lunes, 30 de octubre de 2017

Apuntes de Historia Universal

El Reino de Macedonia fue un Estado griego de la antigüedad clásica y de la helenística, en el norte de la actual Grecia, bordeada por el Reino de Epiro en el oeste y la región de Tracia en el este. Este reino se consolidó durante el siglo V a. C. y experimentó un importante ascenso de su poder durante el siglo IV a. C. con el gobierno de Filipo II, que convirtió Macedonia en la principal potencia de Grecia. Su hijo Alejandro Magno conquistó la mayor parte del mundo conocido, inaugurando el Período Helenístico de la historia griega.
Macedonia se divide tradicionalmente en dos grandes regiones, la Alta y la Baja Macedonia. Era un país de trigo y pastos, de aldeanos y jinetes, y con una costa marítima reducida. Los historiadores creen que sus habitantes eran griegos de dialecto dórico, al igual que los de la región de EpiroRodas y el Peloponeso, y que hablaban un dialecto griego muy cercano al de estas regiones (véase Antiguo idioma macedonio).

Historia[editar]

Según los investigadores e historiadores, es muy complejo llegar a saber con toda exactitud el origen de estos pueblos asentados en esta zona geográfica. Los antiguos los llamaban bárbaros, usando como en tantas ocasiones un criterio cultural. Su procedencia es incierta y de gran complejidad. Se sabe que se agrupaban en ciudades-estado y cada una tenía su propio rey. El grueso de la población eran pastores que cuidaban el ganado de los nobles. Estos últimos eran además grandes cazadores y buenos guerreros.
El historiador griego Tucídides (c. 460 a. C.-400 a. C.) describe a estos pobladores como gente que constituía un conjunto de pueblos dispersos, en cada uno de los cuales se había implantado una monarquía y que desarrollaban un intenso movimiento de masas. Luchaban y competían entre sí, de manera que la historia de su consolidación está llena de alianzas y conflictos entre los diversos grupos y reyes aspirantes a la hegemonía. En algún momento de la Historia se elaboró una leyenda, según la cual, los macedonios proceden de un hijo del dios Zeus llamado Macedón. De esta manera, el gran Alejandro sería descendiente de los Eácidas y de Heracles, orígenes plenamente helénicos.
La arqueología también tiene su palabra sobre este pueblo macedonio. Han salido a la luz tumbas reales que datan de finales del siglo VI a. C., llenas de ricos ajuares y valiosas obras de arte de tradición griega. Según Tucídides, el solar de los macedonios sería la zona más montañosa al oeste de la Alta Macedonia, Elimea, Oréstide y Lincestis, donde se establecieron en el siglo VIII a. C.

Orígenes[editar]

Los macedonios comenzaron a expandirse, a partir del 730 a. C., hacia las llanuras costeras, quizás debido a la presión demográfica que afectó a todo el norte de los Balcanes, ejercida por los cimerios sobre los tracios al este, y por los ilirios al oeste. En su avance, ocuparon primero Pieria y ganaron una salida al mar por el Golfo Termaico. Seguidamente avanzaron hacia Ematia y desplazaron a los botieos. La conquista de la llanura de Ematia convirtió a parte de la etnia macedonia de ganadera en agricultora. Allí fundaron su capital, Egas y, a partir del siglo V a. C., Pella. Después conquistaron las regiones de Almopia1​ y Eordea. Más tarde cruzaron el Axio y sometieron la región entre este río y el Estrimón (Migdonia) y la ciudad de Antemunte, y las regiones de Crestonia y Bisaltia. La expansión de los macedonios había concluido a finales del siglo VI a. C. y el reino emergió a principios del siglo V a. C. ya plenamente constituido, aunque con una estructura arcaica y laxa.
Macedonia dispuso, entonces, de un territorio que casi duplicaba al de Tesalia, unos 30 000 km² frente a 15 000; la densidad de población no era muy alta y tampoco era muy elevado el número de habitantes. Parte de los pueblos conquistados por los macedonios fueron expulsados o exterminados, pero otra parte permaneció y se asimiló a los macedonios. La comunidad de los pueblos macedonios reunía a todos los territorios que reconocían la autoridad del rey. Macedonia era un reino dotado de una estructura muy poco centralizada y se componía de dos partes esenciales:
  • por un lado, la arché del rey de Macedonia de la dinastía argéada, es decir, la Baja Macedonia y la Migdonia, que estaban sometidas al control directo del soberano
  • por otro, los pueblos de la Alta Macedonia que conservaban cada uno su propio rey o dinasta; como los lincestas.2​ Aliados y sometidos al rey, no formaban parte de su arché y el rey no ejercía una autoridad directa sobre ellos. Cuando la autoridad real era débil, los príncipes de la Alta Macedonia tendían a convertirse prácticamente en monarcas independientes, a desarrollar una política propia y contraria a los Argéadas, y establecer vínculos de solidaridad con sus vecinos ilirios al oeste del Pindo.
Los objetivos básicos del rey de Macedonia eran asegurar, en primer lugar, la estabilidad dinástica; en segundo lugar, controlar a los dinastas dependientes de la Alta Macedonia, y por último, consolidar las fronteras del reino ante ilirios, tracios y calcídicos y, en menor medida, epirotas y peonios.

