lunes, 3 de diciembre de 2018

NAVIDAD

HISTORIAS DE LA NAVIDAD

En un pueblito llamado Greccio había un hombre llamado Juan, muy devoto de San Francisco. Unas dos semanas antes de la fiesta de Navidad, San Francisco llama a Juan y le dice: 
-Hijo mío, si quieres que celebremos en Greccio el nacimiento de Jesús, prepara cuanto voy a decirte. Quisiera representar al Niño nacido en Belén para ver con mis propios ojos las incomodidades en que se encontró aquella noche santa. Nuestro Señor fue recostado en un pesebre entre el buey y el burrito. Así que tú prepara una gruta. Trata de disponerlo todo como debió ser la noche en que nació el Niño Jesús.
Juan va en seguida al lugar establecido para preparar lo necesario según el proyecto de San Francisco.
Y llega la víspera de Navidad. Con tal ocasión, San Francisco invita a muchos frailes para que vengan a Greccio.
Poco antes de medianoche hombres, mujeres y niños llegan jubilosos de los caseríos de la región. Traen velas y antorchas para iluminar aquella noche santa.
Llega también a la gruta San Francisco. Ve que todo se ha preparado según su deseo. Está radiante de alegría.
Un labrador pone un brazado de heno en el pesebre, y luego se hace entrar en la gruta un buey y un burrito.
Greccio se ha convertido en una nueva Belén. El bosque en torno a la gruta resuena de voces y de cantos festivos.
San Francisco, que ha invitado también a un sacerdote para celebrar la Santa Misa en la gruta, ayuda al celebrante.
Después de leer el Evangelio, San Francisco habla al pueblo reunido ante la gruta. Con palabras tiernísimas recuerda el nacimiento de¡ Niño Jesús. Hasta el buey y el burrito escuchan atentos.
San Francisco pronuncia la palabra Belén con voz temblorosa. En su boca, esta palabra parece casi un balido de corderito.
A medianoche en punto, apenas San Francisco ha terminado de hablar, la gruta se ilumina milagrosamente.
En el pesebre, entre el buey y el burrito, aparece la figura esplendente del Niño Jesús. Los labradores y pastores más cercanos a la entrada de la gruta ven claramente cómo el Niño yace sonriente en el heno del pesebre.
El buey y el burrito calientan con su aliento al pequeño Niiío, exactamente como hablan hecho el buey y el burrito en Belén.
San Francisco se arrodilla en adoración ante el pesebre.
Los pastores y labradores entonan un canto navideño. Alguien toca flautas y zampoñas. Los niños agitan las antorchas.
Después de algunos momentos, el Niño Jesús desaparece y también la luz va apagándose poco a poco en la gruta.
Terminada la Santa Misa, la gente vuelve a su casa cantando y agitando velas y antorchas. En el cielo brillan muchísimas estrellas.
San Francisco se queda todavía un largo rato en la gruta, rezando. Acaricia al buey y al burrito y les dice:
-Hermano buey y hermano burrito, sois afortunados entre todos los animales porque habéis podido ver con vuestros ojos a vuestro Señor y Creador. Habéis podido calentarle con vuestro aliento.
El buey y el burrito miran al santo con sus grandes ojos dulces, llenos aún de aquella luz aparecida en la gruta.
Luego San Francisco manda a sus frailes:
-Hermanos míos, por amor a Nuestro Señor, yo os ordeno que en los años futuros, la noche de Navidad déis de comer a todos los animales. Particularmente echad buen heno a los bueyes y a los burritos. Todas las criaturas vivientes deberán hacer fiesta en la Navidad de Jesús.
Desde entonces los frailes, hasta la muerte de San Francisco, todos los años van por las cuadras de Greccio a llevar buen heno a todos los bueyes y burritos, en la noche de Navidad.
También vosotros, queridos niños, el día de navidad recordaos de dar de comer cosas buenas a todos los animalitos que tenéis en casa o que encontréis por el camino.





Mientras todos los niños ayudaban en sus casas en los preparativos para la Nochebuena, Pedro, de 7 años de edad, trabajaba en la joyería de Don Juan para ayudar con el sostenimiento de su casa. Don Juan era un joyero de mucho dinero, pero al mismo tiempo, un hombre sin familia, a quien solamente le importaba el dinero y miraba a Pedro como un simple trabajador más no como un niño.
El día de Navidad Pedro quería retirarse temprano del trabajo para comprar algunas cosas para la cena y ayudar a su mamá. Contemplando en la ventada como algunos niños jugaban, Pedro escuchó un grito que lo hizo temblar:
- ¡Pedro!, gritó Don Juan.
- Si señor, respondió él
- ¿Qué haces mirando por la ventana? Aún no terminas tu trabajo.
- Pedro contestó:¡Hoy es navidad! hoy es el cumpleaños del niño Jesús, hoy es un día muy especial.
- ¡Pues a mi no me importa! ¡Crees que hoy vas a poder escaparte mas temprano de tus deberes, trabaja mejor!, replicó
- Pero Don Juan, hoy quería comprar algunas cosas para la cena de navidad, suplicó el niño.
- ¡Para la cena de Navidad!, se burló el joyero. Tú lo único que quieres es escaparte mas temprano. Hoy es un día común y corriente; mejor sigue trabajando si quieres mantener tu empleo.
- Si don Juan, contestó Pedro muy triste. 
El niño continuó trabajando, con lágrimas en los ojos. Su corazón estaba muy triste y angustiado y temía que Don Juan no lo dejase pasar Navidad junto a su familia. En medio de ese aterrador pensamiento, elevó una plegaria a la Virgen María pidiéndole su intercesión para que pudiese pasar una linda Navidad con su familia.
Poco después, Don Juan, inesperadamente, gritó tan fuerte que casi se le sale el corazón a Pedro.

- ¡Pedro, Pedro ven apúrate! - gritaba el joyero horrorizado.
- Don Juan ¿que le pasa? preguntó
- Don Juan asustado abraza a Pedro y le dice: "Vi un fantasma, vi un fantasma!
- Pedro miró para todos lados en la habitación de Don Juan y no vio nada.
- Cálmese, dijo. Yo no veo nada.
- ¿Me estas tratando de mentiroso?, exclamó el anciano.
- No don Juan, disculpe no quise decir eso.
- ¡Sigue trabando mejor!, fue una pesadilla ¡sigue trabajando! 
Don Juan seguía atemorizado por lo que según él había visto. No queriendo permanecer ni un momento solo se le ocurrió pedirle a Pedro que se quedara con él hasta bien entrada la noche. "Por si acaso", pensó. Don Juan llamó al niño y le dijo:

- Pedro, necesito que hoy te quedes hasta más tarde.
- Pero señor, hoy es navidad y mi familia me esta esperando.
- ¡Pedro te pago el doble!
- Pero Don Juan, ya tengo casi terminado mi trabajo y debo ir a casa. 
Don Juan no le quería confesar que estaba asustado y el niño lo sabía, pero él se resistía a quedarse porque era Navidad. Entonces, se le ocurrió una magnífica idea: "invitar a Don Juan a su casa a pasar la navidad".

- Don Juan: lo invito a pasar la Navidad con nosotros para que no se quede solo.
Don Juan estaba emocionado por el ofrecimiento de Pedro, ya que nadie lo invitaba a su casa. por lo que sin pensarlo… aceptó.

Cuando llegaron a la casa de Pedro, Don Juan se quedó muy impresionado porque en esa humilde casa, había mucha alegría y generosidad.

Don Juan sonrió como nunca lo había hecho, se dio cuenta que nunca había tenido una Navidad y ahora la compartía con una familia muy sencilla y amable. Sus mejillas se sonrojaron y sobre ellas rodaron muchas lágrimas de la emoción y felicidad que sentía.

Al final de la noche, Don Juan se comprometió a ser más justo y considerado con el niño, y a desprenderse de sus bienes a favor de los más necesitados.




La navidad se dice que es la celebración del nacimiento del Niño Dios, que es tiempo de amor y de paz, donde hay que olvidar rencores y perdonar. Pero navidad es navidad. Cada uno lo celebra y vive a su manera y hoy en día más que un acontecimiento espiritual, es un hecho comercial.
Para unos Navidad es tiempo de reposo, descanso, vacaciones, en cambio otros deben trabajar más de lo acostumbrado porque algunos de sus compañeros se fueron de vacaciones a "celebrar la navidad". Algunos llenan sus casas de luces y las calles y parques de la ciudad, se ven hermosos con coloridos que anuncian gozo y alegría, mientras otros ni siquiera tienen energía eléctrica.
Muchos preparan una gran cena en la noche de Navidad, es un banquete especial, mientras muchos otros no tienen un pan. En Navidad se ve a muchos niños reír, abriendo sus regalos y gozando de sus juguetes, pero también he visto a muchos niños llorar, porque no tienen un juguete.
Si esto es la Navidad, no quisiera que llegue diciembre, porque muchos se olvidan del Niño Dios; se hace tanta bulla y alboroto por las cosas que hay que comprar y por las que no se pueden comprar; la alegría, la risa, el despilfarro de los que tienen dinero se enfrentan a la rabia, la envidia y el llanto de los que no lo tienen. Me podrán decir que esto no sucede sólo en Navidad, que todos los días se vive en estas contrariedades. Sí, es verdad, porque todos los días nace el Señor. Como le dijo Simeón a María, refiriéndose al Niño: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a tí misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lc 2,34-35).
Me decía un amigo: para mí todos los días es Navidad, pues todos los días nace el Señor; no tengo que esperar que se llegue diciembre para darle un abrazo a mi padre, a mi hermano o a mi amigo y desearle que la paz y el amor de Dios habiten en sus corazones; estoy siempre dispuesto a perdonar a quien me ha ofendido, sin esperar todo un año para abrazarnos y perdonarnos; siempre que puedo hago una obra de caridad y comparto lo que tengo con quien realmente sé que lo necesita.
Algunas veces he compartido con niños y he visto en esas caritas tristes unos labios sonreir y unos ojos con mirada de esperanza, por qué esperar diciembre para mostrarles nuestro afecto, no necesito salir en las páginas sociales de los periódicos, porque Dios sabe como vivo y lo que hago y eso es lo único que me interesa.
Sabes, me encantan los poemas, los mensajes y las tarjetas; es una lástima que solo me lleguen en diciembre, pero yo con mi vida hago el esfuerzo para ser un mensaje viviente de amor, justicia, paz y esperanza cada día. Viviendo así he llegado a la conclusión de que todos los días es navidad, pues cada día mi corazón experimenta el amor y la paz de Dios. Cuando participo en la Eucaristía y recibo a Jesús me pregunto si se sentirá cómodo en este pesebre que es mi corazón. No te olvides, todos los días nace el Señor y navidad es navidad.
Cuando mi amigo se fue, me dije si esto es la navidad, quisiera que se llegue diciembre para darle gracias a Dios celebrando con gozo y alegría el nacimiento de su Hijo, que durante el año me ha ayudado a vivir en el amor y la paz que un día nos trajo.
No olvidemos, que Simeón profetizó a Jesús como signo de contradicción y que su presencia pondría al descubierto las intenciones de muchos corazones; que Jesús ha venido a salvar al pueblo de sus pecados y es el Emmanuel: Dios con nosotros y que los ángeles cantan: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad".
Navidad es navidad, año tras año cada uno lo seguirá viviendo a su manera y tú ¿cómo la vivirás? La puedes vivir un solo día al año o todos los días del año. La decisión es tuya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario