viernes, 2 de octubre de 2015

Guerras por siglos

Guerras del siglo VI a. C.

La Batalla de la Sagra se libró en el siglo VI a. C. entre las polis (ciudades) de Locros Epicefirios y Crotona. Tuvo lugar junto río Sagra. Este río no ha podido ser identificado con precisión, pero podría ser el Torbido 1 o el Allaro, en la provincia de Reggio Calabria,2 3 en elsur de Italia.
Una coalición de las ciudades de MetapontoSíbari y Crotona habían sitiado y capturado Siris. Según el historiador Justin, Crotona atacó a Locros después porque ésta había enviado ayuda a Siris cuando estaba bajo asedio.4 Se ha sugerido que Justino estaba equivocado y que las relaciones tensas entre Locros y Caulonia fueron la causa. Debido a que en la fundación de Caulonia intervino Crotona, el conflicto entre Locros y Crotona se desató. Una explicación que incluye las dos posibilidades es que Locros atacó Caulonia, mientras Crotona estaba ocupada con el asedio de Siris. 
La fecha de la batalla es incierta y las propuestas varían ampliamente, desde finales del siglo VII a. C. hasta el 510 a. C.6 Peter Bicknell propone una fecha más específica que cualquiera, el 580 o el 576 a. C.,7 pero la mayoría de los especialistas datan la batalla en la mitad del siglo VI a. C.8 Algunos han considerado que las inscripciones en un trofeo de bronce de Olimpia están relacionadas con la batalla. En la inscripción se puede leer: «los ciudadanos de HiponioMedma y Locros dedican [esto] como botín de los crotoniatas». Bicknell piensa que esta inscripción se refiere a un conflicto posterior, porque Hiponio fue tomada por Locros bastante más tarde. Sugiere una fecha, del 500 al 480 a. C. para el trofeo porque tomó Temesa, que pertenecía a Crotona en esta época.9 Previendo la batalla, Locros solicitó la ayuda de Esparta, pero los espartanos respondieron que debían buscar la ayuda de los Dioscuros, que según la leyenda ayudaron a derrotar a Crotona.
Según el geógrafo griego Estrabón, la ciudad de Rhegion se alió con Locro y envió un contingente en su ayuda. Da la cifra de 10.000 hombres para el tamaño de su ejército, pero no está claro si este dato incluía o excluía a los regios. Proporciona un número de 130.000 para el ejército de Crotona.12 Justino menciona un número de 15.000 locros contra 120.000 crotoniatas.13 Porque Justino no hace mención de los regios se piensa que sumaban 5000 en base a los números de Estrabón.14 El gran tamaño del ejército crotoniata constituye una exageración.15 Justino y Estrabón afirman que la noticia de la batalla llegó al Peloponeso en el transcurso de un día.13 12
En el relato de Justino, Pitágoras llegó a Crotona después de la batalla e instituyó un régimen austero.4 Estrabón atribuye el declive de Crotona a las fuertes bajas sufridas durante la batalla.16 Para Locros fue en cambio el inicio de una política cada vez más agresiva hacia las ciudades vecinas, que posteriormente condujo a una ruptura de su alianza con Rhegion. Hay evidencia del culto a los Dioscuros en Locros a principios del siglo V a. C., que probablemente se inició como consecuencia de la batalla.

Lote 25691900: * BATALLA DE LA SAGRA o ZALACA, Badajoz, 1086 * Por un caballo, un girón… - 1933








Guerras del siglo III a. C.

La guerra de los Mercenarios (241 - 238 a. C.), también llamada Guerra de ÁfricaGuerra Inexpiable, fue una guerra civil de extraordinaria crueldad que asoló las tierras africanas de Cartago durante tres años y cuatro meses.6
De un lado se encontraban la capital y las ciudades leales. Del opuesto, los mercenarios rebeldes que habían luchado bajo el estandarte cartaginés durante laPrimera Guerra Púnica, aliados con la mayor parte de las ciudades africanas, súbditas de Cartago.- ..................................:https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Guerra_de_los_Mercenarios&printable=yes

Cartago quedó totalmente descompuesta tras la I Guerra Púnica, y peor que iba a estar, clamando a los dioses cuando el levantamiento de los mercenarios casi arrasa la propia Cartago. Vamos a detenernos en este capítulo del gran relato que estamos construyendo para comprenderlo mejor, ya que hasta ahora hemos pasado de puntillas por él y aún estamos a tiempo de hablar de la cuestión, que resulta otro momento apasionante de la historia de Cartago.

