Navidad
Aunque los primeros cristianos celebraron la Pascua en fervorosa anticipación de la Segunda Venida de Cristo, la Navidad rara vez se celebraba durante los primeros trescientos años del cristianismo. Hubieron dos razones para esto. Primero, los cristianos rechazaron la celebración de todos los cumpleaños, incluso la de Cristo, porque creían que era una tradición pagana. Una actitud similar fue compartida por los puritanos ingleses que, bajo Oliver Cromwell,
La segunda razón por la que los antiguos cristianos no celebraron la Navidad es que faltaba una fecha exacta para el nacimiento de Cristo. El segundo capítulo del Evangelio de Mateo señala que Cristo nació cuando Herodes el Grande era rey de Judea. Los estudiosos modernos ahora datan el nacimiento de Cristo entre el 6 aC y el 4 aC, pero el día exacto no se conoce. De hecho, hay algunos historiadores que dudan de que la historia de Cristo en el Nuevo Testamento sea realmente una descripción de las actividades de un solo hombre. Probablemente hubo muchos, tal vez incluso cientos, de individuos que dicen ser salvadores y profetas durante ese período. Por lo tanto, los evangelios podrían haber sido una recopilación de historias y folclore que surgieron en torno a las actividades de muchas de estas personas.
A pesar de las intensas persecuciones de los cristianos en el Imperio Romano, el cristianismo continuó ganando muchos conversos del paganismo. Se dijo que el emperador romano Constantino aceptó el cristianismo en el año 312 dC en vísperas de una batalla, después de tener un sueño o una visión de que sus tropas prevalecerían bajo la bandera de Cristo. Posiblemente, las conversiones masivas de sus soldados al cristianismo y un caso de inquietud antes de la batalla proporcionan la explicación de la decisión de Constantino. Se puede encontrar evidencia adicional de la idea de que Constantino fue motivado por la conveniencia política en el hecho de que no fue bautizado hasta que estuvo en su lecho de muerte. En cualquier caso, la cristianización de Roma estuvo acompañada por la romanización del cristianismo. La Iglesia de Roma adoptó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo. La cristianización de Roma estuvo acompañada por la romanización del cristianismo. La Iglesia de Roma adoptó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo. La cristianización de Roma estuvo acompañada por la romanización del cristianismo. La Iglesia de Roma adoptó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo.
Otras religiones paganas han contribuido a las formas actuales de la celebración de Navidad. El festival germánico y nórdico de Yule también está relacionado con la adoración al sol. De hecho, la palabra "Yule" se deriva evidentemente de una palabra con un significado similar a "Revolución", posiblemente refiriéndose al regreso del Sol. Aunque San Nicolás fue un obispo de Myra en el siglo IV, la adopción generalizada de este donante en un obispo rojo La túnica como leyenda entre los nórdicos llevó a nuestro presente Papá Noel. Los árboles de navidad nos vienen de los alemanes. La cubierta con árboles de hoja perenne y muérdago era una costumbre druida. Las antiguas costumbres de toda Europa han contribuido a la celebración de la Navidad. La Navidad (y el cristianismo) se difundió al asimilar las costumbres y creencias de culturas y religiones en competencia. Hoy, sin embargo, la celebración moderna de Navidad tiende a restar importancia a la religión y enfatizar la actividad comercial. La Navidad parece ser medida por "días de compras" en lugar de "días de oración".
La bella historia de la Navidad
Hay episodios de nuestra historia que nos pueden gustar más o menos, pero están ahí, condicionándola y configurándola. La irrupción del cristianismo es uno de esos acontecimientos capitales. Fue poner el mundo patas arriba. Fue convertir lo negro en blanco y lo blanco en negro. De lo que para el imperio romano era la escoria, la nueva doctrina hizo una nueva humanidad, sobre la que construyó el mundo en que ahora vivimos, caracterizado por el principio de igualdad ante Dios, y de igualdad entre nosotros, que se ha convertido civilmente en igualdad ante la ley. Fue una doctrina que, dejando de lado a los dominadores, que ya tenían sus dioses, se ocupó de rescatar a los dominados, a los desvalidos, esclavos en su inmensa mayoría, y les dio un dios a su medida. Un dios que para devolverles a los esclavos la fe en sí mismos, se puso al frente de todos ellos, naciendo en la indigencia y aceptando ser condenado a morir como un esclavo.
Hay episodios de nuestra historia que nos pueden gustar más o menos, pero están ahí, condicionándola y configurándola. La irrupción del cristianismo es uno de esos acontecimientos capitales. Fue poner el mundo patas arriba. Fue convertir lo negro en blanco y lo blanco en negro. De lo que para el imperio romano era la escoria, la nueva doctrina hizo una nueva humanidad, sobre la que construyó el mundo en que ahora vivimos, caracterizado por el principio de igualdad ante Dios, y de igualdad entre nosotros, que se ha convertido civilmente en igualdad ante la ley. Fue una doctrina que, dejando de lado a los dominadores, que ya tenían sus dioses, se ocupó de rescatar a los dominados, a los desvalidos, esclavos en su inmensa mayoría, y les dio un dios a su medida. Un dios que para devolverles a los esclavos la fe en sí mismos, se puso al frente de todos ellos, naciendo en la indigencia y aceptando ser condenado a morir como un esclavo.
Es esto lo que celebramos en la Navidad, envuelto todo ello en una bella historia:
"Cuando llegó la plenitud de los tiempos... nació Dios... hecho hombre... de lo más pobre que había... para rescatar a toda la humanidad desde abajo de todo. Si desde entonces la humanidad ha mejorado, si cada un@ de nosotr@s estamos mejor en esta civilización de corte cristiano, que lo hubiésemos estado en una de corte romano, felicitémonos.
FELIZ NOCHEBUENA!
Noches mágicas, días mágicos, fiestas mágicas. No sabemos de qué escondida fuente mana todo el fervor festivo de la Navidad, pero sigue manando a pesar de que su fundamento religioso se ha diluido tanto entre el bullicio y el consumo, que no queda tiempo para pensar. Pero nos queda el sentir y el sentirnos y el darnos a sentir. Las tradiciones navideñas, antiguas unas y de anteayer mismo otras, dan vida y sentido a estas fiestas en que con tanto placer volvemos a ser niños. Feliz invento el del belén, de san Francisco de Asís: de él tenía que venir. Es como el Play mobil, pero mucho más enredoso si se quiere, y por tanto infinitamente más vivo y creativo. Hay que diseñarlo mínimamente, y empezar a sacar las reservas de adornos y figuras y complementos que se guardan de un año para otro. Hay que ir al monte o a las ferias de Santa Lucía a buscar piedras, troncos y ramas, musgo, corcho, piedrecitas, tierra, arena… todo lo que uno vea que puede servir. Y luego viene el hacerlo: aquí la cueva; de ella partirá el camino tortuoso que pasa por montes y atraviesa el río, y tierras y desiertos. Hay que bajar a la calle decenas de veces a comprar si no un pastor, un puente, si no una oveja o un buey o un san José, o una casa, o un pozo… Y qué menos que una lucecita en la cueva, y otra bajo la leña, simulando el fuego de los pastores. Se necesita ser niño para meterse en esos enredos y vivirlos con emoción. Luego vendrá el retoque de cada día: los Reyes han de ir avanzando por el camino que lleva a la cueva; los pastores y sus animales no pueden estar siempre en el mismo sitio. La casita ésta quedaría mejor más cerca del camino; aquí en la cueva empieza a sobrar gente, que ya los pastores le hacen sombra a san José… El guión es muy escueto, pero ahí está bien viva la historia de la Navidad. Y el árbol venido del Norte. Es otra historia. Un árbol mágico cuyas ramas se van cargando de frutos en forma de los regalos sorpresa que se se hacen unos a otros los miembros de la familia. Distinto del belén e igualmente bueno; por eso se ha incorporado en muchas casas sin desplazar al belén. No forma parte de las tradiciones hispanas, pero ha prendido con fuerza, porque es el aglutinador del espíritu de generosidad de estas fiestas. Es el árbol sagrado en el que se sostiene el culto del intercambio de regalos. Y el culto a la mejor mesa del año en todos los sentidos: las mejores realizaciones del arte culinario de la familia, haciendo más hincapié unas tradiciones en la cena de Nochebuena, y otras en la comida de Navidad, ambas de gran gala; mesas puestas con la mayor exquisitez, en torno a las que se reúne toda la familia, en el sentido más extenso de la palabra. Y los turrones, mazapanes, polvorones y otros postres típicamente navideños, y el cava. Y el jolgorio de los villancicos al son de panderetas y zambombas… Y la Misa del Gallo, cada vez menos, o la del día de Navidad, las más solemnes del año, con gran esplendor de música, luciendo los asistentes sus mejores galas. Y en las calles, en los comercios, en todas partes, un esplendor inusitado. Es realmente importante el cúmulo de tradiciones en que se sustenta la celebración de la Navidad.
NOCHEBUENA
Dos noches singulares venimos celebrando desde hace muchos milenios. Puede incluso que muchísimos. Son la noche de Navidad y la noche de San Juan, correspondientes a los dos equinoccios: el de invierno y el de verano. Y son las dos, fiestas de Natividad o nacimiento (únicas en todo el ciclo litúrgico, pues de todos los demás santos se celebra el día de la muerte). Siendo mala de por sí la noche en todas las mitologías y culturas, el que una sola noche al año sea declarada y llamada Noche Buena, es de alta significación. La noche es sinónimo de tinieblas y de muerte, pero una sola noche al año es sinónimo de Luz y de Vida. Es la noche de Navidad, la noche en que se celebra el nacimiento (Natividad) de Jesús.
Parece que en el inicio de la organización del calendario de fiestas y conmemoraciones cristianas, se celebraba el nacimiento de Jesús el 6 de enero, atendiendo no tanto al hecho de nacer, sino al de incorporarse a la humanidad. Por eso se la llamó Epifania (Epifanía), que significa "aparición". Pero no había manera de acabar con las fiestas paganas del solsticio de invierno, que en tiempo coincidieron con las Saturnales, por lo que la Iglesia decidió renunciar a su eliminación y optar por su cristianización. Dejando, por tanto, la fiesta de la Epifanía, instituyó la fiesta de la conmemoración del Nacimiento de Jesús y la situó justamente el 25 de Diciembre, fecha en que se estaban celebrando las fiestas paganas del solsticio de invierno. Y porque éstas eran fiestas en que se celebraba el fin del alargamiento de la noche y el principio del alargamiento del día, asimilado a los ciclos vitales de la naturaleza (incluida la humana), hubo de ser el nacimiento y no la "aparición" de Cristo lo que se celebrase. Otro tanto ocurrió con la fiesta de San Juan.
Sólo podemos entender el conjunto de las fiestas de Navidad que empiezan con la Nochebuena (las Saturnales en Roma tuvieron una duración de 7 días, igual que nuestras fiestas de Navidad, año viejo y Año Nuevo); sólo podemos aparcar los prejuicios religiosos que todavía alimentan algunos en torno a la Navidad (Fidel Castro acaba de apearse del burro y sin enterarse de la fiesta), si entendemos que éstas son fiestas de la humanidad, que por cierto, ya entre los romanos se caracterizaban por su humanidad (invitaban a los esclavos a comer a la mesa, les liberaban del trabajo, se intercambiaban regalos...) y que tampoco fueron los romanos los que las instauraron, sino que las heredaron de muy antiguo.
Una curiosidad: Nochebueno se llama a una torta especial de Navidad hecha de frutos secos, y a un tronco grande que se quemaba en la chimenea en Nochebuena.
PAZ
Indicado ya el origen de la palabra en la sección anterior, entro directamente al desarrollo de la misma a través de denominaciones que nos dan cuenta de su paulatina institucionalización.
La obligación sagrada de la venganza (vindicatio) fue el motor de buena parte de las hostilidades en que constantemente estaban enzarzados individuos, familias y pueblos desde el principio de la historia. Y la limitación de estas hostilidades fue el inicio de la construcción del concepto de paz que actualmente manejamos.
La piedra de la paz era un asiento de piedra colocado en las iglesias generalmente junto al altar para escapar a la acción de los vengadores y de la justicia. Desde la misma fundación del pueblo de Israel, Dios ordena a Moisés que reserve ciudades de refugio a las que no pueda llegar la persecución de los homicidas involuntarios, con lo que los parientes de la víctima, obligados a la venganza, quedan eximidos de esta obligación. Esta institución de los lugares de asilo se generalizó, siendo todas las iglesias lugar sagrado de asilo dentro del que no podía continuar la persecución, bajo gravísimas penas eclesiásticas y civiles. La piedra de la paz que algunas iglesias conservan es el último vestigio de esa antiquísima institución denominada la paz de las iglesias.
La paz de Dios fue instituida por San Luis rey de Francia en 1245 para limitar en el tiempo las guerras en que estaban enzarzados los señores entre sí. Abarcaba desde Adviento hasta Epifanía (mes y medio); Desde Quincuagésima hasta Pentecostés (dos meses y medio), más las cuatro témporas, más las fiestas principales. El señor que mataba a alguien durante la paz de Dios era expulsado de sus tierras.
La paz del rey era la tregua de 24 horas que se hacía en algunas guerras civiles con ocasión del santo del rey.
La paz de las estaciones y de la agricultura era la que regía mientras el labrador estaba ocupado en las labores del campo. No podía recibir citaciones judiciales, ni se le podían requisar los bueyes o los caballos. Atacar a un labrador o a sus bienes durante las labores del campo era casigado con pena mayor.
La paz del domicilio prohibía en él toda violencia, de manera que si ésta se producía era castigada con mayor severidad. Desde muy antiguo se consideró la casa como un lugar sagrado porque en ella se mantenía el fuego (hogar), del que participaban los dioses familiares (lares). De esas lejanías viene el moderno concepto jurídico de inviolabilidad del domicilio.
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