historia y arte :
La antigua Grecia
La economía (continuación)
a actividad comercial de los griegos no se limitó a los intercambios entre metrópolis y colonias, sino que con frecuencia actuaron como simples intermediarios de transacciones comerciales de otros pueblos.
Esto fue posible por varias razones. En primer lugar habían extendido sus colonias por todas las riberas del Mediterráneo, poniéndose así en contacto con gran cantidad de pueblos. En segundo lugar las flotas griegas llegaron a ser el mejor medio de transporte para el comercio internacional de la época. Y, por último, las monedas acuñadas por los helenos fueron capaces de imponerse como divisa segura y fuerte, sobre todo a partir del siglo III a. de C., época en la que aparecieron las monedas de oro, que pudieron acuñarse tras la conquista de Persia, donde los griegos requisaron grandes cantidades de este metal.
Todas estas circunstancias hicieron de algunos puertos griegos, como los de Atenas (El Pireo), Corinto, Samos, Rodas o Siracusa, auténticos centros comerciales por los que pasaba todo tipo de mercancías con procedencias y destinos muy variados.
Con respecto al desarrollo económico, debe tenerse en cuenta que no es posible establecer un orden causal único, en donde cada paso puede explicarse por una causa que lo precede. Se trata, por el contrario, de un complejo proceso interrelacionado, en donde cada nuevo logro repercute a su vez sobre la causa que lo provocó. Así, el proceso colonizador pudo tener su origen en el aumento de la población, pero al tiempo fue causa de un mayor desarrollo del comercio que permitió que, en las metrópolis, la población aumentara, al poder dedicarse a las nuevas tareas comerciales o al artesanado, que crecía por la demanda comercial.
Del mismo modo puede decirse que el incremento de las producciones agrarias, especializadas en la vid y el olivo, y de las producciones artesanales obligó a abrir nuevas colonias, tanto para colocar los productos de la Hélade, como para obtener alimentos o las materias primas, cereales del Mar Negro o lana de Asia Menor, que la Hélade necesitaba para seguir manteniendo su actividad comercial.
La sociedad
La evolución de la estructura social del mundo heleno estuvo muy vinculada a la evolución política y a la económica. El punto de partida de esa evolución puede situarse en la época aquea (segundo milenio a. de C.) en la que el sistema de gobierno era la monarquía y la tierra la base de una economía más o menos autárquica. En ese marco, la estructura social era sencilla: había una nobleza, dueña de la tierra y capaz de sufragarse las costosas armas que permitían la práctica de la guerra y el dominio militar y el resto era el pueblo llano, compuesto por agricultores, pescadores y pequeños artesanos.
Los agricultores trabajaban las tierras de la nobleza o, bajo duras condiciones, arrendaban pequeñas parcelas. Había también esclavos que se encargaban de atender las necesidades domésticas de los poderosos o de trabajar en sus tierras.
La sociedad (continuación)
aralelamente al surgimiento de las polis (hacia los siglos IX y VIII a. de C.), se produjo la desaparición de los reyes que sólo perduraron en algunas zonas como Macedonia y fueron sustituidos en el poder político por la aristocracia terrateniente, agrupada en unas oligarquías (poder de unos pocos) que se ocupaban de defender los intereses de los llamados eupátridas (bien nacidos), de origen noble. Estos eupátridas estaban organizados en familias o genos, para cada una de las cuales se buscaba un parentesco mítico con algún dios. Esta procedencia divina, que quería justificar una situación de privilegio fue, sin duda, un poderoso medio de difusión de la mitología.
Ahora bien, la vida ciudadana y el desarrollo del comercio hicieron que masas, cada vez más numerosas, de ciudadanos no se sintieran satisfechas con un sistema de gobierno del que ni siquiera podían conocer sus leyes, ya que el conocimiento de éstas quedaba restringido en la práctica a la aristocracia eupátrida. Las, cada día más complejas, relaciones entre los habitantes de las polis exigían una regulación legal que no existía.
La actividad comercial y con ella la artesanal hacían que parte de la riqueza de la ciudad procediera ahora de grupos sociales no pertenecientes a la aristocracia y, por lo tanto, ajenos al poder político. A esto se vino a añadir la circunstancia de que la aparición de la infantería ligera de los hoplitas ya no dejaba el poder militar solamente en manos de la aristocracia. Casi cualquier ciudadano podía comprarse el armamento de un hoplita y transformarse así en defensor de la polis.
