasio un retrato impresionante: su humildad, su determinación en el servicio de los demás, sus mortificaciones personales, su conocimiento de la Biblia, su oración y su piedad, le convierten en el Buen Pastor por excelencia. Fue el primero en usar el título de vicario de Cristo. A diferencia de sus inmediatos antecesores, fue un excelente teólogo: de ahí la claridad que emana de sus abundantes documentos. Destaca en especial el llamado Decreto gelasiano, que proporciona la lista de libros canónicos del Nuevo Testamento y también de los apócrifos.
La guerra que permitió a Teodorico adueñarse de Italia había causado graves quebrantos económicos: miles de refugiados cayeron sobre Roma provocando serios problemas de subsistencia. A ellos tuvo que atender Gelasio, poniendo en práctica los preceptos de la caridad. Por vez primera se redactó entonces un Líber censuum que permitía conocer todas las rentas a disposición de la Sede Apostólica: eran copiosas y sus propiedades –especialmente las de Cerdeña y Sicilia– permitían disponer de abundantes reservas de trigo. Gelasio dispuso que de las rentas se hicieran cuatro partes: una para el papa, que empleaba en limosnas para remedio de tanta miseria; otra parte para el clero; la tercera para repartir entre los pobres; la cuarta y última para la fábrica de las iglesias. Sus excelentes relaciones con Teodorico, pese a ser arriano, dieron a Roma el grado de tranquilidad que necesitaba. G. Pomares {Celase 1, París, 1959) señala cómo su obra más importante consiste en haber rematado el proceso de conversión de Roma en ciudad cristiana, suprimiendo la última reliquia de las fiestas paganas, las Lupercalia, degeneradas en un grosero carnaval.
Oriente. El problema fundamental seguía siendo el de las relaciones con Oriente, interrumpidas desde el año 484 por la excomunión de Acacio. El sucesor de éste reclamaba, para suscribir el documento de fe de Calcedonia, que se anulase el decreto de excomunión, pero en esto iba envuelta la negación del primado de Roma. Gelasio se negó: a lo único que accedería fue a perdonar a uno de los legados, Miseno, obispo de Cumas (13 de mayo del 495) porque la falta de éste afectaba únicamente a la disciplina. Se declaró absolutamente decidido a defender hasta el último extremo lo que, andando el tiempo, llegaría a definirse como infalibilidad pontificia. Estas son sus palabras: «Lo que la Sede Apostólica afirma en un sínodo, adquiere valor jurídico; lo que él ha rechazado no tiene fuerza de ley.»
En una carta al emperador Anastasio y en algunos otros textos doctrinales, expuso por vez primera con absoluta nitidez las relaciones entre los dos poderes. «Dos poderes gobiernan el mundo: la autoridad sacra del pontífice y el poder imperial. Del uno y del otro son los sacerdotes quienes soportan el mayor peso, pues en el Juicio Final tendrán que rendir cuentas, no sólo de sí mismos, sino también de los reyes.» Desde una posición de fe absoluta esta doctrina aparece como resultado de una lógica meridiana, pues el único fin de la existencia humana consiste en alcanzar la vida eterna, mientras que los bienes temporales, entre los que se cuenta el gobierno, son solamente medios para asegurar a los súbditos ese fin. Completando esta idea dijo que nadie podía colocarse «por encima de aquel hombre a quien la misma palabra de Cristo ha colocado sobre todos los hombres y al que la venerable Iglesia fiel ha reconocido como su primado». Gelasio explicaba la recíproca autonomía de ambos poderes, pero declarando que los dos están sometidos al orden moral del que la Iglesia es fiel custodia.
La abundante correspondencia conservada revela la preocupación del papa por imponer estas doctrinas y la satisfacción que le producían las sedes de Italia y, en general de Occidente, porque no ponían dificultades de obediencia. En el sínodo del 494 se tomaron importantes medidas disciplinarias acerca de la ordenación de. sacerdotes y de la acción pastoral. Se le ha atribuido el más antiguo de los formularios conservados para la administración de sacramentos.










Hilario (Cerdeña, fecha desconocida – Roma29 de febrero de 468) fue el papa n.º 46 de la Iglesia católica, entre 461 y 468.
Como archidiácono actuó como legado de León I Magno en el Concilio de Éfeso celebrado en 449 y conocido como el "latrocinio de Éfeso" oponiéndose a la condena de Flaviano de Constantinopla lo que le supuso enfrentarse al monofisita patriarca alejandrino Dióscoro y verse obligado a alejarse tanto de Constantinopla como de Roma para salvar su vida.
Durante su pontificado dedicó una especial atención al ordenamiento eclesiástico de España y de la Galia que tras las invasiones bárbaras se encontraban sumidas en el caos.
Hilario mandó construir dos oratorios en el baptisterio de Letrán, uno en honor de San Juan Bautista y otro dedicado al Apóstol San Juan, a cuya intercesión atribuía su salvación tras su intervención en el concilio de Éfeso. También mandó erigir una capilla de la Santa Cruz en el baptisterio, un convento, dos baños públicos y bibliotecas junto a la iglesia de San Lorenzo Extramuros, donde fue enterrado al fallecer el 29 de febrero (fecha no segura) de 468.

