domingo, 12 de abril de 2015

Edad Media


alta edad media 
La restauración imperial de la Navidad del 800 se convirtió en el gran mito político de la Europa Medieval. Un mito que contrastaba brutalmente con las limitaciones entre las que se desenvolvieron Carlomagno y sus sucesores. Limitaciones que alcanzaban no solo al aparato institucional carolingio sino también -y esto es lo más importante- a sus recursos humanos y económicos. Se seguirá discutiendo si la época de Carlomagno supuso una ruptura económica con el mundo antiguo, tal y como pensó H. Pirenne hace ya setenta años o si, por el contrario, la sociedad franca -como recientemente ha insistido G. Bos- fue una sociedad esclavista perfectamente ubicable en el marco de las sociedades antiguas. ¿Ruptura en torno al 700? ¿Mutación en torno al año Mil? En cualquiera de los dos casos, la Europa de los carolingios y de sus epígonos otónidas se nos presenta dotada de una cierta unidad.
La ciudad fortificada de Fleurus Moneda acuñada en el reinado de Pipino el Breve Codex Fuldensis. Alcuino de York y Rabano Mauro entregan un libro a Edgardo Catedral de Sión. Relicario del obispo Alteo


La sociedad feudal y la economía
En la época medieval, el sistema económico se basaba en la agricultura, bajo una forma feudal. Realeza, nobleza y clero poseían tierras que los campesinos, que representaban el 80% de la población, se encargaban de cultivar. Entregaban las cosechas para el abastecimiento de la casa del señor -cualquiera que fuere su rango o condición- y la de los campesinos.
La agricultura era la base de la economía medieval
Gracias a los fabulosos documentos que han llegado hasta nosotros sabemos que, al menos hasta el siglo XII, la producción se destinaba exclusivamente al autoabastecimiento de los habitantes de los feudos.
Viendo esta pirámide, podemos establecer que la tierra fue el elemento de unión entre unos y otros, entre los poderosos y el pueblo llano. La tierra fue también la base del sistema económico medieval, una tierra cada vez más productiva gracias a la confluencia de una serie de factores que animaron a los productores y que propiciaron el auge en los cultivos: mejor comercialización de los productos y mayor demanda, derivada del aumento de la población y del crecimiento del mercado urbano -las ciudades albergan cada vez a más habitantes- .
La Economía en la España Medieval cristiana
En estos campos se podían cultivar uno o más productos, dependiendo del lugar al que hagamos referencia. Por ejemplo, los cereales se cultivaban en Castilla, las frutas y hortalizas en las cuencas mediterráneas de Valencia y Murcia, o las viñas, cada vez de mayor calidad, en las riberas del Duero y en la actual provincia de La Rioja.
Agricultura y ganadería
Además de la agricultura, no podemos olvidar el otro gran pilar de la economía española medieval: la ganadería. La cabaña ganadera era una de las grandes riquezas del país, base indispensable de la economía. Como nos explica Ladero Quesada, gran especialista en la época medieval, el negocio ganadero no sólo interesaba a los propietarios, sino también a la Corona, que percibía la alcabala.
Escena de pastoreo
Este impuesto gravaba a los ganados trashumantes por la venta de los productos y servicios y montazgo; a los mercaderes, que comercializaban en el interior y sobre todo en el exterior con productos como lanas o cueros; y a muchos grandes propietarios de tierras -órdenes militares, monasterios o nobleza- que, además de disponer de sus propios ganados, arrendaban pastos a los ajenos.
La ganadería fue una de las claves de la economía medieval en la España cristiana
Por ello en los siglos altomedievales, el auge de la ganadería y sus productos, así como el perfeccionamiento de las técnicas agrarias que permitieron entre otras cosas excedentes de producción, además de un importante aumento demográfico, supusieron un impulso para el desarrollo de algunas manufacturas como el cuero y la lana, realizados por artesanos en pequeños talleres familiares.
Gremios artesanos
La cantería medieval fue un gremio muy bien consideradoGracias a estos primeros talleres, a lo largo de la Edad Media surgirán los gremios o agrupaciones de artesanos que trabajaban los mismos productos. Los fines de estos gremios eran esencialmente económicos y políticos. Se ocupaban de diversas cuestiones, desde el aprovisionamiento de materias primas a todos los miembros, hasta del cuidado de las viudas y huérfanos tras la muerte de alguno de ellos, pasando por la regularización de las etapas que debía pasar toda persona si quería ingresar en uno de ellos o fijar los precios de venta al público. La mayoría de las veces eran al mismo tiempo fabricantes y vendedores.
Eran estructuras muy jerarquizadas donde el aprendiz debía estar, al menos, dos años formándose, periodo tras el cual se pasaba a ser oficial, el escalón anterior al de maestro, el único que tenía capacidad para regentar el negocio. Todos ellos cobraban un salario, una novedad introducida por estos gremios y que deja entrever el futuro sistema de de producción.
La comercialización
La comercialización de los productos se llevaba a cabo en los mercados, espacios creados en este tiempo, que podían tener un carácter local o provincial, mejorando gracias al crecimiento continuo de las ciudades. Los urbanos, incluso, llegan a establecerse con una periodicidad diaria. Las ciudades se especializan en las manufacturas a través de los gremios y el campo, apoyadas, entre otras cosas, gracias al aumento de la población y las mejoras de las técnicas agrícolas, que incrementan progresivamente la productividad, permitiendo vender los excedentes y aquellos productos derivados de los mismos.
Estos mercados tenían como objetivo proveer de los alimentos básicos a los habitantes de las urbes. Causa o consecuencia, tal vez ambas a la vez, se asiste a la mejora de las vías de comunicación, haciendo más fácil el trasporte de mercancías y por tanto facilitando la actividad comercial y reduciendo los costos de transporte. Los mercados traen consigo un uso continuado de las monedas y, en cierta forma, también contribuyen al asentamiento definitivo del sistema monetario y de cambio, pudiendo diferenciar con el paso de los años las monedas más fuertes y que por tanto terminan convirtiéndose en patrón de referencia.
El mayor mercado medieval se situaba en Medina de Campo, feria nacida alrededor del 1400, celebrado dos veces al año, que servía sobre todo para analizar la producción de ese año, fijando así los precios de compra y venta tanto en Castilla como en los otros reinos españoles.
A modo de conclusión podemos decir que la Economía Medieval tenía una base agraria que no podemos tachar de arcaica ni poco desarrollada, sino que responde a las necesidades de su tiempo.

Una sociedad rural y agraria
La sociedad medieval fue durante siglos una sociedad básicamentr rural. En la Edad Media el noventa por ciento de la población vivía en el campo, centro de toda actividad y vida diaria para los habitantes de aquella época.
En los primeros siglos medievales, los campesinos se organizaban entorno a unas tierras propias y otras comunes, como bosques, que compartían con sus vecinos. En grupos reducidos, imponían sus leyes y justicia, organizaban las cosechas y los recursos que de ellas obtenían.
Poco a poco, estas comunidades fueron absorbidas por señores, laicos o religiosos, a los que habían sido entregadas esas tierras. Así da comienzo lo que hoy en día hemos llamado sistema feudal o feudalismo, instaurándose como modo de organización social.
Escena de caza medieval
La sociedad estaba dividida en estamentos: en la base encontramos a los campesinos, libres o siervos, quienes suponían la inmensa mayoría de la población; en el escalafón intermedio se encuentran los militares y los nobles, laicos o eclesiásticos. No todos tenían la misma categoría sino que el status dentro de estos dos grupos variaba. Acabamos en la cúspide con la realeza, es decir, el rey y su familia.
Músico medievalEl pertenecer a uno u otro grupo estaba marcado por el nacimiento, no pudiendo pasar de uno a otro dado el carácter blindado de los estamentos. Así lo articularon los estudiosos de la época quienes buscaron una explicación divina para la nueva organización social que se estaba produciendo. Cada uno cumplía una función, siendo importantes todas ellas ya que dependían unos de otros mediante un intrincado sistema de lazos llamado sistemas de dependencia o vasallaje, donde los campesinos juraban fidelidad o vasallaje a los señores quienes, a cambio del trabajo en sus tierras y parte de la cosecha, les proporcionaban protección.
