lunes, 3 de diciembre de 2018

NAVIDAD

POEMAS Y TARJETAS DE LA NAVIDAD

















Elmer Diktonius. Helsinki
“Niño en luz de estrellas”

Hay un niño,
un niño recién nacido -
un sonrosado niño recién nacido.

Y el niño gime -
todos los niños lo hacen.
Y la madre pone el niño al pecho:
entonces se calla.
Así hacen todos los hijos del hombre.

Y el tejado no está demasiado bien ajustado -
no todos los tejados lo están.
Y la estrella mete
su nariz de plata a través de la grieta
y se posa en la cabeza del pequeño:
a las estrellas les gustan los niños.

Y la madre mira la estrella
y comprende -
todas las madres comprenden.
Y aprieta asustada al niño pequeño
contra su pecho -
pero el niño mama tranquilo a la luz de las estrellas:
todos los niños maman a la luz de las estrellas.
Aún no sabe nada de la cruz:
ningún niño lo sabe.-

De: “Muelle y nubes” (1934)-
Traducción: Pentti Saaritsa-Mona Moltke-Francisco Uriz-Kirsti Bagetthun

 





MARÍA MADRE 

Gloria Fuertes 

La Virgen, 
sonríe muy bella. 
¡Ya brotó el Rosal, 
que bajó a la tierra 
para perfumar! 

La Virgen María 
canta nanas ya. 
Y canta a una estrella 
que supo bajar 
a Belén volando 
como un pastor más. 

Tres Reyes llegaron; 
cesa de nevar. 
¡La luna le ha visto, 
cesa de llorar! 
Su llanto de nieve 
cuajó en el pinar. 

Mil ángeles cantan 
canción de cristal 
que un Clavel nació 
de un suave Rosal. 







JESÚS, EL DULCE, VIENE... 








Juan Ramón Jiménez 

Jesús, el dulce, viene... 
Las noches huelen a romero... 
¡Oh, qué pureza tiene 
la luna en el sendero! 

Palacios, catedrales, 
tienden la luz de sus cristales 
insomnes en la sombra dura y fría... 
Mas la celeste melodía 
suena fuera... 
Celeste primavera 
que la nieve, al pasar, blanda, deshace, 
y deja atrás eterna calma... 

¡Señor del cielo, nace 
esta vez en mi alma! 






¿QUIEN HA ENTRADO EN EL PORTAL DE BELÉN? 






Gerardo Diego 

¿Quién ha entrado en el portal, 
en el portal de Belén? 
¿Quién ha entrado por la puerta? 
¿quién ha entrado, quién?. 

La noche, el frío, la escarcha 
y la espada de una estrella. 
Un varón -vara florida- 
y una doncella. 

¿Quién ha entrado en el portal 
por el techo abierto y roto? 
¿Quién ha entrado que así suena 
celeste alboroto? 

Una escala de oro y música, 
sostenidos y bemoles 
y ángeles con panderetas 
dorremifasoles. 

¿Quién ha entrado en el portal, 
en el portal de Belén, 
no por la puerta y el techo 
ni el aire del aire, quién?. 

Flor sobre impacto capullo, 
rocío sobre la flor. 
Nadie sabe cómo vino 
mi Niño, mi amor. 





NACIMIENTO DE CRISTO, EN QUE SE DISCURRIÓ LA ABEJA 




NACIMIENTO DE CRISTO, EN QUE SE DISCURRIÓ LA ABEJA 

Sor Juana Inés de la Cruz 

De la más fragante Rosa 
nació la Abeja más bella, 
a quien el limpio rocío 
dio purísima materia. 

Nace, pues, y apenas nace, 
cuando en la misma moneda, 
lo que en perlas recibió, 
empieza a pagar en perlas. 

Que llore el Alba, no es mucho, 
que es costumbre en su belleza; 
mas quién hay que no se admire 
de que el Sol lágrimas vierta? 

Si es por fecundar la Rosa, 
es ociosa diligencia, 
pues no es menester rocío 
después de nacer la Abeja; 

y más, cuando en la clausura 
de su virginal pureza, 
ni antecedente haber pudo 
ni puede haber quien suceda. 

Pues a ¿qué fin es el llanto 
que dulcemente le riega? 
Quien no puede dar más Fruto, 
¿qué importa que estéril sea? 

Mas ¡ay! que la Abeja tiene 
tan íntima dependencia 
siempre con la Rosa, que 
depende su vida de ella; 

pues dándole el néctar puro 
que sus fragancias engendran, 
no sólo antes la concibe, 
pero después la alimenta. 

Hijo y madre, en tan divinas 
peregrinas competencias, 
ninguno queda deudor 
y ambos obligados quedan. 

La Abeja paga el rocío 
de que la Rosa la engendra, 
y ella vuelve a retornarle 
con lo mismo que la alienta. 

Ayudando el uno al otro 
con mutua correspondencia, 
la Abeja a la Flor fecunda, 
y ella a la Abeja sustenta. 

Pues si por eso es el llanto, 
llore Jesús, norabuena, 
que lo que expende en rocío 
cobrará después en néctar. 






LAS PAJAS DEL PESEBRE 






Lope de Vega 

Las pajas del pesebre 
niño de Belén 
hoy son flores y rosas, 
mañana serán hiel. 
Lloráis entre pajas, 
del frío que tenéis, 
hermoso niño mío, 
y del calor también. 
Dormid, Cordero santo; 
mi vida, no lloréis; 
que si os escucha el lobo, 
vendrá por vos, mi bien. 
Dormid entre pajas 
que, aunque frías las veis, 
hoy son flores y rosas, 
mañana serán hiel. 
Las que para abrigaros 
tan blandas hoy se ven, 
serán mañana espinas 
en corona crüel. 
Mas no quiero deciros, 
aunque vos lo sabéis, 
palabras de pesar 
en días de placer; 
que aunque tan grandes deudas 
en pajas las cobréis, 
hoy son flores y rosas, 
mañana serán hiel. 
Dejad en tierno llanto, 
divino Emmanüel; 
que perlas entre pajas 
se pierden sin por qué. 
No piense vuestra Madre 
que ya Jerusalén 
previente sus dolores 
y llora con José; 
que aunque pajas no sean 
corona para rey, 
hoy son flores y rosas, 
mañana serán hiel. 







LA NIÑA A QUIEN DIJO EL ÁNGEL 






Lope de Vega 

La Niña a quien dijo el Ángel 
que estaba de gracia llena, 
cuando de ser de Dios madre 
le trujo tan altas nuevas, 

ya le mira en un pesebre, 
llorando lágrimas tiernas, 
que obligándose a ser hombre, 
también se obliga a sus penas. 

¿Qué tenéis, dulce Jesús?, 
le dice la Niña bella; 
¿tan presto sentís mis ojos 
el dolor de mi pobreza? 

Yo no tengo otros palacios 
en que recibiros pueda, 
sino mis brazos y pechos, 
que os regalan y sustentan. 

No puedo más, amor mío, 
porque si yo más pudiera, 
vos sabéis que vuestros cielos 
envidiaran mi riqueza. 

El niño recién nacido 
no mueve la pura lengua, 
aunque es la sabiduría 
de su eterno Padre inmensa. 

Mas revelándole al alma 
de la Virgen la respuesta, 
cubrió de sueño en sus brazos 
blandamente sus estrellas. 

Ella entonces desatando 
la voz regalada y tierna, 
así tuvo a su armonía 
la de los cielos suspensa. 

Pues andáis en las palmas, 
Ángeles santos, 
que se duerme mi niño, 
tened los ramos. 
Palmas de Belén 
que mueven airados 
los furiosos vientos 
que suenan tanto. 
No le hagáis ruido, 
corred más paso, 
que se duerme mi niño, 
tened los ramos. 

El niño divino, 
que está cansado 
de llorar en la tierra 
por su descanso, 
sosegar quiere un poco 
del tierno llanto, 
que se duerme mi niño, 
tened los ramos. 
Rigurosos yelos 
le están cercando, 
ya veis que no tengo 
con qué guardarlo. 

Ángeles divinos 
que vais volando, 
que se duerme mi niño, 
tened los ramos. 






AL NACIMIENTO DE CRISTO 







Lope de Vega 

Repastaban sus ganados 
a las espaldas de un monte 
de la torre de Belén 
los soñolientos pastores, 

alrededor de los troncos 
de unos encendidos robles, 
que, restallando a los aires, 
daban claridad al bosque. 

En los nudosos rediles 
las ovejuelas se encogen, 
la escarcha en la hierba helada 
beben pensando que comen. 

No lejos los lobos fieros, 
con los aullidos feroces, 
desafían los mastines, 
que adonde suenan, responden. 

Cuando las oscuras nubes, 
de sol coronado, rompe 
un Capitán celestial 
de sus ejércitos nobles, 

atónitos se derriban 
de sí mismos los pastores, 
y por la lumbre las manos 
sobre los ojos se ponen. 

Los perros alzan las frentes, 
y las ovejuelas corren 
unas por otras turbadas 
con balidos desconformes. 

Cuando el nuncio soberano 
las plumas de oro escoge, 
y enamorando los aires, 
les dice tales razones: 

«Gloria a Dios en las alturas, 
paz en la tierra a los hombres, 
Dios ha nacido en Belén 
en esta dichosa noche. 

»Nació de una pura Virgen; 
buscadle, pues sabéis donde, 
que en sus brazos le hallaréis 
envuelto en mantillas pobres». 

Dijo, y las celestes aves 
en un aplauso conformes 
acompañando su vuelo 
dieron al aire colores. 

Los pastores, convocando 
con dulces y alegres voces 
toda la sierra, derriban 
palmas y laureles nobles. 

Ramos en las manos llevan, 
y coronados de flores, 
por la nieve forman sendas 
cantando alegres canciones. 

Llegan al portal dichoso 
y aunque juntos le coronen 
racimos de serafines, 
quieren que laurel le adorne. 

La pura y hermosa Virgen 
hallan diciéndole amores 
al niño recién nacido, 
que Hombre y Dios tiene por nombre. 

El santo viejo los lleva 
adonde los pies le adoren, 
que por las cortas mantillas 
los mostraba el Niño entonces. 

Todos lloran de placer, 
pero ¿qué mucho que lloren 
lágrimas de gloria y pena, 
si llora el Sol por dos soles? 

El santo Niño los mira, 
y para que se enamoren, 
se ríe en medio del llanto, 
y ellos le ofrecen sus dones. 

Alma, ofrecedle los vuestros, 
y porque el Niño los tome, 
sabed que se envuelve bien 
en telas de corazones. 

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