Como es bien sabido, desde que Sevilla se convirtiera, a raíz del Descubrimiento de América en la puerta y el puerto de las Indias, se instalaron en ella nutridas colonias de extranjeros: genoveses, venecianos, flamencos, alemanes y portugueses, entre otros. Pero, como ha afirmado Domínguez Ortiz, también hubo la presencia en Sevilla, más puntual por supuesto, de personas pertenecientes a lugares y naciones más lejanas y exóticas1. Y entre este grupo de personas de países tan distantes destacaron los armenios. También en Cádiz conocíamos la existencia de una importante colonia de armenios durante el siglo XVII hasta su expulsión en 16832. Quede constancia que dentro de esta denominación no solo se englobaba a los que procedían de lo que hoy podría ser la actual Armenia sino a todos los cristianos orientales que residían dentro de las fronteras del imperio turco3.
En este artículo queremos comentar el anecdótico caso del obispo armenio Jorge Adro Dato, Obispo de la ciudad de Van. Conocíamos este caso por una escueta referencia que sobre su enterramiento dejó Ortiz de Zúñiga en sus Anales de Sevilla. Así al referirse a la iglesia de San Vicente destacó, además de su gran antigüedad, su extensa feligresía y el lustre de sus moradores el enterramiento allí de este personaje. Concretamente escribió lo siguiente:
En el hueco de un altar posee incorrupto sobrenaturalmente el cuerpo de Don Jorge Adeodato, Obispo Armenio, de la ciudad de Ban, que murió en esta ciudad y en esta collación a 19 de noviembre de 1643, y de que la relación que se imprimió: Hízosele (dice) entierro suntuoso (si bien a los honradores siempre les pareció poca su obra) en la insigne Parroquia del ínclito Mártir San Vicente, honra de nuestra España, y gloria suya, a cuyo devoto templo, le hizo llevar el ínclito doctor de las Españas San Isidoro, donde con profunda humildad recibió los Santos Sacramentos, murió y fue enterrado; han celebrado sus exequias las sagradas religiones en novenario. Y antes había dicho que acudieron las mismas a su entierro sin ser llamadas: así honra Dios a sus siervos, y éste en la muerte dejó indicios de haberlo sido grande4.
Los datos proporcionados por Ortiz de Zúñiga son muy elocuentes. El obispo vivió en la collación de San Vicente, según parece de forma muy cristiana y edificante. A su muerte fue enterrado con todos los honores en la iglesia de la que era parroquiano. Incluso nos indica que su entierro y honras fúnebres fueron impresos, aunque hasta donde nosotros sabemos el folleto no ha llegado hasta nosotros.
Pues, bien, en estas líneas tan solo queremos ampliar estos datos con algunas referencias que hemos obtenido a pie de archivo en el parroquial de San Vicente. El documento localizado en el libro de defunción correspondiente a ese año se cita lo siguiente:
En viernes 20 días del mes de noviembre año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1643 se trajo a enterrar a esta iglesia de San Vicente de Sevilla por los beneficiados y clero de esta dicha iglesia el cuerpo del señor don Jorge Adro Dato obispo de la ciudad de Ban en la provincia de Paris en el reino de Armenia la Menor, que vino robado de su tierra por los turcos y con buenos papeles y de muy buena vida y costumbres y por ellos esta parroquia y buenos parroquianos le enterraron en ella con mucho aplauso y concurso de gente para cuyo efecto se juntó limosna con que se pagó al clero y música. Está puesto su cuerpo con mucha veneración por estar tenido por santo en esta ciudad, en el hueco del altar de la cofradía de las Ánimas del Purgatorio y este entierro se hizo a honra de mayor y lo costearon los beneficiados y clérigos y parroquianos y cofrades de esta iglesia. Dijo la misa de cuerpo presente el reverendo Paulo de Carmona Valderrama, beneficiado y cura de esta iglesia. Paulo de Carmona Valderrama. Andrés Farfán, colector.
El Obispo vivía, después de que fuese liberado de su cautiverio en Constantinopla, en la collación de San Vicente, cuando el jueves 19 de noviembre de 1643 le sobrevino la muerte. El día 20 fue enterrado solemnemente en el altar de la cofradía de Ánimas de la parroquia que se encontraba entonces en el muro de la epístola, junto a la capilla del Bautismo. Sus exequias fueron costeadas por la feligresía, los presbíteros y los cofrades del templo. Y los actos, celebrados de cuerpo presente por el presbítero beneficiado de la parroquia, el reverendo Paulo de Carmona Valderrama, debieron ser muy populosos.
En el libro de fábrica correspondiente a los años de 1543 a 1549, folio 300, se citaba que se habían gastado 1.292 maravedís en el entierro, incluyendo celebraciones, el coste de la caja de madera y en “traerla y llevar las andas”. Encima de su tumba le colocaron una monumental lápida que todavía se conserva al lado de una de las puertas de acceso al templo.
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