La parábola en el Evangelio de Lucas y en el de Mateo
El
papiro 75 (
75), datado de 175-225 d. C., es el manuscrito más antiguo conocido que presenta unidos a dos evangelios, el
Evangelio de Lucas y el
de Juan. También es el material conservado más antiguo que contiene la parábola de la oveja perdida.
Esta parábola —o, en palabras de
Bultmann, «semejanza»—
15 es un relato que describe breve pero vivamente el interés que muestra una persona que al perder una oveja —considerada quizá por otros como insignificante en comparación con el conjunto del rebaño— sale en su búsqueda, y la alegría que siente al encontrarla. Las dos versiones canónicas de la parábola son las siguientes:
1Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él (a Jesús) para oírle, 2y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» 3Entonces les dijo esta parábola. 4«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? 5Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; 6y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.” 7Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión. A
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1En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos […](*) 12¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? 13Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. 14De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños. B
Evangelio de Mateo 18, 12-14 (*) El versículo 1 se incluye a efectos de indicar el auditorio de la parábola.
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Originalidad y origen
Un pastor contemporáneo. Para cargar una oveja en una zona montañosa durante una distancia prudencial, debe colocarla sobre los hombros y sujetar las patas delanteras y las traseras con cada mano. En caso de usar su
cayado, debe sujetar las cuatro patas fuertemente contra el pecho. Entre las distintas versiones de la parábola de la oveja perdida, la única en la que el pastor carga la oveja sobre sus hombros es la del
Evangelio de Lucas: el evangelista expresa con esa imagen la delicadeza que caracteriza el verdadero cuidado pastoral.
No existe unanimidad de criterios sobre cuál de las dos versiones canónicas de la parábola es la más próxima a la versión inicial.
Rudolf Karl Bultmann,
15 Eta Linnemann,
16 y
Joseph A. Fitzmyersugirieron que la versión
mateana es la más original. Por su parte, Joachim Jeremias y Josef Schmid señalaron que la forma más próxima a la original es la del Evangelio de Lucas.
18 Claude Montefiore comentó que la forma original de la parábola podría conservarse de manera compartida: en algunos puntos el Evangelio de Mateo y en otros el de Lucas podrían preservar el material original de forma más precisa.
19 Por su parte,
Charles Harold Dodd y François Bovon consideraron que posiblemente ninguna de las versiones que llegaron hasta nosotros sea la original, aunque Dodd sugiere que la versión
lucanaparece ajustarse mejor a los términos de la parábola.
Auditorio, motivo y características de la parábola en Mateo y Lucas
En el
Evangelio de Lucas, Jesús formula la parábola de la oveja perdida como respuesta a la murmuración indignada de los
fariseos y
escribas, quienes cuestionaban su conducta de recibir a los pecadores y admitirlos a su mesa.
28 Se trata del escenario y del motivo de la parábola,
29 es decir, en el Evangelio de Lucas la parábola está dirigida a los enemigos y críticos de Jesús.
30 Es una respuesta a los rabinos fariseos que mantenían un principio de no relación con aquellas personas consideradas pecadoras por su oficio o condición: «El hombre no debe relacionarse con el impío ni para enseñarle la
Ley».
En el
Evangelio de Mateo la parábola presenta un auditorio diferente, puesto que Jesús no la dirige a los fariseos adversos a él sino a sus propios discípulos. En el marco histórico en el que se escribe ese evangelio, datado de los años 80 a 90 por la mayoría de los biblistas,
32 33 34 «los discípulos» significan los jefes de la comunidad cristiana. Según Joachim Jeremias y Josef Schmid, la situación real que dio origen a la parábola se aproxima más a la descripta en el Evangelio de Lucas.
18
Ambos relatos tienen un punto llamativo en común: ninguno de los dos nombra explícitamente el término «pastor» o «buen pastor», lo que sí hace el
Evangelio de Juan (10, 11-14). Por otra parte, existen otros detalles diferentes en ambas versiones de la parábola. En Mateo, el pastor deja a sus ovejas en la montaña, mientras que en Lucas lo hace en el desierto. El Evangelio de Lucas es el único que presenta al dueño llevando a la oveja descarriada en sus hombros. Los autores cristianos de los primeros siglos tendieron a aunar las dos versiones para crear una nueva versión de la parábola con elementos obtenidos, en distinta proporción, tanto de los textos de Mateo y de Lucas como del Evangelio de Juan. Los relatos de Mateo y de Lucas se impusieron en los primeros siglos del cristianismo, mientras que el pasaje del Evangelio de Juan empezó a tener más notoriedad a finales del siglo
iv y comienzos del siglo
v.
37
La parábola en el Evangelio de Tomás y en el de la Verdad
La parábola de la oveja perdida está también presente en el
extracanónico Evangelio de Tomás (
logión 107), y existe consenso en que ese pasaje del
evangelio apócrifo guarda cierto paralelismo con las parábolas de los
evangelios sinópticos de Lucas y de Mateo. Podría haberse generado en una tradición independiente de la de los sinópticos.
38 Algunos autores han supuesto que este pasaje es más antiguo que los de Lucas y de Mateo,
38 39 pero
Joseph A. Fitzmyer desestima esa opinión. Otros autores consideraron este pasaje del
Evangelio de Tomás, como derivado de los de Lucas y de Mateo,
40 y hasta como una distorsión de aquellos.
41
La versión del
Evangelio de Tomás presenta varias diferencias respecto de la parábola de los
evangelios sinópticos de Lucas y de Mateo.
Jesús dijo: «El Reino es como un pastor que tenía cien ovejas. Una de ellas, la mayor (*), se perdió. Dejó a las noventa y nueve y fue a buscar esa una hasta que la halló. Tras haberse esforzado, dijo a la oveja: "Te quiero más que a las noventa y nueve".»
42(*) En otras traducciones: "la más grande", "la más gorda".9 43
En primer lugar, no se trata tanto de una parábola
apologética signada por la misericordia como en el Evangelio de Lucas, ni una parábola de carácter eclesial como en el Evangelio de Mateo, sino de un pasaje
kerigmático, con el formato de una parábola del
Reino: «El Reino se asemeja a un pastor...».
Además, añade que la oveja perdida era
la más gorda,
44 43 y la más amada,
45 con lo que encuentra una justificación diferente para la búsqueda de la oveja: era la más apreciada por el pastor, la mejor.
9 45 Esa aclaración elimina el aspecto más original, paradójico y hasta escandaloso de la parábola de Jesús tal como la presentan los evangelios de Mateo y Lucas, en los cuales el pastor buscaba la oveja, no porque fuera buena o valiosa sino porque estaba perdida.
9 45
La imagen del pastor y las ovejas en tiempos de Jesús
En la época de
Jesús de Nazaret se conceptuaba a los pastores de forma muy dispar.
48 Se los mencionaba en varias listas de trabajos considerados despreciables: se trataba de uno de los oficios que un padre no debería enseñar a sus hijos por ser «oficios de ladrones».
49
Si bien en varios pasajes de la
Biblia hebrea se presentaba a
Moisés, a
David y al propio
Yahvé como pastores, la literatura rabínica en general contenía juicios desfavorables sobre quienes ejercían ese oficio.
49 De hecho, se igualaba a los pastores con los
publicanos y recaudadores de impuestos. Se decía: «A los pastores, a los recaudadores de impuestos y a los publicanos les es difícil la penitencia», debido a que supuestamente no podían conocer a todos aquellos a quienes habían dañado o engañado como para hacer una
reparación.
49 En el
Evangelio de Lucas Jesús se presenta criticado por los escribas y fariseos en razón de que acoge a los publicanos. En respuesta, pronuncia una parábola en la que el protagonista misericordioso es un pastor, figura igualmente menospreciada. De allí que se haya llamado a este conjunto el «Evangelio de los marginados», ya que parece tener como uno de sus objetivos mostrar la cercanía de Dios y su misericordia para con quienes viven agobiados por el desdén y el rechazo de los demás.
50
Temas y significados de la parábola
Comprendamos, pues, la realidad escondida bajo estas imágenes. Esta oveja no era realmente una oveja, y este pastor es diferente a un pastor. 51
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La parábola de la oveja perdida fue objeto de variadas interpretaciones desde el
cristianismo primitivo hasta el presente. Entre los significados más atribuidos y los matices más comentados destacan los siguientes.
El perdón y la misericordia de Dios
Tradicionalmente se considera que la parábola de la oveja perdida –particularmente en la versión del
Evangelio de Lucas– constituye un pasaje que tiene por nota la
misericordia de Dios para con los pecadores,
52 y una referencia directa al carácter positivo del
perdón, en el marco de una enseñanza que diferencia el pecado del pecador.
53
Según
Agustín de Hipona, la misericordia es la compasión que experimenta el corazón humano ante la miseria del otro, sentimiento que compele a socorrer si está a nuestro alcance.
54 En la teología cristiana, se considera la misericordia como el atributo de Dios por excelencia: la misma misericordia está presente en todo su actuar.
55 Cuando
Tomás de Aquino se preguntó cuál es la virtud más eminente, concluyó que en el ser humano es la
caridad teologal porque es la que une al alma con Dios, el ser supremo; pero en Dios, que no tiene superior, la virtud más eminente es la misericordia (
Suma Teol. II-II, q. 30, a.4).
56 Hans Urs von Balthasar hace referencia a
Karl Barth al decir que «el Dios de Jesucristo es, en su esencia, misericordioso» y «que en su propio y libre poder (es), en su esencia más íntima, abierto, dispuesto, inclinado (
propensus) a la compasión por el dolor ajeno y, por lo tanto, al apoyo, a la propia intervención ante este dolor ajeno».
57
Este aspecto supone una subversión de ciertos procederes establecidos. En palabras de
José María Cabodevilla, entre los hombres suele practicarse una variante de la parábola que no es trivial, la de «la oveja
sarnosa»,
Nota 2 que manifiesta que para evitar el contagio debe arrojarse tal oveja fuera del aprisco.
58 Cabodevilla sugiere con sutileza el aire de superioridad de quien así opera, «el celoso guardián de las ovejas sanas y robustas, orgullo de su redil». Tal principio de intransigencia no halla respaldo alguno en las páginas del evangelio, sino que entra en abierta oposición a la enseñanza de Jesús de Nazaret,
58 expresada en parábolas como la de la oveja perdida.
La búsqueda de lo perdido y la alegría por lo encontrado
[…] el perdón es la más alta expresión del amor y la más genuina. Pero lo que asombra en el perdón evangélico es otra cosa: que más alegría siente el que perdona que el que es perdonado. […] Si se pierde una oveja entre los riscos, el Padre no se desentiende de ella […] 59
—Ignacio Larrañaga, Del sufrimiento a la paz
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La parábola no se interesa tanto por la historia de la oveja, que según el propio relato simboliza al hombre
pecador caído en desgracia («Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta...»). El personaje central de la parábola es el pastor, con el que se representa a
Dios Padre («De la misma manera, no es voluntad de
vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños») o por extensión al propio
Jesucristo. La psicología del pastor se manifiesta en dos cuadros:
-
-
-
- en el primero se pone en evidencia su afán por buscar lo perdido, y
- en el segundo, su alegría por haberlo encontrado.
[…] el relato (y la otra
parábola de la moneda perdida sigue la misma línea) describe con vivos colores el interés de una persona cuando pierde algo que un tercero podría juzgar relativamente insignificante, así como su correspondiente gozo cuando lo encuentra. […] las parábolas se refieren al extraño interés (así lo estimaban algunos) que Jesús mostraba por las clases deprimidas de la comunidad judía. Y posiblemente por algunos habitantes de Galilea que no eran judíos. No necesitamos preguntar si el que busca lo perdido es Jesús mismo o Dios. El reino de Dios ha llegado en el ministerio de Jesús, y uno de los rasgos de esa llegada era este inédito interés por lo «perdido».
Al percibir la pérdida de la oveja, el pastor no manifiesta sentimientos de cólera, simplemente la preocupación por encontrarla. La pena y el dolor lo obligan a entrar en acción, a buscar afanosamente.
62 Charles Péguy enfatizó el tema en estos términos: «El pecador, que se apartó y estaba a punto de perderse, ha provocado la angustia en el corazón de Dios» [...] «La angustia de no encontrar la oveja perdida. De no estar seguro.»
63
Si bien la búsqueda en el primer cuadro de la parábola refiere el amor del pastor por lo extraviado, la alegría por haber encontrado lo perdido constituye el núcleo central del relato. En la bula
Misericordiae Vultus con la que se convocó el
Jubileo extraordinario de la misericordia, el papa
Francisco hizo referencia a la alegría como aspecto fundamental de la parábola de la oveja perdida:
En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cfr Lc 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.
66
Francisco, Misericordiae Vultus, 9
[…] me sorprende mucho que tanto los comentaristas que he leído como los predicadores que he escuchado se detengan todos ahí, en la ponderación de la misericordia divina, y no digan nada sobre ese otro punto que para mí es mucho más asombroso y maravilloso: la alegría de Dios cuando recupera a un pecador. Y la verdad es que en las dos primeras parábolas (la de la oveja perdida y la de la moneda perdida) es eso precisamente lo único que cabría resaltar. Aun admitiendo que una oveja puede ser responsable de su extravío, cosa que me parece improbable, convendrá usted conmigo en que una moneda no tiene ninguna culpa de haber ido a caer debajo de la cama; lo único que ahí se pone de manifiesto es la alegría, la felicidad de la mujer al recobrar su moneda perdida. En cualquier caso, aunque la alegría de Dios suponga el ejercicio de su misericordia, ciertamente añade otra cosa más, añade algo que la simple noción de misericordia no implica, algo que no es menos admirable sino más admirable: el hecho de que Dios se alegre tanto cuando un hombre vuelve sus ojos a Él, el hecho de que una criatura pueda dar alegría a su Creador.
67
José María Cabodevilla
Figura del «descenso de Jesucristo»
Los
padres de la Iglesia consideraron con frecuencia la parábola como una figura del «descenso de Cristo»,
Nota 3 es decir, como una figura de su
encarnación,
69 de su
pasión y de su
descenso a los infiernos.
71 Así como en el
Evangelio de Mateo el pastor deja los montes y desciende para buscar la oveja perdida, Jesucristo descendió en su encarnación y se anonadó en su pasión para salvar a cada hombre, al género humano. Algunos ejemplos son los siguientes:
El Señor ha venido a buscar a la oveja que había perecido y es el hombre el que había perecido.
Una oveja había perecido pero el buen pastor, dejando las noventa y nueve restantes en la montaña, descendió a nuestro valle de lágrimas, la buscó, y al encontrarla la puso sobre sus hombros.
Orígenes,
Homilías sobre los números 19, 4
(Cristo) «aunque de condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se anonadó, tomando la condición de esclavo, haciéndose obediente hasta la muerte e incluso la muerte de cruz» (Filipenses 2, 6-8). Descendió a la tierra precisamente para salvar a la única sola ovejita perdida, es decir, al género humano.
Descendió porque nosotros estábamos abajo y subió para que nosotros no nos quedáramos abajo.
Llamado a la atención pastoral
Entre los
padres de la Iglesia, la parábola también fue ocasión de prédica para instar a no dejar en el desamparo a los demás ni desentenderse de su suerte.
51 En el
Evangelio de Mateo la parábola se dirige a los discípulos como parte de una «regla de vida» de las primeras comunidades cristianas y una de las obligaciones de los pastores de la Iglesia. La parábola evoca que los responsables de las comunidades cristianas deben cuidar de los más desprotegidos, de igual forma que Dios cuida de esos «pequeños».
7
En la
Iglesia católica, el cuidado de los máximos pastores hacia los destinatarios de su ministerio se simboliza con el uso del
palio, una
faja o banda circular tradicionalmente hecha con lana de cordero. Se coloca sobre los hombros del sumo pontífice y de los arzobispos como símbolo del pastoreo y recordatorio de que deben cargar con las ovejas como el pastor lo hizo en la parábola de la oveja perdida.
75
Así lo recordó
Benedicto XVI, en la misa de inicio de su ministerio petrino, al asociar la imposición del
palio con la invitación de llevarnos unos a otros sobre los hombros:
La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los
padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad —todos nosotros— es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios […] la pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros.
76
Benedicto XVI
Representación del Buen Pastor, con una oveja sobre sus hombros, en medio de ovejas, palomas y ramas de olivo, datada del siglo
iii.
Catacumbas de Priscila,
Roma.
El Buen Pastor (1660) de
Bartolomé Murillo.
Museo del Prado,
Madrid. A diferencia de las representaciones tradicionales, Murillo caracteriza al Buen Pastor como un niño que apoya la mano sobre la oveja como forma de demostrar su cuidado pastoral, sustituyendo así la clásica carga sobre sus hombros.
La parábola en las artes plásticas y literarias
Junto con los numerosos análisis que se hicieron de la parábola de la oveja perdida, se puso de manifiesto su profundidad, que supera el marco estrictamente religioso y que, a través del tiempo, alcanzó diversos campos de la
cultura y de las
artes.
Desde los tiempos del
cristianismo primitivo se asoció la imagen del pastor que sale en busca de la oveja perdida con la de Cristo como
Buen Pastor.
13 La profusión de representaciones escultóricas y pictóricas del tema del pastor y la oveja en el
arte paleocristiano es notable:
77 se identificaron hasta 892 representaciones, datadas en su mayoría de los siglos
iii y
iv. La representación del Buen Pastor comenzó a menguar en su frecuencia hacia fines del siglo
iv y prácticamente desapareció en el siglo
v.
79
Más tarde, el tema del Buen Pastor y de la oveja perdida se entrecruzaron nuevamente en representaciones pictóricas como
El Buen Pastor de
Bartolomé Esteban Murillo. Tiene su inspiración en el
Evangelio de Juan (10, 11-14) donde Jesucristo se identifica con el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. En el primer plano de esa obra,
Jesús niño apoya su mano izquierda sobre una oveja. Madrazo sugirió que esa oveja haría referencia a la oveja perdida del
Evangelio de Mateo (18, 12).
80 81
Miguel de Cervantes aludió a la parábola de la oveja perdida en el final de la jornada primera de su obra
La Gran Sultana, Doña Catalina de Oviedo (1615), en la que Sultana se asimila a una cordera alejada del aprisco que puede ser presa fácil de la «infernal serpiente».
83 84 En el romance
A la oveja perdida,
Lope de Vega presentó a
Cristo como un pastor enamorado en busca de su oveja extraviada, que es el
alma.
85Lope era un poeta de una espiritualidad intensa, razón por la que el tema de la oveja perdida aparece además como central en
El pastor lobo y cabaña celestial,
86 y como tema de segundo orden en
La venta de la zarzuela,
La fianza satisfecha y
La buena guarda.
87 Tirso de Molina se inspiró en la parábola del buen pastor para la composición de algunos pasajes de la obra
El condenado por desconfiado.
88 También
Calderón de la Barca destacó por los varios
autos sacramentales en los que hizo referencia a la parábola de la oveja perdida,
89 entre ellos,
El pastor Fido.
90
En uno de sus
Salmos del
Heráclito cristiano,
Francisco de Quevedo utilizó el «yo poético» a través de pronombres, verbos y posesivos para presentarse como la oveja perdida que se aleja del rebaño:
91
¡Cuán fuera voy, Señor, de tu rebaño,
llevado del antojo y gusto mío!
Llévame mi esperanza el tiempo frío,
y a mí con ella un disfrazado engaño.
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