domingo, 12 de abril de 2015

Edad Media


«Alta Edad Media»

La expansión musulmana o la expansión del islam comenzó en la península arábiga al suroeste de Asia. Es la denominación que suele darse a las conquistas militares o las reformas de comercio de la civilización árabe musulmana en las que caerían el Imperio sasánida, el norte de África, y la Península Ibérica, incluyendo partes del Imperio bizantino.1 También está incluida en esta denominación el influjo de los comerciantes en el Magreb y en África, y las misiones hechas en Filipinas.- ........................:http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=a8840d3375f08678637233efac803685e9ed8563&writer=rdf2latex&return_to=Expansi%C3%B3n+musulmana


EXPANSIÓN DEL ISLAM
En los albores del siglo VII, la situación de los Bizantinos no es nada brillante. Heraclio, que sube al trono en Constantinopla en el 610, hereda un imperio desorganizado. En la lucha secular que los basileïs mantienen contra los soberanos sasánidas, Bizancio ha sufrido algunas derrotas: Siria, Palestina y Jerusalén han caído en las manos de Cosroes II. Las tropas del Rey de Reyes llevan la reliquia de la Vera Cruz a Ctesifonte. Después, los Sasánidas entran vencedores en Egipto. En el 626, Constantinopla es también asediada simultáneamente por los Persas y los Eslavos aliados con los Ávaros. Pero Heraclio es un hombre enérgico y se propone restaurar el Tesoro; vuelve a tomar el mando del ejército y restablece la unidad del imperio. Ante los éxitos de los Persas, adopta una estrategia audaz, atacando a su enemigo en el territorio de Armenia. Así obliga a Cosroes II a abandonar la Capadocia y el Ponto. Cruzando el río Araxes, invade Mesopotamia en el 627 y se apodera de Ctesifonte. Los Persas devuelven entonces Siria y Egipto. Heraclio puede llevar otra vez la Vera Cruz a Jerusalén. Al año siguiente, su adversario es asesinado (628). Gracias a considerables esfuerzos, el basileus ha salvado el Imperio de Oriente. Pero Bizancio está extenuada. La situación de los Sasánidas es todavía peor: vencidos, pierden sus antiguas posesiones y Persia cae en la anarquía. Éste es el dramático resultado de tan furiosos e implacables enfrentamientos.
En cuanto a los árabes, el balance no es más glorioso: tras la muerte de Mahoma, estallan las pugnas entre las tribus a causa de la apostasía de ciertos grupos. Sin embargo, estas luchas intestinas se resuelven pronto, gracias al fervor que el mensaje del Profeta inspira a los escuadrones del desierto. Entre el 632 y el 634, Abu Bakr, uno de los suegros de Mahoma (éste se casó nueve veces, casi siempre por razones meramente políticas) se convierte en califa, es decir, jefe de la comunidad musulmana. Omar, que le sucede, es el que promueve realmente la fulminante expansión del Islam en el mundo antiguo: da inicio a unas guerras de conquista fuera de la península. Animados por un ímpetu extraordinario, los propagadores de la fe musulmana conquistan rápidamente Palestina y Siria, arrebatadas al imperio bizantino tras la victoria de Adjnadayn en el 634, seguida por la derrota de las fuerzas de Heraclio en el Yarmuk, en el 636. Al no disponer de medios para el asedio, los jinetes árabes no se atreven a tomar las ciudades de Jerusalén y Damasco, que no caerán bajo sus armas hasta el 638.

La toma de la Ciudad Santa representa algo más que una victoria: es la apropiación de un símbolo que veneran tanto judíos como cristianos, y que ahora está en poder de los musulmanes. ¿No fue sobre la roca de la explanada sagrada donde Abrahán se disponía a sacrificar a su hijo Isaac, cuando Dios le retuvo el brazo? Posteriormente, en esta ciudad venerable fueron levantados los sucesivos Templos de Yahvé: el primero, erigido por Salomón, fue destruido por Nabucodonosor en el 587 a. C., después fue levantado otra vez tras el Edicto de Ciro, y reconstruido una vez más bajo Herodes (40-4 a. C.). Fue arrasado por Tito en el 70 de nuestra era.
Pero el Haram al-Sharif era también el lugar mítico de los miradj, punto de partida del «viaje nocturno» a través del cual Mahoma contempló los cielos, según los comentarios del sura XVII, 1 del Corán: «Gloria a Aquel que, de noche, lleva a su siervo en un instante, del santuario sagrado al santuario último, cuyos muros hemos bendecido a fin de mostrarle nuestros signos.»
La toma de este importante lugar de las religiones con Escritura es por tanto simbólica. Pero la ocupación de Siria y Palestina no absorbe todas las fuerzas árabes: ya en el 635, éstas cruzan el Éufrates y se lanzan al ataque del imperio sasánida que entonces estaba en plena decadencia. Ganan la batalla de Kadisiya, en el 637, y saquean la ciudad de Ctesifonte, después toman Nínive en el 641. Al norte, llegan hasta Armenia. En Mesopotamia, los Árabes fundan Kufa y Basra, y en el 642 penetran en las mesetas de Irán tras la victoria conseguida en Nihavend. Todo el Fars se les rinde en el 644, cuando sus escuadrones acaban de hacer una razia en el Khorasan.
Sus esfuerzos los llevan simultáneamente hacia el oeste: el general Amr ibn el-Ass invade Egipto en el 640. Funda Fostat y toma Alejandría a la que trata con clemencia. Pero una contraofensiva bizantina le obliga a saquear la ciudad en el 642. Continuando hacia el oeste, las fuerzas islámicas se lanzan hacia la provincia de Ifrigiyya, alcanzando la Tripolitania en la que hacen incursiones a partir del 647, dirigiéndose hacia la Berbería.
Hacia Oriente, las ciudades de Herat y Balkh caen en el 654, así como el Seistan. Después, los conquistadores consolidan su poder sobre Persia y Afganistán, tomando Kabul y Kandahar en el 655, tras haber dado muerte, cerca de Merv, en el Turkmenistán, a Yazdegerd, último soberano sasánida.
Sólo faltan veinte años para constituir este primer imperio árabe, cuya capital es Medina. A partir del 644, el califa Othman conduce los destinos del mundo islámico. Los territorios que posee se extienden desde Persia y Pakistán hasta la actual Libia, igualando a los mayores imperios de la Antigüedad. El asesinato de Othman, en el 656, provoca una pausa, durante la cual se organiza la administración y se islamizan a las nuevas posesiones. Al¡, primo del Profeta, es llamado a suceder a Othman; pero los problemas surgidos entre clanes árabes destruyen la unidad islámica, oponiendo a partidarios y adversarios del nuevo califa. Mueawiyya, que había sido secretario de Mahoma y después gobernador de Siria, encabeza la resistencia a Al¡. En el 660, llega a hacerse proclamar califa, fundando la dinastía de los Omeyas, cuya capital será Damasco. Al¡, expulsado, cae en el 661 delante de la mezquita de Kufa, bajo las armas de los Jariyíes insurrectos, cuya secta constituirá durante mucho tiempo un peligro para el poder.
Después de este intermedio sangriento, que perturba la unidad del mundo musulmán, la marcha victoriosa vuelve a empezar en el 670, con la anexión de Túnez y la fundación de Kairuán. A continuación, las tropas árabes cruzan el río Oxus (Amu-Daria) en el 671, y se lanzan hacia la Transoxiana y el Khwarezm. Mientras tanto, fuerzas musulmanas llegan, en el 673, a sitiar Constantinopla. Se encuentran con la resistencia de la capital bizantina que tiene la soberanía de los mares. Por eso los Árabes tendrán que levantar su asedio en el 678.
Entre el 680 y el 683, el califa Yasid I reina en Damasco, durante una época perturbada por la presencia de un anti-califa en La Meca. Será necesario que los Omeyas se apoderen de la ciudad para poner fin a la secesión. En la misma época, el hijo de Al¡, al-Husayn, es asesinado a su vez en Kerbala, Mesopotamia.
Sesenta años han pasado desde la hégira. Respecto a la arquitectura, es un período de balbuceos. Las primeras mezquitas son unos edificios perecederos, cuyo carácter provisional, a pesar de sus impresionantes dimensiones, está vinculado a las contingencias de la conquista. Todo el esfuerzo de los Árabes está dirigido hacia la expansión militar y religiosa. Pero el fin del siglo VII estará marcado por la primera eclosión de las artes en el imperio omeya. Y es en Jerusalén donde se afirma este esplendor.



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Las tesis tradicionales están ya ampliamente superadas. Estas se basaban en la conjura de judíos y witizanos o en la venganza del Conde D. Julián, gobernador de Ceuta, al ser su hija deshonrada por D. Rodrigo. Así la conquista musulmana de la Península Ibérica hay que enmarcarla en dos hechos fundamentales:
La penetración del poder musulmán en la P. Ibérica tiene lugar en el contexto de guerra civilmapa.gif (987 bytes) entre los witizanos y D. Rodrigo (candidato apoyado por la nobleza)(1), por un lado y dentro del contexto de la expansión del Islám en aquellos momentos, por otro, siendo unacontecimiento más de la misma.
NarraciónTextoEn 711 las tropas de Tarik, lugarteniente de Muza, (gobernador de Ifriquiya) cruzan el estrecho y aprovechando la ausencia de D. Rodrigo que estaba en el norte en una campaña contra los vascones, inicia la penetración sin resistencia de la población de Andalucía.
Esto corrobora los pactos con los witizanos y el apoyo de la población judía. Derrotado y muerto D. Rodrigo en Guadalete, llegan hasta Toledo que les abre las puertas (allí estaba Oppas. el hermano de Witiza)
En 712 se inicia la conquista sistemática: Muza pasa a Hispania con más contingentes y va tomando las principales ciudades Sevilla, Carmona, Mérida, Toledo, Zaragoza, Pamplona, donde llegaron en el 714 . Tariq y Muza en ese año se dirigieron hacia Damasco para dar cuenta de su actuación y al frente del gobierno quedaba Abd al-Aziz que aumentó las conquistas peninsulares hasta Zaragoza y Coimbra. Sus sucesores llegarón a Barcelona en 718 y a Toulouse en 721.
En los primeros momentos los musulmanes no innovan, al igual que lo habían hecho en otras zonas conquistadas (bizantinas y persas) aceptan la organización existente y se superponen a ella; de hecho sustituyen a los reyes visigodos y, como ellos, encontrarán dificultades para asegurar el dominio en las zonas del norte del la Península.
Los dominios visigodos de las Galias no fueron ocupados hasta el 720: Al Samh entró en Narbona y puso fin al dominio del noble Ardón en esas tierras. Los intentos de penetrar en Aquitania fracasaron por las divisiones del islam, a pesar de la ayuda prestada por nobles francos enemistados con Carlos Martel, quien derrotó a los árabes en Poitiers. Esto supuso en breve plazo el repliegue de los árabes a los Pirineos, tras el avance franco en el sur de Francia por Pipino el Breve ( el padre de Carlomagno) en Septimania y Provenza.
Los primeros 50 años de la historia del Al Andalus, hasta la fundación del Estado Omeya , se caracteriza, fundamentalmente, por dos hechos fundamentales:
  1. La expansión del dominio musulmán: los pactos y la tributación.
  2. A partir del 732 la oposición de las primeras tensiones entre árabes y bereberes (en torno a la ocupación y el reparto de las tierras) que desembocarían en la crisis de los años 741-755.

La Península Ibérica fué sometida al Islam de dos maneras:

Por las armas: Una vez vencida una plaza se firmaba capitulación, la población no podría abandonar la ciudad y perdían sus bienes, que pasaban a ser parte del botín y entraban en servidumbre.
Texto del pacto con TeodomiroPor pactos: bien con la población (caso de Mérida, de Sevilla, de Córdoba). Las ciudades conservaron así sus leyes, su organización política, su religión y eran sometidas al pago de impuestos que la ley musulmana imponía a los no musulmanes. O bien con particulares, de los que conocemos casos como el de Teodemiro: funcionario visigodo que gobernaba una amplia zona de Murcia y Alicante. Conservó sus riquezas, su poder y sus posesiones eran hereditarias, pasaron a su hijo Atanagildo. A cambio, tenía un vínculo de fidelidad personal con los árabes.
Caso similar sería con los sucesores de Witiza- que según la Crónica Mozárabe, fué en el s. VIII la máxima autoridad reconocida por los árabes sobre la población cristiana y que ostentaba la dignidad de "comes de Al-Andalus" y "príncipe de los españoles sometidos" y era el encargado de recoger la tributación territorial.Imagen de la película Mahoma el Mensajero de Dios, Distribuida por MANGA FILMS
Los particulares conservarían sus bienes patrimoniales, y sólo se confiscarían los bienes de los muertos, los huídos y de la Iglesia.
Así, la mayor parte del territorio permaneció en manos de los indígenas, pues la mayoría de lanobleza pactó con los musulmanes, quienes, prefirieron proteger sus dominios a costa de perder cierta independencia. (Ejm. la familia de los Banu Quasi en el Valle del Ebro). Esto explica la rápida asimilación de las formas de vida musulmanas entre la población hispanovisigoda.
Las tierras tomadas por las armas fueron repartidas: un quinto (jums) pasó a manos del estado y el resto se repartió entre los conquistadores siguiendo dos modalidades: en pleno dominio o como una cesión por parte del estado, que implicaba el usufructo de éstas (IQTA territorial), una especie de "beneficio".
En cuanto a las modalidades de asentamiento de los musulmanes es un tema poco conocido por la historiografía actual. Pero parece que hay unanimidad en su distribución geográfica:
- Los árabes (baladiyum) venidos con Muza se instalaron en zonas de llanura, en torno a los valles de los grandes ríos y en lugares próximos a las costas mediterráneas andaluzas y en las huertas levantinas. Cogieron las mejores tierras.
- Los bereberes se quedaron en lugares más afines con su antiguo hábitat marroquí, ocuparon zonas de elevada orografía, tanto en el centro .-sistema Central, Extremadura- como en Andalucía -Serranía de Ronda, Cord. Penibética, el Algarve...
- Los sirios procedentes de los "yund" -acantonamientos militares de Siria o Egipto- que pasaron a la península para ayudar a reprimir la sublevación de los bereberes del 741, fueron asentados en zonas del sureste de Andalucía, de forma muy similar a la situación que anteriormente tenían en sus países de origen.


Notas
1. Durante los últimos años del reino visigodo se reforzó la tendencia que convertía al monarca en el mayor propietario de bienes raíces con hombres dependientes y de metales preciosos transmisibles por vía hereditaria. Lo mismo había ido sucediendo con miembros de la alta nobleza que pretendían transmitir por vía hereditaria bienes muebles, inmuebles y cargos. El Reino Visigodo estaba inmerso en un proceso de feudalización. La Guerra Civil se debido a las pretensiones al trono de D. Rodrigo y de los hijos de Witiza -éste había sido nombrado sucesor por su padre Egica-. Las fuentes son confusas en cuanto a la información de la conquista musulmana. Además no era la primera vez que se llamaban a tropas extranjeras en apoyo de uno u otro bando (bizantinos con Atanagildo para deponer a Achila I, la de Hermenegildo contra su padre Leovigildo, la de los francos que apoyaron a Sisenando contra Suintilla, la de los Vascones contra Recesveinto la alianza de Paulo con los vascones y francos contra Wamba.

Expansión musulmana:
En el 622 Mahoma organiza en Medina una comunidad de fieles que pronto es lo bastante fuerte como para unificar toda Arabia. Tras su muerte en 632, el islam se expande como una mancha de aceite fuera de la península arábiga, aprovechando la debilidad de Bizancio. En doce años,los árabes conquistan Palestina, Siria y Egipto, y aunque su unidad espiritual se rompe al fraccionarse sus adeptos entre sunitas -que sostenían que los califas debían ser elegidos por los fieles- y chiítas partidarios de que el califato estuviera reservado a los descendientes de Mahoma-, la unidad política es mantenida por la dinastía omeya. En un siglo, la expansión árabe llega al Magreb y la península Ibérica por el oeste, y a las lindes de India y China por Oriente, islamizando Mesopotamia, Persia y Afganistán. En el año 751 los ejércitos árabes derrotan a las tropas chinas en la batalla del río Talas en Asia Central. Entre los prisioneros chinos se encontraban algunos fabricantes de papel que fueron llevados a Samarcanda para establecer una manufactura de papel que supuso una transferencia técnica de gran aprovechamiento para el Islam y para el occidente cristiano. En el año 758 había mercaderes musulmanes instalados en Kanfu o Cantón (China) y un siglo después llegaron los chinos a Bagdad. Entre ellos estaban algunos artesanos que transmitieron la técnica de la fabricación del papel, que los árabes extendieron por su área de influencia, incluida Europa. En el siglo IX, China, India e Indonesia sobrepasaban en muchos aspectos (arquitectura, geografía y matemáticas) el nivel de civilización europeo. El islam hizo de puente entre ambos mundos. A partir del siglo X, el mundo islámico se fragmentó políticamente, pero su fuerza religiosa no cesó, difundiéndose por el norte de la India, Sumatra (1290), Malasia (1400), Java y las Molucas (1450-1490). En general, el islam no insistió en la conversión de los pueblos vencidos, al menos cuando se tratara de cristianos y judíos, pues el Corán anima a respetar las religiones del Libro (la Biblia). En cualquier caso, sus relaciones con otras culturas fueron notables en el plano mercantil.
Invasión y gobierno de los turcos selyúcidas (s.X):
A partir del siglo X, los esfuerzos de los califas abasíes, que eran sunitas, por mantener la unidad política islámica fracasan. Distintas dinastías, casi todas chiítas, desafían su autoridad en diversas regiones del teritorio; un espacio extenso que alberga pueblos y etnias muy diferentes. En esta época, los turcos selyúcidas, originarios de las estepas de Asia central y oriental, se establecen en Bagdad y gobiernan en nombre de los abasíes. Instauraron un Estado musulmán basado en el equilibrio entre los militares (turcos) y los burócratas y hombres de leyes (persas o árabes). Sus dirigentes y quienes les sucedieron ya no fueron califas sino sultanes, y sus pequeños reinos prosperaron en el marco de una organización islámica internacional que fue posible gracias a una religión y a una ley comunes, por la lengua árabe y por el desarrollo comercial. La desunión de los emires posibilitó las conquistas cristianas de Nicea, Antioquía y Jerusalén durante la primera cruzada (1096-1099). Repuestos del ímpetu inicial cristiano insuflado por Urbano II, conseguirán rechazar las siguientes siete que se suceden en dos siglos.
El Imperio turco:
El hijo del primer sultán Osmán (1258-1326) estableció su capital en Brusa (hoy Bursa), frente a Constantinopla. En 1358, Solimán capturó Gallípoli, lo que permitió a los turcos establecer una cabeza de puente en Europa. Murad I (1359-89) estableció la capital de su Imperio en Adrianópolis, hoy Edirne (1366) y derrotó a los serbios y a sus aliados en junio de 1389. Bayaceto I (1389-1402) sometió Valaquia, Bulgaria, Tesalia, Macedonia y aniquiló a Hungría y Polonia en septiembre de 1396, pero fue derrotado a su vez por el mongol Tamerlán. Mohamed I (1402-21) restableció el Imperio y bajo Murad II (1421-51) se convirtió de nuevo en potencia agresora. Defensas en la isla de Malta En 1453 Mohamed II toma Constantinopla. El Peloponeso fue conquistado en 1456, Albania en 1470, Crimea en 1474 y Moldavia en 1478. Selim I (1512-20) dedicó su energía militar a la dominación del SO de Asia y del N de Africa; pero fue bajo el reinado de Solimán II (1520-1566) cuando el Imperio turco alcanzó sus límites más extensos y se convirtió en una amenaza para la cristiandad. En 1521 Solimán capturó Belgrado y un año más tarde Rodas. En 1526 la batalla de Mohács decidió la suerte de Hungría, que perdió su independencia. El avance turco encontró el primer obstáculo en las murallas de Viena (1529). Por otra parte el sultán se hizo dueño del Mediterráneo, aunque no pudo dominar la resistencia de Malta. Selim II (1566-74) conquistó Chipre y muchas islas jónicas, pero la batalla de Lepanto, en octubre de 1571, mostró a Europa que los turcos no eran en realidad invencibles. La decadencia del imperio era visible en todas partes en la época de los tres sultanes débiles, Murad II, Mohamed III y Ahmed I, especialmente en Persia y Hungría. Con Mohamed IV (1648-87) comenzó una era más gloriosa. Pero las únicas conquistas fueron Creta, Podolia y parte de Ucrania. Viena fue sitiada por segunda vez sin éxito en 1683 y después de una guerra ruinosa Mustafá II (1695-1703) se vio obligado a concertar la Paz de Carlowitz, por la cual Turquía renunciaba a todo Hungría excepto el Banato, además de ceder Morea a Venecia, Podolia a Polonia y Azov a Rusia. Ahmed III (1703-30) fue el primero en sufrir la presión de Rusia, aunque recuperó Azov de esta nación, pero las guerras con Austria le fueron desastrosas y por la Paz de Passarowitz (1718) Turquía renunció a la Pequeña Valaquia, parte de Bosnia y Serbia a favor de Austria. Casi el reverso exacto de este pacto fue el Tratado de Belgrado (1739). Los designios de Rusia respecto a Polonia condujeron a una guerra entre Turquía y Rusia en 1768. Aunque los turcos fueron derrotados, solamente perdieron, por el tratado de Kuchuk-Kainardji (1774), el distrito de Kubán y algunos otros lugares del S. de Rusia. Trece años más tarde, Rusia y Austria pretendieron desmembrar el imperio turco, aunque fracasaron parcialmente en su empeño.
Plaza amurallada de CorfúGrecia bajo el dominio turco:
Los turcos otomanos habían dado comienzo a la conquista de los Balcanes, ocupando, desde 1360, la Tracia, y posteriormente Tesalónica (1387 y 1430) y Morea (1446). En 1456 Atenas cayó en sus manos. Su avance había sido facilitado por las continuas disensiones entre los príncipes bizantinos, los caudillos occidentales y la república veneciana, que entró muchas veces en tratos con los otomanos a fin de obtener ventajas comerciales. Numerosos príncipes aceptaron y reconocieron la soberanía del vencedor. Sin embargo la pacificación nunca fue completa, sino que se produjeron frecuentes levantamientos: en Morea (1463-1479), en Rodas (1522), en la Grecia central (1571). El arzobispo de Trikke (Trikala), en Tesalia, Dionisio, fue la figura más sobresaliente de aquella resistencia: después de haber dirigido una revuelta, que duró de 1595 a 1601, intentó una segunda en Epiro, pero fue condenado a muerte y ejecutado (1611).
Organización de los territorios ocupados:
La Grecia turca estaba sometida al beylerbey de Rumelia, dividida en seis provincias o sanyak (Morea, Eubea, Eocia-Atica, Tesalia, Etolia-Arcadia, Epiro, Grecia central) y en distritos administrativos por los subasis; posteriormente se agruparon las sanyak formando wilayet, gobernados por bajás. Parte de las tierras fue confiscada para su distribución como feudos militares entre los sipahis o para su entrega en total propiedad a los musulmanes o al clero islámico.
Condiciones de la población griega sometida:
Los antiguos habitantes de aquellos predios quedaron reducidos a servidumbre. Los otomanos dejaron en posesión de sus bienes a los monasterios ortodoxos y a los grandes propietarios que se les sometieron; y, en las regiones montañosas, los indígenas conservaron sus tierras y su libertad. La ocupación turca ha de considerarse como la propia de un ejército acampado en país vencido, por lo que su principal mira fue mantener el orden. Los no musulmanes (los raya) estaban obligados a pagar un tributo por cabeza(jaray) además de otros muchos impuestos; aparte de las milicias (los armatolos) autorizadas en algunos lugares, no podían llevar armas, y se les forzaba a servir de tripulantes en los navíos. Podían, en cambio, practicar su religión y conservar su clero; de esta suerte, el patriarca de Constantinopla llegó a ser un jefe nacional. Asegurada la percepción de los impuestos, los griegos se encargaron de efectuarla y adquirieron así en las poblaciones una autoridad consagrada por su reconocimiento como jefes de las mismas, asistidos posteriormente por consejeros municipales elegidos (arcontes).
Debilitamiento del poder turco:
Al debilitarse el poder central del sultán, la anarquía se fue extendiendo a partir del s.XVIII, y hubo bajás que se convirtieron en déspotas. Los griegos se refugiaron en los montes, donde formaron bandas de salteadores (los kleftes y los palikares) que, con el tiempo, serían un elemento importante en la lucha nacionalista. Otros, en la costa, se dieron a la pesca y a la piratería. A favor de las capitulaciones concertadas por el sultán con Francia, Inglaterra (1580) y las Provincias Unidas (1612), se desarrolló el comercio y muchos griegos se dedicaron a él, ocupando los puestos que antaño tuvieron los venecianos. En Constantinopla, los griegos del barrio del Fanar se enriquecieron y pasaron a ser una burguesía influyente aun en el gobierno, el cual les confió ciertas funciones , como la de ragomín de la Puerta. Otros se establecieron como negociantes en los puertos de oriente y de occidente, sobre todo en Rusia.
Invasión de los mongoles (s.XIII):
Pero en el siglo XIII sobrevino la invasión del ejército mongol y la toma de Bagdad en 1258. Las tropas mongolas avanzaron a través de las estepas, desde China hasta el Cáucaso, arrasando cuanto hallaban a su paso. El recuerdo de aquellos guerreros nómadas venidos de Mongolia y Siberia oriental aún causa escalofríos en algunas ciudades que atacaron, como Samarkanda, en la ruta de la seda. Su irrupción alteró la organización política de Asia y Europa oriental, el mapa de las religiones y el poblamiento humano en muchas regiones. Además, las vías de comunicación entre los continentes permanecieron cortadas durante mucho tiempo. Etnicamente, el resultado de sus conquistas fue la dispersión de los pueblos turcos -mayoritarios en las tropas mongolas- por el oeste de Asia, y la difusión de sus lenguas hasta los confines del Mediterráneo -el idioma propiamente mongol sólo sobrevivió en Mongolia-. Su despliegue preparó el camino al Imperio Otomano, dirigido por una de las dinastías turcomanas y al progresivo establecimiento de los turcos en su país definitivo: la actual Turquía. El gran artífice del Imperio Mongol fue Gengis Khan, quien consiguió aglutinar a todas las tribus mongolas en 1206. En 1211 invadió el norte de China, cruzó la Gran Muralla y conquistó Pekín. Luego se dirigió hacia el oeste, derrotó a los estados musulmanes de Asia central y llegando hasta el Cáucaso. Gengis murió en 1227, pero sus sucesores (Ogodei, Guyuk, Mongke, Kublai) continuaron su labor, arrasando Rusia, Ucrania, Polonia, y Hungría y dejando tras de sí una estela de saqueos, crímenes y destrucción sin precedentes. Después, las luchas internas minaron la unidad del imperio, cuyo declive comenzó con la subida al poder de Tamerlán en el siglo XV. El arma que permitió a este pueblo de pastores dominar medio mundo fue la caballería, compuesta por miles de hábiles jinetes acostumbrados a montar desde su más tierna infancia. En cuanto a su legado siciocultural, es difícil de valorar, pues no crearon una civilización distintiva. Desde luego, en absoluto comparable a las de Bizancio, India o China.
Arabia:
Con el crecimiento del mundo musulmán, la sede del Imperio fue trasladada de Medina, en el Héyaz, a Damasco, en Siria, durante el siglo VII, y más tarde a Bagdad, en el Irak, durante el siglo VIII. A partir del siglo IX el imperio se fragmentó en varios estados independientes. La unidad volvió a ser restaurada brevemente durante el siglo X merced a las actividades de la fanática secta fundada por Carmath, para retornar finalmente a la desintegración política. La península careció de cohesión política hasta el siglo XVI al caer bajo el dominio turco, que frustró los primeros intentos de las potencias europeas de establecer cabezas de puente en las costas arábigas, en el S particularmente. La influencia turca sobre Arabia nunca fue decisiva, incluso en el N, y en el S fue meramente nominal. La estructura moderna de Arabia comenzó a tomar forma a principios del siglo XIX. El Yemen era un imanato totalmente independiente; Asir, justamente al N de aquél, era también virtualmente independiente; Adén se hallaba en poder de los ingleses y Gran Bretaña había entrado en relaciones con Omán, Qatar, Barheim y Kuwait. La primordial preocupación británica en esa época era refrenar las penetraciones alemana, francesa y rusa en dirección a la India y eliminar el tráfico de esclavos y armas.
Fin del Imperio Bizantino:
Los turcos se habían consolidado en Asia Menor e incluso habían pasado los Balcanes. En 1444 Los húngaros son derrotados por los turcos en la decisiva batalla de Varna. Constantinopla era una isla en el mar turco. Para conseguir ayuda exterior, Constantino XI intentó reconocer la supremacía del papa de Roma en 1452. Su pueblo no quiso secundarle. En 1453 Mohamed II toma Constantinopla, dando fin a la milenaria Era Bizantina en el Bósforo. Con ello se cerró una puerta a Oriente y más adelante a todo el Próximo Oriente y Egipto. En 1461 Mohamed II conquista el Imperio de Trebisonda, último resto de los dominios bizantinos. En el año 1517 cayó también Alejandría en poder de los turcos. Constantinopla y Alejandría eran las dos puertas de entrada de la ruta a Venecia.
Expansión musulmana en Asia:
Desde el s.VII de la era cristiana el dinámico movimiento político-religioso iniciado en los desiertos de Arabia inició la conquista de los territorios de las culturas más antiguas de la historia: Egipto, Siria, Babilonia y Persia. Siguiendo las huellas de Alejandro, se adentraron en la India, se establecieron en las costas del Indico y descubrieron regiones de increíble lejanía, cuya existencia nuestra cultura no había ni siquiera sospechado: el sudeste africano, la isla de Madagascar, el ámbito malayo y las islas occidentales del mar del Sur. El hinduismo es la religión dominante en la India, pero en el siglo XI los musulmanes se expanden hasta la victoria de Muhammad de Gur sobre el rey de Delhi en 1192. El sultanato de Delhi, que gobiernan dinastías turcas desde 1206, fue el centro de poder más importante de la India septentrional desde el siglo XII hasta el XVI. Pero la resistencia hindú a la islamización conduce a la formación de estados (Orissa, Pandya, Vijayanagar) que luchan contra el sultanato, el cual inicia su declive al secesionarse en territorios independientes. Pese a todo, la convivencia entre hindúes y musulmanes se fortaleció en los siglos XIV y XV, dando lugar a una arquitectura y literatura notables. Por su parte, el sudeste asiático supo mantener su propia personalidad a pesar de la influencia hindú y budista. A partir del siglo VIII se construyen magníficos santuarios de ambas religiones en Birmania (Pagan), Camboya (Angkor Borei) y Java (Borobudur y Prambanan). Esta isla, junto con la vecina Sumatra, configuran el imperio marítimo de los Srivijaya, dueño durante varios siglos del comercio internacional y la navegación por los estrechos de Malaca y Sonda, y el istmo de Kra.
    Transmisión de conocimientos científicos orientales:
    El Islam no fue un movimiento destructor de culturas como lo fueron otras fuerzas subversivas y avasalladoras, otros impulsos que provocaron migraciones de pueblos; los árabes, portadores de una civilización remota y refinada, llevaron consigo arte, ciencia y filosofía a los países ocupados, respetaron las tradiciones que encontraron y las reincorporaron a su imagen del mundo. Occidente había perdido, hacía ya mucho tiempo, los grandes conocimientos geográficos y científicos de los antiguos griegos; pero los sabios árabes, como por ejemplo los filósofos Avicenas y Averroes, los geógrafos Masudi y Edrisi, los matemáticos Al-Chorizmi y Abul Wafa, tradujeron las obras de Pitágoras y de Euclides, de Heródoto y Megástenes, de Aristóteles y Tolomeo y desarrollaron la ciencia de los griegos. Gracias a los árabes, penetraron en Europa las aportaciones del pueblo matemático más dotado de la tierra: el álgebra india y el sistema numérico indio llegaron a los países occidentales. De China trajeron los árabes la brújula, de fuentes egiptobabilónicas desenterraron la sabiduría oriental y, en el Irán, aprendieron de los persas y de los bactrianos, herederos de Alejandro. Y a través de los judíos que tuvieron un papel de intermediarios entre las dos potencias mundiales, es decir entre el cristianismo y el Islam, se filtró también, de vez en cuando, un poco de cultura y ciencia árabes en el mundo occidental. (H.Wendt)
Expansión musulmana en Africa:
En el norte de Africa, entre los años 900 y 1500, se produjo el encuentro entre las culturas bereber (pastores) y negra (agricultores). Desde Egipto y el Magreb, el islam se expandió hacia el sur por el Nilo y a través del Sahara, difundiéndose entre los pueblos sudaneses. Los mercaderes musulmanes cruzaban el desierto en caravanas de camellos hacia Walata (Malí), llevando sal y armas a cambio de oro, pieles y esclavos. Este comercio estimuló la creación de importantes Estados como el de Ghana (siglos IX al XI), conducido por los Soninka. Otro gran imperio fue el de Malí, cuyo rey Mansa Musa viajó con su séquito a La Meca en 1324, derrochando allí tanto oro que su precio cayó en picado en Arabia y Egipto. A finales de la Edad Media, el reino dominante en el Africa subsahariana era el Songhai, con centro en Gao y Tombuctú, en el valle del Níger. Floreció al abrigo de bellas ciudades amuralladas de adobe, junto a cuyas mezquitas se alzaban prestigiosas universidades. 

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