Cuadros del Barroco
Aparición del apóstol San Pedro a San Pedro Nolasco es un cuadro de Francisco de Zurbarán pintado en 1629 y conservado en el Museo del Prado de Madrid, España. Está pintado al óleo sobre lienzo, mide 179 cm de alto por 223 de ancho y forma pareja con Visión de San Pedro Nolasco. En la zona inferior está firmado y fechado: FRANCISCUS Đ ZURBARAN [con A inscrita en la N]/ FACIEBAT. 16Z9
El cuadro representa a San Pedro apareciéndose y consolando a San Pedro Nolasco ya que este quería ir a Roma para visitar la tumba del apóstol y no podía, y conminándole a continuar sus tareas de evangelización en España.
La obra, junto con su compañera Visión de San Pedro Nolasco, de las mismas medidas, fue realizada para el claustro del Convento de la Merced Calzada de Sevilla (actual edificio del Museo de Bellas Artes). En ellas el pintor extremeño muestra su habilidad para plasmar la expresión de las fiugras, los valores táctiles y calidad de las texturas y el cromatismo de blancos y grises en composiciones austeras.
En 1808 el lienzo fue comprado por López Cepero, deán de la Catedral de Sevilla, que en 1821 lo donó a la colección del rey Fernando VII.
Joven tocando el laúd es un cuadro de Caravaggio pintado en 1595 y que también ha recibido los nombres de El tañedor de laúd y El intérprete de laúd. Está ubicado en el museo ruso del Hermitage.1
Como un homenaje a Del Monte, su protector y gran aficionado de la música, Caravaggio pinta esta obra. Se puede afirmar que el joven modelo es casi el mismo que aparece como figura central en Los músicos. El estudio de la partitura ha llegado a afirmar que la melodía tocada por el joven es obra de Jacques Arcadelt, francés amigo de Del Monte. En principio, se pensó que el cuadro representaba a una joven dama, pero la evolución del estudio pictórico afirma que se trata de un muchacho con evidentes rasgos andróginos. Así, Caravaggio logra uno de sus cuadros más bellos, donde la música es representada con un ideal de perfección, por un modelo de ambos sexos.
En los escorzos del laúd y del instrumento sobre la mesa se aprecian sus enseñanzas lombardas en la forma de representar la perspectiva. Los labios entreabiertos y el movimiento de la mano nos muestran la forma de representar el natural que perseguía el artista.
En la zona izquierda del cuadro se aprecia un jarrón con flores que idealiza la belleza de la naturaleza con la belleza de sus frutos, en paralelo la belleza del trabajo en la partitura se idealiza en el canto de la joven que interpreta el madrigal relativo al amor idealizado que triunfa sobre el amor físico gracias a la perfecta sincronía de todos los elementos de la composición. Existe un tercer elemento implícito derivado del trabajo realizado por el propio autor en relación a la identidad del tañedor del laud.
Apolo y Dafne es un cuadro del pintor barroco italiano Francesco Albani. Lo ejecutó entre 1615 y 1620 y está ubicado en el Museo del Louvre.1 La obra escenifica un pasaje de la leyenda descrito por Ovidio en Las metamorfosis.
El mito narra que el dios Eros quiso vengarse de la arrogancia de Apolo hiriéndole con una flecha dorada que causara un amor inmediato a este. A la ninfa Dafne la hirió con una flecha de plomo, que causaba el efecto contrario, el rechazo amoroso. Cuando Apolo vio a Dafne, se lanzó en su persecución (momento que ilustra el cuadro) mientras Dafne huía de él. Finalmente, el padre de Dafne el río Peneo, (o la Madre Tierra, según otra versión),2 la convertiría en un laurel instantes antes de ser alcanzada por Apolo, escena también muy representada en el arte.
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