La defección de Cerdeña
Por estas fechas, las noticias de la guerra habían llegado hasta la isla de Cerdeña. Los mercenarios que se hallaban como guarnición en la isla se rebelaron a ejemplo de sus camaradas de Sicilia, ahora en África. Pasaron a cuchillo a la población púnica y al jefe de las tropas auxiliares, conocido por el nombre de Bostar.
Cartago envió al capitán Hannón al mando de un pequeño ejército, pero cuando éste llegó allí, sus tropas se pasaron al bando rebelde y le crucificaron. Con las ciudades en su poder, los mercenarios se hicieron con el control de Cerdeña, enfrentándose a la población autóctona.
Asesinato de los prisioneros
Los actos de clemencia mostrados por el Barca hacia sus cautivos sembraban el temor en los ánimos de los jefes rebeldes, que veían peligrar la lealtad de sus tropas. A raíz de esto, idearon un ardid para que sus soldados se enfurecieran tanto con Cartago que cometieran un terrible crimen, crimen que haría imposible cualquier muestra ulterior de piedad.
Mathô y Spendios unieron sus voces a la del galo Autarito. Convocaron al ejército a las afueras de Útica. Utilizando a dos actores que simulaban ser emisarios de los rebeldes de Cerdeña y Túnez, les hicieron entrar en la reunión en diferentes momentos llevando mensajes similares: la sospecha de que, entre sus tropas, existían traidores que habían pactado con los cartagineses para liberar a Giscón.32 Después, Spendios exhortó a los suyos para que desconfiaran de Amílcar, pues su falsa clemencia era un ardid para castigarlos a todos una vez pasaran a su bando.
Autarito habló entonces, haciendo una recapitulación de todas las ofensas realizadas por los cartagineses, pidió la ruptura de toda posible negociación con Cartago. Después, clamó por la muerte de Giscón y los prisioneros. Los cartagineses, en número de 700, fueron asesinados con extrema crueldad. Les amputaron manos y pies, les rompieron las rodillas y después les arrojaron a un foso aún vivos.
Cuando esta información llegó a Cartago, los púnicos, horrorizados, enviaron misivas solicitando los cadáveres de su comitiva. A esto se negaron los rebeldes, amenazándoles además con tratar del mismo modo a todo aquel mensajero que les fuera enviado desde la metrópoli.
Después de este acto, los prisioneros que caían en manos cartaginesas eran aplastados por elefantes o arrojados a las fieras en represalia. La guerra cobró dimensiones de crueldad extrema, motivo por el cual fue conocida a partir de entonces como Guerra Inexpiable.
La campaña conjunta
Amílcar llamó entonces a Hannón para combinar sus ejércitos y finalizar de forma rápida la guerra.
Después de la batalla del Bagradas, la liberación de Útica y la alianza de Naravas, la guerra había cobrado un claro color cartaginés. Sin embargo, una serie de catástrofes tornaron de nuevo el signo de la guerra a favor de los rebeldes:33
- La pérdida de Cerdeña a manos de los mercenarios, los residentes cartagineses en la isla son masacrados.
- El naufragio de una flota mercante que portaba suministros para el ejército.
- La defección de Bizerta y Útica, que asesinaron a la guarnición cartaginesa y se pasaron al bando rebelde.
Por si esto no fuera suficiente, ambos generales discutían constantemente sobre estrategias y tácticas a seguir, de modo que ninguna acción efectiva se ejecutó contra los rebeldes durante esta campaña. La situación llegó a ser tan crítica que el Gran Consejo pidió a los soldados que eligieran a un general para liderarles, mientras el otro debía abandonar el campo.
Con la ventaja de su parte, los generales mercenarios Spendios, Autarito y Zarza unieron los ejércitos de Bizerta y Útica para asediar la misma Cartago.34 En ese entonces la guarnición de la ciudad fuera de alrededor de 10 000 hombres, incluidos mercenarios extranjeros, lo que obligó a las autoridades cartaginesas a iniciar una campaña de reclutamiento entre sus ciudadanos mucho más intensa que las tradicionales.35
El mando único de Amílcar
Las tropas, con el poder conferido por el Gran Consejo, eligieron entonces a Amílcar como su general, y el Senado envió a un capitán llamado Aníbal como su segundo al mando.
Ayudas de Roma y Siracusa
Por entonces, los rebeldes controlaban todo el Estado exceptuando la misma ciudad de Cartago. Con todas sus rutas bloqueadas, los cartagineses buscaron ayuda exterior.
En principio, Roma había tenido algunas desavenencias con Cartago, pues los cartagineses apresaban a aquellos mercaderes romanos que viajaban con víveres destinados a sus enemigos y los encerraban en prisión. Varios diplomáticos romanos fueron enviados entonces a Cartago, que devolvió prontamente a los cautivos. Agradecidos, los romanos devolvieron al resto de los cautivos de Sicilia, además de prohibir el comercio con los rebeldes.
Del mismo modo, el rey Hierón II de Siracusa suministró víveres a Cartago, temiendo que si esta potencia caía, quedaría como único poder capaz de oponerse a los romanos en Sicilia.
Guerra de suministros
Amílcar, gracias a su superioridad en tropas ligeras, y el númida Naravas con su caballería, interceptaban las líneas de suministro de los ejércitos rebeldes. Ante la escasez de provisiones, éstos se vieron obligados a levantar el sitio de Cartago.
Batalla de la Sierra
Mathô permaneció en la ciudad de Túnez, mientras Spendios, Autarito y el africano Zarza movilizaban un ejército de 50 000 hombres para enfrentarse a Amílcar (239 a. C.), prácticamente en su totalidad africanos. Hostigándoles en campo abierto y erosionando su ejército con acciones puntuales de gran habilidad, Amílcar los condujo hacia el desfiladero conocido como la Sierra. Los rebeldes, que buscaban siempre alejarse del llano y ocupar las colinas y montañas, habían caído en su propia trampa.
Después de asediar durante días la boca del desfiladero, bloqueando el resto de las salidas por medio de fosos y trincheras, los mercenarios amenazaron a sus jefes, viendo que los refuerzos de Túnez no llegaban y el hambre era cada vez más acuciante.
Los líderes rebeldes pactaron entonces con Amílcar, entregándose los oficiales más importantes. Entre éstos se encontraban Autarito, Zarza y Spendios. Creyendo haber sido traicionados, los soldados atacaron entonces y fueron masacrados por el ejército de Amílcar. Se dice que murieron más de 40 000 (prácticamente la totalidad del ejército rebelde).
El sitio de Túnez
La derrota de las tropas africanas hizo que muchas ciudades regresaran al bando cartaginés. Dueño de las llanuras y con las ciudades africanas de su lado, Amílcar se dirigió a Túnez, poniendo la ciudad bajo asedio con una eficiente hueste de diez a doce mil guerreros.36
El contingente de Aníbal puso asedio al lado de Túnez que miraba a Cartago, mientras que Amílcar se emplazó en el lado opuesto. Una vez establecido el sitio, los líderes rebeldes fueron crucificados a la vista de los muros de la ciudad.
Mathô salió entonces de la ciudad atacando el campamento de Aníbal, que fue capturado vivo por el libio. Entonces, descolgando el cuerpo de Spendios, colgó al cartaginés en su lugar, degollando a sus oficiales a los pies de la cruz.
Amílcar llegó tarde a socorrer a Aníbal, y la derrota provocó el retorno de Hannón desde Cartago, al mando de los últimos hombres en edad adulta capaces de portar armas que quedaban en la metrópoli. Después de varias reuniones, los generales olvidaron sus diferencias y actuaron de forma conjunta para acabar con Mathô, que pasó a la defensiva.
Los rebeldes aun sumaban unos veinte millares, muchos de ellos armados con el bagaje capturado a Aníbal. El ejército reunido por ambos generales cartagineses era de tamaño similar.36
Los generales púnicos tendieron emboscadas al africano cerca de las últimas ciudades que permanecían en el bando rebelde, como Leptis Magna, al sureste. Finalmente, acosado en todos los frentes, Mathô resolvió dar batalla campal al enemigo.
Existe poca información sobre esta batalla, aunque se sabe que la victoria se decantó del lado cartaginés. Mathô fue capturado vivo, y el resto de las ciudades que permanecían en el bando rebelde se rindieron a Cartago, Túnez incluida.
Conquista romana de Cerdeña y declaración de guerra
La república de Roma aprovechó entonces la coyuntura para enviar un cuerpo expedicionario y "pacificar" Cerdeña, que se hallaba en conflicto entre los mercenarios rebeldes y los oriundos de la isla.
Los cartagineses protestaron airadamente, preparando una expedición contra los mercenarios rebeldes de la isla. Pero Roma declaró la guerra de nuevo a Cartago, arguyendo que los preparativos eran para hacerles la guerra a ellos y no a los rebeldes.
La precaria situación de Cartago hacía insostenible una nueva guerra, de modo que aumentaron el tributo a Roma en mil doscientos talentos y abandonaron definitivamente la isla.37
La isla de Córcega también cayó poco después en manos romanas.
Fin de la guerra
Con el ejército rebelde aniquilado y sus principales líderes ajusticiados, las únicas dos ciudades que se oponían a Cartago eran Útica y Bizerta, que no podían esperar demostración de clemencia alguna por parte de los púnicos.
Amílcar acampó frente a Útica, mientras Hannón hacía lo propio ante Bizerta. Finalmente, los cartagineses impusieron unas duras condiciones de paz para las dos ciudades, que se rindieron, y con ellas el último reducto de oposición a la capital.
Después de tres años y cuatro meses, la cruenta guerra civil había terminado.6
Cronología
- Derrota naval de Cartago en las islas Egadas
- Fin de la primera guerra púnica, Tratado entre Cartago y Roma. Cartago entrega Sicilia a Roma.
- Amílcar Barca renuncia al mando en Sicilia.
- Un ejército de 20 000 mercenarios es transportado por Giscón desde Sicilia a África.
- Los mercenarios son reunidos en Cartago, y desplazados a la ciudad de Sicca Veneria.
- Hannón el Grande viaja a Sicca. Intenta, sin éxito, convencer a los mercenarios de que acepten una paga menor dada la sequedad de las arcas públicas.
- Se rompen las negociaciones. Los mercenarios se levantan en armas, ocupan Túnez, y amenazan directamente a Cartago.
- Dada su posición, los mercenarios hinchan sus peticiones y solicitan también una paga para los reclutas libios del ejército. El Gran Consejo de Cartago acepta todas las demandas.
- Giscón negocia exitosamente con los mercenarios en Túnez.38
- Temiendo represalias personales por parte de cartagineses y romanos, Mathô y Spendios incitan a las tropas, y son nombrados generales.39
- Los mercenarios apresan a Giscón, dando comienzo a la guerra.40
- Los mercenarios convencen a las ciudades africanas para unirse a la revuelta contra Cartago. Fuerzas libias asedian las ciudades de Útica e Hipácrita, que rehúsan unirse a los rebeldes.
- Hannón el Grande recibe el mando de las tropas púnicas.41
- Los mercenarios derrotan a los ejércitos cartagineses al mando de Hannón durante la Batalla de Útica.42
- Los mercenarios capturan Cerdeña.43
- Cartago concede a Amílcar Barca el mando combinado junto a Hannón.44
- Amílcar levanta el sitio de Útica.
- Los ejércitos de Amílcar derrotan a los mercenarios en la Batalla del Bagradas.45
- El líder númida Naravas se pasa al bando de Amílcar.46
- Con los defectores númidas (alrededor de dos mil hombres), Amílcar derrota de nuevo a los mercenarios.47
- Amílcar perdona a los prisioneros, aceptando en su ejército a aquellos que quieran luchar por Cartago, y exiliando al resto.48
- Preocupados por que la clemencia de Amílcar anime a otros a desertar, Autarito pide la ejecución de "alrededor de setecientos" prisioneros cartagineses, incluyendo a Giscón. Tras tales atrocidades, los mercenarios no se atrevieron a cambiar de bando.49
- Amílcar nombrado comandante único de los ejércitos de Cartago.50
- Útica se pasa al bando rebelde.51
- Cartago sitiada por fuerzas mercenarias.
- Cartago pide ayuda a Hierón II de Siracusa.52
- Cartago pide ayuda a Roma.53
- Amílcar corta las líneas de suministro de los mercenarios sitiando a Cartago, forzándoles a levantar el sitio.
- Amílcar realiza una serie de rápidos ataques a las tropas mercenarias, manteniéndolas en constante movimiento.
- Amílcar conduce a los mercenarios hacia un desfiladero sin salida en la batalla de la Sierra. Los mercenarios son sitiados, y forzados a recurrir al canibalismo para sobrevivir.
- Los líderes mercenarios, excepto Mathô, se rinden y son apresados por Amílcar. El ejército mercenario intenta luchar, creyéndose traicionado, y es totalmente destruido. En el combate mueren alrededor de 40 000 rebeldes.
- Los ejércitos de Amílcar y los del capitán Aníbal, sitian y recuperan varias ciudades africanas.
- Los dos generales sitian al ejército de Mathô en Túnez, y crucifican al resto de líderes mercenarios frente a los muros de la ciudad.
- Mathôs se aprovecha de una debilidad en las defensas de Aníbal, lanzando un ataque que destroza su campamento. Aníbal y otros oficiales son capturados, y crucificados en la misma cruz que ocupaban antes los mercenarios.
- Los refuerzos cartagineses al mando de Hannón se unen a Amílcar.
- Mathô es derrotado en batalla campal, y su ejército dispersado.
- Toda África, exceptuando las ciudades de Útica e Hipácrita, regresa al bando cartaginés.
- El ejército de Amílcar toma Útica, mientras Hannón hace lo propio con Hipácrita.
- Roma declara la guerra a Cartago, tomando de excusa las preparaciones militares púnicas contra Cerdeña.
- Cartago reacciona a la declaración renunciando a Cerdeña y añadiendo 1200 talentos al tributo que debía pagar tras la primera guerra púnica.
Consecuencias
Las pérdidas de Sicilia, Córcega y, sobre todo, Cerdeña, privan a Cartago de sus principales fuentes de materias primas. Cartago ve cortado el acceso a su tradicional mercado de mercenarios, la base de su ejército. Sicilia está en manos extranjeras; la comunicación con Grecia y Macedonia (gracias a cuyo general Jantipo se salvó Cartago durante la primera guerra púnica) bloqueada. Córcega y Cerdeña no sólo dejan así de suministrar levas a Cartago, sino que su pérdida bloquea a la ciudad africana el acceso a los mercenarios de la Galia Cisalpina, la Narbonense y toda Italia.
Su base demográfica se ve asimismo afectada, al haber participado en la guerra prácticamente todas las ciudades africanas.
Amílcar, la figura que sale más fortalecida de la guerra, vuelve sus ojos hacia un nuevo territorio. Un territorio virgen, lo suficientemente cercano a Cartago para aprovisionar a la metrópoli con materias de primera necesidad, y lo suficientemente lejano a Roma como para no interferir directamente en su área de interés: la Península Ibérica, Spania en lengua fenicia.
La mayor parte de los autores romanos de la época coinciden en atribuir a Amílcar la causa primera de la segunda guerra púnica:54
Fama est etiam Hannibalem annorum ferme nouem, pueriliter blandientem patri Hamilcari ut duceretur in Hispaniam, cum perfecto Africo bello exercitum eo traiecturus sacrificaret, altaribus admotum tactis sacris iure iurando adactum se cum primum posset hostem fore populo Romano.
Conocida es la historia que cuenta como Aníbal, con nueve años, suplicaba a su padre Amílcar que le llevara con él a Hispania, con la guerra de África finalizada el general ofrecía sacrificios a los dioses antes de partir allí con su ejército. Entonces alzándole y haciéndole posar su mano sobre el altar, hízole jurar que tan pronto fuera posible se mostrara como enemigo del pueblo romano.
Hinc ultionem puer Hannibal ad aram patri iuraverat, nec morabatur.
Cuando era un niño Aníbal juró a su padre venganza contra ellos (los romanos), allá donde habitaran, frente a un altar.Lucio Anneo Floro, Epítome de la Historia Romana, L. I, cap XXII
La conquista de este territorio recayó prácticamente en su totalidad en manos de los Barca, Amílcar, su cuñado Asdrúbal el Bello, y posteriormente sus hijos Aníbal y Asdrúbal Barca. Esto confirió a los bárcidas un poder y riqueza inigualables en Cartago, gobernando Spania como un estado propio, autónomo de la metrópoli, presionando indirectamente al Consejo de los Cien.
