Se denomina Primer Período Intermedio a la época que va desde finales de la Dinastía VI hasta la reunificación de Egipto por Mentuhotep II, un príncipe tebano. Históricamente hablando supone el hundimiento del esquema político del Imperio Antiguo, el ascenso al poder de los nomarcas, la aparición de un reino en el norte con capital en Heracleópolis y otro en el sur en torno a Tebas, y finalmente, la reunificación del país por los tebanos. Culturalmente se dio un cambio muy importante, tanto en la mentalidad como en su expresión literaria, así como en la religión y posiblemente en la sociedad.
Características
Se caracterizó este período por el feudalismo o independencias de los nomos, donde los nomarcas reunían tropas locales y había Sumos Sacerdotes de los dioses que también administraban sus bienes. Otra característica de este período fue el confusionismo, durante el cual, un príncipe de Heracleópolis llevó su residencia a la capital teórica del País (Menfis). Podemos distinguir varias etapas:
Dinastías del primer periodo intermedio
Este primer período está caracterizado por la invasión extranjera y la guerra civil. En él, los cargos como los de visir y Nomarca se hacen hereditarios.
Este período se subdivide a su vez en dos épocas, las que corresponden, respectivamente, a cada una de las Dinastías:
Dinastías VII
Esta Dinastía comienza en el 2181 a.C, es considerada el inicio del primer periodo intermedio de Egipto, tuvo setenta reyes en setenta días, pero probablemente no ha existido.
Dinastía VIII
De origen menfita, parece ser una continuación de la VI, y por tanto habría que eliminar la VII como Dinastía propiamente dicha y la explicación más aceptable es que se trató de un interregno. Se pueden atribuir diecisiete reyes. El fundador de la Dinastía VIII fue un rey, tal vez hijo o nieto de Pepi II. Se le asignaba un reinado de cuatro años y se enterró en Saqqara sur. De sus sucesores carecemos casi por completo de información. El único que se puede identificar con precisión es Kakura Aba o Ibi, al que el Canon de Turín atribuye dos años de reinado y sitúa en posición decimocuarta en esta Dinastía, que terminó hacia el año 2160, en el que encontramos Egipto dividido en tres partes.
El Delta: En manos de invasores asiáticos.
El Egipto Medio: Unificado bajo la autoridad de Heracleópolis, capital del nomo 20 de Alto Egipto, donde gobernarán las Dinastías IX y X.
El Sur: Agrupado bajo la autoridad de los reyes de Tebas, que forman la Dinastía XI, con los que comienza el Reino Medio.
Dinastías IX
A medida que aumentaba la autoridad del gobierno heracleopolitano también se incrementaba el de la Dinastía de Tebas, tras el colapso de Menfis, y a que las provincias habían empezado a disputarse el poder y crecía el poder de sus nomarcas. Durante este período, emergió la Dinastía IX, una familia de nomarcas procedentes de Heracleópolis, fundada posiblemente por Nerybra Jety.
Dinastía X
La Dinastía IX gobernaba todo el país al comienzo de la Dinastía X, unos treinta años después. Ya existía un gobierno fuerte en Tebas, donde se habría establecido la Dinastía XI.
Dinastia XI
En esta Dinastía los reyes fueron Inyotef o Antej y Mentuhotep. La creciente hostilidad entre los dos rivales provocó frecuentes enfrentamientos, hasta que uno de los reyes de Tebas unificó Egipto. El primer Antef se proclamó rey con el nombre de Hotus de Seheru-Tauy, El que ha devuelto la calma.
La victoria de Vespasiano frente a Vitelio no puso fin a las guerras civiles que se habían sucedido en los últimos años. En la Galia había estallado inmediatamente una revuelta encabezada por Claudio Civilis,caudillo de la tribu de los bátavos, que poseía la ciudadanía romana y había luchado al lado de Vespasiano contra Vitelio. Civilis estaba al mando de unas tropas auxiliares y logró sublevar a los bátavos, a los frisones y a parte de los germanos, con los que capturó la flota romana del Rin y se apoderó de todas las ciudades y fortalezas que dominaban el río, excepto Maguncia y Colonia. Fue proclamado "libertador de la Galia y Germania". Al mismo tiempo se alzó también en armas el galo Julio Sabino, que también era ciudadano romano.
Vespasiano, al igual que Galba, era ya mayor cuando fue nombrado emperador (tenía 61 años), pero, a diferencia de éste, todavía estaba en plenas facultades. En 70 envió a la Galia a Petilio Cerealis, quien obligó a Civilis a cruzar el Rin, mientras todos los pueblos se sometían a Roma. Sabino continuó en rebeldía, pero su movimiento no tuvo ninguna trascendencia. Al mismo tiempo, Vespasiano había enviado a su hijo Tito de regreso a Judea, donde no tardó en reducir de nuevo a los zelotes y en mayo puso sitio a Jerusalén. Poco a poco sus murallas fueron siendo destruidas, a la vez que el hambre y las enfermedades hacían su efecto entre los sitiados. El 28 de agosto fue tomado y destruido el segundo Templo. No obstante, todavía resistían algunas ciudades de Judea. Los cristianos de Jerusalén interpretaron los desastres que veían a su alrededor como presagios del inminente fin del mundo que había anunciado Jesucristo, y obraron según las instrucciones que éste había dado:
Según esto, cuando veais que está establecida en el lugar santo la abominación desoladora que predijo el profeta Daniel (quien lea esto, nótelo bien), en aquel trance, los que moran en Judea, huyan a los montes. (Mt. XXIV, 15-16)
En efecto, los cristianos huyeron a los montes y no participaron en la defensa de Jerusalén, por lo que desde ese momento los judíos los tuvieron por partidarios de Roma y rompieron todo vínculo con ellos. Esto supuso la muerte definitiva del cristianismo de san Pedro. Ya no hubo más cristianos que se consideraran judíos. Por otra parte, a medida que los cristianos se daban cuenta de que el fin del mundo que esperaban no parecía llegar nunca, empezaron a llegar a la conclusión de que las palabras proféticas de Jesús se referían simbólicamente a la destrucción de Jerusalén. Esto reforzó la doctrina de san Pablo, que conminaba a los cristianos a llevar una vida normal, en contra de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, que invitaban a abandonarlo todo y vivir del aire hasta el fin de los tiempos.
Los judíos también recibieron un duro golpe en Alejandría. Allí se habían ganado a pulso la enemistad de los griegos, pero el gobierno siempre había logrado mantener una relativa paz entre ambos. No obstante, mientras los judíos estaban en rebelión en Judea, los gobernantes romanos de Alejandría no se sintieron obligados a proteger a los judíos de la ciudad. Pronto se produjeron sangrientos tumultos entre griegos y judíos y, como éstos eran minoría, se llevaron la peor parte. El principal templo judío de la ciudad fue destruido y miles de judíos fueron asesinados. La comunidad judía de Alejandría sobrevivió, pero conservó siempre una hostilidad hacia Roma y, recíprocamente, los romanos consideraron desde entonces a los judíos como fanáticos peligrosos. Desgraciadamente para los cristianos, los romanos no distinguían entre unos y otros, por lo que su imagen también empeoró. Herodes Agripa se mantuvo fiel a Roma, por lo que Vespasiano le amplió su territorio y le concedió el rango de pretor.
Cuando Tito regresó a Roma se llevó consigo a Berenice, la hermana de Herodes Agripa, de la que se había enamorado. También marchó a Roma el judío Josefo, que había participado en la toma de Jerusalén. Vespasiano le concedió una pensión. Otro personaje que destacaba entonces en Roma era Marco Fabio Quintiliano, que había nacido en Calagurris Nassica (la actual Calahorra, en España), pero había estudiado en Roma. Tras completar sus estudios volvió a Hispania, pero había regresado a Roma hacía unos años, probablemente con Galba. Alcanzó fama como abogado y como maestro. Escribió De institutione oratoria, en doce libros, donde ensalzaba el estilo de Cicerón, a quien se tenía por anticuado, frente a las nuevas tendencias literarias al estilo de Séneca.
En 71 Vespasiano y Tito celebraron un triunfo en Roma, en honor de sus victorias en Judea. Vespasiano fue considerado un nuevo Augusto, que había puesto fin a las disputas internas y restablecido la llamada pax Romana. Así, el emperador adoptó los mismos títulos que Augusto, entre ellos el de cónsul, que renovó año tras año. Tito fue nombrado procónsul, tribuno y jefe de la guardia pretoriana. Era además emperador adjunto y heredero del cargo. Cerealis fue enviado a Britania, donde mantuvo una larga guerra contra los brigantes, un pueblo celta asentado en el actual condado de York.
El nuevo emperador demostró tener la talla de Augusto en cuanto a la administración. Era el primer emperador de origen italiano (no propiamente romano). Su familia era de origen burgués y tal vez ello influyó, junto con la evidente decadencia y envilecimiento de la clase senatorial, en que Vespasiano concediera un papel preeminente a la clase ecuestre. Los senadores ridiculizaron su avaricia, pero más bien hemos de entender que Vespasiano adoptó las medidas económicas necesarias para recuperar las arcas del estado de los dispendios realizados por Calígula y Nerón. También reorganizó el ejército, y disolvió las legiones que habían actuado más desordenadamente durante la guerra civil que precedió a su nombramiento. Reforzó las fronteras del Rin y del Danubio, y en 72, el propio Vespasiano tomó la Comagena,un diminuto reino de Asia Menor que había permanecido independiente por capricho de Calígula.
En 73 Vespasiano y Tito asumieron el cargo de censor y realizaron una drástica reforma del Senado. Admitieron como senadores a los más distinguidos italianos y naturales de otras provincias, con lo que se creó una nueva aristocracia. Así se estrecharon los vínculos entre Roma y las provincias. Muchas ciudades recibieron la ciudadanía romana y toda Hispania fue sometida al derecho latino (esto es, al régimen privilegiado del que disfrutaban las ciudades del Lacio, el más ventajoso después del derecho romano). Esto permitió al emperador admitir en las legiones romanas a hombres naturales de las provincias, que hasta entonces sólo podían formar parte de tropas auxiliares. No obstante, estableció que sólo los italianos podían pertenecer a la guardia pretoriana. Estas medidas aceleraron la romanización y la difusión del latín y la cultura grecorromana.
Ese mismo año cayó el último foco de resistencia en Judea, la ciudad de Masada, en la costa occidental del mar Muerto. Cuando la entrada romana en la ciudad era inminente, sus habitantes, casi un millar de hombres, mujeres y niños, decidieron matarse antes que rendirse. Así terminó la rebelión judía. Herodes Agripa era cada vez más impopular entre los judíos, así que decidió trasladarse a Roma, donde vivía su hermana Berenice.
En 74 los brigantes estaban sometidos a Roma, pero la guerra en Britania continuó, esta vez con una campaña contra los siluros, que ocupaban el sur del actual país de Gales. La campaña la dirigió Sexto Julio Frontino, que ese año era el segundo cónsul, junto al emperador. Además de un gran militar, fue un ingeniero de primer orden.
En 77, cuando los siluros quedaron sometidos, Vespasiano decidió que estaba en condiciones de acelerar la conquista de Britania y envió un gran ejército bajo el mando de Cneo Julio Agrícola, el cual conquistó rápidamente el actual país de Gales e inició un avance hacia el norte. En 78 su hija se casó con Publio Cornelio Tácito, un joven que estaba destacando en Roma por su oratoria. Mientras Agrícola continuaba su conquista Frontino fue nombrado gobernador de Britania.
Por esta época aproximadamente, un antiguo compañero de viajes de san Pablo, llamado Lucas, escribió una nueva versión de la historia de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión. El Evangelio según san Lucas, que forma parte de la Biblia, se basa en parte en el relato escrito por Marcos más de diez años atrás, pero incorpora otras fuentes. Lucas escribió también los Hechos de los Apóstoles, donde relata lo que los discípulos de Jesús dijeron que sucedió tras la resurrección y después se centra en san Pablo hasta su viaje a Roma.
Por su parte, Josefo publicó La guerra de los judíos, a la que pronto tuvo que acompañar de una autobiografía para defenderse de las acusaciones de haberla provocado.
En 79 los secuanos (un pueblo galo) entregaron a Vespasiano al insurrecto Julio Sabino, que fue condenado a muerte en Roma. Poco después moría el emperador. Cuentan que cuando vio que le quedaba poca vida dijo: "siento que me estoy convirtiendo en un dios", aludiendo irreverentemente al culto imperial, por el que los emperadores muertos recibían honores divinos. Al parecer, en sus últimos instantes pidió a los que le rodeaban que le ayudaran a incorporarse pues "un emperador —dijo— ha de morir de pie". Sus diez años de gobierno habían remediado las consecuencias del irresponsable mandato de Nerón.
Tito sucedió sin problemas a su padre. Su carácter alegre y extrovertido hacían temer que se convirtiera en otro Calígula, pero no fue así. Tomó las riendas del gobierno eficientemente. La única crítica que recibió fue la de tener una amante judía, Berenice, la hermana de Herodes Agripa, con la que pensaba casarse, pero a la que finalmente tuvo que devolver a Judea. Antes de que terminara el año se produjo una catástrofe natural. Cerca de Nápoles había una montaña llamada Vesubio, de la que se sabía que había sido un volcán, pero nadie tenía memoria de una erupción. Junto al Vesubio se encontraban las ciudades de Pompeya y Herculano, y en su ladera se esparcían numerosas granjas. Pompeya, en particular, era una zona de veraneo de los romanos ricos. En noviembre el Vesubio sufrió una violenta erupción y, en pocas horas, Pompeya y Herculano fueron enterradas bajo la lava. Tito se dirigió apresuradamente a la zona, pero poco después tuvo que volver a Roma, donde se había desatado un incendio que tardó tres días en ser sofocado.
Una de las víctimas más ilustres de la erupción del Vesubio fue Cayo Plinio Segundo, que a la sazón estaba al frente de la flota de Mesina (en Sicilia). Acudió con su flota y trató de salvar a los habitantes de la costa, pero su vocación eran las ciencias naturales, se acercó al volcán para observarlo de cerca y murió asfixiado por los gases. Había sido un trabajador infatigable. Escribió de los temas más diversos, desde gramática hasta el arte bélico, pasando por su Historia natural, que es la única obra que se conserva. Aunque no tiene valor literario, proporciona mucha información sobre los conocimientos antiguos de etnografía, zoología, botánica, medicina y mineralogía. A menudo Plinio es conocido como Plinio el Viejo, para distinguirlo de su sobrino e hijo adoptivo Cayo Plinio Cecilio Segundo, o Plinio el Joven.Tenía unos dieciocho años cuando murió su tío. Había estudiado con Quintiliano y desde joven destacó como orador. Se conserva una carta suya en la que relata la muerte de su tío.
