La Abadía de Fontenay es una abadía francesa de Marmagne (departamento de Côte-d'Or), uno de los monasterios más emblemáticos de toda la arquitectura cisterciense. Bernardo de Claraval lo fundó mediante filiación enviando monjes de su abadía de Claraval y su construcción, muy bien conservada, sirvió de modelo durante la importante expansión cisterciense en Europa en los dos siglos posteriores.
Historia
La Abadía de Fontenay era de la orden cisterciense y está situada en Francia, cercana al río Brenne en la región de Borgoña. Fue fundada en 1119 mediante el sistema cisterciense de filiación por la abadía de Claraval. La consagración de la iglesia fue realizada en 1147 por el Papa Eugenio III, antiguo monje cisterciense en Claraval, en una ceremonia fabulosa a la que asistieron también diez cardenales, ocho obispos y todos los abades del Císter.1 En 1170 una bula del papa Alejandro III confirmó a la abadía en sus bienes y posesiones.
Fontenay se construyó simultáneamente a Claraval II y ambas fueron las dos primeras abadías cistercienses construidas en piedra y en las que se concretó la estética cisterciense. En las dos intervino de forma decisiva Bernardo de Claraval, ya que de Claraval era su abad y Fontenay era filial suya. Él fue el inspirador de ambas construcciones, de sus soluciones formales y de su estética. Estas dos construcciones fueron el modelo de abadía durante la importantísima expansión cisterciense en los dos siglos posteriores, llegando a tener 700 abadías a finales del siglo XIII, distríbuidas por toda Europa. Así, sus construcciones desarrollaron un estilo con una fuerte personalidad propia y una gran similitud entre ellas, prescindiendo de los adornos, en consonancia con los preceptos de su orden de ascetismo riguroso y pobreza. Esta arquitectura cisterciense inicial se inscribe en el final del románico.
Bernardo nombró primer abad a su tío Godofredo de Rochetaille, siendo el segundo su sobrino Guillermo de Spiriaco. Era una familia de gran fortuna que contribuyó a la construcción de la abadía y que permitió dar una gran calidad a la obra.1
En los siglos XII y XIII, la abadía fue muy próspera, tenía actividades metalúrgicas y siderúrgicas. En 1259, el rey de Francia San Luis libró la abadía de todo derecho fiscal. En 1269, Fontenay se convirtió en Abadía real durante los reinados de Juan II, Carlos VIII y Luis XII. Le afectó el pillaje y el saqueo en varias ocasiones durante la guerra de los cien años (1337-1453) entre Inglaterra y Francia. Gozó de una influencia creciente hasta el siglo XVI, cuando se instauró el régimen de abades comendatarios, que suprimió a elección de los abades por los monjes en favor del arbitrario real y señaló el principio de la decadencia. Cuando llegó la Revolución francesa solo había una decena de monjes de la abadía, mientras que había albergado en la Edad Media varios centenares.
En 1791, la Revolución francesa suprimió la orden y vendió los monasterios en Francia. La abadía se vendió por 78.000 francos, con todas sus tierras a Claude Hugot que la transformó en papelería, permaneciendo así durante cerca de un siglo. En 1820, la propiedad pasó a Élie de Montgolfier. En 1906 Édouard Aynard, banquero lionés y aficionado al arte, adquirió la abadía, comenzando importantes trabajos de restauración para devolverle su aspecto medieval.
La abadía conserva casi todas sus construcciones primitivas, únicamente el refrectorio se perdió en el siglo XVIII cuando se derrumbó. Entre los edificios conservados, además de los exclusivamente monásticos, se encuentra una tahona con su horno de pan, el palomar, el molino de grano y la forja.2
En 2006 continúa en propiedad de la familia Aynard y puede ser visitada.
La Abadía
La iglesia fue construida de 1127 a 1150 según planta cruciforme y por sus proporciones es considerada como una iglesia-tipo de la arquitectura cisterciense. Mide 66 metros de longitud por 8 metros de ancho, el crucero mide 19 metros.
Arquitectónicamente, las características de esta iglesia son:
- Nave central con bóvedas de cañón apuntadas.
- Dos naves laterales con bóvedas de cañón transversales de menor altura que sirven como contrafuertes de la bóveda de la nave central.
- Una cornisa longitudinal en la base de la bóveda.
- Pilares cruciformes con pilastras circulares embebidas que se prolongan, una hasta el arco fajón de la bóveda de la nave central, otras dos en los arcos formeros y la cuarta en la nave lateral.
- Alzado de la nave central de un solo piso con arcos formeros.
- Capiteles muy sencillos, con un dibujo denominado hoja de agua.
- Coro plano con ventanas en el arco testero.
- Transepto con otros cuatro coros secundarios planos (donde los monjes-sacerdotes celebraban su misa diaria).
- Iluminación monocroma, normalmente blanca.
El claustro de forma cuadrada está más bajo que la nave y se construyó casi simultáneamente a la iglesia. Tiene una bóveda de cañón apuntada longitudinalmente con aberturas laterales hacia la galería, que está resuelta mediante arcos de descarga de medio punto que apoyan en contrafuertes exteriores. Cada arco de descarga agrupa dos arcos de medio punto, que apoyan en una pareja de columnas. Los sencillos dibujos geométricos de los capiteles son hojas de agua.
La sala capitular es cuadrada y su bóveda es de crucería de medio punto, con nervaduras que nacen en pequeñas columnas centrales y en ménsulas distribuidas por las paredes laterales. Esta bóveda clásica cisterciense se repite en otras estancias y es una de las características de estos monasterios.
La estancia está bien iluminada, ya que recibe luz desde el claustro a través de la puerta y dos arquerías abiertas, y también del lado contrario con ventanas en la pared.
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Tanto el escritorio, donde los monjes copiaban sus libros, tan importantes en la meditación y en las ceremonias litúrgicas, como la forja tienen una estructura similar a la sala capitular. Bóvedas de medio punto apoyadas en columnas que se abren como palmeras.
El dormitorio cisterciense, siguiendo la Regla de san Benito, era una gran sala comunitaria de una gran sencillez.
Los edificios exteriormente son sencillos, siguiendo la Regla. La iglesia no tiene torres y únicamente destaca la sucesión de los contrafuertes románicos.
La abadía de Santa María de Souillac (o de Soulhac, en idioma occitano) es una antigua abadíabenedictina situada en la comuna de Souillac, en el departamento francés de Lot (Mediodía-Pirineos). La misma abadía fue el origen del núcleo habitado.
Historia
El origen de la abadía está en una donación hecha por San Géraud de Aurillac (855-909), abad de Aurillac (Cantal), de unas posesiones personales que tenía en estas tierras. Esta donación testamentaria hecha en el mismo año de su muerte constituyó el núcleo de una celda monástica que vio incrementado su patrimonio gracias a otras donaciones hechas por la nobleza. El lugar, dependiente de Aurillac, inicialmente era conocido como la Asunción de Souillac, pero más adelante se denominó Santa Maria de Souillac. De acuerdo con la orden de la casa madre, Souillac era un establecimiento benedictino.
Los siglos siguientes fueron de una gran prosperidad, se levantaron importantes construcciones monásticas, sobre todo durante el siglo XII. Aproximadamente, unas ochenta iglesias y prioratos dependían de la abadía.
Al igual que la mayoría de establecimientos monásticos, padeció los efectos de la guerra de los Cien Años (1337-1453), que incluso despobló las cercanías y se tuvo que repoblar (1447).
En el siglo XVI, la abadía pasó a estar gobernada por abades comendatarios, elegidos fuera de sus muros y a menudo con personajes vinculados al cenobio y que no residían. Otro episodio nefasto protagonizado por el cenobio fueron las guerras de religión (1562-1598), que lo afectaron gravemente. Todo el conjunto fue saqueado e incendiado, pero la iglesia pudo resistir los ataques.
En 1632, el abad Henry de la Mothe Houdancourt impulsó su reconstrucción, que debido a su complejidad se alargó hasta 1712. A final de aquel siglo, la abadía padeció los efectos de la revolución, los bienes fueron vendidos, los religiosos expulsados (1790) y la iglesia dedicada a la Razón.
La abadía recuperó sus funciones religiosas en 1801, pasando a constituirse en parroquia en 1803. Desde mediados del siglo XIX se trabaja en su restauración.
La iglesia
Todavía se conserva una maciza torre que pertenece a la primitiva iglesia de la época de su fundación (siglo X). La iglesia es un imponente edificio de nave única, con crucero. La nave se cubre por dos cúpulas rematadas por linternas, una tercera cúpula se encuentra al cruce de la nave y el transepto. La cabecera tiene una serie de ábsides poligonales, el central con tres absidioles y los laterales simples. Buena parte de esta obra es producto de la restauración efectuada durante el siglo XVII.
El portal
Este portal decorado es uno de los hitos de la escultura románica. Cuando la iglesia padeció los efectos de las guerras de religión, este quedó muy afectado, como el resto del edificio. Entonces, se trasladó al interior, donde todavía se puede ver. Sobre la puerta se encuentra un gran relieve con una escena central dedicada al santo Teófilo el Penitente, que llegó a hacer un pacto con el diablo, pero que obtuvo el perdón de la Madre de Dios y acabó canonizado. A los lados, se encuentran las imágenes de san Benedicto y de san Pedro.
A los lados de la puerta también encontramos dos relieves de personajes: los profetas Isaías y Oseas.
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