Por todas estas razones, la idea de ciudadano con responsabilidades y con derechos se fue imponiendo. Se produjeron así cambios en política y surgieron los legisladores, con lo que la ley comenzó a ser difundida y aplicada más igualitariamente. Este proceso desembocó en una nueva concepción social que atendía más a los criterios de riqueza que a los de casta (genos) y, aunque la idea de eupátrida nunca llegó a desaparecer por completo, pronto se impuso la categoría de ciudadano libre para designar a los individuos que tenían iguales derechos ante la ley, frente a los esclavos y a los extranjeros (los metecos).
Estos cambios, que se produjeron entre los siglos VII y VI a. de C. no afectaron a todas las polis de la Hélade, pues algunas, como Esparta, mantuvieron la forma de gobierno aristocrática. Debe tenerse en cuenta que Esparta no participó en la expansión colonial ni desarrolló, por tratarse de una ciudad interior, casi ningún tipo de comercio.
La figura del ciudadano libre se consolidó en el modelo democrático ateniense del siglo V. En esa época, el número de esclavos fue altísimo, llegando a ser casi la mitad de la población del Ática. También los metecos aumentaron su número, ya que se calcula que un tercio de la población de Atenas estaba formada por extranjeros. Ninguno de estos dos grupos tenía participación en la vida política y puede decirse que la gran cantidad de esclavos fue imprescindible para que muchos ciudadanos pudieran ocuparse de los asuntos de gobierno.
La situación de los esclavos fue distinta según las épocas y el trabajo al que se les dedicaba. Así, los ocupados en las tareas domésticas de las casas de los ciudadanos libres no fueron maltratados ni excesivamente explotados. No sucedió lo mismo con los que se vieron obligados a trabajar en las minas de plata o como remeros de las trirremes.
En cuanto a los metecos que se dedicaron fundamentalmente a la artesanía y el comercio, nunca estuvieron mal considerados, ya que su aportación a la vida económica de las polis fue importantísima. La ley mantenía frente a ellos ciertas desigualdades injustas, pero, salvo la imposibilidad de participar en las decisiones del gobierno, no debieron de ser demasiado discriminados. La escasez porcentual de ciudadanos libres (en torno al 20 por ciento) y su régimen de mayores derechos, hizo de este grupo una auténtica clase privilegiada.
Durante el periodo helenístico los cambios sociales fueron pocos. Aumentó el número de esclavos gracias a las conquistas de Alejandro y a sus prisioneros de guerra, mientras que los extranjeros se vieron favorecidos por la mayor flexibilidad de la ley, que permitió a muchos de ellos acceder al derecho de ciudadanía.
a forma de plantearse el mundo y la existencia estuvo, para los griegos, a medio camino entre el "mito" y el "logos". El mito fue la explicación primitiva que recurría tan sólo a la imaginación para encontrar respuestas. El logos, por el contrario, atendió a la razón para plantearse no sólo las respuestas, sino también las propias preguntas que explicaban la realidad. Así, el mito dio lugar a la compleja narración de dioses y héroes que fue la mitología griega, mientras que el logos originó la sistemática y racional respuesta filosófica.
La filosofía puso al hombre en el centro del cosmos, ya que la explicación racional del mismo, tan sólo precisaba de la propia inteligencia humana. Ahora bien, esa concepción del hombre como centro, ya debía estar en la mentalidad de los primeros griegos cuando éstos imaginaron un mundo de dioses hecho a la medida del hombre.
La mitología como religión
Todas las religiones tienen algo de mítico en sus orígenes y fundamentan parte de sus doctrinas en esos mitos originales. En el caso de los griegos, la creación mitológica fue de tal importancia que no necesitaron doctrina alguna posterior. Unos dioses, concebidos como hombres, fueron la causa del universo; otros representaban los fenómenos de la naturaleza en cualquiera de sus formas y las virtudes y defectos de todos ellos no eran más que la representación divina de las virtudes o defectos de cualquier humano. Todo quedaba explicado a la medida del hombre.
Los dioses inmortales habitaban las inalcanzables moradas del Olimpo (el monte sagrado) y desde allí se ocupaban, sin demasiado interés, del destino de los hombres y con mayor atención de sus propios asuntos y de su propio destino.
Dioses y hombres vivían así destinos paralelos sin preocuparse demasiado unos de otros. Bastaba que ambos grupos existieran para que el orden reinara. La religión de los griegos fue simplemente su mitología. Y ésta era una clara representación de todo lo que interesaba a los habitantes de la Hélade.
Zeus fue, sin duda, imaginado como un ideal, como un modelo al que cualquier griego hubiera deseado parecerse: poderoso, arrogante, temido, astuto y buen conquistador de corazones. Hera, su esposa, resultaba tan bella como celosa de su marido, a quien se veía obligada a perdonar tras sus furiosos arrebatos de celos. Por otro lado, Hera representaba la Tierra.
Las principales actividades económicas tuvieron sus divinidades; Deméter era la diosa de la agricultura y, como el vino y su comercio, llegaron a tener gran importancia, se asignó a Dionisos como dios de esa bebida.
La importancia del mar fue grande para los griegos, por ello Poseidon fue uno de los principales dioses.
odas las religiones tienen algo de mítico en sus orígenes y fundamentan parte de sus doctrinas en esos mitos originales. En el caso de los griegos, la creación mitológica fue de tal importancia que no necesitaron doctrina alguna posterior. Unos dioses, concebidos como hombres, fueron la causa del universo; otros representaban los fenómenos de la naturaleza en cualquiera de sus formas y las virtudes y defectos de todos ellos no eran más que la representación divina de las virtudes o defectos de cualquier humano. Todo quedaba explicado a la medida del hombre.
Los dioses inmortales habitaban las inalcanzables moradas del Olimpo (el monte sagrado) y desde allí se ocupaban, sin demasiado interés, del destino de los hombres y con mayor atención de sus propios asuntos y de su propio destino.
Dioses y hombres vivían así destinos paralelos sin preocuparse demasiado unos de otros. Bastaba que ambos grupos existieran para que el orden reinara. La religión de los griegos fue simplemente su mitología. Y ésta era una clara representación de todo lo que interesaba a los habitantes de la Hélade.
Zeus fue, sin duda, imaginado como un ideal, como un modelo al que cualquier griego hubiera deseado parecerse: poderoso, arrogante, temido, astuto y buen conquistador de corazones. Hera, su esposa, resultaba tan bella como celosa de su marido, a quien se veía obligada a perdonar tras sus furiosos arrebatos de celos. Por otro lado, Hera representaba la Tierra.
as principales actividades económicas tuvieron sus divinidades; Deméter era la diosa de la agricultura y, como el vino y su comercio, llegaron a tener gran importancia, se asignó a Dionisos como dios de esa bebida.
La importancia del mar fue grande para los griegos, por ello Poseidon fue uno de los principales dioses.
La guerra estaba representada por Ares y de los muertos se encargaba Hades, que era el dios de los reinos de ultratumba. Afrodita fue diosa del amor. Apolo de las leyes y de la música. Cada arte tuvo su propia musa en cada una de las hijas que Zeus y la diosa Mnemosine engendraron. La inteligencia y sabiduría estuvieron representadas por Atenea, que había nacido de la cabeza de Zeus y que fue protectora de Atenas.
Genealogía mitológica
La importancia de las manufacturas metálicas hizo de Hefesto el dios herrero y cuando el comercio comenzó a desarrollarse, Hermes, que era el mensajero de los dioses, pasó a ser también el protector de los negocios.
Nada quedó sin representar por una divinidad. Las relaciones entre unos dioses y otros fueron tan complejas y variadas como las historias que de ellos se contaban. En muchas ocasiones, los dioses se confunden entre sí; resulta imposible establecer una genealogía del panteón divino y, con frecuencia, un mismo suceso tiene varias versiones distintas con distintos protagonistas, haciendo de la mitología un auténtico entramado que explica todo sin poder explicarse a sí misma.
odo el mundo cultural de los primeros siglos de la historia de Grecia está recogido en los textos homéricos. En La Ilíada, Homero nos cuenta unos hechos militares, más o menos reales, y en La Odisea, unas aventuras fantásticas, pero en ambos casos los sucesos narrados tienen como marco el mito, la mitología.