Asegurado el dominio de Spania, Cartago tenía a su disposición, bien como aliados, bien como mercenarios, a los pueblos celtíberos de la península: turdetanos, carpetanos, oretanos, ilergetes, suesetanos y otros muchos dispuestos a alzar sus armas en defensa de sus intereses. Tal reserva en recursos humanos permitió a Aníbal planear definitivamente una futura guerra con Roma, que hiciera olvidar los agravios del tratado del año 241 a. C., causante indirecto de la rebelión de los mercenarios - al agotar las arcas cartaginesas -, de la humillación del pueblo púnico y de la posterior pérdida de Córcega y Cerdeña.55
Historiografía
No ha llegado hasta hoy ningún texto púnico que tratara sobre el conflicto, de modo que las principales fuentes conocidas son los autores clásicos grecolatinos.
Los autores más importantes que han escrito sobre dicho conflicto son:
- Apiano
- Cornelio Nepote.
- Diodoro Sículo.
- Dión Casio.
- Polibio de Megalópolis.
- Tito Livio (La parte de la Guerra Mercenaria de su obra está actualmente perdida).
También la menciona brevemente Lucio Anneo Floro en su Epítome de Historia Romana, inspirado prácticamente en su totalidad en las Décadas de Livio.
El único de ellos que trata en profundidad sobre el conflicto es Polibio, amigo personal de Publio Cornelio Escipión Emiliano, a quien acompañó durante la tercera guerra púnica. En su obra, el griego aporta descripciones, nombres, lugares, fechas y cifras. Y aun así, la intención de Polibio es escribir una visión general del conflicto, con el objetivo de contextualizar al lector en el auténtico tema de su obra: la historia de la Antigua República de Roma.
Esta guerra merece, por muchas razones, que nos detengamos en su exposición, que realizaremos de forma breve y sumaria, según el plan propuesto en la obra.Polibio I, XVIII
Posteriormente, el jurista bizantino Juan Zonaras menciona brevemente el conflicto en su recopilatorio "Epitomé historion" (Ἐπιτομὴ ἱστοριῶν).
Al no tratarse de una guerra en la que Roma participara directamente, los historiadores griegos y romanos mencionados adoptan una postura más neutral que a la hora de hablar de las guerras púnicas.
En 1862 Gustave Flaubert escribe una novela histórica sobre la guerra, titulada Salambó, con personajes históricos y ficticios, en lo que resulta un best-seller lleno de sensualidad y exotismo, pero con muchas licencias literarias.
Una guerra sangrienta y una dirección dividida
Los mercenarios apresaron a Giscón, lapidaron a unos cuantos púnicos, y bloquearon Cartago desde Túnez, la rebelión era ya un hecho consumado y el imperio cartaginés estaba patas arriba. La dirección militar estaba bajo Hannón, quien se vio sobrepasado por la situación y tan sólo Útica e Hipozarita –Bizerta– fueron leales a Cartago, pero pronto serían perdidas por propia voluntad, incluso Útica pedirá el arbitrio de Roma sin éxito. Es en estos momentos, en el 240 a.C., cuando los mercenarios de Cerdeña aprovechan también para rebelarse y Roma aprovechará, un poco más tarde, para agenciársela y de paso poner pies en Córcega, que quedaba cerca.
Ante el desastre inicial de Hannón, Amílcar tomó el mando de la situación y, con menos hombres, lo llevó mejor. Además inició unas matanzas de prisioneros que dieron nombre al conflicto que tratamos, la guerra inexpiable o sin cuartel. Como consecuencia de estos actos, nuestro querido amigo Giscón fue mutilado y asesinado. Amílcar solicitó la ayuda de Hannón al entender que los mercenarios podían ser derrotados si Cartago se muestra unida, pero ambos generales no se pusieron de acuerdo y esta actitud es la que hará que Útica e Hipozarita –ciudades extraordinariamente leales– decidieron abandonar a los púnicos.
Merece la pena pararse un momento sobre la cuestión de los mercenarios como grupo. Ya sabemos que los sublevados no son homogéneos desde el principio de la rebelión, pues arrastran consigo a campesinos libios y otros individuos descontentos no militares. Pero los propios mercenarios tampoco lo eran, cada uno tenía su procedencia y sus intereses, además, ni siquiera todas las tropas que lucharon contra Roma eran mercenarios. En un primer lugar estaban los súbditos de Cartago, que eran principalmente libios obligados a servir en los ejércitos de los púnicos y eran un componente bastante importante en las tropas de estos rebeldes, por otro lado estaban los aliados de Cartago que eran ligeramente inferiores en el pacto, como los númidas, los galos o los ligures, y por último los verdaderos mercenarios contratados a golpe de talonario. De hecho, de entre los líderes de la rebelión destacarán un galo, un libio y un campano, que representan tres partes de las que se componía el ejército púnico.
Amílcar de nuevo en solitario tomó las riendas de la situación y cortó las líneas de abastecimiento entre el ejército mercenario y la Libia, llevándolos a la desesperación por el hambre. Finalmente acorraló a una parte del ejército liderada por Autárito –una suerte de general mercenario galo–, les ofreció una rendición incondicional, pero al intentar escapar los enemigos, los masacró. Poco tiempo después, dejó a buena parte de su ejército al mando de un tal Aníbal que funcionó como su segundo, y Mato, otro general mercenario, se puso las botas con el pobre Aníbal. Las crucifixiones[1] y degollamientos iban y venían como parte de esta guerra sin cuartel, y el Senado de Cartago le pidió a Aníbal que por favor se entendiese con Hannón, y entre el 238-237 a.C., por fin se entendieron y consiguieron acabar con Mato, y con él, con la rebelión.
Apreciaciones
El objetivo último de esta explicación era conocer de forma sucinta el conflicto que, enmarcado dentro de lo que ya conocemos, estuvo cerca de costar a Cartago algo más que otra rebelión fallida. Y a pesar de todo lo expuesto, hay cuestiones difícilmente tratables y poco asegurables.
Sabemos que los mercenarios se rebelaron contra sus empleadores, pero no es el típico ejemplo del mercenario descontento poniendo al “jefe” entre la espada y la pared esperando la paga. El momento era muy concreto y Cartago parecía poder derrumbarse de la noche a la mañana, y a pesar de ello, no todos los mercenarios participaron, de hecho parte de los 20.000 se unieron al ejército de Amílcar. Fue un conflicto fundamentalmente libio al que una parte de estos mercenarios se unió por sus propias razones de las que sólo podemos plantear hipótesis, pero podemos imaginar que los mercenarios libios –que actuaban en realidad como mercenarios forzados, como ya hemos visto, y que no por ello debemos pensar no percibían soldada– tenían fuertes motivaciones para participar en la revuelta libia.
Tampoco encontramos muchos númidas, que podrían haber sido un factor determinante en la balanza hacia los libios, de hecho, parece que participaron más númidas bajo las órdenes de Cartago que del lado libio-mercenario. Tampoco es de extrañar, funcionaban más en calidad de aliados inferiores que de súbditos como los libios, por lo que los impuestos debieron ser más benévolos con los númidas, y por tanto menos propensos a mancharse las manos de sangre en esta ocasión.
Por otro lado ni siquiera los libios parecieron estar del todo unidos, no parece haber ningún tipo de confederación libia. E incluso algunos libios adinerados preferían el status quo impuesto por Cartago que una guerra incierta, por la que además, podrían ir al crucifijo.
Otro factor clave fue la ayuda de Roma, quien estaba realmente interesada en que Cartago no se desmoronara, y permitió a los púnicos contratar mercenarios en suelo romano, además de apremiar a sus propios aliados a abastecer a Cartago en buenas condiciones y a no hacerlo a los mercenarios. Aunque como sabemos todo tiene su precio, y una cosa era echar un cable y otra amamantar a tus enemigos naturales, y como ya he señalado, tomó Córcega y Cerdeña porque ser romano era eso, hacer lo que querías y cuando querías según “el senado y el pueblo de Roma así lo crea conveniente”.
Cartago, de todos modos bien podría haberse curado en salud y pagar la soldada antes a los mercenarios, desmovilizándolos o desviándolos a diferentes frentes, cualquier cosa para mantener a 10.000 infantes libios descontentos en medio de una rebelión libia en ciernes. La gente con armas descontenta siempre puede resultar un problema difícil de manejar, y a Cartago le costó mucha sangre comprender hasta qué punto esto era así.
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