miércoles, 13 de diciembre de 2017

NAVIDAD


Las zapatillas doradas

Faltaban sólo cuatro días para Navidad. Aún no sentía el espíritu de la ocasión, a pesar de que el parqueadero de la tienda de descuentos estaba repleto. Dentro de la tienda era peor. Los carros de compras y los clientes de última hora causaban atascos en los pasillos.
      ¿Para qué vine hoy a la ciudad? Me pregunté. Los pies me dolían casi tanto como la cabeza. Tenía una lista de varias personas que decían no querer nada, pero yo sabía que se quedarían ofendidas si no les compraba algo.
      Comprar regalos no tenía nada de entretenido para mí. Estaba comprando para gente que tenía de todo, y los precios eran exorbitantes.
      Llené mi carro de compras a toda prisa con esas cosas de último momento y me dirigí a las cajas. Escogí la que tenía la fila más corta, pero tendría que esperar al menos veinte minutos para llegar a la caja.
      Delante de mí había un niño y una niña. El niño tenía unos cinco años y la niña era un poco menor. Él llevaba un abrigo harapiento y unos tenis viejos y enormes que sobresalían debajo de unos pantalones que le quedaban muy cortos. En sus manos, que estaban muy sucias, tenía varios billetes de un dólar todos arrugados.
      La ropa de la niña se parecía a la de su hermano. Su cabeza era una maraña de pelo ondulado. En la cara se le veían restos de la cena. Llevaba en las manos un hermoso par de zapatillas doradas para la casa. Se oía música navideña en el equipo de sonido del almacén y la niñita tarareaba feliz y desafinadamente.
      Cuando llegamos a la caja, la niña puso los zapatos con mucho cuidado sobre el mostrador. Los sostenía como si se tratara de un tesoro. La cajera marcó la cuenta.
      -Son seis dólares con nueve centavos -dijo.
      El niño puso sus billetes arrugados sobre el mostrador mientras buscaba más en los bolsillos de su pantalón. Consiguió reunir 3 dólares con 12 centavos.
      -Supongo que tendremos que devolverlas -dijo valientemente.      Volveremos después, quizá mañana.
      En cuanto oyó eso, la niña dijo con un leve sollozo:
      -Pero a Jesús le habrían encantado esas zapatillas.
      -Bueno, volveremos a casa y trabajaremos un poco más. No llores, volveremos después -le aseguró su hermano.
      En ese instante le pasé tres dólares a la cajera. Esos niños habían esperado un largo rato en la fila, y a fin de cuentas, era Navidad.
      De repente un par de brazos me rodearon y una vocecita exclamó:
      -Muchas gracias, señora.
      -¿A qué te referías cuando dijiste que a Jesús le habrían gustado esos zapatos? -pregunté.
      El niño respondió:
      -Nuestra mamá está enferma y se va a ir al Cielo. Papá dijo que es posible que se vaya a vivir con Jesús antes de Navidad.
      La niña añadió:
      -En la escuela dominical, mi profesora me dijo que las calles del cielo son doradas, como estas zapatillas. ¿No le parece que mi mamá se vería hermosa caminando por esas calles con zapatos del mismo color?
      Los ojos se me aguaron al fijarme en la carita manchada por las lágrimas.
      -Sí -le respondí-, no me cabe duda.
      En ese momento le agradecí a Dios en silencio que se valiera de esos niños para recordarme lo que significa dar.








Dos bebes en el pesebre

En 1994 dos americanos respondieron una invitación que les hiciera llegar el Departamento de Educación de Rusia, para enseñar moral y ética en las escuelas públicas, basada en principios bíblicos., Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos, de la policía y en un gran orfanato.

En el orfanato había casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados, y dejados en manos del Estado. De allí surgió esta historia relatada por los mismos visitantes:

Se acercaba la época de las fiestas de 1994, los niños del orfanato iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la historia, les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dic un cuadradito de papel cortado de unas servilletas amarillas que yo había llevado conmigo. En la ciudad no se podía encontrar un solo pedazo de papel de colores.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como paja.

Unos pequeños cuadraditos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora americana se olvidó al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De un fieltro marrón que trajimos de los Estados Unidos, cortaron la figura de un bebé.

Mientras los huérfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda. Todo fue bien hasta que llegué donde el pequeño Misha estaba sentado. Parecía tener unos seis años y había terminado su trabajo. Cuando miré el pesebre quedé sorprendido al no ver un solo niño dentro de él, sino dos. Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebes en el pesebre. Misha cruzó sus brazos y observando la escena del pesebre comenzó a repetir la historia muy seriamente.

