El Convento de Capuchinos de Sanlúcar de Barrameda fue un convento católico de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos situado en el municipio español de Sanlúcar de Barrameda, en la andaluza provincia de Cádiz. El lugar donde estaba forma parte del Conjunto histórico-artístico y de la Ciudad-convento de Sanlúcar de Barrameda.
El convento de Caños Santos se sitúa en el término municipal de Olvera, Provincia de Cádiz, (España) en un entorno de gran valor paisajístico y es propiedad del ayuntamiento de Alcalá del Valle. Remonta sus orígenes al siglo XVI cuando el Conde de Ureña y Morón facilita tierras para la construcción de una ermita a Nuestra Señora de Caños Santos. Al aumentar la devoción de la feligresía se decidió labrar el Convento y Casa en 1542, aunque en su arquitectura se mezclan con la fábrica original importantes intervenciones de los siglos XVII y XVIII.
En su entorno se encuentran, asimismo, la cueva donde, según la creencia popular, se apareció la Virgen y los caños que dieron nombre al convento. En 1835, la imagen de Nuestra Señora de Caños Santos fue trasladada de forma definitiva a Cañete la Real (Málaga), de donde es Patrona, y goza de una gran devoción.
Descripción
La edificación corresponde tipológicamente a una construcción conventual, donde iglesia y claustro son las piezas fundamentales en torno a las que se organizan las restantes dependencias. Dos son los conjuntos que componen el inmueble; el primero está compuesto por las antiguas hospedería y panadería, así como por el puente de Caños Santos; el segundo, por su parte, se encuentra fronterizo a aquél, y es el de mayor significado desde el punto de vista arquitectónico, ya que lo componen la iglesia, así como algunas dependencias anejas.
El templo, de planta rectangular, consta de una sola nave, con cubierta abovedada, hoy perdida. A los pies de la nave se sitúa el coro y, en la cabecera de la misma, un camarín cubierto de bóveda semiesférica sobre pechinas. También debemos indicar que, adosada al muro del Evangelio, aparece una capilla de planta poligonal. La fachada, que es el elemento mejor conservado, se divide en dos cuerpos, cada uno de los cuales se organiza en tres calles separadas por medios de pilastras. En el primer cuerpo, la calle central está ocupada por el vano de entrada, de medio punto, mientras que las laterales lo están por hornacinas aveneradas. Un esquema muy semejante es el del segundo cuerpo, aunque aquí es un óculo, rematado por un escudo heráldico, el que se sitúa en la parte central.
Especial atención merece la torre de la iglesia, que se levanta a un lado de la fachada. La planta de la misma es cuadrada en sus tres primeros cuerpos, mientras que el superior, que hace las veces de campanario, es octogonal. La decoración es muy sencilla en los tres primeros cuerpos, y se limita a los elementos de separación de cada uno de ellos. Más interesante es la del campanario donde, además de las pilastras angulares, se alternan vanos de medio punto y hornacinas que repiten los esquemas de la fachada.
- Este artículo es una obra derivada de la disposición relativa al proceso de declaración o incoación de un Bien de Interés Cultural publicada en el BOE N.º 287 el 30 de noviembre de 2001, que está libre de restricciones conocidas en virtud del derecho de autor de conformidad con lo dispuesto en el artículo 13 de la Ley de Propiedad Intelectual española.
El convento de clausura de las Madres Agustinas Recoletas, llamado también convento de Jesús Nazareno, fue fundado en la ciudad de Chiclana de la Frontera (Provincia de Cádiz, España) por la Madre Antonia de Jesús en el año 1666, quien contó para ello con la inestimable colaboración económica de la alta burguesía comercial gaditana, representada especialmente en las figuras de Carlos Presenti y Diego de Iparraguirre. Su construcción se comienza inmediatamente después, en el año 1667, acabándose las obras sobre el año 1674, en plena época barroca, de la que ésta iglesia constituye la muestra más importante en la ciudad.
Descripción
Situada en esquina con su fachada lateral a una plaza, se trata de una iglesia clásica conventual, del tipo de las llamadas "de cajón", formada por una sola nave rectangular con capillas laterales entre contrafuertes y testero plano, donde se inscribe una cruz latina. La nave y brazos de la cruz se cubren con bóveda de cañón entre arcos fajones —con relieves geométricos y de lacería sobre el presbiterio— y cúpula sobre pechinas sobre el falso crucero.
Dispone de un coro alto entre la doble bóveda de los dos primeros tramos de los pies de la iglesia para uso exclusivo de las monjas, abierto hacia el altar con amplia celosía; y de coro bajo junto al altar, situado en el lado del evangelio y cerrado con amplia reja.
Las capillas laterales, de menor altura, se cubren con bóveda de arista, a excepción de la del ángulo exterior de la iglesia, donde se levanta la torre-campanario, que en planta baja aloja una curiosa capilla abierta a la plaza con amplio ventanal acabado en medio punto.
En el interior, de recias pilastras y cornisas de piedra tallada entre lienzos blancos de pared, destacan el Retablo Mayor y otros menores laterales, todos de elegante estilo barroco, realizados entre los siglos XVII y XVIII en madera con revestimiento dorado, con hornacinas que contienen interesantes figuras y pinturas, algunas de gran valor artístico, como la valiosa talla procesional de Jesús Nazareno, titular del templo.
Del exterior, lo verdaderamente relevante es la magnífica portada lateral barroca abierta a la plaza, realizada con mármoles blancos traídos desde Génova. En ella sobresalen las cuatro grandes columnas salomónicas de capiteles corintios sobre altos pedestales labrados que enmarcan el hueco central adintelado de la entrada sobre el que figura una imagen de su titular, Jesús Nazareno, también en mármol blanco entre frontón partido, entre guirnaldas, jarrones y angelotes. Ésta se encuentra en una disposición bastante similar a la del Divino Indiano,1imagen realizada con pasta de yute y traída al convento por Julián Cortés desde Méjico para que lo presidiera como titular.
De acertadas proporciones y materiales más sencillos, propio de un barroco eminentemente popular es la torre en esquina, formada por cuatro cuerpos de altura de pared blanca divididas por finas cornisas. Sobre los dos cuerpos centrales, prácticamente ciegos, se eleva el cuerpo superior con sus cuatro lados abiertos con huecos de medio punto donde se alojan las campanas enmarcadas entre pilastras toscanas. El conjunto se remata con cúpula revestida de vistosa cerámica policromada.
Del interior del convento destaca el austero claustro situado junto a la entrada, de dos plantas y columnas toscanas, que soportan arcos de medio punto que conforman la galería perimetral; el jardín sombreado de naranjos y limoneros donde existe un pequeño cementerio y al que se abre una luminosa galería acristalada y las celdas del convento de la planta superior, y algunas obras de indudable valor, entre las que sobresale la singular talla de nazareno de pequeño tamaño procedente de América con el nombre de el Divino Indiano.
El convento de las Carmelitas Descalzas está situado en la calle Costa Rica, en el Barrio de San Carlos, de la ciudad de Cádiz (España). Fue ésta una de las últimas zonas de expansión urbana de la ciudad en su búsqueda de espacios para el crecimiento.
Construido por el Conde de O'Reilly, gobernador de Cádiz, en 1784 se tienen noticias de que las casas particulares que forman las manzanas de toda esta zona están siendo elevadas. Por esta razón, el edificio que nos ocupa representa muy bien el tipo de construcción plurifamiliar de mediados del siglo XVIII y se encuadra en esa necesidad de aprovechar al máximo el espacio urbano, tan escaso en la ciudad. Por ello y debido al uso finalmente aplicado es un edificio peculiar.
Descripción
En su aspecto exterior nada indica que se está ante la entrada de un convento de clausura. Sin embargo, ya desde el zaguán se observan dependencias comunes y clásicas en la configuración tipológica de estos edificios. Así en él se localiza el típico torno y a su lado la puerta de acceso al locutorio donde las hermanas reciben y hablan a los visitantes a través de la reja.
Normalmente, los conventos suelen extenderse sobre amplias parcelas en las que la tipología conventual se desarrolla con libertad. En cambio éste, contrariamente a lo habitual se desarrolla en altura como se observa en su reducido patio. De su lado izquierdo arranca la escalera que da acceso a las plantas superiores. Está formada por dos tramos que convergen en un pequeño descansillo del que parten los diferentes tramos que conducen a las restantes plantas y a la azotea.
En el lado derecho del patio a través de unos pequeños escalones se baja a lo que en un principio fue iglesia del convento, y hoy ha sido convertido en obrador donde modernas maquinarias facilitan la confección de las obleas. En él aún permanece un pequeño altar en cuyo interior figura una tarja oval con un relieve de mármol de la Inmaculada Concepción rodeada de angelotes. Desde esta habitación y a través de otras dependencias en las que guardan alguna maquinaria se llega al coro bajo, no sin antes pasar por el jardín. Es éste un espacio, que siendo originariamente patio de luz, ha sido modificado con plantas y arbustos diversos hasta conseguir la formación de este importante elemento de la tipología conventual.
Como en todos los conventos, el coro posee una puerta de acceso a la iglesia. El ritmo de vida de la comunidad es muy semejante a la de la mayoría de las órdenes religiosas de clausura. Su principal norma es la soledad y el silencio, incluso durante los trabajos en grupo. Las horas de recreo también las utilizan para hacer algo útil y durante esos momentos se dedican a coser y arreglar ropas propias o del convento.
Sin embargo, el mantenimiento de la vida de clausura y del propio edificio hizo necesario plantearse la necesidad de obtener recursos económicos. Así a lo largo de su corta historia han tenido diversas ocupaciones relacionadas con la elaboración de productos para su posterior venta, como por ejemplo la elaboración de abanicos, estampitas y escapularios. Posteriormente, una de las hermanas propuso a la comunidad elaborar productos de repostería. Las materias primas necesarias para comenzar, como el azúcar, huevos, harina etc., fueron suministradas por Joaquín Ballester. Este benefactor, que también fue fundador de una leprosería, será quien también les proporcione los útiles para elaborar dulces de la fama del turrón de Cádiz y el tocino de cielo. Sin embargo estas delicias, hoy día, sólo las realizan las hermanas de vez en cuando y por encargo especial. Su labor está dedicada de lleno a la producción de obleas eucarísticas, que distribuyen a prácticamente toda la Diócesis de Cádiz. Eso sí, los recortes sobrantes que venden en bolsitas en el torno son muy apreciadas, especialmente por los niños que habitualmente se acercan el convento para comprarlas.
El locutorio
El locutorio es pequeño y sencillo en su decoración, destacando un lienzo pintado en 1923 por Federico Godoy que representa a Santa Teresa del Niño Jesús. Este cuadro tiene una pequeña historia de imposibilidades y premuras digna de ser mencionada. Las monjas del Corpus Christi quisieron unirse con un solemne triduo a los actos de beatificación de Sor Teresa del Niño Jesús en Roma. Para ello, sus hermanas del convento de Lisieux les enviaron una imagen de Sor Teresa del Niño Jesús a la que se le impidió pasar la frontera francesa y entrar en territorio español. Las religiosas al ver que no iban a poder tenerla para los actos encargaron con urgencia al citado Godoy que les pintase un cuadro de la Santa para así disponer de una imagen que acompañara la celebración del triduo. Posteriormente llegaría la imagen, que se encuentra hoy día en el convento, siendo muy venerada por las hermanas.
El patio
Traspasada la puerta reglar se entra en el claustro. En este caso es un patio de reducidas dimensiones que, delatando su origen doméstico relacionado con bloques de viviendas, se convierte en lugar de transición y paso hacia otras dependencias, aunque las religiosas han conseguido darle cierto carácter claustral. Sus galerías superiores, a las que dan algunas dependencias y las celdas de las hermanas, constan de antepecho sustentado por pies de madera quedando cerradas por una clásica montera, por donde penetra la luz que va a iluminar las dependencias de las distintas plantas del edificio. Esta luz junto con las diferentes flores y macetas que adornan este pequeño espacio claustral logran una atmósfera especial.
La azotea
Al final de esta escalera se encuentra la puerta de la azotea, desde donde se tienen unas vistas maravillosas del mar y de las murallas que rodean la parte de San Carlos y San Felipe. Este lugar de ocio, que sustituye al mirador, es donde las hermanas disfrutan de sus horas de recreo durante las noches de verano. Como en muchas casas es también éste un sitio perfecto para el cuidado de las plantas y flores que las hermanas cultivan y usan para decorar el altar de la iglesia.
El coro bajo
Por su parte, el coro, de planta rectangular, desemboca en la reja que da a la iglesia. En él como en el resto de las dependencias del Convento se observa la especial adecuación a las estructuras de una vivienda típica gaditana.
En él se ubica, dejando en el centro el paso hacia la iglesia, una sencilla sillería de madera. La luz la recibe a través de los ventanales dispuestos en su lado izquierdo. En sus paredes figuran un crucificado y un lienzo representando a Santa Teresa de Jesús, junto a otras imágenes devocionales.
La iglesia
Esta queda formada por tres naves separadas por pilares, destacando en su interior el retablo mayor que está estructurado en dos cuerpos y una sola calle. En el primer cuerpo se sitúa un sagrario donado por la madre de la Venerable niña María del Carmen González Valerio y que fue realizado con la plata procedente de dos piezas del ajuar personal de María del Carmen González. El segundo cuerpo corresponde a algún retablo reutilizado procedente, con probabilidad, de algunos de los conventos suprimidos de la ciudad. En él figura una hornacina central donde se sitúa la imagen de la Virgen del Carmen, muy querida por las hermanas del convento y que queda flanqueada por columnas corintias con el fuste profusamente decorado. El presbiterio cuenta además con dos hornacinas con las figuras de San José a la izquierda y Santa Teresa de Jesús a la derecha.
En la nave del evangelio de la iglesia nos encontramos con la imagen de San Pío X, que fue colocada en ese lugar en agradecimiento de las hermanas por la milagrosa ayuda prestada. Y es que cuando estaban realizando reparaciones y obras de absoluta necesidad en el convento, se quedaron sin recursos económicos pasando graves aprietos para poder hacer frente a las facturas. La situación llegó al punto de tener que paralizar las obras. Las hermanas entonces se encomendaron a este santo y, en ese momento, una llamada en el torno les proporcionó el dinero suficiente para poder finalizar las reparaciones que se estaban ejecutando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario