La guerra de los Mercenarios, guerra de África o guerra inexpiable (241-238 a. C.) fue una guerra civil de extraordinaria crueldad que asoló los territorios africanos de Cartago durante tres años y cuatro meses.6
De un lado se encontraban la capital y las ciudades leales. Del opuesto, los mercenarios rebeldes que habían luchado bajo el estandarte cartaginés durante la primera guerra púnica, aliados con la mayor parte de las ciudades africanas, súbditas de Cartago.
Durante el conflicto, una nueva declaración de guerra de Roma provocó la pérdida para Cartago de Córcega y Cerdeña, que pasaron a quedar bajo el dominio de su rival. A pesar de eso, no existió enfrentamiento armado entre las fuerzas de ambos pueblos.
La victoria final del ejército de Cartago, dirigido por Amílcar Barca, no mejoró mucho la situación. Las pérdidas humanas y económicas obligaron a Cartago a dirigir sus miras hacia nuevos territorios que colonizar, con lo que dio comienzo la conquista de la península ibérica.
Guerra de los Mercenarios | ||||
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Guerras púnicas | ||||
Teatro de operaciones. | ||||
Fecha | 241-238 a. C. | |||
Lugar | Túnez | |||
Casus belli | Rebelión de los mercenarios de Cartago | |||
Resultado | Victoria cartaginesa | |||
Cambios territoriales | Cartago pierde Córcega (Córsica) y Cerdeña (Sardinia) | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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Antecedentes
Primera guerra púnica
Durante la primera guerra púnica, el general Amílcar Barca había resultado invicto en los combates contra los romanos, sometiendo la ciudad de Erice y el monte del mismo nombre, además de Ericté y Drépana. Sus tropas de mercenarios eran la flor y nata del ejército de tierra, y Amílcar los había entrenado en tácticas de guerrilla que causaban quebraderos de cabeza a las legiones.
En ese entonces Cartago era una ciudad riquísima, un núcleo clave del comercio mediterráneo con cien o doscientos millares de habitantes. Capaz de armar ejércitos de hasta setenta mil hombres (principalmente mercenarios extranjeros y reclutas libios) y flotas de doscientos navíos de guerra.7
Cortados sus suministros y deshecha la flota cartaginesa tras la derrota naval de las islas Egadas, y ante la imposibilidad de recibir los suministros necesarios para continuar la lucha, Amílcar decidió firmar la paz (241 a. C.). En el tratado, el cónsul romano, Cayo Lutacio Cátulo, reconoció el derecho del cartaginés a retirarse sin hacer entrega de sus armas.8
Después de la firma del tratado que ponía fin a la guerra, las tropas cartaginesas de Sicilia se reunieron en la ciudad de Lilibeo, gobernada por Giscón. Amílcar llegó a la ciudad desde Erice, al mando de su ejército de mercenarios, y cedió al gobernador la tarea de repatriar las tropas a África. Giscón prudentemente las dividió en pequeños destacamentos que viajarían de forma escalonada. De este modo, los mercenarios llegarían en grupos reducidos y se trataría el pago del salario con cada contingente en particular.
Rebelión de los mercenarios
Pero el Senado de los Cien no siguió los planes del general, por lo que en vez de tratar por separado con cada uno de los contingentes de mercenarios el pago de su salario, concentraron a todos los mercenarios, alojándolos en Cartago primero y luego en la ciudad de Sicca. Allí acampados, acudió Hannón para informarles que las arcas de Cartago estaban agotadas por la guerra y el tratado de paz con Roma, y les pidió que renunciaran a parte de su salario. Polibio, en sus Historias, libro I, 67, relata como debido a la multinacionalidad de los mercenarios y la torpeza de los aristócratas cartagineses, los ánimos se calentaron. Por lo tanto los mercenarios, lejos de consentir, rompieron en protestas hacia Hannón y los aristócratas de Cartago y, después de varios días, partieron en masa hacia la capital. Acamparon al otro extremo de la península, en la ciudad de Túnez, en número de veinte mil infantes, cuatro mil jinetes y trescientos elefantes.9 10
La magnitud de los disturbios y el peligro que se cernía sobre la ciudad hicieron que Cartago finalmente conviniera a pagar los salarios en su totalidad. Ante la imposibilidad de mandar a Amílcar Barca, ocupado en empresas lejos de Cartago, el Gran Consejo envió a Giscón, que gozaba del aprecio de los soldados y había combatido junto a ellos en Sicilia, con el dinero y los bienes exigidos por los estos.
