viernes, 3 de abril de 2015

historia por países - afganistán


historia de afganistán :
Descripción de un país llamado Afganistán.
Un país montañoso y sin salida al mar, Afganistán ha sufrido de tanta inestabilidad y conflictos durante su historia moderna, que su economía e infraestructura están en minas y muchos afganos viven como refugiados. El país también es afligido por calamidades naturales como terremotos y sequías. Por su estratégica posición -entre el Medio Oriente, Asia Central y la India, a lo largo de la llamada Ruta de la Seda- Afganistán ha sido históricamente una zona codiciada, pese a su difícil geografía.
El país estuvo en el centro de lo que en el siglo XIX se conoció como el “Gran Juego’, cuando la Rusia imperial, el imperio británico y la India se lo disputaban.
Entre 1901-1919 estuvo en el poder el emir Habibollah. En 1907, Habibollah visitó la colonia británica de India en calidad de invitado del virrey, Gilbert Elliot. Impresionado con el poder de los británicos, Habibollah resistió las presiones de su hijo Amanollah, del propio Tarzi (padre de la esposa de Amanollah) y otros nacionalistas para entrar en la Primera Guerra Mundial en favor de los Poderes Centrales y contra Reino Unido. De hecho, la potencia europea prometió la independencia total de Afganistán, a cambio de mantenerse neutral en el conflicto. El no cumplimiento de esta promesa y las divisiones entre pro-británicos y anti­británicos al interior de la sociedad afgana, provocó que Habibollah fuera asesinado el 20 de febrero de 1919, por personas asociadas con el movimiento anti-británico.
Asumió entonces el poder Amanollah(1919-1929) y en mayo del mismo año proclamó unilateralmente la independencia de su país, atacó la frontera india (dando inicio a la tercera guerra anglo-afgana) y -aunque su ofensiva fue rechazada- logró que Reino Unido reconociera la independencia de Afganistán. El reconocimiento formal de Afganistán como nación independiente por parte de Reino Unido, se concretó en el nuevo Tratado de Rawalpindi, firmado el 8 de agosto de 1919 y enmendado en noviembre de 1921. Apenas firmado el mencionado tratado, Amanollah envió una delegación al exterior con el objetivo de establecer relaciones diplomáticas con diferentes países de Asia, Europa y América. La primera etapa de la delegación fue Moscú, donde fue recibido en octubre de 1919 con los brazos abiertos por parte de los líderes del nuevo régimen soviético. Esto se tradujo en un tratado de amistad con la URSS y en el reconocimiento mutuo de ambas naciones. De esta manera, Afganistán fue el primer país en el mundo en reconocer al gobierno soviético. Con ello, Afganistán no solamente consiguió el reconocimiento de su independencia por parte de URSS, sino también el ofrecimiento de ayuda “moral y material en su heroica lucha contra el imperialismo británico “. Esto se traducirá en la evolución de una “relación especial” entre los dos gobiernos en los próximos 50 años.
Entre 1919 y 1929, la relación con URSS fue amistosa y fructífera, especialmente para Afganistán. De hecho, numerosos técnicos e instructores soviéticos llegaron al país para colocar el teléfono y el telégrafo; preparar a los jóvenes técnicos afganos y entrenar a los primeros pilotos de la naciente fuerza aérea afgana. Como consecuencia, el mercado afgano se vio inundado de productos soviéticos, en reemplazo de los británicos.
En 1923, Amanollah cambió su título de emir al de Rey e inmediatamente comenzó a desarrollar una serie de reformas políticas, sociales y religiosas; entre las que destacan cambios constitucionales y administrativos (como la designación de su hijo mayor como heredero del trono, en lugar de su hermano, tal como lo establecía la legislación islámica), quite del velo de las mujeres y la creación de las escuelas coeducacionales. Estas reformas fueron demasiado aceleradas y osadas, sin tomar en consideracion las condiciones peculiares de Afganistán, la negativa actitud de las facciones religiosas a quienes afectaban estas innovaciones o su influencia en las tribus afganas. Los grupos religiosos conservadores y los líderes tribales se sintieron agredidos por estas políticas. La guerra civil estalló en noviembre de 1928 y pronto el líder popular Baccheh Saqow (“el hijo del portador de agua”) ocupó Kabul. El 14 de enero de 1929 Amanollah abdicó en favor de su hermano mayor, Inayatollah, pero Baccheh Saqow se proclamó “Habibollah Ghazi” o Habibollah II, emir de Afganistán, estableciendo un régimen conservador y favorable a la política británica. Amanollah partió al exilio en Italia y falleció en Zürich (Suiza) en 1960.
Habibollah II fue manejado desde el trono por Mohammad Nadir Khan y sus hermanos, primos distantes de Amanollah. El 10 de octubre de 1929, Habibollah II fue ejecutado junto a 17 de sus colaboradores e inmediatamente una asamblea tribal “eligió” a Nadir Khan como “Sha”. Este comenzó una sangrienta persecución de la oposición a su régimen y partidarios de Habibollah II. En 1931, se elaboró una nueva Constitución basada en la promulgada por Amanollah en 1923, aunque orientada a aplacar a los líderes religiosos y tribales conservadores. Nadir Sha fue asesinado el 8 de noviembre de 1933, siendo sucedido en el trono por su hijo de 19 años, el Príncipe Zahir.
El joven Rey Zahir Sha(1933-73), se encargó de formar gobierno a su tío Mohammed Hashem (hombre fuerte del régimen desde el asesinato de Nadir Sha) promotor de una nueva política de reformas más en consonancia con el estado social y sicológico del país: Reorganización del ejército, obligatoriedad de la enseñanza primaria masculina, creación de colegios de segunda enseñanza y extensión -con ayuda de médicos turcos que crearon una facultad de Medicina- de las medidas de higiene en todo el país.
Para llenar el hueco político, económico y técnico dejado por los británicos, el nuevo gobierno recurrió a Estados Unidos a fin de explotar los recursos naturales del país y para construir sistemas de irrigación y de comunicación. El gobierno afgano ofreció favorables incentivos a las empresas comerciales estadounidenses (como contratos muy favorables) de manera de lograr un rápido desarrollo en áreas geográficas improductivas, como en el valle de Hilmand, al sur del país. A pesar de esto, los estadounidenses no estaban todavía conscientes de la importancia estratégica y política de Afganistán y miraron estas oportunidades con recelo y gran suspicacia. Las imperativas razones que motivaban el acercamiento afgano no estaban claras para el gobierno estadounidense, que lo asumió sólo como una manera de obtener ayuda financiera e inversiones necesarias para desarrollar recursos dudosos en un país subdesarrollado.
Durante la década del ‘30, la economía nacional se desarrolló bajo la dirección de varios empresarios que empezaron proyectos industriales en pequeña escala. Los primeros 20 años del reinado de Zahir Shah fueron caracterizados por cautelosas políticas de consolidación nacional, una expansión de las relaciones internacionales y el desarrollo interior del país. La Segunda Guerra Mundial provocó un retraso en este proceso de desarrollo, pero Afganistán mantuvo su tradicional neutralidad, a pesar de que en 1941 –no obstante que el gobierno de Hashem era conservador y hostil a URSS- accedió a expulsar a los ciudadanos alemanes, japoneses e italianos, bajo la presión británica y soviética. Esto evitó cualquier pretexto para una eventual ocupación extranjera.
