viernes, 2 de octubre de 2015

Guerras por siglos

Guerras del siglo V a. C.

Las guerras sicilianas o guerras greco-púnicas fueron una serie de conflictos armados entre Cartago y las polis de la Magna Grecia, encabezadas por Siracusa, por el control de Sicilia y el Mediterráneo occidental a lo largo de 335 años (de 600 a. C. a 265 a. C.). Tras muchos altibajos, los cartagineses se establecieron firmemente en el oeste de la isla italiana, en la que permanecerían hasta el final de la Primera Guerra Púnica, y evitaron la conquista griega de Cerdeña. Los griegos deFocea se asentaron en el Golfo de León. Fueron las guerras más duraderas de la antigüedad.- .........................:https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Guerras_sicilianas&printable=yes

Guerras Sicilianas (480 – 307 AC)

Primera Guerra Siciliana (480 AC)
Amílcar Magón reclutó a lo largo de 3 años un ejército compuesto por mercenarios de África, Hispania, Galia, Liguria, Córcega y Cerdeña. Como lugares de procedencia de los mercenarios hispánicos se han propuesto las Baleares, el Levante y el Sur peninsular. En algunos casos los mandos militares cartagineses dedicarían cierto tiempo a adiestrar y disciplinar a sus mercenarios. Zarpó de Cartago con una fuerza de 50.000 (algunos autores lo suben a 300.000 hombres), con una flota de 200 naves de guerra y 300 barcos de transporte. Durante la travesía del mar Líbico perdió los transportes de caballos y carros a causa de una tempestad.
Infanteria cartaginesa en acción
Infanteria cartaginesa en acción
Los cartagineses desembarcaron y acamparon al oeste de Hímera. Con algunas tropas escogidas, Amílcar arrolló a los himeros y acragantinos que defendían la ciudad. Terón, tirano de Agrigento, pidió auxilio militar a Gelón tirano de Siracusa que dirigió a marchas forzadas hacia Hímera con un ejército de 50.000 infantes y 5.000 jinetes. Poco después de llegar al escenario bélico, los jinetes de Gelón causaron estragos entre los combatientes púnicos, que sólo tenían unas pocas fuerzas de caballería. Amílcar había enviado un mensajero a Selinunte solicitando el apoyo de los jinetes de esa ciudad. El mensajero que llevaba a Amílcar la respuesta de los selinuntios fue apresado por el ejército siracusano. Gelón se valió de la información obtenida, de modo que sus jinetes, haciéndose pasar por los aliados selinuntios esperados por Amílcar, entraron en el campamento cartaginés, mataron a los altos mandos e incendiaron las naves enemigas.
La Primera Batalla de Hímera (480 AC), que supuestamente tuvo lugar el mismo día que la más famosa Batalla de Salamina. Al amanecer, los púnicos hicieron salir a todas sus fuerzas para presentar batalla, aunque tenían poco ánimo al ver quemadas sus naves. Las trompetas de uno y otro ejército dieron la seña de batalla. La carnicería fue grande, y estuvo indecisa.  Súbitamente, se propagó la noticia de la muerte de Amílcar, los cartagineses se dieron a la fuga. Los soldados siracusanos que entraron después en el asolado campamento púnico con intención de saquearlo fueron vigorosamente repelidos por un contingente ibero. Gelón había dado orden de no hacer prisioneros y se produjo una matanza, que Diodoro estima en unos 40.000 hombres.  Los supervivientes se refugiaron en una fortificación y al principio pudieron rechazar los asaltos, pero acuciados por la sed se entregaron.  En cuanto a Amílcar desapareció sin que se hallara su cuerpo.
Las negociaciones de paz tuvieron lugar en Siracusa. Gelón se mostró indulgente hacia los cartagineses. El importe de las indemnizaciones de guerra ascendía a 20.000 talentos de plata y por supuesto el abandono de la isla.

Segunda Guerra Siciliana (405 – 340 AC)
En el 405 AC, Aníbal Magón llevó a cabo una segunda expedición, para reclamar la isla en su totalidad. Esta vez, sin embargo, encontró con una resistencia feroz y mala fortuna. Sus fuerzas fueron devastadas por la peste, y el propio Aníbal Magón sucumbió a ella. Aunque su sucesor Himilcón amplió con éxito la campaña y aunque derrotó en repetidas ocasiones al ejército de Dionisio I, el nuevo tirano de Siracusa, Himilcón también fue debilitado por la plaga y se le obligó a pactar la paz antes de regresar a Cartago.
En el 340 AC tuvo lugar la Batalla de Crimiso. Cartago envió un gran ejército bajo el mando de Asdrúbal y Amílcar contra Siracusa. Según Plutarco, la fuerza constaba de 70.000 hombres (sin duda estas cifras son exageradas) e incluía muchos carros de guerra y Timoleón comandaba sólo 5.000 hombres de infantería y 1.000 de caballería.  Otros autores calculan cifras más altas, en torno a 12.000 hombres. Timoleón fue capaz de coger a los cartagineses cuando cruzaban el río Crimiso, primero enviando a su caballería contra ellos para desordenar sus filas y para prevenir que los cartagineses formaran un frente de batalla.
Cuando la infantería griega atacó, estalló una tormenta y el viento sopló de cara a los cartagineses, que empezaron a tener más dificultad para luchar. Mientras los ejércitos estaban trabados en la lucha, la caballería griega cargó contra el flanco púnico. El ejército cartaginés rompió filas, siendo el Batallón Sagrado el último en caer, luchando, según las fuentes, «con bravura hasta el último hombre».
Los cartagineses fueron derrotados y Timoleón capturó su campo de provisiones, apropiándose de un importantísimo botín. Las bajas griegas no debieron de ser muchas, pero las púnicas según las cifras de Plutarco (bastante fiables), 10.000 fueron muertos, de los cuales 3.000 eran cartagineses y 5.000 prisioneros.

Tercera Guerra Siciliana (311 – 310 AC)
Los cartagineses volvieron 70 años después  en el 311 AC, cuando  Agatocles de Siracusa atacó una factoría cartaginesa. Amílcar Giscón, nieto de Hannón el Grande, con 40.000 infantes y 5.000 jinetes se enfrentó a los griegos mandados por Agatocles de Siracusa que disponía de 13.500 infantes. La fuerza cartaginesa consiguió la victoria y arrasó la ciudad. Himera no volvió a ser ocupada. El ejército siracusano se retiró a Siracusa, que fue asediada.
En la desesperación, Agatocles dirigió secretamente una expedición de 14.000 hombres al norte de África, con la esperanza de salvar a su gobierno llevando un contraataque contra la propia Cartago. Los cartagineses, que nunca habían sido atacados en su propio territorio estaban sorprendidos y no tenían una fuerza suficiente para contrarrestar el ataque Cartago, se vio obligada a replegar a Amílcar y la mayor parte de su ejército de Sicilia para hacer frente a la nueva e inesperada amenaza.
Batalla de Túnez (310 AC)
Aprovechando esto, Agatocles se movió con rapidez, atacando la ciudad de Tunis Blanca, a tan sólo 12 Km. de Cartago, conquistándola. Cartago mandó el ejército cartaginés, a las órdenes de Hannón y Bomílcar con 1.000 jinetes, 40.000 soldados de infantería pesada y 2.000 carros de guerra reclutados para oponerse a la invasión.
Agatocles eligió el terreno, una llanura estrecha con una elevación en uno de los extremos, donde colocó su ejército de la siguiente forma: Ala derecha: 250 honderos y arqueros en la pendiente lateral. Centro 1.000 hoplitas escogidos, a continuación 3.000 griegos, 9.000 siracusanos, 3.000 entre samnitas, etruscos y celtas. En el ala izquierda 250 arqueros y honderos. Detrás del centro situó los marinos con palos y las fundas de los escudos para dar la impresión de que su ejército era más numeroso.
Los cartagineses situaron en el ala derecha a Hannón que mandaba el Batalón Sagrado (3.000), a continuación Bomilcar que mandaba la falange ciudadana y libio-fenicia (20.000) la mayoría de los cuales habían sido reclutados urgentemente. Delante situó los 2.000 carros y los 1.000 jinetes.
Batalla de Túnez 310 AC
Batalla de Túnez 310 AC
El primer movimiento lo realizaron los cartagineses  que cargaron con sus carros y sus jinetes detrás para aprovechar los huecos que iban a dejar los carros en la formación adversaria, dado que no podían envolver debido a la estrechez del campos de batalla, consiguieron derribar a algunos griegos, pero la mayoría fueron rechazados y chocaron contra su propia infantería que venía detrás. Agatocles pudo avanzar sin miedo contra el Batallón Sagrado, que aguantó, pero murió su jefe y se retiró en orden a Cartago. El resto del ejercitó, huyó cuando aún no se había repuesto del choque de sus propios carros.
Agatocles, realizó la persecución, pero no la prolongó demasiado por no disponer de caballería.
Las bajas fueron por parte griega 200 y por parte púnica de 2.000 a 3.000 fueron repelidos por sus inexpugnables murallas.
Tras ello, los griegos se contentaron con la ocupación del norte de Túnez, hasta que fueron derrotados dos años más tarde, en el 307 AC. Agatocles y sus hombres escaparon y volvieron a Sicilia
Derrotados y con el enemigo acampando frente a su ciudad, los cartagineses pidieron ayuda a Amílcar, que envió 5.000 hombres de refuerzo, con las cuales los cartagineses pudieron realizar un contraataque, retomando algunas de las ciudades perdidas. Parece que tuvieron bastante éxito ya que un caudillo Libio, de nombre Aelymas, decidió abandonar la alianza con Agatocles para volver con sus antiguos amigos. Sin embargo, este pequeño cambio en los acontecimientos duró poco, ya que Agatocles realizó un ataque nocturno contra el campamento púnico matando a unos 2.000 enemigos y tomando otros tantos prisioneros; y poco después derrotaba y daba muerte a Aelymas. (Este ataque nocturno inspiró a Escipión años más tarde).
Amo de todo el campo, Agatocles se veía sin embargo incapaz de someter a la propia Cartago. Dueña del mar y bien defendida por sus murallas, podía ser abastecida sin problemas por los navíos llegados desde las fértiles tierras de Cerdeña y Sicilia. Sin embargo, las noticias llegadas desde Sicilia sobre los avances de sus enemigos políticos lo alarmaron y se decidió a volver de inmediato. Dejando a su hijo Archagathus al mando, viajó a Siracusa con 2.000 soldados.
El senado cartaginés decide entonces formar tres ejércitos de los cuales uno iría por la costa y otros dos por el interior. Pensaban que así el enemigo debería dividir sus fuerzas y retirarse del asedio de Cartago, que aunque abastecida por mar empezaba a pasar hambre debido a que muchos de otras ciudades se habían refugiado dentro de  sus muros. Pusieron en movimiento un total de 30.000 hombres, mientras que por el lado siracusano debería haber por aquel entonces un número similar, fueron divididos a su vez en otros tres ejércitos que operarían allí donde se movían los cartagineses. La estrategia púnica funcionó a la perfección y los dos ejércitos siracusanos que se movían por el interior fueron derrotados, muriendo unos 12.000 infantes y 1.000 jinetes entre ambos contingentes.
Llegado de nuevo a África, Agatocles se encuentra al ejército totalmente desanimado, pero insta a sus hombres a presentar batalla. Contaba con unos 6.000 griegos, 3.000 mercenarios samnitas, etruscos y celtas, unos 10.000 libios de lealtad dudosa, 1.500 jinetes y gran cantidad de carros de guerra.
Agatocles intenta un ataque al campamento enemigo, pero debe retirarse sin resultados tras haber perdido 3.000 hombres, a los que se sumarían otros 4.000 en el tumulto que se formó durante la noche cuando 5.000 libios decidieron desertar y pasarse a los cartagineses.
Habiendo perdido más de la mitad de su ejército, Agatocles se veía incapaz de presentar batalla y decide abandonar África.










La guerra entre Corinto y Córcira transcurrió entre los años 435 a. C. y 433 a. C. y se enmarca en las guerras entre polis de la Antigua Grecia.
En el 435 a. C.Córcira y Corinto rompieron hostilidades. Corinto, con colonias en el Adriático, intervino en la guerra civil entre demócratas y oligarcas de su colonia de Epidamno y envió clerucos (colonos) y una guarnición. Los oligarcas pidieron ayuda a Córcira, antigua colonia de Corinto, y aquella asedió por mar a la ciudad de Epidamno con 40 trirremes, y por tierra la cercaron los exiliados de esta ciudad y sus aliados ilirios. Los corintios enviaron una expedición formada por naves y contingentes peloponesios y jonios, aliados de algunos miembros de la Liga del Peloponeso, como los tebanos. Los corcireos fueron a Corinto y solicitaron el arbitraje de la Liga del Peloponeso y del oráculo de Delfos.
Como los corintios se opusieron, se entabló una batalla naval frente al promontorio de Leucimna, en Córcira, en la que vencieron los corcireos, que expugnaron Epidamno, la cual firmó la capitulación.1
Dos años después de su victoria naval, en 433 a. C., Córcira solicitó su inclusión el la Confederación de Delos, puesto que los corintios estaban preparando una gran flota para consumar su venganza.2
Los atenienses, según Plutarco, a sugerencia de Pericles, les enviaron una flota de diez naves, una mínima escuadra disuasoria, bajo el mando de Lacedemonio (hijo de Cimón de Atenas),3 y posteriormente otro contingente de 20, con la orden expresa de no entrar en batalla contra los corintios si estos no atacaban a la ciudad de Córcira.
En la batalla de las islas Síbota,4 se enfrentaron las flotas corcirea y corintia, y ante la inminente victoria corintia, intervino la escuadra de diez naves atenienses. Los corintios, que ignoraban cuál era o podría ser la magnitud de la flota, se retiraron.
Córcira concluyó un epimachía (alianza defensiva) con Atenas para no vulnerar las cláusulas de la Paz de los Treinta Años, que conllevó la presencia ateniense en los puertos de Córcira, impidiendo a Corinto frenar la expansión ateniense hacia Occidente.

Junto a la causa general del enfrentamiento entre Atenas y Esparta, cada una de ellas con sus aliados, el historiador Tucídides indica también cuáles son las causas o motivaciones que las llevaban a actuar del modo correspondiente en el estallido de la guerra. Cada una de estas motivaciones respondía en cierto modo a diferentes aspectos de las relaciones que podían surgir entre Atenas y los miembros de la Liga del Peloponeso, sin que afectaran de modo directo a los espartanos. Por el contrario, fueron los corintios los principales protagonistas de las dos que el historiador desarrolla explícitamente, las cuestiones referentes a Corcira y a Potidea. La tercera, el llamado decreto megarico, sólo es mencionada por Tucídides de manera alusiva y resulta en la actualidad objeto de debate, sobre todo a partir de los estudios de Ste.-Croix. 
En el año 435, en la ciudad de Epidamno, colonia fundada por los corcirenses con la participación de los corintios, que eran a su vez los fundadores de Corcira, tuvo lugar un conflicto civil a consecuencia del cual se estableció una democracia tras expulsar a los aristócratas. Estos se dedicaron a atacar la ciudad con el apoyo de las tribus indígenas del continente, por lo que los demócratas solicitaron la ayuda de la metrópolis. Pero aquí los gobernantes se negaron a colaborar con el sistema establecido, por lo que los de Epidamno acudieron a la metrópolis común, Corinto. Su intervención, sin embargo, fue un fracaso, pues sus naves fueron derrotadas por las corcirenses. Ante los preparativos que los corintios realizaban para llevar a cabo un nuevo ataque, que tendría lugar dos años más tarde, los corcirenses acudieron a Atenas. Desde su punto de vista, para Atenas sería importante contar con una flota como la de Corcira ante un eventual enfrentamiento con los del Peloponeso. Para el historiador Tucídides, la guerra era inminente. Por mucho que la participación ateniense apareciera como una mera colaboración en la defensa de Corcira ante la agresión, de hecho se convirtió en uno de los motivos proclamados por los corintios para pedir el inicio de la guerra. 
Según Tucídides, la importancia de Corcira era grande por hallarse en las rutas que conectaban Grecia con las ciudades de Sicilia y del sur de Italia. Tales circunstancias han servido para que se establezca un debate acerca de la importancia de los conflictos comerciales en los orígenes de la guerra del Peloponeso, e incluso de las guerras antiguas en general. Frente a actitudes excesivamente mercantilistas y modernizantes, tendentes a ver fenómenos paralelos a los de las guerras imperialistas modernas, Ste.-Croix quita todo valor a ese tipo de rivalidades. El fenómeno de la guerra antigua, según su punto de vista, responde fundamentalmente a rivalidades territoriales por espacios limítrofes o, como mucho, al control de vías de acceso a los aprovisionamientos. En cualquier caso, tras las matizaciones que eviten todo anacronismo, en el episodio puede mostrarse, materializado en un caso concreto, uno de los aspectos significativos de los cambios que se producen en la época clásica, con la intervención de una doble rivalidad superpuesta, la de Corcira con Corinto y la de ésta con Atenas. 
Sin duda, en la primera se hallan implicadas también las relaciones coloniales, su evolución y transformación a partir de formas de supeditación de la que algunas fundaciones se van independizando. Corinto ve cómo ocurre así con sus colonias, sobre todo con Siracusa. Ya no existe dependencia ni siquiera en el plano ideológico. Por otro lado, Atenas tiende a imponerse en el Mediterráneo a través del control de los mares que, si bien en general se dirige al este, ya ha empezado a proyectarse igualmente hacia el oeste, en la fundación de Turios y en los pactos con Segesta. La enorme difusión de la cerámica ática testimonia que la búsqueda de acceso a los aprovisionamientos va acompañada de la salida de los propios productos, elemento de valor económico e ideológico. Por supuesto, las posibles rivalidades navales entre Atenas y Corinto hay que encuadrarlas en el marco de las relaciones entre las ciudades antiguas vecinas, pues la intervención de los atenienses en Mégara, con la defección de ésta de la Liga del Peloponeso, después de la colaboración ateniense en Ítome y el deterioro consiguiente de las relaciones, ponía de manifiesto el inicio de hostilidades concretas, agravadas por la vecindad. Lo que se ponía en peligro era la posibilidad de convivencia de los territorios limítrofes. Factores de proximidad territorial y de controles lejanos se complementan e interfieren mutuamente, y no resultan excluyentes entre sí. 
El segundo de los motivos a que alude Tucídides es el enfrentamiento que tuvo lugar en Potidea, donde de nuevo se interfieren varias circunstancias. Se trataba de una colonia corintia, donde la metrópolis continuaba enviando epidemiurgos. Por Tucídides se sabe que los atenienses les ordenaron prescindir de éstos y desmantelar las murallas. El texto da a entender que se había producido algún tipo de movimiento de resistencia, apoyado por los corintios y por Perdicas de Macedonia. Permanecen las dudas acerca de las iniciativas, promovidas desde Corinto o desde Atenas. La situación revela, en cualquier caso, la gravedad que alcanzan las relaciones de Macedonia, en cuya corte se generan rivalidades aprovechadas por las ciudades griegas para apoyar a unos o a otros, al tiempo que el expansionismo macedónico empieza ahora a repercutir en las posibilidades de control del norte del Egeo por parte de las ciudades griegas. Por otro lado, sean cuales fueren las responsabilidades en el inicio concreto de la guerra, en las listas de tributos se nota un aumento importante de la aportación de Potidea para el ano 433-42, lo que no deja de ser un factor de conflicto, dentro de unas relaciones imperialistas. Los espartanos prometían invadir el Ática, mientras los atenienses Calias y Formión se dirigían a luchar contra Potidea frente a Perdicas, a los corintios y a la Liga Calcídica encabezada por Olinto. El asedio de Potidea era, de hecho, un aglutinador de todos los elementos del conflicto. 
Finalmente, entre los motivos por los que los espartanos lanzan su ultimátum a los atenienses, Tucídides menciona el decreto megárico, por el que los atenienses impedían a los megarenses el acceso a los puertos del imperio y al ágora ateniense. En los "Acarneos" de Aristófones, éste fue uno de los principales motivos de que estallara la guerra, circunstancia que también menciona Plutarco. Ste.-Croix, en su línea, quita importancia a un motivo que, desde su punto de vista, revelaría un aspecto anecdótico de las relaciones entre ciudades. Sin embargo, para Atenas era una medida importante, pues respondía a la actitud de los megarenses, que habían cultivado el territorio limítrofe y acogían en las fronteras a los esclavos fugitivos de Atenas. Se mezclarían, por tanto, las circunstancias territoriales que suelen llevar al enfrentamiento entre ciudades y las propias del desarrollo del sistema esclavista con la difusión de los intercambios vinculados al mercado inmediato y al imperio marítimo.





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