Baviera : se venera a la Virgen María y ............
San Severino
Predicador
(† 482)
Patrono de Viena, Austria y Baviera, llega el año 454 a la Nórica, como apóstol. Sufrían ya aquellas fronteras del Imperio romano la inminente sacudida de bárbaros y hunos.
En Austria, a orillas del Danubio, nadie conoce su patria ni su edad; para el mensajero del evangelio, sus años son la eternidad y su patria el reino de Cristo en todo el mundo y en el cielo. Habla en latín, pero sabe mucho del Oriente, desde Egipto a Jerusalén y Bizancio. Un personaje de origen desconocido, eremita sin patria que se niega a decir el lugar de su nacimiento, su pasado es un misterio.
No es sacerdote ni está investido de ninguna autoridad, pero al poco de llegar a la región danubiana, aquella Nórica que corresponde aproximadamente a la Austria actual y que era camino obligado de las invasiones bárbaras, todo el mundo le reverencia y le obedece.
Cristianiza las orillas del Danubio desde Viena a Passau fortaleciendo la fe de los indígenas, amansando sorprendentemente a los feroces guerreros que cruzan aquellas tierras en busca del sur (Odoacro, rey de los hérulos, que pronto será dueño y señor de toda Italia, sentía por él un gran respeto) y poniendo las bases de un orden y una civilización que sirvieran de dique a la tumultuosidad de los tiempos.
Se niega a ser obispo, pero funda monasterios, rescata cautivos, sustenta a los pobres, es un vivo ejemplo de caridad, robustece la disciplina e incluso se muestra experto en cuestiones militares, organizando retiradas estratégicas. Anuncia la vida eterna y se ocupa al máximo de la presente, y al morir los que le han conocido se sentirán huérfanos.
El año 482 en la fiesta de Epifanía, anuncia su muerte, aconseja a cristianos y religiosos su fidelidad al evangelio entre las invasiones que se avecinan; y, después de recibir el viático, muere santamente cuando sus acompañantes cantaban el salmo: Alabad al Señor en sus Santos.
Un barrio de Viena, Sievering, le debe su nombre, y Austria le reconoce como su primer apóstol. Seis años más tarde, ante la irrupción de los bárbaros, sus cristianos descubren el cuerpo de San Severino que lo encuentran incorrupto, y en una carreta lo llevan con ellos hasta Luculanum, Nápoles; y de allí pasaría después al monasterio de San Severino.
San Severino,
predicador
Murió el 9 de enero del año 482, pronunciado la última frase del último salmo de la S. Biblia (el 150): "Todo ser que tiene vida, alabe al Señor".
Había nacido probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania).
Su biografía la escribió su discípulo Eugipio.
A nadie decía que era de Roma (la capital del mundo en ese entonces) ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísmo lo decían.
San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.
Se fue a misionar en las orillas del río Danubio en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo. Nadie le hizo caso, y entonces él, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana. Pocos días después llegaron los terribles "Hunos", bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes.
En Cumana, el santo anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo: "Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. El quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar". Entonces las gentes se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.
En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron. Entonces el santo, acompañado de mucho pueblo, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones.
Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía: "Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder." Y por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad.
El santo iba repitiendo por todas partes aquella frase de la S. Biblia: "Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán" (Romanos 2). Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores: "He pecado y nada malo me ha pasado". Pues todo pecado trae castigos del cielo. Y esto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal.
San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión. Buscando pecadores para convertir recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos, despertando en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo.
Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente: "Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo". Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino respetó el cristianismo y lo apoyó.
Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.
Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.
En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. El les respondió: "¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?". Y se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente.
En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo: "El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia". Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la inca del haciendo perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.
En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al Danubio: "No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz". El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo.
El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía, sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo: "Si quieren tener la bendición de Dios respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos". Y entonando el salmo 150 se murió, el 8 de enero.
A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido.
Sus restos han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles.
En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.
Señor Jesús: que no nos suceda nunca ser castigados por la justicia Divina como aquellos pueblos que no quisieron escuchar la invitación de San Severino a convertirse. Recuérdanos la frase del libro santo: "Hoy si escucháis la voz de Dios no endurezcáis vuestro corazón" (Salmo 94). Que escuchemos siempre a los profetas que nos llaman a la conversión, y que dejando nuestra mala vida pasada, salvemos nuestra alma. Amén.
En Berlín
San Otón de Bamberg (también conocido como Otto von Bamberg o Otton z Bambergu) 1060 o 1061 – 30 de junio de 1139) fue un obispo y misionero medieval alemán, que convirtió a muchos habitantes de la Pomerania al cristianismo.
Vida[editar]
Otón nació en el seno de una familia noble de Mistelbach, Franconia. Sirviendo inicialmente en la casa del duque de Vladislao I Herman de Polonia, entró al servicio del emperador Enrique IV en 1090 y fue nombrado canciller del Sacro Imperio Romano Germánico en 1101.
En 1102, el emperador le invistió como obispo de Bamberg en Franconia (ahora en el estado de Baviera), y Otón se convirtió en uno de los príncipes de la Alemania medieval. Durante su obispado, Bamberg alcanzó una gran notabilidad y Otón alcanzó la fama como misionero, diplomático y político, especialmente en la Querella de las Investiduras entre Enrique IV y el Papado, que negaba la lealtad al emperador. En el congreso de Wurzburgo en 1121 Otón negoció el tratado de la paz, el Concordato de Worms, que se firmó en 1122 en Worms.
Como obispo, Otón llevó una vida simple y austera, pero no pudo mejorar la austeridad del colectivo eclesiástico. Reconstruyó y completó la Catedral de Bamberg después de que un incendio la destruyera en 1081, mejoró escuela de la catedral, fundó numerosos monasterios y muchas iglesias por todo el territorio en Pomerania y Bamberg.
Por sus grandes trabajos como negociador y misionero, empezó la labor de cristianización de Pomerania. Otón consiguió el legado papal y convirtió a grandes cantidades de habitantes de Pomerania, especialmente en las ciudades de Pyrzyce, Kamień, Szczecin y Julin, construyó once iglesias y se ganó el título de "Apóstol de Pomerania".
Después de regresar a Bamberg en 1125, algunas costumbres paganas comenzaron a resurgir, y Otón volvió a Pomerania en 1128. En la Dieta de Usedom, consiguió convertir a todos los nobles y envió sacerdotes desde Bamberg para servir a Pomerania. Su intento de consagrarse obispo de Pomerania fue frustrado por los obispos de Magdeburgo y Gniezno, que tenían los derechos sobre Pomerania. Sólo después de su muerte en 1139, su antiguo compañero Adalberto de Pomerania fue consagrado como obispo de Julin en 1140. En 1188, trasladó su sede desde la diócesis de Wolin a Kamień.
Otón murió el 30 de junio de 1139 y fue enterrado en la abadía de Michaelsberg. Fue canonizado en 1189 por el papa Clemente III. A pesar de que murió el 30 de junio, su nombre se registra en el mes de julio y su festividad se celebra el día 2.
Eduviges de Andechs, o Eduvigis (en alemán, Heilige Hedwig von Andechs; en polaco, Święta Jadwiga Śląska; * Castillo de Andechs, Baviera, 1174 - Trzebnica, Silesia, 15 de octubre de 1243), fue la hija de Bertoldo IV, gobernador de Tirol y duque de Carintia e Istria y su esposa Agnes.
Vida[editar]
Una de sus hermanas menores fue Gertrudis de Merania, la primera esposa del rey Andrés II de Hungría, siendo la hija de ellos santa Isabel de Hungría, conocida también como Isabel de Turingia. Otra de sus hermanas fue abadesa del convento benedictino de Lutzingen en Franconia, lugar en el que Eduviges recibiera su educación.
A la edad de 12 años, contrae matrimonio con Enrique I el Barbudo de Silesia quien en 1233 llega a ser duque de la Gran Polonia.
En 1238, posterior a su fallecimiento, Enrique fue enterrado en el convento de la Orden del Císter de Trzebnica, el cual fundó en el año 1202 a solicitud de Eduviges. La viuda se mudó a dicho convento que estaba a cargo de una de sus hijas. El 15 de octubre de 1243 fallece Eduviges, siendo enterrada en ese mismo convento, mientras que sus reliquias permanecen en la Abadía de Andechs.
Eduviges y Enrique tuvieron un hijo, Enrique II el Piadoso, que murió en 1241 a consecuencia de la invasión mongola, perdiendo la Batalla de Liegnitz. Tanto Eduviges como Enrique tuvieron una vida piadosa y humilde, con un gran afán por la religión, ayudando a los pobres, caminando ella descalza incluso en invierno y donando toda su fortuna a la iglesia y a los pobres.
Canonización[editar]
Fue canonizada en el año 1267. En 1773, Federico el Grande, rey de Prusia, construyó la Catedral de Santa Eduviges en Berlín, que es ahora la sede de la Arquidiócesis de Berlín, para los católicos inmigrantes de Silesia.
Santa Eduviges también es la patrona de Brandeburgo, Berlín, la Abadía de Andechs, Cracovia, Trzebnica, Silesia y de la diócesis de Görlitz. Asimismo, se le considera la patrona de los huérfanos.
Cultura popular[editar]
La mascota de Harry Potter, el búho nival fue llamado Hedwig por la escritora J.K. Rowling dado que Potter en los libros es un niño huérfano.
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