En la década del cuarenta, comenzó a surgir el problema de los pashtunes que vivían en el lado británico de la línea Durand, zona que a partir de 1947 sería territorio del actual Pakistán. En mayo de 1946, el Primer Ministro Hashem dimite luego de 17 años en el cargo, siendo reemplazado por Mohammed Ghazi que, más liberal, firmó con los soviéticos un acuerdo sobre límites fronterizos e hizo admitir a Afganistán en la Organización de Naciones Unidas (ONU). Hacia fines del mismo año, el cargo de Primer Ministro es ejercido por Sirdar Sha Jan (hermano de Hashem), quien permitió la realización de elecciones y el desarrollo de una tímida libertad de prensa en el país.
En materia internacional, el inicio de la guerra fría entre EE. UU. y la URSS llevó al país a deambular entre ambas potencias en busca de ayuda. El hecho de que la mencionada disputa con Pakistán, pusiera a india (antibritánica y no-alineada) en favor de los afganos y el papel clave que jugaban los pakistaníes en el sistema de alianzas de Estados Unidos, llevaron inevitablemente a perder la confianza de la potencia occidental, o al menos a hacer que su ayuda fuera más cautelosa que la ofrecida por URSS Otras versiones agregan que Estados Unidos temía que la disputa por el Pasthunistán se transformara en una “nueva Cachemira “.
El llamado “Parlamento Liberal” funcionó de 1949 a 1952. Sin embargo, las corrientes conservadoras del régimen —animadas por los líderes religiosos- apoyaron la destitución de Sirdar Sha Jan y la ascensión en el cargo del teniente general Mohammad Daud Kan, en 1953. Durante los 10 años en que ejerció su cargo, Daud Khan sostuvo una postura mucho más dura respecto del problema del Pashtunistán y para sorpresa de la mayoría, se acercó hacia URSS en búsqueda de ayuda militar y económica. Este acercamiento fue motivado por el cansancio de Daud con la actitud estadounidense, que junto con pedir una solución diplomática al asunto del Pasthunistán, exigió a Afganistán abandonar su tradicional neutralidad.

La Guerra Civil afgana
Nur Mohammad Taraki fue elegido presidente del Consejo Revolucionario, Primer Ministro del país y secretario general del nuevo Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). Babrak Karmal y Hafizullah Amin fueron designados “Primeros Ministros adjuntos”. Los líderes del nuevo régimen insistieron en que no eran manipulados por URSS y proclamaron que sus políticas estaban basadas en el nacionalismo afgano, los principios islámicos, la justicia socio-económica, el no alineamiento en materia de política exterior y en el respeto de todos los acuerdos y tratados firmados por los gobiernos afganos anteriores.
La unidad entre las dos facciones que conformaban el PDPA se deterioró rápidamente, toda vez que el antiguo Partido Popular se erigió como el sector dominante debido a que su base de poder se asentaba en el ejército. Esta lucha de poder provocó que Babrak Karmal y otros líderes del antiguo Partido Banner fueran enviados al extranjero como embajadores para mantenerlos alejados de Kabul; paralelamente se produjeron sistemáticas purgas de elementos cercanos a la facción Banner y de otros miembros del gobierno considerados “peligrosos” para el régimen.
En materia social, el régimen de Taraki anunció su programa de reformas, incluyendo la eliminación de la usura, igualdad de derechos para las mujeres, reforma agraria y los clásicos decretos administrativos de los regímenes marxistas-leninistas. La población rural —familiarizada con las políticas marxistas del Asia Central Soviética- asumió que el PDPA era comunista y pro-soviético.
El programa de reformas se convirtió entonces en una amenazada a los modelos culturales afganos básicos, lo que junto a la represión política provocó que grandes segmentos de la población se opusiera al régimen de Taraki. Sin embargo, las manifestaciones violentas de la oposición no ocurrieron sino hasta el verano de 1978 en la ciudad de Nurestán. Otras revueltas —mayoritariamente sin coordinación entre sí- comenzaron a sucederse a lo largo del país, además de periódicos atentados terroristas que remecieron Kabul y las principales ciudades.
El 14 de febrero de 1979, el embajador de Estados Unidos en Afganistán fue secuestrado por un grupo musulmán opositor y resultó muerto en el intento de rescate llevado a cabo por las fuerzas gubernamentales. Este hecho provocó el término de la asistencia estadounidense a los grupos rebeldes y por ende, un alivio temporal para el régimen comunista afgano.
El 28 de marzo de 1979, Hafizullah Amin asumió como Primer Ministro, aunque Taraki retuvo sus cargos de presidente del Consejo Revolucionario y secretario general del PDPA. La expansión de la oposición violenta al gobierno en las zonas rurales continuó, provocando el colapso del ejército afgano. Entonces, el régimen de Amin solicitó y recibió más ayuda militar soviético para tratar de frenar la insurrección.
La incapacidad de Taraki y sus seguidores de revertir la situación, llevó a Amin a tomar el control total del país, llevando a cabo un golpe de Estado interno el 14 de septiembre de 1979, fecha en que Taraki fue ejecutado. El nuevo hombre fuerte de Afganistán trató de ensanchar su base de apoyo interno; mientras que en el frente externo buscó atraer a Pakistán y Estados Unidos nuevamente hacia el tema de la seguridad afgana frente a URSS. Perdida la confianza de Moscú y con la doble amenaza de la insurrección armada anticomunista por un lado; y de la fuerte pugna con la facción “banner” del PDPA, el régimen de Amin se encaminaba al desastre.

Invasión Soviética
La noche del 24 de diciembre de 1979, el ejército soviético cruzó la frontera norte e inició la invasión del país bajo el pretexto de que respondía al “llamado” del régimen afgano para enfrentar a los rebeldes. Sin embargo, Hafizullah Amin y sus seguidores fueron ejecutados el 27 de diciembre y en su reemplazo —como Primer Ministro, presidente del Consejo Revolucionario y secretario general del PDPA­asumió Babrak Karmal, quien había retornado de la URSS.
La oposición a los soviéticos y al régimen de Karmal se extendió aún más, con un incremento de las acciones violentas en los sectores urbanos y una escalada de la resistencia en todas las regiones del país. A principios de 1980 varios grupos regionales —colectivamente conocidos como “mujaidines (guerreros) –se habían unido en el interior del país o en la zona fronteriza de Peshawar, para resistir a los invasores soviéticos y al ejército afgano pro-soviético.
En el orden partidista del régimen, las fricciones entre los dos sectores del PDPA aumentaron durante 1980, especialmente cuando Karmal removió a Assadullah Sarwari -líder de la facción “khalq” o popular- de su cargo de Primer Ministro adjunto y lo reemplazó por Ah Keshtmand, del sector “banner”. El predominio de la facción “banner” aumentó en junio de 1981 cuando Karmal —reteniendo sus otros cargos- renuncia como Primer Ministro y designa a Keshtmand.
