Introducción:
Estamos de acuerdo con que la democracia nace en Atenas, y cuando pensamos en la democracia ateniense, la imagen que se nos viene a la cabeza suele ser parecida a la de cualquier democracia actual. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La democracia ateniense crea un sistema imperialista, y se hacen interdependientes. Llega un momento en que no se acabar con un elemento sin destruir el otro. La democracia nace como evolución de un proceso liberalizador y reformador, y se consolida férreamente. Ahora veremos cómo sucede esto, y las implicaciones de este proceso.
La base de la democracia:
El antecedente más importante a la hora de hablar de la democracia ateniense es, seguramente, la reforma de Solón. La intención de su reforma es cambiar el funcionamiento de la Polis, eliminar las redes familiares que mueven la vida social ateniense. Si logra terminar con el tradicional sistema económico y social, podrá emprender el camino hacia nuevas formas de gobierno.
Clístenes también será un reformador ejemplar, más incluso que Solón. Sus medidas verdaderamente ayudarán a cambiar la realidad sociopolítica de Atenas. Acaba con el sistema familiar de acceso al poder local, dándoles oportunidades a otras personas que anteriormente no podrían desempeñar una magistratura. Crea además un concepto nuevo en Atenas, la ciudad como conjunto social. Un grupo heterogéneo pero único, donde la conciencia socia es mucho mayor que en esquema tradicional de familias.
Pero no todo es política y leyes, también la filosofía, como no puede ser de otro modo en Grecia, influye notablemente en el cambio ideológico del pueblo. Concretamente, el auge del sofismo supone un cambio revolucionario en el pensamiento tanto individual como colectivo. El sofismo, pese a ser duramente criticado por Platón, plantea una nueva forma de ver todo: los conceptos de “bueno” y “malo” desaparecen, tornándose en “conveniente” o “no conveniente”. Es una ideología muy igualitaria, pues propone que la virtud no es innata, sino alcanzable por cada uno de los hombres por medio de un comportamiento adecuado. Su relativismo es extremo, sobre todo cuando afirma que la doxa(opinión) debe superponerse a la espisteme, la ciencia. Así, la teoría sofista nos lleva a considerar correcto todo lo conveniente, y al contrario. El auge de la doxa lleva a la necesidad de convencer al público para que crea que el orador tiene razón, por lo que las pruebas materiales de llevar la razón pasan el testigo a la oratoria, la retórica, recursos para convencer a los oyentes pese a no tener razón.
Aún faltará, sin embargo, un desencadenante decisivo para la democracia ateniense, y éste es la hegemonía económica, política y militar que obtiene Atenas tras las Guerras Médicas. La ciudad, gracias a su poderío naval, obtiene una hegemonía momentánea, que pronto saben aprovechar para convertirla en permanente. Surge tras la guerra un sentimiento panhelénico, un nacionalismo típico que se da cuando diferentes pueblos de cultura similar se enfrentan a un enemigo común. Y Atenas está ahí para hacerlo ver y aprovechar esa situación.
La estructura democrática:
Tras analizar los diferentes antecedentes, podemos comprender ahora cómo la polis oligarca se transforma en un pequeño imperio democrático. La democracia conllevará numerosas ventajas en todos los ámbitos, lo cual no quiere decir que todos los atenienses estén de acuerdo con su sistema de gobierno. Sin ir más lejos, contamos con un valioso texto, escrito por un aristócrata oligarca, que ha perdido parte de su poder político con la llegada de la democracia. Se puede ver cuan hondo cala el sofismo en esta sociedad, pues el citado texto es claramente relativista: el autor, conocido como “el viejo oligarca”, muestra su desacuerdo personal con el sistema democrático, porque le ha supuesto una merma de su poder personal. Sin embargo, no deja pasar por alto el beneficio que tan “detestable” forma de gobierno aporta a la comunidad. Por lo tanto, se hace conveniente, y el oligarca la considera “buena” en cierto aspecto.