Sin dinero y sin tacto

Los púnicos estaban faltos de numerario tras 23 años de guerra contra Roma, pero la revuelta mercenaria no fue inmediata. Amílcar había firmado con Lutacio entregar Sicilia y salir de allí por patas, tarea que le encomendó a Giscón. El procedimiento habitual habría sido sacar a los mercenarios por turnos, pagando la soldada y desmovilizándolos, pero la situación no era normal. Cartago debía a sus mercenarios 6 años de soldada, que en cálculos aproximados –y por qué no decirlo, difíciles de aproximar– estaban en torno a unos 2.400 talentos entre cerca de 20.000 hombres. Sin olvidarnos de que Cartago debía ya a Roma 3.200 de los que debía pagar 1.000 de manera inmediata. Cabe decir que los mercenarios eran curiosamente pacientes para percibir su soldada, pero Cartago tuvo poco tacto al negociar con ellos a la baja después de que Amílcar les prometiera la paga al completo.
Los mercenarios estaban ya especialmente cansados, y el abismo para Cartago estaba próximo. 20.000 hombres enormemente fogueados en la guerra sobre suelo cartaginés eran un peligro, pero aparecieron unos terceros actores: los libios, que estaban hasta las narices de soportar unos impuestos desmedidos, incluyendo a las élites más pudientes, que eran al mismo tiempo los más capaces para movilizar a los todos los libios. Sin olvidarnos del pequeño detalle que aproximadamente la mitad de los mercenarios eran libios.
Como los mercenarios empezaban a estar demasiado descontentos, se los llevaron un poco más lejos, a Sicca Veneria –donde está la actual Le Kef– porque en Cartago eran un verdadero peligro. Los mercenarios empezaron a pedir no sólo la paga debida, sino que también querían una justa retribución por todo lo que habían puesto de su bolsillo para sobrevivir esos 6 años, para lo que probablemente muchos tuvieron que pedir préstamos, e incluso sus familias se endeudaron, con lo cual era una petición bastante coherente, como también lo era que Cartago intentara rebajar un poco el montante por la deuda contraída con Roma.
Finalmente, Giscón, el encargado de comerse el marrón parece que consiguió un acuerdo para pagar la soldada e incluso tras ello, reponer a los mercenarios lo que tuvieron que pagarse de su bolsillo esos 6 años. Pero ya era demasiado tarde, aunque cualquier persona razonable bajo circunstancias normales habría aceptado el acuerdo. Hay que insistir en que no eran circunstancias normales y aunque no podemos saber a ciencia cierta qué ocurrió, por qué, ni qué pasaba por la cabeza de nadie, Dexter Hoyos arroja una hipótesis bastante sensata al respecto: es probable que un grupo de mercenarios convenciera a muchos de ellos para percibir la paga debida y además unirse a la revuelta libia. De este modo conseguirían la justa retribución por sus servicios, más lo conseguido durante la guerra al entrar en Cartago, y un próspero futuro siendo héroes de la Libia liberada –con un largo expediente de rebeliones fallidas–.

Una guerra sangrienta y una dirección dividida

Los mercenarios apresaron a Giscón, lapidaron a unos cuantos púnicos, y bloquearon Cartago desde Túnez, la rebelión era ya un hecho consumado y el imperio cartaginés estaba patas arriba. La dirección militar estaba bajo Hannón, quien se vio sobrepasado por la situación y tan sólo Útica e Hipozarita –Bizerta– fueron leales a Cartago, pero pronto serían perdidas por propia voluntad, incluso Útica pedirá el arbitrio de Roma sin éxito. Es en estos momentos, en el 240 a.C., cuando los mercenarios de Cerdeña aprovechan también para rebelarse y Roma aprovechará, un poco más tarde,  para agenciársela y de paso poner pies en Córcega, que quedaba cerca.
Ante el desastre inicial de Hannón, Amílcar tomó el mando de la situación y, con menos hombres, lo llevó mejor. Además inició unas matanzas de prisioneros que dieron nombre al conflicto que tratamos, la guerra inexpiable o sin cuartel. Como consecuencia de estos actos, nuestro querido amigo Giscón fue mutilado y asesinado. Amílcar solicitó la ayuda de Hannón al entender que los mercenarios podían ser derrotados si Cartago se muestra unida, pero ambos generales no se pusieron de acuerdo y esta actitud es la que hará que Útica e Hipozarita –ciudades extraordinariamente leales– decidieron abandonar a los púnicos.
Lancero libio
Lancero libio
Merece la pena pararse un momento sobre la cuestión de los mercenarios como grupo. Ya sabemos que los sublevados no son homogéneos desde el principio de la rebelión, pues arrastran consigo a campesinos libios y otros individuos descontentos no militares. Pero los propios mercenarios tampoco lo eran, cada uno tenía su procedencia y sus intereses, además, ni siquiera todas las tropas que lucharon contra Roma eran mercenarios. En un primer lugar estaban los súbditos de Cartago, que eran principalmente libios obligados a servir en los ejércitos de los púnicos y eran un componente bastante importante en las tropas de estos rebeldes, por otro lado estaban los aliados de Cartago que eran ligeramente inferiores en el pacto, como los númidas, los galos o los ligures, y por último los verdaderos mercenarios contratados a golpe de talonario. De hecho, de entre los líderes de la rebelión destacarán un galo, un libio y un campano, que  representan tres partes de las que se componía el ejército púnico.
Amílcar de nuevo en solitario tomó las riendas de la situación y cortó las líneas de abastecimiento entre el ejército mercenario y la Libia, llevándolos a la desesperación por el hambre. Finalmente acorraló a una parte del ejército liderada por Autárito –una suerte de general mercenario galo–, les ofreció una rendición incondicional, pero al intentar escapar los enemigos, los masacró. Poco tiempo después, dejó a buena parte de su ejército al mando de un tal Aníbal que funcionó como su segundo, y Mato, otro general mercenario, se puso las botas con el pobre Aníbal. Las crucifixiones[1] y degollamientos iban y venían como parte de esta guerra sin cuartel, y el Senado de Cartago le pidió a Aníbal que por favor se entendiese con Hannón, y entre el 238-237 a.C., por fin se entendieron y consiguieron acabar con Mato, y con él, con la rebelión.
Infante galo
Infante galo

Apreciaciones

El objetivo último de esta explicación era conocer de forma sucinta el conflicto que, enmarcado dentro de lo que ya conocemos, estuvo cerca de costar a Cartago algo más que otra rebelión fallida. Y a pesar de todo lo expuesto, hay cuestiones difícilmente tratables y poco asegurables.
Sabemos que los mercenarios se rebelaron contra sus empleadores, pero no es el típico ejemplo del mercenario descontento poniendo al “jefe” entre la espada y la pared esperando la paga. El momento era muy concreto y Cartago parecía poder derrumbarse de la noche a la mañana, y a pesar de ello, no todos los mercenarios participaron, de hecho parte de los 20.000 se unieron al ejército de Amílcar. Fue un conflicto fundamentalmente libio al que una parte de estos mercenarios se unió por sus propias razones de las que sólo podemos plantear hipótesis, pero podemos imaginar que los mercenarios libios –que actuaban en realidad como mercenarios forzados, como ya hemos visto, y que no por ello debemos pensar no percibían soldada– tenían fuertes motivaciones para participar en la revuelta libia.
Tampoco encontramos muchos númidas, que podrían haber sido un factor determinante en la balanza hacia los libios, de hecho, parece que participaron más númidas bajo las órdenes de Cartago que del lado libio-mercenario. Tampoco es de extrañar, funcionaban más en calidad de aliados inferiores que de súbditos como los libios, por lo que los impuestos debieron ser más benévolos con los númidas, y por tanto menos propensos a mancharse las manos de sangre en esta ocasión.
Por otro lado ni siquiera los libios parecieron estar del todo unidos, no parece haber ningún tipo de confederación libia. E incluso algunos libios adinerados preferían el status quo impuesto por Cartago que una guerra incierta, por la que además, podrían ir al crucifijo.
Otro factor clave fue la ayuda de Roma, quien estaba realmente interesada en que Cartago no se desmoronara, y permitió a los púnicos contratar mercenarios en suelo romano, además de apremiar a sus propios aliados a abastecer a Cartago en buenas condiciones y a no hacerlo a los mercenarios. Aunque como sabemos todo tiene su precio, y una cosa era echar un cable y otra amamantar a tus enemigos naturales, y como ya he señalado, tomó Córcega y Cerdeña porque ser romano era eso, hacer lo que querías y cuando querías según “el senado y el pueblo de Roma así lo crea conveniente”.
Cartago, de todos modos bien podría haberse curado en salud y pagar la soldada antes a los mercenarios, desmovilizándolos o desviándolos a diferentes frentes, cualquier cosa para mantener a 10.000 infantes libios descontentos en medio de una rebelión libia en ciernes. La gente con armas descontenta siempre puede resultar un problema difícil de manejar, y a Cartago le costó mucha sangre comprender hasta qué punto esto era así.







La rebelión de los mercenarios de Cartago fue una sublevación acontecida en el año 242 a. C.contra el Estado púnico por parte de sus mercenarios, con el motivo de que no habían recibido sus sueldos, siendo este el motivo del comienzo de la Guerra de los Mercenarios.
Después de la firma del tratado que ponía fin a la Primera Guerra Púnica, las tropas cartaginesas deSicilia se reunieron en la ciudad de Lilibea, gobernada por GiscónAmílcar Barca llegó a la ciudad desde Erice, al mando de su ejército de mercenarios, y cedió al gobernador la tarea de repatriar las tropas al norte de África. Giscón prudentemente las dividió en pequeños destacamentos que viajarían de forma escalonada. De este modo, los mercenarios llegarían en grupos reducidos, recibirían las pagas que les eran debidos y regresarían a sus hogares sin causar ningún tipo de disturbio.
Pero el Consejo de los Cien no apoyó los planes del general, y esperó a que la tropa al completo hubiera desembarcado en África, alojándolos en Cartago primero y luego en la ciudad de Sicca Veneria (la moderna al-Kāf),1 deduciéndose que deseaban mantener lejos a sus soldados a sueldo en el caso de que intentasen hacerse con sus honorarios a la fuerza. Allí acampados, acudió Hannón para informarles que las arcas de Cartago estaban agotadas tras la guerra y la indemnización que se les había impuesto junto al el tratado de paz con Roma, y les pidió que renunciaran a parte de su paga.
Los mercenarios, lejos de consentir que además de que no se les pagase se les solicitase además que desistieran de una parte de lo que se les debía, rompieron en protestas hacia Hannón y los aristócratas de Cartago y, después de varios días, partieron en masa hacia la capital. Acamparon al otro extremo de la península, en la ciudad de Túnez, en número de veinte mil.2
La magnitud de los tumultos y el peligro que se cernía sobre la ciudad hicieron que Cartago finalmente conviniera a pagar las deudas en su totalidad. Ante la imposibilidad de mandar a Amílcar Barca, ocupado en empresas lejos de Cartago, el Gran Consejo envió a Giscón, que gozaba del aprecio de los soldados y había combatido junto a ellos en Sicilia, con el dinero y los bienes exigidos por los mercenarios.
Pero esta concesión llegó demasiado tarde. Dos mercenarios, el libio Mathô y el campano Spendios, alzaron su voz por encima del resto, llevados por intereses particulares. Imponiendo su voluntad, los rebeldes apresaron a Giscón, apoderándose de los tesoros que traía consigo (240 a. C.).3
Tras ser nombrados generales, Mathô y Spendios enviaron misivas a las ciudades tributarias de Cartago, incitándolas a deshacerse del yugo púnico y unirse a ellos en el conflicto. Sufriendo los gravosos tributos que cayeron sobre ellas tras la desastrosa guerra con Roma, accedieron fácilmente a las peticiones de los mercenarios, lo que convirtió el motín original en un levantamiento nacional. Sólo dos ciudades se mantuvieron leales: Hippo Dyarrhytus y Útica.
Respaldados por un ejército de 70.000 africanos y 20.000 mercenarios, los generales rebeldes declararon formalmente la guerra aCartago. La situación de ésta era desesperada, ya que recién salida de otra guerra, se hallaba escasa de armamento, sin flota de guerra, pertrechos navales, reservas de víveres ni esperanzas de socorro externo.
Lo que seguiría a aquellos acontecimientos sería una confrontación bélica de extraordinaria crueldad, que a partir de ese momento sería conocida como Guerra de los Mercenarios o Guerra Inexpiable.


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