En mayo de 1985, los siete mayores grupos de la resistencia afgana formaron una alianza militar con base en Peshawar, luego de recibir fuertes presiones de sus partidarios y de los países que los apoyaban. Los países limítrofes alentaron la creación de grupos de resistencia orientados etno-lingüísticamente y unidos por sus intereses militares y políticos en regiones específicas del país.
Luego de cinco años de una suerte de estancamiento en la guerra civil, el 4 de mayo de 1986 el jefe de la policía secreta, Mohammed Najibullah reemplaza a Karmal como secretario general del PDPA y en noviembre de este mismo año, Karmal es relevado de todos sus cargos y responsabilidades gubernamentales. La lucha de poder entre las facciones del partido gobernante continuó.
En septiembre de 1986, el Politburó aprobó una campaña de reconciliación nacional que incluía un cese del fuego unilateral de seis meses a contar del 1 de enero de 1987, pero encontró escaso interés en el ámbito interno y fue rechazada de plano por los líderes rebeldes radicados en Pakistán. Una nueva Constitución cambió el nombre del país a la antigua denominación de República de Afganistán y permitió la participación de otras agrupaciones políticas en el gobierno. Najibullah fue designado en el recién creado cargo de Presidente del país.
A pesar de estas modificaciones y del cese el fuego unilateral por parte del régimen, la resistencia a la ocupación soviética continuó sin variaciones. Las consecuencias de la guerra civil ya se hacían sentir en los países vecinos: los refugiados afganos en Pakistán y Irán se contaban por millones. Por su parte, la moral del ejército afgano era muy baja y la mayoría de sus miembros aprovechaban la primera oportunidad que se les presentaba para desertar; lo que en términos numéricos se tradujo en una merma de sus efectivos de 105 mil hombres en 1978, a cerca de 30 mil en 1987.
En el aspecto militar, los soviéticos intentaron nuevas tácticas para derrotar a los rebeldes, pero estos demostraron una gran capacidad para responder eficazmente. Los únicos sistemas de armas soviéticos que resultaban exitosos en su lucha contra los mujaidines eran los bombardeos con aviones a reacción y los cañoneos masivos con helicópteros de combate artillados. Hacia finales de 1986, los rebeldes comenzaron a recibir más y mejores armas -particularmente de parte de Estados Unidos, Reino Unido y China- vía Pakistán, siendo el lanzacohetes tierra-aire “Stinger”, el que causó considerables bajas en las fuerzas aéreas soviéticas y afganas.

Retirada soviética y caída del PDPA
Durante la década de los ‘80, se desarrollaron conversaciones entre los ministros de Asuntos Exteriores de Afganistán y Pakistán, bajo el auspicio de las Naciones Unidas y otros países involucrados (especialmente Estados Unidos y URSS); las cuales tuvieron como primer obstáculo el itinerario para el retiro de las tropas de ocupación soviéticas de Afganistán y el cese del apoyo militar a los rebeldes. Al cabo de varios años, en abril de 1988 se firmó un acuerdo de paz; mientras que el líder de la URSS, Mijail Gorbachov, ordenó el inicio de la retirada soviética en mayo de este mismo año, por lo cual el 15 de febrero de 1989 el último soldado soviético dejó Afganistán, tras nueve años de intervención.
A pesar de las predicciones de una rápida caída del régimen comunista luego de la retirada soviética, éste se mantuvo en el poder y la guerra civil continuó desangrando al país. Najibullah -combativo y astuto- supo apelar sagazmente a los sentimientos nacionalistas y mantuvo el control en el devastado país. El 19 de febrero de 1989, el gobierno declaró un estado de Emergencia en todo el país y reemplazó a siete ministros que no eran miembros del partido gobernante, entre los que figuraba el Primer Ministro, Mohamed Hasán Sharq, cuyo puesto ocupó Sultán Ah Keshtmand.
Por su parte, los rebeldes musulmanes - que se negaron firmemente a alcanzar una reconciliación con el régimen comunista- formaron en Pakistán un gobierno en el exilio al frente del cual quedaron Sibgatulá Mohadedi como presidente y Rasul Sayaf como primer ministro. Este gobierno obtuvo el reconocimiento de Arabia Saudita, Bahrein, Malasia y Sudán, mientras que Estados Unidos y Pakistán, que eran sus principales soportes, dejaron el reconocimiento pendiente, aunque el gobierno estadounidense mandó a un enviado especial con rango de embajador.
Estos acontecimientos no produjeron efectos militares sustanciales, ya que las tropas gubernamentales hicieron retroceder a las fuerzas rebeldes en varias regiones. Varias veces el gobierno comunista intentó la reconciliación, pero los rebeldes rechazaron sus ofertas. En noviembre, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución sin precedentes, en la que hacía un llamado al gobierno y a los rebeldes para entablar negociaciones tendientes a constituir un gobierno de coalición.
Un grupo de quince funcionarios y militares de alto rango crearon una tercera fuerza que se hacía llamar ‘Sociedad de Salvación Nacional”. Su intención era cerrar la brecha entre el gobierno y los rebeldes, al pronunciarse contra el intervencionismo de URSS o de EE.UU. La mayoría de sus miembros había servido al régimen del depuesto rey Zahir Shah y el gobierno no se oponía a sus esfuerzos. La figura real aún gozaba de popularidad y se pensaba que su regreso del exilio en Italia podría brindar al régimen de Najibullah la legitimidad que se le negaba tanto en casa como en el exterior. El regreso del monarca podría también contribuir a disolver la tambaleante alianza guerrillera, pues su figura era en general respetada.
Hacia fines de 1989 empeoraron las relaciones con Pakistán, que siguió recibiendo refugiados afganos y la economía se deterioró más luego del retiro soviético y la falta de ayuda de otros países. Los organismos internacionales estimaron que unos diez mil refugiados afganos volvieron a su país durante 1989.
En 1990, las disputas entre los distintos grupos rebeldes afganos siguieron impidiendo la consolidación de una ofensiva general contra el régimen. En enero se dio a conocer que la Sociedad Islámica (de tendencia moderada) había enjuiciado y ahorcado en diciembre de 1989 a cuatro miembros del Partido Islámico (más radical) por haber participado en una matanza de oficiales rebeldes en julio de 1989. También en enero se informó en Kabul que once generales afganos, incluyendo al jefe de defensa aérea, y otras 166 personas habían sido arrestadas en diciembre por haber participado en un intento de golpe de estado. El 5 de marzo, el ministro de Defensa, Shahnawaz Tanai, fracasa en un nuevo intento de golpe de Estado contra Najibullah.
En febrero, el secretario de estado estadounidense, James Baker, presentó al ministro soviético de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze, nuevas propuestas destinadas a lograr un acuerdo en el conflicto afgano. El gobierno estadounidense pedía la realización de elecciones libres con supervisión internacional, así como la renuncia previa del Presidente Najibullah. La URSS se oponía a esta última demanda y a principios de mayo, el Presidente afgano accedió a la celebración de elecciones, pero reafirmó su posición de que se mantendría en el poder hasta que éstas se llevaran a cabo.
A principios de junio reorganizó su gabinete, conservando para el PDPA sólo seis ministerios claves de un total de 25; mientras que Fazel-Haq Jaliquiar fue designado Primer Ministro. El nuevo gobierno, a pesar de no incluir a miembros de la oposición, era considerado como un primer paso en la preparación de elecciones; sin embargo, los grupos rebeldes se oponían sistemáticamente a la realización de los comicios.
En el transcurso de este mismo año, el ministerio de Relaciones Exteriores de Francia abre nuevamente su embajada en Kabul, cerrada el año anterior junto con las de casi todos los países occidentales. El anuncio francés fue mal recibido por EE.UU., que deseaba mantener aislado al régimen afgano.
El régimen comunista finalmente cayó en 1992, siendo reemplazado por una frágil coalición de fuerzas rebeldes, encabezada por Burhanuddin Rabbani como Presidente interino. La estabilidad y la paz general siguieron siendo una lejana esperanza, cuando las milicias comenzaron a rivalizar entre sí por tener mayor influencia en el poder, afloraron las tensiones interétnicas y la recuperación económica no lograba salir del caos. A finales de 1992, Kabul se encontraba virtualmente sitiada por las facciones disidentes de la guerrilla.
En 1993, Afganistán vivió el primer aniversario de la caída del régimen comunista y el nacimiento de un gobierno islámico, pero en general el país tuvo poco que celebrar estos doce meses. Un año después de que una coalición rebelde triunfalmente depusiera al presidente comunista, Mohammed Najibullah, y declarara un gobierno islámico (28 de abril de 1992), Afganistán continuó siendo un campo de batalla, con facciones rivales luchando por el poder y diezmando a Kabul con ataques de cohetes. Se estima que unas 10 mil personas murieron, otras 750 mil fueron desplazadas y muchos barrios de la ciudad fueron devastados. La mayor parte de las tropas de las Naciones Unidas y los diplomáticos destinados en la capital, abandonaron el país.
A pesar de que los combates disminuyeron un poco a mediados de año, todavía era incierto si la nación que había resistido 14 años de guerra civil, era gobernable. Mientras tanto, Najibullah, -quien había recibido la promesa de salvoconducto por parte de la ONU cuando negoció su abdicación del poder- permanecía en las oficinas de Naciones Unidas en Kabul, sufriendo una grave dolencia a sus riñones, ya que el organismo internacional fue incapaz de garantizar su libertad.
La continuación de las hostilidades también retrasó el retorno de los casi 3.8 millones de refugiados afganos que permanecían en Irán y Pakistán, la población de refugiados más grandes del mundo. Según las estimaciones de la ONU, el millón y medio de afganos refugiados en Pakistán tardarían hasta fines de 1995 para volver a sus casas.
A principios de enero, una asamblea nacional de tribus y líderes religiosos confirmó en su cargo al Presidente actuante, aprobando la creación de un Parlamento y un nuevo ejército afgano, encaminando a Afganistán hacia un estricto régimen islámico. Posteriormente -y pese a los reclamos por la compra de votos, sobornos y amenazas de reiniciar la guerra civil- esta asamblea ratificó a Burhanuddin Rabbani como Presidente.
Cinco de los 10 principales grupos rebeldes declararon a la asamblea como no representativa e interpretaron la reelección de Rabbani como una declaración de guerra en su contra. Paralelamente, los 1335 miembros de la asamblea decretaron que solamente los musulmanes podían trabajar para el gobierno, prohibiendo a todas las organizaciones no musulmanas del país; además de declarar que los medios de comunicación debían actuar de acuerdo a la ley islámica.
A pesar de que se continuó luchando entre los diversos caudillos —principalmente entre las fuerzas del gobierno bajo el mando del ministro de Defensa, Ahmed Shah Masoud y la facción fundamentalista “Hezb-i-Islami” de Gulbuddin Hekmatyar- el 20 de mayo se nombró un nuevo gabinete destinado a consolidar el cese del fuego parcial. Todo había comenzado cuando Hekmatyar fue designado Primer Ministro en marzo, luego de que sus fuerzas capturaran el ministerio de Masoud que se construía en Kabul; el cual habían estado bombardeando durante casi un año.
Accediendo a las demandas de Hekmatyar, el acuerdo de cese del fuego de mayo tuvo como garante una comisión presidida por Rabbani. Los otros puestos ministeriales fueron divididos entre los 10 grupos rebeldes de importancia, incluyendo a Mohammed Yunus Khalis, facción disidente del “Hezb-i-Islami” que habla boicoteado todos los acuerdos anteriores. Por su parte, la minoría shiíta afgana —aliados de Hekmatyar- que había exigido una mayor representación en el gobierno, obtuvo los ministerios de Finanzas y Salud. A mediados de junio, Hekmatyar se aventuró por primera vez en Kabul, desde 1992. El 17 de junio, él fue formalmente nombrado Primer Ministro en una sencilla ceremonia llevada a cabo en un pueblo cercano a Kabul. La radio estatal informó el 27 de septiembre que la dirección afgana, después de cinco días de negociaciones, había aprobado una constitución interina y eventuales elecciones en 1994.
En el frente externo, Afganistán dedicó sus esfuerzos en ganar el apoyo y ayuda financiera de las naciones islámicas. El Primer Ministro Hekmatyar visitó Teherán en agosto y volvió con la promesa iraní de ayudar en la reconstrucción de los caminos del país y en la explotación de materias primas estratégicas, como aceite y gas natural. En el mismo mes, Afganistán dijo que no devolvería los lanzadores “Stinger” proporcionados por Estados Unidos a los rebeldes antisoviéticos entre 1978 y 1992. Ello debido a que Washington intentó comprar las armas antiaéreas, en un esfuerzo por impedir que cayeran en manos de terroristas islámicos anti-estadounidenses.
Afganistán —principal productor de opio del mundo- produjo un total aproximado de 2.000 toneladas de este alucinógeno en 1992, según estimaciones de la ONU. Esta situación preocupó durante 1993 no sólo a Occidente (donde esta producción genera un gran comercio ilegal de heroína); sino también en el interior del país, ya que cerca del 15% de los varones entre 15 y 40 años es adicto a las “drogas duras”.
En 1994, la destructiva e inconclusa lucha entre las fuerzas leales al Primer Ministro Gulbuddin Hekmatyar y las tropas leales al Presidente Burhanuddin Rabbani, tuvo como consecuencia la desintegración de la autoridad central estatal y el debilitamiento la cohesión del estado multinacional. El 1 de enero, las fuerzas de Hekmatyar y las del general ‘Abd ar-Rashid Dostam coordinaron un asalto de artillería y cohetes contra Kabul, constituyendo de esta forma el mayor realineamiento de fuerzas rivales por el control del gobierno. Dostam ya había precipitado la rendición de Kabul en abril de 1992, cuando quitó su apoyo al gobierno comunista de Najibullah y colocó a la mayor parte del ejército y la fuerza aérea bajo su mando; asistiendo al nuevo gobierno de resistencia en su lucha contra las fuerzas de Hekmatyar.