Culminación[editar]

Durante el siglo V a. C., los reyes de Macedonia completaron la conquista de Pieria con la ciudad de Negotino, que nunca había sido dominada totalmente y se hicieron con el control de las minas de plata del monte Disoro, al norte de Bisaltia, en el Estrimón, que rendían un talento diario.
Fue entonces cuando se creó la leyenda que vinculaba a los reyes de Macedonia con Heracles y Argos. Se difundió asimismo la cultura griega con la presencia de Heródoto y Helánico de Lesbos en Macedonia, la participación en los Juegos Olímpicos, la vinculación con los santuarios de Olimpia y Delfos, etc.
A pesar de todos los conflictos dinásticos, los reyes consiguieron controlar las tendencias separatistas de la Alta Macedonia (Lincestis), y mantener la independencia frente a las amenazas bárbaras (persas, ilirias), las apetencias atenienses y calcídicas y las presiones espartanas.

El ascenso de Macedonia[editar]

Extensión del reino de Macedonia a la muerte de Filipo.

Ciudad (fecha de ocupación) Ciudad (fecha de ocupación)
Guarnición macedonia Guarnición macedonia
Batallas importantes Batallas importantes     Reino de Macedonia     Territorios dependientes     Territorios de los molosos     Tesalia     Miembros de la liga de Corinto     Estados neutrales     Imperio persa
Cuando llegó al poder Filipo II, su empeño en expandir Macedonia y su capacidad militar pronto lo llevaron a lograr grandes éxitos. Inmediatamente asentó el poder de la monarquía macedonia tanto dentro como fuera de sus fronteras. En el interior, acabó con los pretendientes que lo veían como un usurpador y dominó a los príncipes de las regiones altas (Lincestia, Eilimia y Orestis). En el exterior, venció a una coalición de peonios e ilirios en 358 a. C., con lo que Filipo amplió sus dominios tierra adentro hasta el lago Ócrida.
Luego aprovechó la Guerra Social (o Guerra de los Aliados) de 357-355 a. C. para expandirse. En 357 a. C. tomó la colonia ateniense de Anfípolis, que controlaba las minas de oro del monte Pangeo, reteniéndola a pesar de las promesas de devolvérsela a los atenienses. Ese mismo año, Filipo se casó con la princesa Olimpia de Epiro, hija del rey de Molosia. En el 356 a. C. conquistó Pidnay a continuación Potidea, ciudad que entregó a la Liga Calcídica en contra de los intereses de Atenas. Tras derrotar a una nueva coalición de tracios, ilirios y peonios, apoyada por Atenas, Filipo se sintió lo suficientemente fuerte como para postergar a su sobrino, dejarse de ficciones y proclamarse rey de Macedonia, con el nombre de Filipo II.
En el mismo 355 a. C. se apoderó de la ciudad de Crenidas (a la que bautizó con su nombre llamándola Filipos o Filípolis) cerca de la costa del mar Egeo, a orillas del río Hebro y al otro lado de la zona minera del monte Pangeo. Desde esta ciudad podía tener el control absoluto de la producción de oro y a partir de ese momento, Filipo pudo acuñar en este metal y dejar de lado la plata que patrocinaban otras ciudades.
También atacó Abdera y Maronea, en la costa de Tracia, ciudad que antes había pertenecido a Atenas. Con la conquista de Metone, en la que Filipo perdió el ojo derecho, finalizó la primera fase de expansión por la costa (354 a. C.). Aliado con los Aleuadas de Larisa, intervino en Tesalia, desgarrada por la Tercera Guerra Sagrada, siendo derrotado por Onomarco en dos ocasiones (353 a. C.). Sin embargo, en la llamada batalla del Campo de Azafrán, en 352 a. C., Filipo aniquiló por completo a las huestes de Onomarco, el cual fue crucificado. Tres mil prisioneros fueron arrojados al mar, y como consecuencia de la derrota, el tirano Licofrón fue expulsado definitivamente de Feras.
Sin embargo, no pudo penetrar en la Grecia central, al estar bloqueadas las Termópilas por los focidios de Failo, apoyados por atenienses y espartanos. Entonces, reorganizó Tesalia bajo su hegemonía y se retiró hacia Epiro primero, y hacia el noreste después, extendiendo sus dominios y sometiendo las ciudades costeras griegas del Mar Negro hasta el río Hebro (352-351 a. C.).
Su siguiente ataque lo lanzó en 350 a. C. sobre la península Calcídica, con la que hasta entonces había mantenido relaciones amistosas. Sincronizó la campaña con una revuelta que instigó en Eubea para impedir la intervención ateniense. Ese mismo año conquistó Estagira, y en el 348 a. C. destruyó su principal ciudad, Olinto, con lo que la Calcídica quedó sometida al dominio macedonio. Con Macedonia y las regiones adyacentes consolidadas, Filipo celebró unos juegos olímpicos en Díon. En el 347 a. C. avanzó para conquistar los territorios orientales del Hebro y obligó a someterse al príncipe Cersobleptes de Odrisios.