Pero esta concesión llegó demasiado tarde. Dos mercenarios, el libio Mathô (Μαθως) y el campanioSpendios (Spendius), alzaron su voz por encima del resto, llevados por intereses particulares. Imponiendo su voluntad, los rebeldes apresaron a Giscón, apoderándose de los tesoros que traía consigo (240 a. C.).11
La guerra de África
La declaración de guerra
Tras ser nombrados generales, Mathô y Spendios enviaron misivas a las ciudades tributarias de Cartago, incitándolas a deshacerse del yugo púnico y unirse a ellos en el conflicto. Sufriendo los gravosos tributos que cayeron sobre ellas tras la desastrosa guerra con Roma, accedieron fácilmente a las peticiones de los mercenarios, lo que convirtió el motín original en un levantamiento nacional. Sólo dos ciudades se mantuvieron leales: Bizerta y Útica.12
Respaldados por un ejército de 70 000 africanos y 20 000 mercenarios, los generales rebeldes declararon formalmente la guerra a Cartago.1 13 Pero modernas estimaciones rebajan la cifra a unos 40 000 combatientes reunidos por Mathô y Spendios al inicio de la guerra.14 La situación de ésta era desesperada. Recién salida de otra guerra, se hallaba escasa de armas, sin flota de guerra, pertrechos navales, reservas de víveres ni esperanzas de socorro externo.
Los cartagineses concedieron a Hannón el Grande el mando militar por sus anteriores victorias en África, reunieron un nuevo ejército mercenario y armaron a todos los hombres en edad adulta. Entrenaron la caballería de la ciudad y unificaron los restos de su flota.
Mathô, dividiendo su ejército en dos, sitiaba las ciudades de Útica y Bizerta, y aseguraba el campo de Túnez, con lo que quedaban cortadas de raíz las comunicaciones de Cartago por tierra.
La ayuda romana
Los mercenarios enviaron también una embajada a Roma, buscando su apoyo en la guerra. Pero por esa época los latinos se hallaban envueltos en otra guerra civil contra los faliscos, una guerra no obstante de menor trastorno y duración que la librada en África.
Ante la imposibilidad de reconciliar a ambas partes, Roma liberó sin rescate alguno a todos los cautivos cartagineses que tenía en su poder, envió grano a Cartago y permitió a la ciudad que reclutara mercenarios en las tierras de sus aliados. No buscaban con ello el beneficio de Cartago, sino forjarse una reputación de pueblo honorable y justo.15 Además, Cartago todavía debía una fuerte suma de dinero a Roma como indemnización de guerra, y por eso a los romanos no les interesaba que la ciudad fuera destruida.
Así pues, la ayuda romana no fue masiva, pero constituyó sin duda un punto de apoyo primordial para la preparación de Cartago en su guerra civil.
La campaña de Hannón
Hannón se ocupó con eficiencia de la logística. Dirigiendo un ejército que contaba con un centenar de elefantes de guerra, rompió el cerco de Útica, pero en lugar de acabar con los enemigos en fuga, entró en la ciudad. Mientras celebraba la victoria, los rebeldes, utilizando las tácticas aprendidas con Amílcar, se reagruparon y lanzaron ataques de guerrilla, hasta poner en fuga al ejército de Hannón. Poco después el general perdió una oportunidad de asestar un golpe al ejército rebelde cerca de un lugar llamado Gorza.16
Ante los fracasos de Hannón, el Consejo de Cartago nombra a Amílcar comandante en jefe del ejército (240 a. C.), entregándole además setenta elefantes,17 las tropas mercenarias de nuevo contrato y los desertores de entre los rebeldes, la caballería y la infantería de la metrópoli. En total, las tropas reunidas ascendían a 8000 o 10 000 hombres,18 19 muchos de ellos sobrevivientes del desastre de Hannón.20Y eso sin contar con las guarniciones de Bizerta y Útica, probablemente bastante numerosas. Sin embargo, algunos historiadores hablan de 20 000 a 30 000, principalmente reclutas líbicos.21 Tropa lo suficientemente grande en comparación a las enemigas como para atreverse a enfrentarlos en campo abierto.
