viernes, 24 de febrero de 2017

Cuadros por estilo

cuadros del Barroco

El Retrato de caballero, supuesto retrato de Francisco Pacheco, fue pintado en fecha incierta por Velázquez, señalándose como fecha límite el año 1623, cuando en razón de las medidas contra el exceso en el lujo adoptadas por Felipe IV se prohibió el empleo de lechuguillas o gorgueras en el vestuario masculino. El cuadro procede del Palacio de la Granja de San Ildefonso donde en 1746 se inventarió como obra de Tintoretto, ingresando ya con atribución a Velázquez en el Museo del Prado de Madrid al crearse la pinacoteca en 1819.

Descripción del cuadro

El cuadro responde a convenciones propias del retrato, representando un busto de caballero mirando de frente sobre un fondo neutro, vestido de negro y con cuello grande de encaje. Algunos toques de luz, con los que repasa el retrato una vez acabado, por ejemplo en la punta de la nariz, es un rasgo característico del modo de hacer de Velázquez, que repetirá en obras posteriores. La preparación del lienzo no se corresponde con la técnica empleada por Velázquez en sus obras sevillanas y tampoco es exactamente la empleada en las obras realizadas ya en Madrid, por lo que la fecha más probable de ejecución puede ser 1622, entre el primero y el segundo de los viajes a la corte, relacionándose estilísticamentre con el Retrato de Luis de Góngora también de ese momento.
Allende-Salazar propuso en 1625 identificar al personaje representado como Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, siendo seguido en esa interpretación por otros especialistas, si bien Jonathan Brown, entre otros, la descarta alegando la falta de pruebas. Javier Portús1 recuperó en 1999 aquella identificación, admitida en el Museo del Prado, al apreciar semejanzas con el autorretrato de Pacheco en el reaparecido Juicio Final del Museo de Castres, del que el maestro de Velázquez hizo una extensa descripción en el Arte de la Pintura, pero también cabe advertir que en aquel escrito Pacheco no hizo alusión en ningún momento a retratos suyos pintados por su yerno, en tanto hablaba con cierto detalle del retrato de Góngora y del autorretrato de Velázquez que él tenía.






Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo es un óleo sobre lienzo del español Diego Velázquez, realizada hacia el año 1636.1 Se encuentra en el Museo del Prado de Madrid desde su inauguración en 1819.

Historia y descripción

El objeto de la obra fue retratar con poderío al valido del rey Felipe IV Gaspar de Guzmán, un influyente noble y político español, conde de Olivares y duque de Sanlúcar la Mayor, conocido como el Conde-Duque de Olivares. Dentro del estilo de Velázquez, este cuadro se considera una excepción, ya que su diseño y colorido resultan más movidos y pomposos de lo habitual en los retratos del artista, más sobrios.
Olivares es retratado a lomos de un caballo, un honor generalmente reservado a los monarcas y que refleja el poder que alcanzó como valido o mano derecha del rey (cargo equivalente al actual de primer ministro). El cuadro se asemeja a los retratos ecuestres que Velázquez había pintado para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, pero no se hizo para dicha serie, sino como encargo particular de Olivares, con destino a su casa. No está fechado pero se sitúa algo después que dicha serie, hacia 1638, y posiblemente se pintó tras la batalla de Fuenterrabía, un éxito militar que Olivares se atribuyó, aunque no participó personalmente. El cuadro no se sumó a la colección real, antecesora del Museo del Prado, hasta un siglo después.
El conde-duque mira al espectador, asegurándose de que sea testigo de su hazaña. La figura se ve desde un punto de vista bajo y su torso se gira hacia atrás, con lo que parece más esbelto; Olivares era de cuerpo macizo y más bien torpe, tal como se ve en los retratos que Velázquez le había hecho anteriormente. El caballo alza sus patas delanteras, realizando una cabriola o levade, y mira hacia el campo de batalla trazando una diagonal con respecto a las colinas que se aprecian en el paisaje, composición que proporciona energía al retrato y que, por su dinamismo, recuerda a Rubens. Este esquema de retrato ecuestre se diferencia de los realizados para la familia real, y se cree que fue sugerido por Olivares; Velázquez hubo de esmerarse especialmente, pues Olivares era el máximo cargo político de la corte (después del rey) y le había apoyado en sus inicios como pintor en Madrid.
El noble viste un sombrero de ala ancha emplumado y la banda del Estado; en la mano sostiene un bastón de mariscal con el que marca la dirección de la batalla. La coraza que luce es, posiblemente, la que se conserva en el Palacio de Liria de Madrid (colección de la Casa de Alba).
El rico cromatismo y el tratamiento de la luz otorgan a la escena una gran vitalidad.
La batalla en la lejanía está tratada con pequeñas manchas. El paisaje es muy esquemático, pues Velázquez no definió edificios ni personajes. Acaso ello se debe a que el pintor no conocía la localidad de Fuenterrabía, donde aconteció la batalla descrita, aunque otras fuentes creen que no aludía a ninguna batalla concreta. Las colinas se difuminan en tonos verdes y azules, proporcionando sensación de lejanía; por ello se dice que tiene una perspectiva aérea muy acusada.

Procedencia

El cuadro fue adquirido, junto con otras obras relevantes, como Judit en el banquete de Holofernes de RembrandtRubens pintando alegoría de la Paz de Luca GiordanoLa Virgen y el Niño adorados por san Luis, rey de Francia de Claudio CoelloJudith y Holofernes de TintorettoSan Pedro liberado por un ángel de Guercino y Cristo muerto sostenido por un ángel de Alonso Cano, de la colección del marqués de la Ensenada, Cenón de Somodevilla y Bengoechea, entrando a formar parte de la Colección Real de Carlos III, en 1768, según el inventario realizado por Anton Raphael Mengs, asesorado por Tiepolo.






Hércules en la encrucijada (también denominado El juicio de Hércules) es un cuadro del pintor Annibale Carracci, realizado en 1596, que se encuentra en el Museo de Capodimonte de NápolesItalia.
Carracci pinta un pasaje de la vida legendaria de Hércules, inspirándose en Pródico de CeosJenofonte y Hesíodo, en el que debe elegir entre dos caminos simbolizados con dos mujeres, la Virtud que conduce a la inmortalidad y Voluptas, que empuja al pecado y la lujuria.1 Durante el Renacimiento y el Barroco, Hércules encarnó la fe inquebrantable y la virtud heroica.2
Hércules es representado con su maza y desnudo, como corresponde a un héroe.3
La pintura fue exhibida en la residencia de los Farnese de Parma antes de pertenecer al Museo de Capodimonte.
Caravaggio se inspiró en un personaje de este cuadro para el ángel que aparece en su obra Descanso en la huida a Egipto .

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