Los canecillos románicos muestran, en ocasiones, aspectos de la sociedad medieval
Los señores y los militares, a su vez, juran fidelidad al rey por medio de la ceremonia del homenaje, asegurando su apoyo y fuerzas en tiempos de guerra. El rey, agradecido, entregaba unas tierras o feudos a los nobles a modo vitalicio y hereditario, pasando a ser dirigidas y gobernadas por ellos desde sus castillos o fortalezas, centros de actividad no sólo política sino también económica. Cada tierra estaba dirigida de forma distinta y es que, desde que las leyes eran consuetudinarias, no estaban escritas sino que se basaban en las tradiciones y costumbres de cada pueblo, podían ser interpretadas de distintas formas.
La familia
La familia era la primera unidad de producción para los campesinos medievales. En los hogares vivía la familia nuclear aunque era común encontrar a los abuelos habitando con ellos. Cada miembro de la familia tenía una función en ella, existiendo así una división del trabajo según el sexo, la edad o el status de la persona. Mientras que los hombres y jóvenes trabajaban las tierras, las mujeres eran las encargadas del ganado, del huerto, del vestido y de la preparación y conservación de los alimentos y las bebidas- como podía ser el vino, los cereales para el invierno o la mantequilla-. Importantísima era su función dado el carácter de subsistencia que tenía la economía.
Los monasterios
Los monasterios, centro de oración y estudio, eran las residencias del clero. Verdaderas ciudades, suponían un elemento esencial en el paisaje medieval y es que no podemos olvidar la importancia que esta clase social tuvo no sólo como guía espiritual y divina sino también por su influencia política.
San Benito, ya a mediados del siglo VI, estableció un modelo de vida funcional, organizativa e incluso formal- estético- para los monasterios y el clero. La vida de los monjes giraba entorno a tiempos de rezos, a partir de los cuales se establecían de modo milimétrico el resto de actividades que se llevaban a cabo, consideradas tan importantes como la oración.
Los monasterios eran autosuficientes gracias a los huertos que solían cultivar en los alrededores o a los productos que obtenían los campesinos trabajando las tierras de influencia del mismo. Eran estos productos-junto al pan y al vino y otros derivados del ganado- los únicos que consumían los monjes. Aquellos que no trabajaban el huerto, dedicaban la mayoría del día a copiar y traducir obras clásicas al latín, lengua eclesiástica, convirtiéndose en espléndidos centros de estudio y de transmisión de la cultural y el conocimiento.
Desarrollo urbano a partir del siglo XI
Aunque como ya hemos comentado, la sociedad feudal era eminentemente rural, a partir del siglo XI se produjo un importante desarrollo urbano y de la clase social urbana, la burguesía, gracias, entre otras cosas, a la expansión agraria y al desarrollo del comercio. Progresivamente el modelo fue dirigiéndose hacia una sociedad urbana donde la burguesía fue delimitando su espacio y funciones además de tomar pequeñas parcelas de poder: crearon un sistema político y organizativo muy distinto al practicado en el campo, tomando ellos el mando en las urbes.
Al llegar a los núcleos urbanos, los burgueses se asentaban fuera de las murallas o burgos, dando lugar al extrarradio, zona que posteriormente será integrado en la ciudad con una nueva muralla que incluya a los nuevos habitantes. Ello dará lugar a trazados irregulares que respondían a los núcleos habitacionales y no al raciocinio urbanístico.
Ambos modelos, el rural y el urbano -o feudal-, así como su forma de organización social o económica, no fueron incompatibles sino que convivieron durante todo el Medievo. La mayoría de la población continuó viviendo en el campo, siendo la población de las ciudades una minoría y por lo tanto las ventajas que en ella se encontraban -como por ejemplo mayor libertad o mayores ingresos- fueron disfrutadas por una minoría.
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Sociedad Medieval. Capitel con escena de la caza de un oso
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