Así, la cultura griega tuvo en sus orígenes el mito como fórmula mediante la cual se explica todo. Los poetas eran los encargados, mediante una docencia oral, de enseñar el cómo y el porqué de los sucesos. Un conjunto de dioses, representantes de las distintas fuerzas de la naturaleza o de las diferentes realidades y capacidades de los seres humanos, eran la causa del universo o la máxima representación de la sabiduría. Todo se explicaba o podía explicarse a través de la mitología.
Con frecuencia la explicación de algunas cosas resultaba complicada, entonces se recurría al comportamiento arbitrario de algún dios, para poder justificarlas. La respuesta era sencilla, aunque resultara ilógica o irracional, bastaba decir que el dios lo había querido de ese modo, o que se había enfadado (los dioses griegos eran muy humanos en su comportamiento) o que, habiéndose quedado dormido, no había podido intervenir para que todo resultara de modo distinto.
Durante varios siglos los griegos se explicaron todo mediante el mito, pero a comienzos del siglo VI a. de C. las cosas comenzaron a cambiar y hubo quienes desearon explicaciones más racionales y menos arbitrarias de las cosas. Ese deseo pudo surgir gracias a que la religión de los griegos no era ni revelada, ni tenía dogmas en los que fuera obligatorio creer. Por otra parte, la gran actividad comercial y la expansión colonial de los griegos supuso, para éstos, un constante contacto con otras culturas (otras mitologías) y otros modos de explicarse el universo.
Entender y aceptar que había otros puntos de vista posibles debió ser un buen punto de partida para criticar la propia visión de su mitología y comenzar a buscar otras respuestas más racionales y lógicas. Hay que añadir, además, que la sociedad griega estaba asistida por un gran número de esclavos que, encargándose de las tareas más duras y cotidianas, permitían que los ciudadanos libres dedicaran parte de su tiempo a la búsqueda de esas nuevas respuestas.
Así se puede afirmar que la filosofía surge a comienzos del siglo VI a. de C. como un intento crítico de superar las irracionales respuestas del mito. Los primeros filósofos buscaban sustituir lo arbitrario del mito por lo necesario de la explicación racional.
os primeros filósofos se sintieron fundamentalmente interesados en explicar el cosmos y su pretensión fue la de encontrar una causa que fuera el origen de todo. Por ello, se denomina al primer periodo de la filosofía periodo cosmológico y a los que ofrecieron como respuesta un único origen del universo, monistas.
De entre los filósofos de este periodo destaca Tales de Mileto, a quien se suele considerar el primer filósofo. Tales mantenía que el origen de todo era el agua. Fundamentó su teoría en que el agua se puede presentar en los tres estados: sólido, líquido y gaseoso, y en que el agua es fuente de vida. Esta sencilla y, si se quiere, simple explicación, fue un primer paso importantísimo, porque supuso buscar una respuesta en la razón y no en el mito.
Tales de Mileto
Después de Tales, otros filósofos dieron respuestas diferentes, que cada vez resultaron más complejas y que pretendían superar los inconvenientes que podían ponerse a la explicación de Tales. A finales del siglo VI surgen otros pensadores, encabezados por Pitágoras, que pretenden explicarse la realidad desde otros puntos de vista. Los pitagóricos constituyeron, fundamentalmente, una escuela matemática y sus estudios les llevaron a la conclusión de que todo puede ser formulado matemáticamente y, por lo tanto, el principio de todo son los números.
Pitágoras
En cuanto al origen de los números, consideraban que éstos procedían de dos elementos opuestos, lo par y lo impar. Esa explicación ya no era monista, sino dualista y resultaba útil para dar respuesta a un sinnúmero de oposiciones (bueno-malo, móvil-inmóvil, masculino-femenino, etc). Para los pitagóricos, nada era más sabio que el número y las cosas no se conocen perfectamente hasta que se conoce su número. A principios del siglo V a. de C., los filósofos, en lugar de preguntarse por la causa u origen del universo, dedicaron sus esfuerzos a explicar cómo era la realidad.
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