El buey desollado (en francés, Le Boeuf écorché), también conocido como El buey en canal, es una de las pinturas más conocidas del pintor holandés Rembrandt. Está realizado en óleo sobre madera, y fue pintado en 1655. Mide 94 cm de alto y 69 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo del Louvre de París, adquirido del coleccionista y crítico de arte Louis Viardot (París, 1857).
La obra está firmada y datada «REMBRANDT F: 1655». Rembrandt lo pintó en su etapa de madurez, poco antes de su bancarrota de 1655.
Es un cuadro excepcional dentro de la producción de Rembrandt, tanto por el tema como por la calidad. Se trata de un bodegón, algo inusual dentro de la producción del artista. Sobre el mismo tema hay otro cuadro del mismo autor, fechado hacia 1643 y que se conserva en la Glasgow Art Gallery and Museum, lo que ha dado lugar a que se sugiera la posibilidad de que Rembrandt hiciera este cuadro como un estudio sobre las variaciones de luz y color sobre el mismo objeto.
Ciertamente, en la pintura holandesa de género la presencia de animales muertos y desollados era frecuente en escenas de cocina, que se difundieron a partir del Cinquecento. Podría ser una especie de memento mori o lección de vanidad, es decir, una representación del inevitable final de todas las cosas terrenales. La presencia de una figura femenina que atisba este interior al fondo del cuadro permite sospechar que se trataría de una pintura de género, más que de un bodegón.
Se representa una escena de interior, posiblemente un sótano. En el fondo se entrevé una figura humana, una mujer con cofia, la mujer del carnicero, reducida al rango de secundaria, que se asoma por una puerta. Pero en primer plano, dominándolo todo, el cadáver de un buey, colgado de una barra de madera próxima al techo; este travesaño sirve para dar perspectiva y profundidad al cuadro.
En lo que se refiere a la calidad, es una obra de impresionante factura técnica, en «uno de los estudios más crudos de la realidad que jamás se haya efectuado por medios pictóricos» (L. Monreal).
La pintura está ejecutada con pinceladas gruesas y violentas, muy sueltas, que anticipa un poco el expresionismo del siglo XX. Se consigue así que en determinados puntos se acumulen grumos de pintura al óleo, lo que proporciona relieve a la superficie pictórica. La mujer, por ejemplo, aparece borrosa, como una mancha realizada con pinceladas gruesas y densas.
Este lienzo fue objeto de imitación por otros pintores posteriores, como Eugène Delacroix, Honoré Daumier, Francis Bacon y Chaïm Soutine.
El Calvario, también conocida como La Expiración de Cristo es un lienzo del pintor español José de Ribera (1591-1652). Fue una de sus primeras obras dentro de su producción pictórica. Pertenece a la escuela española del siglo XVII.1 Según Gabriele Finaldi, director de la National Gallery, la obra constituye la pintura mayor y más ambiciosa del pintor en la década de 1610.2
Historia
José de Ribera pintó el El Calvario alrededor de 1618, en Nápoles, adonde había llegado en 1616, desde Roma. Fue un encargo del entonces virrey de Napolés (1616-1620), Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna.
Antes de 1627, se sabe que Catalina Enríquez de Ribera, viuda del duque de Osuna, llevó a la Colegiata de Osuna desde Italia cinco cuadro de Ribera, para que se colocaran en su altar mayor, que no contaba con retablo en aquella fecha. En 1721, con motivo del comienzo de las obras de renovación de la cabecera de la iglesia el lienzo fue trasladado dentro de la Colegiata. Cuando un año después se finalizó el nuevo retablo mayor, el lienzo fue traslado a la Capilla de Santa Ana, tras comprobarse que el cuadro no cabía en el retablo realizado. Tras pasar también por la capilla de Ánimas, fue finalmente instalado definitivamente en la capilla de la Virgen de la Antigua, donde permanece actualmente.1
Según las afirmaciones del viajero romántico inglés Richard Ford, durante la Guerra de la Independencia, el cuadro fue muy maltratado siriviendo de blanco a los fusileros franceses.1
En 1851, los duques de Osuna perdieron el patronato de la Colegiata y el conjunto de bienes muebles e inmuebles de la misma pasó al Arzobispado de Sevilla, que encomendó la tutela al Patronato de Arte de Osuna.
Descripción
Esta obra constituye una de las primeras obras de importancia de Ribera, que ofrece una composición y recursos pictóricos claramente barrocos que acusan fórmulas tenebristas y naturalistas de gran calidad.1
Representa el momento previo a la muerte de Cristo, que se manifiesta en el cuerpo contorsionado, el rostro tomando el último aliento y mirando al cielo. Los otros personajes que aparecen en la composición de derecha a izquierda son María Magdalena, arrodillada y abrazada a la cruz, San Juan evangelista, María la madre de Cristo, que dirige su mirada al infinito y otra mujer de la que solo se percibe una parte de su rostro que podría ser María de Cleofás. En un segundo plano, apenas apreciable, como oculta en la tiniebla, se encuentra una silueta que se puede identificar con otra mujer.3
Como modelos de influencia para pintar este cuadro destacan Guido Reni, cuya Crucifixión (1616) influyó en Ribera, mientras que la figura de Cristo supone una reelaboración en clave naturalista de la que realizó Miguel Ángel hacia 1541 para Vittoria Colonna.
El cuadro de El cardenal infante don Fernando de Austria cazador fue pintado por Velázquez hacia 1632-33 y se conserva en el Museo del Prado de Madrid (España) desde la creación de la pinacoteca en 1819.
Historia del cuadro
El rey Felipe IV encargó a Velázquez una serie de cuadros con el tema de la caza, destinados todos ellos a adornar el pabellón que para esta actividad habían construido en el monte del Pardo, cerca de Madrid, llamado "Torre de la Parada". Este pabellón se convirtió más tarde en un valioso museo de pinturas donde fue a parar la larga serie de las Metamorfosis de Ovidio, pintada por Rubens. Este pabellón estaba reservado en exclusiva para la Corte, nadie más tenía acceso. Allí se recopiló el conjunto más importante sobre temas de mitología y gran variedad de desnudos.
Velázquez pintó para este lugar otros dos cuadros con el tema de la caza: Felipe IV cazador y El príncipe Baltasar Carlos cazador. Este último cuadro, a juzgar por la edad del príncipe, entonces un niño de pocos años, hubo de pintarse hacia 1635-36, mientras que los de Felipe IV y don Fernando han de ser anteriores. El cardenal infante emprendió viaje a Amberes (vía Génova) en 1633, para suceder a su tía Isabel Clara Eugenia en el gobierno de los Países Bajos, lo cual marca una fecha tope para su retrato; si bien Velázquez pudo modificar el atuendo y el fondo de paisaje posteriormente.
Los tres retratos citados tienen algo en común: formato estrecho, figura presentada de tres cuartos, escopeta de caza en la mano y traje de caza en los protagonistas. Se sabe que el pintor trabajó sobre muchas más obras con este asunto pero ninguna de ellas se halla en España.
Descripción del cuadro
El hermano del rey Felipe IV aparece mirando directamente al espectador y vestido con un traje de color negro y plata sobre el que destacan los guantes de gamuza. Sostiene la escopeta con ambas manos y a sus pies destaca el perro, un podenco de color canela.
El cementerio judío es una obra del pintor paisajistaholandés Jacob Ruysdael. Está realizada al óleo sobre lienzo. Fue pintada en la década de los años 1660. Mide 142,2 cm de alto y 189,2 cm de ancho. Se conserva en el Detroit Institute of Arts de Chicago (Míchigan) en los Estados Unidos.
Se trata de un paisaje típico de Jacob Ruysdael, con elementos dramáticos como el cielo encapotado en el que se ve un arco iris. El tema es el cementerio que los judíos de origen portugués tenían en las afueras de Ámsterdam en la cercana Ouderkerk aan de Amstel, llamado Beth Haim.
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