sábado, 11 de abril de 2015

historia por países - austria


 Austria fue ocupada antes de la romanización por diversas tribusceltasAustria estuvo habitada inicialmente por ilirios, a los que más tarde se sumarían celtas procedentes del norte. El reino celta de Noricum fue reivindicado por el Imperio romano como provincia, pasando a ser una de ellas a partir del año 15 a. C..
En la decadencia del Imperio Romano (siglo IVhunosgodoslombardos y vándalos cruzaron la frontera en varias ocasiones. Después de su caída la mayor parte de Austria (todas las regiones al sur del Danubio), fue invadida por los bávaroseslavos y ávaros.- ...................................:http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=7416be70a2099b6d5fee298c39a66504a669bea3&writer=rdf2latex&return_to=Historia+de+Austria

CIVILIZACIONES E IMPERIOS

Hace 30 000, durante la era glacial, las regiones alpinas de Austria eran inhóspitas, pues se trataba de zonas casi impenetrables para el ser humano y la fauna. Por lo tanto, no es de extrañar que mientras los mamuts andaban por el paisaje helado, las primeras civilizaciones se desarrollaran en el valle del Danubio y en las llanuras más accesibles de Baja Austria. Dos vestigios de esa era son las venus de piedra que se exhiben en el Naturhistorisches Museum de Viena.
A finales de la Edad del Hierro, alrededor del año 450 a.C., los celtas también se asentaron en el valle del Danubio, cerca de los yacimientos de sal de Salzburgo, y se encontraron con los ilirios procedentes de la región balcánica. Noricum, el reino de los celtas e ilirios, fue tomando forma progresivamente y llegó a extenderse desde el este del Tirol hasta el Danubio y los extremos orientales de los Alpes en Carintia.

Romanos
Los romanos, que cruzaron los Alpes en el año 15 a.C. y se asentaron al sur del Danubio, dividieron estas regiones en zonas administrativas y construyeron limes (fortalezas) y ciudades como Carnuntum, Vindobona (precursora de Viena), Brigantium (Bregenz), Juvavum (Salzburgo), Flavia Solva (Leibnitz, en Estiria), Aguntum y Virunum (al norte de Klagenfurt). Sin embargo, el Imperio romano de Occidente se derrumbó en el s. V y su vacío fue ocupado por nuevas tribus: los alamanes se establecieron en Vorarlberg, los eslavos ocuparon Carintia y Estiria, y los bávaros se asentaron al sur del Danubio en Alta y Baja Austria, el Tirol y la zona de Salzburgo. En el s. VII estos últimos ya controlaban la mayor parte de las regiones austriacas y las convirtieron en un territorio germanoparlante.

Imperio carolingio
Aún no existían imperios consolidados en Europa, sino tan solo tribus, pero todo cambió con la expansión del Imperio carolingio en el s. VI, que fue el más importante del continente en su época. Este imperio surgió al oeste de Francia y Bélgica, y llegó a ser realmente poderoso siguiendo el modelo romano bajo las órdenes de Carlomagno (747-814). El líder creó una región neutral fundamental para el futuro de Austria en el valle del Danubio, posteriormente denominada Ostmark (marca oriental), que delimitaba el extremo este de su imperio, y en el año 800 fue coronado emperador por el papa.

Dinastía de los Babenberg
El destino dio otro giro decisivo en el año 976, cuando la región de Ostmark cayó en manos de Leopoldo de Babenberg (940-994), descendiente de una familia noble de Baviera. La familia Babenberg fue un clan astuto que en el s. XI expandió su pequeño territorio hasta poseer la mayor parte de lo que hoy es Baja Austria, Viena incluida, así como Estiria (1192) y parte de Alta Austria un siglo después. En 1156, durante el reinado del Enrique II Jasmirogott de Babenberg, Ostmark, que todavía era una barrera política, se convirtió en ducado y tomó Viena como su capital.