Estos hechos provocaron que en Atenas se empezara a hablar de paz, aunque todavía predominara la tendencia favorable a la guerra, por lo que Filipo esperó a la primera ocasión favorable. Esta se dio en el 347 a. C., con ocasión del final de la Tercera Guerra Sagrada: los beocios llamaron en su auxilio al poderoso Filipo, quien acudió inmediatamente. En consecuencia, los focidios apelaron nuevamente a Atenas y a Esparta. Sin embargo, aprovechando las disensiones internas de los focidios, Filipo llegó a un acuerdo con su jefe Faleco, el hijo de Onomarco, que se había apostado en las Termópilas con un ejército mercenario. Faleco dejó pasar a Filipo y se retiró al Peloponeso. Filipo penetró en la Grecia central (346 a. C.), derrotando a los focidios en la batalla de la llanura de Crocus. Esta batalla lo convirtió en el gobernador (tagus) de Tesalia, en donde reclamó también el control de Magnesia, que tenía el importante puerto del Golfo de Pagasae. Focea fue expulsada de la Anfictionía de Delfos, y sus votos pasaron a Filipo, que fue admitido en la misma (aunque no de muy buen grado), con lo que adquirió una sólida posición de poder y prestigio en el mundo griego. Filipo aprovechó su posición en la Anfictionía para dominar los asuntos de Grecia y tener el control del Oráculo de Delfos, de suma importancia para cualquier decisión militar o política que hubiera que tomar.
A Atenas no le quedó otra solución que la paz, que solicitó al monarca macedonio a través de Filócrates. En ella se garantizaba a cada parte sus territorios conquistados, y se establecía una alianza defensiva, lo que dio ocasión al orador Isócrates para exhortar a Filipo a dirigir sus ejércitos contra los persas. Con las principales ciudades estado griegas sometidas, Filipo se dirigió contra Esparta y les envió un mensaje:
Si invado Laconia os arruinaré totalmente.
Su respuesta fue afirmativa, siempre y cuando Filipo los dejase tranquilos. Otros interpretan la respuesta de Esparta de manera más sencilla; tan solo:
Si
Plutarco, Sobre la charlatanería 17
Esto debido a su costumbre de usar el laconismo en su forma de comunicación. (Ni Filipo ni su hijo Alejandro intentaron invadir Esparta)
Demóstenes.
A pesar de las advertencias de Demóstenes, los atenienses dejaron hacer a Filipo, que consolidó su influencia en Grecia y reconoció la independencia de Mesenia y Arcadia. Al mismo tiempo, asentó sus dominios en Iliria, reorganizó de nuevo Tesalia (343-342 a. C.), intervino en Epiro, expulsando a Arribas y entronizando a Alejandro de Epiro, y firmó un tratado con el Gran Rey de los persas, Artajerjes III (343 a. C.), lo que le permitió extender sus posesiones en el territorio tracio, dirigiendo una gran expedición militar que conquistó la ciudad fortificada de Eumolpia, renombrándola Philippoupolis (hoy Plovdiv). En 342 a. C., negoció un acuerdo secreto con Hermias, tirano de Atarneo, asistido por Aristóteles, con el objeto de tener una cabeza de puente en caso de invadir Asia.
Demóstenes ansiaba la guerra contra los macedonios, considerados unos bárbaros, y con sus discursos solivianta y prolonga la enemistad de Atenas con Macedonia: son las famosas Filípicas. La expansión macedonia en la región de los Estrechos alarmó a los atenienses, que, conducidos por Demóstenes, declararon la guerra a Filipo (340 a. C.). Este comenzó los asedios de Perinto (340 a. C.) y Bizancio (339 a. C.), fracasados por su carencia de fuerzas navales, y vio temporalmente comprometida su influencia en toda Grecia. Sin embargo, aprovechó la Cuarta Guerra Sagrada para decidir el conflicto en tierra. Nombrado hegemonde la Anfictionía, Filipo penetró en Grecia central y venció en la Batalla de Queronea (338 a. C.) a los tebanos y atenienses aliados. En esta batalla, su hijo Alejandro, de 18 años de edad, llevó a cabo su primera acción militar al mando de 1800 jinetes. Tras la victoria Filipo erigió un león de mármol en memoria del Batallón Sagrado de Tebas por su valentía en la batalla.
Después de esta gran victoria, Filipo demostró una gran sabiduría política al no humillar a los vencidos. El macedonio instauró su hegemonía sobre Grecia, constituyendo la Liga de Corinto (337 a. C.), que incluía a todos los estados griegos, a excepción de Esparta. La Liga garantizaba la paz general, la autonomía interna de cada miembro, salvo para reprimir revoluciones, y una alianza perpetua bajo el mando de Filipo, a quien la Liga concedió el mando de la guerra contra Persia.
Mientras se realizaban los preparativos de la expedición, con el envío de un ejército a Asia Menor bajo el mando de Parmenión y Átalo, Filipo fue asesinado.

El Imperio[editar]

Extensión del Imperio de Macedonia durante el gobierno de Alejandro Magno, incluyendo ruta de conquista.
Su hijo Alejandro Magno continuó la labor. Las ciudades griegas, encabezadas por Atenas y Tebas, se volvieron a alzar contra Macedonia, y Alejandro dio resueltamente pruebas de su fuerza militar: atravesó Tesalia, sometiéndola (ya había sido conquistada por Filipo),3​ y venció a los griegos tomando y destruyendo Tebas.4​ Atenas se vio obligada así a acatar su poder.5​ Se hizo nombrar Hegemon, título que ya había ostentado su padre y que lo situaba como gobernador de toda Grecia.6
Consolidada así la hegemonía macedónica, Alejandro se dispuso a cumplir el último proyecto de su padre Filipo II, conquistar el Imperio persa. Y efectivamente, Alejandro conquistó el Imperio persa, incluyendo AnatoliaSiriaFeniciaJudeaGazaEgiptoBactriana y Mesopotamia, y amplió las fronteras de su propio imperio hasta la región del Punjab. Antes de su muerte, Alejandro había hecho planes para girar hacia el oeste y conquistar Europa. También quería continuar la marcha hacia oriente para encontrar el fin del mundo, ya que su tutor durante su niñez, Aristóteles, le había contado historias sobre el lugar donde la Tierra acababa y empezaba el Gran Mar Exterior. Alejandro integró extranjeros7​ en su ejército y administración, lo que ha sido definido por algunos historiadores como una «política de fusión». Favoreció el matrimonio entre miembros de su ejército y extranjeras, y lo practicó él mismo. Tras doce años de campañas militares continuas, Alejandro murió, posiblemente de malariafiebre tifoidea o encefalitis vírica.
Con ello, su dinastía, encarnada en individuos incapaces o de corta edad, llegó a su fin, y su imperio fue repartido entre sus generales, los llamados diádocos (sucesores), pero sus conquistas resultaron en siglos de dominio y colonización griegas sobre áreas lejanas, conocido como período helenístico, una combinación de las culturas griega y mesoriental.
Los generales del ejército macedonio los llamados diádocos (διαδοχος) o sucesores o herederos, eran treinta y cuatro en total; cinco de ellos se repartieron los territorios conquistados por Alejandro que se fueron convirtiendo en pequeños reinos y no dejaron nunca de luchar entre ellos. Se sabe que Alejandro había dicho en una ocasión: «Mis generales me harán funerales sangrientos». Después de los viejos generales, gobernaron los llamados epígonos (επιγονος), los nacidos después o sucesores. La lucha entre ellos para obtener el poder y la hegemonía duró casi cincuenta años, hasta el 281 a. C. en que murió el último de los diádocos, Seleuco.
Los protagonistas de los primeros tiempos fueron los comandantes Pérdicas y Meleagro, con sus intrigas y maniobras. También el gran general AntígonoAntípatro (o Antípater) el último general que quedaba de la época de Filipo II, y más tarde los hijos de ambos Demetrio y Casandro.

Decadencia[editar]

Durante los siguientes veinte años no hubo más que peleas entre ellos. En un principio se contentaron con llamarse gobernadores, esto fue en espera de la mayoría de edad del hijo de Alejandro, pero ya en el 306 a. C.tomaron el título de rey. Se repartieron el imperio de la siguiente manera:
Antígono pretendió desde un principio ser el único y soñó con la gran unidad del imperio de Alejandro. Pero los generales Ptolomeo, Lisímaco y Seleuco no se lo consintieron y le declararon la guerra. Antígono fue vencido y muerto en la Batalla de Ipso (en Frigia, centro de Asia Menor) en el 301 a. C.
Los epígonos (o nacidos después, o sucesores de los generales) continuaron con las luchas internas y externas por conseguir el poder.
En el año 281 a. C. el gran imperio estaba dividido en tres grandes estados:
  • Macedonia (Dinastía antigónida).
  • Asia (Dinastía seléucida).
  • Egipto (Dinastía ptolemaica).

Las guerras macedónicas[editar]

Macedonia durante el reinado de Filipo V.
A finales del siglo III a. C.Macedonia era aún la gran potencia dominante en el Mediterráneo Oriental. Su ejército, descendiente directo del de Alejandro Magno, aún era temido, al igual que su estilo de combate, que enfatizaba las armas combinadas pero cargaba mucha mayor responsabilidad sobre el poder de la falange que nunca hiciera (o hubiera hecho) Alejandro. Mientras otras naciones como Roma preferían la movilidad y la flexibilidad, la falange macedonia se caracterizó por ser la más rígida de las formaciones militares.

Primera guerra macedónica[editar]

Durante la segunda guerra púnica, el rey Filipo V se alió con Cartago. Aunque este acuerdo no supuso ninguna batalla campal entre Roma y Macedonia, fue conocido históricamente como primera guerra macedónica. Tras escaramuzas de pequeña importancia, se negoció una paz inestable que permitía a Roma concentrar sus energías en la guerra contra Cartago. Según Livio, Filipo envió una legión al mando de Sópatro a África para reforzar a Aníbal en Zama.

Segunda guerra macedónica[editar]

En el año 200 a. C., siendo ya Roma la potencia dominante de Italia y el Mediterráneo OccidentalRodas y Pérgamo le pidieron ayuda contra las continuas agresiones macedónicas en los Dardanelos y Egipto. La atención de Roma se volvió hacia el Egeo y sus antiguas rencillas con Filipo V de Macedonia.
Roma exigió a Macedonia su retirada completa de Grecia. Filipo accedió en parte, pero quiso mantener el control sobre las ciudades de Demetrio I de Macedonia, en TesaliaCalcis, en Eubea; y Corinto, en Acaya; a las que el rey conocía como «Grilletes de Grecia».
Una delegación griega fue enviada a Roma, para dar al Senado una lección de geografía helena. Las negociaciones terminaron en un callejón sin salida. Sin embargo, como resultado, el Senado envió al cónsul Tito Quincio Flaminino, al mando de dos legiones más 6000 infantes y 300 jinetes aliados para expulsar a Filipo de Grecia. Comenzaba la segunda guerra macedónica.
Tras una serie de combates en todo el territorio griego, los ejércitos de Filipo y Flaminino se encontraron en la batalla de Cinoscéfalos (197 a. C.). El rey macedonio fue derrotado, debiendo firmar un tratado de paz por el que abandonaba sus pretensiones sobre Grecia. Al mismo tiempo, un segundo ejército macedonio era derrotado por Átalo I, rey de Pérgamo, en Asia Menor.

Tercera guerra macedónica[editar]

Filipo V mantenía la tradición macedonia de enseñoreamiento sobre los griegos, heredada de Filipo II y Alejandro Magno. Aunque los romanos en la guerra anterior lo habían derrotado y separado políticamente de Grecia, nunca renunció a la idea de deshacerse de la influencia de Roma sobre su «patio trasero».
Por ello, una vez que logró poner las cosas en orden en su país, elaboró una estrategia para mantener a los romanos ocupados mientras él se apoderaba nuevamente de Grecia. Esta estrategia consistía en conquistar los territorios al sur del Danubio y concertar tratados de alianza con las tribus bárbaras transdanubianas, con el fin de lanzar a estas contra Italia. Esta última parte no pudo realizarla, pues murió en el 179 a. C.
Su hijo y heredero al trono, Perseo, no continuó la política de su padre, quien veía a los griegos como poco más que esclavos. Al contrario, Perseo buscó la alianza y la amistad de muchas ciudades estado griegas y reinos helenísticos, logrando como resultado que Prusias II de BitiniaSeleuco IV de Siria (su suegro), RodasBastarniaIliriaEtolia y otros más fuesen sus amigos. En los 20 años posteriores a la segunda guerra macedónica, el odio hacia Roma en Grecia se había incrementado notablemente, pues el dominio que los romanos imponían indirectamente a través de la oligarquía reinante había dado como resultado un empobrecimiento generalizado de la población.
Aprovechando esto, Perseo inició una política demagógica, invitando a quienes fueran perseguidos por política o por deudas a refugiarse en Macedonia, donde les serían reconocidos sus derechos y bienes. Pero el resultado de ello fue contraproducente, pues las clases poseedoras, al ver sus intereses en peligro, volvieron sus ojos a Roma con el fin de conseguir ayuda para deshacerse de Perseo.
Eumenes II de Pérgamo fue uno de los más ardientes impulsores de la guerra: logró llegar al senado y presentar muchas quejas contra Perseo; como resultado, Roma declaró la guerra a Macedonia. Sin embargo, las operaciones militares no se iniciaron de inmediato, pues los romanos no estaban preparados para la guerra. De regreso a Pérgamo, Eumenes II fue víctima de un atentado en la isla de Delfos, organizado por Perseo.
Perseo, por su parte, aun sabiendo que Roma estaba oficialmente en guerra con él, pero no lo había atacado aún, asumió una postura defensiva. Decidió no ocupar con sus tropas los puntos estratégicos más importantes de Grecia, lo que le habría dado una sustancial ventaja inicial, y así los romanos tuvieron el tiempo suficiente para preparar cuidadosamente la guerra.
Sin embargo, no todo era ventaja para los romanos. Aunque por la estrategia de Perseo la mayor parte de sus amigos y aliados se habían alejado de él al considerarlo cobarde, al iniciarse las operaciones militares (171 a. C.), los macedonios lograron derrotar en Tesalia a la caballería e infantería ligera romanas. Esto provocó que los antiguos amigos y aliados reafirmaran su apoyo, pero Perseo, temeroso de la reacción romana, evacuó sus fuerzas de Grecia y se retiró a Macedonia, renunciando a una guerra ofensiva.
Falange macedónica.
Durante los dos años siguientes la guerra fue pasivamente conducida por Roma y por Macedonia; sin embargo, esta última desplegó una gran actividad diplomática que brindó algunos resultados por el resurgimiento de la flota macedonia en el mar Egeo y por la aparente incapacidad de Roma de dar fin a la guerra. Esto generó entre los rodios el deseo de actuar como intermediarios para finalizar la guerra, dado que su comercio estaba fuertemente contraído a causa de esta. Sin embargo, notando el Senado romanola actitud de los griegos hacia Roma, y viendo el peligro que esto representaba, decidió poner fin a la guerra victoriosamente al precio que fuese.
En el 169 a. C., se nombró cónsul a un noble sin fortuna, Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul del mismo nombre muerto en Cannas durante la segunda guerra púnica, padre biológico de Publio Cornelio Escipión Emiliano. Emilio Paulo contaba con muchos años de experiencia militar adquirida en las guerras de Liguria y Hispania, poseía fama en Roma de intachable honestidad. Llegado al teatro de operaciones, rápidamente restauró la disciplina que se había relajado y logró penetrar en Macedonia hasta la ciudad de Pidna, donde estaba Perseo y su ejército. Allí se desarrollaría la famosa batalla de Pidna, cuyo resultado fue la derrota definitiva de Macedonia y el derrocamiento de la monarquía macedonia.
El primer choque entre romanos y macedonios fue tan fuerte que las vanguardias romanas fueron destrozadas y las legiones se empezaron a retirar a las alturas boscosas que rodeaban el campamento romano. Inmediatamente las falanges macedonias abrieron sus filas para dar persecución a los romanos. Emilio Paulo se aprovechó de esta circunstancia, y lanzó sus reservas a los desprotegidos flancos y la retaguardia de las falanges, terminando por romper totalmente su formación, y los legionarios perseguidos dieron la vuelta y cercaron a los macedonios. La caballería macedonia, al ver la derrota de la infantería, optó por retirarse del campo de batalla.
Todo el enfrentamiento terminó en menos de una hora, con el resultado de 20 000 macedonios muertos y 11 000 prisioneros. Las pérdidas romanas fueron muy inferiores. Perseo, al ver su derrota, huyó del campo de batalla llevando su tesoro consigo (unos 6000 talentos) dirigiéndose a Samotracia, en cuyo santuario confiaba en encontrar un refugio seguro. Pero los romanos, lo obligaron a rendirse con sus tesoros y sus dos hijos, y fue confinado en Italia, donde murió algunos años después. Su hijo mayor, Filipo (y técnicamente heredero del trono de Macedonia) murió dos años después que el padre, mientras que el más joven se convirtió en escribano.
Como resultado de la guerra, Macedonia fue dividida en cuatro repúblicas nominalmente independientes, cuyos habitantes no podían tener relaciones diplomáticas, comerciales ni matrimoniales entre ellos. Macedonia tenía prohibido comerciar con madera, materiales de construcción, metales preciosos ni sal con quien fuese. Las fortalezas fueron desmanteladas y la población desarmada. La monarquía macedónica fue destruida para siempre.
El empobrecimiento resultante y el recuerdo de la libertad y antigua gloria de Macedonia hizo que 20 años después, al presentarse un impostor que se hacía pasar por el fallecido hijo de Perseo, Filipo, los macedonios se rebelaran contra Roma, conflicto cuyo resultado final fue el sofocamiento de la rebelión y la transformación de Macedonia en una provincia romana.

Organización social[editar]

La organización política del Reino de Macedonia formaba una pirámide de tres estratos: arriba estaban el rey y la nación, abajo, las organizaciones cívicas (ciudades y éthnē), y entre ambos, los distritos. El estudio de las diferentes instituciones se ha renovado considerablemente gracias a la epigrafía, que ha dado la posibilidad de releer las indicaciones que dejaron los autores clásicos, como Livio y Polibio. Estos muestran que las instituciones macedonias se parecían a las de las alianzas de las ciudades-estado griegas, como por ejemplo la Liga Etolia o la Liga Aquea, cuya unidad, ente caso, era reforzada por la presencia de un rey.

El rey[editar]

El rey (Βασιλεύς) llevaba la administración central del reino. Gobernaba desde la capital del reino (que fue primero Egas, y luego, desde el reinado de Arquelao I en adelante, Pella) y en su palacio real se conservaba el archivo del estado. El secretario real (βασιλικὸς γραμματεύς) le ayudaba en el gobierno, por lo que era de vital importancia, así como el Consejo.
El rey era el jefe del ejército, cabeza de la religión macedonia y el encargado de las relaciones diplomáticas con otros reinos. Por ello, sólo él podía establecer tratados y, hasta el reinado de Filipo V, ordenar la acuñación de monedas.
El número de funcionarios civiles era limitado: el rey dirigía su reino de una forma casi indirecta, apoyándose en los magistrados locales con los que mantenía frecuente contacto.

La sucesión[editar]

La sucesión real en Macedonia era hereditaria y patrilineal, y generalmente respetaba el principio de primogenitura, pasando la corona al primer hijo varón del rey. También había un elemento electivo: cuando el rey moría, su heredero, que sería generalmente pero no siempre su hijo mayor, tenía que ser aceptado primero por el Consejo y posteriormente presentado ante la Asamblea general para ser aclamado rey y hacer el juramento de fidelidad.
Como puede verse, la sucesión estaba lejos de ser automática, considerando que muchos reyes macedonios murieron de forma violenta, sin haber decido quién les sucedería, o sin haber asegurado que sus sucesores serían respetados. Es el caso de Pérdicas III, asesinado cruelmente por los iliriosFilipo II, asesinado por Pausanias de OrestisAlejandro Magno, que murió de una repentina enfermedad, etc. Las crisis por la sucesión eran frecuentes, especialmente a partir del siglo IV a. C., en el que las familias prominentes del norte de Macedonia aún tenían la ambición de derrocar a la dinastía argéada y ascender al trono.

Las finanzas públicas[editar]

El rey era simplemente el guardián y administrador del tesoro de Macedonia y del suyo propio (βασιλικά), pues realmente este pertenecía a los macedonios, y los tributos que pagaban los pueblos derrotados también iban para el pueblo macedonio. Incluso si el rey no llevaba la administración de las sumas del reino, se sentía responsable de defenderlas: Arriano cuenta que durante el motín de los soldados de Alejandro en Opis(324 a. C.), este detalló las posesiones que su padre tenía cuando murió para probar que no había hecho un uso abusivo de las mismas.
Se sabe por Livio y Polibio que el basiliká tenía ingresos de las siguientes actividades económicas:
Moneda de Filipo II.
  • Las minas de oro y plata (por ejemplo, las del Pangeo), que pertenecían exclusivamente al rey, y que le permitían acuñar moneda, un privilegio también único del rey hasta el reinado de Filipo V, quien concedió a las ciudades y distritos el derecho a acuñar monedas de menor valor, por ejemplo, de bronce.
  • Los bosques, cuya madera fue muy apreciada por las polis griegas que la usaban para construir sus barcos. De hecho, se sabe que Atenas hizo tratados comerciales con Macedonia en el siglo V a. C. para importar la madera necesaria para la construcción y el mantenimiento de su flota de guerra.
  • Las tierras conquistadas, que se anexionaban al reino y que el rey explotaba directamente, en particular a través de esclavos que obtenían de los prisioneros de guerra, o indirectamente a través de un sistema de arrendamiento.
  • Aduanas en el comercio (impuestos de importación y exportación).
La forma más común de explotar estas fuentes de riqueza era por arrendamiento: Aristóteles, en su "Económica", cuenta que Amintas III (o quizá Filipo II) dobló las aduanas con la ayuda de Calístrato, que se había refugiado en Macedonia, y que rentaban de 20 a 40 talentos cada año. Para conseguir esto, todos los años se elegía como oferta para la explotación privada de las aduanas la más alta. También se sabe por Livio que las minas y los bosques se arrendaban por una suma acordada durante el reinado de Filipo V, y parece ser que lo mismo ocurrió bajo la dinastía argéada: puede que el sistema de arrendamiento del Egipto ptolemaico tenga aquí su origen.
Excepto las propiedades del rey, la tierra de Macedonia era libre: los macedonios eran hombres libres y no pagaban impuestos por terrenos privados. Incluso los tributos extraordinarios que pagaban los atenienses en tiempos de guerra no existían. Hasta en épocas de crisis económica, como la de Alejandro en el 334 a. C. o la de Perseo en el 168 a. C., la monarquía no gravaba con impuestos a sus súbditos sino que recaudaba fondos a través de préstamos, que sus compañeros reales tenían que dar, o aumentaban el coste de los arrendamientos.
El rey podía conceder el atelíē (ἀτελίη), cuyo poseedor se veía exento de pagar impuestos. Alejandro se lo concedió a aquellas familias que tuvieron muertos durante la batalla del Gránico en mayo del 334 a. C., por lo que no tuvieron que pagar tributos de arrendamiento ni tasas comerciales.
Se obtenían ingresos extraordinarios gracias al pillaje, y el botín de guerra se repartía entre el rey y sus hombres. En tiempos de Filipo II y Alejandro el pillaje proporcionaba grandes sumas de dinero. Una parte considerable de los objetos de oro y plata obtenidos en las campañas de Europa y Asia se fundieron en lingotes y fueron enviados para acuñar monedas a Pella y Anfípolis, las cecas más activas del reino en aquella época: se estima que durante el reinado de Alejandro, Anfípolis acuñó cerca de 13 millones de tetradracmas de plata.

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