Historia
Los
franciscanos abogaban por un método
místico llamado "recogimiento" –la unión del alma con Dios- y los que lo practicaban "recogidos". Su versión más radical, que fue condenada por los propios franciscanos, resaltaba la unión pasiva del alma con Dios, método que era conocido con el nombre de "dejamiento" y a sus seguidores como "dejados" o "alumbrados". Algunos nobles protegieron a estos grupos que buscaban una religión interior más auténtica. Destacaron el que estuvo bajo el mecenazgo del
duque del Infantado en su palacio de
Guadalajara y el de
Escalona, protegido por el
marqués de Villena.
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Según Joseph Pérez, los alumbrados o
iluministas, "preconizan un abandono sin control a la inspiración divina y una interpretación libre de los textos evangélicos. Los
alumbrados afirman que actúan movidos únicamente por el amor de Dios y que de él procede su inspiración; carecen de voluntad propia: es Dios el que dicta su conducta; de ello se sigue que no pueden pecar. Los
alumbrados rechazan la autoridad de la Iglesia, su jerarquía y sus dogmas, así como las formas de piedad tradicional que consideran ataduras: prácticas religiosas (devociones, obras de misericordia y de caridad), sacramentos…".
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Los alumbrados se reunían en conventículos en pequeñas localidades del centro de Castilla, como
Pastrana o
Escalona, leían e interpretaban personalmente la Biblia y preferían la oración mental a la vocal, como hicieron posteriormente los
quietistas. Los alumbrados creían en el contacto directo con Dios a través del Espíritu Santo mediante visiones y experiencias místicas. Por eso algunos místicos como
Teresa de Ávila fueron inicialmente sospechosos de pertenecer a los alumbrados.
Pedro Ruiz de Alcaraz,
Isabel de la Cruz y Bedoya formaron el núcleo de Escalona de 1511, que algunos han considerado como un precedente del pensamiento de
Juan de Valdés al proclamar
el “amor de Dios” no como idea mística, sino como certeza absoluta de que Dios guía a la mente humana para poder leer la Escrituras con entera libertad.
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La Inquisición sospechó que había elementos heréticos en la doctrina de los alumbrados e inició una investigación que llevó a la detención de sus principales cabecillas –la
beata Isabel de la Cruz y
Pedro Ruiz de Alcaraz del grupo de Guadalajara fueron encarcelados en abril de 1524 y sentenciados en un auto de fe de julio de 1529- y a la promulgación por el inquisidor general, el erasmista
Alonso Manrique, de un "edicto sobre alumbrados" en septiembre de 1525, que incluía una lista de 48 proposiciones consideradas heréticas. En 1529 fue detenida la
beata Francisca Fernández, líder del grupo de alumbrados de Valladolid, y poco después uno de sus principales seguidores, el predicador franciscano
Francisco de Ortiz. La beata incriminó a partidarios suyos acusándolos de "luteranos". Este fue el caso de
Bernardino Tovar, hermano del erasmista
Juan de Vergara, y de
María de Cazalla, que fue torturada bajo la acusación de
luteranismo y de
iluminismo.
5 Otro de los denunciados por la beata Francisca Hernández por "luteranismo" fue el impresor de la Universidad de Alcalá,
Miguel de Eguía, pero fue absuelto en 1533 tras pasar más de dos años en la cárcel de la Inquisición en Valladolid,
6 y
Juan del Castillo.
7 María de Cazalla en su defensa alegó que en Guadalajara
alumbrada se aplicaba a
toda persona recogida y devota.
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En este fragmento de la acusación inquisitorial contra el grupo de Escalona se les compara con otras herejías medievales, como los
husitas, y se manifiestan sus doctrinas:
se resucitan eregias porque aquel ynterior dexamiento aquella suspensión occiosa de pensamiento aquel no hazer mas de dexarse a que Dios obre y no ellos error fue de Ioannes hus y de Ioannes flirseso por Leuterio seguido que niegan el libre alvedrio para obrar puniendo la perfeezion en padezer y aquella perfeczion falsa que dogmatizan... de los bigardos y biguinos emano pues propone con ellos que los perfectos no son obligados a ayunar, a orar, ni a humana obediencia subjetos, ni a preceptos de yglesia obligados porque ubi pus dñi ibi libertas (ubi opus domini ibi libertas) y a la adoración y herimiento de pechos que niegan claro es se de los mismos y si el zelo del santo officio no lo ataja es cierto llegara a yntroducir la abominable caridad que almerico y fray alonso de meya dogmatizaron. Lo tercero es sy bien es el cevo del anzuelo en los hereticos mayor cevo es el mayor bien todos los ereges antepasados pretendían la evangelica verdad o bondad y esto el que mas lo pretendía el Leuterio perfido que pretende evangelica libertad...
El informe del prior de los dominicos de Lucena a la Inquisiclón de Córdoba, en 1585, recoge la pretensión de los alumbrados de comulgar sin confesar, porque creían que
gente justificada y confirmada en el bien no pueden ya pecar10
Hernando Álvarez y
Cristóbal Chamizo fueron unos clérigos de
Llerena acusados de extender por Extremadura a finales del XVI y principios del XVII unas extravagantes prácticas y opiniones teológicas, que se consideraron equivalentes a las de los alumbrados por la Inquisición:
Al menosprecio de los preceptos divinos y a la profanación de los lugares más sagrados, unían una disolución carnal inconcebible, y las penitencias que en el confesionario propinaban, eran ayuntamientos sexuales de las confesadas con ellos mismos, enseñándoles que el Mesías había de nacer del comercio de una doncella con alguno de los confesores alumbrados.
extensa web de los alumbrados .- ...................................:http://www.thecult.es/Cronicas/historia-de-los-alumbrados.html
Los alumbrados (illuminati) aparecieron en España hacia 1511, agrupados en torno a Isabel de la Cruz y su seguidor Pedro Ruiz Alcaraz, que habría de convertirse en su líder. No es fácil precisar los orígenes de este enigmático movimiento, aunque suelen señalarse como sus raíces el misticismo islámico y judío, la mística renana y las ideas erasmistas. Era fundamental la iluminación interior del creyente por el Espíritu Santo, especialmente leyendo la Escritura (cf textos como 1Cor 2,10-16 y Mt 11,25-26) y en la oración mental y contemplativa. Los alumbrados mostraban poco interés por las prácticas ascéticas o por la vida sacramental aparte de la eucaristía. Pero es difícil hablar con precisión acerca de su postura, ya que dependemos excesivamente de los testimonios hostiles de los procesos. Fueron vistos rápidamente como una amenaza a la Iglesia institucional y fueron condenados por la >Inquisición en 1525. Hay una coincidencia general entre los historiadores en que en su espiritualidad había un misticismo y quietismo falsos 1.
Recientemente ha habido intentos de negar todo misticismo propiamente dicho en los primeros alumbrados, y de interpretar sus posturas en términos de las doctrinas luteranas sobre la justificación y las obras 2. Su indudable desdén por las obras y la obediencia a la autoridad eclesiástica puede muy bien ser, sin embargo, consecuencia del quietismo más que de posiciones compartidas con Lutero. El elemento del quietismo llevaría sin duda más tarde a los alumbrados posteriores a sacar conclusiones degeneradas acerca del comportamiento moral. A finales del siglo XVI volvieron a aparecer alumbrados tanto en España como en Francia, pero hacia 1630 habían dejado prácticamente de existir como movimiento. El número de adeptos nunca fue muy elevado: sólo 115 fueron procesados por la Inquisición 3. Pero constituyó una amenaza importante en la España del siglo XVI 4. Los grandes místicos españoles tuvieron que soportar la acusación de iluminismo, y, como claramente muestra la historia, ha seguido siendo una acusación fácil de hacer y difícil de mantener. Es además un ejemplo de la tensión existente entre los movimientos espirituales y la Iglesia institucional, con el riesgo constante de que estos se deslicen hacia doctrinas y prácticas no ortodoxas.
El autillo era un tipo de auto de fe de la Inquisición española que tenía lugar en los locales de la Inquisición y al que sólo asistían personas expresamente convocadas por el tribunal.
El autillo, junto con los autos de fe particulares (desarrollados en los templos y a los que sólo asistían los condenados y el juez civil), se generalizó en el siglo XVIII en sustitución del auto de fe general celebrado en la plaza pública o en una iglesia y al que se animaba a asistir a todo el pueblo para que presenciara la infamia que comportaba la herejía y para que reafirmara solemnemente su fe
católica.
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El autillo se desarrollaba en los locales de la Inquisición y sólo asistían las personas convocadas por la Inquisición, con la finalidad, la mayoría de las veces, de "
que escarmentaran en cabeza ajena lo que pudiesen temer igual suerte", según
Joaquín Lorenzo Villanueva, buen conocedor de la Inquisición.
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El autillo de mayor resonancia fue el de
Pablo de Olavide, celebrado en 1778 en la sala de la Inquisición de Corte en Madrid. El ilustrado y servidor de
Carlos III de España fue acusado por sus delatores, según Emilio La Parra y María Ángeles Casado, "de cuestionar la potestad legislativa de la Iglesia, leer libros prohibidos, negar la causa sobrenatural de los milagros, dudar sobre la existencia del infierno, etc.". La Inquisición lo declaró "
convicto, hereje, infame y miembro podrido de la religión" y lo condenó a la pena de
destierro, a la reclusión por ocho años en un convento, la
confiscación de sus bienes y a la in
habilitación para desempeñar un cargo público, que se extendió a sus descendientes. Al autillo fueron invitadas 40 personas destacadas, muchas ellas miembros de los
Consejos de la Monarquía, aristócratas y clérigos.
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Su gran repercusión, tanto en España como en el resto de Europa —lo que contribuyó a desprestigiar a la Inquisición—, también se debió a que coincidió en el tiempo con el último
auto de fe general celebrado en España. Tuvo lugar en Sevilla en 1781 y en el mismo una mujer fue condenada a muerte por fingir revelaciones divinas y por mantener relaciones sexuales con sus sucesivos confesores (uno de los cuales fue quien la delató, por lo que fue condenado por el delito de
solicitación). Terminado el auto de fe fue
relajada al
brazo secular y luego estrangulada con
garrote vil y quemada en la hoguera.
Escena de la Inquisición (1814-1816). "Goya presenta la escena de un
autillo. Los condenados a muerte, así identificados por la corona con llamas hacia arriba que portan, escuchan la sentencia, leída por un fraile desde una tribuna o púlpito. La arquitectura de la sala evoca un edificio de siglos anteriores, tal vez la sede de un tribunal inquisitorial. El amplio espacio está ocupado por religiosos de distintas órdenes (se adivinan, sobre todo, los hábitos de
franciscanos y
dominicos y por un numeroso grupo de personas de las que no se sabe su sexo y condición social, salvo un grupo de mujeres ataviadas con mantilla situadas en un palco. En el centro, un inquisidor vestido de negro, adornado con una cruz, señala a los condenados sin mirarlos, dando a entender su profundo desprecio hacia ellos".
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