martes, 21 de abril de 2015

apuntes de historia


Historia del Reino de Mallorca (1276-1343)

El Reino de Mallorca fue un estado de la España Medieval, creado en 1276, a raíz del testamento de Jaime I el Conquistador y que fue definitivamente anexionado a la Corona de Aragón por Pedro IV en 1343. Aunque el reino mantuvo una entidad propia estuvo vasalláticamente supeditado a Aragón y siempre fue objeto de deseo de los monarcas aragoneses.
La Corona de Aragón y la conquista de Mallorca
El nacimiento de la Corona de Aragón se podría fechar en 1137, año en el que el monarca aragonés Ramiro II el Monje cedió sus territorios al conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, al que además entregó a Petronila su hija y heredera, en matrimonio. En el nuevo Estado, el soberano actuaba como un nexo, llamándose Rey de Aragón y Conde de Barcelona, aunque los catalanes siempre le dieron el título de rey. La Corona se fue ampliando con las sucesivas conquistas de Valencia, Mallorca, Cerdeña, Sicilia, Nápoles y los ducados de Atenas y Neopatria. Los diferentes reinos de la Corona se integraron de forma federalista, conservando cada uno de ellos sus propias instituciones. Esta situación se mantuvo hasta principios del siglo XVIII, cuando los Borbones proclamaron los Decretos de Nueva Planta, que pusieron fin a la mayoría de las instituciones de los confederados para supeditar Aragón a Castilla.
Por otra parte, la derrota de las Navas de Tolosa (1212) desintegró el poder almohade en la Península Ibérica, circunstancia que fue aprovechada por monarcas, como Jaime I, para acelerar los procesos de Reconquista. Para este rey, la conquista de Mallorca significaba el establecimiento de una base política y económica que favorecería los intereses del comercio catalán en los mercados de Oriente, pero también era una oportunidad única para encauzar las energías de una nobleza levantisca, en una causa común. La ocasión para iniciar la conquista vino dada en verano de 1226, cuando el valí musulmán de Mallorca, Abú Yahya, apresó en aguas de Ibiza dos naves catalanas y, amparado por genoveses y pisanos, se negó a devolverlas. La declaración de guerra por parte del monarca aragonés fue la excusa para acometer un proyecto que llevaba muchos años latente. En las cortes de Barcelona de noviembre de 1228 (a las que no acudió representación aragonesa) se ultimaron los preparativos de la expedición, cuyo objetivo se planteó como la anexión total de las islas. Jaime I se comprometió a repartir las tierras y riquezas conquistadas de forma proporcional al número de caballeros y hombres de armas que cada participante aportase. La expedición comenzó el 5 de septiembre de 1229 y culminó el último día del mismo año. El reino de Mallorca y las islas quedaba anexionado a la Corona de Aragón.
Historia
En marzo de 1230 Jaime I otorgó la Carta de Franquicia en la que se expresaron los derechos y exenciones de que disfrutarían los moradores del reino de Mallorca. El resultado fue un sistema más liberal que el vigente en Cataluña, en el que el feudalismo perdió su lugar. De hecho el feudalismo acabaría por consolidarse en las islas en una de las diversas variantes ofrecidas por el sistema. La Corona de Mallorca fue ofrecida por Jaime I al infante Pedro de Portugal, a cambio del condado de Urgel, que Pedro había heredado de su esposa, Aurembiaix. A su muerte en 1265 Mallorca volvió a depender directamente del monarca. Tres años antes, sin embargo, Jaime I había dictado su testamento, en el que quedó patente su concepción patrimonialista del reino: a su hijo mayor, Pedro (futuro Pedro III) le dejó los reinos de Aragón y Valencia y el condado de Barcelona, mientras que para el hijo menor, Jaime, quedaron el reino de Mallorca, con Ibiza y el vasallaje de Menorca (aún islámica), y las posesiones que la Corona de Aragón había conservado en la Francia meridional, es decir, el señorío de Montpellier, los condados de Rosellón, Conflent y Cerdaña y el vizcondado de Carladés. La ejecución del testamento, tras la muerte de Jaime el Conquistador (27 de julio de 1276), dio lugar al nacimiento del reino independiente de Mallorca.
Jaime II de Mallorca fue coronado rey y juró los privilegios y franquicias que su padre había concedido al reino, repartiendo la capitalidad entre Perpiñán y el palacio establecido en la Almudaina mallorquina. En 1278 Jaime de Mallorca estableció una alianza con el conde de Foix, cabecilla de la nobleza francesa levantada contra el poder real. Esto no agradó a Pedro III, que estaba en guerra con el francés y quería que el reino de Mallorca tomase partido por Aragón. La situación se resolvió a través del pacto de infeudación firmado por ambos hermanos el 20 de enero de 1279, por el cual Jaime se declaraba feudatario de Pedro III, en su nombre y en el de sus sucesores. El acuerdo fue el punto de partida del fin de la autonomía del reino de Mallorca, ya que requería el homenaje del pueblo al nuevo rey y obligaba al rey de Mallorca a comparecer al menos una vez al año en las cortes de Cataluña como señal de sumisión (Jaime II quedó exento de esta obligación).
Pero Jaime II, casado con Esclarmunda de Foix, siempre mostró mayor basculamiento hacia Francia que hacia Cataluña y en 1283 firmó un tratado con Felipe III de Francia por el que fortificó el Rosellón. Además, cuando después de la conquista del Sicilia por parte del rey aragonés, el papa lanzó sobre él la excomunión (1283), Jaime II se declaró libre del juramento vasallático de 1279 y permitió que el rey de Francia atravesase sus tierras para invadir Cataluña. El papa Martín IV había acordado investir a Felipe III con aquellos territorios que pudiese conquistar al rey excomulgado y el monarca francés, por su parte, había pactado con Jaime II el intercambio de los feudos ultrapirenaícos del reino de Mallorca por el reino de Valencia, lo cual era del agrado de Jaime II. Sin embargo la campaña francesa fue un fracaso y durante su desarrollo murió el rey de Francia (1285); Pedro III, también moribundo, ordenó a su hijo y heredero, Alfonso III, que acometiese la expedición de castigo contra el reino de Mallorca.
Inmediatamente Alfonso III se lanzó a la conquista de las Baleares. La ciudad de Mallorca, donde existía un sector de población que recibía remuneración derivada del pacto de vasallaje de 1279, se rindió sin lucha el 19 de noviembre de 1285. Alaró, Pollença, Santueri e Ibiza siguieron la misma suerte. Menorca estaba aún en manos de los musulmanes, aunque éstos habían jurado vasallaje a Jaime II, por lo que Alfonso de Aragón conquistó la isla, en previsión de que su tío pudiese encontrar apoyo allí y la pobló con catalanes.
Tres expediciones de Jaime sobre Cataluña, aliado con el Papado y con el rey de Francia, entre 1286 y 1288, terminaron en fracaso y sus derechos no se vieron reconocidos en la paz de Tarascón de 1291. Pero tras la muerte de Alfonso III en 1291 la corona de Aragón pasó a su hermano, Jaime II de Aragón y la situación cambió en 1295 con la firma de la paz de Agnani, por la que Jaime de II de Mallorca recibía de nuevo el reino de Mallorca más la isla de Menorca, comprometiéndose, como siempre, a guardar vasallaje a la Corona de Aragón. Desde este momento hasta su muerte en 1311, Jaime II mantuvo la paz y fue un excelente gobernante. Hacia 1300 fundó once nuevas villas en la isla de Mallorca, estabilizó la economía y comenzó la acuñación de moneda propia.
A la muerte de Jaime II el trono recayó en su segundo hijo, Sancho I, que fue un rey amante de la paz y continuó la labor de organización emprendida por su padre. Al año siguiente de la coronación viajó a Barcelona, donde rindió vasallaje a Jaime II de Aragón. Durante su reinado puso las primeras piedras de lo que sería el Gran i General Consell y fundó una institución benéfica llamada Caixa dels Mariners. Francia siguió fomentando la enemistad entre Mallorca y Aragón, pero Sancho I se desmarcó de la política francesa y en 1321 apoyó a Jaime II en su expedición para la conquista de Cerdeña. Como agradecimiento, el monarca aragonés mantuvo protección del señorío de Mallorca sobre Montpellier, contra las pretensiones de los reyes de Francia. El mayor problema del reinado de Sancho I, y que estuvo a punto de constarle la guerra con Aragón en 1319, fue la falta de herederos. Con el apoyo del papa, en 1322 Sancho de Mallorca nombró sucesor a su sobrino Jaime, hijo de su hermano Fernando y en 1324 estableció un Consejo de Regencia que se habría de renovar anualmente hasta que el heredero alcanzase la mayoría de edad.
A la muerte de Sancho I en 1324, Jaime III de Mallorca sólo contaba con diez años de edad y asumió el gobierno otro de sus tíos, Felipe, hasta 1328. El rey Jaime II de Aragón seguía con la intención de conquistar Mallorca, pero Roma se interpuso y la defensa de los derechos dinásticos de Jaime III fue puesta en manos de eminentes legistas. Cuando Jaime III de Mallorca alcanzó la mayoría de edad fue prometido en matrimonio a Constanza, hermana del heredero del trono aragonés, el futuro Pedro IV el Ceremonioso y a la muerte del rey de Aragón, Jaime III presentó vasallaje a su sucesor, Alfonso IV (1329). Pero cuando Pedro IV subió al poder y reclamó del rey de Mallorca el juramento de fidelidad que le debía por el pacto de 1279, éste no acudió y se excusó diciendo que no podía abandonar sus tierras en un momento en el que el rey de Francia había vuelto a plantear sus derechos sobre Montpellier (1341). El año siguiente fue acusado de fabricar en Perpiñán moneda barcelonesa y al ser requerido por un tribunal de Barcelona tampoco se presentó, por lo que fue acusado de rebeldía. Finalmente, aconsejado por el arzobispo de Aquisgrán, enviado directamente por el papa Clemente VI, Jaime III acudió a rendir vasallaje a Barcelona, pero se negó a someterse a ningún tribunal, alegando que sólo el papa lo podría juzgar. En todo caso, en 1342 el tribunal falló el pleito de los dos cuñados condenando al rey de Mallorca y disponiendo que todos sus Estados fuesen confiscados. Los dos reyes se prepararon para la guerra. Pedro IV desembarcó en Mallorca el 18 de mayo de 1343 y la isla se rindió sin lucha. El año siguiente atacó Rosellón, Menorca e Ibiza, que fueron conquistados. Jaime III escapó a Francia y, con la ayuda de Felipe IV atacó los condados del Conflent y Cerdaña, pero sin resultados. Poco después vendió Montpellier al rey de Francia, por una cantidad con la que armó un ejército para recuperar su reino, pero fue vencido y muerto en la batalla de Llucmajor (1349). Desde este momento Pedro IV se tituló rey de Mallorca y el reino quedó definitivamente unido a la Corona de Aragón, en cuyas cortes se discutieron en adelante los asuntos de Mallorca.
El hijo de Jaime III, Jaime IV, no renunció a la corona y pasó de una prisión a otra, hasta que un grupo de nobles lo liberó. Después se unió a los enemigos de Aragón y formó parte de un grupo de mercenarios franceses que asoló el reino durante la Guerra de los Cien Años. Jaime IV dejó en herencia el reino de Mallorca a su hermana Isabel, pero cuando el primero murió, ésta no reclamó ningún derecho. Por otra parte, desde Llucmajor Mallorca quedó totalmente unida a Aragón y durante el Compromiso de Caspe (1412) sus síndicos no participaron en la elección de un nuevo rey.
Economía
Las tres ciudades principales del reino de Mallorca, Ciutat (la actual Palma de Mallorca), Montpellier y Perpiñán tenían características diferentes, pero un denominador común: eran importantes enclaves en las rutas comerciales que unían el norte de Europa, el sur de Francia y los reinos ibéricos mediterráneos con África e Italia.
Jaime el Conquistador quiso hacer del reino de Mallorca un estado totalmente autónomo, aunque sus sucesores trabajaron en el sentido contrario, para hacer depender el reino de la Corona de Aragón. Los monarcas aragonese fueron adquiriendo una visión cada vez más clara, no sólo del potencial comercial de Mallorca, sino también de la relación entre la economía mallorquina y la de otros territorios mediterráneos. Efectivamente, la función del comerció entre Mallorca y Sicilia o Cerdeña, por ejemplo, sirvió tanto para enriquecer a los comerciantes catalanes, como para abastecer a los habitantes de la isla, lo cual posibilitaba su estabilidad política. La economía mallorquina se fue integrando en el entramado comercial catalán a la par que el reino se integraba políticamente en la Corona de Aragón. Sin embargo, los monarcas mallorquines concibieron su sistema económico como un modo de reivindicar su independencia respecto a Aragón, lo que explica el establecimiento de aranceles entre los territorios catalanes y mallorquines, de consulados mallorquines en el extranjero, o la creación de un sistema monetario propio. Casi inmediatamente después de que Jaime II ciñese la corona, se establecieron vínculos por vía marítima con Inglaterra, con los puertos de Levante y con la costa atlántica de Marruecos. Tras la conquista catalana se intentó fomentar en la isla el cultivo de cereales, dado que sus propios habitantes no llegaban al autoabastecimiento. Sin embargo las Baleares eran ricas en sal y lana, los primeros productos que fueron exportados. Desde el siglo XIII se dio la exportación de aceite, producción que se convertiría en masiva en el siglo XV. La industria textil mallorquina creció más tarde que la de Barcelona y no hay vestigios de ella hasta principios del siglo XIV, alcanzando una gran relevancia a mediados de siglo. En general, todo el siglo XIV asistió a la transformación de Mallorca de centro comercial a centro de producción, papel que asumió gracias a la decadencia simultánea del comercio de Barcelona.
Todavía antes de 1229 hay pruebas suficientes que muestran un comercio regular entre Mallorca y Barcelona, siendo la isla una especie de cabeza de puente entre la Europa cristiana y África, y lugar de paso frecuente para los mercaderes genoveses. Desde 1240 se intuye en Ciutat de Mallorca una élite comercial en proceso de formación, mezcla de elementos catalanes, italianos, provenzales, judíos y ocasionalmente musulmanes y mozárabes. Los italianos negociaron para conseguir un status privilegiado, lo que cristalizó en instituciones como la lonja del genovesos. Marsella consiguió casi 300 casas en la capital y el éxito de su comercio queda de manifiesto en los documentos mercantiles marselleses del siglo XIII. Jaime I también dio ciertas concesiones a algunos judíos del norte de África para que se estableciesen en la isla. La imposible competencia con los ricos comerciantes italianos debió causar trastornos a la economía catalana o local y desembocó en la llamada batalla del proteccionismo, que dio lugar a decretos de expulsión de los italianos, demasiado frecuentes como para pensar que llegasen a entrar realmente en vigor. A mediados del siglo XIII los papas Gregorio IX e Inocencio IV permitieron comerciar con el Magreb a los catalanes establecidos en Mallorca, pues de otra forma no tendrían medio de ganarse la vida. Estas disposiciones muestran como en la época la producción en la isla debía ser aún muy pequeña y daban pie a un tipo de comercio que tuvo una gran relevancia en la Mallorca catalana: el de esclavos musulmanes. Desde entonces y hasta finales de la Edad Media, el Magreb fue el destino favorito de los comerciantes mallorquines. Los vínculos con el norte de África se vieron reforzados por los tratados celebrados por Jaime I con diversos soberanos magrebíes. Sicilia también mantuvo estrechos vínculos con Mallorca y ya desde tempranas fechas hay datos sobre la creación de una primitiva ruta de las islas. Y mucho antes de que el Rosellón y Mallorca estuviesen unidos bajo una corona común, existían entre las Baleares y Colliure unos vínculos comerciales que hacen pensar en relaciones más amplias, vía Perpiñán, y que conectaría con las principales rutas que atravesaban Francia.
En los primeros años de la formación del reino independiente, el comercio con Barcelona continuó sin trabas. Pero el estallido de la guerra que llevaría a las Vísperas Sicilianas perturbó las rutas del comercio balear, desde el momento en el que el rey de Mallorca se alió con Francia y el Papado, haciendo peligroso el contacto directo con Cataluña y Valencia. Como consecuencia de estas alianzas, entre 1285 y 1298 Jaime II perdió las Baleares. La ruptura con Cataluña significó que el suministro de alimentos a Mallorca quedaba amenazado por el hecho de que Sicilia, que era una importante proveedora de cereales, hubiese sido conquistada por el rey de Aragón. Por otra parte, el comercio con Flandes, Inglaterra, Egipto y Tierra Santa se desarrollaba normalmente durante el invierno, aunque los barcos que tomasen esas rutas debían de ser pocos. De estas fechas data la creación de consulados, síntoma del propósito de los reyes de Mallorca de establecer una red comercial autónoma al margen de Barcelona.
Durante el primer cuarto del siglo XIV la economía mallorquina estaba totalmente supeditada al comercio exterior, tanto para el abastecimiento, como gracias al auge que estaba experimentando la actividad textil. Pero desde 1300 Jaime II aprobó las ordenanzas para la creación de nuevas poblaciones, que formaban parte de un sistema más amplio, encaminado a vertebrar con más fuerza las partes continental e insular del reino, reduciendo su dependencia respecto al entramado mercantil de Barcelona. Coinciden estas iniciativas con el establecimiento en las Baleares de un sistema de acuñación de moneda, con el hecho de que los cónsules de Mallorca fuesen nombrados en pugna con los cónsules catalanes y con las fundaciones de poblaciones fortificadas o bastides en el sur de Francia. También de estas fechas viene la imposición de aranceles al comercio catalán, lo que fue motivo de querella del rey de Aragón y desembocó en un largo contencioso, que se unió al derivado del control de las rentas procedentes del comercio africano y la ampliación del impuesto de ancouratge. Con todo ello, la debilidad de la monarquía mallorquina era evidente y derivaba del fracaso a la hora de obtener ingresos sustanciales procedentes de las actividades económicas desarrolladas por sus súbditos. Hubo un intento de cambiar esto mediante la imposición de leyes que incrementaron, por ejemplo, el impuesto de residencia de los musulmanes en la isla. Aún así, las amplias exenciones concedidas por los reyes aragoneses hicieron vanos estos intentos.

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