sábado, 14 de enero de 2017

Historia - Historia antígua

historia de cartago en el siglo III

La batalla de los Llanos del Bagradasbatalla del Bagradas o batalla de Túnez9ocurrió en la primavera del año 255 a. C. en el contexto de la primera guerra púnica y terminó en una decisiva victoria cartaginesa.

Batalla de los Llanos del Bagradas
Primera guerra púnica
1stPunicWar.gif
Batallas de la primera guerra púnica
Fecha255 a. C.
LugarRío Bagradas, cerca del actual Túnez
Coordenadas36°47′51″N 10°09′57″ECoordenadas36°47′51″N 10°09′57″E (mapa)
ResultadoDecisiva victoria cartaginesa
Beligerantes
República romanaRepública cartaginesa
Comandantes
Marco Atilio Régulo  (P.D.G.)Jantipo
Fuerzas en combate
15 000 infantes1 y 500 jinetes212 000 infantes3 (10 000 ciudadanos falangistas y 1500-2000 mercenarios griegos),4 4000 jinetes5 y 100 elefantes de guerra6
Bajas
2500 prisioneros7Escasas (cifra exacta desconocida), entre ellos 800 mercenarios griegos

Antecedentes

La primera guerra púnica tomó un cariz favorable a los romanos desde el principio. Cartago era una potencia naval, y sus ejércitos de tierra (mal entrenados y poco disciplinados tácticamente) no constituían rival para las disciplinadas legiones romanas. Sorprendentemente, Roma logró destruir la flota cartaginesa en la batalla de Ecnomo (Sicilia, 256 a. C.) y tras la victoria, el cónsul Marco Atilio Régulo navegó hacia África, desembarcando cerca de Cartago con su ejército consular.
Por desgracia para Régulo, la mayor parte de su caballería había naufragado o desembarcado a gran distancia. A pesar de ello, consiguió algunas victorias iniciales frente a los cartagineses, esencialmente en la batalla de Adís, y se dispuso a dar lo que esperaba fuera el golpe de gracia.
Los cartagineses, sin embargo, se habían asegurado los servicios de un general espartano, Jantipo. Aprovechó los ingentes recursos de Cartago para reestructurar el ejército. Entrenó a los soldados en las tácticas de la falange, especialmente adecuada para el combate en las grandes llanuras del Magreb. Hecho esto, ofreció batalla a Régulo quien, deseoso de acabar con la guerra, mordió el cebo.
A mediados de invierno del 255 a. C., los ejércitos se encontraron en los llanos del río Bagradas. Para contrarrestar la primera línea cartaginesa, formada por casi cien elefantes de guerra, Régulo dispuso sus manípulos en una formación más estrecha, lo suficientemente profunda (o al menos eso creía) para contrarrestar la carga. Sin embargo, la caballería de sus flancos era sobrepasada en número en un factor de aproximadamente ocho a uno.

La batalla

Batalla de Bagradas
Los elefantes cartagineses cargaron contra las legiones romanas, desorganizando la formación y causando cuantiosas bajas, mientras su caballería destrozaba a la romana. Por otro lado, los infantes romanos situados en el ala izquierda, tras una dura batalla, consiguen hacer huir al cuerpo de los mercenarios griegos, causando ochocientas bajas entre estos. Sin embargo el resto del ejército romano fue rodeado, tanto por la infantería cartaginesa, como por los elefantes, y la caballería, que volvía de perseguir a la romana, causando una situación similar a la de Cannas, siendo prácticamente aniquilada la expedición romana. Fue una aplastante victoria para el bando cartaginés.

Consecuencias

Roma se limitó a salvar los papeles e intentar rescatar con una flota a los dos mil supervivientes de la batalla que se encontraban atrincherados en Adys. Pero en su regreso, a la altura de Camarina, una tempestad destroza los barcos romanos, sobreviviendo tan solo ochenta de los trescientos sesenta y cuatro.10 Con esta derrota y este desastre Roma ve su campaña africana fracasada y Sicilia invadida de nuevo por las tropas cartaginesas.






La batalla de Zama (19 de octubre del 202 a. C.) representó el desenlace de la segunda guerra púnica. En ella se enfrentaron el general cartaginés Aníbal Barca y el joven Publio Cornelio Escipión, «el Africano Mayor», en las llanuras de Zama Regia.
A pesar de que Aníbal estaba en superioridad numérica al comienzo de la batalla, Escipión concibió una estrategia para confundir y derrotar a sus elefantes de guerra. Las caballerías de Masinisa y Lelio atacaron y provocaron la huida de la caballería numida de Tiqueo, mientras que los veteranos de Aníbal comenzaban a ganar terreno. Sin embargo, luego de perseguir a Tiqueo, tanto Masinisa como Lelio volvieron al campo de batalla y atacaron a los veteranos de Aníbal por la retaguardia, provocando su casi completa aniquilación y el final de la batalla. A pesar de la humillante derrota, Aníbal logró huir a Cartago.
Batalla de Zama
Slaget ved Zama - Cornelis Cort, 1567.jpg
La batalla de Zama. Ilustración de Cornelis Cort (1567)
Fecha19 de octubre de 202 a. C.
LugarZama Regia, cerca de Cartago (actual Túnez)
Coordenadas36°17′56″N 9°26′57″ECoordenadas36°17′56″N 9°26′57″E (mapa)
ConflictoSegunda guerra púnica
ResultadoVictoria romana decisiva
Beligerantes
República romana
Reino de Numidia (Masilios)
República cartaginesa
Masesilos
Comandantes
Escipión el Africano
Masinisarey númida
Aníbal Barca
Tiqueo 
Fuerzas en combate
30 000-34 000 infantes1
6000-6500 jinetes2
(6000 infantes y 4000 jinetes eran númidas)3
34 000-45 000 infantes4
2000-5000 jinetes5
80 elefantes de guerra

Preludio

Cruzando los Alpes, Aníbal llegó a la península italiana en el año 218 a. C. y logró varias victorias importantes contra los ejércitos romanos. Al no haber podido derrotar a Aníbal o expulsarlo de Italia, los romanos cambiaron de estrategia y decidieron atacar directamente a Cartago, obligando a los cartagineses a llamar de vuelta a Aníbal, el cual estaba todavía en Italia, aunque estaba confinado al sur de la península. Escipion finalmente desembarcó en África en el año 203 a. C.
Unos cuantos años antes de la invasión, la decisiva victoria de Escipión en la batalla de Ilipa en Hispania en el año 206 a. C. había asegurado a Roma el control de la península ibérica. En 205 a. C., Escipión regresó a Roma, donde fue elegido cónsul por voto unánime. Escipión, que ahora era lo suficientemente poderoso, propuso poner fin a la guerra al invadir directamente la tierra natal del cartaginés.
El Senado, persuadido por Fabio Máximo, se opuso inicialmente a este ambicioso plan. No obstante, Escipión y sus partidarios pudieron convencer al Senado de que ratificara el plan, y a Escipión se le dio la autoridad necesaria para intentar la invasión.

La batalla

Aníbal regresó a África desde el sur de Italia en auxilio de Cartago, que en aquellos momentos había perdido batalla tras batalla contra el ejército romano que había desembarcado en 204 a.C. bajo el mando de Publio Cornelio Escipión. El general cartaginés consiguió unir a los hombres que pudo traer de Italia, los restos del ejército cartaginés en África, los evacuados del ejército de su hermano Magón en Liguria, los 4000 soldados macedonios enviados por Filipo V y nuevos contingentes de caballería númida de jefes tribales que aún permanecían fieles a Cartago. Igualmente añadió un importante contingente de elefantes hasta un número cifrado en 80 paquidermos, quienes protagonizarían la carga inicial de la batalla. Los romanos realizaron la estrategia de abrir pasillos entre sus filas para dejar pasar a las bestias, aprovechando la ocasión para saetearlas. Los que no fueron alcanzados y muertos huyeron despavoridos hacia el desierto.
Neutralizado el ataque de los elefantes, la caballería romana y de sus aliados númidas maesilios (Numidia Oriental) comenzaron a perseguir a la caballería cartaginesa y de sus aliados númidas masesilios (Numidia Occidental). Tras esto, se desarrolló una batalla de infantería en tres fases, en la cual los infantes romanos fueron destrozando cada una de las dos primeras líneas cartaginesas, hasta que se produjo el encuentro con la tercera línea, formada por los veteranos italianos de Aníbal. Este último combate permaneció igualado hasta que regresaron Cayo Lelio y Masinisa al mando de la caballería y el ejército púnico sucumbió, decidiéndose la batalla. Aníbal huyó con los restos de sus tropas.

Disposición inicial

Aníbal formó a sus 37 000 infantes (50 000, según Apiano) en tres líneas, 3000 jinetes a los flancos y alrededor de 80 elefantes10 en el frente. Este número de elefantes es mucho mayor que el que normalmente utilizaba Aníbal. Escipión formó alrededor de 20 000 legionarios, más 14 000 auxiliares y la caballería, que comprendía 4000 jinetes númidas traídos por Masinisa11 y 2700 equites romanos.
Los cartagineses formaron tres unidades, colocando a los 80 elefantes al frente. La primera unidad estaba formada por 12 000 mercenarios infantes entre liguresgalosmauritanos y baleares;9 12 la segunda, por africanos y cartagineses, de los cuales había 10 000 ciudadanos que iban a luchar para defender su tierra,13 y una legión de 4000 macedonios14 al mando de Sópatro;15 la tercera unidad estaba formada por 15 000 a 18 000 infantes veteranos de Aníbal,9 13 en su gran mayoría brutios, directamente bajo sus órdenes.
Los romanos adoptaron la disposición clásica de batalla de la legión, denominada triplex acies: con los lanceros hastati en primera línea, los veteranos príncipes en segunda y los lanceros triarii, armados con lanzas largas, detrás. Las unidades se encontraban separadas por pequeños pasillos que les permitían maniobrar, por los cuales debían escapar los hostigadores vélites cuando la carga cartaginesa se hiciera insostenible, al mismo tiempo que evitarían que los elefantes rompieran la formación.
De acuerdo a Apiano, entre los mandos romanos y aliados númidas que secundaron a Escipión durante la batalla, estaba el propretor de la flota con base en Cerdeña, Cneo Octavio, un legado llamado Minucio Termo, Cayo Lelio, Dacamas y Masinisa.

Primera fase

Disposición de los ejércitos.
Con ambos ejércitos frente a frente, los romanos soplaron los cuernos de batalla. Cundió el nerviosismo entre algunos de los elefantes, pues habían sido capturados recientemente, que retrocedieron en estampida contra la propia caballería númida de Tiqueo, creando un gran desorden.
Escipión tomó dos medidas geniales para contrarrestar el ataque de los elefantes: ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales, y se hizo acompañar por músicos y los llevó a vanguardia, donde sus cuernos y trompetas espantaron a los animales de la izquierda, de tal modo que retrocedieron y sembraron la confusión entre la caballería númida.
Masinisa ordenó cargar a su caballería númida contra la menos numerosa de Tiqueo. Los elefantes, lanzados a la carga contra la infantería romana, tuvieron un efecto limitado gracias a los pasillos que había dejado Escipión. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas. La caballería italiana de Lelio atacó, persiguiendo a los jinetes cartagineses fuera del campo de batalla.

Segunda fase

Los supervivientes del ejército de Magón se lanzaron contra los hastati, acabando con gran número de ellos. Aníbal ordenó avanzar a la segunda unidad para apoyar el ataque; sin embargo, los legionarios romanos comenzaron el contraataque antes de que llegara el apoyo. Provistos de sus escudos corporales, consiguieron rechazarles. Esta falta de cooperación sembró la semilla del caos en las filas púnicas, que se vieron obligadas a retroceder. Mientras tanto, los legionarios de Escipión acosaron a sus enemigos en retirada hasta que recibieron la orden de repliegue.
Una vez establecidos los cartagineses en posiciones más retrasadas, los romanos lanzaron una nueva ofensiva. Aníbal, deduciendo que sería necesaria una defensa firme, dispuso a su infantería veterana al frente, formando una fila perfecta de lanzas. Los oficiales púnicos dieron órdenes a las tropas en retirada de bordear a la tercera unidad.
El campo se hallaba cubierto de sangre y cadáveres, de modo que los veteranos hubieron de mantenerse a la defensiva. La entrada en combate de los veteranos de la guerra en Italia, desgastadas las menos numerosas tropas de infantería romanas, inclinó la balanza del lado de Aníbal, cuyas tropas empezaron a ganar terreno.

Conclusión

La caballería romana de Lelio y los jinetes númidas de Masinisa, ya reorganizados tras la persecución de los jinetes de Tiqueo, regresaron en aquel momento al campo de batalla. Atacaron la formación compacta de los cartagineses desde la retaguardia, de manera que se produjo el colapso del ejército de Aníbal, quien hubo de huir a Hadrumentum ante el temor a una posible persecución por parte de las tropas de Escipión. Tras unos días regresarían a Cartago derrotados.
Las bajas cartaginesas se elevaron a alrededor de 20 000 muertos,16 junto con 11 000 heridos y 15 000 prisioneros. Los romanos capturaron también 133 estandartes militares y once elefantes. Por otro lado, entre las filas romanas hubo 1500 muertos17 y 4000 heridos.

Consecuencias

Moneda de 230 a. C. con la efigie de Aníbal, Real Academia de la Historia.
Esta derrota marcaba el final de la segunda guerra púnica. Las condiciones impuestas a Cartago fueron humillantes. Aníbal, que había ganado numerosas batallas en Italia operando durante 16 años en territorio enemigo, había sido derrotado en África, su tierra natal. Tras esto ejerció como funcionario del tesoro en Cartago, pero los sufetes le acusaron de robar fondos del Estado. Sintiéndose amenazado, huyó de la ciudad, pues sus dirigentes pretendían entregarle a Roma, en la cual había rumores de que el cartaginés se rearmaba para entrar nuevamente en guerra.
Como consecuencia de la derrota en la segunda guerra púnica, Cartago sería forzada al desarme militar, y con la misma condición impuesta al ser derrotada en la primera guerra púnica, prohibiéndosele tener una flota de guerra, algo que rompía su estatus de potencia.18 Sus acciones militares quedarían condicionadas a la autorización romana, algo que, junto con diversas humillaciones, terminaría desembocando en la tercera guerra púnica, en la que la ciudad de Cartago sería finalmente arrasada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario