Demóstenes condena a Filipo de Macedonia
Entre los griegos, Demóstenes, sobre todo, reaccionó de manera muy enérgica en contra de la creciente fuerza y de las políticas expansionistas del rey Filipo II. Demóstenes pronunció una serie de discursos en la asamblea ateniense en los que describió a Filipo como un hombre bárbaro y despiadado. Este fragmento pertenece a la Tercera Filípica, probablemente pronunciada en el año 341 a. de C.
Demóstenes, Tercera filípica
Sin embargo, hago la observación de que todos los hombres, y sobre todo vosotros, le habéis concedido algo que ha sido la causa de todas las guerras que han emprendido los griegos. ¿Y qué es esto? El poder de hacer lo que le plazca, de saquear y desollar con calma a los griegos uno por uno, y de atacar sus ciudades y reducirlas a la esclavitud. Aun criando vuestra hegemonía sobre Grecia duró 73 años, la de Esparta 29 y en estos últimos tiempos Tebas también ha ganado cierta clase de autoridad, después de la batalla de Leucra.
Pero ni a vosotros, hombres de Atenas, ni a los tebanos ni tampoco a los lacedemonios [los espartanos] jamás, los griegos concedieron el derecho de actuar irrestrictamente, o (le manera similar. Por el contrario, cuando vosotros, o más bien, los atenienses de aquella época creyeron conveniente mostrar un deseo de consideración en el trato con otros, todos pensaron que era su obligación, incluso aquellos que no teman motivo de queja en contra de ellos, ir a la guerra para ayudar a los que habían sido agraviados…
A pesar de todos los yerros cometidos por los lacedemonios durante esos 30 años, y los cometidos por nuestros ancestros en aquellos 70 años de supremacía, éstos son menores, hombres de Atenas, que las fechorías que Filipo ha cometido con los griegos durante los casi 13 años en los que ha llegado a la cima, o más bien, tales yerros no constituyen sino una parte de las fechorías antes mencionadas… Ay!, y vosotros sabéis esto también, que los agravios que los griegos sufrieron por parte de los lacedemonios o por parte vuestra, los sufrieron en todas las circunstancias de manos de hijos legítimos de Grecia, y habrán de considerarse sus actos como los actos de un hijo legítimo, nacido para tener grandes propiedades, quien habrá de ser culpable por cometer alguna falta o yerro en la administración de su heredad; en ese grado será merecedor de censura y reproches, pero no podrá decirse, del que estaba actuando, que no era de nuestra sangre, ni legítimo heredero.
Pero si algún esclavo o hipotético bastardo hubiera despilfarrado y malbaratado algo a lo que no tenía derecho, cielos!, todos hubieran expresado cuán monstruoso y exasperante resultaba eso! Empero, no mostraron ese desasosiego respecto a Filipo y su actual conducta, a pesar de que no sólo no es griego, ni está relacionado con los griegos sino que ni siquiera es un bárbaro de cualquier parte que pueda nombrarse con honor, sino un pestilente bribón de Macedonia, de donde nunca fue posible adquirir un esclavo decente.
Alejandro Magno
Alejandro sólo tenía veinte años cuando se convirtió en rey de Macedonia. En sólo doce años logró tanto, que desde entonces se le conoce como Alejandro Magno. El padre del ilustre conquistador, que había llevado a Alejandro a campañas militares, lo preparó en muchas formas para que asumiera el reinado y, de hecho, en la importante batalla de Queronea le dio el mando de la caballería después del asesinato de su padre, Alejandro actuó rápidamente para hacer valer su autoridad, asegurar las fronteras de Macedonia y disolver una rebelión en Grecia. Después puso su atención en el sueño de su padre: la invasión al Imperio Persa
Busto de Alejandro Magno. Este busto de Alejandro Magno es una copia romana de la cabeza de una estatua, posiblemente de Lisipo. Aunque aspiraba a ser otro Aquiles heroe trágico de la Iliada de Homero, Alejandro también buscó mas honores divinos. Afirmaba ser descendiente de Hlércules, héroe griego adorada como dios y, como faraón de Egipto, recibió reconocimiento como deidad viviente
Las conquistas de Alejandro
No cabe duda que Alejandro estaba tentando mucho la suerte al atacar el Imperio Persa, el cual, aunque debilitado en algunos aspectos, todavía era un estado fuerte. La flota de Alejandro era inferior a la armada persa, la cual reclutaba sus naves de los fenicios y de otros pueblos costeros del occidente de Asia; además, difícilmente se podía decir que sus finanzas estuvieran en su mejor momento.
El ejército de Alejandro tendría que vivir fuera del ambiente rural y obtener victorias rápidas con el fin de hacerse de los recursos necesarios para continuar la batalla. Lo la primavera del año 334 a. de C., Alejandro penetró en Asia Menor con un ejército de alrededor de 37 000 hombres. Casi la mitad de éstos eran macedonios, y el resto eran griegos o de otros pueblos aliados, La caballería, que desempeñaría un papel decisivo como fuerza de choque, se componía de alrededor de 5000 elementos. Al ejército lo acompañaban arquitectos, ingenieros, historiadores y científicos, indicación clara de la gran visión de Alejandro, así como de las expectativas optimistas que alentaba al comienzo de su campaña.
Su primera confrontación con los persas —en la batalla del río Gránico, en el año 334 a. de C. casi le costó la vida; no obstante, llego a representar una gran victoria. En la primavera del año 3331. de C., toda la mitad occidental de Asia Menor había caído en las manos de Alejandro, y las ciudades griegas jónicas del suroeste de Asia Menor habían sido liberadas” del opresor persa. No todos estos estados querían ser liberados y, más bien, consideraban a Alejandro simplemente como su nuevo amo.
Mientras tanto, el rey persa Dario III movilizaba sus fuerzas para detener el ejército de Alejandro. Aunque las fuerzas persas eran numéricamente superiores a las de Alejandro, la batalla de Isos se libró en un terreno angosto que suprimía la ventaja de la superioridad persa, por lo que resultó otro éxito macedonio. La causa no se vio favorecida por el hecho del retiro espectacular de Darío del campo de batalla en un momento que todavía no estaba claro quien resultaría victorioso. Después de su victoria en Isos del año 333 A.C. Alejandro sitio las ciudades portuarias de Tiro y Gaza, con el fin de evitar el control pesa del mar. Egipto capituló sin presentar batalla, así que para el invierno de 332 a.C. Siria, Palestina y Egipto estaban bajo el dominio de Alejandro. Asumió el tradicional título de faraón de Egipto y fue aclamado como hijo de Amón”, que para los griegos equivalía a ser considerado como el hijo de Zeus. Alejandro también construyó la primera de una serie de ciudades que adoptaron su nombre (Alejandría), la cual sería la capital administrativa griega de Egipto. Llegaría a ser (hasta nuestros días) una de las más importantes ciudades en el mundo mediterráneo.
En tanto, Darío daba muestras de tener voluntad de concertar la paz, ofreciendo a Alejandro toda la tierra que estaba al occidente del río Eufrates. Este rechazó el ofrecimiento e inició la ofensiva. Se movilizó ahora hacia el territorio de los reinos del antiguo Cercano Oriente y, en el verano del año 331 a. de C., entabló la decisiva batalla contra los persas en Gaugamela. En dicho lugar, era evidente que las fuerzas de Alejandro eran inferiores en número en comparación con el ejército persa, el cual se había emplazado en una planicie abierta y despejada con objeto de que los carros de guerra pLidieran maniobrar a sus anchas. Alejandro pudo romper el centro de la línea persa con una caballería pesada, a la cual siguió la infantería. La batalla derivó en una fuga desordenada, pero Darío se las arregló para escapar. Después de su victoria en Gaugamela, Alejandro entro en babilonia y luego se dirigió a las capitales persas de Sosa y Persépolis, donde se apropio de los tesoros persas y se adueñó de inmensas cantidades de oro y plata.
Alejandro y Darío en la batalla de Isos. Este mosaico helenístico tardío proveniente de Pompeya describe la batalla de Alejandro y Darío III, rey de Persia, en lsos, en el año 333 a. d C. Alejandro desembarcó sus tuerzas en el oeste de Asia Menor, en el año 334 a. de C, con el fin de comenzar su campaña persa, y enfrentó primero a Darío en Isos, donde el angosto terreno inutilizó a la macona de los persas.
Alrededor del año 330 a.C, Alejandro se puso de nuevo en marcha. Después que Darío fuera asesinado por uno de sus propios hombres, Alejandro asumió el titulo y las funciones de Gran Rey de los persas.
Sin embargo, no le satisfacía descansar sobre los despojos del Imperio Persa. En los siguientes tres años, se movilizó hacia el este y noroeste, llegando hasta el lejano Pakistán actual. En el verano del año 327 a. de C., penetró en la India, que en ese entonces estaba dividida en varios estados en guerra. En el año 326 a. de C., Alejandro y SUS ejércitos llegaron a las llanuras noroccidentales de la India.
En la batalla del río Hydaspes, Alejandro ganó una batalla brutalmente peleada Cuando Alejandro manifestó su determinación de marchar al este para conquistar más territorio de la India, sus soldados, cansados de una campaña tras otra, se amotinaron y se rehusaron a continuar. Alejandro accedió a sus demandas y estuvo (le acuerdo con regresar, de modo que condujo a sus tropas por el sur de Persia, a través del desierto Gedrosiano, donde sufrió fuertes pérdidas a consecuencia de las abrumadoras condiciones del desierto. Alejandro y lo que quedaba de su ejército se dirigieron a Susa y después a Babilonia, donde planeó más campañas. Pero, en el mes de junio del año 323 a. de C. debilitado por sus heridas, la fiebre y, tal vez, un exceso de alcohol, murió a la temprana edad de treinta y dos años.
Los ideales de Alejandro: Alejandro es uno de los grandes personajes más enigmáticos de la historia. Los historiadores, aun basándose en las mismas fuentes brindan distintas descripciones de él. Algunos lo pintan como un visionario idealista, y otros, como un ser maquiavélico y despiadado ¿Como se concebía a sí mismo Alejandro Magno? Sabemos que buscaba imitar a Aquiles, el héroe del poema la Ilíada de Homero.
Bajo su almohada Alejandro tenía una copia de la lijada y una daga. También afirmaba ser descendiente de Hércules, el héroe griego al cual llegó a adorarse como un dios. Sin lugar a dudas, Alejandro aspiraba a recibir honores divinos; como faraón de Egipto se convirtió en un dios viviente, de acuerdo con la tradición egipcia e, incluso, en determinado momento, expidió instrucciones a las ciudades griegas para que lo declararan Dios.
Algunos historiadores han argumentado que Alejandro creía en un ideal de humanidad universal. Como evidencia, citan el hecho de que alentaba a sus soldados a contraer matrimonio con las mujeres nativas, y en Susa, en el año 324 a. de C., celebró en masa unas nupcias de diez mil de sus soldados con nativas. Alejandro mismo se casó con mujeres orientales (Estateira hija de Darío, y Roxana, hija de un barón bactriano). ¿Estaba Alejandro actuando en aras de un elevado ideal o, simplemente, buscaba una manera pragmática de unificar sus dominios recién obtenidos? Al inicio de sus conquistas, asumió actitudes de gobernante persa.
Se autonombró Gran Rey y exigió a sus súbditos que se inclinaran ante él, al estilo persa. Vistió vestimentas persas, utilizó a persas como administradores adiestró a jóvenes nativos en los métodos militares macedonios los sus compatriotas macedonios objetaron estas trazas de despotismo, así como el trato igualitario que daba a los persas. Algunos llegaron al extremo de intentar asesinarlo. Sin embargo, Alejandro debió haber sentido la necesidad de fusionar a griegos y macedonios junto con los persas en una sola clase gobernante que le garantizara el control de un imperio tan extenso. Uno se queda con la impresión personal de que él aspiraba más a una monarquía autocrática, que a una encumbrada visión de la unión de la humanidad.
El legado de Alejandro
Pese a sus ideales, motivos o puntos de vista sobre si mismo, un hecho se impone: Alejandro creó en verdad una nueva era, la helenística. III término helenístico proviene de una palabra griega que significa “imitar a los griegos”. Así, este calificativo resulta apropiado para describir una era que atestiguó la difusión de la lengua y las ideas griegas en el mundo no griego del antiguo Cercano Oriente. La destrucción de la monarquía persa a manos de Alejandro extendió el gobierno griego—macedonio a lo largo de una dilatada área. Creó oportunidades para los ingenieros, intelectuales, mercaderes, soldados y administradores griegos. En tanto que los griegos continentales seguían comprometidos con los ideales de tas ciudades-estado, aquellos que siguieron a Alejandro y a sus sucesores participaron en una nueva unidad política basada en el principio de la monarquía. Alejandro había transformado su ejército de ser una fuerza macedonia a convertirse en una fuerza internacional, la cual le había jurado exclusiva lealtad a él. Después de su muerte, sus sucesores se valieron de la fuerza para establecer monarquías militares que dominaron el mundo helenístico. El poder autocrático —basado en la fuerza militar y en las pretensiones de un gobierno divino— llego a convertirse en una característica usual de dichas monarquías helenísticas y fue parte del legado político que Alejandro dio al mundo helenístico. Su visión de imperio fue sin duda inspiró a los romanos que, por supuesto, lucren los herederos reales del legado tic Alejandro.
No obstante, Alejandro también dejó un legado cultural. Como resultado de sus conquistas, la arquitectura, la literatura, la lengua y-el arte griegos se diseminaron por todo el Cercano Oriente. Los centres urbanos de la época helenística —muchos de los cuales fueron fundados por Alejandro y sus sucesores—se convirtieron en impulsores de la difusión de la cultura griega. Alejandro fundó una serie de ciudades y de asentamientos militares, llamados Alejandría, para proteger puntos estratégicos y para supervisar amplias áreas. La mayoría de los colonizadores eran mercenarios griegos. Se ha calculado que en el curso de sus campañas, Alejandro reclutó de 60.001 a 65.000 mercenarios adicionales provenientes de Grecia, de los cuales, cuando menos 36.000 se establecieron en las guarniciones militares y en las nuevas ciudades. A la vez que los griegos esparcían su cultura hacia el este, ellos mismos se veían influidos de manera inevitable por los USOS orientales. Así, el legado de Alejandro incluía una de las características básicas del mundo helénico: el choque de la fusión de culturas diversas.
Alejandro se reúne con un rey hindú
En sus campañas en la India, Alejandro peleó varias batallas difíciles :En la batallas del rio Hydaspes tuvo a un fuerte oponente en la persona del rey hindú Poro, después de vencer a Poro, Alejandro lo trató con respeto, según Ariano, el antiguo biógrafo de Alejandro.
Ariano, las campañas de Alejandro
En la acción Poro demostró ser todo un hombre, no sólo como comandante, sino como soldado del valor más real. Cuando vio a caballería dispersa, a la mayoría de sus soldados muertos y a sus elefantes muertos o vagando sin rumbo y desconcertado por lo que acontecía en el campo de batalla su comportamiento fue muy distinto al del rey persa Darío: a diferencia de Darío, él no dirigió la lucha para salvar su pellejo, sino que tan pronto como se -lograba reunir una sola unidad de sus hombres, peleaba con bravura.
Fue sólo hasta que lo hirieron que dio vuelta al elefante en que iba montado y empezó la retirada… Alejandro, ansioso por salvar la vida de este valiente y gran soldado, envió a un hindú llamado Meroes, un hombre del que le dijeron había sido amigo de Poro por mucho tiempo. Poro escuchó el mensaje de Meroes, detuvo su elefante y desmontó, estaba muy angustiado por la sed, de modo que cuando revivió después de beber, le dijo a Meroes que lo llevara con presteza ante Alejandro.
Alejandro informado de su llegada, cabalgó para reunirse con él… Cuando se encontraron, refrenó su corcel y observó a su a adversario con admiración: representaba la magnífica figura de un hombre, con más de 2 metros de estatura y de gran belleza personal; su porte no había perdido nada de su orgullo; su aire era el de un valiente que se reúne con otro, de un rey en la presencia de otro, con quien él había peleado honorablemente por su reino.
Alejandro fue el primero en hablar. “Qué,” dijo, “deseas que haga contigo? “Trátame como se trata a un rey”,…se dice fue lo que contestó Poro. “Por mi parte,” dijo Alejandro, complacido por la respuesta, “tu petición será concedida. ¿Pero, no hay algo que desees para ti?” “Todo” dijo Poro, “está contenido en esta ultima petición”
La dignidad de estas palabras dieron a Alejandro incluso más placer, y devolvió a Poro la soberanía sobre sus súbditos agregando a su reino otro territorio incluso más grande. Así que, en realidad, trató a un valiente como se trata a un rey, y de ahí en adelante encontró en él, en todo sentido, a un amigo leal.
Resumiendo la anterior entrega, Alejandro puso orden en Grecia e invadió el imperio de Darío III. En dos ocasiones vence al ejército del mismo (logrando que en la segunda ocasión huya despavorido, abandonando a su familia en la retaguardia). Le habíamos dejado a las puertas de Egipto, último país capaz de proveer puertos para Darío y su flota. De todas formas, Alejandro es recibido como el libertador del yugo persa y lo nombran Faraón, expulsando a la pobre guarnición persa. Cumple de esta forma su estrategia global de privar de puertos a la marina persa. Sin puertos donde aprovisionarse, los persas no podrán ya sorprenderlo por la espalda y organizar una expedición en Grecia.
Aclaro que este relato sucede durante el siglo IV antes de Cristo, por lo que las fechas mencionadas serán todas asumidas como A.C. Sólo aclararé con D.C. si algún hecho ocurrió después de Cristo.
Recordemos brevemente la geografía de la zona… y veamos qué recorrido haremos durante esta entrega. Recomiendo dedicarle unos segundos a estudiar el mapa, de esta manera será más sencillo seguir el relato.
Un faraón en Egipto
En Egipto abandonaremos las campañas militares por un rato. Estamos en el año 331. Aquí Alejandro se dedicó a organizar su ya no tan pequeño imperio. A diferencia de otros conquistadores que arrasaban una región y luego se marchaban, Alejandro realmente “colonizó” de forma permanente las ciudades conquistadas. Tenemos aquí el primer ejemplo de mundo globalizado bajo una paz común. Todas las ciudades mantenían un intercambio continuo, tanto comercial como cultural. El comercio entre Europa, Asia y África nunca fue tan próspero. El griego se convertiría en el idioma universal.
En Egipto, Alejandro fue recibido como el hijo de Ra, faraón del Alto y Bajo Egipto. Entre las religiones griegas y egipcias los dioses eran los mismos, así pues debía ser lo mismo ser hijo de Amón Ra (como se le llamaba en aquella época) que hijo de Zeus. Con estos títulos ejerció sacrificios a los dioses y los augurios siempre le respondían con resultados positivos.
Con tacto respetó las instituciones y religiones existentes, dejando un ente administrativo y unos destacamentos militares permanentes. Navegando el Nilo, funda la ciudad que llevará su nombre, y que será durante mucho tiempo una de las ciudades más importantes del mundo. La ciudad fue construida desde cero: Alejandro trazó los límites de la misma, participó junto a los arquitectos en su diseño definiendo la ubicación de los templos, comercios, etc. Su sueño se estaba cumpliendo…
Con un grupo selecto de amigos se dirige a visitar el templo de Zeus Amón (es lo mismo que decir Amón Ra, ya que como dijimos Amón Ra y Zeus eran equivalentes) en el oasis de Siwa, emulando la tarea de sus héroes Hércules y Perseo. Su objetivo era consultar en el afamado templo quién era él realmente y cuál era su destino. Es una travesía difícil, incluso se pierden en la ruta por el desierto, pero según la leyenda “los dioses le enviaron unos cuervos que le indicaron el camino”. Al llegar, el sacerdote lo recibe como al hijo de Zeus, ratificando el deseo de Alejandro. Éste entra solo al templo y, si bien no hay detalles de lo sucedido dentro, sí se sabe que salió conforme con lo que los dioses le dijeron.
Gaugamela
Finalizados sus quehaceres en Egipto, y luego de una parada de descanso en Tiro, se dedica a recibir embajadores de distintas regiones. Por esta época Antípatro le envía refuerzos que parten desde Macedonia, pero llegarán después de la gran batalla que se avecina. Recordemos que Antípatro había sido encomendado con la misión de regentar Macedonia y la liga de Corinto mientras el rey estuviera ausente. Alejandro avanzó por la Mesopotamia con su ejército y se dispuso a cruzar el Tigris por un paso más al norte de lo previsto por Darío. Ya cerca del pueblo de Arbela, en la noche del 20 de septiembre del año 331, se produce un eclipse de Luna, hecho que hasta no hace mucho tiempo inquietaba a cualquier ejército previamente a la batalla. A pesar de que Alejandro sabía gracias a su educación con Aristóteles que los eclipses son el resultado de un fenómeno astronómico y no místico, se encargó de que los adivinadores presagiaran la victoria sobre Darío para tranquilizar a la tropa.
Luego de un consejo con sus generales, el viejo Parmenión sugirió realizar primero un fuerte reconocimiento del área y de las fuerzas de Darío. Así se hizo. El rey persa juntó un enorme ejército de todas partes de su reino y además contrató cierto número de mercenarios griegos. El total varía nuevamente según las fuentes, y el número más pequeño en las fuentes antiguas es de ¡400.000 hombres! Parece otra vez exagerado, pues según los historiadores modernos el número debía más bien rondar los 100.000 hombres. También contaba con 200 carros de guerra armados con guadañas en las ruedas. En cambio, Alejandro contaba solamente con 40.000 infantes y 7.000 jinetes. Viendo esto, Parmenión sugiere un ataque nocturno, pero Alejandro lo rechazó, pues él no se podía permitir vencer a Darío haciendo uso de estratagemas deshonrosas; quizás piensen que esto no tiene sentido, pero recordemos que Alejandro no sólo piensa en el ahora, sino también en el mañana. Desea una victoria definitiva en campo abierto que no deje lugar a dudas al resto de Asia acerca de su superioridad sobre Darío, y de su ejército sobre el de él. Recordemos que si vence a Darío aún le queda por delante todo el resto del imperio persa. Por otro lado, los ataques nocturnos no suelen resultar en victorias completas, como Alejandro deseaba, y además son muy difíciles de coordinar en la oscuridad.
Comienza, entonces, la más famosa batalla de la gesta, la batalla de Gaugamela. Darío lo esperaba en formación de batalla por si Alejandro realizaba un ataque repentino; esto hizo que sus hombres estuvieran más cansados que los de Alejandro, quienes durmieron plácidamente la noche anterior. Incluso Alejandro durmió como un bebé y tuvieron que despertarlo para la batalla.
La disposición de las tropas de Darío era la siguiente: en el centro una fila de carros de 50 unidades; detrás unas unidades de infantería, la caballería Real y la infantería de élite. Él se puso entre ellos. A los costados la disposición era similar. En el flanco derecho: 50 carros, caballería e infantería. En el extremo derecho había un grupo de caballería de avanzada. El flanco izquierdo consistía en 100 carros y unidades de infantería y caballería. En el extremo también había unidades de caballería de avanzada. Darío había, además, mandado alisar el terreno por donde pasarían los carros. Darío era feliz, había elegido y preparado el campo de batalla y además podía desplegar todo su ejército a lo largo (no como en Issos, donde el estrecho campo le impidió hacer uso de su superioridad numérica).
Alejandro formó con la falange en el centro y la caballería e infantería ligera protegiendo los flancos; detrás había otra línea de infantería que protegería a la falange en caso de ser rodeada. Darío creía que Alejandro atacaría de forma frontal, como hizo en Issos, en cuyo caso sus carros serían muy útiles abriendo brechas en las falanges. Pero, en vez de esto, el genial Alejandro hizo avanzar a su ejército repentinamente, en una formación oblicua hacia la derecha (paso 1), evitando el terreno preparado para los carros. Inmediatamente,Beso, en el ala izquierda del ejército persa, lanza su ataque con la caballería del flanco derecho del macedonio con el fin de sobrepasarlo y detenerlo (paso 2), pero Alejandro logra frenarlos enviando escuadrones que le permiten a él seguir avanzando hacia la derecha. Darío envía también sus carros al ataque (paso 3), pero las filas macedonias se abren, permitiéndoles pasar y aniquilándolas por el costado. Mientras esto sucedía, Darío ordena un avance general.
Alejandro ordena a una unidad de caballería de su flanco derecho que abra una brecha en las filas enemigas (recordemos que los persas habían extendido su línea para evitar ser flanqueados); una vez abierta, Alejandro, al frente de la Caballería de Compañeros y de los infantes hispaspistas, se lanza por la brecha creada en dirección al mismísimo Darío (paso 4). En una larga y terrible lucha logra acercarse tanto al rey persa que éste huye, presa del pánico. En este instante el flanco derecho de Darío estaba exigiendo al flanco izquierdo de Parmenión (paso 5), llegando al punto límite de ser espantosamente rodeado; incluso se había abierto una brecha entre las tropas de Parmenión y las de Alejandro. Pero la caballería persa, en vez aprovechar esta circunstancia, se dirige a saquear el campamento de Alejandro, donde será más tarde derrotada por la retaguardia (paso 6).
Volvamos a Alejandro, quien ve cómo Darío huye en su carro mientras le informan de la débil situación de Parmenión. ¿Qué hacer, entonces? ¿Perseguir a Darío y dar por finalizada de una vez por todas la guerra, a costa de perder gran parte de su ejército, o volver con la caballería a ayudar a la infantería de Parmenión y dejar la persecución para más adelante? Tras sopesarlo brevemente, elige socorrer a su viejo comandante volviendo hacia atrás con sus Compañeros (paso 7).
Todo el ejército de Darío se derrumbó. Poco a poco empiezan a huir al ver que su jefe huía y que Alejandro estaba haciendo destrozos con su caballería mientras asistía a Parmenión. La batalla terminó allí, pero Alejandro, viendo que no podría ya alcanzar a Darío, se dedica entonces a diezmar lo más posible a su ejército con el fin de que no puedan reagruparse por mucho tiempo. Después, en Arbela, Alejandro celebra ofrendas y sacrificios a los dioses mientras es aclamado Rey de Asia, ya que tenía el resto del imperio de Darío delante de él sin un ejército que lo detenga (aunque habría todavía varios puntos de resistencia, como veremos).
Como de costumbre, haremos una pausa para ver unos videos sobre la batalla. Lo que encontré en español no me convenció, así que recurro a los viejos amigos de “Decisive Battles”.
Después de Gaugamela
El primer gran beneficio de la reciente victoria fue Babilonia, la ciudad más rica y una de las cuatro capitales del imperio. Ésta fue entregada por Mazeo, un ex general de Darío en Gaugamela. Alejandro, como suele hacer, asigna funcionarios civiles y militares entre gente de su confianza, pero en este caso deja como gobernador y sátrapa al mismo Mazeo, como gesto hacia sus ex-enemigos y ahora vasallos. Luego se dirige hacia otra ciudad capital, Susa, que también se entrega pacíficamente. Allí también dejó al sátrapa existente a cargo del gobierno. En Susa se hace con un enorme botín de 50.000 talentos de plata… ¡una fortuna! Es aquí donde instala a la capturada familia de Darío, manteniendo el trato digno de una familia real. Además, recibe por fin los refuerzos enviados por Antípatro y procede a reorganizar su ejército: recibir los nuevos reclutas, licenciar a algunos y dar premios por las victorias a los soldados. En Susa encuentra obras de arte y tesoros que Jerjes había tomado de Atenas cuando éste la saqueó durante la segunda guerra persa, y las devuelve a Grecia. Este gesto fue muy apreciado por los atenienses.
En Susa le llegan noticias de unas rebeliones en Tracia y el Peloponeso, de las que la primera fue resuelta mediante una negociación por parte de Antípatro, pero la segunda implicó una derrota del mismo. Allí, el rey de Esparta, Agis III, conocido anti macedonio, logró reclutar un fuerte ejército con la ayuda del oro persa.
En su periplo asiático, le quedan por delante regiones no tan amistosas, como Persis (tierra original de los persas, desde donde iniciaron su imperio, como vimos en otra entrega) y Media, terrenos montañosos, por lo que forma unidades de élite de montaña con entrenamiento especial. En la ruta hacia Persépolis, la capital del Imperio Persa, se encuentra con una fuerte defensa en lo que se conoce como las “Puertas de Persia“. Se trata de un estrecho desfiladero fuertemente defendido. Ver mapa en Google.
Para pasarlo realiza una maniobra nocturna donde deja a parte de su ejército acampando frente a las puertas con muchas hogueras encendidas, simulando ser todo el ejército, mientras él se dirige, con la ayuda de un guía local, a bordear el desfiladero y atacarlo por detrás. Esta similitud con la batalla de las Termópilas debió fascinar a Alejandro. A la señal convenida atacarían al mismo tiempo. La maniobra se realizó con éxito. Las tropas persas fueron sorprendidas y huyeron a Persépolis en loca carrera, pero Alejandro se les adelantó y llegó antes que ellos con su caballería.
En el camino a la ciudad se cruza con una caravana de viejos esclavos griegos de los persas, que al enterarse del cambio de situación salieron a encontrarse con el nuevo Rey. Estos hombres entrados en años, de otra época, muchos de ellos con algún miembro mutilado por los persas, de aspecto moribundo, se acercaron a Alejandro como su salvador. El horrendo espectáculo que presentaban caló profundamente en Alejandro, así que los ayudó, recompensó y dio tierras para ellos y sus familias en Asia, ya que no deseaban regresar a Grecia por temor a ser mal recibidos allí, dadas las condiciones en que se encontraban. Alejandro entra en la ciudad y se apoderó de la ciudadela y del tesoro. Más tarde se le uniría el resto del ejército. Como siempre, organiza un gobierno con un sátrapa persa y visita la tumba de Ciro el Grande, a quien admiraba, en la vecina Pasargada. Ciro era el famoso conquistador persa que fundó la dinastía a la que Darío III pertenecía.
A continuación ocurre uno de los eventos que más controversia suscita. Alejandro quería hacer una fuerte demostración de fuerza y de victoria para sus aliados griegos (recordemos que Esparta era enemiga de Macedonia, y Alejandro necesitaba solidificar su relación con Atenas, su principal aliado en la Liga de Corinto). Su idea era quemar el Palacio Real, el que habían usado los emperadores de las Guerras Persas: Darío I y Jerjes I. A pesar de que sería una medida impopular entre los ciudadanos persas, Alejandro priorizó su relación con los estados griegos y ordenó a sus macedonios que lo saquearan y le prendieran fuego. El asunto es que el fuego se propagó, intencionadamente o no, al resto de la ciudad. Al llegar los soldados griegos se encontraron con el palacio destruido, y se les dijo que el incendio fue provocado por una hetaira (símil: prostituta) ateniense llamada Tais, que indujo a Alejandro a quemarlo estando todos ebrios después de una fiesta. Así fue que se perdieron su parte del saqueo.
Mientras tanto, en Grecia la situación era inestable. Antípatro decide aplastar de una vez por todas a la Esparta del rey Agis. Tras asegurarse la fidelidad de Atenas a la Liga, Antípatro se enfrenta a Agis en batalla y le derrota, con muchas bajas en ambos lados. Astutamente, Antípatro sigue con la política de Alejandro y le pide al Consejo de la Liga que decida sobre el futuro de los aliados de Esparta; en esta ocasión el castigo es bastante suave. Incluso el Consejo le deja a Macedonia que decida el futuro de Esparta. Por ende, Antípatro lleva varios ciudadanos espartanos como rehenes a Alejandro en Asia. Que sea la Liga de Corinto quien tome nuevamente la decisión habla de un verdadero grado de independencia de la Liga y una acertada política de Antípatro, siguiendo el ejemplo de Alejandro.
A la caza de Darío
Tras la derrota de Gaugamela, Darío tuvo unos meses de paz, ya que Alejandro estuvo ocupado en otras cosas, como hemos visto. Sin embargo, había perdido autoridad dentro de su imperio y le costaba mucho conseguir soldados. Encima, el buen trato que otorgaba Alejandro a los que pasaban a su bando hacía menos tentadora la opción de unírsele. En el año 330 Alejandro entra en Ecbatana (hoy Hamadán) la cuarta y última de las capitales del imperio. Esto significó el fin de la guerra contra el imperio persa, ya que Darío no podía formar un ejército propio y el Ejército de Alejandro había conquistado todas las ciudades importantes y liberado las ciudades griegas costeras del dominio persa. Por esto los griegos en su ejército fueron licenciados con una preciada recompensa. Para compensar las bajas contrató alrededor de 6.000 mercenarios. Su nueva base de operaciones sería esta ciudad, en lugar de Persépolis.
Inmediatamente, con algunas unidades seleccionadas se pone en persecución de Darío en dirección a Partia. Pero durante la misma le llegan noticias de que los propios oficiales de Darío habían traicionado a su Rey y lo habían puesto bajo arresto, considerando que ya no estaba en condiciones de seguir al mando. Estos oficiales eran Nabarzanes, Beso y Barsentes. Acelerando la marcha exigiendo sus tropas al límite, llega a pisarle los talones a los persas. Sin embargo, estos asesinan a Darío, cerca de lo que hoy es Damghan, y lo dejan tirado en el camino. Alejandro llega cuando ya está muerto.
Junto a Darío permanecieron sus más fieles hombres, entre ellos el eunuco Bagoas. Nabarzanes, si bien había participado en el complot que desplazó a Darío, no estaba de acuerdo con el regicidio, por lo que, mostrándose en contra de la idea de Beso de asesinarle, se separa de los demás complotados, se entrega a Alejandro jurándole fidelidad como su nuevo soberano, y le obsequia a Bagoas como regalo. Alejandro jura capturar a los asesinos de Darío, hecho un poco contradictorio por ser su enemigo, pero Alejandro lo respetaba y seguramente no le hubiera molestado haber dejado a Darío como rey de Media y Persis, siempre y cuando lo reconociera a él como Soberano de Asia; además, Alejandro detestaba la actitud regicida de Beso. En general detestaba cualquier regicidio (el asesinato de un rey, príncipe heredero, etc.) y valoraba mucho la fidelidad del hombre, incluso entre sus enemigos.
Luego del acontecimiento de la muerte de Darío, Alejandro continúa conquistando territorio, aunque llegó al punto donde tenía que decidir qué hacer. ¿Finalizaría aquí sus conquistas y se pondría a asegurar su imperio actual? ¿O bien seguiría hacia el este, hasta el fin del mundo? Recordemos que en aquella época Alejandro, dada su fuerte relación con Aristóteles, creía fervientemente en lo que el filósofo consideraba los límites del mundo, por lo que creía que el fin de Asia estaba allá donde termina la “pequeña India” y se encontraba solamente a mitad de camino. Las ansías de llegar a lugares remotos donde ningún griego había llegado le entusiasmaban, deseaba conocer y pasar los límites del viejo imperio de Darío, incluso llegar a la India… El panorama era demasiado jugoso para su ambiciosa personalidad sedienta de gloria. Imaginen todo lo que quedaba por conocer, ver y explorar. Animales, plantas exóticas, culturas desconocidas, etc. Esto también era parte del plan de Alejandro, llevar a occidente el conocimiento de lo lejano, así que llevaba consigo en la expedición científicos que continuamente enviaban escritos a Grecia. No por nada Alejandro es Magno y no un simple conquistador. Además, si los dioses habían favorecido la empresa hasta el momento, ¿por qué detenerse ahora? Con estos argumentos convence a sus macedonios, que deseaban volver a su patria después de tan extenuante conquista. Así pues, todos lo seguirían, al mismísimo fin del mundo de ser necesario. A todo esto, fue entonces cuando le llegan noticias de la victoria de Antípatro sobre los espartanos de Agis. Esparta dejaría de ser un problema.
Finalizamos aquí esta entrega. En la próxima, Alejandro debe capturar a Beso y los rebeldes, adentrarse en lo más profundo de Asia, llegar a la India y, según su creencia, ver el fin del mundo, el océano circundante…
No hay comentarios:
Publicar un comentario