Después de la intensa y estéril lucha a lo largo de este año, Kabul se encontró dividida en diversas zonas controladas por grupos rivales. El estancamiento de la guerra en el asedio a la capital, llevó la lucha al norte del país, sobre las rutas que conectan con el vecino Tajikistán. Mientras tanto, el prolongado bombardeo redujo la mayoría de la capital afgana a las ruinas y causó que el 75% de su población -de dos millones de habitantes- huyera del área. Por su parte, la autoridad del gobierno central había desaparecido totalmente fuera de los límites de la capital; es así como el complejo industrial más grande del país (la ciudad de Mazar-i-Sharif) gozaba de una relativa estabilidad bajo el dominio de las fuerzas de Dostam; en Jalalabad los grupos locales y los comandantes militares cooperaban para proveer a la ciudad de los servicios básicos; en Kandahar las rivalidades locales retardaron la reconstrucción; y la ciudad de Herat —que era generalmente pacífica y segura- comenzó a reclamar su tradicional rol como centro comercial a lo largo de las rutas del comercio con Irán y Turkmenistán.
En marzo, el secretario general de la ONU, Boutros Boutros-Ghali, designó al antiguo ministro de Asuntos exteriores tunecino, Mahmoud Mestiri, a la cabeza de una comisión de paz para Afganistán. El personero se reunió con los líderes de las facciones rivales afganas, tanto dentro como fuera del país; pero ningún plan de paz de la ONU fue anunciado oficialmente. En julio, el secretario general de la Conferencia Islámica, Hamid al-Ghabid, encabezó otro intento de paz, pero los miembros de dicha organización fueron incapaces de ponerse de acuerdo en una solución apropiada.
Para agravar la situación interna, el Presidente Rabbani se negó a abandonar la presidencia cuando el 28 de junio su mandato llegó a su fin, lo que llevó a que la Corte Suprema de Kabul a prorrogárselo por otros seis meses. El descontento general, además de la interminable lucha por el poder, provocaron renovados llamados a realizar una Loya Jirgah o Gran Asamblea del Pueblo Afgano. Mientras muchos afganos temieron que ello pudiera servir para reforzar las estructuras tradicionales en desmedro de progresos sociales; la mayoría estaba consciente de que había que adoptar alguna forma de asamblea que diera al país un liderazgo legítimo para sacarlo de la guerra civil. En julio, representantes de todo Afganistán y prominentes afganos que vivían en el extranjero se reunieron en la ciudad de Herat. Aunque los delegados endosaron la continuación de Rabbani como Presidente, de todas formas acordaron medidas tendientes a organizar una Gran Asamblea para escoger un nuevo gobierno.
Paralelamente, las rivalidades internacionales siguieron agitando a la dividida sociedad afgana. La principal minoría religiosa —los shiítas- y los casi dos millones de refugiados afganos establecidos en Irán, automáticamente le otorgaron a este último país un rol preponderante en los asuntos afganos. Por su parte, Arabia Saudita se involucró apoyando facciones políticas y religiosas que veía como contrapeso a la influencia iraní en Afganistán. Mientras tanto, el poder militar del general Dostam (de etnia uzbeka) y el apoyo dado por éste al régimen comunista, le aseguraron una estrecha relación con el gobierno pro-ruso de Uzbekistán.
El rol de Pakistán era quizás el más importante. Primero porque en su territorio albergaba a un millón y medio de refugiados afganos; y segundo porque parte importante de su población es de origen pasthun, la misma etnia que tradicionalmente ha dominado la política afgana. En tanto, India y China vieron con preocupación el fortalecimiento del fundamentalismo islámico en Afganistán como un serio peligro a su autoridad en las zonas de Cachemira (territorio controlado por India) y Sinkiang (provincia musulmana de China); mientras que muchos otros países del mundo se preocupaban por los terroristas entrenados por las facciones belicosas de Afganistán y la impunidad para el tráfico de drogas que reinaba en el país.
Finalmente, la atención internacional no se preocupó mayormente de Afganistán, tal vez por el aparente desinterés de los líderes afganos en llegar a una solución y por estallar serias crisis internacionales en otras partes del globo.
A principios de 1995, el Presidente Rabbani —cuyo plazo prorrogado ya había expirado- ofreció abandonar el poder en caso de que se encontrara un reemplazo “aceptable”. En este escenario, los esfuerzos de Mahmoud Mestiri y otros mediadores de la ONU por reunir a las facciones en disputa y encontrar un sucesor de Rabbani llegaron a cero: la situación político-militar era tan inestable que cualquier negociación seria, era imposible.
Una nueva fuerza nacional que se llamaba a sí misma “Talibán” (“estudiantes”) trajo algún grado de calma en ciertas zonas de Afganistán, en parte debido a la neutralización de varios líderes poderosos y sus partidarios. Sin embargo, la disputa por el control de Kabul no se resolvió y varias regiones del país se mantuvieron divididas. El grupo armado Talibán había aparecido en el sur de Afganistán afines de 1994 y su primer objetivo fue derrotar a los comandantes locales que secuestraban convoyes de camiones que se dirigía de Pakistán a Asia Central. Los guerrilleros —mayoritariamente estudiantes islámicos de la etnia pasthún- lograron liberar los convoyes y en pocos días tomaron el control de la ciudad de Kandahar. No pasaron muchas semanas antes de que las provincias vecinas también quedaran bajo su control. Posteriormente, el Talibán declaro que su meta era desarmar a todas las facciones en pugna y crear un gobierno de unidad nacional en Afganistán, en torno al Islam.
La mayoría de la población afgana —particularmente en las zonas tradicionalmente pasthunas- recibieron con buenos ojos los rápidos y efectivos éxitos del Talibán. El tráfico de droga y la desobediencia fueron los objetivos inmediatos de esta nueva fuerza político-militar; junto a una estricta observancia religiosa. Lo último incluía severas restricciones en cuanto a la apariencia de las mujeres en lugares públicos y especialmente en sus derechos a la educación y el trabajo. Las ejecuciones públicas y las amputaciones fueron los métodos usados para reforzar esta conducta islámica ultraortodoxa. El origen del Talibán, así como su organización y propósito, eran oscuras. El nombre indicaba que el reclutamiento de sus miembros había venido de escuelas islámicas pakistaníes. La súbita aparición de este bien organizado y financiado grupo sugiere que contó con un importante apoyo. De hecho, algunos observadores creían que el Talibán tenía lazos con el servicio secreto pakistaní, aún cuando la Primer Ministro de ese país, Benazir Bhutto y otros altos oficiales pakistaníes negaron dicha conexión. Sin embargo, queda claro que Pakistán ganaría mucho al tener rutas de comercio terrestre y aéreas seguras a Asia Central, así como con la restauración de la preeminencia pasthún en Afganistán.
Hacia febrero, las fuerzas talibanes se habían movido al centro del país, donde ocuparon el cuartel central de las tropas del Hezb-i-Islami, lideradas por el Primer Ministro Gulbuddin Hekmatyar. Este último había estado bombardeando Kabul en un esfuerzo por derrotar al Presidente Rabbani, pero cuando fue desalojado de sus posiciones perdió gran parte de su poderío militar al tener que dejar abandonadas grandes cantidades de armas pesadas y aviones. Inmediatamente, el Talibán atacó a la milicia pro-iraní Wahdat, grupo shiíta que junto a Hekmatyar también habla estado atacando Kabul. Durante marzo, los talibanes capturaron a su líder, Abdul Ah Mazan, quien fue muerto a los pocos días circunstancias nunca aclaradas.
Una vez derrotados estos dos grupos, le tocó el turno a las tropas del Presidente Rabbani, pero los talibanes se mostraron incapaces de consolidar sus posiciones alcanzadas con tanta rapidez en las inmediaciones de la capital. Paralelamente, su imagen ante la población se vio fuertemente dañada como consecuencia de las muertes ocasionadas por su artillería, entre la población civil de la ciudad. A pesar de esto, los ataques no cesaron hasta diciembre.
En el noroeste del país, el general Abd ar-Rashid Dostam continuó fortaleciendo su posición en la zona de la ciudad de Mazar-i-Shariff. Con la destrucción de Kabul, casi dos tercios de la población total del país se encontraba viviendo en las zonas controladas por este general de ascendencia uzbeka. Con un ejército bien armado de 60 mil hombres, Dostam articuló relaciones económicas y diplomáticas con los países vecinos de Afganistán. Para Pakistán e Irán, la autoridad de Dostam les aseguraba un cierto grado de estabilidad para sus rutas de comercio con Asia Central; además de un baluarte contra el fundamentalismo ultraortodoxo de los talibanes.
Por otra parte, Ismail Khan —un estrecho aliado del Presidente Rabbani- había logrado un significativo grado de normalidad en la zona de Herat, hasta principios de septiembre, cuando los talibanes irrumpieron en la región e Ismail escapó con sus hombres a Irán. A pesar de que la población de origen pasthún era una minoría en la zona, la nueva administración Talibán instauró una islamización forzada de la sociedad, en medio de un ambiente cargado de tensión y sospecha. Esto provocó que en Kabul, una furiosa muchedumbre atacara la embajada pakistaní (a quien se vinculaba con el Talibán), lo que causó un deterioro de las relaciones entre ese país y el gobierno central afgano.
En septiembre de 1996, la larga lucha por el poder entre las facciones armadas afganas, pareció tomar un curso definitivo, luego de que las milicias talibanes capturaran Kabul. A pesar de la naturaleza ultra fundamentalista del movimiento Taliban, muchos tenían la esperanza de que su triunfo podía significar el término de las luchas entre las diversas facciones, las cuales habían provocado entre 25 y 45 mil muertes desde la caída del régimen comunista en abril de 1992.
El Talibán comenzó dominando la sureña ciudad de Kandahar y sus alrededores, para luego extenderse por casi tres cuartas partes del país. Sus miembros provienen de las escuelas islámicas surgidas entre los refugiados afganos residentes en Pakistán y se presume que tuvieron el apoyo de ese país. Sin embargo, las autoridades pakistaníes siempre han negado tal apoyo, pero la mayoría de los analistas internacionales duda de tal versión, haciendo notar el gran soporte logístico y el sofisticado equipo de comunicaciones que disponen los talibanes. Con más reputación de estrictos observantes de la religión que experimentados en la administración política, ofrecieron librar al país de la corrupción y el caos que había florecido durante los años de la ocupación soviética y que continuó después del retiro soviético de Afganistán.
En junio, Gulbuddin Hekmatyar —cuyas fuerzas habían sitiado al gobierno central en Kabul, hasta que fue desalojado de sus posiciones por el Talibán-, se reconcilió con las fuerzas de Rabbani y volvió al gobierno como Primer Ministro. Inmediatamente, intentó lograr una alianza con las fuerzas del general Dostam, quien tenía su base en la norteña ciudad de Mazar-i-Shanif y controlaba ese sector en forma independiente.
Después de una rápida ofensiva durante septiembre, los talibanes capturaron la ciudad de Jalalabad (al oriente), conjuntamente con las provincias de Nangarhar y Laghman. Con estos avances territoriales, la mayoría de las zonas habitadas por afganos de ascendencia pasthuna ya estaban bajo el control de los talibanes. La obtención de la principal ruta entre Kabul y Pakistán, selló el destino del gobierno de mayoría tadjik del Presidente Rabbani. De esta forma, el 27 de septiembre los talibanes entraron en Kabul, donde encontraron una pequeña resistencia por parte de las fuerzas del gobierno. Su primer acto fue ejecutar al último Presidente comunista, Mohammed Najibullah, quien había estado viviendo como refugiado en las instalaciones de la ONU en Kabul desde 1992.
Por su parte, el presidente Rabbani junto a otros altos miembros de su gobierno se retiraron hacia el norte de Kabul; en tanto que sus fuerzas militares comandadas por Ahmad Shah Masoud tomaron posiciones en el valle de Panjshir. En octubre, Masoud y otras pequeñas milicias que alguna vez formaron parte del gobierno central, formaron una alianza militar con el general Dostam. En los últimos días del año, se informó que los talibanes habían capturado una estratégica base aérea de la oposición armada, ubicada al norte de Kabul. Desde su primera aparición, el Talibán fue apoyado por muchos afganos comunes que acogieron entusiasmados su promesa de restaurar una vida normal luego de años de guerra civil.
Sin embargo, es entusiasmo popular comenzó a diluirse pronto, cuando sus ataques con cohetes comenzaron a provocar numerosas muertes entre la población civil de Kabul. Paralelamente, en todas las zonas controladas por los talibanes, se instauró un riguroso orden social islámico riguroso, que insistía en que todos los hombres se dejen crecer largas barbas; mientras que las mujeres tenían prohibido trabajar fuera de sus hogares y recibir educación.
El cumplimiento de estos y otros rigurosos preceptos islámicos —rechazados públicamente incluso por países como Irán- se aseguraba mediante castigos, que consistían en amputaciones y ejecuciones públicas. Estas graves violaciones a los derechos humanos, le valieron al gobierno Talibán la condena y rechazo de la mayoría de la comunidad internacional.
En 199 7,Afganistán tiene dos gobiernos de facto. El primero es el de los talibanes —reconocido internacionalmente por Pakistán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos- el cual ejerce su poder en casi dos terceras partes del territorio, principalmente en el sur, incluyendo Kabul. El Talibán reconoce como líder a Mohammed Omar Akhund, quien recibe el título honorífico de “comandante de la fe”. Sin embargo, su gobierno se reúne en Kandahar bajo la dirección de un consejo interino encabezado por Mullah Mohammad Rabbani, el cual puede ser reconocido como la cabeza del gobierno Talibán.
El segundo gobierno afgano -considerado la “oposición “- se agrupa bajo el mando político de Burhanuddin Rabbani y controla el tercio restante del territorio, especialmente en la zona norte (no pasthún) del país. Interesante resulta el hecho de que el representante de Rabbani es reconocido como el delegado de Afganistán en la ONU; en tanto que la Conferencia de Países Árabes considera vacante el puesto afgano. En mayo, la oposición sufre una grave división cuando el partido Jumbish-i-Milli obliga al general Dostam y sus seguidores a abandonar su fortaleza en la ciudad de Mazar-i-Sharif El líder de la guerrilla uzbeka —que había usado su milicia para derrocar al gobierno comunista en 1992- es desplazado por uno de sus propios generales, Abd al-Malik Pahlawan, el cual se vuelve en su contra. Dostam huye a Turquía, mientras Pahlawan abre la ciudad a las fuerzas talibanes. Da la impresión que el último gran centro de resistencia a las fuerzas talibanes es tomado, lo que provoca el reconocimiento casi inmediato de la legitimidad del gobierno Talibán, por parte de Pakistán. Sin embargo, al cabo de unos días Pahlawan cambia de bando nuevamente y los talibanes son obligados a sitiar la ciudad, comenzando una sangrienta batalla en la cual miles de ellos son tomados prisioneros. Durante julio y a instancias del representante especial de la ONU para Afganistán, se da inicio a conversaciones tendientes a conformar un gobierno nacional anti-talibán, con capital en Mazar-i-Sharif El ex Primer Ministro del gobierno dirigido desde Kabul por los Talibanes en septiembre de 1996, Gulbuddin Hekmatyar, no es incluido. Por su parte, Burhanuddin Rabbani es confirmado en el cargo de Presidente, mientras que se constituye un gabinete de tecnócratas encabezados por Abd ar-Rahim Ghafuzai (quien muere en septiembre en un accidente aéreo). Más importante que lo anterior, resulta el nombramiento de Ahmad Shah Masoud como ministro de Defensa y el de Pahlawan como ministro de Asuntos Exteriores.
En la práctica, este gobierno resulta más efectivo que la simple alianza militar del norte en su esfuerzo por recuperar Kabul. La revigorizada alianza norteña agrupa ahora a las fuerzas de Pahalwan, Masoud y a las milicias shiítas hazaras, las que actuando coordinadamente logran hacer retroceder a los talibanes hasta las puertas mismas de Kabul. Cuando un segundo ataque talibán contra Mazar-i-Sharif es rechazado, el general Dostam regresa de Turquía y Pahlawan debe huir de la zona.
La situación hacia finales de año es mucho más clara que al principio. Afganistán se encuentra dividido a lo largo de las fronteras étnicas: los pasthunos al sur y el este, unificados bajo el gobierno Talibán; mientras que al norte están los tayikos, uzbecos, turmenos y hazaras, bajo el gobierno de la Alianza del Norte.
Entre los países vecinos, Pakistán es el único que simpatiza con los talibanes y de hecho hay sólidas sospechas de que es un proveedor de material y apoyo logístico. Por su parte, Irán continúa alineándose con los hazaras y los tadjikos de habla persa que forman parte de la Alianza del Norte, principalmente debido a las grandes diferencias ideológicas y religiosas que sostiene con los talibanes de tendencia sunnita. Mientras que el resto de los países musulmanes de Asia Central (Tadjikistán, Uzbekistán y Turkmenistán) se mostraron abiertamente alarmados por la casi victoria de los talibanes, especialmente las autoridades locales de Dushanbe que ven en los refugiados afganos un factor de inestabilidad para el frágil equilibrio político de Tadjikistán.
Finalmente, las agencias internacionales de ayuda como la Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y Amnistía Internacional, manifestaron su preocupación por el grave deterioro de los derechos humanos en las zonas controladas por los talibanes. La severa implantación de la ley islámica significa en la práctica miles de azotamientos y apedreamientos públicos cuyo objetivo es castigar las faltas. Las principales víctimas de este régimen son las mujeres, las cuales tienen prohibido trabajar fuera del hogar, estudiar o salir a la calle sin la compañía de un pariente masculino.
En 1998, los éxitos militares del gobierno Talibán parecen llevar a Afganistán a tener una autoridad política unificada, situación que no se daba desde la invasión soviética en 1979. Sin embargo, esta consolidación del poder Talibán provoca una fuerte tensión internacional, especialmente por el riesgo de una desestabilización entre los países musulmanes de la región.
En febrero se produce un fuerte terremoto en la zona de Rustaq, provincia de Takhar (frontera con Tadjikistán). Los informes señalan que cerca de 4.000 personas pueden haber muerto. Un segundo terremoto vuelve a sacudir el área durante mayo, provocando la muerte de más de 5.000 personas, según reportes de organizaciones de ayuda internacional.
Las restricciones talibanes al derecho de las mujeres a trabajar y educarse, provocan la condena de la ONU y otros organismos internacionales. En junio el gobierno cierra las escuelas privadas para mujeres que existían en Kabul, incluyendo los programas de entrenamiento profesional. Un mes más tarde, la Unión Europea suspende la entrega de varios millones de dólares destinados a los proyectos de ayuda sanitaria, educacional y social; en represalia por las medidas adoptadas por los talibanes contra las mujeres y por el desvío de estos fondos para gastos militares. Obligados a desarrollar sus actividades fuera de la ciudad, la mayoría de los organismos humanitarios internacionales opta por abandonar Kabul, antes que cumplir las órdenes de los talibanes.
En agosto, la ciudad de Mazar-i-Sharif (centro de la resistencia anti-talibán) cae en manos de los talibanes, con lo cual se rompe el estancamiento que había sufrido la situación político-militar, en favor del gobierno Talibán. Luego de la caída de esta importante ciudad, las tropas hazaras se retiraron hacia Bamiyan, su fortaleza en el centro de Afganistán. Por su parte, las fuerzas tadjikas lideradas por Masud continuaron resistiendo en las áreas montañosas del norte de Kabul. A mediados de septiembre, los talibanes lograron derrotar a los hazaras y toman Bamiyán, con lo cual pasan a controlar el 90% del territorio afgano.
Internacionalmente, el ahora llamado Emirato Islámico de Afganistán (gobierno Talibán) es reconocido por Pakistán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos; mientras que el resto de los países y la ONU continúan considerando al Estado islámico de Afganistán, (gobierno de Burhanuddin Rabbani) como el legitimo representante del pueblo afgano.
En el frente interno, la consolidación de la autoridad del gobierno Talibán (étnicamente Pasthún y religiosamente Sunnita) agravó las tensiones entre los afganos de origen pasthuno y los otros grupos étnicos. Además, esto mismo aumentó las diferencias con Irán (shiíta) que ha apoyado desde el principio a las fuerzas anti-talibanes. Cuando las fuerzas talibanes se retiraron de la ciudad de Mazar-i-Sharif en 1997 —luego de unos días de ocuparla- miles de sus miembros fueron capturados y asesinados sumariamente, tal como lo revela posteriormente el descubrimiento de numerosas tumbas masivas. Entonces, el gobierno Talibán acusa del hecho a las tropas hazaras, las cuales son apoyadas por Irán. Desde entonces, los iraníes son considerados enemigos por parte de los talibanes.
Por ello no extraña que durante la captura de Mazar-i-Sharif en agosto de este año, nueve funcionarios diplomáticos iraníes del consulado en esta ciudad fueran asesinados por los talibanes. Ante ello, Irán responde con la concentración de 20 mil efectivos militares en la frontera común; mientras que en medio de la creciente tensión, funcionarios talibanes no vacilan en expresar que están dispuestos a bombardear las ciudades iraníes cercanas a la frontera
En mayo de 1999, los talibanes fueron acusados de dirigir una campaña anti-shiita en la ciudad de Herat, pero el ministro de Información del régimen respondió que su gobierno solamente había suprimido una conspiración pro-iraní en la ciudad.
Los talibanes también fueron acusados de destruir muchos pueblos, con el objetivo de hacerlos inhabitables. Hubo reportes que señalaban que otros 100.000 refugiados civiles habían sido desplazados hacia el valle del Panjshir, donde se esperaba que —junto a las tropas de Masoud- enfrentaran escasez de alimento y agua.
Los países vecinos instaron a las partes en conflicto a encontrar un arreglo pacífico, llamado que reflejaba la preocupación común que existía entre los líderes de las repúblicas centrales asiáticas, por la amenaza que representaba el fundamentalismo islámico talibán y los antagonismos étnicos, a su propia estabilidad como naciones.
Turkmenistán intentó establecer su neutralidad, al abrir conversaciones directas con el gobierno Talibán y ofreciendo en febrero su capital, Ashjabad, como sede para iniciar conversaciones de paz para poner fin a la guerra civil afgana. Las conversaciones de Ashjabad, patrocinadas por el enviado de la ONU Lakhdar Brahimi, lograron reunir al general Masoud con los representantes del gobierno Talibán. Una segunda ronda de conversaciones en marzo, produjo un principio de acuerdo, pero la pregunta crucial de quién iba a ejercer la autoridad en el país aún no estaba resuelta.
Las fuerzas de oposición y las Naciones Unidas, apoyadas por la mayoría de los gobiernos de la región, abogaron por crear una coalición de unidad nacional para dirigir el gobierno, pero los talibanes insistieron en que el país debía estar unido bajo la autoridad de su líder supremo, Mullah Mohammad Omar. Dadas estas posiciones, en abril un portavoz del gobierno afgano declaró que el régimen talibán daba las conversaciones como fracasadas. Por su parte, las declaraciones públicas oficiales del gobierno de Uzbekistán que demostraban solidaridad con la posición iraní anti-talibán; eran equilibradas con acercamientos diplomáticos hacia el régimen afgano. Este país también organizó una serie de rondas diplomáticas en su capital Tashkent, entre un grupo de países de la región, las cuales fueron patrocinadas por Naciones Unidas en julio de 1999 y llamadas del “seis más dos”. En ellas participaron seis estados vecinos de Afganistán (Pakistán, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tajikistán y China) además de Estados Unidos y Rusia. Esta conferencia incluyó reuniones cara a cara entre los talibanes y representantes de la oposición armada, pero no se pudo obtener ningún progreso tendiente a alcanzar un acuerdo.
En marzo, comenzaron a retornar al país los funcionarios no afganos de las Naciones Unidas, los cuales habían sido evacuados después de las intensas protestas y hostigamientos a que fueron sometidos por parte de los talibanes, en respuesta al ataque estadounidense con misiles (agosto 1998) contra supuestos campamentos de enfrenamiento terrorista liderados por Osama bin Laden.
Estados Unidos acusa a este millonario saudita de usar Afganistán como base operaciones al para organizar ataques terroristas contra intereses estadounidenses, incluyendo los atentados cometidos contra las embajadas estadounidenses en Kenya y Tanzania. Ante esta presión, las autoridades afganas rechazaron extraditar a Bin Laden, actitud que fue tomada como un apoyo tácito al mismo. En julio, el Presidente estadounidense, Bill Clinton firmó una orden que impuso sanciones económicas y comerciales contra el régimen talibán, por el apoyo (o al menos protección) que daba a Bin Laden y su red terrorista. EE.UU., ya no puede controlar a los talibanes entonces necesita enfrentarse para poner en el poder a alguien que le convenga y mantenga sus intereses.

Conclusiones

La invasión soviética de Afganistán en 1979 en plena guerra fría llevó a EE.UU., junto con sus regímenes musulmanes aliados, a crear, organizar y financiar una guerrilla islamista, en ferviente oposición ideológica con el comunismo, que luche contra los soviéticos. Reclutados en todo el mundo árabe y musulmán, y adoctrinados por Arabia Saudta en torno a una concepción islámica radical de la ‘guerra santa’, los combatientes islámicos en Afganistán, entre los que se contó Osama Bin Laden, van a ser los aliados de EE.UU. en esa guerra contra la URSS.
Pero esa experiencia va a ser el germen de la radicalización de esos veteranos de la guerra de Afganistán que, adoctrinados en un Islam rigorista e intransigente, vivirán la exaltación de la victoria del Islam sobre el comunismo y la experiencia del triunfo a través del combate. Cuando vuelvan a sus respectivos países van a rechazar la moderación de las grandes organizaciones islamistas, donde podrían integrarse, y van a nutrir las ramas radicales y violentas. La evolución del orden internacional desde el fin de la bipolaridad va a traer consigo importantes cambios en el Próximo Oriente que van a fomentar la frustración y el desamparo de las poblaciones de esta región, a la vez que se va a acrecentar la intervención e influencia exteriores; lo cual no sólo va a ser el siguiente caldo de cultivo del extremismo de esos grupos radicales, sino que también va a desplazar su atención hacia Occidente y EE.UU. de manera particular.
Desde la guerra del Golfo, muchos regímenes árabes despóticos cuentan sobre todo con el apoyo occidental para su supervivencia, mientras desprecian cualquier idea de democracia y respeto de los derechos humanos y depredan la economía de sus países, sometiendo a sus poblaciones a una situación socio-económica muchas veces intolerable. Además, se prolonga un embargo genocida contra el pueblo iraquí porque su dictatorial régimen no cumple las resoluciones de la ONU (lo que está dando a Saddam Husein una gran impunidad, a la vez que se ha convertido en Estado paría a un país clave de la región). En tanto, los palestinos no consiguen la más mínima presión para que se aplique el derecho internacional y se ponga fin a la ocupación militar y colonialista que padecen. Y la situación de extremo sufrimiento de la población palestina a la que se está llegando en los últimos meses ante la pasividad estadounidense, occidental en general y árabe, tiene unas enormes implicaciones en el sentir del mundo musulmán.
A esto se podría añadir la tendencia a mantener en el aislamiento y bajo la sospecha a Irán en vez de apoyar a los reformistas y sus esfuerzos por liberalizar su sistema político, cuya influencia para la estabilización de la zona sería clave; el repugnante régimen talibán logra día a día sobrevivir entre otras razones porque prevalece su alianza estratégica con Pakistán y Arabia Saudita, que son a su vez dos piezas de la estrategia norteamericana en la zona.
Es decir, la política en el Próximo Oriente se pudre día a día y crece el sentimiento de desamparo, terrible injusticia y frustración en sus poblaciones. Pero junto a ello, se retroalimentan también esos grupos minoritarios pero muy extremistas que conciben su lucha contra quien identifican como su enemigo a través de un repugnante e inadmisible recurso al terrorismo. Queda por ver definitivamente quién está detrás de la espantosa acción terrorista que ha tenido lugar el 11 de septiembre en EE.UU., pero de todas formas es necesario poner los medios para dar fin al veneno de los movimientos extremistas en el mundo musulmán.
Para ello, el antídoto es modificar la situación en esta parte del mundo y el papel que EE.UU. y el mundo occidental desempeñan en él, empezando por resolver la situación de los palestinos, apoyando la democratización y el respeto de los derechos humanos, y rehabilitando la condición cultural y civilizadora de la dimensión musulmana e islámica, que tienen estas poblaciones, en lugar de estigmatizarlas globalmente como incompatibles con el mundo occidental. 

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