¿Cuándo nació Jesús?
Como se desconoce la fecha del nacimiento de Jesús, en el siglo II se llegó a un acuerdo, eligiéndose el 6 de enero, más que nada porque en otras religiones primitivas ese día tenía lugar la fiesta de la inmersión en las aguas, que tenía un parecido significado con la bendición y la purificación.
Pasado los años, llegó a identificarse el hecho del bautismo, una manifestación eminentemente espiritual, con la llegada de Cristo a los hombres que tenía un significado histórico. Durante el siglo IV se impuso la Adoración de los Magos en la misma fecha. Estos magos, según San Mateo, eran en realidad tres sabios.
Como el 6 de enero estaba tan relacionado con los ritos relacionados con el agua, no fue difícil que se agregara otra conmemoración: la conversión de agua en vino por Jesús en las bodas de Caná.
Solamente a finales del siglo IV la Iglesia Católica decidió celebrar por separado el día de la Navidad y el día del bautismo de Cristo, principalmente para contrarrestar la participación de los cristianos en otras ceremonias solsticiales. En aquella época se creía erróneamente que el solsticio caía el día 25 de diciembre. La Iglesia decidió unirse a sus "enemigos" e hizo propios los rituales, dándoles un significado cristiano. Durante muchos años, sin embargo, coexistieron ambas celebraciones. El mismo San Agustín, muerto en el año 430, todavía insistía a sus contemporáneos para que el 25 de diciembre celebraran el nacimiento de Cristo y no el del Sol.
Está claro que al movernos entre sinónimos de un mismo objeto, lo que hacemos con cada uno de ellos es primar uno u otro aspecto del mismo. En el caso del belén se echa de ver que aún denominando exactamente lo mismo que la palabra pesebre, atiende a un aspecto muy distinto, que conlleva también en sus inicios un tratamiento bien diferenciado. En efecto, cuando hablamos de pesebre nos referimos exactamente a la cuna en que fue reclinado Jesús; y como mucho, se puede extender el significado a la totalidad de la cueva o recinto en que nació. Y en efecto, aquellos pueblos que optaron por esta palabra, reproducían exactamente el pesebre y nada más. Tanto es así que incluso en la totalidad de lo que han acabado siendo los belenes o pesebres, este último, llamado también portal o nacimiento (refiriéndose ya en este caso no al espacio, sino a la escena), en esa totalidad, la denominación de pesebre sirve además para denominar una de las partes de que se compone el todo. E incluso es frecuente que allí donde se dispone de poco sitio (escaparates de tiendas, el recibidor de la casa, la sala de espera de la oficina, etc) se ponga exclusivamente un pesebre, es decir la cueva o el portal con lo más justo.
El concepto de belén está claro que es mucho más extenso: en este caso se piensa ya en el paisaje complementario del pesebre o la cueva, es decir en los demás lugares y escenas que la historia bíblica y la tradición o la piedad sitúan en la ciudad (en técnica pesebrista más comúnmente pueblo) de Belén. Y así vemos que en los belenes se representan, además de todas las fantasías paisajísticas y costumbristas, las escenas de la Anunciación; del sueño de José; del anuncio del ángel a los pastores; de las pesquisas de los Reyes Magos ante Herodes; de la huida a Egipto, de la matanza de los inocentes, y de otras escenas en torno al nacimiento de Jesús, con lo que aquellos que han hecho de la construcción de belenes un arte y un reto a la imaginación, disponen de gran variedad de recursos y escenas para ir cambiando todos los años el entorno del lugar principal (la cueva, pesebre o portal), y de las tres escenas centrales: el nacimiento, la adoración de los pastores y la adoración de los Reyes Magos, que no pueden faltar en ningún belén, por modesto que sea.
Cuando empleamos la palabra belén para denominar la representación plástica del nacimiento de Jesús, es inevitable la evocación de lo que esta palabra significa en el cristianismo y en la Biblia: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que será pastor de mi pueblo Israel." (Mt 2, 6; trad. Biblia de Jerusalén). Es por tanto un nombre que constituye todo un símbolo religioso, que evoca en primer lugar la propia ciudad de Belén, en Jordania (en árabe, Bayt Lahm), lugar de peregrinación de los cristianos por hallarse en él la gruta en que nació Jesús, sobre la que edificó el emperador Constantino el Grande, la basílica de la Natividad. Los belenes prescinden de la realidad actual, y evocan el pequeño pueblo situado en las montañas de Judea, en cuyas afueras nació Jesús por no haber hallado en él posada la Virgen y san José.
Y puesto que se trataba de un nombre tan grande, se repitió en la geografía de habla hispana. Así tenemos en Colombia tres municipios con el nombre de Belén: Belén de Umbría, Belén de Cerinza y Belén o Gualcho; dos ríos, uno en Panamá y otro en Argentina; una cadena de colinas de 1609 km en Uruguay; un departamento en Argentina; un cantón en Costa Rica y sendos municipios en Nicaragua, Paraguay y Venezuela. Y además se ha convertido Belén en precioso y evocador nombre de mujer. Es que no podía ser menos, al haberse instalado de una forma tan entrañable en nuestra cultura y sobre todo en nuestras vidas desde la más tierna infancia.
LOS BELENES
ORIGEN
Fue san Francisco de Asís, el santo que se caracterizó por su sentido positivo de la vida, por su amor a la naturaleza, el que tuvo una visión tan "infantil" y tan bella de la Navidad. Él fue el que ideó esta forma de vivir el nacimiento de Jesús: reproduciéndolo en algo tan vivo y tan plástico como los belenes, llamados también pesebres o nacimientos.
El salto importante fue pasar de la representación pictórica e incluso escultórica, a la plástica en miniatura, en versión infantil. Algo así como jugar a soldaditos, pero con una historia infinitamente más atractiva que la guerra. Con el gran lema PAZ EN LA TIERRA que exhiben los ángeles. La prueba de la genial intuición de san Francisco de Asís es que al morir, en 1226, la piadosa costumbre de celebrar la Navidad reproduciéndola en el Belén, se había extendido por todo el mundo cristiano, y que con el paso de los siglos se ha ido afianzando más y más.
Este milagro se debió a dos factores: al sello de simplicidad e ingenuidad franciscana, que ponía su diseño y realización al alcance de cualquiera, y al entusiasmo de santa Clara, la fundadora de las clarisas y ferviente admiradora de san Francisco, que difundió esta piadosa costumbre por todos los conventos de la orden y la contagió a las familias. El mismo origen franciscano tuvieron también los pesebres vivientes.
En forma paralela se desarrollaron durante la edad media los llamados misterios, que se representaban en las iglesias como parte de la liturgia. Eran una catequesis viva sobre la vida de Jesús. Se representaban especialmente los pasajes de la Anunciación, de la Adoración de los pastores, y de la Adoración de los Reyes Magos.
El clima de profunda vivencia de la navidad que creaban todas estas cosas fue creciendo y retroalimentándose, hasta que tomó posesión definitiva de los hogares, convirtiéndose el pesebre o belén en el centro de interés de las fiestas navideñas. Fue en el siglo XVIII cuando la participación de grandes artistas en la creación de figuras para el belén, le dio gran predicamento incluso entre las clases más elitistas.
La costumbre de construir belenes pasó de Italia a España, y de aquí a América. En torno al belén se organizaron los rituales domésticos tal como el canto de villancicos, el avance de los Reyes Magos, los regalos, etc.
PESEBRE
Este es el nombre que se da en Cataluña, en Mallorca, en parte de Aragón y en Navarra a lo que en el resto de la cristiandad se llama el belén. En Cataluña los pesebres gozan de un enorme predicamento. En torno a su construcción hay todo un movimiento de gran envergadura. Se inicia éste en el aspecto comercial en la Feria de Santa Lucía, que es un mercado permanente de todos los elementos que se necesitan para la construcción del pesebre: figuras, casas, puentes, pozos, pajares, musgo, corcho, luces, fondos de cielo, adornos vegetales, tierra. Se iniciaba el día de santa Lucía, y duraba hasta la misma vigilia de Navidad. El más antiguo parece ser el que se formaba ante la catedral de Barcelona. Hoy se encuentran ya en muchísimas poblaciones y barrios estos mercadillos de artículos para la construcción del pesebre.
Forma parte del ritual de las fiestas navideñas acudir a estas ferias, que son una pasión especialmente para los niños, que siempre tienen algo que comprar: un rey, un pastor, y sobre todo "el caganer" un pastor acuclillado, con el culo al aire, que está haciendo sus necesidades. La gracia de esta figura es que se sabe que no falta en ningún pesebre, pero que se debe encontrar (algo así como el "dónde está Wily"), ya que no está a la vista, pues cual corresponde a su situación, se oculta lo más discretamente posible.
Se construyen pesebres en los colegios, en las iglesias, en los hospitales y en las casas. Y no es nada raro verlos en calles y plazas. En Cataluña hay una gran tradición y afición pesebrista, que se aglutina en asociaciones de gran raigambre, que son las que suelen construir estos pesebres que alcanzan unos extraordinarios niveles de perfección y belleza: paisajes que reproducen esos lugares geográficos que atraen el turismo por su encanto o por su rareza; ríos en los que corre el agua; norias que elevan el agua del río, casas y poblados de un verismo perfecto; y unas figuras trabajadas con la inspiración propia de auténticos escultores. Son realizaciones que dan mucho color a la Navidad, y que atraen multitud de visitantes.
La palabra pesebre denomina exactamente esa especie de cajón generalmente de madera en que se les echa la comida a los animales. En uno de esos cajones es donde puso la Virgen a su hijo recién nacido, porque al no tener sitio en la posada, tuvieron que guarecerse ella y san José en una cueva de la montaña, de esas que aprovechan los pastores como cobijo para ellos y sus rebaños. "Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón" (Lucas 2, 7). Esto dice el Evangelio. La palabra latina es praesepe, praesepis. Su significado básico es, evidentemente, cercado o lugar cerrado en que se recoge el ganado, establo, cuadra, etc. En efecto, está compuesta por el prefijo prae = delante, más el sustantivo saepes, que significa recinto, cerca, cercado. Pero al ser la utilización más importante de este recinto la de comedero, este significado pasó por delante del original y propio de cercado. Y reduciendo aún más su extensión, acabó asignándose este nombre al cajón en que se les ponía la comida a los animales. De todos modos, el texto bíblico está en la dualidad del significado: tanto vale para denominar el lugar (por no haber sitio para ellos en el mesón, tuvieron que cobijarse en un pesebre), como para denominar la cama en que la Virgen acostó a su hijo recién nacido. Y en esa dualidad se sigue manteniendo el término. La primera referencia a la cuna en que fue acostado Jesús al nacer, es de san Jerónimo. En un sermón que predicó en Belén, allá por los alrededores del año 400, la describe como un recipiente alargado de barro, sostenido por unas maderas en forma de caballete. Hay que conceder una alta credibilidad a esta información, puesto que san Jberónimo, el traductor de la Biblia al latín (su traducción es conocida como la Vulgata) era riguroso investigador in situ tanto de las palabras como de las cosas, que en tan poco tiempo no pudieron cambiar sustancialmente.
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