Un pilar básico de la democracia será el reconocer la ciudadanía y derechos de los thetes, que permitieron a Atenas ganar las guerras médicas. Los thetes son campesinos llamados a filas para remar las naves que llevan a los hoplitas a la batalla. Se reconocerá su labor al recapacitar sobre hasta qué punto son los que permiten la hegemonía naval de Atenas. Los oligarcas, influidos por el sofismo, acabarán permitiendo a esta gente pobre acceder al gobierno de la ciudad. Las clases “superiores” acabarán asumiendo el hecho de que la ciudad debe gobernarse a sí misma, a pesar de los inconvenientes que eso les reporta, en pos del anterior “gobierno de los mejores”, de los que poseen la virtud innata. El pueblo se acostumbra a decidir sus propios asuntos, y se ven soberanos de sí mismos. Por tanto, nunca aceptarían un poder fáctico superior, que les obligara a obedecer. El hecho de que los ciudadanos se vean capaces de gobernarse a sí mismos, lo hagan mejor o peor, hará que la ciudad marche mejor en cuanto a su conciencia ciudadana y estabilidad.
Toda esta ideología social y política estaba tan arraigada en el siglo V a.C. en los ciudadanos atenienses, que no podían evitar verse superiores en todos los aspectos a los habitantes de las demás polis. A esto ayudan los numerosos discursos demagógicos que dan los políticos, adulando al pueblo. Tras las Guerras Médicas queda patente la necesidad de aliarse militarmente para afrontar el peligro de un enemigo mayor. Por tanto, Atenas no deja esperar la oportunidad y crea la Liga Ático-Délica con sus tradicionales aliados. Esta alianzaza será la estructura sobre la que Atenas edificará su imperio económico. Para empezar, todas las ciudades pertenecientes a la liga debían contribuir con dinero, hombres y naves a la causa común, siempre representada pos Atenas. En un principio, el tesoro se guarda en la isla de Delos, pero llega un momento en que Atenas no puede evitar “meter la mano en el saco”, y trasladar el tesoro de la liga a Atenas. Una vez allí, el dinero se utilizará en embellecer la ciudad. Por ejemplo, toda la acrópolis que hot conocemos, está financiada con los fondos de la liga. Además, toda la moneda que circulara por la liga debía ser acuñada expresamente en Atenas, retirando en el proceso una parte del dinero como impuesto. Todas las funciones administrativas debían asimismo llevarse a cabo en la administración ateniense, y los santuarios del ática eran de visita obligatoria para todos los aliados. Esto proporciona a Atenas una situación claramente ventajosa en cuanto a control de la información y estrategia, así como comercio, administración... Con todo esto, Atenas consigue crear una dependencia innecesaria por parte de sus aliados y del resto de polis griegas.
Este es el detonante para que los atenienses se crean absoluta e irremediablemente superiores al resto, y su soberbia disgusta bastante a las otras potencias griegas, como Esparta. Sin embargo, los ciudadanos de Atenas no ven en absoluto la maldad o la falta de decoro en su postura, pues ven perfectamente normal su actitud en cuanto que les reporta beneficios, y les es conveniente. Todo esto provoca el enorgullecimiento de todos los habitantes de Atenas, haciendo que la democracia cumpla su función a la perfección.
Desarrollo y declive del Imperio Ateniense:
En el siglo V a.C. es Pericles quien gobierna la ciudad. Pericles también lleva a cabo numerosas reformas, siendo una de las más importantes la que remunera económicamente a todo aquel ciudadano que participe en política. Dio seguridad y ayuda a los ciudadanos más desprotegidos, haciéndoles ver que tienen la maravillosa suerte de haber nacido en Atenas, pues así disponen de ayudas. Pericles iguala por fin a todos los ciudadanos bajo la misma ley y el mismo derecho.
Atenas entra así en un periodo floreciente, pues se respira cultura por sus calles, y el dinero fluye por las arcas estatales. La gente está contenta, y además se amplían los derechos, dando mayores libertades. No obstante, y pese a sus reformas, Pericles era un oligarca, y seguía otorgando las mejores magistraturas a los ricos.
La estricta política exterior ateniense provoca crispación entre las otras polis, y no tarda en estallar la Guerra del Peloponeso. Los primeros derramamientos de sangre serán aprovechados por Pericles para, a la vez que alaba la honorable valentía de los soldados caídos, reclutar más soldados y conseguir apoyo moral e ideológico.
Su discurso, que no es casual en absoluto, comienza disculpándose humildemente por ser él quien lo dé. Está plagado de formulismos, y está muy cuidada la retórica. Tras su disculpa, comienza adulando a sus oyentes elogiando la hermosa ciudad que les pertenece, heredada de sus antepasados y tan bien cuidada por ellos mismos. Habla de la importancia de ser ateniense y del honor que ello conlleva. Denomina su polis autosuficiente, si bien Atenas no puede existir sin el constante flujo económico proveniente de sus aliados. Elogia la democracia y los beneficios que trae, es un gran defensor de la democracia, al igual que Tucídides
Pericles entra en comparaciones con otras polis de Grecia, ensalzando al individuo ateniense. Un comentario muy significativo es ese que dice que el guerrero espartano pasa su vida practicando para luchar mejor, mientras que el ateniense vive su vida, y a la hora de luchar, muestra tanto o más arrojo que un espartano. Según él, la sabiduría de un ateniense le da la razón y justifica sus acciones, como pasa con la Guerra del Peloponeso. Como antes dijimos, Pericles paga una cantidad económica, el misthos, a los ciudadanos que participen en política. Elogia a estos, y critica a los que no lo hacen, tildándoles de inútiles. Desprecia la ignorancia, pues ningún ciudadano ateniense tiene excusa para no ser culto, ya que es la tierra de las oportunidades.
Acaba Pericles su discurso ensalzando y glorificando la ciudad de Atenas, así como sus ciudadanos, portadores de la virtud de forma innata (recordemos que realmente es oligarca). Eleva la figura del soldado, intentando convencer a los atenienses para que tomaran partido en la guerra.
La Guerra del Peloponeso termina con la victoria espartana y el fin de la hegemonía ateniense. A partir de este momento, todo lo que viva será infinitamente peor que lo que una vez fue. Atenas se verá económica y políticamente sometida, pese a tener en cuenta que son los más avanzados en cuanto a cultura y política.
Conclusión:
Hemos observado cómo una polis sin apenas importancia se convierte en una ciudad importante, y cómo nace un nuevo sistema de gobierno basado en teorías científicas. Esto es completamente novedoso, pues nunca hasta ahora los gobiernos se habían establecido así. Pese a ser tan democráticos, se observan claros rasgos que hoy en día no identificaríamos como demócratas. Por ejemplo, la sumisión absoluta a la que obliga Atenas al resto de ciudades. Es un sistema imperialista más de tantos, que algunos funcionarán mejor y otros peor. Pero lo que sí está claro es que a Atenas le proporciona un periodo de esplendor increíble, y más aún en una región tan difícil como es Grecia.
La cultura desarrollada en Grecia tiene su peso a lo largo de la historia, hasta llegar a nuestros días. La filosofía de Aristóteles y Platón influye nuestra manera de pensar... En definitiva, lo que sucede en este momento en Grecia, y más concretamente en Atenas, tendrá una vital trascendencia en la historia del momento, y todavía en nuestra época. Supone una parte muy importante de nuestra historia, y debe ser estudiada con gran atención.
Los aspectos positivos de la hegemonía, plasmados en el control de las aguas del Egeo, y los aspectos negativos, materializados en los crecientes enfrentamientos con Esparta, agudizan los problemas deAtenas en el momento en que buscaba asentarse fuertemente sobre el dominio adquirido, todo lo cual produjo una aceleración del proceso que definía las condiciones del imperialismo. Es posible que a principios de la década haya que situar la alianza con Segesta, en Sicilia, marco de unas nuevas ambiciones expansionistas, pero también de nuevas relaciones bélicas con las ciudades de la isla, sólo aparecidas más tarde.
Los problemas creados tuvieron que influir en que, a finales de la década, los atenienses hubieron de concentrar sus esfuerzos para afirmarse en la
Liga y para fortalecerse en las relaciones con los persas. Por otro lado, en el interior se habían manifestado algunos problemas indicativos de que la oligarquía como bloque no estaba ya tan satisfecha con la marcha de los acontecimientos y las formas que adoptaban las relaciones exteriores.
Significativamente, en el año 454, el tesoro de la Liga se trasladó de Delos a Atenas, lo que puede tener un valor más simbólico que de fondo, pues, en definitiva, ya era controlado desde antes por los helenotamías, funcionarios atenienses. Ahora, Atenas era ya el centro de los jonios y la Acrópolis sustituía como santuario al tradicional de Apoloen Delos. Ideológicamente, crecen las justificaciones. Pericles decía ahora que Atenas tenía que ser el centro porque ya había librado a los griegos del peligro persa.
Sin embargo, tal situación sólo se reconoce en un hecho que, por lo demás, está puesto en duda por la crítica. Los mismos antiguos se mostraban divididos para aceptar el hecho de que, en 449, se hubiera llegado a la paz de Calias entre persas y atenienses. Antes, Atenas ha tenido que actuar violentamente, una vez más, en Mileto y en Eritras. Las listas de tributos señalan que entre 453 y 451 los milesios ofrecieron resistencia a colaborar, mientras pagaban las dependencias próximas de Leros y Tiquiusa, seguramente porque allí se hallaban refugiados los leales que habían sido expulsados. Nuevamente, las lealtades al imperio ateniense aparecen unidas a vicisitudes de política interior. En el caso de Eritras, igualmente situada en la costa jónica, se conocen los acuerdos con los que terminó el conflicto. Se instituye una boulé democrática designada por sorteo, cuyos miembros juran lealtad al pueblo de Eritras y al de Atenas, así como no aceptar sin la aprobación de la boulé y el demos de los atenienses a quienes se hayan exiliado y refugiado junto a los medos. Por otro lado, se instituye la presencia en las ciudades de epískopoi, o supervisores enviados por Atenas, y de phrourarchoi, jefes de guarnición encargados de garantizar el cumplimiento de los acuerdos. Cada vez más, las decisiones comunes se toman en Atenas, paralelamente al hecho de que se hubiera trasladado el tesoro común.
Los problemas creados tuvieron que influir en que, a finales de la década, los atenienses hubieron de concentrar sus esfuerzos para afirmarse en la
Liga y para fortalecerse en las relaciones con los persas. Por otro lado, en el interior se habían manifestado algunos problemas indicativos de que la oligarquía como bloque no estaba ya tan satisfecha con la marcha de los acontecimientos y las formas que adoptaban las relaciones exteriores.
Significativamente, en el año 454, el tesoro de la Liga se trasladó de Delos a Atenas, lo que puede tener un valor más simbólico que de fondo, pues, en definitiva, ya era controlado desde antes por los helenotamías, funcionarios atenienses. Ahora, Atenas era ya el centro de los jonios y la Acrópolis sustituía como santuario al tradicional de Apoloen Delos. Ideológicamente, crecen las justificaciones. Pericles decía ahora que Atenas tenía que ser el centro porque ya había librado a los griegos del peligro persa.
Sin embargo, tal situación sólo se reconoce en un hecho que, por lo demás, está puesto en duda por la crítica. Los mismos antiguos se mostraban divididos para aceptar el hecho de que, en 449, se hubiera llegado a la paz de Calias entre persas y atenienses. Antes, Atenas ha tenido que actuar violentamente, una vez más, en Mileto y en Eritras. Las listas de tributos señalan que entre 453 y 451 los milesios ofrecieron resistencia a colaborar, mientras pagaban las dependencias próximas de Leros y Tiquiusa, seguramente porque allí se hallaban refugiados los leales que habían sido expulsados. Nuevamente, las lealtades al imperio ateniense aparecen unidas a vicisitudes de política interior. En el caso de Eritras, igualmente situada en la costa jónica, se conocen los acuerdos con los que terminó el conflicto. Se instituye una boulé democrática designada por sorteo, cuyos miembros juran lealtad al pueblo de Eritras y al de Atenas, así como no aceptar sin la aprobación de la boulé y el demos de los atenienses a quienes se hayan exiliado y refugiado junto a los medos. Por otro lado, se instituye la presencia en las ciudades de epískopoi, o supervisores enviados por Atenas, y de phrourarchoi, jefes de guarnición encargados de garantizar el cumplimiento de los acuerdos. Cada vez más, las decisiones comunes se toman en Atenas, paralelamente al hecho de que se hubiera trasladado el tesoro común.
El hecho de que la intervención ateniense encontrara el apoyo del demos, correlativamente al hecho de que el beneficiario más directo e inmediato del impacto fuera el demos ateniense, plantea el problema de la identificación de este fenómeno con el del imperialismo como concepto general susceptible de aplicarse a realidades concretas. Así, en un famoso articulo de 1954, G.E.M. de Ste.-Croix plantea un problema que ha suscitado gran debate acerca del carácter del imperio ateniense y de si su popularidad permite que se le atribuya el nombre de imperialismo. Sobre la popularidad cabe discutir el problema de las fuentes, siempre contrarias al imperio y a la democracia, pero es difícil negar que era ahí, en el demos, donde se hallaban los posibles elementos colaboracionistas con el poder ateniense. Algunos casos concretos se conocerán mejor dentro de las circunstancias de la guerra, aunque éstas introduzcan, lógicamente, factores de confusión. Aun así, los casos de Lesbos, Melos y Quíos podrán resultar ilustrativos.
Más complicado conceptualmente es determinar la legitimidad del uso del término imperialismo. Es cierto que, en el uso habitual del mismo, se hace referencia a un sistema de imposición en el que el dominante encuentra apoyo en aquella parte de la comunidad oprimida que constituye a su vez su clase dominante. Aquí, los dominantes son el demos ateniense, dentro de unas relaciones específicas que constituyen la forma de convivencia de la Atenas del momento, de modo que la alianza se establece igualmente con el demos, que recibe el apoyo de Atenas en su convivencia con sus propios oligarcas. Estos son los que aportan las rentas que constituyen el tributo y es a ellos a quienes se priva de tierras para beneficiar a los clerucos atenienses. La democracia apoyada por Atenas impide que la presión se ejerza tan violentamente por esos oligarcas sobre el demos de las ciudades, como si se tratara de un sistema adecuado a sus intereses. El demos tiene órganos expresivos y el apoyo de la potencia imperialista. De ese modo, las relaciones imperialistas canónicas no parecen encajar en estos sistemas. Ahora bien, la imposición de un tributo del que las ciudades tratan de escapar, las guarniciones establecidas para garantizar la sumisión, la implantación de clerucos y la celebración de juicios en los tribunales atenienses reflejan la violencia de una actuación que evidentemente impide creer que el propio demos sea capaz de controlar la situación como hace el demos ateniense. Ésa es la realidad. El demos de las ciudades sólo controla gracias al apoyo ateniense, pero ello lleva consigo el pago del tributo por parte de los propietarios, lo que hace que las relaciones imperialistas repercutan negativamente en las relaciones sociales, cuando esas mismas relaciones son las que permiten la concordia dentro de la sociedad ateniense. Las relaciones entre demos ateniense y demos de los aliados se hacen así eminentemente desiguales, por más que la democracia ateniense constituya un modelo digno de imitación por todos los pueblos de Grecia, que no accederán plenamente a ella mientras su propia ciudad no sea una ciudad imperialista, por lo que la imagen de la democracia ateniense se convierte, para los demás, en un espejismo, un modelo inalcanzable que, como tal, crea alianza y cohesión pero también, en momentos críticos, se transforma en motivo de discordia.
Más complicado conceptualmente es determinar la legitimidad del uso del término imperialismo. Es cierto que, en el uso habitual del mismo, se hace referencia a un sistema de imposición en el que el dominante encuentra apoyo en aquella parte de la comunidad oprimida que constituye a su vez su clase dominante. Aquí, los dominantes son el demos ateniense, dentro de unas relaciones específicas que constituyen la forma de convivencia de la Atenas del momento, de modo que la alianza se establece igualmente con el demos, que recibe el apoyo de Atenas en su convivencia con sus propios oligarcas. Estos son los que aportan las rentas que constituyen el tributo y es a ellos a quienes se priva de tierras para beneficiar a los clerucos atenienses. La democracia apoyada por Atenas impide que la presión se ejerza tan violentamente por esos oligarcas sobre el demos de las ciudades, como si se tratara de un sistema adecuado a sus intereses. El demos tiene órganos expresivos y el apoyo de la potencia imperialista. De ese modo, las relaciones imperialistas canónicas no parecen encajar en estos sistemas. Ahora bien, la imposición de un tributo del que las ciudades tratan de escapar, las guarniciones establecidas para garantizar la sumisión, la implantación de clerucos y la celebración de juicios en los tribunales atenienses reflejan la violencia de una actuación que evidentemente impide creer que el propio demos sea capaz de controlar la situación como hace el demos ateniense. Ésa es la realidad. El demos de las ciudades sólo controla gracias al apoyo ateniense, pero ello lleva consigo el pago del tributo por parte de los propietarios, lo que hace que las relaciones imperialistas repercutan negativamente en las relaciones sociales, cuando esas mismas relaciones son las que permiten la concordia dentro de la sociedad ateniense. Las relaciones entre demos ateniense y demos de los aliados se hacen así eminentemente desiguales, por más que la democracia ateniense constituya un modelo digno de imitación por todos los pueblos de Grecia, que no accederán plenamente a ella mientras su propia ciudad no sea una ciudad imperialista, por lo que la imagen de la democracia ateniense se convierte, para los demás, en un espejismo, un modelo inalcanzable que, como tal, crea alianza y cohesión pero también, en momentos críticos, se transforma en motivo de discordia.
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