Antecedentes
Pero el
Consejo de los Cien no apoyó los planes del general, y esperó a que la tropa al completo hubiera desembarcado en África, alojándolos en
Cartago primero y luego en la ciudad de Sicca Veneria (la moderna
al-Kāf),
1 deduciéndose que deseaban mantener lejos a sus soldados a sueldo en el caso de que intentasen hacerse con sus honorarios a la fuerza. Allí acampados, acudió
Hannón para informarles que las arcas de Cartago estaban agotadas tras la guerra y la indemnización que se les había impuesto junto al el tratado de paz con Roma, y les pidió que renunciaran a parte de su paga.
La rebelión
Los
mercenarios, lejos de consentir que además de que no se les pagase se les solicitase además que desistieran de una parte de lo que se les debía, rompieron en protestas hacia
Hannón y los
aristócratas de
Cartago y, después de varios días, partieron en masa hacia la capital. Acamparon al otro extremo de la península, en la ciudad de
Túnez, en número de veinte mil.
2
La magnitud de los tumultos y el peligro que se cernía sobre la ciudad hicieron que Cartago finalmente conviniera a pagar las deudas en su totalidad. Ante la imposibilidad de mandar a
Amílcar Barca, ocupado en empresas lejos de Cartago, el
Gran Consejo envió a
Giscón, que gozaba del aprecio de los
soldados y había combatido junto a ellos en
Sicilia, con el dinero y los bienes exigidos por los mercenarios.
Pero esta concesión llegó demasiado tarde. Dos mercenarios, el
libio Mathô y el
campano Spendios, alzaron su voz por encima del resto, llevados por intereses particulares. Imponiendo su voluntad, los rebeldes apresaron a Giscón, apoderándose de los tesoros que traía consigo (
240 a. C.).
3
Tras ser nombrados
generales, Mathô y Spendios enviaron misivas a las
ciudades tributarias de Cartago, incitándolas a deshacerse del yugo púnico y unirse a ellos en el conflicto. Sufriendo los gravosos tributos que cayeron sobre ellas tras la desastrosa
guerra con
Roma, accedieron fácilmente a las peticiones de los mercenarios, lo que convirtió el motín original en un levantamiento nacional. Sólo dos ciudades se mantuvieron leales:
Hippo Dyarrhytus y
Útica.
4
Consecuencias
Respaldados por un ejército de 70 000
africanos y 20 000
mercenarios, los generales rebeldes declararon formalmente la guerra a
Cartago. La situación de ésta era desesperada, ya que recién salida de otra guerra, se hallaba escasa de armamento, sin
flota de guerra, pertrechos navales, reservas de víveres ni esperanzas de socorro externo.
Lo que seguiría a aquellos acontecimientos sería una confrontación bélica de extraordinaria crueldad, que a partir de ese momento sería conocida como
guerra de los Mercenarios o guerra inexpiable.
Amílcar mandó las
fuerzas de tierra cartaginesas en
Sicilia durante 247-241 a. C., durante las últimas etapas de la
primera guerra púnica. Mantuvo su ejército intacto y encabezó una exitosa guerra de guerrillas contra los romanos en Sicilia. Después de la derrota de Cartago en 241 a. C. Amílcar se retiró a
África2 después de un tratado de paz. Cuando la
Guerra de los mercenarios estalló en 239 a. C., Amílcar fue llamado a mandar las fuerzas cartaginesas y fue fundamental en la conclusión del conflicto con éxito. Amílcar dirigió la expedición cartaginesa en
Iberia en
237 a C , y después de ocho años amplió el territorio cartaginés en Iberia antes de morir en la
batalla de Illici en
228 a C .
Origen
Nacido en
Cartago, posiblemente originario de una familia aristocrática cartaginesa
3 de
Cirene (actual
Libia) emigrada a Cartago.
4 La tradición habla de que la familia descendía directamente de
Dido (
Elisa), fundadora de la ciudad púnica según la
mitología cartaginesa. En el 247 a.C, a la edad de 33 años, asume el mando de las tropas cartaginesas en
Sicilia durante la
primera guerra púnica contra
Roma.
Fundador de la dinastía Bárcida
Amílcar (o 𐤇𐤌𐤋𐤒𐤓𐤕,
Hmlqrt, en
púnico «hermano de Melqart», dios de los fenicios que los cartagineses denominarían
Baal), es el fundador de la estirpe de los Bárcidas (de 𐤁𐤓𐤒,
Barqa o
Baraq, «rayo, fulgor»), una serie de generales y hombres de estado al servicio de Cartago. Héroe de la primera guerra púnica, de la
Guerra de los Mercenarios y padre del célebre
Aníbal -el Bárcida que alcanzaría el cénit de la dinastía durante la
segunda guerra púnica-. También es conocido como gobernante de la
Iberia cartaginesa y como posible fundador de varias ciudades españolas como
Alicante (
Akra Leuké) o
Barcelona.
5
Carrera militar
Primera guerra púnica
En la Primera guerra púnica, Amílcar, tras haber desembarcado por sorpresa en el noroeste de
Sicilia al mando de un heterogéneo y reducido contingente militar formado en su mayor parte por
mercenarios de diversas nacionalidades, confirma no obstante el control cartaginés sobre la isla, tradicional feudo romano.
6 Utiliza para ello tácticas y elementos mixtos e innovadores, al estilo de
Pirro y
Alejandro,
7 dotando a sus hombres de una versatilidad y disciplina extraordinarias (con las dificultades ya comentadas, al tratarse de fuerzas muy diversas en tipología y origen) mediante las cuales consigue hacerse fuerte en el monte
Heirktê o
Ercte (actual
Monte Pellegrino, cerca de
Palermo)
8 y desde donde hace frente a los continuos ataques romanos en constante inferioridad numérica, llegando incluso más allá de la defensa, armando un contraataque que le llevaría exitosa y prácticamente hasta la costa sur de
Italia.
9 Si bien Amílcar no llegó a recuperar ninguna de las ciudades perdidas ante Roma ni a ganar batallas relevantes, su actuación fue siempre digna y exitosa, causando numerosas bajas y provocando un elevado y continuo coste en recursos a los romanos. Tras la derrota cartaginesa en la primera guerra púnica, Amílcar acabó invicto, retirándose con sus 20.000 hombres ordenadamente sin rendir las armas (algo inaudito entre los enemigos derrotados por Roma) y con un bien ganado prestigio entre sus hombres y sus enemigos.
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Guerra de los Mercenarios
La situación en Cartago tras la derrota era de profundo malestar, y las condiciones de la rendición ante Roma suponían una humillante sumisión al vencedor, aparte de un notable déficit económico tanto por las pérdidas sufridas como por los tributos a pagar al bando victorioso. La desazón se hace especialmente ardua entre las tropas mercenarias que deseaban cobrar su paga –algunos no la cobraban desde mucho antes de acabar el conflicto-, aunque también entre los campesinos
libios, así como los comerciantes que veían ahora cortadas las rutas comerciales y con ellas sus ingresos. Esta crisis desemboca en lo que se llamó la
Rebelión de los Mercenarios los cuales, unidos a esclavos fugitivos y a campesinos empobrecidos, y dirigidos por el líder libio
Mathô, el mercenario
galo Autarito y el esclavo
campanoSpendios, alzan un ejército de cerca de 90.000 hombres, creando un alzamiento popular contra Cartago, apoderándose y levantando la mayoría de las ciudades aliadas y llegando a poner cerco a la misma capital. Con la metrópoli en jaque por las derrotas de las exiguas tropas cartaginesas al mando de
Hannón, en una situación mucho más peligrosa y cercana al saqueo y a la destrucción que durante toda la primera guerra púnica, Amílcar resulta ser elegido como caudillo para sofocar tan peligrosa revuelta, en base al respeto y el temor que su imagen causaba entre los mercenarios, aparte del prestigio militar y la demostrada capacidad en el manejo de tropas labrados contra Roma. Así pues, con la ciudad cercada, consigue sacar de noche a sus tropas (muy inferiores en número a las rebeldes) por sorpresa y, tras una larga, dura y magistral campaña de hostigamiento, tras tres sangrientos años y cuatro meses de arduas luchas acaba con la cruenta rebelión, crucificando a los rebeldes supervivientes.
11
Expansión hacia Iberia
Tras tan notable y duro triunfo, Amílcar consigue una enorme popularidad, y a pesar de los recelos de sus adversarios en el
Senado Cartaginés, consigue el puesto de comandante en jefe del ejército, convirtiéndose prácticamente en el auténtico dueño y señor de Cartago. Ante la pérdida de Sicilia,
Cerdeña y
Córcega ante Roma, Amílcar pone sus ojos en
Iberia, inhóspita tierra de extraordinaria riqueza, como base para expansión y también para compensar las pérdidas económicas y navales, comenzando así la reconstrucción de la potencia cartaginesa. Recluta y entrena un nuevo ejército, y tras pacificar
Numidia y sellar el control púnico sobre el
norte de África, decide lanzarse sobre Iberia (236 a. C.). Durante ocho años, consolida los cimientos de lo que sería la nueva potencia cartaginesa a partir de la riqueza de los nuevos territorios conquistados en Iberia, estableciendo alianzas diplomáticas con los pueblos nativos y sacando provecho de los ricos yacimientos mineros ibéricos y demás materias primas. Enriquece las tropas cartaginesas con los fieros
soldados íberos y
baleares,
12 y consigue sofocar, en compañía de su yerno
Asdrúbal el Bello, las numerosas y continuas rebeliones de los nativos no sumisos ante la expansión cartaginesa.
Muerte
En invierno de 229-228 a. C., en una escaramuza contra rebeldes
oretanos, acontece su prematura muerte en las cercanías de
Helike. La localización de Helike es conflictiva. Tradicionalmente, se ha venido especulando con
Elche de la Sierra (
Albacete)
13 14 ,
Elche (
Alicante),
15 16 e incluso
Belchite (
Zaragoza).
16 Otras interpretaciones modernas, se limitan a ubicarla en alguna ciudad oretana,
17 sin concretar más, dadas las contradicciones en las fuentes históricas, que tantas polémicas han generado a lo largo de los años.
Legado
Amílcar es, sin lugar a dudas, un relevante personaje, clave en la historia de su nación y también en la de sus enemigos, espejo en el cual se miraron sus “cachorros de león” –como a él le gustaba llamar a sus hijos-, especialmente su hijo mayor, el más célebre de los púnicos y para muchos, el más grande general de todos los tiempos:
Aníbal.
Al finalizar la guerra (
241 a. C.),
Amílcar llegó a Lilibeo desde
Erice al mando de su ejército, acatando la paz a regañadientes. Dejó a Giscón la tarea de enviar las tropas de regreso a
África, quien prudentemente las dividió en pequeños destacamentos que debían recibir su salario y ser desmantelados según llegaran.
El
Consejo de los Cien, en lugar de seguir los planes de Giscón, esperó a que el
ejército completo se hallara reunido en las llanuras africanas para pedir a los soldados que perdonaran las deudas y atrasos que Cartago les debía. La consecuencia fue un motín generalizado que condujo a Cartago a la guerra civil conocida como "
La Inexpiable".
Las tropas amotinadas, que ascendían a 20.000, ocuparon la ciudad de
Túnez, a sólo 17
km de Cartago. A ella viajó Giscón, que durante la guerra de
Sicilia se había hecho muy popular entre los soldados, con plenos poderes para satisfacer todas sus demandas.
Pero esta concesión se produjo muy tarde: los cabecillas de la rebelión,
Mathô y
Spendios, apresaron a Giscón y se apoderaron del dinero y tesoros que éste traía consigo.
2 Por entonces los mercenarios habían recibido el apoyo de todos los africanos que se oponían a Cartago, y comenzaron una guerra abierta contra la ciudad.
Las victorias de
Amílcar Barca y la fama de clemente que tenía con sus prisioneros, sembraron de dudas a los rebeldes. Hacia el año
239 a. C., temerosos de verse privados del apoyo de sus soldados, Spendios y Mathô tomaron una determinación: privar a sus hombres de cualquier esperanza de perdón por parte de Amílcar, haciéndoles cómplices de un tremendo crimen. Llamando a sus tropas a asamblea, alarmándolas con rumores de traición e inflamando sus ánimos mediante arengas, les indujeron a decretar que todos los prisioneros cartagineses fueran condenados a muerte, según la propuesta del
galo Autarito. La sentencia fue ejecutada inmediatamente, y Giscón fue asesinado junto a sus compañeros de cautiverio, en un número de setecientos.
Hannón el Grande fue un rico
aristócrata cartaginés del
siglo III a. C. Poseía grandes extensiones de tierra en el
Magreb y lideró la facción cartaginesa que se oponía a continuar la lucha contra
Roma durante la
primera guerra púnica. Prefería continuar conquistando tierras en el Norte de África en lugar de librar una
guerra naval contra Roma, que no le proporcionaría beneficios personales. Sus intereses se enfrentaban directamente a los del
general cartaginés
Amílcar Barca. Hannón desmovilizó la marina cartaginesa el año
244 a. C., dando tiempo a Roma para reconstruir su flota y derrotar finalmente a Cartago hacia el
241 a. C.
Tras la guerra rehusó pagar a los mercenarios contratados por Amílcar. Estalló una revuelta, conocida como
Guerra de los Mercenarios, y Hannón tomó el mando del ejército para sofocarla. Su intento fue infructuoso y devolvió el mando a Amílcar. Finalmente, ambos cooperaron para derrotar a los rebeldes en el
río Bagradas el año
238 a. C.
Su apodo, "El Grande", le fue atribuido aparentemente por sus conquistas en África. Siguió oponiéndose al conflicto con Roma, que implicaría necesariamente enfrentamientos navales. Durante la
segunda guerra púnica, lideró la facción prorromana en Cartago, dificultando el envío de refuerzos al hijo de Amílcar,
Aníbal, tras su victoria en la
batalla de Cannas.
Después de la derrota cartaginesa en la
batalla de Zama (
202 a. C.), se encontraba entre los embajadores enviados a negociar la paz con Roma.
Sus tropas de
caballería ligera resultaron muy útiles a los
cartagineses para hostigar a los ejércitos enemigos mediante rápidos ataques, y para desmantelar las líneas de suministros rebeldes. Desempeñaron un importante papel en la
batalla de la Sierra, donde el ejército mercenario fue completamente destruido.
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