ECOLOGÍA ANIMAL
1.- La Vida animal en el Agua.
1. Los animales acuáticos. Los animales acuáticos son notablemente distintos de los aéreos a causa de la respiración y la locomoción tiene que realizarse de modos fundamentales diferentes. La inmensa mayoría de los habitantes de las aguas tiene respiración cutánea o branquial. Hacen excepción tan solo algunos animales primitivamente terrestres que se han acomodado secundariamente a la vida acuática, como las aves marinas, las focas, los cetáceos y algunos insectos y arácnidos, los cuales necesitan respirar el aire atmosférico y tienen que proveerse de él saliendo de vez en cuando a la superficie.
Un carácter fundamental diferencia el mar de las aguas dulces: la salinidad, que es elevada en las aguas marinas, insignificantes (no nula) en las de los ríos y lagos. La influencia de las sales disueltas es tan grande, que la fauna de las aguas continentales es completamente distinta de la del mar.
En general, los animales acuáticos están adaptados tan íntimamente a una proporción determinada de sales disueltas, que pequeñas variaciones de la salinidad la mata (animales estenohalinos). Únicamente soportan salinidades variables los animales que viven en las aguas salobres de las desembocaduras de los ríos y los peces que emigran del mar a los ríos o viceversa (animales eurihalinos).
2. La fauna marina. – La fauna marina está formada fundamentalmente de peces, moluscos, crustáceos, gusanos políquetos, braquiópodos, briozoos, equinodermos, celentéreos, esponjas y protozoos. Algunos grupos zoológicos son exclusivamente marinos, como los selacios, los procordados, los cefalópodos, los merostomas, los braquiópodos, los equinodermos y los radiolarios. Los políquetos, celentéreos y esponjas sólo cuentan con escasísimos representantes en las aguas continentales.
3. Tipos biológicos de animales marinos. – Por su modo de vida se distinguen tres tipos de animales marinos:
1º. ANIMALES BENTÓNICOS. Se llaman así los que viven sobre el fondo, ya fijos, como las esponjas, los pólipos, los gusanos tubícolas y muchos moluscos, como las ostras; ya libres, como los equinodermos, la mayoría de los moluscos gasterópodos, los gusanos errantes y ciertos peces serpentiformes, como el congrio, o aplanados, como la raya y el lenguado. El conjunto de estos animales forma bentos.
2º. ANIMALES NECTÓNICOS, es decir, animales nadadores capaces de ir incluso contra las. Se caracterizan por tener órganos locomotores aletiformes (y a veces una aleta caudal) y cuerpo de forma fusoidea (peces, cetáceos, sirénidos y tortugas marinas). Su conjunto constituye el necton, al cual pertenecen también los cefalópodos (fig. 219).
3º. ANIMALES PLANCTÓNICOS. Son los animales flotantes, que no se mueven por sí solos, sino arrastrados por las corrientes marinas. El plancton está formado por una rica variedad de diminutos animales que pululan en cantidades prodigiosas en las aguas marinas: medusas, crustáceos entomostráceos (copépodos principalmente), radiolarios, foraminíferos (Globigerinas....) y huevecillos y larvas de peces, moluscos, crustáceos, equinodermos, gusanos, celentéreos y esponjas.
Este conjunto tan heterogéneo de seres presenta curiosas adaptaciones a la vida en el agua, principalmente para sostenerse a flote. Unos lo logran disminuyendo su peso específico, bien cargándose de gotas de grasa (huevos de la sardina y ciertos radiolarios) bien mediante órganos hidrostáticos, como las vejigas flotadoras o neumatóforos de los sifonóforos (fig. 107) y las vacuolas aéreas de los radiolarios (fig. 370). Otros lo realizan mediante expansiones laminosas, filiformes o plumosas de su cuerpo, que impiden por razonamiento la caída del animal (fig. 184). Otros, finalmente, lo consiguen mediante pestañas vibrátiles, como las larvas de los gusanos y moluscos, los tenóforos, etc.
Figura 370. Thalassicolla pelagica, radiolario planctónico mostrando la cápsula central (oscura), las numerosas vacuolas hidrostáticas del protoplasma extracapsular y los pseudópodos radiantes. Según Haeckel. aumentado 20 veces.
4. Regiones biológicas marinas. Se distinguen en el mar tres regiones biológicas: la litoral, la pelágica y la abisal.
La REGIÓN LITORAL, está habitada por animales que necesitan preservarse de los efectos del oleaje, por lo cual unos viven en agujeros que ellos mismos excavan en las rocas (moluscos litófagos, figura 371) o encerrados en tubos resistentes fabricados por ellos mismos (gusanos tubícolas, figura 121); otros poseen un robusto caparazón (crustáceos, erizos de mar, moluscos); otros viven fijos a las rocas, como las ostras, los percebes, las lapas y los mejillones; muchos poseen discos adhesivos con los cuales pueden sujetarse a las peñas en el momento oportuno, como los cefalópodos con las ventosas de sus brazos (fig. 221), las estrellas de mar con sus pies ambulacrales, y algunos peces, como la rémora, con aletas diferenciadas en ventosa; algunos, finalmente, se afianzan con ganchos o con órganos prensiles a las plantas acuáticas, como la comátula con sus cirros (fig. 232), el caballito de mar (fig. 256) con su cola y muchos crustáceos con sus patas.
Figura 371. Moluscos litófagos (Pholax) introducidos en las rocas. De Rinne-Pervinquiere..
La REGIÓN PELÁGICA está poblada por animales que viven flotando o mandando en alta mar, y precisamente en la zona superficial, iluminada. La tranquilidad de esa región oceánica determina en ellos la regresión de las formaciones esqueléticas. Los moluscos pelágicos carecen casi de concha, los crustáceos tiene un caparazón finísimo y los peces poco mineralizado. Los animales pelágicos más característicos son las delicadas medusas y los no menos delicados sinofóforos. Como veremos en otra ocasión, la mayor parte de los seres planctónicos son transparentes.
Figura 372. Cangrejo abisal con patas y antenas larguísimas. Según Chun.
La REGIÓN ABISAL. Atendiendo a su iluminación, se distinguen en el mar dos zonas batimétricas: la superficial o iluminada por la luz solar (zona diáfana) y la profunda u oscura (zona afótica). El límite de ambas está entre los doscientos y los cuatrocientos metros de profundidad. La falta de luz, que acarrea la falta de flora, determina una gran pobreza en la fauna profunda. Los animales de fondo o abisales, como así se llama a los que viven alimentan unos de otros y de los cadáveres de los seres pelágicos. Gran parte de esos animales son totalmente ciegos (fig. 259); algunos crustáceos se guían por el tacto, a cuyo efecto tienen patas y antenas larguísimas (fig. 372); muchos peces poseen una boca enorme (fig. 259), a propósito para cazar a tientas sus presas, habiendo algunos que se tragan enteras presas mayores que ellos mismos (fig. 373). Gran sorpresa recibieron los naturalistas cuando las dragas sacaron a la luz de aquellas presuntas tinieblas peces y cefalópodos dotados de enormes ojos (fig. 260). Pronto halló explicación la aparente paradoja: buen número de habitantes de los fondos marinos poseen órganos fosforescentes (fig. 65), que iluminan tenuemente aquella tenebrosa zona. Incluso existen especies que tienen a la vez ojos y órganos fosforescentes.
Figura 373. Pez abisal. a, en estado normal. b, después de haber engullido otro pez de mayor tamaño, cuyos silueta y ojos se hacen bien patentes. Según Wanhoffen y Sars en Murray y Hjort.
5 .La vida animal en las aguas dulces. Por un conjunto de motivos en cuya exposición no podemos entrar, la fauna de las aguas continentales es infinitamente más pobre que la marina. En su composición entran principalmente peces, moluscos gasterópodos y lamelibranquios, crustáceos, insectos, arácnidos, briozoos, gusanos y protozoos. Atendiendo a su origen, los animales dulceacuícolas responden a tres grupos:
1.º unos son reliquias de antiguas faunas de gran dispersión geográfica, como los peces dipnoos.
2.º Muchísimos son animales terrestres adaptados secundariamente a la vida en el agua, como, por ejemplo, las aves zancudas y palmípedas, la nutría, los ácaros hidrácnidos y la legión de insectos acuáticos (hidrofílidos (fig. 133), ditíscidos, hidrométridos, notonéctidos (fig. 158), etc.).
3.º Finalmente, otros son animales marinos que han remontado los cursos de agua, como ocurre con tantos moluscos y peces y con los cetáceos del Amazonas y del Congo. Es característica la preponderancia de los animales de estirpe terrestre. A los antes citados hay que añadir aún las larvas de los anfibios y las de numerosos insectos que, como los mosquitos y libélulas, hacen vida aérea en la fase adulta.
2. La vida animal en tierra.
1. Los animales terrestres. La fauna terrestre, acomodada a respirar el aire libre de la atmósfera, es infinitamente más pobre y menos variada que la acuática. Faltan en tierra representantes de los siguientes grupos zoológicos: celentéreos, esponjas, equinodermos, braquiópodos, briozoos, cefalópodos, lamelibranquios, procordados y peces, amén de algunos otros de menos importancia. Los grupos zoológicos genuinamente terrestres son los insectos, arácnidos, miriápodos, gasterópodos pulmonados, reptiles, aves y mamíferos. Pero, como hemos visto anteriormente, la fauna acuática cuenta también con abundante representación de esos grupos zoológicos, muchas de cuyas especies han sabido adaptarse secundariamente a la vida en el agua. En cambio, solo algunos crustáceos han conseguido emanciparse del medio acuático y hacer vida exclusivamente terrestre, como la cochinilla de humedad. Existen, sin embargo, algunos animales de vida anfibia, entre los cuales merecen mención, además de los anfibios o batracios, algunos cangrejos marinos (fig. 194) y ciertos peces, como los dipnoos, que respiran el aire atmosférico mediante pulmones, y algunos otros que tienen las branquias a propósito para ello y pueden salir del agua (fig. 374).
Figura 374. Saltarín del fango (Periophthalmus), pez marino que camina en tierra durante la bajamar, corriendo con la rapidez de una lagartija a la caza de insectos.
2. La adaptación a la vida terrestre repercute principalmente en los tegumentos, la respiración y los órganos locomotores. La piel se protege contra la desecación, bien segregando un mucus, (babosa, sapos), bien segregando un barniz quitinoso (insectos), bien mediante diferenciaciones córneas formadas por células muertas queratinizadas (capa córnea de la epidermis, y escamas, pelos y plumas de los reptiles, aves y mamíferos) o pulmonar (caracoles y babosas, anfibios, reptiles, aves y mamíferos). Los órganos locomotores alcanzan un gran desarrollo, ya que el peso de los animales terrestres no está compensado, como en los acuáticos, por el peso del fluido que desalojan.
3. Tipos biológicos de animales terrestres. Dentro de los carácteres generales de adaptación a la vida terrestre existen adaptaciones especiales a diferentes medios biológicos. Con arreglo a ellas distinguiremos los siguientes tipos biológicos de animales terrestres:
1º ANIMALES TERRÍCOLAS. En sentido estricto reciben este nombre los animales que viven sobre la superficie del suelo; su máximo desarrollo lo alcanzan en las estepas y sabanas. Unos son animales corredores, dotados de largas patas y frecuentemente con reducción del número de dedos, como los ungulados. Otros son saltadores gracias al gran desarrollo de las patas posteriores y de la cola, como los canguros de las estepas australianas (fig. 310), y una infinidad de roedores de todos los países. Es frecuente en éstos la costumbre de vivir en madrigueras subterráneas (conejo).
También se han acomodado al régimen terrícola algunas aves, como ciertas gallináceas y las corredoras (avestruz, ñandú, etc.)
Figura 375. Galeopithecus volans, insectívoro arborícola de Filipinas e islas vecinas, dotado de paracaídas. Según Tickell.---.
2. ANIMALES ARBORÍCOLAS. La adaptación a la vida en los árboles se traduce por el carácter prensil de las extremidades y a veces también de la cola (monos, aves prensoras y trepadoras, camaleones, fig. 279). Un buen número de animales arborícolas poseen expansiones laminares de los tegumentos sostenidas por las patas, que les sirven de paracaídas para lanzarse se árbol en árbol (fig. 375)
Figura 376. Castor americano (Castor canadensis). Fot. Samborn en Cockerell.
3 º ANIMALES AERÍCOLAS. Se llaman así los animales voladores que pueden mantenerse en el aire durante más o menos tiempo. Los más genuinos seres aerícolas son los insectos, cuyas alas son órganos sui géneris especiales para el vuelo. Después están las aves, cuyas alas representan un par de patas adaptadas secundariamente a la función voladora. Finalmente, los quirópteros o murciélagos. En la era secundaria se adaptaron al régimen aerícola los reptiles pterosauros. En estos últimos grupos de animales el ala es un repliegue tegumentario llamado patagio, tendido entre los costados, los brazos y piernas, los dedos y la cola (figs. 348 y 289)
4 º ANIMALES ACUÍCOLAS. Son los animales terrestres que habitan las márgenes de los depósitos de agua y pueden introducirse en ella por más o menos tiempo. Las aves acuícolas son zancudas o palmípedas. Estas pueden nadar gracias a las membranas interdigitales de sus patas; aquéllas pueden caminar sobre el fondo sin mojarse las plumas, gracias a sus largas patas (cigüeña), o bien pueden marcar sobre las plantas flotantes gracias al gran desarrollo de los dedos. Los mamíferos acuícolas, entre los cuales merecen mención el castor, la nutria y el ornitorrinco, tienen un pelaje muy denso, extremidades cortas y palmadas y cola más o menos aplanadas (fig. 376).
Figura 377. El anfibio perennibranquio cavernícola Proteus angineus. De Goldschmidt.
5 º ANIMALES CAVERNÍCOLAS. En las tinieblas de las cavernas y grutas de todos los países vive una fauna especial, sumamente pobre, formada principalmente, en tierra, por insectos, y en el agua, por cangrejos anfibios. La mayor parte de estos animales son incoloros y aun medio transparentes por falta de pigmento. Los ojos se atrofian o abortan por completo y en cambio se desarrollan considerablemente los órganos táctiles (en los crustáceos e insectos las antenas) y los olfativos, mediante los cuales pueden reconocer desde lejos a sus congéneres, a sus presas y a sus enemigos.
Entre los más notables seres cavernícolas merece mención el Proteus anguíneus, anfibio perennibranquio ciego, de los lagos subterráneos de la Carniola, de color blanco rosado (fig. 377).
6º. ANIMALES HIPOGEOS. Reciben este nombre los animales terrestres que hacen exclusivamente vida subterránea. Este género de vida determina importantes modificaciones. Es muy general en ellos la reducción y aun la atrofia de los ojos, así como la escasa pigmentación de los tegumentos, como corresponde a la vida oscurícula. La locomoción, es un medio tan especial como el que habitan esos animales, determinan que unos se hagan zapadores y otros vermiformes con atrofia de las patas. La adaptación al régimen zapador se verifica por el enorme desarrollo de las extremidades anteriores, lo que determina que animales tan diferentes por su organización como el topo y el alacrán cebollero o grillo-topo tengan, por convergencia, un aspecto muy parecido (fig. 55 a y b). Lo mismo ocurre en los animales vermiformes, entre los cuales se encuentran las lombrices de tierra (fig. 122), la serpiente Typhlops lumbricoides, los lagartos Blanus cinereus y Amphisbaena fuliginosa (fig. 378), y los anfibios Caecilia lumbricoides y Siphonops annulatus (fig. 273).
Figura 378. Amphisbaena fuliginosa, lagarto ápodo de costumbres hipógeas. Según Cuvier.
3. Las asociaciones de animales
Muchos animales viven en relación más o menos estrecha con otros animales o con vegetales. Desde luego hay que distinguir las asociaciones de individuos de la misma especie de aquellas que se establecen entre seres de especie distinta. En esta última categoría se distinguen a su vez dos modalidades principales conocidas con los nombres de parasitismo y simbiosis.
1. Asociaciones de animales de la misma especie.
Los animales de la misma especie se presentan de ordinario reunidos en grupos más o menos numerosos y relacionados por vínculos variables y de modos muy diferentes. Distinguiremos los siguientes tipos de asociaciones:
1º. La familia o reunión de animales de distinto sexo para la procreación y el cuidado de la prole.
2º. La congregación o reunión de numerosos individuos de la misma especie, con fines generalmente nutritivos o defensivos, como los rebaños y piaras de mamíferos; las bandas o bandadas de aves; los bancos de sardinas, bacalaos y otros peces; las nubes de langosta, etc.
3º. La sociedad, género de asociación exclusivo de los insectos sociales (termes, hormigas, abejas y avispas) y caracterizado por la división del trabajo de la comunidad entre castas distintas, especializadas en una determinada tarea y diferenciadas corporalmente en consonancias con ella. (Para más detalles véase la descripción de los grupos de insectos sociales)
4º. La colonia o cornos, reunión corporal de individuos nacidos por gemación sobre uno primitivo. Se presentan estas asociaciones en los briozoos, algunos procordados y, sobre todo, en los celentéreos. Al tratar de estos animales hemos estudiado las particularidades de este género de asociación.
2. El parasitismo.
1. Parasitismo. – Se dice que son parásitos los animales que viven sobre otros, alimentándose directamente a sus expensas. Se denomina huésped o patrón al ser afecto por el parásito. Este toma de aquél, o bien partes integrantes de su cuerpo, por ejemplo sangre, o bien alimento que el huésped había injerido y preparado para sí, como ocurre con muchos parásitos intestinales del hombre.
2. Clasificación de los parásitos. – Por el lugar de aposentamiento se dividen los parásitos en ectoparásitos o parásitos externos, como los piojos, y endoparásitos o parásitos internos, como las solitarias. Atendiendo a la duración de la asociación parasitaria, los parásitos son temporales, cando interrumpen repetidas veces su unión al huésped buscándole únicamente con fines nutritivos (chinche), y permanentes o estacionarios, cuando se mantienen duraderamente asociados a su víctima (solitaria, arador de la sarna).
La mayor parte de los parásitos no viven como tales durante toda su vida, sino que durante una parte de ella hacen vida libre. Unos son parásitos en su juventud, como las moscas Gastrophilus (fig. 175), cuyas larvas viven en el estómago de los caballos; otros, al contrario, hacen vida libre en las primeras fases de su existencia y se vuelven parásitos al hacerse adultos; por ejemplo, los copépodos, cirrópodos y demás crustáceos parásitos (fig. 191).
3. Organización de los parásitos. El parasitismo repercute muy intensamente sobre la organización del parásito, sobre todo cuando éste es fijo. La abundancia de alimento puesta a su alcance determina una disminución de la motilidad y frecuentemente la atrofia de los miembros. Los órganos de los sentidos se reducen también, ya que las relaciones de los parásitos con el mundo exterior son muy limitadas; así, la mayor parte de los endoparásitos son ciegos. En algunos de los que viven en líquidos digeridos, como las tenias, se atrofia también el aparato digestivo. En cambio, en casi todos los parásitos aparecen órganos fijadores especiales, destinados a mantenerlos agarrados al huésped. Unas veces se trata de ventosas, otras de ganchos, otras de ambas cosas a la vez (fig. 124); en ocasiones son las propias patas que se encargan de afianzar al parásito en el sitio elegido, como ocurre en los piojos (fig. 161).
Figura 379. El gusano trematodo Bilharcia (Schistosomum) haematobium, según Loos en Claus. La hembra vive encerrada en el canal ginecóforo del macho.
4. Reproducción de los parásitos. Las dificultades con que evidentemente ha de tropezar un parásito para encontrar el huésped adecuado determinan una exaltación enorme de las funciones reproductoras a fin de producir infinidad de gérmenes y aumentar las probabilidades de que alguno llegue a desarrollarse. De aquí el enorme tamaño que alcanzan las glándulas sexuales (la lombriz intestinal pone sesenta y cuatro millones de huevos) y la frecuencia con que se presenta entre los animales parásitos el hermafroditismo, que asegura la fecundidad de los óvulos (tenias). Por esta misma razón es frecuente en los unisexuales que macho y hembra vayan asociados (fig. 379) y a veces que aquél sea muy diminuto y viva parásito sobre ésta (fig. 187)
Una consecuencia natural del parasitismo es que el parásito necesita realizar generalmente emigraciones que a veces van acompañadas de cambios de huésped. Es decir, el animal no pasa todo su ciclo vital en el mismo huésped, sino que en algunas de sus fases pasa a otro distinto de una manera activa o pasiva. Las tenias, por ejemplo, viven en la fase juvenil (cisticerco) en los músculos de determinados animales, mientras que en estado adulto (gusano) habitan en el intestino de otros.
3. La simbiosis o mutualismo.
En la asociación denomina por De Bary simbiosis, dos o más organismos, llamados simbiontes, viven asociados con mutuo beneficio; de aquí el nombre de mutualismo dado por van Beneden a este género de asociación.
Los ejemplos clásicos de simbiosis los ofrece el reino vegetal y serán estudiados en Botánica. Aquí trataremos tan solo de las simbiosis entre dos especies animales o entre animales y vegetales.
1. Simbiosis entre animales. Una de las más interesantes es la asociación del cangrejo ermitaño (Pagurus bernhardus) con una actinia o con una colonia de pólipos hidroideos, singularmente con la Podocoryne carnea (fig. 101). Estos animales, asentados sobre la concha del paguro, encuentran un cómodo vehículo y pueden aprovecharse de la corriente de agua que produce el cangrejo para su respiración. El crustáceo, a su vez, obtiene varios beneficios, singularmente el ser protegido por los nematocistos de dichos animales. Las ventajas recíprocas son conocidas de los propios interesados, que evitan el molestarse.
Merecen mención también la simbiosis de los rumiantes con unos infusorios llamados oligotricos (fig. 380) que vienen en la panza y la de las termites con unos flagelados que habitan en su intestino.
2. Simbiosis entre animales y vegetales. Las simbiosis más conocidas de este tipo son las establecidas entre algas unicelulares verdes o pardas, llamadas respectivamente zooclorelas y zooxantelas, y diferentes amebas (Amoeba viridis), radiolarios, celentéreos (Hydra viridis, fig. 381), esponjas y gusanos inferiores (turbelarios). El alga, que vive en el interior de las células del huésped, obtiene el anhídrido carbónico de la respiración del animal, y este se aprovecha del oxígeno desprendido por el alga en su función clorofílica. Merece mención el hecho de que las alguitas se transmiten, a veces, a la descendencia, con los productos sexuales (fig. 381).
Otro caso interesantísimo de simbiosis es el de ciertas bacterias de la panza de los rumiantes y el huésped respectivo. Este ofrece a las bacterias vivienda, alimento y buena temperatura; aquéllas coadyuvan a la digestión del rumiante atacado la celulosa del alimento.
Al mismo principio responde la simbiosis de los insectos xilófagos (singularmente termites y larvas de los coleópteros de la madera) con bacterias encargadas de fermentar la celulosa y la lignina del alimento.
Figura 380. Un infusorio oligotrico (Ophryoscolex purkinjei), según Bütschli. Aumentado 250 veces.
Figura 381. Corte de la pared de la Hydra viridis, según Hamann. ect, ectodermo. en, endodermo. st, mesoglea (mesodermo). eik, óvulo. zschl, zooclorelas acumuladas en el endodermo. Algunas de ellas han pasado al óvulo.
Modernamente se han descubierto numerosos casos de simbiosis entre bacterias u hongos y muchos animales se alimentan de sangre, como la chinche, las garrapatas, los piojos y algunas sanguijuelas. A si mismo se conocen otros casos similares entre bacterias u hongos e insectos que se nutren de jugos vegetales, como chinches de campo, cigarras y pulgones. Aunque no se conoce bien el papel que esos microorganismos desempeñan, se supone que debe de ser importante para la fisiología del animal infeccionado. Por de pronto, los huevecillos de este reciben gérmenes del simbionte para la nueva generación.
4. Medios de defensa de los animales.
De las feroces luchas que se entablan entre las distintas especies animales nos podemos formar una idea considerando los medios de que se valen estos para defender su vida o para atentar contra la de sus presas y enemigos. A continuación los exponemos metódicamente.
1.º La huída. La defensa de muchos animales se reduce, simplemente, a emprender la huída en cuanto descubren el menor peligro. Para ello están dotados de gran ligereza y vigilancia y son de velocísima carrera. A este tipo pertenece la mayoría de los mamíferos ungulados; muchos roedores, como la rodilla, y gran número de otros animales.
2.º El ocultamiento. Realiza este método de defensa una infinidad de seres. Los más de ellos se limitan a agazaparse debajo de hojas secas o piedras, o en la corteza de los árboles, pero otros se ocultan en sus madrigueras, como hacen el conejo y el grillo.
3.º El enmascaramiento. La adopción de un disfraz que les oculte de la vista de sus enemigos se ha observado en algunos insectos que cubren su cuerpo de excrementos, pajitas, arenillas, etc., y en algunos crustáceos merinos que colocan sobre su dorso diversas algas o bien se cargan a cuestas una esponja o una colonia de pólipos.
4.º El acorazamiento. Este modo de protección consiste en el desarrollo de formaciones dermatoesqueléticas que constituyen una especie de coraza. Este curioso y eficaz medio de defensa ha sido adoptado por infinidad de animales, como las tortugas (fig. 283), cuya coraza está formada por grandes placas córneas; los cangrejos, de robusto caparazón quitinoso incrustado de sales calcáreas; los tatuejos, provistos de una notable armadura córnea de placas poligonales (fig. 346), y los pangolines, que poseen otra constituida por escamas también córneas, empizarradas (fig. 347). Muchos animales acorazados pueden incluso arrollarse en bola para proteger sus partes blandas, como, por ejemplo, las cochinillas de humedad, los miriápodos del género Glomeris, los moluscos poliplacóforos y los ya citados tatuejos o armadillos (fig. 346). La adaptación convergente (pág. 49) al arrollamiento ha dado a seres tan desemejantes por su organización, como las cochinillas de humedad, los Glomeris, los poliplacóforos y los tatuejos, un aspecto exterior sumamente parecido.
5.º EL erizamiento. Consiste este género de defensa en tener el cuerpo cubierto de púas que les preserven del apetito de posibles enemigos. Tal ocurre en el erizo de mar, el de tierra y en el puerco espín (fig. 337). El erizo común puede incluso arrollarse en bola para ocultar del ataque sus partes vulnerables. En algunos peces existen espinas salientes emponzoñadas por un mucus venoso. Es curioso el que muchas orugas poseen el cuerpo erizado de pelos rígidos tóxicos.
6.º La intimidación. Algunos animales consiguen hacerse respetar de sus enemigos provocándoles aversión o miedo. Para ello unos tienen un olor desagradabilísimo. Otros exudan sustancias cáusticas o venenosas, como el sapo y la salamandra. Algunos arrojan por la boca o por el ano saliva o excrementos (las holoturias llegan a arrojar las vísceras). Finalmente, muchos producen ruidos especiales (gatos, gansos) o adoptan fieras actitudes: el gato eriza los pelos; la gallina eriza las plumas.
7.º El ataque. Otros animales se defienden de una manera activa, es decir, poniendo en juego determinados órganos: a) las patas (garras de las fieras y aves rapaces). b) los órganos masticadores (pico de las aves; colmillos de las fieras, jabalíes y elefantes). c) órganos sui géneris: espolones de los gallos; cuernos de rinocerontes y rumiantes; dientes venenosos de las serpientes; uña del escorpión; quelícero de las arañas; forcípulas de la escolopendra; nematoblastos o células urticantes de los celentéreos; órganos eléctricos del torpedo
8.º El mimetismo. Se designa con este nombre el sorprendente fenómeno en virtud del cual muchos animales imitan la coloración del medio en que viven o la forma y dibujo de los objetos o seres vivos que les rodean, hasta llegar a confundirse con ellos. Sin ningún género de duda, el mimetismo es el más curioso de todos los medios de protección observados en el mundo animal.
1. COLORACIÓN PROTECTORA. El caso más sencillo y el más extendidos de mimetismo es aquel en que el animal adopta una coloración semejante a la del medio. La homocromía está muy extendida en los medios de color uniforme: los animales polares suelen ser blancos (oso blanco); los de las estepas y desiertos, amarillos o pardos (liebre); los que viven sobre las hierbas y hojas, verdes (rana de San Antonio, Locusta viridissima o langosta verde); los que flotan en el mar, transparentes (medusas). En las mariposas abundan mucho las especies que se confunden pos su coloración con los objetos sobre que se posan. Esta coloración simpática es de manifiesta ventaja para los individuos, ya que les permite pasar inadvertidos a la vigilancia de sus perseguidores o de sus presas; de aquí el nombre de coloración protectora con que se la designa.
Figura 382. Un insecto áptero que apenas se distingue de las ramas. Según Goldschmidt.
Figura 383. Kallima paralecta, mariposa india imitando una hoja. Según Weismann.
2. MIMICRIA. La imitación no ya del color, sino de las formas de los objetos o seres vivos que rodean al animal, se designa con la voz inglesa mimicry, que quiere decir remedo. Se conocen muchas especies de orugas y de insectos ortópteros que se parecen tanto a las ramas de las plantas sobre las que habitan, que solo con dificultad se logra descubrirlos (fig. 382). Particularmente interesantes son los casos de muchas mariposas y ortópteros que imitan hojas de árbol con una exactitud verdaderamente asombrosa (fig. 383). Más curioso aún, si cabe, es el hecho de que insectos inofensivos (mariposas, moscas, escarabajos) imitan con notable exactitud a ciertas avispas temidas de sus enemigos por su aguijón o a otros insectos que por su mal olor o sabor son repugnados por las aves insectívoras (fig. 384). Entre los insectos que viven en los hormigueros hay muchos que imitan de una manera muy notable a las hormigas. El caso representado en la figura 385 es uno se los más sencillos. Se conocen otros verdaderamente asombrosos.
Figura 384. a, una mariposa piérida (Dismorphia leuconoe) imitando una helicónida (Ithomia ilerdina), según Bates.
Figura 385. Un hemíptero (a) (obsérvese el pico articulado) mimético de un hormiga (b), de Kraepelin.
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