martes, 24 de enero de 2017

Historia - Imperios

Imperio español en Europa

Companías privilegiadas :

Una compañía privilegiada (del italiano compagnia) era una compañía comercial cuyas actividades gozaban de la protección del Estado mediante un privilegio. La actividad de estas compañías era diferente de las guildas de comerciantes de la Edad Media, como la Hansa, y se identifican más con las actuales grandes corporaciones capitalistas, excepto por funcionar en régimen abiertamente monopolístico.
El capital necesario para el funcionamiento de las compañías privilegiadas las hace al alcance sólo del Estado y de la asociación de muchos capitalistas individuales, con lo que se establecen para éstos condiciones de responsabilidad limitada similares a las de las modernas sociedades anónimas.
Sus antecedentes pueden rastrearse hasta la Italia del siglo XIV, cuando sus mercaderes operaban en el Levante mediterráneo, conociéndose compañías comerciales de PisaGénovaVenecia y Florencia. También pueden considerarse precedentes los consulados comerciales de las ciudades de las Coronas de Castilla y Aragón durante la baja Edad Media (denominado Consulado del Mar en la Corona de Aragón), o la citada Hansa, que reunió a las ciudades del Báltico y dominó el comercio del norte de Europa.
Pero se encuentra un avance significativo hacia sistemas comerciales privilegiados que se benefician de las dimensiones de una economía nacional sustentada en un Imperio colonial, hasta la apertura de la economía-mundo en el siglo XVI, con el establecimiento en la fachada atlántica de Europa Occidental de las monarquías autoritarias del Antiguo Régimen (PortugalEspaña y Francia), y especialmente en sus rivales económicos, sociales e ideológicos: las Provincias Unidas de los Países Bajos (actuales Países Bajos) e Inglaterra. La política comercial que se funda en ello, basada en el proteccionismo, se denominará mercantilismo, y para justificarlo surgirán las primeras elaboraciones teóricas de la economía como ciencia moderna (metalismobullonismocolbertismo...).
Portugal y España mantuvieron monopolios comerciales de los puertos de Lisboa y Sevilla (Casa de la Contratación) respectivamente, aunque los verdaderos beneficiados del sistema colonial ibérico fueran los artesanos del norte de Europa: la ciudad de Amberes y los banqueros, italianos o alemanes (Fugger), que financiaban la política exterior de los Habsburgo. La famosa poesía de Quevedo (Don Dinero) refleja esta percepción en los contemporáneos:
Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña
viene a morir en España
y es en Génova enterrado.
El saqueo de Amberes hizo desplazarse las actividades bancarias y de intercambio a las ciudades de Ámsterdam y Londres. De hecho, el cambio de siglo del XVI al XVII vio cambiar el eje de la economía de la Europa del Sur a la Europa del Norte.
Las primeras compañías comerciales que cumplen con el término de compañías privilegiadas, operando en mercados coloniales y gestionadas con procedimientos cuasicapitalistas, a la vez que son protegidas en su actividad por un Estado moderno que defiende sus intereses, con los que en la práctica se identificaban, son las neerlandesas: la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales.
A ellas se añadieron compañías inglesas (Compañía Británica de las Indias OccidentalesCompañía Británica de las Indias Orientales, los Merchants Adventurers, está basada en una guilda de creación anterior), francesas (de las Indias Orientales y OccidentalesCompañía del Missisipi) danesas, suecas, rusas (Compañía Ruso-americana), alemanas...
Las compañías españolas se crean a partir del siglo XVIII por aplicación de los criterios de la nueva dinastía Borbón, que trae la política colbertista, más acorde con los planteamientos de la monarquía absoluta, e intentarán recuperar el decayente comercio americano, desbaratado por el Tratado de Utrecht, que concedía privilegios a Inglaterra (navío de permisoasiento de negros...). La ruptura parcial del monopolio de Sevilla (ahora desde el puerto de Cádiz) beneficiará a la Compañía Guipuzcoana de Caracas, que recibe la concesión del cacao de Venezuela; luego a una lista de puertos y por último se abrirá un teórico comercio libre, que no llegará a tener tiempo de asentarse antes de la independencia americana.
También existirá una Compañía de Filipinas.






La Real Compañía de Filipinas fue una empresa privilegiada del periodo ilustrado establecida el 10 de marzo de 1785 por una Real Cédula de Carlos III, dirigida por Francisco Cabarrús, asumiendo las funciones que hasta ese momento había venido desarrollando la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.

Historia

Fundación

Francisco Cabarrús, director de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, a punto de ser disuelta, propone unir el comercio de América con el de Asia a través de las Filipinas incorporando los derechos de la antigua compañía a la nueva. Su plan es adoptado, y la Real Compañía de Filipinas es establecida el 10 de marzo de 1783, antes de ser institucionalizada el 10 de marzo de 17851 por una Real Cédula de Carlos III, siendo dirigida por Francisco Cabarrús.
La finalidad de la compañía era promover el comercio directo entre las Filipinas (entonces colonia del Imperio español) y la metrópoli. La Real Cédula también prevía cerrar el puerto de Manila a cualquier buque extranjero. Por lo tanto, sólo la compañía podía importar mercancías de México, de China o de las Indias Orientales, así como dirigir carga desde el Lejano Oriente.

Actividad

Se fundó con un capital inicial de 3.000 acciones de 250 pesos cada una, participando en la operación las incipientes empresas financieras españolas. Más tarde, incrementó su capitalización con la emisión de bonos. La compañía se enriqueció rápidamente - su capital era, a fines de 1785, de 10 millones de pesos - y buscó modernizar las capacidades de exportación del archipiélago; tomó el control de las otras compañías y conservó la estrategia comercial ya existente que privilegiaba el cultivo de exportación: añil, café, azúcar, especias, algodón.
La Real Compañía de Filipinas obtuvo el monopolio de la industria del comercio, sirviendo para mantener una actividad estable entre Asia y España a través de la ruta del cabo de Buena Esperanza y reforzando el papel de las Filipinas en el entorno asiático.
Los reyes de España concluyeron, con el fin de proporcionar esclavos a las Indias Orientales Españolas, contratos de asiento con diferentes empresas, principalmente portuguesas y españolas. En 1713, Inglaterra, victoriosa en la Guerra de Sucesión Española, obtuvo el monopolio de este comercio, pero el último asiento es contratado con la Real Compañía de Filipinas en 1787. Los negros eran medidos y, después, "marcados al hierro", hasta la prohibición de esta práctica en 1784.

Monopolio y declive

Retrato del director de la Compañía de Filipinas José Luis Munárriz, realizado por Francisco de Goya en 1815.
Cuando la compañía crece y comienza a participar en otros monopolios españoles, redujo los derechos de monopolio de las demás empresas del imperio, lo que dio lugar a problemas sobre competencias con los que operaban con productos similares con América. Los conflictos más graves tuvieron lugar con los comerciantes de Manila y con los mismos filipinos, que utilizaban la ruta hacia Acapulco para sus propias actividades, o con el Reino Unido, que mantenía el comercio asiático como primera potencia.2 3
El escritor José Luis Munárriz entró al servicio de la Compañía en 1796, en la que se convirtió en secretario y, después, director el 30 de marzo de 1815.
Estos problemas derivaron en una progresiva decadencia del proyecto a partir de 1794, quedando prácticamente inoperativa a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Durante la regencia de María Cristina en nombre de Isabel II, de 1833 a 1840, la compañía fue disuelta.

La junta de las Filipinas

Una reunión anual tenía lugar en marzo de cada año entre los 51 miembros de la compañía; José Luis Munárriz, director de la institución, ordena con ocasión de la reunión de 1815 una pintura a Francisco de GoyaLa junta de las Filipinas. La obra es muy sombría y refleja el oscurantismo de las ideas de Fernando VII, retornado del exilio, contrariamente a la Ilustración que sostenía el pintor.
El cuadro es el más grande pintado por Goya. El rey, representado con gran pompa, está en el centro, sentado en una imponente mesa y flanqueado por sus más poderosos asesores. A su izquierda, Miguel de Lardizábal, Ministro de las Indias, que fue encarcelado en septiembre y obligado a exiliarse por la corona. En los primeros planos, la asamblea se divide en dos, en bancos paralelos separados por una alfombra. Una luz intensa en el suelo se extiende ante el monarca, procedente de una fuente externa que el espectador no ve. Aunque era una obra de encargo, destinada a ser colgada en el salón ceremonial que se estableciera, esta viva luz pone en evidencia de manera poco favorecedora la centralidad de un rey impotente. Para el historiador del arte Albert Boime, el pintor muestra que el monarca dirige, no por el respeto, sino por el poder absoluto y el miedo. La tela describe el clima de una economía española arruinada por la Guerra de la Independencia y cuyo imperio se hunde. La Real Compañía de Filipinas está irremediablemente endeudada y es ineficiente. El rey persigue a los liberales y los empuja hacia el exilio - lo que hará Goya en 1824, cuando se traslade a Francia.
La Junta de Filipinas, óleo sobre tela de gran formato realizado por Francisco de Goya en 1815 (Museo GoyaCastresFrancia).
Francisco Cabarrús, primer director de la Compañía, pintado por Francisco de Goya en 1788.

No hay comentarios:

Publicar un comentario