Por ser el relato de un niño que había la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llegó la parte donde María pone al bebé en el pesebre. Allí Misha empezó a inventar su propio final para la historia, dijo: "Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar.

Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con El. Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que pudiese darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.

Por eso le pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para ti? Y Jesús me dijo: Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido.

Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre.

Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapó la cara, agacho la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo.

El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre! Y yo aprendí que no son las cosas que tienes en tu vida lo que cuenta, sino quienes tienes, lo que verdaderamente importa.






Carta de Navidad

Hoy hallé esta carta que Papá Noel les escribió a los niños que no encuentren juguetes junto al arbolito.

Queridos chicos:
Sí, claro que leí las cartas que me enviaron y me sé de memoria la lista de los juguetes que me pidieron.
Una lista tan larga como el cuello de la jirafa y tan gorda como el lomo del rinoceronte.
Pero, como todos los años, los juguetes se me terminaron antes de que yo finalizara mi recorrida.
No, Pablito, no hagas pucheros ni te pongas tan triste. Y tú tampoco, Pedro, ni tú, Mariana.
Está mal que digan que soy injusto porque al chico de la casa grande le dejé una bicicleta, un rifle y una pelota, y a ustedes nada. Está muy mal que se enojen conmigo.
Porque para ustedes, que no encontraron juguetes al pie del arbolito, ni junto a la zapatilla, cansada de tanto correr por las tardes azules, tengo algo mejor, mucho mejor.
Carlitos: desde tu camita del hospital me pediste un triciclo. Pero tres ruedas son pocas para correr, como quieres, a la velocidad del "Jet", y tanto dale que dale con los pedales terminaría por cansarte mucho. Pero... cierra los ojos, para ti tengo un pájaro grande, con suaves alas amarillas, ¿lo ves? sí que lo ves; puedes treparte a él y viajar adonde quieras, raudo como el viento, cuantas veces lo desees. Te bastará sólo con cerrar los ojos y pensar en él...
Para ti, Mariana, en vez de la muñeca con el gran moño celeste en los rizos dorados, te dejé hace tres meses (porque yo reparto algunos regalos por adelantado) una hermanita, que es una maravilla: llora, come, mueve las piernas y los bracitos, te mira, ¡te conoce! Y será cada día más grande. Podrás jugar con ella y enseñarle cantos que repetirá con su vocecita... Las otras muñecas, Mariana, se quedan siempre chiquitas y nunca aprenden ningún canto.
A ti Juancho, a ti Eugenio, y a ustedes Martín, Andrés, Jorgito, Mario, les mandé mi regalo por el correo del viento.
Mariposas de verano, amarillas, anaranjadas, moteadas de negro, de turquesa, de guinda. ¡Si ya los veo correr tras ellas por los baldíos, y por el descampado que hay junto a las vías del ferrocarril, rápidos y sonrientes, mientras barajan rebanadas de sol!
Y llené las acequias con mojarritas ligeras, para que las pesquen con la caña improvisada, con las manos nerviosas y las vean nadar, saltar y dibujar remolinos inverosímiles en la lata de conserva.
Y los quiero mucho.
Sí que los quiero mucho.
Aunque no les haya dejado juguetes, son mis predilectos.
Por eso deseo enseñarles algunas cosas importantes: el hilván de la lluvia cosiendo los charcos en las veredas rotas; el concierto de grillos tratando de hacer sonreír al calor cuando se enoja; la humilde enredadera de "dama de la noche" abriendo sus paragüitas blancos cuando llega la primera sombra...
Ya sé, Francisco, que todo esto no te quita el hambre ni hace más grande tu escaso pedazo de pan. Ya sé que esto no tapa el agujero de tu zapato ni te calienta la espalda en el invierno.
Pero te convencerá de que el mundo no es un redondel gris que se transita con un poco de dolor y un poco de fatiga, sino una caja de sorpresas donde cada uno puede encontrar algo que inaugure una sonrisa, que encienda una esperanza, que alimente una emoción.
Ahora eres pequeño y te importa más un helado que un pedazo de cielo recortado entre los edificios.
Pero has de saber que cada helado que no comes, que cada juguete que no tienes, te irán dando una fuerza de lucha que debes aprovechar en tu beneficio.
Hay que aprender la a, la o, la u. Hay que mirar en todas las direcciones para conocer bien a la gente, y también hay que mirar en dirección a uno mismo para conocerse y para amarse sin tenerse lástima. Porque si te tienes lástima esperarás que otros hagan por ti lo que tú tienes que hacer por ti.
Hay que luchar. Sí, Francisco. Sí, Juancho. Sí, Carlitos.
Tu primera misión de cada día debe ser sonreír.
Sonreírle a tu sábana raída y al remiendo de tu pantalón y decirles "Estudiaré mucho, trabajaré mucho y entonces los relevaré por una sábana nueva y un pantalón sin remiendo, para que ustedes, que sin rezongar, viejitos y cansados, me prestan sus servicios hasta el fin, se tomen vacaciones".
Sí, sonreírle a mamá, que a veces no se da cuenta de tu pena o de tu alegría porque está muy preocupada (los mayores siempre tienen que resolver serios problemas y eso los hace parecer un poco agrios en ocasiones).
Y acuérdate siempre de los grillos y las mariposas, de las ranas en los charcos y las mojarritas. Acuérdate siempre. También cuando seas grande.
Un hombre que una vez al día remonta los ojos al cielo como un barrilete esperanzado, es un hombre que, además de llevar cuentas y números pegados en la frente y en los puños de la camisa, lleva mariposas colgando del corazón.
Quiero que seas uno de esos hombres.
Un hombre bueno, un hombre que ama.
Entonces..., podré pedirte un favor: que seas mi ayudante. Porque yo estoy viejo y cansado de tanto y tanto andar por el tiempo, y necesito hombres buenos que me ayuden a repartir juguetes en los hospitales, en las casitas pobres, en los asilos.
Ah, sí, Juancho, qué alegría me darás, y cuántas, cuántas sonrisas felices encenderemos entonces...
Sí, Juancho, Daniel, Felipe, Eugenio, Ariel... con ayudantes como ustedes, ningún chico se quedará sin su juguete.
Estoy seguro.
Por eso, Francisco, si tu mamá llora este año (como lloró el año pasado) porque no encuentras tu juguete junto al zapato gastado, dale un beso, sonríele y dile:
-No llores, mamá... no creas que Papá Noel no me quiere. Al contrario, me ha regalado el baldío, las luciérnagas, los charcos con ranas, una orquesta de grillos, y además... me nombró su ayudante. Una demostración de que me quiere muchísimo. Y así, cuando yo sea grande, ninguna mamá tendrá que llorar porque su hijo se quedó sin juguetes en Nochebuena...
Papá Noel


Autora: Poldy Bird. 
(Tomado del libro "Cuentos para leer sin rimmel")







El espíritu de Navidad

La celebración de la llegada del Espíritu de Navidad es una tradición de origen nórdico. 
Esta festividad toma la fecha del 21 de diciembre, día en que la Tierra entra en el Solsticio de Invierno, es decir, cuando el planeta se encuentra en el punto más lejano de su órbita respecto al sol; es la ocasión propicia para que, entre las diez y unos minutos pasada la medianoche (según el año) el Espíritu de Navidad baje a la tierra y visite a los hombres de buena voluntad que le dan la bienvenida, recibimiento que se retribuye con abundancia, paz y amor para los próximos doce meses. 

Como recibir al espíritu de Navidad

La manera más sencilla de recibir y celebrar la llegada del Espíritu de Navidad es con sana alegría, acompañando ese sentimiento con la ignición de velas rojas, doradas y violetas , siempre en números impares. La bienvenida se representa simbólicamente con la apertura de todas las puertas y ventanas, además del uso de esencias de mandarina en el hogar. 

Posteriormente, se reza una oración muy personal y se procede a un acto de reflexión, pidiendo sinceramente el perdón por todas las faltas cometidas. De haberse celebrado previamente esta festividad, se recorta cada una de las peticiones de la lista del año anterior y, en la medida en que son incineradas individualmente, el momento es propicio para agradecer a Dios por los deseos cumplidos 

Después del acto de purificación, se hace una nueva lista de peticiones para el periodo venidero, siempre usando una sola cara de una hoja papel, para así contar con el espacio suficiente al momento de recortar cada solicitud. El número de las peticiones también debe ser impar, en cada una de las siguientes categorías: 

- Por la Humanidad
- Por el País
- Por nuestros amigos y familiares
- Por nosotros mismos 

Es importante destacar la presencia de las peticiones espirituales, pues tienen mayor fuerza que las materiales, las cuales llegarán por añadidura. Entre las solicitudes que se pueden hacer, unos buenos ejemplos serían: comprensión, armonía (en la pareja, relaciones comerciales o empresariales), salud, el abandono de malos hábitos o vicios, etc. La lista de peticiones es algo muy personal que se ha de guardar celosamente hasta el siguiente año, cuando se hace una evaluación de las solicitudes cumplidas. 

Oración de Bienvenida 

En tu nombre, Presencia Todopoderosa, doy la bienvenida al Santo Espíritu de Navidad, quien baja a este planeta con la misión de dar. Te saludo, te reconozco y te bendigo; te doy las gracias por la maravillosa labor de amor, alegría y paz que realizas. 

Abro las puertas de mi corazón y de mi hogar a tu radiación, y te reconozco como huésped privilegiado al festejo. Demando, acepto, recibo y realizo una abundante provisión para mí, para mi familia, mis amigos y para toda la humanidad ( pide salud, felicidad, prosperidad, abundancia, desarrollo espiritual y las cosas materiales que desees).

Invoco la ley del perdón, la llama violeta transmutadora y la llama rosa de amor divino, para disolver con amor todo lo inarmonioso durante estas navidades en mi hogar y en el planeta. Luz a la tierra, de manera que la paz, el equilibrio, el bienestar y la alegría llene mi vida y el mundo entero. 

Yo soy la fe que mueve montañas. Yo soy la esperanza de dar y recibir en grande. Realizo la grandeza de la magna presencia y la prosperidad que viene a otorgar la natividad. Borro en mi mente, con luz violeta, todo concepto de limitación y escasez, y no lo acepto más. 

Que el fuego sagrado de la transmutación limpie y purifique la Tierra durante estas navidades, para que el Espíritu de Navidad se encuentre bien en el tiempo que nos visita, y pueda cumplir su labor sin interferencias. Yo soy la transmutación de la llama violeta en acción, y la perfección del amado Maestro de la Natividad se manifiesta en el planeta entero por el poder del amor divino ( permanece unos instantes en silencio y visualiza la tierra envuelta en una luz violeta y rosada, después de agradecer por lo que te sucede). 

El Ritual: 

La fecha indicada para celebrar este ritual es el día 21 de diciembre, entre las 10 y las 12 de la noche. Entre estas horas es cuando desciende sobre la Tierra El Espíritu de Navidad para acompañarnos durante estas fiestas navideñas. 

Para el ritual necesitamos los siguientes elementos: 

1.- 1 vela azul, 1 vela amarilla, 1 vela roja.
2.- 1 cono o varilla de incienso de benjuí.
3.- Esencia de azahar.
4.- Cerillas.
5.- Hojas de papel. 
6.- Lápiz o bolígrafo.
7.- Tijeras. 

Simbología:

Vela azul: paz. 
Vela amarilla: alegría y felicidad.
Vela roja: amor. 
Incienso deMirraí: paz y prosperidad.
Esencia de azahar: amor, suerte, dinero, energía física, alegría y salud. 

Forma de realizar el ritual

Cuando tenemos todos los elementos colocamos las velas en triangulo, el incienso y la esencia sobre un altar que hemos preparado para la ocasión.
Encendemos las velas en el sentido de las agujas del reloj, prendemos el incienso y esparcimos unas gotas de esencia por el ambiente.
Abrimos todas las puertas y ventanas de la casa para darle la bienvenida al Espíritu de Navidad. 
Nos concentramos en silencio durante unos minutos percibiendo esa energía buena y positiva que nos trae el Espíritu de Navidad, empapándonos de ese bienestar colectivo tan anhelado, de los deseos universales de paz, amor y prosperidad para todos. Visualizamos la Tierra llena de luz, paz y armonía donde todos los seres son felices. Pensamos también en nuestros objetivos particulares, visualizamos nuestros sueños cumplidos. 
Escribimos en el papel nuestros deseos por orden de prioridad (se recomienda pedir primero por la paz, en segundo lugar por el propio país, en tercer lugar por familiares y amigos y en cuarto lugar por nosotros mismos). Es conveniente escribir la lista de deseos en renglones independientes y sólo por una cara del folio. Una vez finalizado el ritual debemos conservar este papel hasta el año siguiente. 
Si el año anterior hemos realizado este mismo ritual sacamos el papel con nuestros deseos expresados entonces. Recortamos en tiras los que se han cumplido y los quemamos en la llama de las velas dando gracias mentalmente por los deseos cumplidos. 
Dejamos que las velas se consuman totalmente. Si no disponemos de tiempo, sencillamente las apagamos dando por finalizado el ritual.
En esta noche, la más larga del año, demos la bienvenida al Espíritu de Navidad. Cojamos su mano y dejemos que su energía nos envuelva. Olvidemos los aspectos superfluos y triviales de la celebración navideña y centrémonos en lo esencial: ser mejores con nosotros mismos y con los demás. Y de esta forma alcanzaremos la luz.

http://www.cunavidad.com

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