En los últimos años de su gobierno Vespasiano había iniciado una serie de obras públicas, la más famosa de las cuales fue un enorme anfiteatro construido sobre lo que había sido el palacio de Nerón. Las obras finalizaron en 80 y la construcción recibió el nombre de Anfiteatro Flavio, pero terminó siendo conocido como el Coliseo, debido a que junto a él estaba el coloso construido por Nerón (una gigantesca estatua suya). Aunque la estatua de Nerón no se conserva, el Coliseo sigue en pie en bastante buen estado. Tenía capacidad para unos cincuenta mil espectadores. Allí se celebraron carreras de carros, luchas de gladiadores, luchas con animales, etc.
Por esta época murió el estoico Musonio Rufo, al tiempo que empezaba a ganar fama Marco Valerio Marcial. Había nacido en Bílbilis (la actual Calatayud, en España), y llegó a Roma un año antes de que Nerón matara a Séneca y Lucano. Tras la muerte de éstos, la comunidad hispana en Roma quedó desamparada, y durante los años siguientes Marcial tuvo que vivir de la adulación como parásito, a menudo al borde de la miseria. Ahora destacaba como poeta, principalmente por sus Epigramas, poemas breves en los que, en palabras de Plinio el Joven, sabía mezclar perfectamente la sal y la hiel, no menos que el candor. Tito le concedió algunos títulos honoríficos.
Tras sólo dos años de gobierno y a los cuarenta años de edad, murió Tito en 81, y el Senado nombró emperador a su hermano menor, Tito Flavio Domiciano. Él erigió en honor de su hermano el llamadoArco de Tito, que aún sigue en pie, y en el que está representado el botín del Templo que fue llevado a Roma tras la caída de Jerusalén. También reconstruyó los templos destruidos por el incendio del año anterior, construyó bibliotecas públicas y financió juegos para el populacho. Se preocupó por la prosperidad de las provincias y con frecuencia nombró cónsules no italianos. Trató de estimular la vida familiar y la religión tradicional. Prohibió la castración de esclavos y, en general, su gobierno fue justo, firme y prudente. Sin embargo, al igual que Tiberio, era huraño, frío, introvertido y, en suma, nada popular. Además no ocultaba su desprecio hacia la decadente clase senatorial, lo que le valió la enemistad de muchas personalidades influyentes.
En Britania, Agrícola había llegado hasta el río Tay, en lo que ahora es Escocia central. Más al norte estaban los caledonios, tribus que habitaban la isla desde antes de la llegada de los celtas (si bien en esta época estaban muy mezclados con la población celta). Los romanos llamaron Caledonia al territorio situado al norte de sus dominios en Britania. En 82 Agrícola inició una campaña contra los caledonios.
Pero la preocupación principal de Domiciano fueron los germanos. El punto más débil de la frontera germana era Retia, entre los nacimientos del Rin y del Danubio. Las tribus fronterizas eran los catos, que desde los tiempos de Augusto habían luchado contra los romanos de tanto en tanto. Si avanzaban hacia el sur podrían separar Italia de la Galia con relativa facilidad, y ello podría haber sido peligroso. En 83el propio Domiciano se puso al frente de las legiones y derrotó a los catos. Luego construyó una línea de fortalezas en la región con las que estableció una firme línea defensiva.
En 84 Agrícola había obtenido una victoria decisiva frente a los caledonios, que se refugiaron en las regiones montañosas del norte de Escocia. Sin embargo, Domiciano no permitió a Agrícola que siguiera adelante con su campaña y le ordenó volver a Roma. Los senadores le acusaron de hacerlo por celos, pero es razonable conjeturar que el emperador no considerara rentable enviar legionarios a unas montañas donde los caledonios estaban como en casa.
Al norte del Danubio en la parte oriental del Imperio estaban los dacios, que por esa época se unieron a los sármatas bajo el mando de un caudillo llamado Decébalo y cruzaron el río helado por sorpresa, invadiendo la provincia de Mesia. Las legiones romanas lograron expulsar a los invasores.
Alrededor de 85 se escribió el Evangelio según san Mateo, que reproduce unas nueve décimas partes del evangelio de san Marcos, pero incorpora también tradiciones judaizantes, probablemente tomadas de fuentes cristianas anteriores a san Pablo.
En 86 los ejércitos romanos ocuparon la Dacia, y Domiciano celebró un triunfo en Roma, pese a que sólo intervino de forma secundaria en la campaña. Poco antes había sofocado una rebelión en Mauritania.
La naturaleza introvertida de Domiciano le llevó a la soledad. No confiaba en nadie y no se sentía a gusto con nadie. Recíprocamente, la corte recelaba de que en cualquier momento decretara una serie de ejecuciones paranoicas. Una vez más, los temores de conspiraciones dieron paso a las conspiraciones auténticas. Un general de la frontera germánica llamado Lucio Antonio Saturnino hizo que sus tropas lo proclamaran emperador en 88, con la ayuda de los catos. Domiciano aplacó la revuelta en 89, pero Decébalo y los dacios aprovecharon la situación para rebelarse y una fuerza romana sufrió una desgracia en la región. No obstante, las legiones lograron controlar la situación de forma algo precaria.
En 90 Domiciano consideró que la guerra contra Decébalo y los dacios era demasiado costosa, así que firmó un tratado de paz. Decébalo fue coronado por Domiciano, pero en la práctica Dacia siguió siendo independiente. Además Decébalo recibió un subsidio del emperador, más barato que los costes militares, pero obviamente los senadores prefirieron llamarlo "tributo vergonzoso", el primero que pagaba Roma desde los tiempos legendarios de la invasión gala.
Por esta época, un grupo de sabios judíos se reunieron en la ciudad de Jamnia, una ciudad costera a unos cincuenta kilómetros al oeste de Jerusalén, que se había convertido en uno de los centros del saber judío. Allí elaboraron la versión final de la Biblia judía. En Roma, Josefo escribió su libro Antigüedades de los judíos, cuya finalidad era demostrar que los judíos tenían una tradición tan gloriosa como la griega o la romana, y más antigua.
Durante la época de Domiciano destacó un escritor de cuya vida se sabe muy poco. Era Décimo Junio Juvenal. En su obra criticó duramente todos los aspectos de la vida cotidiana de Roma, cambiando el humor de Marcial por la crudeza más desgarrada. Detestaba tanto la tiranía del emperador como la supremacía del populacho. Fue él quien acuñó la expresión panem et circenses para resumir los intereses del pueblo.
Mientras tanto China vivía momentos de esplendor. Los comerciantes habían difundido la cultura china entre los bárbaros, lo que disminuyó las fricciones. La ruta de la seda estaba dominada y proporcionaba sustanciosos ingresos. La invención del papel había facilitado la difusión de la cultura, lo que se tradujo en un progreso de muchas ciencias: alquimia, cirugía, medicina, astronomía... El lujo volvió a brillar en la corte, donde los eunucos concentraban cada vez más poder.
La rebelión de Saturnino había acrecentado los recelos del emperador. En 94 promulgó un decreto por el que expulsaba de Roma a los filósofos, pues el emperador consideraba que defendían un republicanismo idealizado que los convertía en potenciales traidores. Entre los expulsados estaba Epícteto, que había sido esclavo de Epafrodito, el secretario de Nerón que le había ayudado a suicidarse, y había estudiado en la escuela de Musonio Rufo. Cuando Epafrodito fue asesinado (a instancias de Domiciano), Epícteto fue emancipado y se consagró a la filosofía estoica, reducida a una doctrina moral preocupada por dictar reglas prácticas de conducta sin tratar de justificarlas teóricamente. Epícteto se retiró a la ciudad de Nicópolis, en Épiro, donde vivió pobremente enseñando su doctrina.
Otro de los filósofos expulsados de Roma fue Dión Crisóstomo, nacido en Bitinia sesenta y cuatro años atrás, donde había enseñado retórica durante un tiempo y ocupado diversas magistraturas. Tras algunos viajes por Egipto y Grecia había fijado su residencia en Roma en tiempos de Vespasiano, donde siguió enseñando retórica y no tardó en ganarse la confianza del emperador. Tras la expulsión llevó una vida errante.
Domiciano emprendió también acciones contra los judíos dispersos por el Imperio, pues era consciente de su enemistad hacia su padre y su hermano, obviamente extendida a su persona. Los cristianos también sufrieron persecuciones, probablemente porque eran considerados judíos. Domiciano instituyó la costumbre de que las legiones acamparan en campamentos separados, de modo que dos de ellas no pudieran unirse contra el emperador. A la larga, las medidas para evitar que las legiones se unieran entorpeció su efectividad y debilitó las fronteras.
En 95, un tal Juan (que difícilmente podría ser el apóstol, como afirma la tradición cristiana) escribió el Evangelio según san Juan, el último de los cuatro recogidos en la Biblia, en el que la figura de Jesús aparece más distorsionada. Mientras en los otros tres Jesús afirma sólo discretamente su condición de Mesías, el Jesucristo de san Juan proclama su naturaleza divina una y otra vez. Es probable que sea del mismo autor el último libro de la Biblia, el Apocalipsis (la revelación).
Al parecer, los últimos años del gobierno de Domiciano fueron un reinado del terror. Finalmente, en 96 triunfó una conspiración palaciega en la que estuvo involucrada la misma emperatriz. Los senadores se ganaron la confianza de la guardia pretoriana y asesinaron a Domiciano. Para evitar que sucediera lo mismo que tras la muerte de Nerón, cuando varios generales lucharon por adueñarse del Imperio, los conjurados ya tenían designado un sucesor. Se trataba de Marco Coceyo Nerva, un senador ya mayor, pero sumamente respetado. Había desempeñado cargos de responsabilidad bajo Vespasiano, Tito y también con Domiciano, pero finalmente había caído en desgracia y Domiciano lo había desterrado al sur de Italia.
Las primeras medidas de Nerva se encaminaron a cancelar las medidas represivas de Domiciano. Anuló los destierros, suprimió los decretos contra los cristianos y los judíos y prometió no ejecutar nunca a un senador. Organizó un servicio postal, creó instituciones de caridad para el cuidado de los niños necesitados y estableció repartos de trigo entre el pueblo, como no se hacía desde los últimos años de la República. Domiciano no había cuidado mucho la economía, así que Nerva tuvo que imponer nuevas medidas de ahorro. Algunas de estas medidas afectaron a la guardia pretoriana, con la que Domiciano había sido especialmente generoso y tolerante. Ahora cundió el descontento.
Dión Crisóstomo estaba en Tracia cuando llegaron las noticias de la muerte de Domiciano y la subida al poder de Nerva. Allí había un campamento romano y al parecer Dión logró evitar una sublevación de los soldados, lo que le permitió volver a Roma, donde Nerva lo trató con respeto.
En 97 Nerva puso a cargo del sistema de acueductos de Roma a Frontino, el que había sido gobernador de Britania. A raíz de este cargo escribió una memoria llamada precisamente Acueductos de Roma, llena de valiosos detalles. También había escrito un tratado de arte militar (que no se conserva) y otro de agrimensura (del que se conservan fragmentos). Ese mismo año murió siendo cónsul Virginio Rufo, el general que por dos veces había renunciado al cargo de emperador, tras la muerte de Nerón y de Galba.
Ese año se produjo una conspiración contra Nerva. El responsable era un senador, pero Nerva fue fiel a su promesa y no lo ejecutó, sino que ordenó su destierro. Sin embargo, la guardia pretoriana reclamó la muerte del traidor, así como la de su propio jefe, que también estaba implicado en la conjura. Nerva trató de oponerse, pero los pretorianos asesinaron a quienes consideraron oportuno y obligaron al emperador a que impulsara una moción del Senado que les agradecía el servicio prestado.
Nerva comprendió la urgencia de elegir un sucesor competente, pues en cualquier momento podía ser asesinado y el Imperio se vería envuelto de nuevo en una guerra civil. Eligió a Marco Ulpio Trajano, al que adoptó para legitimar la sucesión. Había nacido en Itálica (cerca de la actual Sevilla, en España). Iba a ser el primer emperador nacido fuera de Italia (aunque era de ascendencia italiana). Era un soldado hijo de soldado que siempre había actuado con eficiencia y capacidad. Tres meses después de la adopción, ya en 98, el emperador murió. Trajano se encontraba inspeccionando la frontera con Germania en Retia que Domiciano había reforzado y, a pesar de su nombramiento, no volvió a Roma hasta que consideró concluida su misión.
Tácito escribió la Vida de Agrícola, en la que relata las operaciones militares de su suegro en Britania, elogiando su figura y atacando la de Domiciano. Poco después escribió Germania, donde analiza con gran precisión las costumbres de los germanos, elogiando su sencillez y honestidad frente a la corrupción que imperaba en Roma.
En 99 Trajano entro triunfalmente en Roma. Al nuevo emperador le bastó su carisma para someter a la guardia pretoriana. En 100 murieron Josefo y Quintiliano.
En 1060 murió el rey Enrique I de Francia y por primera vez un Capeto llegaba al trono francés siendo menor de edad. En efecto, el hijo de Enrique I, ahora Felipe I, tenía tan sólo ocho años de edad. La regencia la asumió el conde Balduino V de Flandes, que estaba casado con una hermana de Enrique I. Si el poder efectivo de los Capetos en Francia había sido bastante limitado hasta entonces, el de Felipe I y su regente fue aún menor.
El rey de Zaragoza al-Muqtadir rindió vasallaje a Fernando I de León y Castilla y aceptó pagarle parias, al igual que se las pagaba ya al conde de Barcelona.
El almorávide Ibn Yasín murió guerreando contra la tribu de los bargawatá, que no aceptaba la conversión por las buenas. Se produjeron varias intrigas en torno a la sucesión, en las cuales destacó la influencia de una mujer llamada Zaynab, que en 1061 logró finalmente que el poder pasara a su cuarto marido Yúsuf ibn Tasfin (Zaynab se había divorciado tres veces, según le había convenido).
Ese año murió el papa Nicolás II y, de acuerdo con lo establecido dos años antes, los cardenales eligieron al nuevo papa, que resultó ser Anselmo da Baggio, el obispo de Lucca, que adoptó el nombre de Alejandro II.
También murió un tal Burckhard von Zolorin, un señor feudal cuya familia se dedicaba al bandidaje en la ruta comercial que unía Italia con Alemania. Su hijo tomó el título de Federico I, conde de Zollern.
En Bohemia murió el duque Spytihnev II, que fue sucedido por Vratislav II.
En Holanda murió el conde Florencio I, que fue sucedido por Dirk V.
En Valencia murió el rey Abd al-Aziz y fue sucedido por su hijo Abd al-Malik.
Un hermano de Roberto Guiscardo acudió a reunirse con él desde Normandía. Se llamaba Roger de Hauteville, y en nombre de Ricardo se apoderó de Messina, en Sicilia. En 1062 ambos hermanos firmaron un acuerdo por el que se repartieron el poder. Roger se convirtió en el conde Roger I de Sicilia, si bien sólo poseía un pequeño territorio en la isla. Se estableció en Reggio, en la punta de la bota italiana, frente a Messina, y desde dicho asentamiento participó en la conquista de Sicilia, que se prolongó durante casi una década.
El rey de Alemania Enrique IV tenía doce años, y su madre, Inés, se vio obligada a ceder la regencia a los arzobispos Annon de Colonia y Adalberto de Brema. El primero se encargó de la educación del niño. El año anterior, aprovechando la minoría de edad del rey, un noble sajón llamado Otón de Nordheim se había apoderado del ducado de Baviera.
El condado de Maine cayó bajo la dependencia del duque de Normandía Guillermo I el Bastardo, lo que supuso un notable fortalecimiento frente a su principal adversario, el conde de Anjou.
El rey Fernando I de León y Castilla hizo tributario al rey de Toledo al-Mamún.
El almorávide Yúsuf ibn Tasfin fundó la ciudad de Marrakech, a la que convirtió en capital, y desde ella se lanzó a la conquista del norte del territorio que desde entonces se llamaría Marruecos.
El califa abasí prometió la mano de su hija a Tugril Beg, si bien el matrimonio no llegó a celebrarse porque el sultán murió al año siguiente, en 1063. Fue sucedido por su sobrino Alp Arslán (el héroe león).
Ese año subió al trono de Ghana uno de sus reyes más conocidos: Tunka Bassi. (Tunka era el título que habían adoptado los monarcas de Ghana.) El Imperio estaba en su apogeo. Contaba con un ejército de unos doscientos mil hombres, entre los que había más de cuarenta mil arqueros. Exportaba principalmente marfil, oro y esclavos, e importaba sal, que en el sur era muy valorada. La prosperidad del comercio se debía en gran parte a la rígida justicia: los ladrones eran vendidos como esclavos o ejecutados, los adúlteros eran desollados vivos, la capital, Kumbi Saleh, albergaba una gran prisión de la que nadie regresaba. Los comerciantes musulmanes habían formado una comunidad que se había convertido casi en una segunda ciudad a unos once kilómetros de Kumbi Saleh. Prueba de su importancia es que contaba con doce mezquitas. Los mercaderes musulmanes importaban frutas, trigo, abalorios, ropa de Egipto e incluso de Europa, aunque ésta quedaba reservada a una reducida minoría. Pese a este íntimo contacto, la población nativa de Ghana se resistió a la islamización y conservó sus rudimentarias creencias animistas.
En Hungría murió el rey Bela I y fue sucedido por su sobrino Salomón, el hijo del rey Andrés I al que había derrocado Bela I.
En Inglaterra, el earl Siward de Northumbria había muerto junto con su hijo tratando en vano de conquistar Lothian a los escoceses, y Haroldo de Wessex logró que Northumbria pasara a manos de su hermano Tostig. Luego murió Leofric de Mercia y los dos hermanos lograron desposeer a sus herederos y repartirse sus territorios. Para ello tuvieron que deponer a algunos señores, que buscaron ayuda en Gales, pero Haroldo y Tostig los derrotaron.
El conde Teobaldo III de Blois arrebató a su sobrino Eudes III los condados de Champaña y Meaux.
Los pisanos destruyeron una flota musulmana en el puerto de Palermo. El enorme botín que obtuvieron sirvió para construir una espléndida catedral. Alejandro II convirtió el obispado de Pisa en un arzobispado.
Fernando I de León y Castilla hizo tributario al rey de Sevilla al-Mutadid, lo que le hizo desistir de su aspiración de reunificar Al-Ándalus. Ese año Fernando I y su esposa Sancha regalaron a la iglesia de san Isidro de León un crucifijo de marfil de medio metro de alto cuyo Cristo tiene las pupilas incrustadas de azabache. Es la principal obra escultórica del reino en el siglo XI. Se conoce como el Crucifijo de Fernando y Sancha.
El conde Ramiro I de Aragón logró que su sobrino, el joven rey Sancho IV de Navarra, le entregara algunas poblaciones, pero luego Sancho IV se alió con el rey al-Muqtadir de Zaragoza contra Ramiro I. El conde murió y fue sucedido por su hijo Sancho I Ramírez.
El conde de Barcelona, Ramón Berenguer I, había tenido dos hijos con Almodis, su tercera esposa: Ramón Berenguer y Berenguer Ramón, el mayor de los cuales acababa de cumplir diez años. Almodis dominaba a su marido, y había logrado relegar a un segundo plano a Pedro Ramón, el hijo que el conde había tenido con su primera esposa, Isabel, hasta el punto de que, a partir de este momento, el primogénito no aparece en ningún documento oficial.
El reino de Murcia se independizó del de Valencia bajo los Banú Tahir.
El emperador bizantino Constantino X trató de poner fin a las rebeliones militares que se habían ido sucediendo en los últimos años, para lo cual redujo al mínimo los gastos militares. No fue una idea afortunada, pues el Imperio necesitaba un ejército fuerte más que nunca. En 1064 el sultán turco Alp Arslán se apoderó de la región de Armenia que Basilio II había conquistado años antes y destruyó la capital, Ani. Los húngaros obtuvieron algunas victorias en la frontera occidental y, mientras tanto, los cumanos atravesaban las estepas rusas y amenazaban la frontera septentrional.
El rey de Inglaterra, Eduardo III el Confesor, tenía ya más de setenta años, y no había tenido hijos. Se le planteaba, pues, el problema de la sucesión. Es probable que sus simpatías fueran hacia Guillermo I de Normandía, pero no podía proponer tal cosa. Haroldo de Wessex hubiera lanzado contra él a toda la nobleza sajona y probablemente habría terminado haciéndose con la corona. El único miembro vivo de la casa real era su sobrino Eduardo. Era hijo del rey Edmundo II el Valiente, que logró oponer resistencia a Canuto el Danés hasta el mismo momento de su muerte. Entonces, ante la inevitable conquista danesa, Eduardo y su hermano Edgar fueron enviados a Hungría, al igual que había sucedido con el propio rey Eduardo III y su hermano Alfredo. Edgar había muerto, pero Eduardo era un buen candidato al trono, y además estaba casado con una hija del emperador germánico Enrique II.
Eduardo III el Confesor llamó a Inglaterra a su sobrino y tocayo, que se apresuró a acudir junto con su esposa y sus dos hijos, Edgar y Margarita. La medida fue extremadamente popular, pero algo no marchó bien, pues Eduardo III retrasó la audiencia de su sobrino. Tal vez no la retrasó él, sino Haroldo de Wessex, o tal vez fuera justo al contrario: que la idea de traer a Eduardo hubiera partido de Haroldo y, por consiguiente, no agradara a Eduardo III. En cualquier caso, lo cierto fue que el príncipe Eduardo no creó muchos problemas, pues no tardó en morir. Ahora el único descendiente varón de Alfredo el Grande (aparte del viejo rey) era el joven Edgar, de apenas trece años de edad.
El rey al-Mutadid de Sevilla había mantenido a un títere al que había presentado como el califa Hisam II, pero su sometimiento al rey Fernando I de León y Castilla lo hacía ya inútil, así que anunció que Hisam II había muerto. Al-Mutadid y el rey al-Muzafar de Badajoz habían mantenido numerosas disputas que habían debilitado sensiblemente a éste último. Gracias a esto Fernando I pudo arrebatar varias plazas a al-Muzafar: Viseo, Lamego, y ahora Coimbra, que fue una de sus victorias más destacadas. El territorio fue convertido en condado y pasó a considerarse parte de la Terra Portucalense, que era el condado más meridional de Galicia. El rey confió todo este territorio a uno de sus generales, el conde Sisenando Davídiz. Por su parte, el conde Ramón Berenguer de Barcelona y el rey Sancho IV de Navarra arrebataron Barbastro al rey al-Muqtadir de Zaragoza con la ayuda del duque Guillermo VIII de Aquitania, si bien éste la recuperó en 1065 con la ayuda del rey sevillano al-Mutadid.
Fernando I atacó ahora Valencia y logró tomar Paterna, pero enfermó y tuvo que retirarse, tras lo cual no tardó en morir. Valencia se salvó en parte por esto y en parte por la intervención del rey de Toledo, al-Mamún suegro del rey valenciano Abd al-Malik. No obstante, con la colaboración del primer ministro de Abd al-Malik, el toledano acabó anexionándose Valencia.
En su testamento, el rey Fernando I legó el reino de Castilla y las parias de Zaragoza a su primogénito Sancho II el Fuerte, el reino de León y las parias de Toledo fueron para el segundo hijo, Alfonso VI,pero de éste segregó Galicia, territorio que legó, también con título de rey, a su hijo García, junto con las parias de Sevilla y Badajoz. Finalmente, a sus hijas Elvira y Urraca les legó el señorío sobre los monasterios del reino.
Para efectuar esta división del reino, Fernando I tuvo que acogerse a las leyes navarras, pues el reino de León se regía por las antiguas leyes visigodas y éstas no permitían la división del reino.
El primogénito, Sancho II el Fuerte, no quedó satisfecho con el reparto, pues hubiera preferido el reino de León (que en la práctica estaba en decadencia frente a Castilla, pero que en la época todavía se percibía como el más prestigioso). Inmediatamente se dispuso a ampliar su reino, para lo cual atacó al rey Sancho IV de Navarra. Se inició así la llamada Guerra de los tres Sanchos, pues el conde Sancho I Ramírez de Aragón apoyó a su sobrino navarro.
Sancho II nombró alférez real a un joven caballero castellano llamado Rodrigo Díaz de Vivar. Ya había luchado a su lado dos años antes, cuando los castellanos defendieron al rey al-Muqtadir de Zaragoza frente al conde Ramiro I de Aragón.
Los northumbrios no aceptaron el gobierno de Tostig, el hermano de Haroldo de Wessex. Lo acusaron de cruel y rapaz, y lo expulsaron de su territorio. En su lugar nombraron earl de Northumbria a Morcar,un hijo de Leofric de Mercia. Tostig buscó el apoyo de su hermano, pero Haroldo debió de tener en consideración que Eduardo III el Confesor no tardaría en morir, y que la sucesión iba a ser polémica, así que no le convenía tener a los northumbrios descontentos. Por ello aceptó el nombramiento de Morcar traicionando con ello a Tostig, que abandonó el país furioso y buscando la manera de vengarse.
Ese año, Godofredo el Barbudo, el que había sido duque de la Alta Lorena, se apoderó de la Baja Lorena y pasó a ser el duque Godofredo III.
El 5 de enero de 1066 murió el rey de Inglaterra Eduardo III el Confesor. Inmediatamente, Haroldo de Wessex se proclamó rey. (Haroldo II). Como no pertenecía a la familia real, muchos nobles tuvieron una excusa fácil para no aceptar esta decisión. Se produjeron sublevaciones, algunas con la intervención de galeses y escoceses, que se dieron al saqueo. Pero la amenaza más grave estaba al otro lado del mar: el duque Guillermo I de Normandía anunció que él era el legítimo heredero de la corona inglesa por decisión del difunto rey Eduardo, y se dispuso a hacer valer su derecho. La situación no podía ser más propicia: transportar el grueso de su ejército a Inglaterra suponía dejar Normandía casi indefensa, pero el conde de Anjou, Godofredo Martel, había muerto hacía poco y sus hijos, Godofredo y Foulques, se disputaban el condado, así que no tenía nada que temer por esa parte. El rey Enrique I de Francia, que también le había dado algunos problemas, había muerto y el regente de su hijo Felipe I era el conde Balduino V de Flandes, que casualmente era el suegro de Guillermo I.
Por otro lado, invadir un reino vecino podía suscitar recelos en otras potencias, que podrían oponerse a ello como medida preventiva para no correr la misma suerte en el futuro. Sin embargo, el papa Alejandro II dio su aprobación a la empresa de Guillermo I, debido a que los sajones mantenían un arzobispo de Canterbury no aprobado por el papa. Por el contrario, los normandos siempre habían mantenido buenas relaciones con la Iglesia, no sólo en el ducado, sino también en el sur de Italia. Por ello, si Guillermo I se convertía en rey de Inglaterra era de esperar que Roma volviera a controlar la Iglesia del país. El beneplácito del papa sirvió para que muchos caballeros se unieran a los ejércitos del duque Guillermo I convencidos de que servían a una causa justa. El rey alemán, tutelado por la Iglesia, se declaró neutral.
Y por si todo esto fuera poco, en el cielo apareció un cometa. Se trataba del que mucho después recibiría el nombre de cometa Halley, que pasa cerca de la Tierra cada setenta y seis años. Como era bien sabido, los cometas presagiaban desgracias. La única cuestión delicada era saber para quién. Naturalmente, Guillermo I dejó bien claro a sus seguidores que el cometa anunciaba la desgracia a los sajones y, por consiguiente, el éxito de su empresa. Ya no era posible dudarlo: Dios estaba de su lado.
Mientras Guillermo I preparaba su flota para cruzar el canal, Haroldo II no perdía el tiempo, y también preparó la suya para impedir el desembarco. Además distribuyó sus ejércitos por el sur del país para rechazar cualquier intento de invasión. Sin embargo, tuvo que hacer frente a un imprevisto. Su hermano Tostig había huido a Noruega y allí había convencido al rey, Harald Hardrade, para que le ayudara a conquistar Inglaterra. Los noruegos desembarcaron en Northumbria y en un primer momento Haroldo II confió la defensa a Morcar, pero fue insuficiente: Harald y Tostig lo derrotaron y marcharon sobre York.
Probablemente Guillermo I tuvo noticias de estos hechos y retrasó su invasión. El ejército de Haroldo II se aburría en el sur esperando a los normandos, que nunca llegaban. Algunos barcos naufragaron accidentalmente, los soldados en tierra se estaban disgregando. Finalmente Haroldo II decidió que tenía que usar sus fuerzas contra los noruegos. Reunió su ejército y lo llevó rápidamente al norte, hasta el punto de que pilló por sorpresa a los invasores. Ambos ejércitos se encontraron el 25 de septiembre en Stanford Bridge. Harold II deseaba una victoria rápida que no arruinara su ejército antes de tener que usarlo contra el duque Guillermo I, así que trató de pactar con su hermano y le ofreció devolverle Northumbria a cambio de que disolviera su alianza con Harald Hardrade, pero Tostig no se atrevió a traicionar a su socio y preguntó a Harold II qué parte de Inglaterra le cedería a Harald. Se cuenta que la respuesta fue contundente: "Siete pies de tierra para una tumba; o un poco más, ya que Hardrade es tan alto".
