jueves, 23 de febrero de 2017

Cuadros por estilo

cuadros del Barroco

El martirio de San Andrés es una obra de Bartolomé Esteban Murillo pintada entre 1675 y 1682, expuesta en el Museo del Prado.
El tono de la toda la composición recuerda a las obras de Peter Paul Rubens, especialmente a un Martirio de san Andrés realizado por el flamenco. Otra influencia para este cuadro es, sin lugar a dudas, El martirio de San Felipe, del tenebrista José de Ribera.

Análisis del cuadro

La imagen de esta página representa el martirio de San Andrés que según cuenta un relato del siglo III, murió en Patras (Peloponeso, actualmente Grecia) atado a una cruz en forma de equis, tal y como se ve en la pintura.
Es ésta una obra de encargo. Murillo no pintaba casi nunca este tipo de asuntos religiosos. Aquí se puede ver un estilo más colorista que en su primera etapa, influenciado en este caso por Rubens y Ribera.
En el centro y dominando el cuadro se ve a San Andrés en su cruz de aspa. A su alrededor se aprecia una gran iluminación y justo en el centro esa misma iluminación es amarillenta y parece que viene del cielo. Se adivinan en ella unos pequeños querubines. A la izquierda se ven unas mujeres en una escena muy realista. A la derecha hay unos caballos con sus jinetes y casi en primer plano se ve la grupa de uno de ellos. También nos presenta el pintor la presencia de un hombre con su perro. Este animal no falta nunca o casi nunca en las composiciones de Murillo. En este caso, el perro se gira hacia su amo, sin importarle nada la escena que están presenciando. El fondo del cuadro está muy desvanecido y a penas se intuyen unas arquitecturas al estilo del pintor Veronés. En todo el cuadro hay una atmósfera especial, técnica que el pintor adoptó en sus últimos años.






El martirio de San Mateo es un cuadro de Caravaggio, el primero de su etapa romana y de una serie dedicada a San Mateo Evangelista, la cual se conserva por completo en la Capilla ContarelliSan Luis de los FrancesesRoma. Caravaggio logra un cuadro de historia con una composición mucho más compleja que sus primeras obras, donde el santo cae sangrante a los pies de su verdugo. Los matices de crueldad dados por el pintor a los personajes de esta pintura evocan, por momentos, a El sacrificio de Isaac o Judith y Holofernes.






El martirio de Santa Úrsula, última pintura de Caravaggio. Nuevamente, el estilo de Caravaggio evolucionaba. En el cuadro la santa atraviesa uno de los momentos de mayor intensidad, acción y drama en su martirio, cuando la flecha disparada por el rey de los hunos, la hiere en sus senos. Todo esto diferencia especialmente el cuadro de otros, caracterizados por la inmovilidad de sus modelos. La vividez del cuadro abrió una nueva etapa en la carrera del pintor, que ya no pudo desarrollarse debido a su inesperada muerte.
CaravaggioUrsula.jpg






El milagro del Cristo del Rescate es la primera obra pública conservada de Jerónimo Jacinto de Espinosa, firmada y fechada con precisión, haciendo constar su edad, veintidós años. Fue pintado para el convento de los agustinos de Santa Tecla de Valencia, pasando luego al que tenían extramuros de la ciudad. En la actualidad el cuadro está en poder de los patronos del convento, destruido en la guerra civil.
El asunto representado, el milagroso rescate de un crucifijo que había caído en poder de piratas argelinos, carecía de antecedentes iconográficos obligó al joven pintor a inventar composición y tipos. Según la narración de fray Juan Ximénez que dos años después de pintarse el cuadro publicó una Relación del milagrosos rescate del Crucifixo de la monjas de San Joseph de Valencia que está en Santa Tecla, unos comerciantes valencianos hallándose en Argel se ofrecieron a pagar su peso en plata y, puesto en la balanza, se equilibró con sólo treinta reales. Llevado a Valencia en 1560 recibió de inmediato amplio culto, siendo tenido por muy milagroso.
Lo representado es el instante mismo en que los dos platillos de la balanza se equilibran. Espinosa coloca la imagen de Cristo en escorzo, bien resuelta su anatomía e intensamente iluminada por el foco de luz procedente de la izquierda, con la que se subraya su carácter escultórico. En composición apiñada, llevando las figuras al primer plano con cierto horror al vacío, los protagonistas de la historia rodean la imagen de Cristo con rostros expresivos: los mercaderes valencianos, uno de ellos arrodillado a la derecha, con las manos llenas con las monedas que estaba dispuesto a seguir colocando en el platillo, miran al Cristo con respeto y fervor. Entre ellos, el pirata mira al fiel de la balanza con desconfianza y trata de desequilibrarla con las manos, en tanto el cadí gesticula mostrando asombro. Sin apenas espacio asoman las cabezas de algunos curiosos comentando el prodigio y un niño se encarama a una escalera para observarlo mejor. En las lejanías, en escena nocturna iluminada con luces plateadas, el mismo crucifijo es rescatado del mar, con un salto notable en las escalas.
En esta primera obra Espinosa muestra ya el conocimiento de la pintura de Francisco Ribalta tanto en la composición apretada como en el tratamiento de la luz dirigida, en la que demuestra ya un pleno dominio de la técnica tenebrista, que será la que siga empleando a lo largo de su carrera. La habilidad y seguridad con que es capaz de enfrentarse a un asunto nuevo, el magisterio que muestra en los detalles de naturaleza muerta y el realismo con el que están tratados los rostros, anticipan mucho de lo que será la obra futura de Espinosa.

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