lunes, 20 de febrero de 2017

Nuevo testamento - Religión

eventos en la vida de Jesucristo
La huida a Egipto es un episodio evangélico (Mateo 2, 13-15) muy tratado en el arte, en el que se identifica a la Sagrada Familia con la suerte de los desfavorecidos por la emigración y la represión política.



Texto neotestamentario

El relato del Nuevo Testamento, muy breve y propio del evangelio de Mateo, narra cómo un ángel se aparece en sueños a José y le ordena que huya a Egipto junto con la Virgen María y el Niño Jesús, pues el rey Herodes lo estaba buscando para matarle (la matanza de los inocentes). José obedece; y al cabo de un tiempo indeterminado, muerto ya Herodes, se le ordena volver de un modo similar. El propio evangelista ve en el episodio un cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento: de Egipto llamé a mi hijo. (Oseas, 11, 1).
Exégesis
En la exégesis bíblica, esta presencia de Cristo en Egipto se asocia a la historia de José, el hijo de Jacob, que continúa con la cautividad de los judíos en Egipto y culmina con la historia de Moisés narrada en el Éxodo. La presencia de judíos en Egipto es una constante de la historia del Antiguo Oriente Próximo. En la época de Jesús se trataba de una comunidad muy próspera y helenizada, asentada en Alejandría y la zona del Delta del Nilo.5 Ya a principios del siglo XX, Jean Juster enumeró una larga serie de ciudades egipcias bajo el régimen del Imperio romano en las que moraban colonias judías.6
El verbo «huir» utilizado en el evangelio de Mateo como parte de la expresión del ángel: «...toma al niño y a su madre y huye a Egipto...» (Mt 2:13), acompañado por la sobriedad del relato, es contrario al tono usado por la literatura apócrifa en general (ver sección siguiente), que se basa en milagros para hacer más fáciles las cosas.7 Egipto era el país clásico de refugio político por ser provincia romana. Allí había muchos judíos, colonias florecientes y barrios habitados por ellos que prestaban socorro a sus conciudadanos.7

Textos apócrifos y de la tradición cristiana

En los Evangelios apócrifos y en la tradición cristiana posterior, este episodio se amplía con multitud de anécdotas y milagros acaecidos a lo largo del viaje.
Descanso en la huida a Egipto: pausa obligada para que el Niño se amamante. En la Gruta de la leche de Belén (cercana a la Basílica de la Natividad) se venera la roca donde se habría derramado una gota de leche, que al instante cambió de color, y que tiñe y proporciona cualidades curativas al agua que entra en contacto con ella. El "descanso" es muy representado como tema pictórico, así como el tema denominado Virgo lactans o Virgen de la leche.
En Egipto se encuentra un viejo sicomoro llamado "El árbol de la Virgen". Está en el-Matariya, El Cairo, Egipto. La tradición recoge que la Virgen María descansó en él durante su huida a Egipto.8
Milagro del campo de trigo: al llegar junto a un hombre que estaba sembrando el campo le piden que cuando lleguen los soldados de Herodes, que les están buscando, diga la verdad: que vio pasar por allí a los tres en el momento de la siembra. A continuación se produce el milagro: instantáneamente el trigo crece y madura quedando listo para cosechar. Así, al llegar los soldados, renuncian a seguir la persecución pensando que hacía muchos meses que habrían pasado por allí.
Milagro de la palmera: durante el viaje la familia pasa hambre y sed. En el camino ven una palmera cargada de dátiles a una altura difícil de alcanzar. Jesús ordena al árbol que incline sus ramas, y se cumple su voluntad, permitiendo recoger sus frutos. En este momento aparecen tres ángeles a los que Dios Padre ha encargado llevarle al Paraíso una palma de la palmera generosa. En adelante la palma será la recompensa de los justos (palma de los justos); con lo que se utiliza en arte como iconografía del martirio (palma del martirio). Las hojas de palmera aparecen en otro episodio evangélico: la entrada de Cristo en Jerusalén,9 cuando es recibido por una multitud que le vitorea; momento que se conmemora el Domingo de Ramos y que se interpreta como una prefiguración de la Pasión precisamente en su momento de mayor triunfo en vida.10 También relacionado con la palmera está el personaje de San Cristóbal o Cristobalón, un gigante que habría cruzado un profundo río con el Niño Jesús sobre sus hombros ayudándose de una palmera que arrancó para usarla de apoyo. Es un motivo muy utilizado en la decoración pictórica del interior de las iglesias en España, y se le considera el patrón de los conductores, aunque ha sido excluido del santoral desde 1969.

Pintura

El tema de la Huida a Egipto, así como las narraciones posteriores y añadidas fue tratado abundantemente en el arte medieval, a partir del arte paleocristiano y bizantino de los siglos V y VI, como parte del ciclo de la vida de Jesús.12 Se puede ver en capiteles románicos, en bajorrelieves y en pinturas; especialmente en las escuelas italianaalemanaflamenca y holandesa.
La composición suele incluir a la Virgen María que lleva al Niño mientras monta una borriquilla que conduce de las riendas José, apoyado en un bastón; o bien José cierra la marcha, siendo un ángel el que guía al grupo.
Desde el gótico, el paisaje va adquiriendo cada vez un lugar más importante; a partir del siglo XV, los pintores flamencos representan al fondo la escena del trigal, hasta ocupar la mayor parte de la superficie pictórica en las representaciones del descanso del siglo XVI y XVII.

Escuela francesa

Nicolas Poussin realiza dos pendants con las escenas del Descanso en la huida a Egipto y el Retorno de Egipto (1629-1630).

Escuela española

El tema ha sido muy tratado en la pintura española desde finales de la Edad Media, en algún caso varias veces por el mismo pintor a lo largo de su carrera.

Poesía

Como tema de la poesía popular, ha producido un villancico muy difundido en el folcore español, con distintas variaciones en la letra y músicas distintas según las regiones:
Camina la Virgen de Egipto para Belén
Y en el medio del camino el niño tenía sed
No pidas agua mi vida no pidas agua mi bien
Que bajan los ríos turbios y no se puede beber
Allá adelante en aquel alto hay un rico naranjel
Que le guarda un pobre ciego ciego que no puede ver
Ciego dame una naranja para el niño entretener
Coja usted las que usted quiera que la huerta suya es
La Virgen como es humilde no ha cogido más que tres:
Una le ha dado a su hijo otra le dio a San José
Y otra se quedó en su mano para la Virgen oler
Cuando emprenden el camino el ciego comenzó a ver.
Quién sería esa señora que a mí me hizo esta merced
Que me dio vista en los ojos y en el corazón también.
Villancico popular castellano.14
También la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou (1892-1979) puso en verso la huida a Egipto, centrando su reflexión en el «burrito santo» que habría cargado a María y al niño.
Borriquito blando de la Virgen María,
manso borriquito que llevó a Jesús
con su santa madre que al Egipto huía
una noche negra sin astros ni luz.
¡Lindo borriquito de luciente lomo!:
hasta el niño mío te venera ya,
y dice, mirando tu imagen en cromo:
– ¿Es el de la Virgen que hacia Egipto va?
¡Dulce borriquito, todo mansedumbre!:
nunca en tus pupilas asomó el vislumbre
más fugaz y leve del orgullo atroz;
y eso que una noche sin luna ni estrellas
por largos caminos dejaste tus huellas
¡llevando la carga sagrada de un Dios!


"Después que ellos partieron, un ángel del Señor
apareció en sueños a José, diciéndole: Levántate,
toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estáte
allí hasta que yo te avise; pues Herodes ha de buscar
al niño para matarle. Levantándose José, tomó al niño
y a su madre, de noche, y se retiró a Egipto".
(Mt 2, 13-14)

I

Es de noche. Dos caravanas se deslizan entre las sombras de las afueras de Belén. En direcciones distintas. En huida. Una es la de los Magos que, avisados, regresan a su país por otro camino. La otra, la de la humilde familia nazarena. Se van también, huyendo.
Dios acaba de llegar al mundo, y el mundo organiza su persecución. ¡Así están de ciegos los hombres!
José, mientras dormía, ha sido despertado por un ángel. Fue, quizás, aquella misma noche en la que José se quedó dormido mientras repasaba las maravillas de aquel día: los Magos, su espléndido cortejo real, el brillo oriental de sus vestidos, los sabios del mundo a los pies del recién nacido.
José duerme en el gozo del descubrimiento del Niño, y de la adoración que le han tributado los pueblos de la tierra. Y un ángel toca su hombro:
-Levántate, toma el niño y a su madre, y huye…
José no discute con el ángel: cree y se levanta. No intenta tampoco enmendar el plan que le dicta el cielo. Es un viaje en el que jamás había pensado: ¿Egipto? ¿No sería mejor unirse a los Magos y buscar refugio en su país? ¿Egipto? Es una durísima tarea, pues no conoce el camino, ni el idioma, ni las costumbres de los egipcios. ¿Egipto, en donde no conocemos a nadie? ¿No serán muchos los riesgos para el niño por ser un país extraño? Y hay que ganarse la vida, abrirse camino, sin tener amigos.
El silencioso José tampoco en esta ocasión abre su boca, aunque aquella orden revoluciona su vida y sus consuelos.

II

Cuando comienza a salir el sol, ya llevan varias horas de marcha. En un camino desierto se dibuja una estampa conmovedora: un niño inocente abrigado en el brazo caliente y maternal de una Niña Virgen, ella sobre una borriquilla, y José por delante llevando el ramal de la cabalgadura. Solos en el desierto: de prisa.
Es ésa la respuesta a la orden del cielo. Obediencia al momento. Ejecuta con diligencia lo que se ha recibido de parte del Señor. Asusta pensar que un retraso «prudente» en la obediencia de José hubiera dado lugar a que el niño cayera en manos de Herodes. Amigo, apóstol, valora la importancia gigante de la obediencia pronta. «La fe de José no vacila, su obediencia es siempre estricta y rápida» 2 .
José no tiene planes personales, intereses propios. Está totalmente al servicio de Dios. A él sólo le corresponde poner en juego sus facultades humanas para llevar a cabo con perfección la orden del Señor. Calla y obra en este sentido. ¡Qué contraste con el inútil ruido de los hombres!
Todos opinan y dan sus pareceres, los propios, los de cada uno. Y nadie hace nada: ni lo ajeno, porque no es propio; ni lo propio, porque no ayudan los demás. La fuerza se va por la boca. Es preciso ser ejecutores, ejecutores silenciosos. Para ello es necesario ser santo, y eso nos santifica.
Es preciso convencerse una y otra vez de que no se cae un solo cabello sin el permiso de Dios. El mundo está lleno de teóricos, buscadores ruidosos de pretextos.
 

III

Y por un camino desierto de este mundo, cuando sale el sol, aparece José cumpliendo el plan de Dios. Van pasando las horas y el cansancio abruma a los peregrinos. Sobre José pesa la responsabilidad: cansancio en el cuerpo, responsabilidad tremenda que angustia el alma.
José marcha derecho, erguido su cuerpo a pesar del dolor, cumpliendo lo previsto desde siempre. Ningún consuelo en los sentidos, ningún descanso para el cuerpo, ningún alivio para la carga del alma.
Y siempre los asaltos de los temores: de los perseguidores, de los peligros del desierto, de la inseguridad de la vida que ha de comenzar en Egipto. El Niño y María dependen de él.
José obedece, pero sabe el motivo del viaje. Es muy posible que María se deje llevar sin saberlo. José, para no alarmarla, calla, sin duda, la causa de tan inesperada expedición: ella va y no sabe por qué. El niño está dormido en los brazos de María. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario