sábado, 14 de enero de 2017

Historia - Historia antígua

historia de cartago del siglo III

La rebelión de los mercenarios de Cartago fue una sublevación acontecida en el año 242 a. C. contra el Estado púnico por parte de sus mercenarios, con el motivo de que no habían recibido sus sueldos, siendo este el motivo del comienzo de la guerra de los Mercenarios.


Caricatura de Hannón mostrando a los mercenarios las arcas vacías de Cartago. Cómic de la Historia de Roma,

Antecedentes

Después de la firma del tratado que ponía fin a la primera guerra púnica, las tropas cartaginesas de Sicilia se reunieron en la ciudad de Lilibea, gobernada por GiscónAmílcar Barca llegó a la ciudad desde Erice, al mando de su ejército de mercenarios, y cedió al gobernador la tarea de repatriar las tropas al norte de África. Giscón prudentemente las dividió en pequeños destacamentos que viajarían de forma escalonada. De este modo, los mercenarios llegarían en grupos reducidos, recibirían las pagas que les eran debidos y regresarían a sus hogares sin causar ningún tipo de disturbio.
Pero el Consejo de los Cien no apoyó los planes del general, y esperó a que la tropa al completo hubiera desembarcado en África, alojándolos en Cartago primero y luego en la ciudad de Sicca Veneria (la moderna al-Kāf),1 deduciéndose que deseaban mantener lejos a sus soldados a sueldo en el caso de que intentasen hacerse con sus honorarios a la fuerza. Allí acampados, acudió Hannón para informarles que las arcas de Cartago estaban agotadas tras la guerra y la indemnización que se les había impuesto junto al el tratado de paz con Roma, y les pidió que renunciaran a parte de su paga.

La rebelión

Los mercenarios, lejos de consentir que además de que no se les pagase se les solicitase además que desistieran de una parte de lo que se les debía, rompieron en protestas hacia Hannón y los aristócratas de Cartago y, después de varios días, partieron en masa hacia la capital. Acamparon al otro extremo de la península, en la ciudad de Túnez, en número de veinte mil.2
La magnitud de los tumultos y el peligro que se cernía sobre la ciudad hicieron que Cartago finalmente conviniera a pagar las deudas en su totalidad. Ante la imposibilidad de mandar a Amílcar Barca, ocupado en empresas lejos de Cartago, el Gran Consejo envió a Giscón, que gozaba del aprecio de los soldados y había combatido junto a ellos en Sicilia, con el dinero y los bienes exigidos por los mercenarios.
Pero esta concesión llegó demasiado tarde. Dos mercenarios, el libio Mathô y el campano Spendios, alzaron su voz por encima del resto, llevados por intereses particulares. Imponiendo su voluntad, los rebeldes apresaron a Giscón, apoderándose de los tesoros que traía consigo (240 a. C.).3
Tras ser nombrados generales, Mathô y Spendios enviaron misivas a las ciudades tributarias de Cartago, incitándolas a deshacerse del yugo púnico y unirse a ellos en el conflicto. Sufriendo los gravosos tributos que cayeron sobre ellas tras la desastrosa guerra con Roma, accedieron fácilmente a las peticiones de los mercenarios, lo que convirtió el motín original en un levantamiento nacional. Sólo dos ciudades se mantuvieron leales: Hippo Dyarrhytus y Útica.4

Consecuencias

Respaldados por un ejército de 70 000 africanos y 20 000 mercenarios, los generales rebeldes declararon formalmente la guerra a Cartago. La situación de ésta era desesperada, ya que recién salida de otra guerra, se hallaba escasa de armamento, sin flota de guerra, pertrechos navales, reservas de víveres ni esperanzas de socorro externo.
Lo que seguiría a aquellos acontecimientos sería una confrontación bélica de extraordinaria crueldad, que a partir de ese momento sería conocida como guerra de los Mercenarios o guerra inexpiable.





Aníbal (†238 a. C.) fue un capitán, segundo al mando de Amílcar Barca durante la Guerra de los Mercenarios. Es mencionado por Polibio durante el asedio a Túnez, donde es capturado y crucificado tras un ataque a su campamento efectuado por el libio Mathô.





Amílcar Barca o Barcas (c. 275 a 228 a. C.) fue un general y estadista cartaginés, líder de la familia Bárcida, y padre de AníbalAsdrúbal y Magón. Fue también suegro de Asdrúbal el Bello. El nombre de Amílcar (púnico-fenicio 𐤇𐤌𐤋𐤒𐤓𐤕 ḥmlqrt, «hermano de Melkart») era un nombre común para los hombres de Cartago. El nombre 𐤁𐤓𐤒 (Brq o Baraq) significa "rayo" en el idioma púnico y por lo tanto equivalente al epíteto o sobrenombre Cerauno, común entre muchos comandantes griegos contemporáneos.1 La palabra permanece en árabe y hebreo con el mismo significado.
Amílcar mandó las fuerzas de tierra cartaginesas en Sicilia durante 247-241 a. C., durante las últimas etapas de la primera guerra púnica. Mantuvo su ejército intacto y encabezó una exitosa guerra de guerrillas contra los romanos en Sicilia. Después de la derrota de Cartago en 241 a. C. Amílcar se retiró a África2 después de un tratado de paz. Cuando la Guerra de los mercenarios estalló en 239 a. C., Amílcar fue llamado a mandar las fuerzas cartaginesas y fue fundamental en la conclusión del conflicto con éxito. Amílcar dirigió la expedición cartaginesa en Iberia en 237 a C , y después de ocho años amplió el territorio cartaginés en Iberia antes de morir en la batalla de Illici en 228 a C .
Amílcar Barca
Dishekel hispano-cartaginés-2.jpg
Dishekel cartaginés de plata con la efigie de Amílcar Barca acuñado en Cartagena
General
Años de servicio247 a. C. - 228 a. C.
LealtadRepública Cartaginesa
Participó enPrimera guerra púnica
Guerra de los mercenarios
Conquista cartaginesa de Hispania

Nacimiento275 a. C.
Cartago
Fallecimiento228 a. C. (64 años)
HijosAníbal
Asdrúbal Barca
Magón Barca

Origen

Nacido en Cartago, posiblemente originario de una familia aristocrática cartaginesa3 de Cirene (actual Libia) emigrada a Cartago.4 La tradición habla de que la familia descendía directamente de Dido (Elisa), fundadora de la ciudad púnica según la mitología cartaginesa. En el 247 a.C, a la edad de 33 años, asume el mando de las tropas cartaginesas en Sicilia durante la primera guerra púnica contra Roma.

Fundador de la dinastía Bárcida

Amílcar (o 𐤇𐤌𐤋𐤒𐤓𐤕, Hmlqrt, en púnico «hermano de Melqart», dios de los fenicios que los cartagineses denominarían Baal), es el fundador de la estirpe de los Bárcidas (de 𐤁𐤓𐤒, Barqa o Baraq, «rayo, fulgor»), una serie de generales y hombres de estado al servicio de Cartago. Héroe de la primera guerra púnica, de la Guerra de los Mercenarios y padre del célebre Aníbal -el Bárcida que alcanzaría el cénit de la dinastía durante la segunda guerra púnica-. También es conocido como gobernante de la Iberia cartaginesa y como posible fundador de varias ciudades españolas como Alicante (Akra Leuké) o Barcelona.5

Carrera militar

Primera guerra púnica

En la Primera guerra púnica, Amílcar, tras haber desembarcado por sorpresa en el noroeste de Sicilia al mando de un heterogéneo y reducido contingente militar formado en su mayor parte por mercenarios de diversas nacionalidades, confirma no obstante el control cartaginés sobre la isla, tradicional feudo romano.6 Utiliza para ello tácticas y elementos mixtos e innovadores, al estilo de Pirro y Alejandro,7 dotando a sus hombres de una versatilidad y disciplina extraordinarias (con las dificultades ya comentadas, al tratarse de fuerzas muy diversas en tipología y origen) mediante las cuales consigue hacerse fuerte en el monte Heirktê o Ercte (actual Monte Pellegrino, cerca de Palermo)8 y desde donde hace frente a los continuos ataques romanos en constante inferioridad numérica, llegando incluso más allá de la defensa, armando un contraataque que le llevaría exitosa y prácticamente hasta la costa sur de Italia.9 Si bien Amílcar no llegó a recuperar ninguna de las ciudades perdidas ante Roma ni a ganar batallas relevantes, su actuación fue siempre digna y exitosa, causando numerosas bajas y provocando un elevado y continuo coste en recursos a los romanos. Tras la derrota cartaginesa en la primera guerra púnica, Amílcar acabó invicto, retirándose con sus 20.000 hombres ordenadamente sin rendir las armas (algo inaudito entre los enemigos derrotados por Roma) y con un bien ganado prestigio entre sus hombres y sus enemigos.10

Guerra de los Mercenarios

La situación en Cartago tras la derrota era de profundo malestar, y las condiciones de la rendición ante Roma suponían una humillante sumisión al vencedor, aparte de un notable déficit económico tanto por las pérdidas sufridas como por los tributos a pagar al bando victorioso. La desazón se hace especialmente ardua entre las tropas mercenarias que deseaban cobrar su paga –algunos no la cobraban desde mucho antes de acabar el conflicto-, aunque también entre los campesinos libios, así como los comerciantes que veían ahora cortadas las rutas comerciales y con ellas sus ingresos. Esta crisis desemboca en lo que se llamó la Rebelión de los Mercenarios los cuales, unidos a esclavos fugitivos y a campesinos empobrecidos, y dirigidos por el líder libio Mathô, el mercenario galo Autarito y el esclavo campanoSpendios, alzan un ejército de cerca de 90.000 hombres, creando un alzamiento popular contra Cartago, apoderándose y levantando la mayoría de las ciudades aliadas y llegando a poner cerco a la misma capital. Con la metrópoli en jaque por las derrotas de las exiguas tropas cartaginesas al mando de Hannón, en una situación mucho más peligrosa y cercana al saqueo y a la destrucción que durante toda la primera guerra púnica, Amílcar resulta ser elegido como caudillo para sofocar tan peligrosa revuelta, en base al respeto y el temor que su imagen causaba entre los mercenarios, aparte del prestigio militar y la demostrada capacidad en el manejo de tropas labrados contra Roma. Así pues, con la ciudad cercada, consigue sacar de noche a sus tropas (muy inferiores en número a las rebeldes) por sorpresa y, tras una larga, dura y magistral campaña de hostigamiento, tras tres sangrientos años y cuatro meses de arduas luchas acaba con la cruenta rebelión, crucificando a los rebeldes supervivientes.11

Expansión hacia Iberia

Tras tan notable y duro triunfo, Amílcar consigue una enorme popularidad, y a pesar de los recelos de sus adversarios en el Senado Cartaginés, consigue el puesto de comandante en jefe del ejército, convirtiéndose prácticamente en el auténtico dueño y señor de Cartago. Ante la pérdida de Sicilia, Cerdeña y Córcega ante Roma, Amílcar pone sus ojos en Iberia, inhóspita tierra de extraordinaria riqueza, como base para expansión y también para compensar las pérdidas económicas y navales, comenzando así la reconstrucción de la potencia cartaginesa. Recluta y entrena un nuevo ejército, y tras pacificar Numidia y sellar el control púnico sobre el norte de África, decide lanzarse sobre Iberia (236 a. C.). Durante ocho años, consolida los cimientos de lo que sería la nueva potencia cartaginesa a partir de la riqueza de los nuevos territorios conquistados en Iberia, estableciendo alianzas diplomáticas con los pueblos nativos y sacando provecho de los ricos yacimientos mineros ibéricos y demás materias primas. Enriquece las tropas cartaginesas con los fieros soldados íberos y baleares,12 y consigue sofocar, en compañía de su yerno Asdrúbal el Bello, las numerosas y continuas rebeliones de los nativos no sumisos ante la expansión cartaginesa.

Muerte

En invierno de 229-228 a. C., en una escaramuza contra rebeldes oretanos, acontece su prematura muerte en las cercanías de Helike. La localización de Helike es conflictiva. Tradicionalmente, se ha venido especulando con Elche de la Sierra (Albacete)13 14 , Elche (Alicante),15 16 e incluso Belchite (Zaragoza).16 Otras interpretaciones modernas, se limitan a ubicarla en alguna ciudad oretana,17 sin concretar más, dadas las contradicciones en las fuentes históricas, que tantas polémicas han generado a lo largo de los años.
Amilcar sería sucedido en el mando por su yerno, Asdrúbal el Bello.

Legado

Amílcar es, sin lugar a dudas, un relevante personaje, clave en la historia de su nación y también en la de sus enemigos, espejo en el cual se miraron sus “cachorros de león” –como a él le gustaba llamar a sus hijos-, especialmente su hijo mayor, el más célebre de los púnicos y para muchos, el más grande general de todos los tiempos: Aníbal.







Giscón (Griego: Γισκων) († h. 239 a. C.) es el nombre de varios generales cartagineses de la antigüedad clásica. El más notable de ellos fue el sucesor de Himilcón al mando de la guarnición de la ciudad siciliana de Lilibeo,1 a finales de la primera guerra púnica.
Al finalizar la guerra (241 a. C.), Amílcar llegó a Lilibeo desde Erice al mando de su ejército, acatando la paz a regañadientes. Dejó a Giscón la tarea de enviar las tropas de regreso a África, quien prudentemente las dividió en pequeños destacamentos que debían recibir su salario y ser desmantelados según llegaran.
El Consejo de los Cien, en lugar de seguir los planes de Giscón, esperó a que el ejército completo se hallara reunido en las llanuras africanas para pedir a los soldados que perdonaran las deudas y atrasos que Cartago les debía. La consecuencia fue un motín generalizado que condujo a Cartago a la guerra civil conocida como "La Inexpiable".
Las tropas amotinadas, que ascendían a 20.000, ocuparon la ciudad de Túnez, a sólo 17 km de Cartago. A ella viajó Giscón, que durante la guerra de Sicilia se había hecho muy popular entre los soldados, con plenos poderes para satisfacer todas sus demandas.
Pero esta concesión se produjo muy tarde: los cabecillas de la rebelión, Mathô y Spendios, apresaron a Giscón y se apoderaron del dinero y tesoros que éste traía consigo.2 Por entonces los mercenarios habían recibido el apoyo de todos los africanos que se oponían a Cartago, y comenzaron una guerra abierta contra la ciudad.
Las victorias de Amílcar Barca y la fama de clemente que tenía con sus prisioneros, sembraron de dudas a los rebeldes. Hacia el año 239 a. C., temerosos de verse privados del apoyo de sus soldados, Spendios y Mathô tomaron una determinación: privar a sus hombres de cualquier esperanza de perdón por parte de Amílcar, haciéndoles cómplices de un tremendo crimen. Llamando a sus tropas a asamblea, alarmándolas con rumores de traición e inflamando sus ánimos mediante arengas, les indujeron a decretar que todos los prisioneros cartagineses fueran condenados a muerte, según la propuesta del galo Autarito. La sentencia fue ejecutada inmediatamente, y Giscón fue asesinado junto a sus compañeros de cautiverio, en un número de setecientos.







Hannón el Grande fue un rico aristócrata cartaginés del siglo III a. C. Poseía grandes extensiones de tierra en el Magreb y lideró la facción cartaginesa que se oponía a continuar la lucha contra Roma durante la primera guerra púnica. Prefería continuar conquistando tierras en el Norte de África en lugar de librar una guerra naval contra Roma, que no le proporcionaría beneficios personales. Sus intereses se enfrentaban directamente a los del general cartaginés Amílcar Barca. Hannón desmovilizó la marina cartaginesa el año 244 a. C., dando tiempo a Roma para reconstruir su flota y derrotar finalmente a Cartago hacia el 241 a. C.
Tras la guerra rehusó pagar a los mercenarios contratados por Amílcar. Estalló una revuelta, conocida como Guerra de los Mercenarios, y Hannón tomó el mando del ejército para sofocarla. Su intento fue infructuoso y devolvió el mando a Amílcar. Finalmente, ambos cooperaron para derrotar a los rebeldes en el río Bagradas el año 238 a. C.
Su apodo, "El Grande", le fue atribuido aparentemente por sus conquistas en África. Siguió oponiéndose al conflicto con Roma, que implicaría necesariamente enfrentamientos navales. Durante la segunda guerra púnica, lideró la facción prorromana en Cartago, dificultando el envío de refuerzos al hijo de Amílcar, Aníbal, tras su victoria en la batalla de Cannas.
Después de la derrota cartaginesa en la batalla de Zama (202 a. C.), se encontraba entre los embajadores enviados a negociar la paz con Roma.








Naravas o Naravaso fue un noble númida, hábil jinete y estratega del siglo III a. C.
Combatió junto a los rebeldes al comenzar la Guerra de los Mercenarios, en el ejército de Spendios. Admirador incondicional de Amílcar Barca, viajó a su campamento junto a dos mil jinetes númidas para unirse a sus tropas (239 a. C.). Impresionado por su valentía, Amílcar le prometió la mano de su hija.
Sus tropas de caballería ligera resultaron muy útiles a los cartagineses para hostigar a los ejércitos enemigos mediante rápidos ataques, y para desmantelar las líneas de suministros rebeldes. Desempeñaron un importante papel en la batalla de la Sierra, donde el ejército mercenario fue completamente destruido.1
Al finalizar la guerra, en el 237 a. C., se casó con la hija de Amílcar BarcaSalambó, en la que posteriormente se basaría Gustave Flaubert para escribir su novela.


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