sábado, 3 de octubre de 2015

Batallas por orden cronológico - Edad antígua

Batallas del siglo IV a. C.

La batalla de Haliarto se libró en el año 395 a. C. entre las ciudades griegas deEsparta y Tebas. Los tebanos derrotaron a las fuerzas espartanas, que intentaban apoderarse de la ciudad de Haliarto, causando la muerte del líder espartanoLisandro. La batalla marcó el inicio de la Guerra de Corinto, que continuaría hasta el387 a. C.- .......................................................:https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Batalla_de_Haliarto&printable=yes








La batalla del Hidaspes fue una batalla librada por Alejandro Magno el año326 a. C. contra Poros (Pururava o Purushotthama en sánscrito), el rey de Paura (reino indio ubicado en el Panyab que hoy día es parte de Pakistán (véase Panyab pakistaní), cerca del río Hidaspes (hoy conocido como río Jhelum), tributario del río Indo. La batalla tuvo lugar en el margen oriental del río, cerca de BheraPakistán. Esta fue la última gran batalla campal librada por Alejandro: aunque victorioso, suejército, exhausto, se amotinó, negándose a avanzar más hacia el interior de laIndia. Fue la primera vez en años, desde la batalla de Gaugamela, que el ejército de Alejandro se enfrentó a elefantes de guerra. El rey Poros y sus hombres presentaron una resistencia tan fiera contra el invasor macedonio, que se ganaron el respeto y la admiración del propio Alejandro.- ....................................:https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Batalla_del_Hidaspes&printable=yes

LA BATALLA DEL HIDASPES

La batalla final de Alejandro tuvo lugar en la India en el año 326 aC. A pesar de la leyenda (ya se sabe como son las leyendas...), fue la batalla más "sencilla" de todas. Observará el lector que he puesto la palabra sencilla entre comillas, porque batallas fáciles no hay ni ha habido, pero en esta ocasión, el enemigo sólo disponía de una ventaja: el terreno. Y nada más, porque el ejército con el que el rey indio Poros se enfrentó valientemente a Alejandro era muy inferior al macedonio en todos los aspectos, si bien incluía una exótica novedad: los elefantes de guerra que tras esta batalla se pasearon por medio mundo, llegando incluso hasta Italia de la mano de Aníbal. ¿Cuál fue el balance final de la participación del elefante en la historia de la guerra? Pues bastante escaso. Dio la nota exótica, pero ni al mismísimo Aníbal le sirvieron de algo. Y es que, como no me canso de repetir, contra una infantería bien adiestrada y mandada, ni la caballería, ni los carros, ni los elefantes tienen algo que hacer. La infantería pesada, anclada firmemente al terreno, bien protegida y con un elemento de ruptura como caballería propia o incluso arqueros, es la dueña de los terrenos de batalla en la Historia. ¡Eso sí! tratándose de hombres bien adiestrados y mandados por un general que utilice la cabeza para pensar. ¿De qué sirvieron los elefantes en Hidaspes, Zama o Cinoscéfalos? ¿De qué sirvió la caballería en Farsalia? ¿O los carros de Farnaces? Lo dicho: soldados bien adiestrados y generales con cabeza.
Alejandro, que contaba con entre 31 y 34.000 infantes y unos 7.300 jinetes, se enfrentó a Poros en las riberas del río Hidaspes. Poros armaba unos 30.000 infantes, en su mayoría ligeramente armados, 4.000 jinetes, 300 carros y entre 80 y 100 elefantes sobre los que montaba un guía y un guerrero armado de jabalinas. Poros, que debía haber defendido el estrecho paso de Nandana para evitar la entrada de Alejandro en el valle del Hidaspes, decidió hacerle frente atrincherado tras el río. ¡Como si eso le importara mucho al macedonio! que lo cruzó engañando a Poros y le obligó a plantear batalla.
Poros formó a sus hombres en una línea, con la caballería y los carros a la izquierda y los elefantes repartidos a la cabeza de la larga línea. Alejandro formó también una línea, una larga falange con los hipaspistas a la izquierda, flanqueados por la caballería macedonia al mando del rey, la falange macedonia, la falange griega y los infantes tracios. Cuando los elefantes de Poros atacaron fueron frenados por el bloque compacto que ofrecía la falange: una auténtica muralla de bronce erizada de hierro que detuvo en seco a los elefantes. Entonces la infantería ligera de Alejandro atacó a los elefantes con hachas y jabalinas. Los pobres animales se volvieron contra sus propias líneas mientras Alejandro, con otro de sus habituales movimientos envolventes, derrotaba a la caballería india provocando la debacle general y catastróficas pérdidas en las filas indias.
La batalla del Hidaspes es el enfrentamiento entre la tecnología más avanzada, en este caso representada por el ejército macedonio y el ejército indio, un gran ejército, pero que nada podía oponer a la formidable potencia táctica de los macedonios. Sin embargo, es una batalla "que gusta" por el exotismo del terreno y del ejército de Poros. Y sobre todo por la clemencia de Alejandro que alabó el valor de Poros y firmó un tratado de amistad con el rey indio. Por eso gusta esta batalla tanto, porque tiene un final feliz en el que dos grandes adversarios se agasajan y alaban mutuamente.
Si Poros hubiera sido un buen general hubiera concentrado TODOS sus elefantes contra el ala derecha macedonia, la más débil. A la ruptura (en caso de haberse producido) de la línea macedonia por los elefantes hubiera seguido la carga de carros que hubiera abierto camino a la caballería india hasta la retaguardia de Alejandro, pero Poros sólo sabía combatir de una forma y esa forma no podía hacerle frente a la de Alejandro.
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La batalla de Hímera tuvo lugar en el año 311 a. C. entre Cartago y una fuerzagriegaAmílcar Giscón, nieto de Hannón el Grande, comandaba a los cartagineses, mientras que los griegos estaban al mando de Agatocles de Siracusa. La fuerza cartaginesa consiguió la victoria.
Tuvo lugar en Ecnomo, una colonia griega en las cercanías de la actual Licata y delrío Hímera. Los cartagineses derrotaron totalmente al ejército siracusano y lo pusieron en fuga hacia Siracusa, que fue asediada.








La batalla de las Horcas Caudinas (en latínFurculae Caudinae) fue un encuentro armado que tuvo lugar el año 321 a. C., entre los ejércitos romanos y samnitas, en el marco de la Segunda Guerra Samnita. Los samnita de Cayo Poncio, por su posición estratégica, rodearon y capturaron un ejército romano entero de unos 40 000 hombres liderados por los dos cónsules. Los soldados apresados fueron desarmados y despojados de sus vestimentas y, únicamente con una túnica, fueron obligados a pasar de uno en uno por debajo de una lanza horizontal dispuesta sobre otras dos clavadas en el suelo, lo que les obligaba a inclinarse, como condición para ser liberados.
Esta batalla y sobre todo la derrota romana que siguió, es el origen de la frase «pasar por las horcas caudinas» o «pasar bajo el yugo» que se utiliza en varias lenguas occidentales cuando se debe pasar un trance difícil, humillante y deshonroso.
La batalla de las Horcas Caudinas (en latínFurculae Caudinae) fue un encuentro armado que tuvo lugar el año 321 a. C., entre los ejércitos romanos y samnitas, en el marco de la Segunda Guerra Samnita. Los samnita de Cayo Poncio, por su posición estratégica, rodearon y capturaron un ejército romano entero de unos 40 000 hombres liderados por los dos cónsules. Los soldados apresados fueron desarmados y despojados de sus vestimentas y, únicamente con una túnica, fueron obligados a pasar de uno en uno por debajo de una lanza horizontal dispuesta sobre otras dos clavadas en el suelo, lo que les obligaba a inclinarse, como condición para ser liberados.
Esta batalla y sobre todo la derrota romana que siguió, es el origen de la frase «pasar por las horcas caudinas» o «pasar bajo el yugo» que se utiliza en varias lenguas occidentales cuando se debe pasar un trance difícil, humillante y deshonroso.

El ejército romano sufrió una de las derrotas más conocidas de su historia en el episodio conocido como de las horcas caudinas. Este hecho luctuoso para las armas romanas sólo es comparable, en cuanto a golpe moral para esta civilización, con la aniquilación de las cuatro legiones de Varo en el bosque de Teutoburgo (Germania), el año 9 d.c.
Las repercusiones de tal desastre fueron de tal calibre que los dos senadores al mando del ejército romano durante la campaña, Espurio Postumio Albino y Tito Veturio Calvino, se sintieron tan deshonrados que renunciaron a sus cargos, y los legionarios supervivientes entraron de noche en Roma, por no sufrir la vergüenza de ser contemplados por sus conciudadanos después de la humillación que habían sufrido.

Una hábil estratagema

Sin embargo, a diferencia de la derrota de Teutoburgo, esta se debió más por la habilidad del general contricante que a la ineptitud del hombre al mando de las legiones romanas.
Cayo Poncio era el comandante de los samnitas, pueblo itálico que se había asentado en el siglo VII a.c, en la región llamada del Samnio en su honor, situada en el centro de la actual Italia. Este hombre era un hábil estratega que sabía que en el combate cuerpo a cuerpo sus soldados no podían hacer nada frente al ejército romano, por lo que ideó una inteligente artimaña.
Ésta fue que tras descubrir que las legiones romanas, en un número de unos 50.000 efectivos, habían acampado en Calacia, en la Campania, envió unos cuantos hombres disfrazados de pastores, para que les informaran de que los samnitas estaban sitiando la colonia romana de Lucera, en la Apulia.

Estratagema

El plan era que para llegar al citado lugar, las legiones debían atravesar las Horcas Caudinas, un angosto valle de los Apeninos situado entre los montes Tifata y Taburno, y el único camino viable para que los romanos pudieran prestar un rápido auxilio a la colonia asediada.
Los cónsules al mando de las legiones mordieron el anzuelo y dispusieron una rápida marcha sin sospechar la emboscada que se les venía encima. Al llegar al segundo desfiladero se encontraron con que estaba obstruido por una barricada formada por troncos y piedras, y al dar media vuelta comprobaron que por detrás los samnitas custodiaban la salida.
Se hallaban pues en una auténtica ratonera de la que los legionarios romanos quisieron salir incluso escalando con las uñas las escarpadas colinas. Sin embargo, era imposible la huida, y ante la imposibilidad de maniobrar y disponerse adecuadamente para la batalla, la derrota era inevitable.

Reacción

Los samnitas no sabían como gestionar esa ventaja y retuvieron en ese lugar a los romanos hasta que su caudillo Herencio, el padre de Cayo Poncio, decidiera su suerte. Éste envió primero una carta diciendo que los liberasen sin hacerles daño alguno. No contento con la respuesta, Poncio le pidió otra solución.
Entonces Herencio mandó otra carta diciendo que los masacraran a todos sin excepción, cosa que tampoco gustaba a Poncio, quien solicitó la presencia del caudillo para que explicase las dos soluciones tan extremas y contradictorias que había propuesto.
Herencio acudió, y explicó que si se liberaba a los romanos sin hacerles ningún daño, serían alabados por ellos y quizás se ganarían su respeto y su amistad, mientras que si masacraban a todos Roma les temería y quedaría debilitada, lo que les garantizaría muchos años de paz.
Sin embargo, ninguna de estas explicaciones convenció a Poncio, quien finalmente optó por liberar a los romanos tras infringirles un castigo ejemplar.

El paso de la vergüenza

Finalmente, tomó una decisión para él intermedia de las dos que Herencio le había propuesto: propuso que la vida de los romanos sería respetada si se despojaban de sus armas y armaduras y pasaban entre dos lanzas clavadas en la tierra atravesadas por otra de forma horizontal. Temiendo la muerte, los dos cónsules al mando de las legiones aceptaron el trato, obligando a sus hombres a realizar tan vergonzoso paso.
Esto se recuerda aún en la tradición de muchos pueblos mediterráneos, como el paso "por debajo del yugo caudino", o "el paso de las horcas caudinas". Además los samnitas consiguieron, en un tratado que los romanos se vieron obligados a respetar durante cinco años, la devolución de parte de su territorio y la paz temporal.
Por desgracia para ellos, una vez terminado el plazo de los cincos años, a Roma le faltó tiempo para declarar otra vez la guerra a los samnitas y cobrar cumplida venganza de tal humillación. Pero eso es otra historia.

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