domingo, 15 de octubre de 2017

Apuntes de Historia Universal

TRAJANOSIGUIENTE
Al inicio del siglo II, tres de los cuatro grandes imperios civilizados gozaban de prosperidad política, económica y cultural. China había logrado que los bárbaros del norte asimilaran su cultura y le sirvieran de pantalla contra otros pueblos. Su influencia se extendía por extensos territorios asiáticos, la ruta de la seda proporcionaba buenos ingresos y el bienestar social favoreció un considerable desarrollo cultural.
El imperio Kusana estaba en su apogeo bajo el emperador Kaniska, al que los budistas recuerdan como uno de sus más ilustres protectores. El imperio se extendía por el actual Afganistán hasta casi toda la India. En este periodo floreció el comercio en Asia Central y muchas regiones se urbanizaron. La cultura Kusana combinaba el budismo con la cultura griega de la antigua Bactriana.
El Imperio Parto era la excepción. Tenía una estructura feudal, con príncipes locales muy poderosos que desde hacía varias décadas se enzarzaban con frecuencia en guerras civiles, principalmente por el trono.
Más al oeste estaba el Imperio Romano, cuyos últimos emperadores habían sabido compensar la incompetencia de Nerón. Las arcas públicas estaban algo escasas de fondos, pero el nuevo emperador, Trajano, se encontró con las mejores condiciones imaginables para iniciar su gobierno. Pero antes de entrar en la política romana hemos de detenernos en la evolución del cristianismo. Desde la destrucción de Jerusalén, los judíos dejaron de considerar a los cristianos como una de sus sectas para tenerlos por gentiles. El beneficio para éstos fue incalculable, pues en aquellos tiempos los judíos tenían fama de fanáticos agresivos, y a nadie civilizado se le pasaría por la cabeza convertirse al judaísmo. En cambio, una religión de la que los judíos abjuraban interesó especialmente a sus más enconados enemigos: los griegos. En Alejandría, el cristianismo cuajó entre la comunidad griega, que pronto diseñó la versión del cristianismo que resultaba más ofensiva para sus odiados conciudadanos. Se conoce como gnosticismo, que es una curiosa mezcla entre la doctrina cristiana y la filosofía platónica.
Platón había afirmado que el mundo verdadero es el mundo de las ideas, la más excelsa de las cuales es el Bien, en el más amplio sentido de la palabra. El mundo que nos muestran los sentidos, el mundo de la materia, es un pálido e imperfecto reflejo del mundo de las ideas, obra de un demiurgo (artesano), una especie de dios menor que había hecho lo que había podido, que no era mucho. Para los gnósticos, el dios de los judíos, el dios descrito en el Antiguo Testamento, era ese demiurgo, ese dios torpe y de segunda categoría. Para algunos de ellos era incluso un demonio. Por contraposición, Jesucristo era la encarnación perfecta del Bien. La salvación del hombre se basaba en el rechazo a la materia, identificada con el mal, y el conocimiento superior (gnosis) de las cosas divinas. Los primeros teólogos gnósticos (Menandro, Cerinto) habían surgido en los últimos años del siglo I, pero la doctrina empezó a tomar su forma definitiva en el nuevo siglo. Carpócrates  enseñaba en Alejandría que el mundo había sido creado por ángeles privados de su pureza primitiva. La creación es mala y para librarse de ella hay que alcanzar la gnosis, como lo habían hecho Pitágoras, Platón y Aristóteles.
Esta teoría sobre los ángeles y otras ideas gnósticas son duramente combatidas en la que en la Biblia aparece como segunda epístola de san Pedro, así como en las epístolas de Juan, Judas y Santiago, que obviamente no pudieron ser escritas por los discípulos de Jesús. Tal vez para negar esta evidencia los antiguos cristianos trataron de remontar el gnosticismo a Simón el Mago, un personaje citado en los hechos de los apóstoles que, al parecer, trató de comprarles la gracia del Espíritu Santo (y por eso se llama "simonía" a la compraventa de bienes espirituales).
Durante el siglo precedente la ciudad de Aksum, en Etiopía, se convirtió en la capital de un reino independiente, al que los árabes llamaron Abisinia, nombre derivado de la tribu de los Habasa, una de las tribus que formaban la aristocracia semita que dominaba a la población nativa. Su gobernante había adoptado el título de Nigu sa Nagast, (rey de reyes) y pronto se convertiría en rival del reino sabeo.
