sábado, 11 de abril de 2015

historia por países - armenia


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        Como es bien sabido, desde que Sevilla se convirtiera, a raíz del Descubrimiento de América en la puerta y el puerto de las Indias, se instalaron en ella nutridas colonias de extranjeros: genoveses, venecianos, flamencos, alemanes y portugueses, entre otros. Pero, como ha afirmado Domínguez Ortiz, también hubo la presencia en Sevilla, más puntual por supuesto, de personas pertenecientes a lugares y naciones más lejanas y exóticas1. Y entre este grupo de personas de países tan distantes destacaron los armenios. También en Cádiz conocíamos la existencia de una importante colonia de armenios durante el siglo XVII hasta su expulsión en 16832. Quede constancia que dentro de esta denominación no solo se englobaba a los que procedían de lo que hoy podría ser la actual Armenia sino a todos los cristianos orientales que residían dentro de las fronteras del imperio turco3.
         En este artículo queremos comentar el anecdótico caso del obispo armenio Jorge Adro Dato, Obispo de la ciudad de Van. Conocíamos este caso por una escueta referencia que sobre su enterramiento dejó Ortiz de Zúñiga en sus Anales de Sevilla. Así al referirse a la iglesia de San Vicente destacó, además de su gran antigüedad, su extensa feligresía y el lustre de sus moradores el enterramiento allí de este personaje. Concretamente escribió lo siguiente:

         En el hueco de un altar posee incorrupto sobrenaturalmente el cuerpo de Don Jorge Adeodato, Obispo Armenio, de la ciudad de Ban, que murió en esta ciudad y en esta collación a 19 de noviembre de 1643, y de que la relación que se imprimió: Hízosele (dice) entierro suntuoso (si bien a los honradores siempre les pareció poca su obra) en la insigne Parroquia del ínclito Mártir San Vicente, honra de nuestra España, y gloria suya, a cuyo devoto templo, le hizo llevar el ínclito doctor de las Españas San Isidoro, donde con profunda humildad recibió los Santos Sacramentos, murió y fue enterrado; han celebrado sus exequias las sagradas religiones en novenario. Y antes había dicho que acudieron las mismas a su entierro sin ser llamadas: así honra Dios a sus siervos, y éste en la muerte dejó indicios de haberlo sido grande4.


         Los datos proporcionados por Ortiz de Zúñiga son muy elocuentes. El obispo vivió en la collación de San Vicente, según parece de forma muy cristiana y edificante. A su muerte fue enterrado con todos los honores en la iglesia de la que era parroquiano. Incluso nos indica que su entierro y honras fúnebres fueron impresos, aunque hasta donde nosotros sabemos el folleto no ha llegado hasta nosotros.
         Pues, bien, en estas líneas tan solo queremos ampliar estos datos con algunas referencias que hemos obtenido a pie de archivo en el parroquial de San Vicente. El documento localizado en el libro de defunción correspondiente a ese año se cita lo siguiente:

        En viernes 20 días del mes de noviembre año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1643 se trajo a enterrar a esta iglesia de San Vicente de Sevilla por los beneficiados y clero de esta dicha iglesia el cuerpo del señor don Jorge Adro Dato obispo de la ciudad de Ban en la provincia de Paris en el reino de Armenia la Menor, que vino robado de su tierra por los turcos y con buenos papeles y de muy buena vida y costumbres y por ellos esta parroquia y buenos parroquianos le enterraron en ella con mucho aplauso y concurso de gente para cuyo efecto se juntó limosna con que se pagó al clero y música. Está puesto su cuerpo con mucha veneración por estar tenido por santo en esta ciudad, en el hueco del altar de la cofradía de las Ánimas del Purgatorio y este entierro se hizo a honra de mayor y lo costearon los beneficiados y clérigos y parroquianos y cofrades de esta iglesia. Dijo la misa de cuerpo presente el reverendo Paulo de Carmona Valderrama, beneficiado y cura de esta iglesia. Paulo de Carmona Valderrama. Andrés Farfán, colector.

         El Obispo vivía, después de que fuese liberado de su cautiverio en Constantinopla, en la collación de San Vicente, cuando el jueves 19 de noviembre de 1643 le sobrevino la muerte. El día 20 fue enterrado solemnemente en el altar de la cofradía de Ánimas de la parroquia que se encontraba entonces en el muro de la epístola, junto a la capilla del Bautismo. Sus exequias fueron costeadas por la feligresía, los presbíteros y los cofrades del templo. Y los actos, celebrados de cuerpo presente por el presbítero beneficiado de la parroquia, el reverendo Paulo de Carmona Valderrama, debieron ser muy populosos.
         En el libro de fábrica correspondiente a los años de 1543 a 1549, folio 300, se citaba que se habían gastado 1.292 maravedís en el entierro, incluyendo celebraciones, el coste de la caja de madera y en “traerla y llevar las andas”. Encima de su tumba le colocaron una monumental lápida que todavía se conserva al lado de una de las puertas de acceso al templo.



La “Historia de Armenia” de Eujenio Boré (1838)

Entre el Éufrates y el mar Caspio se halla un país tan estenso casi como el reino actual de Francia; linda al norte con la Jeorjia y el monte Cáucaso, y se dilata al sur hasta el Diarbekir. Esta región es la Armenia, nombre que leemos ya en nuestra niñez en los libros sagrados, y que nos recuerda algunos autores clásicos que se dan en las escuelas y colegios. Con efecto, léese en el Génesis que, habiéndose retirado las aguas del diluvio, el arca reposó sobre los montes de Ararat y por otra parte, los nombres de Tigránes y Mitridátes (1), y la narración de sus guerras y la lucha contra el poderío romano, están grabados en la memoria de todos los sujetos medianamente instruidos.
Vista de la puerta de Dariel, que separa la Georgia de la Armenia
Así comienza la Historia de la Armenia, escrita por Eujenio Boré, miembro de la Academia de San Lázaro de Venecia y del Consejo de la Sociedad Asiática de París. Obra traducida al castellano por los Editores de la Guardia Nacional y publicada en Barcelona en 1838. Quizá no haya sido el tratado más actualizado para aproximarse al país, pero su lectura ha sido una pequeña alegría,  desde los deliciosos galicismos hasta el misterio de la ortografía inestable de principios del siglo XIX.
Eujenio Boré no es otro que Eugène Bore (1808-1878), orientalista y misionero francés del que la Encyclopedia Catholica dice que llegó a hablar cuarenta lenguas orientales, entre ellas el armenio de la que fue profesor. Pasó largas estancias en el colegio de los mequitaristas de Venecia, así como en Erzerum y Constantinopla.
Vista del pequeño y del grande Ararat tomada desde el convento de Ecamiazín, residencia del Patriarca
Uno de los retos interesantes al afrontar la obra es el toponímico. La transliteración del armenio a las lenguas occidentales ha pasado por varias etapas, con el añadido de que la mejor solución para la lengua francesa no es a veces la idónea en español.
A veces concurren circunstancias políticas, como la coexistencia de nombres armenios junto con nombres turcos o azeríes, por ejemplo en la región del alto Karabaj, que los armenios llaman Artsaj
Las montañas que separaban al mediodía las provincias armenias de la Asiria no tenían denominación particular pero los Turcos les han dado nombres especiales, entre otros, el de Karah-Dagh, ó montañas negras, que separan la Armenia de la Persia.
Otras veces son detalles menores. Los traductores de Boré utilizan la grafíaErivan para la que hoy es capital y cuyo exónimo correcto en español aún no está claro. Formas como Nakhdjavan o Nakhdjewan para Najicheván,Arakadz para el monte AragatsEczmiazin para la sede patriarcal. No ayuda el hecho de que tradicionalmente la escritura armenia estuviera dividida a la par que los dos troncos dialectales de la lengua: oriental y occidental.
Tour d' Erivan
Respecto a la geografía, también es asunto complejo ya que la Armenia tradicional era un país muchísimo más extenso que la República de Armenia lo es hoy, con su Armenia Mayor y su Armenia Menor, así como Cilicia.
Segun el patriarca Juan VI, historiador de mérito, un antiguo rey de Armenia, llamado Armanego, habiendo sometido á los Capadocios tras reñidos encuentros, dió su nombre, primera Armenia, á esta provincia; el de segunda Armenia, al pais situado desde el Ponto hasta el territorio de Melitene; y la tercera Armenia se estendió desde Melitene hasta las fronteras de la Sofene; el pais comprendido entre la Sofene, Martirópolis y la provincia de Aghdsnik’h fué apellidado cuarta Armenia. Sin embargo estas subdivisiones solo fueron adoptadas por los escritores bizantinos; pues los demás jeógrafos, inclusos los modernos, se han ceñido á las dos grandes divisiones de Grande y Pequeña Armenia.
Así van apareciendo en el texto los nombres de las ciudades perdidas por los armenios durante el siglo XX: Erzerum, Van, Ani, Kars o Edesa. O quizá sería más justo decir las ciudades que perdieron a sus armenios, ya que eran ciudades otomanas de mayoría armenia cuya población sufrió el genocidio. También aparecen otras ciudades que sin estar en Armenia tenían una población notable de armenios, como Constantinopla, Esmirna o la Nueva Yulfa de Isfaján. La Yulfa original, en Najicheván, había dejado de ser armenia a principios del siglo XVII y es un lugar sobre el que me gustaría escribir a propósito de recientes y tristes acontecimientos.
Erivan
También aborda el tratado la situación de los kurdos, gente fiera y belicosa y sólo en apariencia sujeta a la autoridad del sultán de la Sublime Puerta.
El Kurdistan turco encierra ocho sanjacatos ó provincias, cuyos gobernadores toman el título de bajá. Estos sanjacatos son Bayazid, Much, Van, Djulamerk, Amadia, Suleimanieh, Cara-Tcholan y Zahu.  No se crea sin embargo que el Gran Señor haga reconocer su autoridad entre estos pueblos como se acata en las demás partes de su imperio; tan solo en el bajalato de Van es reconocido y respetado por su nombre á ausa de las tropas que lo guarnecen. Fuera de esto, se consideran tan independientes de la Puerta Otomana, que se niegan á adoptar el cauc ó turbante, parte esencial del traje entre los Turcos. Los bajáes y beyes que los gobiernan, se mantienen atrincherados en sus montes, cual si estuviesen en ciudadelas; y seguros de que los recaudadores de tributos no osarán molestarles, se niegan á satisfacerlos.
En el siglo XIX los kurdos ya eran incómodos vecinos de los armenios. Las dos guerras contra Sadam Hussein han sacado a los kurdos de su rincón de la Historia en décadas recientes. En la región de que provengo los nacionalistas vascos intentaron ceder el parlamento regional a un grupo de independentistas kurdos de Turquía, con el consiguiente enfado de los gobiernos español y turco. Como ahora son una minoría en todos los países en que se encuentran y su situación no es precisamente envidiable, no suele hablarse del importante papel de los kurdos en el exterminio de los armenios. Boré ya parecía presagiar un futuro difícil, con ocho décadas de antelación.
Los Kurdos son verdaderamente para los Armenios unos huéspedes molestos y forzosos, y es posible que si algun dia se reuniesen sus tribus en un solo gobierno federativo, llevasen sus incursiones mas al norte.
El sultan cierra los ojos á sus rapiñas, ya sea por culpable indiferencia, ya sea o estar convencido de la impotencia de sus tropas regulares para avasallar á estos enemigos vagabundos que se hallan á un mismo tiempo por todas partes y en ninguna […]
Kurdos
La diáspora armenia no es un fenómeno precisamente novedoso. Quizá debido a la ausencia de un estado propio fuerte en los últimos siglos, al coincidir su patria con la zona de fricción de tres grandes imperios como fueron el ruso, el otomano y el persa, los armenios buscaron en la religión y el comercio el poder que no podían encontrar en lo político y lo militar. Esto supuso una emigración de gran magnitud, que se acrecento a lo largo del siglo XX. Es interesante el paralelismo con el pueblo hebreo que Boré plantea. En especial porque sigue siendo válido para tiempos posteriores a su muerte.
Los Armenios se hallan en el dia diseminados por toda el Asia Menor; hasta se les encuentra en lo mas retirado de la Rusia, en Constantinopla, en Persia, en las ciudades mas mercantiles de la India y en las fronteras de la China; y por donde quiera permanecen firmemente adictos á su fe, á la liturjia y prácticas de su iglesia cual estaba constituida en el siglo cuarto; resígnandose gustosos á orillar ciertos derechos políticos, y á someterse á los mismos insultos y vejaciones que los Judíos; sufren el menosprecio, los antojos é ilegalidades de sus dominadores; á todo se allanan como conserven el  libre ejercicio de su relijion.
Emigración de cuarenta mil Armenios a Rusia
Me he limitado a ilustrar estas líneas con escenas pertenecientes a lugares que son hoy Armenia. Los grabados, incluida la ilustración del alfabeto, son uno de los mejores rasgos de este libro y lo hacen ameno en comparación con las listas de reyes y patriarcas o la descripción de las bizantinas disputas teológicas que separaron a los armenios de otras ramas de la Cristiandad. Algunas hagiografías han despertado mi interés, así como la narración de la indefensión en la que se encontraban los súbditos cristianos del sultán otomano. Las partes que narran la liturgia y los usos religiosos pueden resultar más áridas al lector lego, laico y ducho, pero otras que tratan de los usos y costumbres en la alimentación y el vestido sí que creo que pueden resultar del agrado de quién sienta curiosidad etnográfica.
Convento de los Armenios de S.Lázaro en Venecia
Cierro con otra de las imágenes del libro: una imagen mal escaneada del convento armenio de san Lázaro en Venecia. Hace dos años, paseando por la ciudad italiana nos encontramos con un curioso letrero. Yo dije que creía que estaba escrito en armenio y unos pasos más adelante, algún otro cartel -esta vez en alfabeto latino- lo confirmó. Está previsto que me reuna en Armenia con uno de mis acompañantes de aquel día, lo cual no deja de ser una agradable improbabilidad.

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