En su primera incursión, contando además con la ventaja moral del temor y respeto que inspiraba en sus enemigos, Amílcar rompió el cerco a Cartago y a Útica, que había sido recuperada tras la huida de Hannón.
La campaña de Amílcar
Los caminos de montaña que salían de Cartago habían sido tomados y fortificados por los rebeldes, al mando de Mathô. La única ruta practicable para un gran ejército cruzaba el río Bagradas. Spendios, el otro general mercenario, había construido un campamento junto al puente, custodiando el paso.
Amílcar conocía la geografía del terreno mejor que los extranjeros, pues había nacido en Cartago. Sabía que en verano, cuando soplaba el viento del desierto, la arena arrastrada por el mismo formaba un depósito de lodo que creaba una ruta vadeable en la desembocadura del río. Sin mencionar sus planes, abandonó la metrópoli al abrigo de la noche y cruzó por esa zona con su ejército.
Al amanecer sorprendió tanto a los ciudadanos de Cartago como a los rebeldes. Cuando Spendios percibió el movimiento de Amílcar, abandonó el campamento junto al puente y atacó con 10 000 hombres. Un segundo ejército mercenario partió desde el sitio de Útica, en número de 15 000.19 22 De estos 25 000 soldados probablemente unos 20 000 salieron a presentar batalla a Amílcar mientras el resto siguió asediando las ciudades.23 Cifras hoy consideradas exageradas.24 Estimaciones más moderadas que los historiadores antiguos dicen que el ejército que dejó el sitio de Útica probablemente no llegaba a los 15 000 efectivos. Es mas, los siteadores de Bizerta probablemente no pasaran de 5000. Sólo 5000 mercenarios vigilaban el puente sobre el Bagradas y la tropa de refuerzo posiblemente fuera de unos 10 000 reclutas líbicos.21 El ejército cartaginés se componía por unos 10 000 combatientes, incluidos 1000 infantes ligeros, 1000 jinetes y 70 elefantes.25 En un hábil movimiento, Amílcar reorganizó su ejército, de modo que la caballería y los elefantes, que constituían la vanguardia, se retiraron por los extremos de la formación, mientras la falange, que formaba en retaguardia, comenzaba a desplegar una línea compacta frente al enemigo.
Los rebeldes, pensando que el ejército cartaginés se batía en retirada, atacaron en desorden. El primer ejército, proveniente de Útica, chocó directamente contra las filas de la falange. La infantería ligera golpeó entonces, obligando a los rebeldes a batirse en retirada. El segundo contingente, comandado por Spendios, recibió a los suyos en retirada, y mientras reorganizaba sus líneas, la caballería y los elefantes de Amílcar destrozaron sus flancos.26 Tras la derrota aproximadamente la mitad de los hombres de la división de Spendios habían muerto o tomados prisioneros, pero le quedaban aun unos 12 000 veteranos de las campañas de Sicilia.27
Posteriormente, el combate fue conocido como batalla del Bagradas, la primera victoria importante de Cartago frente a los rebeldes, que abrió las rutas terrestres al paso de tropas y mercancías. Murieron 6000 rebeldes y otros 2000 cayeron prisioneros.19 El campamento junto al Bagradas fue desmantelado, y el sitio de Útica, acechado por Hannón, abandonado.
Mientras, Mathô continuaba su asedio a Bizerta, aconsejando a Spendios que evitara el llano, debido a la superioridad de Amílcar en caballería y elefantes. Envió a las mejores tropas a su aliado, númidas y africanos que combatían por su tierra y su libertad. Spendios contaba por entonces con 8000 mercenarios, entre ellos 2000 galos a las órdenes de Autarito. Con este ejército, Spendios se dispuso a atacar el campamento de Amílcar. Corría el año 239 a. C.
Pero los númidas, al mando del noble Naravas, se pasaron entonces al bando cartaginés, en número de 2000, con cuyo refuerzo las tropas rebeldes fueron completamente derrotadas.5 28 Mueren 10 000 alzados y 4000 son capturados.29 30 Los elefantes volvieron a representar un factor definitivo en la batalla.
Amílcar permitió a los prisioneros que lo desearan unirse a su ejército, y perdonaba la vida a aquellos que rehusaran.
Antecedentes
En el 241 AC, la situación en Cartago tras la derrota era de profundo malestar, y las condiciones de la rendición ante Roma suponían una humillante sumisión al vencedor, aparte de un notable déficit económico tanto por las pérdidas sufridas como por los tributos a pagar al bando victorioso.
Amílcar transfirió sus fuerzas de Erice a Lilibeo y allí renunció al mando a favor de Giscón que era el comandante de Lilibeo, que tomó medidas inteligentes para enviar las tropas a África. Los 20.000 mercenarios de Sicilia entre los que había íberos, celtas, algunos ligures, algunos baleares, griegos y libios, fueron transportados por Giscón en pequeños grupos a Cartago.
Una vez todos en Cartago, los disturbios no tardaron en aparecer. Los mercenarios, ociosos y sin dinero empezaron a cometer tropelías. El senado cartaginés en seguida pidió a los jefes que llevaran a sus tropas a Sicca, una fortaleza situada en el interior, para esperar allí el pago de sus servicios, entregando a cada mercenario una moneda de oro para las primeras necesidades. Los mercenarios querían dejar sus equipajes, mujeres e hijos en Cartago, pero los gobernantes se negaron, así es que se los llevaron con ellos.
Los mercenarios seguían demandando sus pagas, y empezaron a saquear los alrededores. Se envió a Hannón el Grande para negociar con ellos. Se les ofreció renunciar a una parte del sueldo, dado que la situación económica de la república era muy precaria tras la derrota.
Se levantó entonces disensión y alboroto entre todos los presentes y al no hablar el mismo idioma y todo el campamento se llenó de confusión. Pero los mercenarios habían visto con sus propios ojos la inconmensurable riqueza de Cartago, y durante las tranquilas semanas en Sicca habían hecho los cálculos, una y otra vez, de las soldadas que debían recibir.
Los veteranos mostraban sus viejas cicatrices, y las madres mostraban desesperadas a los hijos de aquellos soldados que perdieron la vida en los campos de Sicilia.
Sin duda Hannón no era la persona más apropiada para tratar esta cuestión: como púnico típico, su arrogancia frente a la masa sólo acució la protesta, y su escasa experiencia como general se reducía a la represión de las revueltas populares libias. Pronto la indignación fue tan grande que los mercenarios decidieron trasladarse a la vecina Túnez, estratégicamente más cercana a Cartago, para presionar desde allí a la República. El senado cartaginés empezó a flaquear, enviando al campamento víveres y la promesa del pago completo. Pero durante las acalorada discusiones las reivindicaciones de los mercenarios habían crecido. Ahora exigían también el pago por los caballos perdidos y por las entregas de trigo que nunca habían recibido; y las mujeres reclamaban el sueldo de sus maridos muertos.
En el otoño del 241 AC, los mercenarios avanzaron hacia Cartago y tomaron Túnez. Tratando de aplacarlos les enviaron gran cantidad de víveres para que pudieran comprarlos a un precio fijo. Envalentonados y viendo el temor de los cartagineses, los mercenarios no dejaron de demandar cada día de forma creciente: además de los sueldos, pedían el precio de los caballos muertos, pidieron el precio de los víveres que les adeudaban, etc. Buscaban dificultar las negociaciones.
Esta vez fué Giscón, ex-gobernador de Lilibeo, el elegido para llevar a cabo las negociaciones, pues era popular entre las tropas, Giscón llegó a Túnez con una gran suma de dinero. Convocó a los jefes, a los que en primer lugar reprendió por su conducta y seguidamente empezó a pagar por naciones. No obstante, algunos hombres se encargaban de mantener los ánimos encendidos entre los que se encontraban un campanio llamado Spendios, al que las fuentes describen como un esclavo o desertor fugitivo de los romanos, que temía ser entregado y crucificado, según dictaban las leyes romanas; y un libio libre llamado Mathos, que había sido motor de los altercados tenía miedo de las represalias. Pronto todo el campamento clamaba por el amotinamiento y los pocos que se inclinaban por la negociación eran apedreados.
Los mercenarios hicieron prisioneros a Giscón y sus acompañantes y posteriormente les mataron. Mandaron mensajeros a las ciudades libias para incitarlas a unirse a su levantamiento y para que mandasen ayuda.
Desde aquí negociaron de nuevo con Giscón, al que arrestaron. La desazón también se extendió entre los campesinos libios, así como a los comerciantes que veían ahora cortadas las rutas comerciales y con ellas sus ingresos.
Los mercenarios enviaron también una embajada a Roma, buscando su apoyo en la guerra, Cartago también envió otra. Ante la imposibilidad de reconciliar a ambas partes, Roma liberó sin rescate a los cautivos cartagineses que tenía en su poder, envió grano a Cartago y permitió a la ciudad que reclutara mercenarios en las tierras de sus aliados.
Al ejército mercenario se le unieron 70.000 libios, creando un alzamiento popular contra Cartago, apoderándose y levantando la mayoría de las ciudades, solo le quedaban a Cartago Útica e Hipona (Bizerta). Todas las comunicaciones terrestres de Cartago con el resto de África quedaban así cortadas por completo.
Mientras, Mathos, Spendios y Autarito que era el jefe de los celtas, fueron designados generales, y habían procedido a la división del ejército en tres grupos: uno permanecería en Túnez y los otros dos serían enviados a la conquista de Utíca y e Hipona (Bizerta).
Cartago comenzó asimismo a movilizar sus tropas, la flota fue preparada, se reclutaron nuevos mercenarios y se armó a la población civil.
Derrota de Hannón (240 AC)
Hannón partió Cartago con las tropas cartaginesas para romper el cerco de Útica en el 240 AC, contaba con caballería, más de 100 elefantes y numerosa maquinaria de guerra. Con su caballería y elefantes aplastó el campamento mercenario, estos salieron huyendo y se refugiaron en los bosques de alrededor. Mientras su ejército saqueaba el campamento, Hannón entró en Utíca para celebrar con un banquete su gran triunfo. Pero los mercenarios no eran la simple población libia contra la que Hannón estaba acostumbrado a luchar, sino veteranos experimentados curtidos en muchas batallas. Los mercenarios regresaron y se reagruparon en una colina y lanzaron un contraataque exitoso al campamento púnico en el que murieron numerosos soldados y elefantes, se apoderaron de todo el bagaje y la maquinaria de asedio que había llevado consigo.
Hannón volvió a tener otro revés en la ciudad de Corza (se desconoce la localización).
En vista de los acontecimientos, el senado eligió a Amílcar Barca como caudillo para sofocar la revuelta, en base al respeto y el temor que su imagen causaba entre los mercenarios, aparte del prestigio militar y la demostrada capacidad en el manejo de tropas labrados contra Roma.
El general reunió un ejército de 10.000 hombres compuesto de extranjeros, desertores del enemigo, caballería e infantería ciudadana y 70 elefantes.
Hannón no fue apartado de la guerra. El general siguió operando con su ejército.
Hannón no fue apartado de la guerra. El general siguió operando con su ejército.
Batalla de Bagradas (239 AC)
La situación se volvió tan comprometida que Spendios y Mathos pudieron sitiar la propia Cartago en la primavera de 239 AC, los caminos de montaña que salían de Cartago habían sido tomados y fortificados por los rebeldes, al mando de Mathos. La única ruta practicable para que un gran ejército cruzase el río Bagradas era a través de un puente, así que Spendios, había construido un campamento junto al único puente, custodiando el paso.
Amílcar conocía la geografía del terreno mejor que los extranjeros, pues había nacido en Cartago. Sabía que en verano, cuando soplaba el viento del desierto, la arena arrastrada formaba un depósito en el fondo, lo que creaba una ruta vadeable en la desembocadura del río. Sin mencionar sus planes, abandonó la metrópoli al abrigo de la noche con 10.000 infantes, 500 jinetes y 70 elefantes, cruzando por esa zona con su ejército.
Al amanecer sorprendió tanto a los ciudadanos de Cartago como a los rebeldes. Cuando Spendios percibió el movimiento de Amílcar, abandonó el campamento junto al puente y se dispuso a atacar con 10.000 infantes. Un segundo ejército mercenario partió desde el cerco de Útica, con unos 15.000 infantes al mando de Autarito.
Amílcar colocó su ejército con los elefantes y caballería en vanguardia, detrás mercenarios, la falange africana y mercenarios. En un hábil movimiento, Amílcar reorganizó su ejército, de modo que la caballería y los elefantes, que formaban la vanguardia, se replegaron hacia retaguardia para ocupar las alas, mientras la falange, que se hallaba en la retaguardia, desplegó en una línea compacta frente al enemigo.
Los rebeldes, pensando que el ejército cartaginés se estaba batiendo en retirada, atacaron en desorden. El primer contingente al mando de Spendios, chocó directamente contra las filas de la falange que les obligó a batirse en retirada. El segundo contingente, comandado por Autarito, intentó acogerlos en su retirada, y mientras reorganizaba sus líneas, la caballería y los elefantes de Amílcar destrozaron sus flancos, al mismo tiempo que la infantería atacaba de frente.
Murieron 6.000 rebeldes y otros 2.000 cayeron prisioneros, Spendios y Autarito consiguieron huir. El campamento junto al Bagradas fue desmantelado, y el sitio de Útica, abandonado.
La batalla representó la primera victoria importante de Cartago frente a los rebeldes, que abrió las rutas terrestres al paso de tropas y mercancías. Un jefe los númidas masilios llamado Naravás se unió a Almílcar con 2.000 jinetes.
Cerco y victoria de Amílcar (239 AC)
Después de la batalla de Bagradas, Amílcar levantó el asedio de Útica y después se dirigió al interior para retomar el control de las ciudades del interior.
Spendios salió de Túnez al mando de 6.000 hombres de varias nacionalidades y acompañado por Autarito con sus 2.000 galos, todos veteranos de Sicilia, y llegaron al lugar donde Amílcar se hallaba acampado, una llanura rodeada de montañas, ocupando las alturas alrededor de su campamento. Los ejércitos eran similares en número, pero el de Amílcar tenía clara ventaja en el llano debido a sus elefantes y caballería, por lo que los rebeldes no se atrevían a bajar de su campamento situado en los montes y atacarles. Pero entonces llegaron los númidas y libios que habían acudido al llamamiento de Mathos, serían de 10 a 15 mil hombres.
Amílcar se encontró de repente en un serio aprieto, rodeado por los libios por el frente, los númidas por la espalda y Spendio por un lado y superado ampliamente en número, así es que pidió ayuda a Naravás.
Cuando llegó este con sus 2.000 númidas, los cartagineses que se colocaron en orden de batalla. Por su parte, los hombres de Spendios se unieron a los libios y bajaron todos al llano para combatir.
El combate fue duro, pero Amílcar resultó victorioso. Los elefantes tuvieron gran protagonismo, pero, según Polibio, Naravás se distinguió entre todos.
En el lance murieron 10.000 rebeldes y otros 4.000 fueron hechos prisioneros, pero Spendios y Autarito consiguieron huir nuevamente.
Amílcar, en un intento de acercamiento con los rebeldes, dio permiso a quien quisiera para que se uniera a su ejército. A los demás les perdonó la vida y los invitó a ir donde quisieran, pero bajo la amenaza de que si levantaban de nuevo las armas contra Cartago serían castigados sin remedio.
Entre los rebeldes que se le unieron y los númidas de Naravás, el ejército de Amílcar tendría entonces 15.000 efectivos.
Cuando se enteraron de la defección de muchos de sus mercenarios, los cabecillas de la revuelta, sobre todo Spendios y Autarito, viendo peligrar la lealtad de sus tropas, decidieron matar a todos los prisioneros cartaginenses incluyendo a Giscón. Los hombres de Spendios sacaron a Giscón y sus 700 compañeros del campamento, les cortaron primero las manos, luego los pies, les rompieron las piernas y los arrojaron vivos a un hoyo.
Además prometieron no hacer más prisioneros, lo que siguieron realizando realizaron hasta su final.
Después de este acto, los prisioneros que caían en manos cartaginesas eran aplastados por elefantes o arrojados a las fieras en represalia. La guerra cobró dimensiones de crueldad extrema, motivo por el cual fue conocida a partir de entonces como Guerra Inexpiable.
Mando Conjunto (239-238 AC)
Amílcar llamó entonces a Hannón para combinar sus ejércitos y finalizar de forma rápida la guerra. Los dos generales no llegaban a ponerse de acuerdo en el modo de dirigir la guerra, salvo en que debían matar a los rebeldes capturados por derecho de represalia; y desaprovechaban las ventajas que les surgieron.
Sin embargo, una serie de catástrofes tornaron de nuevo el signo de la guerra a favor de los rebeldes.
En primer lugar se produjo la defección de Cerdeña. Los mercenarios que se hallaban como guarnición en la isla se rebelaron a ejemplo de sus camaradas de Sicilia, ahora en África. Pasaron a cuchillo a la población púnica y al jefe de las tropas auxiliares, conocido por el nombre de Bostar. Cartago envió a Hannón al mando de un pequeño ejército, pero cuando éste llegó allí, sus tropas se pasaron al bando rebelde y le crucificaron. Con las ciudades en su poder, los mercenarios se hicieron con el control de Cerdeña, enfrentándose a la población autóctona.
En segundo lugar las ciudades de Útica e Hipona (Bizerta) desertaron al enemigo, matando de paso a la guarnición de 500 hombres que Cartago había mandado en su socorro, arrojando después los cuerpos por las murallas e impidiendo que fueran enterrados.
En tercer lugar, los lugares de abastecimiento de la ciudad, llamados emporios, se inundaron y encima se produjo el naufragio de una flota mercante que portaba suministros para el ejército.
Ambos generales discutían constantemente sobre estrategias y tácticas a seguir, de modo que ninguna acción efectiva se llevó a cabo contra los rebeldes durante esta campaña. La situación llegó a ser tan crítica que el Senado, ordenó que uno de los generales dos abandonara el generalato, a elección de la tropa, y es aquí donde se impuso el carisma de Amílcar, quedando sustituido Hannón por otro más maleable llamado Aníbal que quedó como segundo jefe.
Con la ventaja de su parte, los generales mercenarios Spendios, Autarito y Zarza unieron los ejércitos de Hipona (Bizerta) y Útica para asediar la misma Cartago. En ese entonces la guarnición de la ciudad fuera de alrededor de 10.000 hombres, incluidos mercenarios extranjeros, lo que obligó a las autoridades cartaginesas a iniciar una campaña de reclutamiento entre sus ciudadanos mucho más intensa que las tradicionales.
Pero lejos de desfallecer, Amílcar envió a Naravás y sus númidas a cortar las líneas de suministro enemigas, acción que llevaron a cabo con gran éxito. Aunque no lo suficiente. Cartago se vio obligada a pedir ayuda a sus antiguos enemigos.
Así, poco a poco, Amílcar fue privando de suministros a los asediadores, obligándoles a retirarse a mediados del 238 AC.
Batalla del desfiladero de la Sierra (238 AC)
Los mercenarios seguían teniendo muchas fuerzas Spendios y Autarito marcharon con 50.000 de las mejores tropas, incluido la mayoría de los mercenarios a enfrentarse de nuevo con Amílcar, pero prefirieron hacerlo en terreno montañoso dado que éste era más fuerte en caballería y disponía de elefantes. Pero en las siguientes maniobras tácticas el general demostró otra vez su mayor experiencia. Consiguió atraer sus enemigos a un desfiladero profundo llamado “la Sierra”, que previamente había reconocido y preparado, y encerrarlos a todos allí mediante un grupo que había escondido a la entrada del mismo.
Después de asediar durante días la boca del desfiladero, bloqueando el resto de salidas por medio de fosos y trincheras, los mercenarios amenazaron a sus jefes, viendo que los refuerzos de Túnez no llegaban y el hambre era cada vez más acuciante. Cuando el hambre se puso peor mataron y comieron a sus prisioneros y después a los esclavos. Sin ninguna esperanza decidieron ofrecer su capitulación.
Los líderes rebeldes pactaron entonces con Amílcar, entregándose los oficiales más importantes. Entre éstos se encontraban Autarito, Zarza y Spendios. Creyendo haber sido traicionados, los soldados atacaron entonces, y fueron masacrados por el ejército de Amílcar. Se dice que murieron más de 40.000 (prácticamente la totalidad del ejército rebelde).
Sitio de Túnez (238 AC)
La derrota de las tropas africanas hizo que muchas ciudades regresaran al bando cartaginés. Dueño de las llanuras y con las ciudades africanas de su lado, Amílcar se dirigió a Túnez.
El contingente de Aníbal se situó en la dirección de Cartago, mientras Amílcar se emplazó en el lado opuesto. Una vez establecido el sitio, los líderes rebeldes fueron crucificados a la vista de los muros de la ciudad.
Mathos salió entonces de la ciudad atacando el campamento de Aníbal, y capturado a este vivo. Entonces, descolgó el cuerpo de Spendios, colgó al cartaginés en su lugar, degollando a sus oficiales a los pies de la cruz.
Amílcar llegó tarde a socorrer a Aníbal, y la derrota provocó el retorno de Hannón desde Cartago, al mando de los últimos hombres en edad adulta capaces de portar armas que quedaban en la metrópoli. Después de varias reuniones, los generales olvidaron sus diferencias y actuaron de forma conjunta para acabar con Mathos, que pasó a la defensiva.
Los generales púnicos tendieron emboscadas al africano cerca de las últimas ciudades que permanecían en el bando rebelde, como Leptis Magna, al sureste. Finalmente, acosado en todos los frentes, Mathos resolvió dar batalla campal al enemigo ambos ejércitos contaban con alrededor de 20.000 hombres. Existe poca información sobre esta batalla, aunque se sabe que la victoria se decantó del lado cartaginés. Mathos fue capturado vivo.
Con el ejército rebelde aniquilado y sus principales líderes ajusticiados, las únicas dos ciudades que se oponían a Cartago eran Útica e Hipona (Bizerta), que no podían esperar demostración de clemencia alguna por parte de los púnicos.
Amílcar acampó frente a Útica, mientras Hannón hacía lo propio ante Bizerta. Finalmente, los cartagineses impusieron unas duras condiciones de paz para las dos ciudades, que se rindieron, y con ellas el último reducto de oposición a la capital.
La rebelión había durado 3 años y 4 meses.
Secuelas de la guerra
La República de Roma aprovechó entonces la coyuntura para enviar un cuerpo expedicionario y “pacificar” Cerdeña, que se hallaba en conflicto entre los mercenarios rebeldes y los oriundos de la isla.
Los cartagineses se quejaron airadamente de esto mientras preparaban una expedición para retomar el control. Pero los romanos, argumentando que el ejército no se dirigía contra mercenarios, sino contra la propia Roma, les declaró la guerra.
Cartago se vio superada por los acontecimientos, se vió obligada para obtener la paz no solo a ceder Cerdeña sino a añadir otros 1.200 talentos a la deuda de 3.200 de la Primera Guerra Púnica.
Cartago, ya sin territorios ultramarinos, se vio obligada a buscar recursos y comercio en otras tierras. Y así es como Amílcar recaló en Hispania.
http://arrecaballo.es/edad-antigua/cartago-y-las-guerras-punicas/rebelion-de-los-mercenarios-242-238-ac/
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