En Teotihuacán se construye por primera vez una ciudad de estructura planificada: Una nueva pirámide, llamada Pirámide de la Luna, da a una plaza rodeada de plataformas y templos, entre los cuales está el gran palacio de Quetzalpapalotl. En el lado opuesto a la pirámide se inicia una majestuosa avenida de 2 km de largo que pasa junto a la Pirámide del Sol. Esta avenida, con orientación norte-sur, se cruza con otra perpendicular, y en el cruce se alza una ciudadela con numerosas plazas y plataformas para ceremonias en cuyo interior se halla el templo de Tlaloc-Quetzalcóaltl, las dos divinidades principales de la ciudad: el dios del agua y la serpiente emplumada, cuyas cabezas monstruosas decoran sus muros talladas en piedra y empotradas en ellos. En esta zona hay también un mercado, palacios para los sacerdotes, centros administrativos, etc. A su alrededor se disponen las viviendas de los servidores de los templos, los artesanos y los agricultores.
Teotihuacán fue una verdadera ciudad-estado. Su riqueza se basó en el comercio con pueblos lejanos, por lo que su cultura influyó en un amplio territorio, en especial sobre los zapotecas y los mayas.
Volviendo a Trajano, el nuevo emperador opinaba que Roma se estaba ablandando por falta de buenos enemigos. Desde la derrota de Varo en Germania, la política exterior romana había sido esencialmente defensiva, y las pequeñas expansiones del Imperio se habían hecho a costa de pueblos considerados poco peligrosos, como los britanos. Trajano estaba dispuesto a cambiar la situación, y su primer objetivo era obligado: Roma seguía pagando el vergonzoso tributo al rey dacio Decébalo según lo dispuesto por Domiciano. Trajano dejó de pagarlo y Decébalo reanudó sus incursiones al sur del Danubio. En 101 el emperador condujo personalmente sus legiones a la misma Dacia. En 102 Decébalo tuvo que rendirse y admitir que Roma dejara guarniciones en su propio territorio. A continuación Trajano se dedicó a fortificar la frontera del Danubio y la de África como había hecho con la del Rin antes de ser nombrado emperador.
En 105 Decébalo se rebeló de nuevo y esta vez los dacios fueron aplastados con mayor dureza, hasta el punto que Decébalo optó por el suicidio. Trajano convirtió a Dacia en una provincia romana, estimuló la emigración de colonos romanos y la región se romanizó muy rápidamente. La capital indígena se convirtió en la ciudad de Ulpia Trajana, y siguió siendo la más importante de la región. En realidad, la costa Dacia del mar Negro no llegó a ser ocupada, pues en ella había numerosas ciudades de origen griego que aceptaron de buen grado el protectorado romano. Dacia se corresponde aproximadamente con la actual Rumanía, y la tradición dice que los rumanos descienden de los colonos romanos llegados en tiempos de Trajano.
Para conmemorar su victoria en Dacia, Trajano erigió en Roma una columna de 33 metros de altura que aún sigue en pie. En ella se representa la historia de la campaña en un bajorrelieve en espiral que contiene más de 2.500 figuras humanas. El botín de guerra fue cuantioso, pues al parecer Decébalo había acumulado grandes riquezas, pero además Trajano estimuló la producción minera de la nueva provincia.
Mientras Trajano combatía en Dacia, uno de sus generales, Cornelio Palma, conquistaba el reino Nabateo, al sur de Judea, que se convirtió en la provincia de Arabia, y su frontera se protegió con numerosas fortificaciones. La conquista arruinó a Petra, la capital nabatea, que perdió su papel de intermediaria en el comercio con Oriente. Esto benefició enormemente a la ciudad de Palmira. Estaba situada en un oasis entre Damasco y el Éufrates y su existencia está documentada desde fines del tercer milenio antes de Cristo. Los judíos decían que la había fundado el rey Salomón. Su nombre original era Tadmor (la ciudad de las palmas), y fueron los griegos los que le dieron el nombre de Palmira. Perdida en el desierto, Palmira siguió siendo la capital de un pequeño estado aliado de Roma incluso después de que ésta se anexionara Siria. Pronto adoptó las instituciones y el derecho romano. La ciudad empezó a enriquecerse con el comercio con la India. Sus habitantes recogían mercancías en la desembocadura del Tigris y las llevaban a Damasco o a Emesa (otra importante ciudad siria).
La expansión también mejoró la economía romana. Trajano pudo bajar los impuestos, y a la vez se preocupó de organizar funcionarios que evitaran irregularidades en la recaudación. Siguiendo la línea de Nerva, protegió a los huérfanos y a las familias numerosas. En definitiva, estimuló la natalidad. (Se especula con la posibilidad de que el uso de cañerías de plomo en las ciudades produjo un lento envenenamiento en la población que disminuyó la fertilidad, y un descenso de la tasa de natalidad era un problema grave para el Imperio, pues podía llegar el día en que no hubiera suficientes soldados.) Trajano creó dos nuevas legiones y una nueva guardia imperial, los equites singulares.
A lo largo de su mandato, Trajano realizó numerosas obras públicas: edificó el foro de Trajano en Roma, construyó bibliotecas, las termas de Esquilino, amplió el puerto de Ostia, construyó la vía trajana, de Benevento a Bríndisi, restauró la vía apia, etc.
Alrededor de 106 Trajano eligió como sucesor a Publio Elio Adriano. Era hijo de un primo suyo, nacido también en Hispania y educado en Roma bajo su protección. Había destacado en las guerras contra los dacios y se casó con una sobrina nieta del emperador.
En 109 las guerras civiles partas terminaron con el advenimiento de Cosroes. Mientras tanto Trajano estaba tratando de combatir un cierto grado de corrupción en los gobiernos locales, causada en parte por las largas ausencias del emperador en el transcurso de sus campañas. Así, en 111 Plinio el Joven fue enviado a Bitinia. En la correspondencia de Plinio figura una carta al emperador donde le consulta sobre el trato que debía dar a los cristianos. Al parecer eran castigados por el mero hecho de serlo (probablemente porque se los consideraba tan peligrosos como a los judíos, pero más numerosos). Plinio opinaba que si lograba persuadir a los cristianos de que se retractaran, se les debía perdonar, y tampoco consideraba correcto actuar ante denuncias anónimas. También constató que el cristianismo se estaba difundiendo muy rápidamente y que la represión no tenía efectos apreciables.
La respuesta de Trajano fue breve. Aprobó la política de Plinio de perdonar a los cristianos que se retractaban, prohibió atender denuncias anónimas e incluso ordenó a Plinio que no buscara cristianos. Si alguno era denunciado legalmente y declarado culpable de serlo en un juicio, debía ser condenado, pero no había motivos para investigar en busca de cristianos.
En 113 Cosroes cometió la necedad de imponer un gobernante parto en Armenia. La reacción de Trajano no se hizo esperar. Avanzó rápidamente hacia el este y Cosroes debió de comprender su error, pues trató de aplacar al emperador, pero Trajano no quiso oír nada. En 114 (año de la muerte de Plinio el Joven) se apoderó fácilmente de Armenia y la convirtió en provincia romana. Luego tomó la capital parta, Ctesifonte, donde se apoderó del trono de oro de Cosroes, símbolo de la monarquía. Desde allí avanzó por Mesopotamia hasta el golfo Pérsico. Se cuenta que Trajano miró al mar, hacia Persia y la India, y exclamó, ¡Si yo fuera más joven! En 116 Mesopotamia y Asiria fueron convertidas en provincias romanas, y la frontera oriental del Imperio quedó fijada en el río Tigris. Trajano había impuesto un gobernante sobre la propia Partia, pero Cosroes logró dominar los territorios al este de Mesopotamia, sin que el emperador hiciera nada por impedirlo.
Trajano tenía que atender un asunto más urgente: Tras la destrucción de Jerusalén y la matanza de judíos en Alejandría, la comunidad judía más próspera estaba en Cirene, al oeste de Egipto. Tal vez acrecentados por unos rumores de que Trajano había muerto en el este, tal vez siguiendo a algún mesías, se rebelaron y mataron a todos los gentiles que cayeron en sus manos. En 117 Adriano fue nombrado gobernador de Siria, pero no ocupó el cargo mucho tiempo, ya que en agosto murió el emperador mientras regresaba de Mesopotamia apresuradamente para atender la rebelión judía. Al parecer, la viuda de Trajano declaró que había adoptado a Adriano en su lecho de muerte, lo que facilitó que la sucesión se llevara a cabo sin contratiempos. (También ayudó una apropiada gratificación a los soldados.) En aquel momento la rebelión de Cirene ya había sido sofocada y los romanos superaron a los judíos en la profesión de la carnicería. Así desapareció la última colonia judía importante. Por esta época publicó Tácito sus Anales, obra histórica que abarca el periodo entre la muerte de Augusto y la caída de Nerón.  Previamente había escrito unas Historias que comprendían el periodo siguiente, desde la caída de Nerón hasta Nerva. También fue el año de la muerte de Dión Crisóstomo.
