martes, 21 de abril de 2015

apuntes de historia



Las Indias Orientales por William Dampier 1697

William Dampier fue un explorador y pirata inglés, nacido en 1652, en la localidad de East Coker, condado de Somersetshire (Inglaterra), y muerto en 1715, en Londres, sumido en la más absoluta pobreza y olvidado de todos. Pese a su carácter extremadamente duro y cruel con los miembros de su tripulación, alcanzó una merecida reputación como pionero de los estudios hidrográficos. Fue uno de los primeros navegantes en surcar y explorar las inmensas tierras australes.

Miembro de una familia de agricultores acomodados, al perder muy joven a su padre, Dampier decidió enrolarse en un barco mercante como grumete cuando tan sólo contaba dieciséis años, de donde pasó a formar parte de un barco de guerra con el que participó en dos enfrentamientos a mar abierto contra los españoles. En uno de estos enfrentamientos fue herido de gravedad. De carácter inquieto y poco dado a permanecer mucho tiempo en un sitio u ocupación, en 1675 desembarcó en Jamaica para trabajar en una plantación como ayudante de capataz, ocupación que no tardó en abandonar para dedicarse a todo tipo de labores. Tras trabajar por un tiempo en la tala de árboles para la fabricación de mástiles, Dampier volvió a sentir la llamada del mar y se enroló en una embarcación mercante que cubría la ruta entre Jamaica y Campeche (actualmente en México), ciudad por aquel entonces perteneciente al virreinato español de Nueva España. Gracias a su gran carisma, Dampier pronto se hizo con una partida de aventureros de la misma condición que él, con los que se dedicó a la práctica de la piratería, a la vez que alternó su otro oficio, en el mar del Caribe. Entre 1675 y 1678, Dampier y sus hombres no dejaron de visitar todos los rincones del Caribe; asaltaron todas las embarcaciones que les salían al paso y se adueñaron de ellas y de sus bienes con total impunidad.

Después de pasar una corta estancia en Londres para contraer matrimonio, en 1679 regresó al Caribe para proseguir sus actividades lucrativas como bucanero de prestigio y fama reconocida. Siempre en compañía de su temida banda de piratas, ese mismo año Dampier cruzó el istmo de Darién, capturó varios navíos en el océano Pacífico y emprendió una guerra sin cuartel contra la Corona española en la costa occidental de América del Sur, desde lo que hoy es México hasta Chile.

En 1683, Dampier decidió acometer empresas más complicadas y con posibilidad de obtener mayores riquezas. De este modo emprendió el que sería su primer viaje de circunnavegación de la Tierra, para el que contó con la colaboración de otro buque pirata comandado por el capitán Swan. Ambos capitanes partieron desde las costas de Virginia (actual estado de los Estados Unidos de América) con rumbo hacia el continente africano, y desembarcaron, en septiembre del mismo año, en las islas de Cabo Verde. Desde allí, el convoy pirata volvió a surcar el océano Atlántico hasta el cabo de Hornos para subir por toda la línea costera sudamericana del Pacífico sembrando el terror. Primero recalaron en la isla de Juan Fernández, para luego asolar las ciudades costeras de Chile y el Perú. Una vez que consiguieron un cuantioso botín, prosiguieron su marcha hasta México y cayeron en las proximidades de Cabo Blanco, Guayaquil y Puebla. Inmediatamente partieron en dirección oeste rumbo a las islas Filipinas, islas Mindanao, costas de Luzón, Sumatra y China. El viaje no pudo ser concluido debido a un altercado serio surgido entre Dampier y gran parte de su tripulación. El convoy tuvo que ser disuelto mientras que Dampier fue abandonado en compañía de unos pocos hombres leales en la isla Nicibar, desde donde pudo regresar en canoa a Atcheen. Dampier y sus hombres pasaron unos dos años comerciando por los mares vecinos sin obtener resultados positivos. Después de pasar mil peripecias, con su buque perdido, por fin pudo embarcar en un navío que lo llevó hasta Inglaterra en 1691. Los cerca de ocho años que estuvo vagando por los mares, Dampier no sólo los dedicó a la práctica comercial y a la piratería, sino que también se preocupó por redactar interesantes cartas de navegación o portularios que posteriormente serían de suma valía para los siguientes exploradores y navegantes británicos, caso del capitán Cook, quien no dejó de utilizar en sus múltiples viajes por los mares del Sur las cartas construidas por Dampier. Una vez en Inglaterra, Dampier puso en limpio todos sus diarios de abordo que publicó en forma de dos libros que alcanzaron un éxito fulgurante y le reportaron una merecida fama, no sólo como pirata sino también como navegante y explorador: A New Voyage Round the World, en 1697, y Voyages and Descriptions, en 1699.

La repercusión de los viajes de Dampier llegaron a oídos de la Royal Navy, que provocaron que el almirantazgo británico le comisionara para dirigir una expedición de importancia por los mares del Sur, en la que tenía como misión prioritaria cartografiar las corrientes oceánicas y las zonas litorales de Australia, llamada desde 1665 Nueva Holanda, además de comprobar el potencial económico de la zona para una posible colonización. Esta expedición le permitió llevar a cabo la segunda circunnavegación de la Tierra y realizar el descubrimiento del estrecho que lleva su nombre, entre la isla Nueva Bretaña y la isla de Umboi. También descubrió un archipiélago, al que dio su propio nombre, y exploró a conciencia las costa del oeste y noroeste de Australia. Pero, debido al escaso interés que esta región ofreció en un primer momento a la Corona británica y al propio Dampier, la expedición regresó a Inglaterra pasando por Timor y doblando el cabo de Buena Esperanza. Este viaje de retorno estuvo plagado de todo tipo de incidentes entre la tripulación y Dampier, a lo que se sumó el naufragio del barco a la altura de la isla de La Ascensión. Durante varias semanas permanecieron abandonados en la isla hasta que fueron rescatados y conducidos a Inglaterra, en 1702. Fruto de ese viaje, de carácter marcadamente científico, fue la publicación de un libro, A Voyage to New Holand, escrito entre los años 1703 a 1709.

Ese mismo año, Dampier fue declarado culpable de cometer actos de crueldad y cobardía con su tripulación en un tribunal de guerra, lo que no fue obstáculo para que, al año siguiente, pudiera retornar a su vieja actividad de pirata al mando de dos naves, esta vez cambiando el escenario caribeño por el de los mares australes. En el transcurso de uno de estos viajes, uno de sus oficiales más relevantes, Alexander Selnick, pidió ser abandonado en la isla de Juan Fernández como consecuencia de una agria discusión con un oficial superior. En el plano económico, la expedición resultó ser un rotundo fracaso a la par que desgastó de una manera alarmante la salud de Dampier. Cuando regresó a Inglaterra, en 1707, Dampier volvió a ser objeto de serias acusaciones por parte de su tripulación. Acusado de cobardía, de practicar la brutalidad gratuita con sus hombres y, lo que era más grave, de embriaguez y dejación de sus funciones como capitán, se le prohibió capitanear más barcos y tuvo que conformarse a partir de ese momento con participar como simple piloto.

Entre 1708 y 1711, Dampier participó como piloto en una larga travesía comandada por el capitán Woods Rogers. En el transcurso de la misión, el barco de Dampier recogió de la isla de Juan Fernández al marinero escocés Selnick, el mismo que abandonara años atrás el propio Dampier, acontecimiento que serviría de inspiración y trama principal al novelista francés Daniel Defoe para escribir una de las obras clásicas de la literatura universal, Robinson Crusoe (1719).

De nuevo en Inglaterra, Dampier no volvió a navegar más y murió cuatro años después en Londres, completamente solo, arruinado y enfermo de gravedad. A parte de las obras anteriormente citadas, Dampier también escribió Two Voyages to Campeachy, en 1699.







Las Guerras Ruso-Turcas de los Siglos XVII, XVIII y XIX

Las Guerras Ruso-Turcas fueron una serie de enfrentamientos entre Rusia y el Imperio Otomano acontecidos durante los siglos XVII, XVIII y, principalmente, XIX, donde fueron especialmente intensos entre los años 1854-56, 1875-78 y que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. Las rivalidades se produjeron por intereses territoriales cuya posición geoestratégica hacía que las zonas de contacto estuvieran continuamente en conflicto.

Antecedentes de los siglos XVII-XVIII

Pedro I el Grande (1689-1725), zar perteneciente a la dinastía de los Romanov, perseguía, al igual que sus antecesores y posteriormente sus sucesores, conseguir una posición hegemónica en la zona, sobre todo lograr una salida al mar Mediterráneo, cuestión que sólo una expansión territorial le permitiría hacerlo. Dominar las costas del Báltico y del mar Negro era una objetivo primordial para su proyecto, aunque éste sería imposible de llevar a cabo sin enfrentarse al Imperio Turco.

Por tanto, ayudado por el general suizo Lefort, a quien nombró almirante, Pedro I organizó un ejército y construyó una flota con la cual se apoderó de Azov (1696), plaza que después tuvo que devolver tras otro conflicto contra los turcos en 1711, siguiendo los términos contenidos en el tratado del Prut.

El tratado de Belgrado firmado en 1739 determinó que a Rusia le fueran cedidos territorios de la región del mar Negro, pero se le prohibió mantener naves en la zona.

Durante el reinado de Catalina II, Emperatriz de Rusia (1762-1796), Rusia consiguió expandirse por la zona y tener éxito en sus conquistas. Dos guerras fueron libradas durante este período entre los rusos y la Sublime Puerta, nombre que se le daba en la época al Imperio Turco. La primera entre 1768-1774 y la segunda de 1788 a 1792.

La primera fue la más exitosa, pues se consiguieron victorias importantes en tierra y la flota turca fue destruida en el Mediterráneo en junio de 1770. El tratado de Kuchuk-Kainarzhi otorgó a Rusia la posibilidad de navegar en la zona del mar Negro junto con otros territorios.

En la nueva guerra de 1788-92 lo más destacable fue la conquista, entre otras, del territorio de Crimea, así como varias provincias marítimas de Ucrania.

Los conflictos en el siglo XIX

En el siguiente período, correspondiente al reinado de Alejandro I, los conflictos en la zona se sucedieron entre 1804 y1812. Alejandro I se declaró protector de los cristianos súbditos de los turcos y de la iglesia ortodoxa, política que le obligó a estar en constante guerra con los turcos. Además, Rusia incorporó Besarabia a sus dominios, por lo que pasó a controlar la zona comprendida desde el río Prut hasta el río Kuban, es decir, toda la costa norte del mar Negro. Los objetivos de Rusia alertaron al resto de potencias con intereses en la zona. Inglaterra mantenía interés marítimo, pues su ruta comercial dependía de la libertad de navegación y de la tranquilidad de no tener que rivalizar con ninguna otra gran potencia. En cambio, Austria mantenía sobre todo intereses territoriales.

El hecho de que Rusia no cejara en sus intentos por dominar los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, que controlaban el paso del mar Negro al Mediterráneo, chocó bruscamente con Inglaterra, mientras que el deseo ruso de aumentar su influencia política sobre los Balcanes le enfrentó a Austria.

En el tratado de Adrianápolis (1829), Rusia recibió parte de la desembocadura del Danubio y parte del Cáucaso, así como el protectorado sobre Moldavia y Valaquia. El dominio ruso fue ampliado mediante el tratado de Unkiar Skelessi (1833), por el cual Rusia se erigía como protectora sobre la totalidad del Imperio Otomano.

Esta nueva situación era más de lo que podían aceptar el resto de potencias europeas, por lo que impusieron una revisión general de la situación en la llamada Convención de los Estrechos (1841), reduciendo en gran medida el papel de Rusia y apoyando al Imperio Otomano para contener y controlar su desplome, evitando que la debilidad del Imperio sólo fuese aprovechada por Rusia.

La Guerra de Crimea (1854-1856)

Durante el reinado del zar Nicolás I, un ejército ruso amenazó los principados turcos de Moldavia y Valaquia. Existió el temor por parte del resto de potencias de que Rusia utilizara a estos países como escalones para dominar Constantinopla, así que Francia y Gran Bretaña amenazaron con enviar tropas a los estrechos. A pesar de la presencia de estas flotas, el zar no retrocedió y el 3 de julio ocupó los principados.

Los turcos, al sentirse arropados por las potencias europeas y viendo reforzada su posición por la separación entre ellas, envió un ultimátum a Rusia que expiró el 23 de octubre de 1853. La guerra comenzó cuando los turcos atacaron, siendo la batalla más destacable la de Sinope, acontecida el 30-10-53 con victoria naval rusa.

Tras varias vacilaciones y conflictos,  Francia y Gran Bretaña declararon la guerra a Rusia el 28 de Marzo de 1854, previo vencimiento del correspondiente ultimátum con el que habían amenazado a su posterior enemigo.

En realidad, la guerra se prolongó un poco más debido al sufrimiento de las enormes pérdidas causadas por las enfermedades. Tanto Francia como Gran Bretaña necesitaban una victoria que les diera prestigio.

El objetivo de los aliados europeos fue Sebastopol, hacia donde se encaminaron las tropas con tan buen ritmo de viaje que, el día 8 de septiembre, el comandante ruso al cargo de la guarnición ordenó la evacuación del lugar. Para entonces, Nicolás II había muerto de neumonía en marzo de 1855 y había un nuevo zar en el trono ruso: Alejandro II, su sucesor. La situación para Rusia era muy difícil, puesto que le costaba aprovisionar y enviar refuerzos a su ejército en Crimea, al tiempo que mantenía otro ejército que luchaba en el Cáucaso y otro más que defendía el Báltico. Por si esto fura poco, su gran ejército central se preparaba para enfrentarse a los soldados austriacos, por si decidían terminar con su política neutral que irritó tanto a Rusia como a Gran Bretaña y Francia.

La actividad diplomática, de la mano del ministro austriaco Buol, se había iniciado en agosto de 1854, concertando los conocidos con el nombre de Los cuatro puntos de Viena que debían aceptarse como base para la paz:

1- Rusia renunciaba a sus derechos especiales sobre Serbia  y los principados, sustituyéndose por una garantía general de todas las potencias.

2- Se establecía la libre circulación por el Danubio.

3- Revisión de la Convención de los Estrechos de 1841.

4- Renuncia de Rusia a sus derechos como protectora de los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano.

Estas bases, presentadas en forma de ultimátum a San Petersburgo el 28 de diciembre de 1855 por parte de Austria, que volvía a amenazar con entrar en la guerra contra Rusia, hizo que, el 16 de enero de 1856, fuesen aceptados los términos para que no se endurecieran demasiado con el transcurrir del tiempo.

Así pues, se llegó al Congreso de París el 25 de enero de 1856. El Imperio Otomano tuvo que aceptar ciertas cláusulas reformistas como pago al apoyo occidental recibido. Dicha reforma se estableció firmando un nuevo decreto el 18 de febrero de 1856. Otra de las cláusulas del tratado obligó a Rusia a desprenderse de la porción del sur de Besarabia, que era cedida a los principados y a Turquía. Austria no consiguió ampliar su influencia en la zona, pues a cambio de esto se le pidió entregar Lombardía y Véneto, cosa que no aceptó. Se garantizaba la neutralidad del mar Negro, lo  que en la práctica suponía que Gran Bretaña y Francia lo dominaran a su antojo.

Consecuencias de la Guerra de Crimea

A pesar de la solución dada al conflicto, los problemas continuaron, principalmente, porque no se solucionó uno de los temas más candentes tanto de la época como del ámbito concreto: el crecimiento de los nacionalismos que traería consigo la balcanización de esta región.

En cuanto a las relaciones internacionales, la guerra de Crimea supuso el final del equilibrio y del concierto europeo, instaurado en Europa tras el Congreso de Viena de 1815. La división entre las potencias europeas quedó evidenciada en el Congreso de París ya que no se llegó a ningún acuerdo. Tras una guerra costosa, imponer sanciones hubiera sido la solución, pero no se hicieron, con lo que el período de paz sirvió para que, fortalecidas y tras varias crisis sucesivas, estallara la guerra de nuevo con más fuerza.

Segunda Guerra ruso-turca

El despertar de esta cuestión, a partir de 1875, estaba previsto ya que, coincidiendo con el impulso de las nacionalidades, la dominación otomana era cada vez más precaria. La desmembración había sido jalonada por la creación de los principados de Serbia y de Montenegro, del reino de Grecia y, por último, del principado de Rumanía.

Las implicaciones europeas en el conflicto

El movimiento insurreccionista comenzó en Bosnia Herzegovina, donde la mayoría de la población era de lengua serbia y religión ortodoxa, aunque fueron las condiciones económicas y sociales las causas principales del malestar. El factor religioso fue secundario.

En Bulgaria la protesta fue obra de eclesiásticos e intelectuales, dirigidos por su caudillo, el revolucionario Leuski. Aun así, no llegó nunca a ser un movimiento de masas.

En 1875, comenzó la insurrección en Bosnia Herzegovina y, en 1876, se extendió a los países búlgaros. La respuesta turca fue la de organizar una represión brutal y salvaje, por lo que Serbia y Montenegro declararon, a su vez, la guerra al Imperio Otomano.

Una vez comenzado el conflicto, todas las potencias europeas vieron la ocasión propicia para intervenir en él y obtener jugosos beneficios, sobre todo, territoriales.

Rusia, por ejemplo, encontró en aquella crisis la ocasión propicia para debilitar al Imperio Otomano y consolidar su influencia sobre las poblaciones eslavas de la península balcánica.

Por lo que respecta al Imperio austro-húngaro, no quería que, bajo la égida de Rusia, se desarrollase en los Balcanes un movimiento eslavo, ya que su intención era establecer su influencia en Bosnia Herzegovina.

En el caso de Gran Bretaña, estaba interesada en mantener al Imperio turco, pues no quería correr el riesgo de que Rusia ocupara los estratégicos estrechos del Mar Negro: el Bósforo y los Dardanelos.

El inicio de la guerra

La crisis se perfiló cuando, el 11 de noviembre de 1876, el zar se declaró resuelto a actuar, aunque para evitarlo había que obtener del sultán la adopción de un programa de reformas. El fracaso de dicha actitud reformista abrió el camino a la intervención por parte del ejército ruso, no sin tomar antes precauciones para evitar enfrentarse con Austria-Hungría y Gran Bretaña a la vez. Así, en 1877 firmó un convenio con el Imperio austro-húngaro, prometiendo su neutralidad a cambio de la posesión de Bosnia Herzegovina. Al mismo tiempo, para tranquilizar a Gran Bretaña, Rusia aseguró que no tenía intenciones de apoderarse de Constantinopla, como tampoco impondría por decisión unilateral una revisión del Estatuto de los Estrechos.

Guerra corta, paz conflictiva

La guerra comenzó en 1877, desatándose un conflicto de pequeñas escaramuzas y demostraciones de fuerza por parte del poderoso ejército ruso ante el que nada pudo hacer el decrépito Imperio Otomano. Así pues, en marzo de 1878, Rusia impuso sus condiciones de paz en el tratado de San Stefano. Sin embargo, las condiciones leoninas contenidas en el tratado, con sustanciosos beneficios territoriales para Rusia, provocaron la protesta tanto de Austria-Hungría como de Gran Bretaña, que pidieron enérgicamente la revisión en un congreso internacional. La mala situación militar y financiera de Rusia provocó un acuerdo en mayo con Gran Bretaña y en junio con Austria-Hungría. La principal revocación fue la desaparición de la formación de la Gran Bulgaria. Por contra, se formaron dos principados: Bulgaria, propiamente dicha, y Rumelia, territorio perteneciente a la Gran Bulgaria pero sometida al Imperio Otomano. El Congreso Internacional reunido en Berlín bajo  la presidencia del canciller prusiano Bismarck ratificó los acuerdos ya establecidos, añadiendo algunos detalles más, como la reducción de las ventajas territoriales de Serbia y Montenegro contenidas en el tratado de San Stefano, la promesa a Grecia de aumentar su territorio en Tesalia y, por último, la cesión por parte de Rumanía de la región de Besarabia meridional a Rusia, recibiendo a cambio Drobrudja. Pero, sobre todo, el Congreso Internacional dio a Austria-Hungría, aunque a título provisional, la administración de Bosnia Herzegovina sin permitir proceder a su anexión.

La Gran Guerra (1914-1918)

El último enfrentamiento entre el Imperio Ruso y el Imperio Otomano se produjo durante la Primera Guerra Mundial. El conflicto traería como consecuencia la desaparición de ambos imperios. La revolución rusa de 1917 puso fin a un siglo de contradicciones internas arrastradas a lo largo del siglo XIX, mientras que la derrota del imperio otomano en el conflicto trajo consigo su definitiva desintegración. El territorio de Turquía quedó estructurado, prácticamente, como lo conocemos en la actualidad.

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