viernes, 3 de abril de 2015

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historia de alemania :

Historia

La fascinante historia de Alemania comienza en un país de bosques, costas azotadas por el viento y montañas habitadas por tribus celtas y germánicas, que lucharon contra el Imperio romano. Hacia el s. IX, las regiones del este del Rin habían desarrollado una identidad propia, y por vez primera se pudo hablar de soberanos “germánicos”. Pero el destino del país permaneció durante largo tiempo en manos de los gobernantes feudales, que se movían por interés propio a expensas de un estado unificado. La Edad Media fue una época marcada por la barbarie y la desolación, las disputas de los príncipes, las guerras religiosas, las plagas y el oscurantismo cultural. Con la configuración de un estado federal en el s. xix, se sentaron los cimientos de la tortuosa senda que condujo de la unificación a la guerra, de la democracia al fascismo y la Segunda Guerra Mundial, y de ahí a la cruda división de la Guerra Fría, la reunificación pacífica y la Alemania contemporánea.

TRIBUS GERMÁNICAS Y ROMANOS

Los primeros habitantes de Alemania fueron los celtas, a los que siguieron las tribus germánicas. En la Edad del Hierro (a partir del 800 a.C. aprox.), las tribus germánicas de la meseta septentrional alemana y de las tierras altas centrales ocupaban los márgenes de las regiones celtas, por lo que recibieron la influencia cultural de este pueblo, si bien nunca llegaron a integrarse en él. Hoy en día aún pueden encontrarse muestras claras de dicho influjo en Thale, en la región montañosa de Harz.
A partir del 100 a.C., las tribus germánicas del este del Rin y los romanos iniciaron una cruenta lucha por el control del territorio al otro lado del río hasta el año 9 d.C., cuando el general romano Varius perdió tres legiones (unos 20 000 hombres) en la sangrienta batalla del Bosque de Teutoburgo y los romanos abandonaron sus planes de extenderse hacia el este. Hacia el 300 d.C. se habían formado ya cuatro grupos fundamentales: alemanes, francos, sajones y godos.
La presencia romana se percibe hoy en los baños termales y el anfiteatro de Augusta Treverorum (actualmente Tréveris), así como en otras reliquias romanas de Aquisgrán, Xanten, Colonia, Bonn, Mainz (donde pueden encontrarse restos de barcos romanos del s. IV), Bingen (célebre por su instrumental quirúrgico romano), Coblenza, Augsburgo y Ratisbona. Los viñedos del Rin y el Mosela constituyen un tributo perdurable a la afición de los romanos por el vino.

EL REINO FRANCO

El reino franco, asentado en la orilla occidental del Rin, se convirtió en el principal poder político europeo durante la Edad Media. Esto se debió en parte al rey merovingio Clodoveo [482-511], que unificó las diversas poblaciones. En su época de máximo apogeo, el reino franco llegó a comprender Francia, Alemania, los Países Bajos y la mitad de la península italiana. Algunos misioneros como san Bonifacio (675-754), considerado el padre del cristianismo alemán, cruzaron el Rin para convertir a los paganos.
Cuando en el s. VII estallaron las luchas entre los clanes aristocráticos, los merovingios fueron reemplazados por los carolingios, que introdujeron la estructura jerárquica de la Iglesia. Kloster Lorsch, hoy Hesse, es una extraordinaria reliquia de aquella época. Desde su grandiosa residencia en Aquisgrán, Carlomagno [768-814], el rey más importante de la monarquía franca, conquistó Lombardía, se apropió de parte de Baviera, sostuvo una guerra de 30 años contra los sajones del norte y fue coronado emperador por el Papa en el 800. Las tornas cambiaron en el s. IX, cuando los ataques de los daneses, los sarracenos y los magiares generaron el caos en la porción oriental del imperio de Carlomagno del que surgieron cuatro ducados dominantes: Baviera, Franconia, Suevia y Sajonia.
El entierro de Carlomagno en la catedral de Aquisgrán convirtió la que fuera capilla de la corte en un importante lugar de peregrinaje (hasta la fecha). El Tratado de Verdún (843) provocó la progresiva división del reino, y cuando Luis el Niño [900-911], nieto del hermano de Carlomagno, murió sin descendencia, los ducados francos del este (es decir, los alemanes) eligieron un rey entre los suyos. Así nació el primer monarca alemán.
y en 1165, año de la canonización de Carlomagno, se le otorgaron sus derechos de libertad. Entretanto, Enrique el León, güelfo con especial interés en Sajonia y Baviera, extendió su influencia hacia el este mediante campañas destinadas a germanizar y convertir a los eslavos que poblaban buena parte de la actual Alemania oriental, donde hoy en día aún puede encontrarse una minoría eslava, los sorbios, asentados en la región de Spreewald. Enrique, que estaba bien relacionado (su segunda esposa inglesa, Matilde, era la hermana de Ricardo Corazón de León), no sólo fundó Braunschweig (donde yace actualmente su tumba), sino también Munich, Lübeck y Lüneburg. En su momento de mayor apogeo, su reino se extendía desde el norte y las costas bálticas hasta los Alpes, y desde Westfalia hasta Pomerania (en Polonia).

El reino ganó territorio al este y en Italia, pero pronto se desmembró como consecuencia de muertes prematuras, disputas entre los aspirantes güelfos al trono y Hohenstaufen, y la elección de un rey y un anti-rey respaldado por el Papa. En aquella época, los reyes los elegían los Kurfürsten (príncipes electores) pero era el Papa quien los coronaba emperadores, sistema que convertía a los emperadores en lacayos remisos. En 1245, el reino se vio sumido en el llamado Gran Interregnum o Época Terrible, en que el papa Inocencio IV depuso a su propio emperador, se multiplicaron los reyes y la autoridad central se desmoronó.
Aunque el reino central era ya solo una sombra de su antiguo poderío, la expansión hacia el este no se vio afectada en absoluto. A mediados del s. XII, las tierras situadas al este del río Oder (actualmente la frontera oriental de Alemania) fueron ocupadas por campesinos y ciudadanos alemanes. En el s. XIII, los caballeros teutones siguieron avanzando hacia el este, levantando a su paso ciudades fortaleza como Königsberg (hoy Kaliningrado). En su momento de máximo apogeo, el estado unificado de los caballeros se extendía desde el Oder hasta Estonia. Más adelante, en el s. XVII, una franja considerable de estas tierras se convertiría en parte de Brandeburgo-Prusia.

COMIENZOS DE LA EDAD MEDIA

El fuerte regionalismo de la Alemania actual tiene sus raíces en las disputas e intrigas por los despojos territoriales que sostuvieron, a comienzos de la Edad Media, las diversas dinastías, apenas controladas por un ineficaz estado central de inspiración romana.
El núcleo simbólico del poder era la catedral de Aquisgrán, convertida desde el 936 en sede de la coronación y el entierro de decenas de reyes alemanes. Inauguró la tradición Otón I, que en el 962 renovó la promesa de Carlomagno de proteger al papado, a lo que el Papa correspondió con un voto de lealtad al emperador. Esto convirtió a ambos poderes en una extraña y a menudo reñida pareja durante los siguientes 800 años y supuso el nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico, un estado nebuloso que sobrevivió hasta 1806.
La lucha de poder entre el Papa y el emperador, que además debía lidiar con los príncipes locales o los clérigos-príncipes, fue la causa de muchas de las revueltas de principios de la Edad Media. El llamado Conflicto de Investidura tuvo lugar durante el mandato del rey sálico Enrique IV [1056-1106], cuando el Papa prohibió la práctica de la simonía (compraventa de prebendas y beneficios eclesiásticos). El rey, excomulgado y arrepentido, viajó a Canossa (Italia) donde pasó tres días descalzo en la nieve a la espera del perdón papal. Fue absuelto, pero como consecuencia su reino se vio sacudido por una guerra civil de casi 20 años, finalmente resuelta en un tratado que se firmó en la ciudad de Worms (estado de Renania-Palatinado) en 1122. Las tumbas de Enrique y otros monarcas sálicos se encuentran hoy en la espectacular catedral de la vecina Spira.
Durante el reinado de Federico I Barbarroja [1152-1190], Aquisgrán se convirtió en capital del reino, y en 1165, año de la canonización de Carlomagno, se le otorgaron sus derechos de libertad. Entretanto, Enrique el León, güelfo con especial interés en Sajonia y Baviera, extendió su influencia hacia el este mediante campañas destinadas a germanizar y convertir a los eslavos que poblaban buena parte de la actual Alemania oriental, donde hoy en día aún puede encontrarse una minoría eslava, los sorbios, asentados en la región de Spreewald. Enrique, que estaba bien relacionado (su segunda esposa inglesa, Matilde, era la hermana de Ricardo Corazón de León), no sólo fundó Braunschweig (donde yace actualmente su tumba), sino también Munich, Lübeck y Lüneburg. En su momento de mayor apogeo, su reino se extendía desde el norte y las costas bálticas hasta los Alpes, y desde Westfalia hasta Pomerania (en Polonia).
El reino ganó territorio al este y en Italia, pero pronto se desmembró como consecuencia de muertes prematuras, disputas entre los aspirantes güelfos al trono y Hohenstaufen, y la elección de un rey y un anti-rey respaldado por el Papa. En aquella época, los reyes los elegían los Kurfürsten (príncipes electores) pero era el Papa quien los coronaba emperadores, sistema que convertía a los emperadores en lacayos remisos. En 1245, el reino se vio sumido en el llamado Gran Interregnum o Época Terrible, en que el papa Inocencio IV depuso a su propio emperador, se multiplicaron los reyes y la autoridad central se desmoronó.
Aunque el reino central era ya solo una sombra de su antiguo poderío, la expansión hacia el este no se vio afectada en absoluto. A mediados del s. XII, las tierras situadas al este del río Oder (actualmente la frontera oriental de Alemania) fueron ocupadas por campesinos y ciudadanos alemanes. En el s. XIII, los caballeros teutones siguieron avanzando hacia el este, levantando a su paso ciudades fortaleza como Königsberg (hoy Kaliningrado). En su momento de máximo apogeo, el estado unificado de los caballeros se extendía desde el Oder hasta Estonia. Más adelante, en el s. XVII, una franja considerable de estas tierras se convertiría en parte de Brandeburgo-Prusia.

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