A la muerte de Trajano el Imperio Romano había alcanzado su máxima extensión. En esta época tenemos los primeros datos sobre la presencia de algunos pueblos exteriores al mundo "civilizado". Entre los germanos situados más al norte se encontraban los lombardos (situados alrededor de la desembocadura del Elba) y más al este seguían los godos. Al sureste nos encontramos con los primeros indicios de pueblos eslavos, pueblos indoeuropeos que habitaban al norte de los Cárpatos, entre el Vístula y el Dnieper. Estaban separados del mar por los baltos, pueblos que ocupaban la costa oriental del mar Báltico, cuya lengua era cercana a la de los eslavos. Eran pueblos sedentarios, pero no agrícolas, vivían de la caza, la pesca y la recolección, aunque también conocían la ganadería. Durante mucho tiempo se mantuvieron alejados de las rutas comerciales, viviendo en zonas pantanosas poco frecuentadas. Tenían un culto animista y su sistema jurídico se limitaba a la ley del talión.
Más al norte, en Escandinavia, estaban los escandinavos, que formaban pequeñas comunidades guerreras. En las costas del norte estaban los lapones, a los que algunos antropólogos consideran descendientes de un tronco común a las razas blanca y amarilla. Estaban emparentados con los fineses, que habitaban la actual Finlandia. Por último, las estepas que se extienden entre Europa y Asia seguían en manos de los sármatas, entre ellos los roxolanos y los alanos.


ADRIANOSIGUIENTE
La mayor prioridad de Adriano fue el bienestar de sus súbditos. Extendió las medidas humanitarias iniciadas por Nerva y Trajano. Hizo aprobar leyes para mejorar el trato a los esclavos, de los que sólo en la ciudad de Roma había unos 400.000 (sobre una población que debía rondar el millón de habitantes). No obstante, su número se iba reduciendo, pues los tiempos en los que Roma importaba enormes cantidades de esclavos como parte de los botines de guerra habían pasado. La agricultura sustituyó gran parte de la mano de obra esclava por arrendatarios libres, pero a menudo los agricultores dejaban su oficio por la milicia, con lo que a los terratenientes les costaba cada vez más encontrar mano de obra. Además, los jornaleros podían cambiar de patrón si otro ofrecía más dinero, por lo que el precio de la mano de obra aumentó (abusivamente, a juicio de los terratenientes). Durante el gobierno de Adriano se dictaron algunas leyes que tendían a impedir la movilidad de los agricultores vinculándolos a las tierras, para evitar así la inflación.
Adriano reorganizó la recaudación, con lo que pudo aumentar los ingresos del estado a la vez que aligeraba los impuestos. Mantuvo la política de respeto al Senado, si bien éste ya no tenía ningún poder legislativo. Por el contrario, el emperador se rodeó de un eficiente equipo de asesores.
En cuanto a su persona, Adriano era un intelectual, y mostró gran interés por la literatura, las antigüedades y las diferentes culturas que integraban el Imperio. Hizo cuanto pudo para que los dominios de Roma formaran no sólo una unidad política, sino también económica e intelectual. Fue el primer emperador que abandonó la costumbre de afeitarse el rostro, extendida en Roma desde hacía unos tres siglos, a imitación de Grecia. Adriano había recibido una educación griega. Amaba la cultura griega y la patrocinó de muchas formas. Entre sus protegidos se encontraba el escritor griego Plutarco. Tenía ya 67 años cuando Adriano se convirtió en emperador. Procedente de una familia acomodada, había estudiado retórica, filosofía y ciencias en Atenas. Viajó a Egipto y a Roma, donde dio conferencias en los círculos literarios. Adriano honró a Grecia nombrándolo procurador (así Grecia tuvo un gobernador nativo). Conservó el cargo hasta su muerte, y fue en este periodo cuando compuso sus principales obras.
La mayor diferencia entre Adriano y su antecesor, Trajano, fue la relativa a la política exterior. Adriano quería un Imperio en paz, y estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para lograrlo. Sus primeras medidas en esta línea fueron devolver Mesopotamia a Partia en 120 y convertir de nuevo a Armenia en un reino satélite, en lugar de una provincia. Así el orgullo parto quedó restablecido y, puesto que la situación de Partia no era todavía muy boyante, la nueva frontera —fijada en el Éufrates superior— fue respetada durante mucho tiempo (aunque Cosroes no recuperó su trono de oro).
Es probable que Adriano hubiera abandonado con gusto la provincia de Dacia, pues el Danubio era una frontera más cómoda, pero por aquel entonces ya se habían asentado allí muchos colonos romanos a los que no podía abandonar. Durante el reinado de Adriano Dacia tuvo que ser defendida de numerosas incursiones sármatas.
Por esta época murió Tácito, que no pudo realizar su proyecto de escribir las biografías de Augusto, Nerva y Trajano.
En 121 Adriano inició el primero de una serie de viajes que le llevaron por todo el Imperio, viajes en los que se interesó por los problemas de cada región y trató de remediarlos con las reformas oportunas, a la vez que observaba con interés las culturas locales. Recorrió la Galia y Germania, desde donde pasó a Britania en 122. Allí le disgustó la prolongada guerra contra los nativos del norte, así que ordenó construir la Muralla de Adriano, que recorría la isla de este a oeste en uno de sus puntos más estrechos, que es justo la frontera actual entre Inglaterra y Escocia. Esto supuso un retroceso estratégico de unos 160 kilómetros hacia el sur, pero a cambio pasaba a ser una frontera mucho más segura y fácil de defender. La Muralla de Adriano estaba hecha de piedra, de dos a tres metros de ancho, cinco de alto y ciento veinte kilómetros de largo. Tenía delante un ancho foso, disponía de numerosas torres de observación y estaba reforzada por una línea de dieciséis fuertes.
La muralla cumplió bien su misión. Durante el reinado de Adriano, los ataques de los caledonios cesaron y Britania disfrutó de paz. Sus ciudades crecieron. Londres se había convertido en el puerto principal de la isla y llegó a contar con quince mil habitantes. Desde Londres partían en todas direcciones unos ocho mil kilómetros de caminos romanos y las clases superiores construían villas de estilo italiano (los arqueólogos han encontrado unas quinientas).
En 122 Adriano decidió prescindir de los servicios del que había sido su secretario, Cayo Suetonio Tranquilo. Había estudiado en Roma protegido por Plinio el Joven. A partir de este momento se dedicó a la literatura.
En 123 Adriano visitó Hispania y África. En 124 viajó al este, donde se entrevistó con Cosroes para resolver algunas tensiones entre los dos imperios, y en 125 fue a Grecia, sin duda el territorio que más admiraba y más le apetecía visitar. Allí hizo toda suerte de concesiones económicas y políticas, restauró edificios y monumentos, construyó otros nuevos y trató de revivificar las antiguas tradiciones. A diferencia de Nerón, fue admitido en los misterios eleusinos. En Tracia fundó la ciudad de Adrianópolis. Ese mismo año murió Plutarco. Dejó escritas numerosas obras, la más famosa de las cuales son las Vidas paralelas, una serie de biografías agrupadas en parejas de un personaje griego y otro romano de características similares (Teseo y Rómulo, Alejandro y César, etc.) Su intención es esencialmente patriótica y moral.
En 126 murió Suetonio. Dejó escrita la Vida de los doce césares, que recoge las biografías de Julio César y los once emperadores desde Augusto hasta Domiciano, así como otro libro, Hombres ilustres, del que sólo se conservan fragmentos. Su lenguaje es sencillo, pero sus relatos están llenos de chismes y no son nada imparciales, pues defiende el punto de vista de los senadores y denigra a todos los emperadores que se opusieron al Senado.
En 129 visitó Atenas por segunda vez, y luego se dirigió a Egipto y al este.
En 130 murió Epícteto. Él no escribió nada, pero uno de sus principales discípulos, Flavio Arriano, recogió sus enseñanzas en dos libros, de los que sólo sobrevive uno de ellos. Arriano era un militar griego, pero había obtenido la ciudanía romana por su brillante hoja de servicios. La filosofía de Epícteto era bondadosa y humanitaria. Sus consignas eran Vivir y dejar vivir, Soportar y resignarse, etc.
También murió el rey parto Cosroes, y fue teóricamente sucedido por Vologeso II, si bien su poder efectivo fue más bien nulo, ya que le fue disputado por muchos pretendientes al trono, y Partia se vio envuelta de nuevo en guerras civiles.
Ese mismo año Adriano pasó por Judea, y le inquietó comprobar que, aunque Jerusalén había sido destruida hacía más de medio siglo, sus ruinas seguían siendo objeto de veneración para los judíos. Para borrar este recuerdo decidió que se edificara allí una nueva ciudad romana y que donde se había alzado el Templo judío se erigiera un templo a Júpiter. Cuando los judíos conocieron esta decisión se dedicaron a organizar una nueva revuelta. El principal líder religioso fue Aquiba ben Josef, uno de los principales sabios judíos, que tenía más de ochenta años y recordaba cómo era el Templo antes de su destrucción. Parece ser que Aquiba había recorrido Judea buscando apoyos para la revuelta. No obstante, era obvio que él mismo no podía dirigirla, así que presentó como mesías a Simón bar Koziba, al que le cambió el nombre por el de Simón bar Kokhba (hijo de una estrella).
Mientras los judíos confabulaban, Adriano nombró a Arriano gobernador de Capadocia, que fue así el primer griego que condujo un ejército romano. Se enfrentó a los alanos, que realizaban incursiones en Armenia. Redactó un Plan de movilización contra los alanos.
Por fin, en 131 estalló la revuelta judía. Estuvo mejor organizada que la anterior. Las fuerzas romanas, cogidas por sorpresa, tuvieron que abandonar sus campamentos cercanos a Jerusalén. Los judíos rebeldes se apoderaron de las ruinas de la ciudad, restablecieron los antiguos ritos, acuñaron moneda y trataron de establecer un gobierno. Una legión enviada apresuradamente a Judea fue totalmente aniquilada, pero los romanos se reorganizaron rápidamente y el mismo Adriano volvió a Judea. Lentamente, fueron tomando una fortaleza tras otra. En 134 habían recuperado el dominio de prácticamente toda la región. Los judíos fueron expulsados de Jerusalén. Aquiba fue capturado y, según la tradición, fue despellejado vivo. Bar Kokhba se refugió en una ciudadela cercana que fue tomada en 135, tras lo cual fue ejecutado. En estos años de guerra, los romanos arrasaron Judea sin contemplaciones. Al final quedó prácticamente despoblada de judíos. Se les prohibió acercarse a Jerusalén y desde entonces el pueblo judío dejó de existir como estado y subsistió en pequeñas colonias dispersas por el mundo.
Por esta época los romanos ya habían comprendido que el judaísmo y el cristianismo no sólo eran religiones distintas, sino que se odiaban mutuamente. Comprendieron que en realidad los cristianos eran gente tranquila que nunca había hecho nada malo y que los únicos peligrosos eran los judíos, así que los cristianos recibieron un cierto apoyo como un medio para asfixiar a los judíos. El cristianismo siguió creciendo, especialmente en las ciudades. Los campesinos eran más rudos y siguieron aferrados a sus creencias. Tanto es así que la palabra "pagano" significaba propiamente "campesino" y terminó siendo sinónima de "no cristiano (ni judío)".
A lo largo de este siglo se fue generalizando entre los cristianos la costumbre de llamar Dies Dominica (día del Señor) al que los romanos llamaban Dies Solis (día del Sol). Según la tradición era el día de la semana en que Jesucristo había resucitado. Durante el siglo anterior los cristianos más afines a los judíos habían mantenido la festividad del Sábado (el equivalente al Dies Saturni de los romanos), mientras que otros la trasladaron al día de la resurrección. Tras la ruptura entre las dos religiones el domingo se convirtió definitivamente en el día santo cristiano.
El cristianismo había empezado nutriéndose del proletariado urbano, especialmente de las mujeres, los esclavos y las clases pobres en general, pues para ellos una vida eterna colmada de dichas resultaba todo un consuelo. Sin embargo, ya hacía algún tiempo que el cristianismo prosperaba también entre las clases cultas, pues san Pablo había sembrado una semilla de pensamiento lo suficientemente sutil para interesar a los filósofos, y paulatinamente habían surgido figuras que combinaban el pensamiento griego tradicional con la nueva religión. Esto fue dando fuerza a la nueva religión, en el sentido de que cada vez había más cristianos en posiciones influyentes, pero a la vez la debilitó, porque mezclar a los intelectuales en algo supone inevitablemente crear facciones divergentes. La combinación más descarada entre filosofía griega y cristianismo fue el gnosticismo, que —como ya hemos visto— demonizaba a Yahveh y santificaba a Platón, pero frente a él hubo siempre otras teologías más convencionales que consideraban igualmente divinos a Yahveh (el Dios Padre), a Jesucristo (el Hijo) y también al Espíritu Santo.
Entre los primeros cristianos filósofos tenemos a Justino, que había nacido en Judea a principios de siglo, pero era hijo de padres paganos y había recibido una educación griega. Pronto conoció la Sagrada Escritura y se convirtió al cristianismo. Marchó a Roma donde abrió una escuela y donde enseñaba la doctrina cristiana y afirmaba que toda la filosofía pagana estaba inspirada, consciente o inconscientemente, en la religión mosaica. Parece ser que sus escritos impresionaron favorablemente a Adriano, lo que confirmó su política de tolerancia hacia el cristianismo.
Otro pensador cristiano destacaba en Alejandría. Era Basílides, según el cual el Dios supremo cuya encarnación era Jesucristo había creado 365 cielos, de los cuales el nuestro estaba regido por un demiurgo subalterno, Yahveh. Evidentemente, Basílides era gnóstico. Su moral era austera y aconsejaba abstenerse del matrimonio. Tuvo muchos discípulos tanto en Egipto como en Europa.
En 136 Adriano adoptó como sucesor a Lucio Cejonio Cómodo Elio Vero, lo que causó un gran malestar, porque al parecer sus costumbres eran muy licenciosas, pero murió en 138, así que el emperador adoptó inmediatamente a Tito Aurelio Fulvio Antonino, que había sido cónsul y procónsul en la provincia de Asia. Le obligó a adoptar a su vez a Marco Elio Aurelio Antonino (sobrino de la esposa de Adriano, que tenía entonces diecisiete años) y a Lucio Elio Aurelio Cejonio Cómodo Vero (el hijo de seis años del difunto heredero).
Ese mismo año se terminó una de las construcciones más famosas realizadas durante el reinado de Adriano: la Villa Adriana, en Tibur (Tívoli), a unos 25 kilómetros de Roma. Se trataba de un complejo arquitectónico que incluía, además de una villa de descanso propiamente dicha, un templo a Serapis, un estadio, termas, etc. La construcción se había iniciado veinte años atrás y, aunque Adriano ya había pasado muchas temporadas en ella, apenas pudo verla terminada, pues murió antes de que acabara el año.
Poco antes de morir, el emperador había compuesto una famosa oda a su alma, testimonio de su afición a la poesía en la que insinúa su escepticismo respecto a la inmortalidad del alma: 
Animula uagula blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca?
Pallidula, frigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis ioca.
Amable, huidiza, pequeña alma,
huésped y compañera de mi cuerpo,
¿Adónde irás ahora?,
Pálida, fría y desnuda,
y sin inspirar alegrías, como ahora.
Adriano fue enterrado (al igual que su pretendido sucesor, Lucio Elio Vero) en un mausoleo que había ordenado construir en Roma a la orilla del Tíber, si bien no estuvo completamente terminado hasta el año siguiente de su muerte. Fue conocido como el Mausoleo de Adriano, pero en la actualidad es el Castillo de Sant'Angelo.
Si bien Adriano había sido muy popular en las provincias a causa de sus viajes, parece ser que sus largas ausencias de Roma no fueron bien vistas en la capital, hasta el punto de que el Senado pretendió no otorgarle tras su muerte los acostumbrados honores divinos. El nuevo emperador tuvo que intervenir vigorosamente en una de las sesiones antes de que el Senado accediera a cumplir la tradición. Esta intervención se interpretó como una muestra de amor filial del emperador hacia su padre adoptivo, y desde entonces fue conocido como Antonino Pío (el piadoso, o devoto).

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