San Hilario
Nuremberg chronicles - Hilarius, Pope (CXXXVIv).jpg

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Papa de la Iglesia católica
19 de noviembre de 461-29 de febrero de 468
PredecesorLeón I
SucesorSimplicio
Información personal
NombreHilario
NacimientoDesconocida, Cerdeña (Italia)
Fallecimiento29 de febrero de 468jul.
RomaItalia

San Hilario, obispo y doctor de la Iglesia, que fue elevado a la sede de Poitiers, en Aquitania, en tiempo del emperador Constancio, el cual había abrazado la herejía arriana. Luchó denodadamente en favor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo, y fue desterrado por esta razón a Frigia durante cuatro años. Compuso los celebérrimos comentarios a los Salmos y al evangelio de san Mateo.
Patronazgos: protector de los niños débiles, y contra la mordedura de serpientes.
Oración: Concédenos, Dios todopoderoso, progresar cada día en el conocimiento de la divinidad de tu Hijo y proclamarla con firmeza, como lo hizo, con celo infatigable, tu obispo y doctor san Hilario. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Agustín, quien cita frecuentemente contra los pelagianos la autoridad de san Hilario, le llama «el ilustre doctor de las Iglesias». San Jerónimo dice que era «un hombre de gran elocuencia; la trompeta de los latinos contra los arrianos». En otra parte afirma que, «en san Cipriano y san Hilario, Dios transplantó dos cedros del mundo a su Iglesia».
San Hilario nació en Poitiers, de una ilustre familia. El mismo nos dice que fue educado en la idolatría y nos hace una narración detallada de la forma en que Dios le llevó al conocimiento de la fe. La luz de la razón le hizo comprender que, siendo el hombre un ser moral y libre, fue creado para ejercitar la paciencia, la templanza y las demás virtudes que merecen una recompensa después de la muerte. Hilario se consagró ardientemente a reflexionar sobre la esencia de Dios, y pronto descubrió cuan absurdo es el politeísmo, con lo que llegó al convencimiento de que hay un solo Dios eterno, inmutable, todopoderoso, causa primera de todas las cosas. Sus reflexiones se hallaban en este punto, cuando conoció la Sagrada Escritura. La descripción de la existencia de Dios por las palabras «Yo soy el que es», le impresionó profundamente, así como la idea del supremo dominio divino, ilustrado por el inspirado lenguaje de los profetas. La lectura del Nuevo Testamento completó sus investigaciones: San Juan le enseñó desde el primer capítulo de su Evangelio que el Verbo Divino, Dios hijo, es coeterno y consustancial con el Padre. Habiendo llegado así al conocimiento de la fe, recibió el bautismo, a edad un tanto avanzada.
Hilario se había casado antes de su conversión y tenía una hija llamada Apra. Su mujer vivía aún cuando fue elegido obispo de Poitiers, hacia el año 350. El santo hizo cuanto estuvo en su mano para evitar esa dignidad, pero su humildad no logró más que confirmar al pueblo la rectitud de su elección. Las esperanzas puestas en él no quedaron defraudadas, pues sus eminentes cualidades iluminaron con su brillo, no sólo la Galia, sino a la Iglesia entera. Poco después de su elevación al episcopado, compuso, antes de partir al destierro, un comentario sobre el Evangelio de San Mateo, que ha llegado hasta nosotros. El comentario sobre los salmos lo escribió en el destierro. Pero sus principales escritos se refieren al arrianismo. Hilario era un orador y un poeta. Su estilo es elevado y noble, lleno de figuras retóricas y un tanto rebuscado; la longitud de los períodos le hace oscuro por momentos. San Jerónimo se queja de sus largas y tortuosas frases, en las que la retórica sigue viviendo. San Hilario pone a Dios frecuentemente por testigo de que considera como el fin principal de su vida, emplear todas sus facultades en darle a conocer al mundo y hacerle amar de los hombres. Igualmente recomienda empezar todas las acciones y conversaciones por la oración. En sus frases se percibe un ardiente deseo del martirio, propio de un alma que no tiene nada que temer de la muerte. San Hilario amaba la verdad sobre todas las cosas, y no escatimaba ningún esfuerzo, ni rehuía alguno, por defenderla.
En el Concilio de Milán, en 355, el emperador Constancio pidió a los obispos que firmaran la condenación de san Atanasio. Los que se negaron a hacerlo fueron desterrados, y entre ellos se encontraban san Eusebio de Vercellisan Lucifer de Cagliari y san Dionisio de Milán. En esa ocasión. San Hilario escribió su «Primer Libro a Constancio», exhortándole a restablecer la paz en la Iglesia. Hilario se separó de los tres obispos arrianos del Occidente, Ursacio, Valente y Saturnino, a raíz de lo cual, el emperador envió a Juliano el Apóstata, entonces gobernador de la Galia, la orden de desterrar inmediatamente a Hilario a Frigia. A mediados del año 356, san Hilario partió al destierro, tan alegremente como otros hubieran partido a un viaje de placer, sin arredrarse ante las dificultades y peligros, pues su corazón estaba afincado en Dios, muy por encima de los halagos y amenazas del mundo. El destierro duró tres años, y nuestro santo compuso en él varios eruditos tratados. El principal y más estimado es el «Tratado de la Trinidad». El nombre de san Hilario de Poitiers está asociado a los primeros himnos latinos.
Interviniendo nuevamente en los asuntos de la Iglesia, el emperador reunió un concilio de arrianos en Seleucia de Isauria, a fin de neutralizar los decretos del Concilio de Nicea. San Hilario, que había pasado ya tres años en Frigia, fue invitado al Concilio por los semiarrianos, quienes esperaban valerse de su autoridad para combatir a los arrianos. Pero sus proposiciones no fueron capaces de doblegar el valor de san Hilario, quien defendió ardientemente los decretos del Concilio de Nicea hasta que, cansado de la controversia, se retiró a Constantinopla. Allí presentó al emperador una solicitud, conocida con el nombre de «Segundo Libro a Constancio», en la que le pedía permiso de sostener una discusión pública con Saturnino, el autor de su destierro. Temerosos los arrianos de tal prueba, persuadieron al emperador de que librara al Oriente de un hombre que no había cesado de turbar la paz. A resultas de ello, el emperador restituyó a Hilario a la Galia, el año 360.
San Hilario hizo el viaje a través del Ilírico y de Italia para confirmar a los débiles. Los habitantes de Poitiers le recibieron con grandes demostraciones de alegría, y su antiguo discípulo, san Martín, fue pronto a reunirse con él. Un sínodo que tuvo lugar en la Galia, a instancias de Hilario, condenó el Concilio de Rímini, en 359, y excomulgó y depuso a Saturnino, por contumacia. El mismo sínodo acalló los escándalos y restableció la disciplina, la paz y la pureza de la fe. La muerte de Constancio, acaecida en 361, puso fin a la persecución arriana. San Hilario era por temperamento un hombre extremadamente cortés y bondadoso; pero advirtiendo que la bondad no producía los resultados apetecidos, compuso una invectiva contra Constancio, en la que, por razones que probablemente nunca conoceremos, empleó un lenguaje muy violento. El documento no empezó a circular sino hasta después de la muerte del emperador. El año 364, Hilario emprendió un viaje a Milán para refutar a Auxencio, quien había usurpado dicha sede. En una disputa pública le obligó a confesar que Cristo era verdadero Dios y consustancial con el Padre. San Hilario no se dejó engañar por la hipocresía de Auxencio, al contrario del emperador Valentiniano, a cuyos ojos pasaba por ortodoxo. Hilario murió en Poitiers, probablemente en el 368, pero es imposible determinar con absoluta certeza el año y el mes de su muerte. El Martirologio Romano celebra su fiesta el 13 de enero. El Papa Pío IX proclamó a san Hilario doctor de la Iglesia.
En los últimos años se han escrito muchas obras sobre san Hilario, pero ninguna de ellas ha restado nada al valor sustancial de la narración de Alban Butler, de la que nos hemos servido nosotros. El descubrimiento más importante, generalmente aceptado en la actualidad, es el de A. Wilmart (Revue Bénédictine, vol. XXIV (1908), pp. 159 ss., 293 ss. Dicho autor demuestra que el texto del Primer Libro a Constancio está mal titulado y es incompleto. Se trata en realidad, del fragmento de una carta dirigida a los emperadores por el Concilio de Sárdica por una parte, y por la otra de algunos extractos de una obra de san Hilario, escrita en 356, inmediatamente antes del destierro, cuyo título era Primer Libro contra Valente y Ursacio (los obispos arrianos). Parece también cierto que la obra de Hilario Liber o Tractatus Mysteriorum, que se creía perdida, no lo está totalmente. En un manuscrito de Arezzo (1887) se descubrió una parte de esa obra, junto con algunos poemas o himnos del santo. Dicho Tractatus no tiene nada que ver con la liturgia, como se había supuesto, pero en cambio se identifica con el Líber Officiorum que se había atribuido hipotéticamente al santo (ver Wilmart, en Revue Bénédictine, vol. XXVII (1910), pp. 2 ss.). En el artículo de Le Bachélet sobre san Hilario (DTC, vol. VI, cc. 2388 ss.) se encontrará una amplia bibliografía acerca de estos descubrimientos. Ver también A. Feder, en Sitzungsberichte de la Academia de Viena, Phil.-Histor. KI., CLXII, n. 4, y los textos editados por él para el Corpus Strip. Eccles. Lat. Por lo que toca a la vida de san Hilario, poseemos una biografía y una colección de milagros escrita por Venancio Fortunato y publicada en Acta Sanctorum, 13 de enero (cf. BHL., nn. 580-582).

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