lunes, 30 de octubre de 2017

Apuntes de Historia Universal

LOS REINOS DE TAIFASSIGUIENTE
En 1030, el emperador bizantino Romano III sufrió una derrota en Siria, en la que se puso de manifiesto su escasa capacidad militar. No obstante, supo remediarlo buscando a los hombres adecuados. Uno de ellos fue el general Jorge Maniaces, que en 1031 reconquistó Edesa.
Los polacos atacaron las fronteras del Imperio Germánico y el emperador Conrado II tuvo que hacerles frente.
En Al-Ándalus, el califa Hisam III fue derrocado por la burguesía cordobesa, dirigida por Abul-Hazm ibn Yahwar. Se le permitió escapar a Lérida. Nominalmente siguió siendo el califa, pero lo cierto es que a partir de ese momento Al-Ándalus dejó de tener un gobierno común. En los años anteriores, desde la muerte de Almanzor, algunas regiones de Al-Ándalus se habían convertido en reinos independientes, y ahora este fenómeno se generalizó. Estos reinos, débiles en su mayoría, fueron conocidos como Reinos de Taifas (de una palabra árabe que significa "destacamento"). En el reino de Málaga estaba el bereber Yahyá ibn Alí, que había sido califa por dos veces y al que algunos seguían considerando como tal. En Toledo se convirtió en rey Yaís ibn Muhammad ibn Yaís.
Los reinos de Taifas eran débiles, pero sus gobernantes trataron de mostrar magnificencia patrocinando las ciencias y las artes. Era frecuente que nombraran como ministros a sabios y poetas. Los libros que en el periodo anterior habían estado concentrados en pocas bibliotecas (en Córdoba y Toledo principalmente) se copiaron y repartieron por toda Al-Ándalus. Los reyes trataron de imitar los modelos orientales, adoptando pretenciosos títulos honoríficos. Como fruto de esta imitación se dio gran libertad a las mujeres y se impusieron costumbres que hasta entonces habían sido consideradas licenciosas. Sin embargo, los viajeros que venían de Oriente no estaban muy entusiasmados con lo que allí habían visto, pues, en efecto, el Califato Abasí era sólo una sombra de su fama.
Ese año murió el rey de Francia Roberto II el Piadoso, y fue sucedido por su hijo Enrique I (que ya había sido coronado rey cuatro años antes), pero su hermano menor Roberto le disputó la corona con el apoyo de su madre, Constanza de Provenza, y el duque Eudes II de Blois. Estalló una guerra civil, y Enrique I obtuvo el apoyo del duque Roberto I de Normandía. En 1032 Roberto tuvo que rendirse y reconocer a su hermano como rey. A cambio recibió el ducado de Borgoña. El duque de Normandía no había prestado su ayuda por nada. No tenía hijos legítimos, pero tenía un bastardo de cinco años, llamado Guillermo, al que quería legarle el ducado. La nobleza normanda lo tenía muy fácil para desdeñar a Guillermo a la muerte de su padre, y así alguno de sus miembros podría convertirse en el nuevo duque. Por ello Enrique I se comprometió a tutelar al joven Guillermo, porque el apoyo del rey de Francia podía ser decisivo a la hora de la sucesión.
El emperador Conrado II logró rechazar a los polacos al otro lado del Oder, con lo que recuperó las marcas del territorio de los vendos y las asignó a la familia Wettin. Tras la muerte del rey Rodolfo III de Borgoña se anexionó su territorio, según el acuerdo pactado entre su padre y el difunto rey. Uno de los nobles más poderosos del reino era entonces Humberto I Blanca Mano, que tenía el título de conde de Saboya, aunque gobernaba numerosos condados. Por otra parte, un conde llamado Renaldo I, hijo y sucesor del conde Otón Guillermo que había disputado el ducado de Borgoña a Roberto II, se negó a rendir vasallaje al emperador, y su condado pasó a llamarse el Condado Libre de Borgoña.
En Roma murió el papa Juan XIX. A causa de una disputa con el patriarca de Constantinopla, había roto las relaciones con Bizancio. Entre sus protegidos había estado un monje benedictino llamado Guido D'Arezzo. Había sido profesor de canto en la abadía de Pomposa, al norte de Italia, pero sus técnicas pedagógicas no fueron bien recibidas y se estableció en Arezzo. Ideó un sistema para recordar la entonación dando nombre a los distintos tonos. Para ello se basó en un himno a san Juan Bautista, en el que ciertas sílabas formaban una escala ascendente:
VT queant laxis REsonare fibris
MIra gestorum FAmuli tuorum
SOLue polluti LAbii reatum
Sancte Ioannes
Así dio nombre a las notas musicales: VT, RE, MI, FA, SOL, LA. Más adelante los músicos se dieron cuenta de que necesitaban un nombre más y rebautizaron las notas como A, B, C, D, E, F, G, donde la Acorrespondía a la nota LA de D'Arezzo y B era el nombre de nota que faltaba en su escala. No obstante, ambas notaciones coexistieron. Durante un tiempo, las notas musicales fueron llamadas también VT, RE, MI, FA, SOL, LA, B, hasta que finalmente se encontró un nombre para la séptima nota acorde con los de las anteriores: SI (de las iniciales de Sancte Ioannes). También se le atribuyen a D'Arezzo innovaciones sobre la notación musical: notas sobre líneas y entre ellas, pero sobre esto hay que ser más cautos, pues mucho de lo que se le atribuye estaba ya inventado o estaba por inventar.
Volviendo al papado, Juan XIX fue sucedido por su sobrino Theofylacto, que adoptó el nombre de Benedicto IX. Contaba con el apoyo del emperador.
El conde Fernando I de Castilla se casó con Sancha, la hermana del rey Vermudo III de León que había estado prometida al anterior conde de Castilla, García II Sánchez. Poco después el rey Vermudo III de León fue considerado mayor de edad, pudo controlar una nueva rebelión en Galicia y a continuación expulsó al partido navarro, que estaba encabezado por su madre Urraca, lo que dio lugar a una insurrección general.
En 1033 el duque Gozlón de la Baja Lorena se adueñó de la Alta Lorena.
En 1034 el rey de Navarra Sancho III el Mayor decidió intervenir abiertamente en el conflicto leonés y se adueñó de Zamora, Astorga y León. Vermudo III conservó el título real, pero tuvo que marcharse a Galicia.
El rey Miezsko II de Polonia era conocido como Miezsko el Indolente. Bajo su reinado el país sufrió ataques por parte de los rusos, daneses, checos y de Franconia. Finalmente, Miezsko II tuvo que jurar vasallaje al emperador Conrado II, pero murió poco después, la nobleza se sublevó y el heredero Casimiro tuvo que huir a Hungría. El país se fragmentó. Esto permitió que Bohemia se reorganizase bajo Bretislav I.
También murió el rey Malcom II de Escocia y fue sucedido por su nieto Duncan I, así como el rey Tolteca Matlacxóchitl, que fue sucedido por Nauhyotzin.
El emperador bizantino Romano III trataba de compensar los gastos desmesurados que se habían producido durante el reinado de Constantino VIII, tras la muerte de su hermano Basilio II. La emperatriz Zoe no vio con agrado esa política de austeridad, y era consciente de que Romano III sólo era emperador por su matrimonio, así que había empezado a buscar otro hombre. Esto no escapó a la atención de un funcionario de palacio llamado Juan Orfanotrofo. Era eunuco, así que no podía ser emperador, pero se apresuró a llevar a la corte a su bello hermano Miguel el Paflagonio. La emperatriz quedó encantada con él y un día Romano III apareció ahogado en su bañera. Inmediatamente Zoe se casó con Miguel, quien se convirtió así en el emperador Miguel IV. Resultó ser un buen general, que no tardó en someter una revuelta búlgara tras la cual la Iglesia búlgara quedó nuevamente supeditada a la Iglesia bizantina. Su hermano Miguel dirigía competentemente la administración civil y otros hermanos fueron ascendidos y contribuyeron competentemente al gobierno del Imperio. El general Jorge Maniaces seguía obteniendo victorias frente a los musulmanes y el Imperio seguía expandiéndose por Siria. A él se le había unido Harald Hardrade (el severo), un noruego de más de dos metros de altura que dirigía la guardia varega. Era hermanastro del rey san Olav II de Noruega, y había tenido que huir cuando éste fue asesinado por el rey Canuto de Dinamarca. Pasó un tiempo en Nóvgorod, pero tuvo que marcharse porque, al parecer, se enamoró de él la hija del príncipe Yaroslav y esto no gustó al padre. Fue entonces cuando marchó a Constantinopla.
Canuto confió el gobierno de Noruega a su hijo Sven, pero murió al año siguiente, en 1035, y los noruegos expulsaron a Sven dirigidos por Magnus el Bueno, hijo natural de san Olav, que se convirtió así en el nuevo rey de Noruega. Canuto tenía otros dos hijos: Hardeknud (Canuto el Fuerte) se encontraba en Dinamarca cuando murió su padre y tuvo que esforzarse por consolidar su autoridad en el país. En Inglaterra la situación era más compleja. Hardeknud era hijo de Canuto y Emma de Normandía, su viuda, por lo que podía considerársele heredero legítimo de la corona de Inglaterra, y así lo defendieron Emma y Godwin de Wessex, pero la nobleza sajona recelaba del poder que estaba acumulando Godwin y propuso como sucesor a Harold I Pie de Liebre, un hijo ilegítimo de Canuto. El hecho de que Hardeknud estuviera ocupado en Dinamarca dio ventaja a los partidarios de Harold I. Por otra parte, Ethelred el rey de Inglaterra derrocado por Canuto, había tenido dos hijos, Alfredo y Eduardo, que fueron evacuados del país durante la invasión danesa. Pasaron su infancia en Hungría, pero ahora ya tenían edad suficiente para pretender la corona de su padre. Alfredo estaba en Normandía, si bien allí poca ayuda podía obtener. El año anterior, el duque Roberto I de Normandía había partido en peregrinación a Tierra Santa. Antes de marchar, siguiendo la costumbre, obligó a la nobleza a jurar fidelidad a su heredero, Guillermo, pero Roberto I murió en el viaje de vuelta y la nobleza no recordó muy bien qué había jurado. Guillermo tenía entonces unos ocho años, y su tutor era Gilberto de Brionna, pero no tardó en ser asesinado y reemplazado por Raúl de Gacé. Los descendientes legítimos de los duques Ricardo I y Ricardo II desdeñaron al joven bastardo y trataron de apoderarse del ducado. El rey Enrique I de Francia tuvo ocasión de devolver el favor que Roberto I le había hecho al ayudarle años atrás a consolidar su trono. Mantuvo a Guillermo prácticamente escondido para evitar que los nobles normandos acabaran con él. El ducado pasó por un periodo de anarquía.
El emperador Conrado II logró imponer su dominio a Bohemia.
Mientras tanto moría el rey de Navarra Sancho III el Mayor. Fue sucedido (como rey de todo el territorio de Navarra, Castilla y Aragón) por su hijo García IV Sánchez. Al mismo tiempo, el difunto rey había dejado tierras a sus otros hijos (en calidad de vasallos del rey de Navarra): su hijo Fernando I era conde de Castilla desde unos años atrás, Ramiro I obtuvo el condado de Aragón y Gonzalo I los condados de Sobrarbe y Ribagorza. La muerte de Sancho III permitió que Vermudo III volviera a León. La reina Toda de Viguera casó con Fortún Sánchez, que ostentó el título de Princeps.
También murió el conde de Barcelona Berenguer Ramón el Curvo. En su testamento dividió sus territorios entre sus hijos, Guillermo I y Ramón Berenguer I, pero, por no perder la costumbre, su madre Ermessenda dispuso otra cosa y se erigió en regente de sus nietos. El conde Wifredo II de Cerdaña se retiró a un monasterio y dejó el condado a su hijo Ramón I Wifredo.
El gobernador de Sevilla, Abu-I-Qasim, pertenecía a la familia de los Abadíes, y hasta entonces había acatado la soberanía de Yahyá ibn Alí, que gobernaba Málaga con el título de califa, pero ahora presentó a un individuo como el desaparecido califa Hisam II, bajo el cual pretendió reunir a los taifas árabes para atacar a los bereberes banú Zirí que gobernaban en Granada. Sin embargo, ello lo enfrentó a Yahyá ibn Alí.
En 1036 Alfredo, el hijo del rey Ethelred de Inglaterra, recibió una carta en Normandía en la que se le invitaba a volver a Inglaterra y derrocar a Harold Pie de Liebre. No está claro quién se la envió y con qué intención, pero el caso es que Alfredo desembarcó con una pequeña flota, fue recibido por Godwin de Wessex, el cual dio alojamiento a los invasores en una serie de casas y allí los hizo asesinar, salvo Alfredo, que fue llevado a Londres y allí fue ejecutado por orden de Harold.
El príncipe Yaroslav de Kíev obtuvo una victoria significativa sobre los pechenegos, tras la cual su Estado se vio libre de incursiones nómadas durante bastantes años. Construyó fortalezas y colonizó las estepas de la orilla oriental del Dnieper.
Ese año murió el derrocado califa cordobés Hisam III, quien poco antes había declarado abolido el califato, legitimando con ello a los reinos de taifas. En Toledo Yaís ibn Muhammad fue derrocado por el berberisco Ismaíl ibn Zennun al-Zafir, de la familia de los banú Di-I-Nun.
También murió el califa fatimí al-Zahir y fue sucedido por su hijo de siete años al-Mustansir. Su madre actuó como regente.
Así mismo murió el conde Balduino IV de Flandes, que había convertido a su condado en un doble feudatario de Francia y del Imperio Germánico. Fue sucedido por su hijo Balduino V el Piadoso, que estaba casado con Adelaida de Francia, hermana del rey Enrique I.
En 1037 murió el conde Eudes II de Blois y de Champaña. El condado de Blois pasó a su hijo Teobaldo III, mientras que Champaña la heredó un hermano menor.
Harold Pie de Liebre logró aplastar a los partidarios de su hermanastro Hardeknud y se reafirmó en el trono de Inglaterra. Su madrastra Emma tuvo que exiliarse.
El emperador germánico Conrado II había tenido que sofocar una rebelión tras otra en Italia. Ahora se alzó contra él el arzobispo Ariberto de Milán, al que no logró derrotar.
El rey Vermudo III de León reabrió la polémica en torno a los territorios de la dote de su hermana Sancha. Recordemos que había estado prometida al conde García II Sánchez de Castilla, pero éste fue asesinado antes de la boda, y al final Sancho III el Mayor de Navarra pudo hacerse con el control del condado, se adueñó de la dote de Sancha, nombró conde a su hijo Fernando I y poco después, aprovechando siempre la minoría de edad de Vermudo III y la regencia de su madre Urraca (hermana del rey navarro), lo casó con Sancha. El ejército de Vermudo III se enfrentó al de los hermanos Fernando I de Castilla y García IV Sánchez de Navarra en la batalla de Tamarón (un valle de Burgos), que terminó con la muerte del rey leonés. Como no dejó descendencia, el derecho a la corona pasó a Fernando I a través de su esposa Sancha, hermana de Vermudo III.
Fernando I transformó sus títulos de conde de Castilla y rey de León en rey de León y de Castilla, es decir, técnicamente incluyó Castilla en el reino de León, pero este reino ya no era el reino de León, sino el reino de León y Castilla. Esto debió de encender los ánimos del conde Ramiro I de Aragón. Él era el hijo mayor de Sancho III el Mayor, pero era ilegítimo, y a ello se debió que no heredara el reino navarro, que había pasado a su hermanastro García IV Sánchez. Ahora no sólo tenía un hermanastro rey, sino dos. Se propuso hacer valer sus derechos, pero empezó atacando el punto más débil, es decir, a su otro hermanastro, Gonzalo I, el conde de Sobrarbe y Ribagorza. Logró alianzas con los señores más influyentes de estos condados y éstos decidieron su anexión al condado de Aragón. Gonzalo I fue asesinado.
El antiguo califa de Córdoba Yahyá ibn Alí atacó finalmente Sevilla, donde estaba el presunto califa Hisam II, pero murió en el combate y el gobierno de Málaga pasó a su hermano Idris I, que se otorgó el título de califa, pero Algeciras, que hasta entonces había permanecido unida a Málaga, pasó a su primo Muhammad al-Qasim, proclamado rey por sus soldados africanos.
En Persia murió a los cincuenta y siete años uno de los más famosos médicos y filósofos musulmanes: Abú Alí al-Husayn ibn Siná, conocido en Europa como Avicena. Fue un niño prodigio que asimiló muy pronto las ciencias de su época. Se dice que a los diecisiete años curó a un príncipe de una grave enfermedad, lo que le abrió las puertas de su biblioteca. Escribió numerosos libros, entre los que destaca su Canon de la medicina, donde describe con precisión la meningitis aguda, las fiebres eruptivas, la pleuresía y la apoplejía. Su terapéutica se basa en el equilibrio en la alimentación y en el uso de determinados medicamentos. Su Libro de la curación es una enciclopedia que abarca la lógica, la física y la metafísica.
Airlanga había logrado finalmente la unificación de Java y ahora era coronado rey. Es el protagonista de una de las obras más antiguas de la literatura javanesa.
En 1038 murió san Esteban, el primer rey de Hungría. Dejó una organización en el país que pervivió durante ocho siglos. El rey tenía amplios poderes, pero estaba asistido por un senado compuesto de obispos y de altos funcionarios. Instituyó la figura del conde palatino, cuya misión era administrar la justicia en nombre del rey. San Esteban fue sucedido por su sobrino político Pedro Orseolo.
Los años siguientes a su muerte fueron tumultuosos, y Hungría fue sacudida por guerras de sucesión.
El emperador bizantino Miguel IV demostró muchas más aptitudes que su antecesor. Envió a Sicilia a sus generales Jorge Maniaces y Harald Hardrade, quienes no tardaron en ganar territorio frente a los musulmanes.
El rey Hardeknud de Dinamarca se entrevistó con Magnus de Noruega y renunció a toda pretensión inmediata sobre el trono de Noruega (que había formado parte del imperio de su padre, el rey Canuto).
A finales del siglo precedente, una tribu turca conducida por un príncipe llamado Salyuq pasó a servir a los samaníes y luego a los karajaníes. Fueron conocidos como turcos selyúcidas. Ahora estaban dirigidos por un nieto de Salyuq llamado Muhammad Tugril Beg.
Un musulmán llamado Ibn Yasín había fundado una rábida en un islote en la desembocadura del río Senegal, desde donde se dedicó a predicar en la zona una versión fundamentalista del islam. Su mayor éxito fue convertir a su doctrina a dos hermanos bereberes, Yahyá y Abu Bakr, que dirigían un pueblo nómada. Con su ayuda, los habitantes de la rábida (en árabe castellanizado, almorávides) empezaron a convertir a las caravanas de bereberes que atravesaban el Sahara, que fueron engrosando las filas almorávides hasta formar un auténtico ejército.
El rey Abd al-Aziz de Valencia conquistó las taifas de Murcia y Almería. El rey de Granada Habbus ibn Maksán murió y fue sucedido por su hijo Badis, bajo el cual el reino alcanzó su apogeo. Era aliado del rey Zuhayr de Almería, pero antes de que acabara el año se enemistaron, Zuhayr fue hecho prisionero y el mismo Badis lo ejecutó. La crueldad de Badis generó varios alzamientos en Granada en los años siguientes, pero todos fueron duramente reprimidos.
El conde Armengol II de Urgel murió y fue sucedido por su hijo Armengol III.
Al noroeste de China, los tangutios controlaban ya un extenso territorio al que denominaron Imperio Xixia.
En 1039 murió el emperador germánico Conrado II y fue sucedido por su hijo Enrique III, que ya había sido coronado rey de Alemania años atrás.
El duque Guillermo VI de Aquitania había muerto el año anterior, y fue sucedido por el duque Odo, si bien a los pocos meses el ducado pasó a Guillermo VII, hijo de Guillermo VI.
También murió el conde Dirk III de Holanda, y fue sucedido por su hijo Dirk IV.
Gales fue nuevamente unificado bajo el rey Gruffudd Ap Llewelyn, que atacó Mercia a la vez que rechazaba la colonización sajona.
El rey de Zaragoza al-Mundir II fue asesinado por su pariente Abd Allah ibn Hakam, pero los zaragozanos se rebelaron contra el regicida y proclamaron rey al que hasta entonces era sólo rey de Lérida, Abú Ayyub Sulaymán ibn Muhammad, de la familia de los banú Hud, que sustituyó así a los Tubiyíes en el trono de Zaragoza.
El rey Badis de Granada derrotó a los abadíes de Sevilla en Écija, pero éstos conservaron sus dominios.
El califa Idris I de Málaga fue sucedido por su hijo Yahyá ibn Idris, quien mantuvo constantes disputas con Muhammad al-Qasim, el rey taifa de Algeciras, disensiones fomentadas desde Sevilla. Yahyá murió en 1040 y Málaga cayó en un periodo de inestabilidad política.
El reino de los karajaníes se dividió en dos kanatos: occidental y oriental, mientras el selyúcida Tugril Beg derrotó a los gaznawíes y ocupó una parte de su territorio, la región de Kirmán.
Los generales bizantinos Jorge Maniaces y Harald Hardrade lograron tomar Siracusa a los musulmanes, pero el emperador Miguel IV receló de los éxitos de Maniaces y le ordenó volver a Constantinopla, por lo que las conquistas sicilianas se perdieron al poco tiempo.
Los polacos llamaron a Casimiro, el hijo de su último rey, Mieszko II, que había huido a Hungría y ahora estaba en Francia. Le ofrecieron el trono y pasó a ser conocido como Casimiro I el Renovador. Sin embargo, Casimiro no llevó el título de rey, sino de duque, pues tuvo que jurar vasallaje al emperador Enrique III. Estableció la capital en Cracovia y no sólo reunificó políticamente el país, sino que también unificó la Iglesia. De todos modos, no pudo liberarse del dominio de la nobleza que lo había llevado al poder.
Mientras tanto moría el rey de Inglaterra Harold I Pie de Liebre. Su hermanastro Hardeknud, ahora que ya estaba firmemente asentado en Dinamarca, no tuvo dificultad para hacerse también con la corona de Inglaterra. Harold había tenido que rechazar recientemente una invasión escocesa sobre Northumbria (en respuesta a varios intentos de los northumbrios de recuperar la región de Lothians). El rey escocés Duncan I murió asesinado ese mismo año. Lo mató el conde Macbeth, instigado por su esposa Gruoch (más conocida en la literatura como Lady Macbeth), cuya familia estaba enemistada desde generaciones atrás con la familia de Duncan I (el abuelo de Gruoch había muerto combatiendo contra Malcom II, el abuelo de Duncan I). Por ello, Gruoch convenció a Macbeth para que matara al rey y ocupara el trono. Al parecer, tanto Duncan I como Macbeth descendían de la familia real por línea materna, por lo que es difícil saber quién tenía mayor derecho al trono, si bien esto importaba poco en la Escocia de la época, donde el trono correspondía "legítimamente" a quien podía hacerse con él. Macbeth tuvo éxito y se convirtió en el nuevo rey de Escocia. Fue un rey capaz y no hay indicios de que sus súbditos lo consideraran un usurpador. Duncan I tenía un hijo, Malcom, que huyó a Inglaterra.
También murió el conde Hugo I de Ampurias. Fue el primer conde de Ampurias que acuñó moneda y que afirmó ser conde "por la gracia de Dios". Fue sucedido por su hijo Poncio I.
Así mismo murió el conde de Anjou Foulques III Nerra, que fue sucedido por su hijo Godofredo Martel.
En la India murió el rey de Bengala Mahipala I, que fue sucedido por Nayapala. Cuatro años antes había muerto Jasapala, el último rey de la dinastía de los Prathiaras.

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Coexistieron apenas cinco décadas, pero su nombre ha quedado imborrable en la historia de España. Fueron los reinos de taifas, para los árabes una época de incertidumbre y para los cristianos la oportunidad que tanto esperaban de impulsar la Reconquista. Bajo su gobierno se hicieron célebres los nombres del Cid y de Alfonso VI, las ciencias y las artes musulmanas progresaron y surgió la gran rivalidad entre cristianismo e islamismo. Una época trascendental, con un final tan abrupto como su mismo origen. Por: Janire Rámila
Cuando Abderrahman I falleció en el 788, dejó como gran legado uno de los estados más sólidos que la Edad Media viese en su transcurso: al-Andalus, el gran país musulmán de la península Ibérica. Hombre de gran valía política y administrativa, este príncipe omeya se había convertido en el primer emir independiente de Córdoba en el 756, aglutinando a la nación árabe recién llegada a Hispania bajo su persona. Y tanto se le adoraba, que sus seguidores incluso dieron la espalda a Damasco, confiados como estaban de que aquel nuevo imperio tendría un grandísimo recorrido.

No sería así. Con la muerte de Almanzor en el año 1002 desapareció el último líder capaz de aglutinar a los habitantes de al-Andalus en un proyecto común y aquel sólido Estado que fundara Abderrahman I tres siglos atrás, se disolvió entre el viento de Poniente. Quinientos años de unidad dieron paso a un nuevo período caracterizado por la escisión, las luchas internas y la decadencia, donde numerosos líderes tribales, ahora convertidos en reyes, lucharían entre sí para arrebatar un palmo de terreno a sus vecinos.

El esplendor de antaño desaparecería, para nunca regresar.

En el año 1002 de nuestra era, el gran Almanzor, aquel a quien los cronistas cristianos identificaron con el Anticristo por su coincidencia con la llegada del primer milenio y su espada siempre sedienta de victorias, fallecía en el camino de regreso a Córdoba, tras su última razzia por el norte peninsular.

Su desaparición fue una liberación para los reyes de las marcas, incapaces de vencerle en la batalla, pero una tragedia para sus seguidores, que veían peligrar el gran poder acumulado. Y razón no les faltaba.

Como sucesor se nombró a Hisam II, persona sin el carisma del gran Almanzor, lo cual favoreció la aparición de voces críticas contra el nuevo gobernante. Una de ellas, la del propio hijo de Almanzor, Abd al-Rahman Ibn Sanchul –Sanchuelo en las crónicas cristianas–, quien no dudó en autoproclamarse heredero al califato, suscitando los recelos de los legitimistas omeyas.

Durante siete años la situación se mantuvo inalterable por la falta de consenso y la ausencia de un hombre con capacidad de liderazgo, hasta que en 1009, un bereber llamado Muhammad ibn Hisham decidió terminar con la situación. Sin vacilar, destronó a Hisam II, ordenó asesinar a Sanchuelo y, acto seguido, se proclamó nuevo califa con el nombre de Muhammad II.

Con él, los antiguos seguidores de Almanzor fueron desterrados de Córdoba y obligados a buscar nuevos territorios en los que vivir e instalarse. Poco a poco, la primigenia al-Andalus fue dividiéndose en pequeños reinos llamados de taifas, gobernados por esos expulsados que, desde una plaza de renombre, controlaban territorios aledaños más o menos extensos. Cada uno de esos nuevos reyes aspiraba a ser el nuevo califa, situación absurda y extrema que obligó en noviembre de 1031 a abolir el califato, en palabras del historiador andalusí Ibn Hayyan, “porque no había otra alternativa”. De Córdoba se expulsó a todos los Omeyas y la propia ciudad pasó a constituirse como una taifa, rivalizando con las restantes por la recuperación del control central.
¿Cuántas fueron estas taifas? Tradicionalmente se señalan 26. Mencionadas alfabéticamente: Albarracín, Algeciras, Almería, Alpuente, Arcos, Badajoz, Baleares, Carmona, Córdoba, Denia, Granada, Huelva, Málaga, Mértola, Molina de Aragón, Morón, Murcia, Niebla, Ronda, Santa María del Algarve, Sevilla, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza.

Sin embargo, este número fue variando incansablemente a lo largo del siglo XI, dificultando determinar el número exacto de estadillos surgidos tras la caída del califato. La razón se encuentra en que nunca existieron fronteras fijas. Las ciudades cambiaban de dueño con frecuencia, dándose el caso, por ejemplo, de la taifa de Zaragoza, donde su reyezuelo Hud dividió el territorio entre sus cinco hijos, los cuales trataron de gobernar por su cuenta, cada uno con autonomía plena. En otras ocasiones sucedía lo contrario, que una taifa se anexionaba otra colindante por las armas o por algún tratado ventajoso para ambas.

Es por ello que resulte mejor hablar de los aspectos comunes a todas las taifas y de aquellos elementos que hicieron de ese siglo XI, un período tan reseñable en la historia de España.

Que para las taifas la desmembración de su imperio califal les supuso un fuerte aldabonazo, lo demuestra el hecho de que desde aquel 1031, los antiguos gobernadores ya no eran depositarios en su zona del poder califal, sino primeros gobernantes con las obligaciones y derechos que tal cargo conllevaba. El primero, conseguir el dinero necesario para asegurar el funcionamiento de las instituciones a su cargo. Para lograrlo, las taifas recurrían a dos principales fuentes de ingresos: el cobro de impuestos y el botín de guerra.De acuerdo con la ley, los gobernantes debían limitar las contribuciones financieras de los súbditos a las arcas estatales lo máximo posible, pero en los reinos de taifas sucedía todo lo contrario. Acuciados por la falta de liquidez, sus reyezuelos aprovechaban cualquier ocasión para aumentar los impuestos y afrontar así los inmensos gastos generados por la nueva situación. En puridad, si la administración hubiese sido la adecuada, los impuestos no tendrían que haberse aumentado, pero el pasado de Córdoba fue una losa demasiado pesada para los antiguos gobernadores, deseosos de emular la fastuosidad de aquella corte que tanto añoraban. Fue así, cómo en cada taifa se imitó a pequeña escala el ritmo de vida de los Omeyas, contratando un ejército propio, adoptando títulos honoríficos altisonantes y hasta ridículos, acuñando moneda propia y construyendo sin cesar canales, lujosos palacios, mezquitas y baños públicos.

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