martes, 21 de abril de 2015

apuntes de historia



China en el Centro del Mundo

Un curioso mapa siglo XVII muestra a China situada como el centro del mundo, de igual forma que los mapas de la edad media  ubicaban a Jerusalén.
El mapa, creado en 1602 por el misionero jesuita italiano Matteo Ricci y dibujado en seis rollos de papel de arroz, fue el primer mapa en chino en mostrar el descubrimiento del nuevo continente de las Américas.
1: China – 2: India – 3: Rusia – 4: Europa – 5: Japón – 6: Canadá – 7: US – 8: América del Sur – 9: África – 10: Oriente Medio

En la actualidad solamente existen dos ejemplares en buen estado, uno de los cuales se exhibe en la Biblioteca del Congreso, en Washi





La Entente Cordiale y la Triple Entente – Las Alianzas ante la Primera Guerra Mundial


La Triple Entente es el nombre que la historia ha dado a la alianza franco-rusa-británica establecida el año 1907, que vino a complementar a la Entente Cordiale o Doble Entente (tratado franco-británico firmado en abril del año 1904). El objetivo de la alianza fue el de contrarrestar a la Triple Alianza (tratado militar de tipo defensivo entre Alemania, Italia y el Imperio Austro-húngaro, firmado en el año 1882 y renovado periódicamente por las tres naciones). Este nuevo sistema de cooperación a tres bandas tuvo su origen en los esfuerzos diplomáticos promovidos por Francia y su ministro de Asuntos Exteriores, Théophile Delcassé, que había logrado llevar a buen puerto, al menos en el plano militar, las relaciones franco-británicas con la creación de la Entente Cordiale. Francia mantenía una actividad decididamente hostil hacia Alemania desde su derrota en la Guerra franco-prusiana (1870-71). Con la firma del tratado ruso-británico, en agosto del año 1907, Rusia, Francia y Reino Unido delimitaron un esquema triangular de cooperación que acabó presionando a Alemania, la cual se empleó activamente en provocar nuevas crisis internacionales para así romper el equilibrio europeo de bloques (crisis de los Balcanes y de Marruecos). De esa forma, la Triple Entente no pudo consolidarse como tal hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial: el 3 de septiembre del año 1914, las potencias aliadas dieron forma oficial a la Triple Entente, comprometiéndose a no firmar tratado alguno de paz o rendición sin el consentimiento de las otras dos potencias.


El acuerdo franco-ruso. La Dúplice Alianza
El primer paso hacia la constitución de la Triple Entente se remonta a finales del siglo XIX, concretamente a la serie de tratados diplomáticos y militares firmados por los Gobiernos de París y Moscú entre los años 1891 y 1893, los cuales desembocaron en la Entente franco-rusa del 31 de diciembre del año 1893, pacto que fue anunciado públicamente dos años más tarde. La idea de una confraternización entre ambos países surgió al mismo tiempo que los famosos sistemas bismarckianos, producida tanto por el revanchismo profundo del pueblo francés subsiguiente a la Guerra franco-prusiana, como por el recelo de las potencias del este y del oeste hacia la posición hegemónica que desde el año 1871, fecha de la unificación alemana, venía reclamando para sí el II Reich alemán. Aunque tal proyecto aliancista tropezó, desde un principio, con serios obstáculos, sobre todo debido a la condición autoritaria y absolutista de la propia monarquía zarista, al final prevalecieron los intereses comunes militares y defensivos de ambos Gobiernos.
Por dicho pacto, Rusia y Francia se prometieron ayuda recíproca en caso de que una de ellas fuera atacada por dos o más potencias, o si la agresora era Alemania, circunstancia ésta que denotaba claramente un marcado sentimiento antigermánico de la alianza, aunque ambos países se preocuparon por destacar su carácter netamente defensivo para no caldear el ambiente europeo más de lo necesario.
El acuerdo franco-británico. La Entente Cordiale
Al igual que pasara con la Dúplice Alianza, el acercamiento entre Francia y Reino Unido databa de antiguo, impulsado por el mutuo desacuerdo hacia la política absolutista y autocrática desplegada por el canciller austriaco Metternich a mediados del siglo XIX. Pero, debido a la dura competencia política y, en especial, comercial y colonialista que ambos Gobiernos entablaron en tierra de África y Asia, el acercamiento real tuvo que esperar hasta principios del siglo XX, concretamente el 4 de abril del año 1904, fecha en la que se firmó el acuerdo de la Entente Cordiale.
Finalmente, la política exterior de Théophile Delcassé y la buena disposición del rey británico, el recién ascendido al trono Eduardo VII, monarca de reconocida francofilia, facilitaron la firma del acuerdo final. Pero antes se tuvieron que dar dos factores importantes para que Inglaterra abandonara su “splendid isolation” (‘espléndido aislamiento’), máxima que dominó por completo toda la política exterior británica durante la brillante época victoriana y que llegó a constituir algo parecido a un dogma o precepto diplomático inamovible para la cancillería británica. El primero de ellos fue el inicio de las grandes alianzas continentales derivadas de los sistemas bismarckianos (Triple Alianza). El segundo factor fue el comienzo de las corrientes colonialistas por parte de las potencias continentales, lo que significaba que Inglaterra ya no estaba sola en dicho proyecto y que, tarde o temprano, acabaría chocando con el expansionismo ruso, francés o alemán, este último extremadamente peligroso por la política naval emprendida por el kaiser Guillermo II. Eduardo VII, muy preocupado por este asunto, alentó él mismo el acercamiento con Francia y el fin de la política británica de desinhibición hacia los asuntos continentales.
La Entente Cordiale (dos declaraciones, un convenio y cinco artículos secretos) puso fin a las disputas de ambos países en África occidental, cuya base de negociación fue la idea del trueque Egipto-Marruecos. Inglaterra reconoció a Francia la libertad de acción sobre Marruecos, con excepción de la zona del Estrecho, a cambio del compromiso francés aceptando la ocupación inglesa en Egipto, circunstancia que favoreció y hasta obligó la presencia española en el norte de Marruecos (Conferencia de Algeciras, 1906). Así mismo, ambos países resolvieron viejos litigios territoriales en Siam, Madagascar, Nuevas Hébridas y Nigeria.
Aunque los acuerdos del año 1904 sólo regularon cuestiones coloniales e Inglaterra cuidó de no comprometer su apoyo diplomático a Francia en la cuestión marroquí, la Entente Cordiale tuvo un valor político evidente, enseguida captado por todos, tanto por la prensa como por los propios firmantes, por lo que llegó a ser considerada como una alianza de hecho. Al poner fin a la vieja rivalidad con Inglaterra, Francia se convirtió en aliada simultánea de dos potencias rivales (Inglaterra y Rusa), a la par que estableció las bases de un compromiso de cooperación duradero entre ambos países capaz de romper el cerco diplomático internacional en su contra que la diplomacia de Bismarck había trazado con tanto empeño desde el año 1871.
Las bases para la constitución de la Triple Entente estaban ya trazadas. La victoria del Japón en la Guerra ruso-japonesa (1904-1905) frenó las apetencias territoriales rusos en los territorios del Extremo Oriente y calmó los recelos del Gobierno de Londres, ayudando de manera decisiva a la formación de la Triple Entente. Rusia estaba temerosa por encontrarse sola frente a Austria-Hungría, su gran rival en la zona.
La Triple Entente
El Gobierno alemán, al darse cuenta del cambio progresivo del sistema europeo de alianzas, totalmente en contra de sus intereses, se esforzó denodadamente por deshacer la naciente Entente Cordiale, utilizando para ello a Marruecos como pretexto para una contraofensiva diplomática de Alemania. La crisis surgida en Marruecos, entre los años 1905 a 1906, convenientemente alimentada por Alemania, consiguió entorpecer los proyectos franceses, pero no logró debilitar ni a la Entente Cordiale ni a la propia Francia, a la que apoyaron las potencias europeas, además de los Estados Unidos de América.
La crisis marroquí mostró a los políticos británicos la importancia que tenía para su país la independencia de Francia, por lo que, a partir de ese momento, el Gobierno de Londres volvió a interesarse por establecer el equilibrio de poder en el continente europeo, a la par que, en diversas conversaciones entre militares franceses y británicos, se iba estableciendo la idea de que Francia no podría sobrevivir a una ofensiva alemana por territorio belga sin la ayuda de Inglaterra. Finalmente, la crisis favoreció el acercamiento anglo-ruso.
Aunque Francia durante la crisis anterior no consiguió arrancar una promesa formal del Gobierno de Londres en relación a un apoyo en caso de agresión germana (postura tradicional de toda la política exterior inglesa del momento), no obstante, sí consiguió que toda la clase política, primero los conservadores y después los liberales, se mostrase de acuerdo en aceptar la propuesta francesa de un acercamiento anglo-ruso que pusiera punto final al largo antagonismo entre ambos países por cuestiones territoriales en Asia Central. Francia, temerosa de encontrarse en una situación incómoda en caso de producirse un desacuerdo entre ambos países (no en vano era aliada de ambos países), mandó a sus respectivos embajadores en Londres y San Petersburgo, Paul Cambou y Bompard respectivamente, que desplegasen una ofensiva diplomática tenaz para llevar a buen puerto el acuerdo.
Las negociaciones, abiertas en mayo del año 1906 por el embajador británico en San Petersburgo, Nicholson, con el nuevo ministro de Exteriores ruso, Isvolsky, duraron algo más de un año, a causa de dos motivos fundamentales: la disolución en julio de la Duma (parlamento ruso), que provocó una reacción negativa de la opinión pública británica ante la falta de libertades en la Rusia zarista autocrática; y, por el temor ruso ante una posible reacción alemana.
La principal zona de fricción anglo-rusa se encontraba en Asia central. Inglaterra había conseguido la preponderancia en Afganistán y en el Tibet, mientras que Rusia tenía una excelente posición en Persia, zona ésta en la que tenía proyectada la construcción de un transiraniano que llevase su influencia hasta el mismísimo Golfo Pérsico. Por supuesto, tal proyecto inquietaba sobremanera a los británicos.
El Gobierno británico propuso al ruso un acuerdo de reparto en zonas de influencia: el norte de Persia para Rusia, el sur para el Reino Unido (asegurándose el control total del Golfo Pérsico). El Estado Mayor ruso se negó a tal propuesta, pero, finalmente, fue convencido por Isvolsky, mucho más realista que el resto de los miembros del Gobierno del zar sobre la posición de fragilidad de su país respecto de Inglaterra. Isvolsky propuso una solución intermedia que evitara la posibilidad de una guerra con Inglaterra, la cual sería fatal, desde cualquier punto de vista, para los intereses de Rusia. A cambio de la aceptación de la propuesta británica, Inglaterra se comprometía a renunciar a llevar a cabo cualquier tipo de intentona expansionista en el Tibet.
El acuerdo final se firmó el 31 de agosto del año 1907. Persia quedó dividida en tres zonas; la del norte, con Teherán abierta a la influencia rusa; la del sureste, reservada al Reino Unido; y, por último, la del centro, conformando una zona neutral en la que las dos potencias tenían prohibido introducir sus tropas. Así mismo, Rusia se comprometió a reconocer los intereses especiales del Reino Unido en Afganistán y a mantener sus relaciones con Kabul únicamente a través de las autoridades británicas. En contrapartida, Londres se comprometió a mantener el protectorado de hecho sin convertirlo en formal. En cuanto al Tibet, los británicos hicieron algunas determinadas concesiones a los rusos y prometieron evacuar el país, al que reconocieron formalmente sometido a la soberanía de China. Los acuerdos se completaron con la renuncia rusa a cualquier revancha en el Lejano Oriente.
Conclusiones
El acuerdo anglo-ruso, al igual que el de la Entente Cordiale, puso fin a una serie de litigios que estaban afectando seriamente las relaciones entre ambos países desde tiempo atrás. No estableció compromiso alguno de política general o de colaboración para un futuro inmediato, pero sí sirvió para establecer una nueva base de solidaridad entre un nuevo grupo de potencias, la Triple Entente, la cual, pese a una Inglaterra apegada a su tradicional libertad de acción que no permitió que se elevara al rango de alianza abierta, fue claramente diseñada para evitar y contrarrestar la hegemonía alemana. Durante los años preparatorios del “camino hacia la guerra”, la Triple Entente fue adquiriendo mayor solidez, lo que provocó que el canciller alemán Otto von Bismarck denunciara muy pronto el “cerco” al que se estaba sometiendo a las potencias centrales. Siete años más tarde estalló la Primera Guerra Mundial.

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