Ante la falta de acuerdo se pasó al combate. Los noruegos fueron totalmente aniquilados, Harald recibió sus siete pies de tierra (o un poco más), pero se permitió que su hijo volviera a Noruega, donde reinó como Olav III juntamente con su hermano Magnus II. También Tostig murió en la batalla.
Pero con esta victoria, Haroldo II no había hecho sino seguir los planes del duque Guillermo I el Bastardo, que desembarcó en Sussex el 29 de septiembre, tan sólo tres días después, cuando no había ningún ejército para recibirlo. Su ejército estaba formado por una tercera parte de normandos y dos tercios de mercenarios que se le habían unido. En lugar de penetrar en el país y arriesgarse a sufrir una derrota como la de los noruegos, Guillermo I prefirió fortificarse en sus posiciones en la costa, cerca de sus barcos por si le convenía huir. Haroldo II recibió la noticia del desembarco el 2 de octubre. Inmediatamente lanzó su ejército hacia el sur y llegó a su destino el 13 de octubre, tan sólo once días después. Los ejércitos se encontraban en una situación muy distinta: los normandos llevaban quince días de descanso, mientras que los sajones habían marchado apresuradamente hacia el norte, habían librado una dura batalla y habían vuelto más apresuradamente aún hacia el sur. Haroldo II hubiera hecho bien en dejar en espera a los normandos un tiempo más, lo justo para que sus hombres pudieran recobrar fuerzas, pero, por si acaso se le ocurría esta idea, Guillermo I se apresuró a avanzar nada más supo que Haroldo II estaba cerca. Los sajones fueron tomados por sorpresa y apenas pudieron ponerse en formación. Se inició así la batalla de Hastings.
El ejército normando se componía de unos 1.500 caballeros con armaduras ligeras apoyados por un contingente de arqueros; Haroldo II contaba con unos 7.000 hombres, algunos de los cuales eran soldados expertos en el manejo del hacha, pero muchos otros eran campesinos reclutados apresuradamente y sin mucha experiencia militar. Guillermo I sondeó la fuerza del enemigo: envió su caballería y fue rechazada, sus arqueros fueron contrarrestados con hondas y lanzas, así que el duque apostó por aprovechar la misma insensatez sajona que había lanzado contra él a sus adversarios en lugar de adoptar una estrategia defensiva, mucho más adecuada para las circunstancias. Ordenó a sus hombres que atacaran y se retiraran muy rápidamente simulando huir. Los sajones, al verlo, se lanzaron alegre y desorganizadamente en su persecución, pero los normandos sabían lo que estaban haciendo. Ante la señal oportuna, se volvieron de nuevo contra sus perseguidores, que ya no estaban en condiciones de organizarse o de atender a las órdenes de los oficiales. Para colmo, los torpes sajones cayeron dos veces en esta misma trampa. Cuando el sol se estaba poniendo, una flecha hirió de muerte a Haroldo II. Sus hermanos habían muerto poco antes, el ejército sajón quedó sin jefes y no tardó en ser aniquilado.
Poco después, el Witenagemot se reunió en Londres y nombró rey a Edgar II, el sobrino de Eduardo III el Confesor, pero el joven no tenía ninguna aptitud para hacerse cargo de la situación. No pudo controlar a los nobles sajones que sobrevivieron a Hastings, los cuales prefirieron replegarse a sus territorios para defenderse como pudieran de los normandos. Cuando el duque Guillermo I apareció ante Londres Edgar II se rindió. Guillermo I, con cautela, envió un destacamento para que construyera una fortificación en la ciudad para albergar a una guarnición normanda, fortificación que fue la base de la actual Torre de Londres. Hecho esto, Guillermo I entró en la ciudad y el 25 de diciembre fue coronado en Westminster como el rey Guillermo I de Inglaterra.
Se conserva un tapiz de medio metro de ancho y del que quedan unos setenta y siete metros en el que se reproducen los episodios principales de la conquista de Inglaterra. Se conoce como el Tapiz de Bayeuxy la tradición atribuyó falsamente su autoría a Matilde, la esposa del duque Guillermo I. La primera escena corresponde a una historia que tiene pocos visos de ser verídica, y que más bien es uno de los típicos relatos que se difunden en casos como éste para legitimar una conquista. Según esta historia, Haroldo de Wessex (antes de la muerte de Eduardo III) fue víctima de un naufragio que lo llevó a las costas normandas. Allí fue capturado y llevado ante el duque Guillermo I, quien le "pidió" que usara su influencia ante Eduardo para que nombrara heredero al duque normando. Haroldo no pudo resistir las presiones y se vio obligado a jurar que así lo haría sobre la Biblia y ante una asamblea de nobles. Tras el juramento, retiraron la Biblia y la mesa en que estaba apoyada y Haroldo vio que bajo ella había un cofre con reliquias y huesos de santos, lo cual hacía el juramento más sagrado si cabe. Tras ello se le permitió regresar a Inglaterra. En el tapiz también hay una escena en la que unos hombres contemplan maravillados el cometa Halley.
Mientras tanto había muerto el conde de Urgel Armengol III y fue sucedido por su hijo Armengol IV. También murió el conde de Besalú Guillermo II, y el condado siguió en manos de su hermano Bernardo II.
En el reino de Granada se produjo una revuelta antisemita que derrocó al primer ministro, que era judío. Fue un caso excepcional, pues los judíos gozaron de bienestar e incluso de prestigio en los reinos de taifas.
En Denia murió el lexicógrafo Ibn Sida, autor de un diccionario ideológico.
El rey Enrique IV de Alemania y el duque Rodolfo de Suabia se casaron respectivamente con Berta y Adelaida, hermanas del conde Pedro I de Saboya.
En Suecia murió el rey Stenkil I y fue sucedido por su hijo Erik Stenkilsson, pero pronto fue derrotado por sus súbditos paganos, y durante los años siguientes el trono sueco se lo disputaron diversas familias rivales que mezclaron sus luchas con guerras de religión entre cristianos y paganos.
La guerra de los tres Sanchos terminó en 1067 sin ningún vencedor absoluto. Castilla logró parte de los territorios que reclamaba a Navarra. Se cuenta que algunos de ellos fueron ganados por Rodrigo Díaz en combate singular contra el navarro Jimeno Garcés, victoria que le valió el apelativo de campi doctor, es decir, maestro del campo (de batalla), apelativo que en la lengua romance de sus hombres degeneró en Campeador.
En Badajoz murió el rey al-Muzafar, tras lo cual estalló una guerra civil entre sus hijos Yayá y Umar. Venció el segundo y tomó el título de al-Mutawakkil.
El rey Guillermo I de Inglaterra decidió enviar a Normandía al derrocado rey Edgar y su hermana Margarita, mientras sus ejércitos seguían combatiendo en el norte, tratando de doblegar a los nobles sajones de Mercia y Northumbria.
