sábado, 18 de abril de 2015

cultura educativa


historia y arte :

Las civilizaciones fluviales

esopotamia significa, en griego, "país entre ríos". Este topónimo se utilizó para designar el área geográfica comprendida entre los ríos Éufrates y Tigris. El paso del tiempo ha ido ampliando la zona así denominada, hasta abarcar las tierras ocupadas por las dos cuencas fluviales e incluso otros territorios colindantes.
En Mesopotamia vivieron, desde mediados del Neolítico, diversos pueblos que, hacia el año 3.500 a. de C. se conocen ya con un nombre concreto. El primer pueblo del que se tienen referencias son los sumerios, que se asentaron en el sur de Mesopotamia, en la zona de la desembocadura de los dos ríos. Aunque su origen es desconocido, los sumerios fueron los que sentaron las bases de toda la cultura mesopotámica.
Más al norte, en el curso medio de los dos ríos, y algo más tarde, se asentaron los acadios. El Imperio acadio se extendía desde las costas del Mediterráneo a las del golfo Pérsico, de donde desplazó al sumerio. La lengua de este pueblo estaba ramificado en dos grandes dialectos, el babilonio y el asírio, y empezó su decadencia tras la caída de Babilonia (siglo VI a. de C.) siendo progresivamente sustituido por el arameo. Es conocido por numerosísimas inscripciones de escritura cuneiforme realizadas en monumentos y tablillas de barro.
Escultura acadia
Escultura acadia
Entre finales del tercer milenio y comienzos del segundo a. de C. fueron perfilándose otros pueblos, entre los que destacaron los asirios (en el alto Tigris), los hurritas (en el alto Éufrates), los elamitas (al este de Sumeria) o los guti, procedentes de los montes Zagros (al norte de la zona sumeria).
Otros muchos pueblos condicionaron la historia de Mesopotamia, bien por invasiones momentáneas o por relaciones comerciales, como los hititas, procedentes de Anatolia (actual Turquía) o los pueblos semitas de la dinastía amorrea, procedentes de la costa Mediterránea oriental (actuales Líbano e Israel) que darían lugar al Imperio babilonio.
Hacia mediados del siglo VI a. de C., otros pueblos, los medo-persas al mando de Ciro invadieron Mesopotamia para crear el gigantesco Imperio persa y poner así fin a la historia de la Mesopotamia antigua.


Economía y sociedad
a historia de Mesopotamia podría narrarse a partir de la historia de sus ciudades. Desde los tiempos de los sumerios, la fórmula política más habitual fue la de la ciudad-estado. Cada ciudad dominaba un amplio territorio que explotaba económicamente a partir de la agricultura y la ganadería.
Los ricos terrenos de aluvión de las cuencas bajas del Éufrates y del Tigris y las colinas circundantes fueron la base de una economía agropecuaria. Los cultivos más destacados fueron los cereales (cebada y trigo), algunas legumbres (habas y lentejas) y cultivos arbóreos como la palmera y el olivo (dátiles y aceite). Entre las especies ganaderas deben señalarse como más importantes, los bueyes, los onagros (asnos), las ovejas y las cabras.
Como en otras antiguas civilizaciones, deben destacarse los cereales en la base alimenticia y de riqueza de los pueblos mesopotámicos. La alta productividad del cereal es lo que permitió fundamentar en estas plantas (cebada y trigo) unas sociedades urbanas capaces de mantener a un buen número de habitantes consumidores y no productores (clases dominantes, sacerdotes, artesanos, comerciantes, etc).
Algunas de las especies animales, como los bueyes, debieron su importancia al hecho de incorporarse a las tareas agrícolas como fuerza de tiro de los arados, en sustitución de la fuerza humana inicialmente utilizada. Otras bestias, como los asnos, se emplearon para el transporte, facilitando así el comercio. Cabras y ovejas produjeron no sólo alimentos (carne y leche), sino también materias primas (lana y cuero) para la artesanía.
Tanto la agricultura como la ganadería favorecieron con sus altas producciones y con la obtención de materias primas, el desarrollo de las ciudades, el artesanado y el comercio.
Las altas producciones se lograban a partir de una agricultura, en cierto modo intensiva, que suponía tareas de canalización y de riego. La lana de las ovejas permitió un notable desarrollo del artesanado textil y las pieles y el cuero fueron la materia prima de los curtidores y los guarnicioneros.
La producción agrícola se completaba con productos de huerta, cuya variedad fue en aumento con el paso del tiempo y la ganadería pronto se extendió a otras especies como el cerdo y el pato.
Los pueblos mesopotámicos fueron siempre buenos comerciantes. En gran medida motivados por la falta de ciertas materias primas, como los metales, la madera y la piedra, los habitantes de estas tierras hubieron de producir en abundancia productos agropecuarios y artesanales para intercambiarlos en Líbano, Anatolia, Egipto, Persia y otros lugares, por aquello que necesitaban y no tenían. Se organizaron así caravanas y viajes fluviales que ponían en contacto distintas ciudades y distintos países.
La actividad mercantil supuso el desarrollo de sistemas de intercambio que alcanzaron su máxima expresión con el uso de la plata (no acuñada) como unidad de cambio. Este uso significó un gran paso con respecto a la economía de trueque existente hasta entonces.

Economía y sociedad (continuación)
esde el punto de vista social, en las ciudades, el ejercicio del poder, la propiedad privada y la división del trabajo habían separado en diferentes clases a sus habitantes.
Desde antes del año 3000 a. de C. ya había dos grupos claramente diferenciados: los hombres libres y los esclavos. Al principio eran sólo mujeres y niños los individuos considerados esclavos, pero con el tiempo pasaron a formar parte de este grupo los prisioneros de guerra o los hombres libres que no habían podido pagar sus deudas. De todos modos, en Mesopotamia, nunca fueron un grupo maltratado, ya que incluso se les permitió ser propietarios de ciertos bienes.
Al mando de la ciudad estaba un señor que recibía el nombre de En. El En vivía en el templo y, junto con los sacerdotes, administraba los bienes de la ciudad. En una primera época, el templo y la casta sacerdotal tuvieron una gran influencia. El templo era el edificio más importante de la ciudad, y con frecuencia sus graneros eran el centro económico de la vida urbana. El En tenía funciones religiosas muy concretas que se fueron perdiendo cuando apareció el título de Ensi, una especie de gobernador que, cuando actuaba como jefe militar, recibía también el título de Lugal (rey).
Desde mediados del tercer milenio a. de C. (hacia el 2500 a. de C.), la casta sacerdotal y el templo perdieron gran parte de su poder, en favor de los Lugal (reyes militares) y del Palacio como nuevo centro de poder. Al tiempo, la idea del antiguo En como jefe político y religioso se fue perdiendo, hasta que, hacia el 2.350 a. de C., Sargón I (rey acadio que conquistó Sumer) unió en su persona el jefe militar y religioso, al hacer que se le rindiera culto como a un dios. Esa situación de hacer coincidir los dos poderes en la figura del soberano la continuaron los descendientes de Sargón I, hasta que fueron destituidos a finales del tercer milenio a. de C.
El poder de los templos fue decreciendo, pero la casta sacerdotal siempre fue un grupo importante, cuyos miembros procedían de las familias más poderosas. Junto a los sacerdotes estaban los escribas, que ocupaban un cargo destacado, al ser quienes fijaban en documentos el estado de cuentas de los templos.
Desde comienzos del segundo milenio a. de C., los sacerdotes fueron, con frecuencia, nombrados por los reyes y los templos se vieron obligados a pagar ciertos tributos al palacio.
Desde época muy temprana, debió existir una clase privilegiada, de carácter económico, que poco a poco, se transformó en una especie de aristocracia. Hacia el 1700 a. de C., el Código de Hammurabi habla de tres clases sociales, los awilum o patricios, los mushkenum o ciudadanos libres asalariados y los wardum o esclavos.
En la estructuración social fue determinante la posesión de la tierra. Parece lógico, en un país cuya principal fuente de riqueza era la producida por la tierra, que la posesión de la misma fuera lo que determinara la categoría social. Así los reyes, desde finales del tercer milenio a. de C., eran grandes terratenientes que llegaron a financiar con sus propios recursos algunas campañas militares. Los templos también fundamentaron su prestigio en la posesión de tierras y los mercaderes enriquecidos invertían sus ganancias en la compra de terrenos.

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