martes, 21 de abril de 2015

Pseudohistoria



Carlos P. Chíniquy (30 de julio de 1809 – 16 enero de 1899) fue un sacerdote católico canadiense que abandonó la fe católica y se convirtió al Protestantismo. En los años comprendidos entre 1885 y 1899 fue el foco de una gran discusión en los Estados Unidos de América por sus teorías conspiratorias en las que afirmaba que los jesuítas habrían pretendido asesinar a Presidente Abraham Lincoln y que pretendían tomar el control político del país.Chíniquy nació en 1809 en Kamouraska, Quebec. Huérfano de padre a muy corta edad, fue adoptado por un tío suyo. El área de Quebec era fundamentalmente católica aunque había también algunos protestantes. Estudió para sacerdote católico en el Petit Seminaire en Nicolet, Quebec. Fue ordenado en 1833 y sirvió en diversas parroquias del área franco-parlante donde llevó a cabo una campaña muy exitosa contra el alcoholismo. Más tarde emigró a Illinois. Tuvo una breve incursión como novicio en la Orden de origen francés de los Oblatos de Mª Inmaculada
En 1855 fue denunciado por un prominente abogado católico llamado Peter Spink en Kankakee, Illinois. Chíniquy contrató al entonces abogado Abraham Lincoln para su defensa. Quedó libre de toda culpa y amigo de Lincoln, que le cobró por su defensa la simbólica suma de 50 dólares.2
Sacerdote rebelde e inconformista, Carlos Chíniquy se enfrentó con el obispo de Chicago, Anthony O'Regan, por el tratamiento que el obispo daba a los católicos, particularmente a los franco-canadienses. Declaró además que O’Regan estaba apoyando en secreto el contencioso de Spink contra él. En 1856 O’Regan le amenazó con excomulgarlo si no se marchaba a un nuevo sitio y abandonaba su colonia canadiense francófona. Varios meses después el New York Times publicó una carta pastoral del obispo O’Regan en la que declaraba que habíendo suspendido a Carlos Chiniquy de sus funciones, y habiéndole desobedecido, el obispo lo excomulgaba. Apoyado por sus parroquianos Chíniquy refutó vigorosamente su excomunión afirmando públicamente que el obispo estaba equivocado. Terminó abandonando la Iglesia Católica en 1858.3
Chíniquy expuso en su autobiografía que fue acusado falsamente por sus superiores y recurrió al abogado de Illinois Abraham Lincoln quien lo defendió exitosamente, que la Guerra Civil Americana fue un complot del Vaticano contra los Estados Unidos y que el Vaticano estaba detrás de los confederados del Sur y de la muerte de Lincoln.
Tras abandonar la Iglesia católica, Chíniquy dedicó su vida a convertir a la fe protestante a sus compatriotas franco-canadienses. Escribió varios libros y opúsculos. Sus libros más influyentes fueron “Cincuenta años en la Iglesia de Roma” Fifty Years in The Church of Rome4 y El sacerdote, la mujer y el confesionario.5 Esos libros suscitaron preocupación en los católicos de Estados Unidos y Europa . Según algunos críticos, Carlos Chiniquy es el autor más vendido de Canadá de todos los tiempos.6
Murió en Montreal en 16 de enero de 1899.
Hasta el presente algunos de los trabajos de Chíniquy siguen promocionados entre los protestantes . Uno de sus seguidores actuales mejor conocidos es Jack Chick, quien creó un comic de “50 años en la Iglesia de Roma” titulado “La gran traición”.






Confederación chimalhuacana es el nombre que se da a una confederación militar de varios estados indígenas del Occidente de México. El término fue inventado por Ignacio Navarrete y como consecuencia de ello, se generalizó el uso de este término nahua para designar al Jalisco prehispánico. Como consecuencia de esta invención historiográfica, otros autores sacaron conclusiones completamente alejadas de la realidad. Se llegó a decir que Chimalhuacan Atenco —la actual Chimalhuacán (estado de México)— y Chimalhuacan-Chalco, poblaciones que estuvieron ubicadas en el valle de México se encontraban en alguna zona de Jalisco.

Dicen de esta manera que donde ahora se asientan los estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Aguascalientes y parte de Zacatecas, Sinaloa y San Luis Potosí, existió una confederación indígena conocida como Chimalhuacán.
Los pobladores de esta confederación vinieron de rumbos lejanos, repartidos en cuatro escuadrones que guiaban los hijos de Iztac-mixual y Tlacueitl.
La peregrinación avanzó lentamente a través de peripecias muy variadas. Muchas tribus pasaron adelante y sólo algunas se quedaron a poblar Chimalhuacán.
La gran extensión que abarcaba esta confederación, hizo necesaria la repartición de varios tlatoanazgos.
Con lazos comunes, con un mismo lenguaje, con intereses afines, una misma religión pero divididos políticamente, dependía cada grupo de su tlatoani o rey de quien los historiadores han querido señalar este detalle: los monarcas éstos se calzaban de oro. Un lujo insignificante pero significativo: el oro apenas en los pies.
Más se sabe acerca de la organización social de los Chimalhuacanos: se sabe que estaban divididos en castas, melindrosos así y quisquillosos, cada cual en su sitio, que nadie quisiera invadir las líneas del otro grupo.
Viendo una curiosisima enumeración de niveles sociales, primero estaban la nobleza de cuyo seno salían los ancianos consejeros y los capitanes de guerra.
En la parte más baja los plebeyos o macehuales. Entre un extremo y el otro, el pueblo ancho, todavía son subdivisiones, derechos y deberes que correspondían a su sitio dentro del esquema social.
Se supo que los Chimalhuacanos no tenían leyes escritas, sino que los venerables ancianos, consejeros del rey, se las arreglaban para dictar de acuerdo a un criterio ya establecido, la resolución que convenía a cada caso.
Cultivaban parcelas durante los ciclos agrícolas. Un día a la semana salían a vender en una forma de comercio rudimentario, objetos muy simples que se daban en trueque unos con otros: como algodón de pochote, loza de barro, maíz, miel, pescado, piezas de caza, caracoles y conchas, flores, plantas medicinales, obsidiana, sílex, etc.
En tiempos que faltaban lluvias se tenía una incipiente industria doméstica que consistía en cierta forma de tejidos muy toscos y rudimentarios y en la elaboración de piezas de barro.
Parece también que no se han encontrado un testimonio de escritura jeroglífica hasta ahora.
En cambio se sabe que fueron grandes constructores de teocalis, tlalteles, pirámides y fortalezas, donde quizá con una profunda exploración de las regiones que fueron habitadas podrían encontrarse vestigios de los mismos.
Su música monótona, rítmica, extraña, engendró la danza, sobre todo en los asuntos rituales.
No carecieron de conocimientos astronómicos, adquiridos por herencia de los totelcas y por contacto con los aztecas, aunque en muy baja relación.
En el arte de la guerra pusieron en juego una estrategia intuitiva y una táctica original. Juntamente con esto, hicieron valer su arrojo personal y su tenacidad heroica.
El sentido de solidaridad hizo que las tribus se coaligaran entre sí y aunque no faltaron rencillas, ante el peligro común supieron confederarse y afrontar bizarramente los riegos.
Todo esto fue en lo humano, en su integración social. Pero no podía faltar el espíritu religioso, su anhelo de contacto con la divinidad.
En el territorio chimalhuacano y hacia la más antigua lejanía, se sabe que aquellos hombres practicaron la zoolatría. En los primeros tiempos adoraron lo que tuvieron a la mano, el conejo o él pájaro.
A medida que fue pasando el tiempo, se fue afinando su pensamiento y sensibilidad, empezaron a buscar formas abstractas de adoración, símbolos o figuras elaboradas en su instinto religioso.
En lo que ahora es Jalisco privó la adoración de Teopiltzintli, conocido como el dios niño, imagen de ternura y delicadeza afín a la sensibilidad de estas tribus.
Otros dioses que se adoraron en la región chimalhuacana fueron:
Hacia el dios Sol en Tonalá; Ixtlacatéotl, el que voltea colérico la cabeza, en Chapala.
Al dios de la lluvia, conocido con los nombres de Atlaquiaquiatli, Atlaquiahuitl o Tlaloc. Al dios serpiente (Teocóatl por los rumbos de Nayarit; Centeótl, diosa del maíz; Teocoacóyotl, dios de la salud; Teteótl, dios de las batallas, representado con una honda y una piedra; Xochipiltéotl, diosa de la mieses y por último Huitzilopochtli, aunque con otros nombres, pero con idéntico parecido culto sangriento, privaba en cierta región cazcana, principalmente en Teul y Ameca.
Se tiene el dato de su división en Huitlatoanazgos o grandes monarquías y en multitud de tlatoanazgos o señoríos independientes, confederados, en aquéllos.
Pudo haber más o menos divisiones o subdivisiones; lo único cierto es que hacia la llegada de los conquistadores, Chimalhuacán se hallaba constituido por cuatro Huitlatoanazgos.
En esta conformación encontramos el Tlatoanazgo de Teochinchán, en los términos que corresponden al municipio de Tequila, donde comienza a tomar forma y vida la ciudad que después dará no solo a México sino también al mundo la bebida del Tequila.

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