Ese mismo año murió el conde Balduino V de Flandes, el regente del rey Felipe I de Francia, que a pesar de tener tan sólo quince años se hizo cargo ya de la corona. El condado de Flandes pasó a Balduino VI.
El Califato Fatimí pasaba por malos momentos. Se inició una época de hambre y miseria en Egipto. Los desórdenes que se produjeron fueron tales que el califa al-Mustansir tuvo que gastar todo su tesoro en los años siguientes, hasta quedar totalmente arruinado.
En Constantinopla murió el emperador Constantino X. Mientras el Imperio sufría los ataques de los turcos en Asia Menor, de los cumanos y los húngaros en el norte y los normandos en Italia, Constantino X había permanecido impasible, dedicado a las letras y rodeado de sabios y oradores. Dejó tres hijos menores de edad: Miguel,Andrónico y Constantino. Los tres fueron coronados emperadores en vida de su padre, pero su madre, Eudoxia, consideró que el Imperio necesitaba un general en lugar de tres niños. A pesar de la oposición de un sector de la corte, eligió a Romano Diógenes, que se había distinguido en las batallas contra los cumanos y los pechenegos, y el 1 de enero de 1068 se casó con él. Se convirtió así en el emperador Romano IV, y emprendió la nada fácil tarea de reorganizar el ejército. Firmó un tratado de paz con el sultán Alp Arslán. No fue difícil, pues el selyúcida estaba más interesado en Siria, dominada por los fatimíes chiitas.
Los principados rusos sufrieron ese año una intensa oleada de ataques por parte de los cumanos.
El sajón Edgar y su hermana Margarita habían logrado huir de Normandía y llegaron a la corte del rey Malcom III de Escocia. Éste dio a Edgar un ejército con el que partió hacia el sur para unirse a los rebeldes sajones con la esperanza de recuperar el trono de Inglaterra. También intervino el rey Sven II de Dinamarca, sobrino de Canuto el Grande. Había nacido en Inglaterra y debió de considerar que tenía algún derecho a la corona, así que envió una flota.
Mientras tanto el condado de Anjou quedó definitivamente en manos de Foulques IV cuando éste derrotó a su hermano Godofredo. El rey de Francia Felipe I procuró que el conde comprendiera que Guillermo I era mucho más peligroso que él, de modo que los conflictos tradicionales entre Anjou y Normandía se reanudaran lo antes posible.
El rey Sancho II de Castilla seguía ambicionando el reino de León, que él consideraba más valioso aunque su padre se lo había dejado a su hermano menor, Alfonso VI. El ejército castellano se enfrentó al leonés en la batalla de Llantada. Al parecer fue concebida como un juicio de Dios, es decir, se suponía que ambos reyes discutían su derecho al reino leonés y que una manera de averiguar quién tenía razón era entrar en combate y dejar que Dios favoreciera al que la tuviera. De este modo, el que perdiera debía entregar su reino a su adversario, de acuerdo con la voluntad divina. Ganó Sancho II, pero Alfonso VI debió de sospechar que a lo mejor Dios no se había fijado bien en el asunto, así que se negó a entregar su reino.
Mientras tanto murió el conde Ramón I de Cerdaña y fue sucedido por su hijo Guillermo I Ramón.
El conde Ramón Berenguer I de Barcelona compró a los herederos los derechos sobre los condados de Carcasona y Razes, cuyos titulares habían muerto en los dos años anteriores, y Almodis logró que su marido otorgara los condados a su hijo Ramón Berenguer, en detrimento de Pedro Ramón, el primogénito.
Por primera vez desde hacía más de un siglo, un japonés logró ser nombrado emperador sin estar emparentado ni protegido por los Fujiwara, y emprendió una serie de reformas.
En 1069 Guillermo I de Inglaterra tuvo que acudir personalmente al norte para acabar con la resistencia sajona. Llegó con un poderoso ejército, sobornó a la flota danesa para que se retirara y vapuleó a los rebeldes. Para asegurarse de que no surgirían nuevos brotes de rebelión asoló una franja de terreno de unos cien kilómetros entre York y Durham. Esta medida ocasionó hambre y despoblación y sus consecuencias se hicieron sentir hasta décadas más tarde, pero cumplió su cometido.
El rey Sancho IV de Navarra impuso el pago de mil monedas de oro mensuales al rey al-Muqtadir de Zaragoza, en concepto de parias.
Ese año murió el rey de Sevilla al-Mutadid y fue sucedido por su hijo al-Mutamid. Fue un destacado poeta y protegió como mecenas a los principales literatos y científicos del occidente islámico. Sevilla se convirtió así en la capital cultural de la época. Se cuenta de él que un día paseaba por la orilla del Guadalquivir con su amigo, consejero y poeta Ibn-Ammar e iniciaron un torneo de poesía. Al-Mutamid propuso el primer verso: "La brisa convierte al río en una cota de malla...", y alguien contestó desde atrás "...qué bella armadura si el frío la helara". Ambos amigos se volvieron: quien había respondido al verso del rey era Rumaykiyya, esclava del rico Rumayk, encargada de conducir sus mulas. Al-Mutamid la compró a su dueño y al poco tiempo se casaron.
Yúsuf ibn Tasfn, al frente de los almorávides, tomó la ciudad de Fez.
En Noruega murió el rey Magnus II, pero siguió gobernando su hermano Olav III el Tranquilo, conocido así por el periodo de paz que supuso su reinado.
También murió el duque Godofredo el Barbudo, de la Baja Lorena, y fue sucedido por su hijo Godofredo IV el Jorobado.
El rey Enrique IV de Alemania tenía ya diecinueve años y hacía poco que había asumido las tareas de gobierno. Ahora tuvo que enfrentarse a una rebelión encabezada por el duque Ordulfo Sajonia. Apenas estuvo sofocada, en 1070 se rebeló en Baviera el duque Otón de Nordheim. Enrique IV lo desposeyó de su ducado, y un noble llamado Güelfo I se apoderó de él.
Por aquel entonces Guillermo I dominaba ya toda Inglaterra. El intento de invasión de los daneses había sido abortado, Edwin, el último earl sajón de Mercia había muerto y Morcar tuvo que huir de Northumbria para unirse a los últimos focos de resistencia sajona, que se limitaron a llevar adelante una guerra de guerrillas durante algún tiempo. Esta guerrilla fue dirigida por un sajón llamado Hereward,que se estableció en una región cenagosa situada unos ciento diez kilómetros al norte de Londres. Salvo este punto en el mapa, Inglaterra estaba ya totalmente bajo el dominio normando. En Normandía, Guillermo I dejó de ser conocido como Guillermo el Bastardo para convertirse en Guillermo el Conquistador.
El duque Guillermo VIII de Aquitania se apoderó de la Gascuña tras una encarnizada lucha contra el conde Bernardo de Armagnac.
En Flandes murió el conde Balduino VI, quien confió a su hermano Roberto la tutela de sus hijos Arnulfo III, conde de Flandes, y Balduino II, conde de Hainaut.
También murió el duque Gerardo de la Alta Lorena, que fue sucedido por Thierry II.
El abad Hugues de Cluny envió una embajada a Zaragoza para interesarse por los cristianos de Al-Ándalus.
El príncipe cingalés Vijayavahu expulsó a los Chola de la isla de Ceilán y estableció su capital en Polonnaruwa.
El paulatino avance vietnamita hacia el sur obligó a los shampa a trasladar su capital a Vijaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario