sábado, 18 de abril de 2015

cultura educativa



historia y arte :
Las civilizaciones orientales
e todas las civilizaciones de la antigüedad, China es la que más tardíamente hace su aparición, pero también la única que ha logrado perdurar hasta los tiempos presentes sin apenas cambiar ni su área geográfica de ocupación, ni su acusada personalidad.
Con una historia en la que se suceden las grandes dinastías imperiales con periodos de agudas crisis políticas y sociales (por invasiones y revueltas populares), China ha sabido mantener y salvaguardar su filosofía, su religión o su arte, sin apenas alterar nada, hasta bien entrado el siglo XX, en un sorprendente alarde de inmovilismo y fidelidad al pasado.
Rasgos generales
Situada en el este del continente asiático, la China antigua puede dividirse en dos zonas claramente diferenciadas. Al Norte, y teniendo como eje al río Hoang-ho (Río Amarillo) se encuentran los ricos suelos de loess en los que debe situarse la cuna de esta civilización; en el Sur, entre los ríos Yang-tsé-kiang (río Azul) y Si-Kiang se extiende una extensa zona de China tropical que fue pronto tomada como área de expansión.
Las diferencias climáticas y étnicas, así como las influencias exteriores (la zona sur nunca sintió la amenaza de los pueblos invasores del Norte), hicieron de estas zonas dos núcleos con personalidad independiente, que tardaron en fusionarse de manera definitiva.
Aunque los territorios de China estuvieron ocupados desde épocas prehistóricas tempranas, es en el segundo milenio a. de C. cuando, por la fusión de varias culturas, aparecieron los primeros pueblos importantes de la civilización china. Las leyendas, que explican el origen de esta cultura, hablan de varias dinastías que se remontan a los últimos siglos del tercer milenio a. de C., pero es a mediados del segundo milenio, con la dinastía Shang, cuando China entra en su época histórica.
Durante el primer milenio a. de C. se sucedieron otras dinastías con periodos de fragmentación política, en los que se llegó a una situación de estructura plenamente feudal. Superadas estas crisis de atomización del poder político, la dinastía Han (206 a. de C. al 220 d. de C.) representa uno de los momentos culminantes de la historia de su civilización.
La Gran Muralla es una gigantesca construcción que discurre a lo largo de 4000 km.; fue utilizada para aislarse y protegerse de las invasiones mongoles del Norte
La Gran Muralla es una gigantesca construcción que discurre a lo largo de 4000 km.; fue utilizada para aislarse y protegerse de las invasiones mongoles del Norte
A lo largo de la historia de China se pueden encontrar unas constantes que, sin duda, explican algunas de las características de esta civilización. Así, casi desde sus orígenes, el poder político intentó mantener bajo su control el extenso territorio que siempre debió ser China. Este deseo de unidad se reforzó con la constante lucha mantenida con las tribus mongoles del Norte, de las que los emperadores chinos quisieron aislarse mediante la construcción de la Gran Muralla que, por otro lado, puso en evidencia un completo desinterés por la expansión territorial. El país vivió su historia mirando siempre hacia su interior. Esa tendencia al aislamiento siempre estuvo reforzada por las fronteras naturales de China (al Sur y al Oeste, el Himalaya y la Alta Meseta del Tibet y, más al Norte, el desierto de Gobi) y fue otro elemento más que favoreció el tradicional inmovilismo de la sociedad China.


Economía y sociedad
a economía china fue siempre, fundamentalmente, agropecuaria. En la zona norte, en las llanuras de loess regadas por el Hoang-ho, donde el clima era templado y continental, se cultivaba el trigo, el mijo y el algodón. Al sur del Yang-tsé-kiang, donde el clima más cálido se iba transformando en tropical, fueron el arroz y los cultivos de huerta los productos agrícolas más explotados.
Junto a la actividad agrícola, la ganadería, la pesca (tanto fluvial como marítima) y la caza fueron ganando importancia a medida que la población iba creciendo.
El rapidísimo crecimiento de la población china, desde épocas antiguas (ya fue notable en el primer milenio a. de C.), hizo de la alimentación uno de los principales problemas de esta civilización. Por esa razón, las técnicas agrícolas evolucionaron muy rápidamente en un proceso que pretendía aumentar la producción. Así, gracias a un trabajo minucioso, al empleo del regadío y a la utilización de abonos, en la China tropical, pronto fue posible llegar a obtener hasta dos cosechas anuales de arroz.
Con respecto a la producción artesanal, deben destacarse, desde épocas tempranas, las cerámicas que, con el tiempo, llegarían a generar las artísticas lozas y porcelanas, típicas de esta civilización. En la industria textil destacó el algodón y, sobre todo, la seda, que daría lugar a un intenso comercio internacional. Fueron también importantes los trabajos en bronce y jade siendo estos últimos, también, objeto del comercio exterior.
La población china se concentró, inicialmente, en torno a los grandes valles fluviales, con un tipo de asentamiento rural y bastante disperso. Esta civilización no generó grandes urbes hasta épocas avanzadas.
La sociedad estaba organizada mediante un sistema jerárquico, en cuya cabeza se encontraba el emperador del llamado "Celeste Imperio" como representante del poder del cielo (los cambios de dinastías se entendieron como una ruptura del contacto entre el emperador y el cielo). En torno a la figura del monarca imperial, cuyo poder era absoluto, se llegaron a organizar cortes fastuosas, donde la riqueza y el lujo eran una muestra del poder del mandatario celeste. En esas cortes se desarrolló, desde época de la dinastía Ts'in (249-206 a. de C.) una notable burocracia que culminaría en época de la dinastía Han (206 a. de C. a 220 d. de C.) con el establecimiento de los mandarines.
Los mandarines eran un tipo de funcionarios que destacaron por sus capacidades para la administración y la justicia, y, sobre todo, por el enorme poder que llegaron a detentar. Con frecuencia su posición privilegiada de auténticos gobernantes les permitió hacerse con grandes posesiones de terreno. Inicialmente, fueron elegidos democráticamente mediante un examen de carácter literario (la capacidad para la poesía era símbolo de sabiduría), pero pronto unas pocas familias transformaron ese examen en algo inalcanzable para los que no pertenecían al clan, con lo que los mandarines pasaron a ser un grupo cerrado en el que no se podía entrar. Esta situación de auténtico privilegio hizo de los mandarines uno de los grupos más inmovilistas de China.
Los grandes propietarios, con frecuencia nobles, constituían el otro grupo privilegiado de la sociedad china.
Los comerciantes y artesanos fueron una clase cuya situación varió mucho según las épocas, ya que su prosperidad dependía de las circunstancias políticas y sociales.
La inmensa mayoría de la población la componían los campesinos, que por lo general, estuvieron sujetos a unas condiciones de vida miserables, en las que el temor al hambre fue casi una constante. Frecuentemente oprimidos por los impuestos y las malas cosechas caían en las manos de los prestamistas, lo que significaba poder perder la libertad.
Las extremas condiciones de la población campesina fueron motivo de numerosas revueltas sociales, algunas de las cuales provocaron la caída de la dinastía en el poder.
La sociedad china estaba fundamentada en un tipo de relación patriarcal, como fruto del respeto a los antepasados, a los que se consideraba como guardianes divinos de la familia.


Mentalidad y pensamiento
omo punto de partida debe entenderse que en China, Filosofía y Religión se confunden desde épocas antiguas, de manera que una y otra se complementan y se explican entre sí.
Ya en el segundo milenio a. de C., los pensadores se habían planteado el problema del origen de la naturaleza, dando como respuesta la doctrina de los primeros elementos (agua, fuego, madera, metal y tierra) de la que pronto se concluyó que había en la naturaleza fuerzas opuestas que, en permanente enfrentamiento, eran causa del movimiento y de la variedad. Así, los términos Yin y Yang explicaban lo negativo y lo positivo, respectivamente (la sombra y la luz, lo femenino y lo masculino, lo flexible y lo rígido, etc.). La lucha antagónica de estos principios genera un equilibrio, una unidad y un orden que se denominó el Tao (el camino, la vía). La idea de Tao como perfección y armonía fue desarrollada por varios pensadores, pero entre todos destacó Lao-Tsé (siglo VI a. de C.) autor de una obra titulada Tao-te-king, que dio lugar a un importante movimiento filosófico-religioso, el Taoísmo.
La doctrina taoísta predicaba la idea de alcanzar la inmortalidad mediante el aumento de la potencia vital. Esta potencia se lograba cuando el fiel era capaz de fundirse con el Tao, que era el primer principio de vida. Para ello, el camino era la contemplación mística y la no acción, puesto que el Tao era el orden de la naturaleza, nada debía hacerse ni cambiarse, sino tan sólo unirse con ese orden natural para alcanzar la inmortalidad.
Casi en la misma época en la que surgió el taoísmo, vivió en china Confucio (551-479 a. de C.) que fue un pensador cuya doctrina moral llegó a transformarse en una de las principales religiones del país. Confucio, que no pretendió crear una religión, fue un maestro de moral que buscó un ideal de sabiduría. Su pensamiento gira en torno a la idea de la armonía. Para alcanzarla es imprescindible una completa adaptación a la realidad. Predicaba como grandes virtudes la amistad y la justicia, entendiendo que el que practica el bien y carece de enemigos resulta armónico consigo mismo y así se llega a transmitir su armonía al conjunto social. Esta búsqueda de la perfección y del equilibrio armónico hizo de los confucionistas grandes defensores del arte, de la escritura (arte para los chinos) y de la poesía, puesto que eran actividades que se rigen por el principio de la armonía.
Las ideas de Confucio fueron tomadas para los exámenes de los mandarines y el confucionismo fue considerado teoría del Estado en época de la dinastía Han.
Tanto la doctrina del "no hacer" taoísta, como la necesaria adaptación a la realidad del confucionismo, fueron ideas fundamentales del tradicional inmovilismo chino, ya que ambas predicaban la aceptación de la realidad tal y como estaba, sin que deba intentarse cambio alguno. El taoísmo se difundió con éxito entre las clases populares, con lo que se adormecieron los intentos de revueltas sociales. El confucionismo, como teoría de Estado, no hizo otra cosa que justificar una realidad injusta, entendiendo que en ella se encontraba la armonía.
Un sentido similar tuvo en China la introducción de la religión budista que, procedente de la India, predicaba la salvación a través del nirvana, esto es un estado de contemplación mística que tampoco invitaba a la acción. El budismo, en China, se fusionó y transformó con muchas ideas del taoísmo y otros pensamientos.
Desde el punto de vista popular, la tradición religiosa de China siempre dio una notable importancia al culto a los antepasados y a las fuerzas de la naturaleza. El culto a los antepasados estaba muy vinculado a la concepción patriarcal de la sociedad y se practicaban muchos rituales para con los muertos del clan, a los que se consideraba protectores del mismo.

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