IMPERIO DE LOS HABSBURGO

La dinastía de los Babenberg se quedó sin heredero en 1246, cuando el duque Federico II murió en una batalla contra los húngaros por una disputa de fronteras. Este hecho tuvo una gran repercusión en el futuro de Austria, pues supuso la entrada en escena de otra familia noble, los Habsburgo, que acabarían gobernando en Europa. Se abrió una crisis sucesoria y el entonces rey de Bohemia, Ottokar II, se casó con la hermana viuda de Federico, esperando obtener la dignidad imperial. A pesar de que continúo ampliando sus territorios, en las elecciones al trono de 1273 Ottokar II fue derrotado y se negó a reconocer como rey a Rodolfo I de Habsburgo (1218-1291), otro noble que estaba adquiriendo fama en el centro de Europa.
Esa situación provocó una de las batallas más famosas de la historia de Austria, que tuvo lugar en 1278 en el Marchfeld, 30 km al noreste de Viena. Allí se produjo una lucha entre la Casa de Habsburgo y su archienemigo bohemio, que también controlaba Estiria y Carintia. Ottokar fue apresado de camino a la batalla cuando intentaba penetrar en la fortaleza de Drosendorf; posteriormente fue ejecutado, lo que permitió a los Habsburgo reinar en el Sacro Imperio Romano.
Las cosas no cambiaron demasiado durante los siguientes quinientos años. En resumen, entre la era de los mamuts y la llegada de Napoleón a comienzos del s. XIX, habían tenido el control de Austria los primeros pobladores humanos que tallaron las venus de piedra, dos civilizaciones tan importantes como los celtas y los ilirios, un Imperio romano y dos casas reales, los Babenberg y los Habsburgo.
La Revolución francesa de 1789 fue una explosión política que marcó el preludio de una nueva era de republicanismo en Europa y puso en jaque la estabilidad de los bastiones feudales que aún quedaban, como el Sacro Imperio Romano. Así pues, a pesar de que Napoleón fue derrotado estrepitosamente en Leipzig en 1813 y finalmente en Waterloo en 1815, su avance por Europa terminó por derrumbar el Imperio. No obstante, los Habsburgo sobrevivieron y en los años previos a las revoluciones de 1848 dominaron la Confederación Germánica, que se componía de decenas de pequeños estados, durante un período de prosperidad cultural y políticas reaccionarias conocido como “Biedermeier”.
Los mandatarios políticos tenían casi sometidos a los ciudadanos de a pie, por lo que estos últimos comenzaron a buscar nuevas libertades. En 1848, inspirados por la Revolución francesa de febrero de 1848, los austriacos exigieron su propio parlamento. El primero se reunió en julio de ese mismo año sin la presencia de Hungría, que era dominada por los Habsburgo, ni de las partes de Italia que habían sido gobernadas por la misma casa. Sin embargo, la revolución y el parlamento democrático no perduraron en Austria.
En 1867 nació el Imperio austrohúngaro y los Habsburgo concedieron una mayor autonomía a Hungría en un intento de conservar su apoyo. Este imperio creció hasta dominar los centros de poder de Austria, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina, así como la región de Voivodina, en Serbia, y otros territorios menores dispersos por el norte de Italia, Rumanía, Polonia y Ucrania.
El Imperio era llamado también “KuK” (König und Kaiser, rey y emperador), pues el káiser o emperador de Austria ostentaba también el título de rey de Hungría. En la práctica los dos países se fueron distanciando poco a poco y solo les unía la monarquía dual y un par de ministerios importantes, que eran el de guerra y el de asuntos exteriores. La monarquía austrohúngara fue el último resquicio de poder del imperio de los Habsburgo hasta que se derrumbó definitivamente en 1918.

Matrimonio, no guerra
La clave histórica de la expansión de los Habsburgo no fue el uso de la fuerza, sino las uniones matrimoniales. El rey húngaro Matías Corvino (1443-1490), adaptando unas líneas de Ovidio, escribió: “que otros hagan las guerras, pero tú, dichosa Austria, ¡únete en matrimonio! Que los reinos que Marte da a otros, a ti te los da Venus”.
La era de los matrimonios de conveniencia comenzó en serio con Maximiliano I (1459-1519), apodado “el último caballero” por su tardía afición por los torneos medievales. Sus otras pasiones eran el arte renacentista, su propia tumba, la cual encargó en vida, y Alberto Durero (1471-1528), a quién pidió que trabajase en dicha tumba antes de ocuparla. Actualmente se halla en la Hofkirche de Innsbruck.
Pero fue la unión de Maximiliano por María de Borgoña (1457-1482) la que más repercusión tuvo en la fortuna de los Habsburgo, pues María era la única heredera de territorios como Borgoña y Luxemburgo. En 1482 un aborto provocado por una caída de un caballo le causó la muerte, de manera que Borgoña, Lorena y los Países Bajos pasaron a manos de los Habsburgo. En su día, estas regiones eran las más influyentes en los campos de la cultura, la economía y el arte. A partir de entonces y durante siglos, las relaciones entre la Casa de Habsburgo y Francia fueron bastante complicadas.
El “matrimonio español” de 1496 fue otro astuto enlace real y movimiento estratégico. Cuando el hijo de Maximiliano, Philipp der Schöne (Felipe el Hermoso) se casó con Juana la Loca (1479-1555), España y sus colonias americanas, riquísimas en recursos, pasaron al poder de los Habsburgo, también llamados “Austrias” en España. El hijo de ambos, Fernando I (1503-1564) contrajo matrimonio con Ana de Hungría y de Bohemia (1503-1547) cumpliendo el trato que su abuelo Maximiliano I había alcanzado con el rey Vladislao II (1456-1516), de modo que la familia también incluyó Bohemia en el Imperio. Según el mismo trato, María de Habsburgo (1505-1558) hubo de casarse con un miembro de la dinastía polaco-lituana de los Jagiellones, que proveía de reyes a Polonia, Bohemia y Hungría en la época. En 1526, cuando su esposo Luis II (1506-1526) murió ahogado en un afluente del Danubio durante la batalla de Mohács contra los turcos, Silesia (Polonia), Bohemia (República Checa) y Hungría fueron anexionados al imperio de los Habsburgo.
Por otra parte, con Carlos V y I de España (1500-1558) llegó la era de los reyes universales, y los Habsburgo habían tomado posesión del Reino de Nápoles, herencia por parte materna. Por desgracia para la familia, ahí terminó su crecimiento.
El Imperio empezó a decaer con la firma de la Paz de Augsburgo (1555), proclamada para poner fin a las disputas religiosas tras la Reforma protestante. Este tratado estipulaba que cada gobernante era libre de escoger la religión oficial de su región, y por ello ambas religiones están hoy bastante extendidas por los territorios que conformaban el Sacro Imperio Romano. Pero, además, el acuerdo no sentó bien en la Casa de Habsburgo, pues Carlos V había dedicado toda su vida a crear su llamada “monarquía católica universal”. Poco después, en 1556, el monarca abdicó y se retiró a un monasterio de España donde falleció.
Los territorios del Imperio fueron divididos entre la familia. Fernando I, hermano de Carlos V, heredó Austria y, evidentemente, Hungría y Bohemia, mientras que el único hijo legítimo del rey, Felipe II (1527-1598) se quedó con España, Nápoles y Sicilia, los Países Bajos y las colonias de ultramar.

María Teresa
Si Maximiliano I fue el “último caballero”, María Teresa (1717-1780) fue la madre de la nación. Al morir su padre sin dejar herederos varones ella asumió el poder durante cuarenta años, período en el que tuvo 16 hijos. Una de ellas era María Antonieta, esposa de Luis XVI, y su cuarto retoño, José II, pesó nada menos que 7 kg al nacer.
A pesar de que María Teresa llevó a cabo muchas reformas ilustradas y pertenecía a una familia que había usado los matrimonios y su descendencia para adquirir poder por toda Europa, tenía ideas bastante puritanas. Una de sus medidas menos populares fue la creación del breve Comité contra la Conducta Inmoral en 1752, que irrumpía en las casas particulares con la intención de cazar a hombres divirtiéndose con mujeres fáciles. El comité incluso trató de tenderle una trampa a Casanova durante su visita a Viena.
Francisco I, marido de María Teresa, influyó sin duda en el odio que su esposa había desarrollado por la fornicación, pues al parecer él era muy mujeriego. Incluso a pesar de sus líos amorosos, María Teresa siguió siendo fiel al emperador y guardó luto de por vida tras su fallecimiento súbito en 1765. Se retiró al Schloss Schönbrunn de Viena, dejó el mando del Estado en manos de José II y adoptó una vida sencilla y una existencia casta.
Aunque el último soberano Habsburgo abdicó en 1918, la familia sigue ocupando un lugar importante en la vida pública.

REPÚBLICAS MODERNAS

La confusión causada por la derrota en la Primera Guerra Mundial llevó al fin de la monarquía y sentó las bases de la Austria moderna. Los austriacos exigían una república seria, y tras 640 años de soberanía de la Casa de Habsburgo la consiguieron.
La Primera República fue el primer gobierno con instituciones plenamente democráticas del país, pero el estigma de la derrota en la Primera Guerra Mundial la debilitó. El territorio de Austria quedó reducido casi a sus dimensiones actuales y el país perdió el acceso a los recursos extranjeros, lo que provocó una crisis económica. Otro obstáculo fue el de la polarización, que en Austria estaba definida por zonas. Por una lado, la Rote Wien (Viena roja) estaba gobernada por los socialistas; y por el otro, las regiones rurales preferían un gobierno federal conservador socialcristiano. El caos se desató en marzo de 1933, cuando el canciller socialcristiano Engelbert Dollfuss (1892-1934) disolvió el Parlamento y, como si de un golpe de estado se tratase, impidió que se reuniera.
Dollfuss comulgaba con el dictador italiano Benito Mussolini (1883-1945) y con la Iglesia católica. Ilegalizó el Partido Comunista y el Partido Nazi Austriaco, que promovía la anexión de Austria a Alemania, pero su batalla contra los socialdemócratas desencadenó la Guerra Civil austriaca de 1934.
Sin embargo, en 1936 Hitler y Mussolini habían creado un eje Roma-Berlín, de modo que Austria se encontraba entre la espada y la pared. En marzo de 1938 las tropas nazis alemanas entraron en el país y Hitler, que era austriaco, lo anexionó a Alemania hasta 1945.
Las tropas soviéticas, no las aliadas, liberaron Viena en marzo de 1945, lo que dio pie al inicio de un período oscuro durante el que la Unión Soviética, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia ocuparon el territorio austriaco y dividieron su capital en zonas. Ese fue el comienzo de la Segunda República, que es la actual República de Austria.

NEUTRAL E INOCENTE

El 1948 el escritor británico Graham Greene voló a Viena y deambuló entre los escombros causados por las bombas en busca de inspiración para el argumento de película que le habían encargado sobre la ocupación de Viena tras la Segunda Guerra Mundial. Gracias a esa oportunidad, Greene escribió el guión para uno de los mejores filmes europeos sobre esa época, El tercer hombre, con Orson Welles en el papel de Harry Lime. En un momento de improvisación al final de la película, Orson Welles elogia el hecho de que, bajo el sangriento mandato de los Borgia, Italia produjera algunas de sus mejores obras de arte. “En Suiza hubo amor y fraternidad, quinientos años de democracia y paz, y ¿qué tenemos? El reloj de cuco.”
En la Austria de la posguerra se buscó ese tipo de estabilidad. Un día de abril de 1945 se proclamó la Segunda República a instancias de la Unión Soviética. Volvieron a entrar en vigor la constitución de 1920 (con su forma de 1929) y las leyes anteriores a los nazis, y se celebraron elecciones en noviembre de 1945.
La Unión Soviética insistió en que Austria se declarase neutral como condición para poner fin a la ocupación en 1955, pero en el último momento el reconocimiento de la culpa de Austria en la Segunda Guerra Mundial se eliminó del tratado de estado que cimentó el camino hacia la independencia neutral del país. Sin embargo, esa neutralidad es diferente al modelo suizo, pues Austria pasó a formar parte de la ONU y ha intervenido en misiones de paz internacionales. La Segunda República se transformó en un período tranquilo en el que se produjo un crecimiento sólido de la economía, el país actuó como moderador durante la Guerra Fría, y el pasado fue enterrado.
Sin embargo, la tranquilidad se acabó en 1986 a causa de la cuestión de la culpa otra vez. Austria se enfrentó seriamente a su pasado nazi por primera vez cuando se corrió el rumor de que el candidato a la presidencia Kurt Waldheim había cometido crímenes de guerra. No se pudo demostrar con pruebas que Waldheim hubiese participado en este tipo de acciones mientras servía como teniente del ejército alemán en los Balcanes, ni tampoco el entonces ya presidente electo de Austria dispuesto a explicarse ni a disipar las dudas sobre su período en el ejército.

ENEMIGO A LAS PUERTAS

Los celtas, los romanos y varias tribus han cruzado las fronteras para intentar hacerse con el poder del territorio austriaco. De hecho, la propia Austria era en su origen una marca fronteriza para mantener a raya a las tribus. Sin embargo, los asedios turcos fueron los únicos que realmente causaron estragos en la región.
El Imperio otomano veía Viena como la “ciudad de la manzana de oro”, pero no era el Apfelstrüdel (pastel de manzana) lo que perseguían con sus grandes asedios. El primero se produjo en 1529 bajo las órdenes de Solimán el Magnífico, pero los 18 días de esfuerzos no pudieron quebrar la determinación de la ciudad. Poco después el sultán turco murió en el asedio de Szigetvár, aunque su muerte se mantuvo en secreto durante varios días para conservar la moral del ejército. El truco funcionó un tiempo. Incluso los mensajeros eran llevados ante la presencia de su cuerpo embalsamado, que estaba sentado en el trono, y le daban las noticias sin darse cuenta de que hablaban con un cadáver.
El asedio turco de 1683 estuvo encabezado por el gran visir Kara Mustafá. Además de las 25 000 tiendas del ejército otomano que rodeaban Viena, el general instaló a sus 1500 concubinas custodiadas por 700 eunucos negros. En su lujoso cuartel general había incluso fuentes y baños reales.
De nuevo el asedio fue inútil, a pesar de que solamente 10 000 hombres defendían Viena. El exceso de confianza de Mustafá fue su perdición, pues al no haber establecido guarniciones en el Kahlenberg, él y sus tropas fueron sorprendidos por un ataque inesperado. El visir fue perseguido y derrotado en Gran, tras lo que se retiró a Belgrado, donde le encontró el emisario del sultán Mehmet IV. La derrota le costó la vida y Mustafá aceptó su destino sin oponer resistencia alguna. Cuando el ejército imperial austriaco conquistó Belgrado en 1718, la cabeza del gran visir fue desenterrada y llevada a Viena como triunfo.

¡A LAS BARRICADAS!

Mientras los imperios crecían y menguaban, Austria estaba en la ruina por las revueltas y las resistencias. Aparte de las disputas frecuentes entre monarcas lisonjeros, el primer levantamiento a gran escala tuvo lugar a mediados y finales del s. XV, cuando los campesinos austriacos, y los de Centroeuropa en general, se sublevaron contra la nobleza. Sin embargo, las rebeliones fueron espontáneas y se dirigieron contra los déspotas de ámbito local más que contra el propio imperio. El origen del descontento se debió a la necesidad de fondos para financiar la protección contra los turcos, así como a las exigencias de un monarca opresor durante la Contrarreforma.
En abril de 1809, durante la ocupación napoleónica, el posadero Andreas Hofer (1767-1810) lideró el levantamiento por la independencia del Tirol, que había caído en manos de Baviera. Por ello, Hofer fue juzgado y ejecutado a instancias de Napoleón. Su tumba se halla en la Hofkirche de Innsbruck.
La siguiente revolución popular se produjo en 1848. Los austriacos estaban sometidos durante el régimen de Klemens von Metternich, un diplomático que subió al poder con el revuelo causado por la caída de Napoleón. Metternich defendía el poder de la monarquía absoluta y su política atacó duramente a los liberales y a los nacionalistas austriacos en las décadas previas a la revolución. Esta época del Vormärz, también llamada “Biedermeier”, fue próspera en el plano cultural, pero en lo social el ambiente estaba cargado de resignación política y los austriacos se volvieron cerrados de mente. La situación cambió pronto, en gran parte porque las espantosas condiciones industriales exigían una transformación del país. El nacionalismo, que era la mejor oportunidad de liberalizar a la sociedad de la época, también amenazaba con hacer trizas el imperio de los Habsburgo.
Las chispas de la Revolución francesa de febrero de 1848 llegaron a Viena en marzo, pero a causa de la división entre la ciudad y el estado no prendieron la mecha de Austria en ningún sitio excepto en Estiria. Irónicamente, las revueltas alemanas hicieron que muchos austriacos revolucionarios estuviesen a favor de conformar una Alemania unificada más grande y liberal. La situación dio pie a la delicada cuestión Grossdeutschland-Kleindeutschland (Gran Alemania-Pequeña Alemania), y refleja la difícil relación entre austriacos y alemanes.
Los rebeldes exigían un parlamento, que fue creado en mayo de 1848, aunque por poco tiempo. El emperador Fernando I y su familia huyeron a Innsbruck, lo cual debería haber supuesto el final de los Habsburgo, pero no fue así. El Parlamento aprobó un proyecto de ley que mejoraba la situación de los campesinos, y Fernando lo secundó astutamente, por lo que de la noche a la mañana obtuvo el apoyo de las regiones rurales. Mientras tanto, la popularidad de los Habsburgo se incrementó cuando el general Radetzky (1766-1858) recuperó Lombardía, en Italia, tras una exitosa campaña militar.
En octubre de 1848 Viena se agitó con otra revolución. Aunque al final se sofocó, los Habsburgo decidieron prescindir de Fernando I y poner en su lugar a su sobrino Francisco José I, quien impuso su propia constitución monárquica y disolvió el Parlamento a comienzos de 1849. La asamblea no se volvió a reunir hasta 1867.
En septiembre de 1849 se decidió evaluar los daños, contar las víctimas y, sobre todo, ver qué se había conseguido. Austria no era un país democrático, pues el káiser podía vetar las leyes del Reichstag. Pero la revolución había acabado con los últimos vestigios del feudalismo y convirtió a los miembros de la realeza en hombres de Estado.

La época nazi
En 1927 la situación era muy distinta. Austria había sido derrotada en la Primera Guerra Mundial y los grupos paramilitares armados recorrían las calles del país provocando conflictos sangrientos. En julio de 1927 estalló una revuelta cuando grupos de izquierdas irrumpieron en el Justizpalast (palacio de justicia) de Viena. El origen del malestar fue la absolución de los miembros de un grupo paramilitar de derechas acusados de asesinar a dos personas durante las manifestaciones. La policía retomó el control del edificio, pero unas noventa personas murieron y otras mil resultaron heridas en la revuelta.
A finales de los años veinte y los años treinta del siglo pasado los ataques se recrudecieron, y con la anexión de Austria por parte de Hitler en 1938, la oposición se convirtió en resistencia. Como siempre, cuando las tropas del dictador ocupaban un territorio, la resistencia desde dentro era muy difícil. El Partido Comunista y el Socialdemócrata fueron prohibidos a principios de los años treinta y tuvieron que luchar en la clandestinidad. Los miembros del Partido Socialdemócrata de los Trabajadores combatieron durante cuatro días contra la policía de Linz y Viena antes de la ilegalización del partido y la detención de sus líderes.
El papel de Austria durante la Segunda Guerra Mundial es uno de los aspectos más controvertidos de su historia moderna. La rama fascista austriaca había apoyado la independencia, pero Hitler era popular en el país, que surtió a las SS y al ejército alemán de un número desproporcionado de oficiales. En resumen, lo que Hitler y los nazis no podían conseguir con la presión lo obtenían los austriacos mediante su apoyo directo e indirecto al nazismo y la guerra del dictador.
Curiosamente los líderes de la resistencia tirolesa solían plantar cara al nazismo recordando la revolución del posadero Andreas Hofer en 1809. Un Österreichisches Freiheitsbataillon (batallón austriaco por la libertad) luchó junto al Ejército de Liberación Popular de Yugoslavia, y los grupos partisanos de Estiria y Carintia mantuvieron lazos con otros guerrilleros yugoslavos. Sorprendentemente, al contrario que en otros países, Austria no tenía gobernantes exiliados.
La resistencia se hizo más fuerte una vez que la guerra parecía perdida para Hitler. El 20 de julio de 1944 la cúpula militar perpetró un atentado fallido contra el dictador. En la conjura estuvieron implicados, entre otros, el austriaco Robert Bernardis (1908-1944) que posteriormente fue ejecutado por los nazis, y Carl Szokoll (1915-2004), que no fue descubierto. Sin embargo, el grupo de resistencia más famoso fue el 05, al que perteneció Adolf Schärf (1890-1965), presidente del país entre 1957 y 1965.
Con la inminente llegada del Ejército Rojo a Viena en 1945, el grupo 05 colaboró con Szokoll y otros militares en la Operación Radetzky para liberar la capital durante los últimos días de la guerra. Aunque pudieron establecer contacto con el Ejército Rojo mientras este se aproximada a la ciudad, fueron traicionados en el último momento y varios miembros del grupo fueron colgados en las farolas de las calles. Al final fue el Ejército Rojo, no los austriacos, quien liberó la capital.

HISTORIA DEL JUDAÍSMO EN AUSTRIA

Cuando los nazis entraron en Viena en marzo de 1938, los ciudadanos los recibieron con flores y vítores. Unos días después Hitler dio un discurso en la Heldenplatz vienesa ante los aplausos de decenas de miles de austriacos para declarar la integración de su “patria” en el Tercer Reich. Ese momento debió ser muy triste para los judíos que aún no habían podido huir del país. Sigmund Freud (1856-1939), padre del psicoanálisis moderno, se mostró reacio a abandonar el país durante algún tiempo, pero en junio de ese mismo año se vio obligado a escaparse a Inglaterra. Asimismo, el compositor clásico más innovador del s. XX, Arnold Schönberg (1874-1951), que ya había sido despedido de su trabajo como profesor de música en Berlín en 1933, se refugió en Estados Unidos. Ambos son solo dos ejemplos de los muchos judíos austriacos destacados obligados a exiliarse.
Pero otros no tuvieron tanta suerte. Durante el Holocausto o Shoah, un acto brutal y sistemático mediante el que Hitler trató de erradicar el judaísmo en Europa, unos 65 000 judíos austriacos perecieron en los campos de concentración repartidos por Europa, lo que acabó con una historia cuyos orígenes se remontaban a la Edad Media. La comunidad judía del país aún no se ha recuperado.
La primera mención conocida sobre judíos en Viena data de 1194, cuando un monedero llamado Schlomo fue designado por la corona. Precisamente Schlomo y otros 16 judíos vieneses fueron asesinados por unos cruzados que se dirigían a Tierra Santa. Poco a poco se fue estableciendo un gueto alrededor de la actual Judenplatz de la capital, donde había una sinagoga en el s. XIII.
Históricamente los judíos solo podían ejercer algunos oficios. Pocas veces se les permitía entrar en los gremios de comerciantes o realizar trabajos de agricultura, por lo que se ganaban la vida comerciando y vendiendo productos o prestando dinero, lo cual explica muchos de los tópicos del pasado y el presente. En la Edad Media se divulgaron dos bulos contra los judíos que les pusieron las cosas difíciles. Según el primero, ultrajaban a Cristo clavando alfileres en hostias de comunión y haciéndolas llorar o sangrar; y según el segundo, los judíos bebían sangre de cristianos durante sus rituales. En 1420 esas difamaciones dieron pie a uno de los peores pogromos de Viena y muchos judíos optaron por suicidarse. La sinagoga de Judenplatz fue destruida y sus piedras se usaron en la construcción de la antigua universidad.

Luz al final del túnel
Los judíos tuvieron prohibido instalarse en Viena por ley hasta 1624, aunque dicha ley era a veces permisiva. No obstante, fue una época dura para la comunidad, y en 1670, cuando Leopoldo I (1640-1705) los expulsó de Unterer Werd, el barrio fue rebautizado con su nombre actual, Leopoldstadt. Sin embargo, volvieron al distrito, que se convirtió en el barrio judío más extenso de Viena hasta la Segunda Guerra Mundial.
Con el asedio turco de 1683 la economía se debilitó y los judíos se instalaron en la ciudad como prestamistas. A partir de 1718 la amenaza disminuyó, y un buen número de judíos sefardíes llegó desde España y creó su propia comunidad religiosa. Con un decreto promulgado por el emperador José II (1741-1790) las condiciones de los judíos mejoraron, y cuando Francisco I se convirtió en emperador les permitió crear escuelas, de modo que algunos judíos de Viena se empezaron a mover en círculos burgueses y literarios.
Sin embargo, la época con más cambios fue la de las revoluciones de 1848. Los judíos de Viena estuvieron a la cabeza de los levantamientos, y eso les trajo libertades de culto, prensa y escolarización. Además, este período dio pie a la fundación de la Israelitische Kultusgemeinde (comunidad religiosa israelita) más de un siglo después de que los sefardíes hubiesen fundado su barrio. Actualmente esta es la organización religiosa judía más importante de Austria.
A pesar de que ya no había restricciones, los judíos se encontraron caminando en la cuerda floja. Le debían mucho a la monarquía de los Habsburgo y muchos se sentían identificados con ella. También muchos apreciaban las libertades de la revolución, y todos vivían en un paisaje cultural austro-alemán en el que podían disfrutar plenamente de su arraigada identidad como pueblo.
En 1878 el judaísmo de Austria vivió una nueva revolución con la llegada desde Budapest de Theodor Herzl (1860-1904), fundador del sionismo político, un concepto que aunaba las ideas del movimiento obrero con el apoyo a la creación de un estado judío. Su libro El estado judío (1896) fue crucial para la creación de Israel.
Desde Adolf Fischhof (1816-1893), cuyo discurso político sobre la libertad de prensa en 1848 fue fundamental para desencadenar la revolución, hasta Herzl y Viktor Adler (1852-1918), fundador de la socialdemocracia austriaca, los judíos lideraron varias reformas en Austria y tuvieron un papel clave durante el período de la Rote Wien en los años veinte y a comienzos de los treinta del siglo pasado.
Por supuesto, todo ello influyó en la ideología de Hitler y cuando sus tropas entraron en Viena en 1938, los judíos fueron perseguidos y atacados. Lo más triste es que la comunidad judía había contribuido sobremanera a la vida política y cultural de Viena, y ahora muchos vieneses no judíos les daban la espalda.
Los acontecimientos que ocurrieron después y culminaron con el Holocausto están grabados en la memoria colectiva judía: las Leyes de Núremberg, el expolio de las sus propiedades, die Kristallnacht (“la noche de los cristales rotos”) del 9 al 10 de noviembre de 1939, cuando las sinagogas y los comercios fueron quemados y los judíos perseguidos en las calles…
Por todo ello, la comunidad judía actual solamente es una parte de lo que fue. Unos 7000 judíos vinculados a alguna comunidad viven hoy en Austria, y hay entre 3000 y 5000 que no pertenecen a ninguna. Ese número se incrementó con la llegada de judíos de la Unión Soviética en los años noventa. Merece la pena visitar el Museo Judío y el Museum Judenplatz de Viena para hacer un fascinante repaso del judaísmo desde el s. XIII hasta la actualidad.

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