LA GUERRA CIVIL | SIGUIENTE |
---|
En la primera mitad del siglo VII el mundo había experimentado muchos cambios. China prosperaba bajo el emperador Taizong. Las relaciones con los turcos eran delicadas, pero de momento los chinos llevaban las riendas. Sin embargo, la expansión china no era nada comparada con la vertiginosa expansión árabe. Bajo el tercer califa, Utmán, los árabes habían barrido a los persas, hasta el punto de que su rey Yazdgard III estaba arrinconado en Sogdiana luchando desesperadamente. Al Imperio Romano le habían arrebatado Siria y Egipto, como poco antes habían hecho los persas. Pero ahora la situación era diferente: Mientras el mazdeísmo persa no atraía en absoluto a los cristianos, las conquistas árabes iban seguidas de conversiones masivas al islam.
Pero no sólo los esclavos eran atraídos hacia el islam. La expansión árabe estaba aportando enormes riquezas y botines de guerra, y la mejor forma de acceder a ellas (si no la única) era ser musulmán. La conversión al islam podría compararse con lo que en su día significó la obtención de la ciudadanía romana, con la diferencia de que Roma se resistió mucho tiempo antes de concederla a los pueblos que conquistó, mientras que los árabes la ofrecían a todo el que la deseara. Así se demostró que, por conservar sus creencias, muchos hombres están dispuestos a perder su vida, pero no tantos están dispuestos a perder su dinero.
Además, la religión islámica adoraba al mismo dios de los cristianos, garantizaba un paraíso similar al cristiano, tenía un ritual un poco más molesto, pero a la vez más simple, y se centraba en los aspectos más importantes de la vida cotidiana: la obligatoriedad de la limosna, la solidaridad entre todos los musulmanes, etc. Para los hombres, suponía una forma de vida más grata: el Corán permite el divorcio y la poligamia, lo cual, en tiempos de expansión, da pie a muchas posibilidades.
Es posible que muchos conversos por conveniencia no se tomaran muy en serio a Alá, pero lo cierto es que a partir de su conversión tenían que comportarse como musulmanes, y ello implicaba educar a sus hijos en el islam, por lo que al cabo de una generación el islam quedaba firmemente implantado allá donde llegaba. Más aún, la lengua árabe no tardó en sustituir a la griega y a la persa en todos los territorios conquistados.
Naturalmente, aunque las conversiones fueron masivas, hubo una parte de cristianos y mazdeístas que optaron por conservar sus creencias. Antes de la invasión árabe, algunos cristianos monofisitas de Egipto, ante las presiones de Constantinopla en pro del catolicismo, optaron por pasar a la clandestinidad y, en parte por seguridad y en parte como reacción nacionalista, abandonaron el griego y adoptaron la antigua lengua egipcia, aunque con un alfabeto moderno basado en el griego. Se les conoce como coptos, que es una deformación de "egipcios". Aún hoy sobreviven en Egipto profesando su cristianismo monofisita. La lengua copta es una forma muy evolucionada de la lengua de los faraones.
En Persia algunos mazdeístas se concentraron en lo que actualmente es Irán y luego emigraron a la India, donde aún hoy sobreviven con el nombre de parsis (una deformación de "persas"). Los parsis cuentan los años a partir del ascenso al trono de Yazdgard III. Algunos cristianos (nestorianos) acabaron en China.
Los judíos, por su parte, ya estaban acostumbrados a mantener su religión en sociedades gentiles, así que siguieron resistiendo. Los árabes no los miraban con muy buenos ojos (a causa de los problemas que Mahoma había tenido con ellos), pero fueron tolerantes, así que puede decirse que durante los primeros años del islam los judíos gozaron de cierta paz y prosperidad como no habían conocido desde siglos atrás.
El éxito del islam fue muy rápido, pero no tanto como para que desde Constantinopla pudiera captarse la situación desde el primer momento. Por el contrario, el emperador Constante II debía de pensar que los sirios y los egipcios no tardarían en desear que les liberaran de la "opresión árabe", y por ello insistía en promover el monotelismo como una vía de acercamiento que permitiera en el momento propicio reconquistar los territorios perdidos. En 645 los árabes aplastaron una revuelta en Alejandría, que sería la última.
En 646 se celebró el VII concilio de Toledo que refrendó las drásticas medidas que el rey Chindasvinto había tomado contra la nobleza y decretó la excomunión perpetua para quien conspirara contra el rey. Chindasvinto dictó numerosas leyes encaminadas a igualar el marco legal de los godos y el de los hispanorromanos.
En 647 murió en la India el rey Harsa, su reino se fragmentó y la cultura sánscrita entró en decadencia.
En 648 el emperador Constante II promulgó un decreto por el que prohibía toda discusión cristológica.
El siguiente objetivo del califa Utmán era, naturalmente, apoderarse de Asia Menor y luego de Constantinopla. Para ello mandó construir una flota. Los árabes no tenían ninguna experiencia en el mar, pero ahora contaban con marineros de los pueblos conquistados. Su primer ensayo fue la isla de Chipre, que fue tomada en 649 (aunque sólo temporalmente).
El rey Chindasvinto nombró heredero a su hijo Recesvinto, lo que aumentó el descontento de la reprimida nobleza visigoda. Ese mismo año murió el papa Teodoro I, que fue sucedido por Martín I.Inmediatamente convocó un concilio que condenó el monotelismo, contraviniendo así el decreto imperial del año anterior.
También murió el emperador chino Taizong, y fue sucedido por su hijo Gaozong. Los turcos orientales se reorganizaron y volvieron a ser una amenaza para China.
Las ciudades mayas formaron una confederación. A la cabeza de todas ellas estaba el halach-uinic, con poderes civiles y tal vez religiosos. El monarca nombraba, tras un examen, a los bataboob, o jefes de las ciudades, entre los miembros de la nobleza. Éstos tenían a la vez el poder político y judicial, y gobernaban asesorados por los ah holpopoob (consejeros). También recaudaban los tributos que debían entregarse al halach-uinic. La clase sacerdotal era hereditaria, al igual que la nobleza. Estaba dirigida por el ahuacán, o señor serpiente. Los chilanes, o adivinos, proporcionaban las respuestas de los dioses. Los mayas desarrollaron un panteón complejo, a la cabeza del cual estaba Itzamná, hijo de Hunab Ku, el creador del Universo. Los dioses mayas estaban muy relacionados con los de las culturas vecinas, por ejemplo, Kukulkán era la versión maya de Quetzalcoatl, y Chac, el dios de la lluvia, estaba relacionado con Tlaloc y era uno de los dioses más importantes.
Los mayas poseían dos calendarios, uno ritual y otro solar. Ambos coincidían una vez cada 52 años solares. Su estimación de la duración del año era de 365,242 días, más precisa que la del calendario juliano vigente en Europa, que era de 365,25 días, (el valor real es de 365,2422 días). El año se dividía en 18 meses de 20 días y se completaba con unos días aciagos. El sistema aritmético era vigesimal, si bien tenía una irregularidad para compaginarlo con el calendario: la unidad se llamaba kin, 20 kines formaban un uinal, pero 18 uinales (identificados con los meses) formaban un tun. A partir de aquí se mantiene la regularidad: 20 tunes forman un katún, 20 katunes un baktún, etc. La numeración era posicional, como la nuestra. En particular tenían un signo para representar el cero. Sus conocimientos astronómicos les permitían predecir no sólo las fases de la Luna, sino también las de Venus.
En 651 murió el rey persa Yazdgard III mientras continuaba su lucha por defender frente a los árabes el extremo oriental de lo que había sido su imperio. Para ello llegó a solicitar ayuda a China. Tras su muerte Bactriana permaneció un tiempo como un débil reino independiente que continuó resistiendo al islam al tiempo que recibía cada vez más influencia china. Algunas ciudades importantes, como Samarcanda, tuvieron sus propios reyes.
Los árabes habían ocupado los reinos de Nobatia y Makuria, pero ese año se firmó un tratado de no agresión que reconocía la independencia de ambos reinos cristianos.
El noble visigodo Froya se sublevó contra Chindasvinto con la ayuda de los vascos, y logró poner sitio a Zaragoza. La rebelión fue aplastada por Recesvinto.
En 652 murió el rey lombardo Rotario, y fue sucedido por Rodoaldo.
Los ataques del papa Martín I contra el monotelismo colmaron la paciencia del emperador Constante II, el cual lo hizo detener en la basílica de Letrán y en 653 fue conducido a Constantinopla. Allí fue condenado a ser descuartizado por el delito de lesa majestad, pero finalmente fue exiliado a los confines del Imperio, a la península de Crimea, al norte del mar Negro. El emperador marchó a Armenia, donde logró ciertas victorias, pero no pudo conquistar la parte de Armenia que había sido persa.
Ese mismo año murió el rey visigodo Chindasvinto y, según lo dispuesto, fue sucedido por su hijo Recesvinto. El nuevo rey convocó el VIII concilio de Toledo, en el que trató de conciliar el perdón real con las severas leyes dictadas por su padre. De nuevo se estableció que en lo sucesivo serían los obispos y los nobles los que elegirían al rey.
También murió el lombardo Rodoaldo, que fue sucedido por Eriberto I.
En 654 Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum, un código legal inspirado en el derecho romano y que se aplicaba tanto a visigodos como a hispanorromanos. Así terminaba la doble legislación que había estado en vigor hasta entonces.
La flota árabe obtuvo un nuevo éxito al conquistar la isla de Rodas.
En Inglaterra, el ya anciano rey Penda de Mercia decidió declarar la guerra a Northumbria. No tenía motivos serios para ello, pues el rey Oswiu había hecho todo cuanto estaba en su mano para contentar a su fiero vecino. Contra su voluntad, Oswiu tuvo que luchar, y sus hombres lo hicieron con la fuerza de la desesperación. En este tercer enfrentamiento con Mercia, Northumbria obtuvo la victoria, Penda murió y Northumbria se convirtió en la mayor potencia de la isla. El hijo de Penda era cristiano y logró erradicar el paganismo en Mercia. El último reducto pagano en Inglaterra era Essex, pero su rey se convirtió bajo la presión de Oswiu. Así Inglaterra pasó a ser totalmente cristiana.
Aunque teóricamente un papa era papa de por vida, ante la necesidad de tener un papa en Roma el clero decidió elegir uno a pesar de que Martín I seguía vivo en el destierro. La elección fue supervisada por el gobernador imperial de Roma, y recayó sobre Eugenio I, que consideró más prudente no manifestar opinión alguna sobre el monotelismo. San Martín I murió al año siguiente, en 655, a causa de los malos tratos, según se dijo.
En China, la emperatriz Wang fue acusada de haber intentado envenenar al emperador. La concubina Wu Zhao fue nombrada emperatriz, y apenas un mes más tarde hizo asesinar a Wang y a otra concubina.
Constante II siguió combatiendo a los árabes defendiendo Asia Menor. Sufrió varias derrotas frente a Muawiya, el gobernador de Siria, pariente del califa Utmán. Luego se puso al frente de una flota con la que trató de destruir la flota árabe. Sin embargo, el encuentro fue desastroso, pues la flota imperial fue hundida, el emperador escapó con dificultad y tuvo que regresar huyendo a Constantinopla. De todos modos, la flota árabe sufrió daños serios y estuvo inoperante durante algún tiempo.
Cuando los árabes estuvieron en condiciones de enviar su flota contra la propia Constantinopla, el Imperio tuvo un golpe de suerte. El califa Utmán fue acusado de nepotismo. Se consideró que sus familiares recibían más de lo que les correspondía tanto en los puestos de gobierno como en los botines de guerra. Por esta época los gobernantes musulmanes ya habían olvidado las austeras virtudes predicadas por el Profeta. En 656 un contingente de soldados de Egipto buscó al califa en su casa de Arabia y lo mató. Luego supervisaron la elección del nuevo califa, que resultó ser Alí, uno de los yernos de Mahoma. Sin embargo, Aisa, viuda de Mahoma, encabezó la oposición, imputando a Alí la responsabilidad del asesinado de Utmán y ganó para su causa a Muawiya, el gobernador de Siria. Se inició así una guerra civil. El primer enfrentamiento fue la llamada batalla del Camello, en la que vencieron los partidarios de Alí. Éste envió a Aisa a Medina bajo escolta y luego trató en vano de someter a Muawiya. La guerra civil era más que una mera disputa entre dos aspirantes al trono. La antigua nobleza persa había recuperado su influencia mediante el apoyo a Alí, por lo que en el fondo se estaba librando una guerra entre el núcleo árabe del islam y los antiguos persas.
Ese mismo año murió el rey Sigeberto III de Austrasia, que dejó un hijo de cuatro años llamado Dagoberto, pero Grimoaldo, el mayordomo de palacio, lo envió a un monasterio en Irlanda y afirmó que su hijo había sido adoptado por el difunto rey antes del nacimiento de Dagoberto, por lo que le correspondía el reino en calidad de primogénito. El hijo de Grimoaldo se convirtió así en Childeberto III, pero la nobleza franca no entendía de adopciones. Para los francos la majestad de los merovingios era casi sagrada y Grimoaldo y su hijo no tardaron en ser asesinados con la ayuda de Clodoveo II de Neustria, que se convirtió así en rey de todo el reino franco.
En 657 Alí libró contra Muawiya la famosa batalla de Siffin. Se dice que Muawiya hizo colocar en la punta de las lanzas de sus soldados ejemplares del Corán, como signo de reconciliación. Tras la batalla, ambas partes se consideraron vencedoras, por lo que tanto Alí como Muawiya fueron considerados como califas legítimos por sus respectivos partidarios. Alí instaló su capital en Kufa, una ciudad a orillas del Éufrates, unos sesenta y cinco kilómetros al sur de donde había estado Babilonia, que había sido fundada por los árabes poco después de la batalla de Qasidiya. Por su parte, Muawiya continuó en Damasco.
Ese mismo año murió Clodoveo II de Neustria y fue sucedido por su hijo de tres años Clotario III. Su madre Batilde ejerció de regente. También murió el papa san Eugenio I, y fue sucedido por Vitaliano,elegido también bajo la supervisión del exarca de Ravena. Vitaliano se esforzó por no disgustar al emperador y tuvo que disputar la supremacía de la Iglesia al arzobispo de Ravena.
En China, la emperatriz Wu nombró su propio primer ministro, y en poco tiempo se convirtió en la auténtica gobernante del país, por encima de su marido.
En 658 murió Samo, el franco que había fundado un reino eslavo treinta años atrás. Con su muerte desapareció también su reino. Sus súbditos eslavos se dividieron de nuevo en tribus desorganizadas.
Constante II dirigió una operación victoriosa contra los eslavos. A continuación dirigió su mirada a occidente. Bajo el califa Utmán los árabes habían llegado hasta la Cirenaica, al oeste de Egipto. Era necesario fortalecer el exarcado de África para impedir su avance. En 660 marchó con parte de la corte a Tesalónica y al año siguiente, en 661, se instaló en Atenas.
Mientras tanto, el califa Alí iba perdiendo partidarios. Un grupo de musulmanes, cansado ya de la guerra, pensó que podría terminar si los dos pretendientes eran asesinados. Trataron de llevar a cabo su plan, pero Muawiya logró escapar y sólo Alí fue asesinado. Muawiya no tardó en hacerse elegir califa, pero no se atrevió a instalarse en Arabia, sino que convirtió definitivamente en capital a Damasco. Con Muawiya se inicia el que ha sido llamado Califato Omeya. Los partidarios de Alí no aceptaron la derrota y resistieron en Kufa alrededor de Hasán, el hijo mayor de Alí. No obstante, Hasán resultó ser un religioso amante del estudio y pronto renunció a toda pretensión al trono. Pese a todo, los partidarios de Alí resistieron en Kufa.
En 661 murió el rey lombardo Eriberto I, y dos candidatos, Pertarito y Godeberto, se disputaron la sucesión. Godeberto llamó en su ayuda a Grimoaldo, el duque de Benevento, pero en 662 Grimoaldo mató a Godeberto y se convirtió en el nuevo rey, tras lo cual cedió Benevento a su hijo Romualdo.
Constante II embarcó un fuerte ejército con el que se instaló en Tarento. Desde allí fortaleció África.
Los reinos francos de Neustria y Austrasia habían sido independientes durante mucho tiempo como para que en Austrasia admitieran de buen grado a un rey de Neustria. Las tensiones entre los nobles de uno y otro reino iban en aumento, así que los nobles de Neustria decidieron nombrar rey de Austrasia a Childerico II, hijo de Clodoveo II y hermano mayor del rey actual, Clotario III, (Childerico tenía entonces nueve años de edad).
En 663 Constante II logró conquistar el ducado de Benevento. Luego visitó Roma, donde al parecer se sintió decepcionado. Tal vez esperaba una ciudad mínimamente parecida a Constantinopla, pero lo que encontró fue una triste ruina. No tardó en marchar a Nápoles, de donde a su vez pasó a Siracusa. Allí fijó su residencia, desde donde planeaba organizar la resistencia frente a los árabes.
Tras varias campañas, China destruyó el reino coreano de Kokuryo e impuso su hegemonía sobre Silla. Los ejércitos japoneses fueron derrotados y se rompieron las relaciones políticas entre Japón y el continente. Sin dejar de reconocer la soberanía china, el reino de Silla se extendió sobre toda la península coreana, ocupando el antiguo reino de Paikche y el sur del antiguo reino de Kokuryo. Al norte surgió el reino de Palhae, que escapó al control de Silla y mantuvo relaciones con los pueblos bárbaros del norte.
En 664 se convirtió en mayordomo de palacio de Neustria Ebroíno, que pronto se convirtió en el auténtico gobernante del reino. Con la excusa de fortalecer la autoridad de Clotario III, lo que hizo fue fortalecer su propia autoridad sometiendo férreamente a la nobleza.
Una vez el cristianismo tuvo el camino expedito en Inglaterra, surgió como siempre el problema de la ortodoxia. Había dos iglesias cristianas en el territorio: la católica y la celta. La mayor autoridad civil de la época era el rey Oswiu de Northumbria. Él profesaba el cristianismo celta, pero su esposa era católica. Los sacerdotes de una y otra iglesia se disputaban el favor del rey, y sus amenazas sobre el fuego del infierno podían poner nervioso a cualquiera. Oswiu no estaba seguro de estar del lado correcto, así que convocó un sínodo en Whitby en el que escuchó los argumentos de ambas partes. Allí se expusieron además asuntos tan trascendentales como la forma correcta en que los monjes debían tonsurarse: ¿Debían afeitarse el centro de la cabeza, dejando un círculo de cabello a imitación de la corona de espinas de Jesús?, ¿o debían dejarse un mechón de pelo en el medio? (Ésta era la costumbre celta, al parecer una reliquia de la religión de los druidas.) Los celtas citaron a Columba, pero lo que más impresionó a Oswiu fue el pasaje de la Biblia en el que Jesús dice: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... Y te daré las llaves del Reino de los Cielos". Los obispos explicaron que esto significaba que Jesucristo había nombrado sucesor a Pedro, y que la línea sucesoria se había prolongado hasta el actual papa de Roma, del cual ellos eran ministros. Oswiu se dirigió a los sacerdotes celtas y les preguntó si eso era verdad. Ellos tuvieron que reconocer que el pasaje había sido citado correctamente. "En tal caso - dijo Oswiu - debo adherirme a los seguidores de Pedro, no sea que, cuando muera y vaya al Cielo, me encuentre las puertas cerradas por el depositario de las llaves." Los obispos celtas se vieron obligados a abandonar Inglaterra y establecerse en Caledonia e Irlanda.
https://www.uv.es/
La cultura florecía en la China de los Tang. La corte del emperador Xuangzong era frecuentada por grandes pintores y poetas como Du Fu, Li Bo, Han Yu o Bo Juyi. Se inventó la Xilografía. Así como la emperatriz Wu había protegido al budismo, Xuangzong se inclinó por el confucianismo y el taoísmo. Los ejércitos chinos ocupaban buena parte de Bactriana (los últimos restos del Imperio Persa) y así China absorbió elementos de la cultura indo-irania. Sin embargo, estaban surgiendo problemas internos. Existía una fuerte rivalidad entre la clase de los funcionarios, bien preparados, que ascendían a través de concursos y exámenes, y la antigua nobleza, que veía cada vez más menguadas sus oportunidades. Por ello muchos nobles empezaron a hacerse fuertes militarmente.
La extensión del Califato Omeya superaba a la de cualquier imperio precedente. Después de un siglo de expansión, los árabes ya no eran los bárbaros hombres del desierto de antaño, sino que estaban absorbiendo la cultura de los pueblos que habían conquistado. Mientras las invasiones germánicas habían sumido a Europa Occidental en la pobreza, el analfabetismo y la injusticia social, los omeyas lograron imponer un sistema jurídico justo y tolerante que favoreció la prosperidad del Califato. Por esta época el islam estaba absorbiendo la cultura india, y no tardaría en interesarse por su ciencia y sus matemáticas. Los indios recibieron el trato de dhimmi (protegidos) y los hindúes pudieron seguir practicando sus cultos a condición de pagar el consabido impuesto especial. No obstante, la expansión árabe se detuvo durante mucho tiempo en el valle del Indo.
La situación era similar en Al-Ándalus, en el extremo opuesto del Califato. La península fue ocupada por una aristocracia árabe, pero sobre todo por berberiscos originarios del norte de África y que formaban el grueso del ejército. Más adelante afluyeron también sirios, persas, etc. En general, los conquistadores fueron conocidos como moros (el nombre de un pueblo beréber al que los romanos llamaban Mauri). La población conquistada se dividía entre los mozárabes (cristianos que conservaron su religión) y muladíes (antiguos cristianos que se habían convertido al islam, entre ellos los esclavos que ganaron así su libertad). También estaban los judíos, que gozaron de la protección de los soberanos árabes y cuya situación mejoró considerablemente respecto a la que habían tenido bajo los visigodos. Como era habitual, los mozárabes gozaron de completa libertad de culto. La única restricción era que no podían tocar las campanas de la iglesia durante el mes de Ramadán.
En 720 murió el califa Umar II y fue sucedido por su primo Yazid II. Umar II se había distinguido por su piedad e integridad, y bajo su reinado el Califato Omeya había llegado a su apogeo. Las cosas empezaron a cambiar con Yazid II y sus sucesores, cuya actuación fue más bien mediocre y no tardó en surgir el descontento en muchos sectores del Califato.
Carlos, el mayordomo de palacio del reino franco había iniciado un largo proceso que le llevaría a someter a todo el reino franco bajo su autoridad (o bajo la autoridad merovingia) no sólo nominalmente, sino también de hecho. Actualmente su influencia real se reducía a Austrasia, y optó por expandirla hacia el este, pues le resultaba más fácil someter a los rudos germanos. Así pues, el primer paso fue una campaña contra los sajones de Germania. En 721 murió Chilperico II y Carlos encontró a un presunto hijo de Dagoberto III al que puso en el trono con el nombre de Thierry IV. Aquitania había conservado cierta independencia respecto al gobierno franco. Por esta época estaba gobernada por el duque Eudes. Durante las guerras que siguieron a la muerte de Pipino de Heristal había consolidado esta independencia, pero tuvo que cambiar de política ante la amenaza mora. El emir de Al-Ándalus Al-Samh realizó numerosas incursiones en el reino franco, hasta que murió bajo los muros de Toulouseluchando contra Eudes. Fue sucedido interinamente por Abd al-Rahmán, pero el valí de Ifriqiyya (del que dependía Al-Ándalus) nombró emir poco después a Anbasa.
Mientras tanto China tuvo que firmar un tratado de paz con los turcos en el que se comprometió a pagar un pesado tributo.
En 722 Carlos dirigió nuevamente contra los sajones el ejército franco. Mientras tanto, el misionero Bonifacio fue expulsado de Frisia por su gobernante, Radbodo. Pronto fue llamado a Roma, donde el papa Gregorio II lo consagró como obispo y luego pasó varios años en Baviera y Turingia, haciendo conversiones, construyendo iglesias y destruyendo ídolos paganos. Pronto se convirtió en el religioso más influyente de Occidente. Cuando se enteró de la muerte de Radbodo volvió a Frisia.
Uno de los elementos que el islam había heredado del judaísmo era la prohibición de toda imagen animal o humana. Éste era el segundo de los diez mandamientos que Yahveh había trasmitido a Moisés según la Biblia, y originariamente era una medida destinada a combatir el politeísmo israelita. Al contrario que los cristianos, los judíos nunca dejaron de acatarlo, y los árabes lo hicieron aún más estrictamente, de modo que la práctica totalidad del arte islámico se basa en figuras abstractas y sólo tardíamente aparecen algunos elementos figurativos. En 723 el califa Yazid II ordenó la destrucción de todas las imágenes religiosas de las iglesias cristianas. Yazid II se había enemistado con la población siria y había tenido que sofocar una importante revuelta. Murió al año siguiente, en 724, y fue sucedido por Hisam.
Carlos, el mayordomo de palacio del reino franco, dirigió una tercera campaña contra los sajones que terminaron aceptando la soberanía franca. En 725 inició una larga campaña contra Baviera. Mientras tanto, Anbasa, el emir de Al-Ándalus, inició una campaña contra los francos. Se apoderó de Carcasona y Nimes y penetró por los valles del Ródano y del Saona, pero murió un año después, en 726. Fue sucedido interinamente por Udra, pero a los pocos meses ocupó el cargo Yahyá, quien decidió seguir una política pacifista y se abstuvo de hostigar tanto a los francos como a los cristianos de Asturias.
El emperador León III continuaba fortaleciendo el Imperio Romano para resistir al islam. Probablemente, muchos católicos no podían comprender por qué Dios permitía que unos herejes tuvieran tanto éxito. Naturalmente, los musulmanes tenían la respuesta: los cristianos habían pervertido la religión (como los judíos ya venían denunciando desde hacía mucho tiempo). Los judíos se escandalizaban (cuando no se burlaban) de la necia tradición cristiana de adorar iconos, es decir, imágenes de Jesucristo, la Virgen María, ángeles y santos, así como otras reliquias variadas, a las que atribuían supersticiosamente propiedades milagrosas. Naturalmente, nadie había hecho caso a los judíos, que eran pocos e insignificantes, pero ahora los musulmanes decían lo mismo, y Dios parecía darles la razón: los católicos eran unos idólatras y Dios los castigaba como había castigado en su día la idolatría de los israelitas.
Algo de verdad había en ello: el cristianismo había cubierto la idolatría pagana con una leve capa de monoteísmo, pero era (y sigue siendo) difícil encontrar diferencias entre el culto cristiano a todo el ejército de vírgenes y santos patronos y los antiguos cultos paganos. Dejando de lado la teología, lo cierto era que la adoración de iconos era un instrumento por el que los monjes que habitaban los numerosos monasterios diseminados por el Imperio cautivaban al vulgo. La influencia sobre el pueblo, la riqueza y el poder de los monasterios se debía más a los iconos, los milagros y los rituales vistosos que a la religión que supuestamente conservaban. León III debió de considerar que el poder de la Iglesia era una debilidad del Imperio. Para una parte de la población, rezar fervorosamente a la Virgen María o a tal o cual reliquia local era una defensa suficiente ante un posible ataque. Además los monjes y los arrendatarios de sus tierras estaban exentos del servicio militar, lo cual disminuía sensiblemente los efectivos disponibles. También es posible que el emperador creyera sinceramente que los iconos eran idolátricos y que, al estimular la idolatría, los monjes estaban pervirtiendo el cristianismo. Fuera como fuera, el caso es que publicó un decreto por el que se simplificaba el ritual eclesiástico y, entre otras cosas, prohibía los iconos. Funcionarios imperiales empezaron a recorrer las iglesias y monasterios para destruir iconos, lo que incluía a los crucifijos. Eran los iconoclastas, los destructores de imágenes. Frente a ellos, una parte de la población, con los monjes a la cabeza, negaron la acusación de iconolatras (adoradores de imágenes) y se declararon iconodulos (veneradores de imágenes), lo cual, desde su punto de vista, no era en modo alguno una forma de idolatría. Trataron de convencer al pueblo de que destruir una imagen de Jesucristo o de la Virgen María era la mayor blasfemia imaginable, y que conllevaba la condenación eterna. Además, puesto que los musulmanes también destruían iconos, la iconoclastia parecía una influencia islámica.
Donde los decretos iconoclastas no fueron obedecidos fue en Italia. Allí se refugiaron numerosos iconodulos con sus iconos. Italia ya estaba muy descontenta con León III antes de que declarara la guerra a los iconos, sobre todo por el riguroso sistema de impuestos que había establecido en el exarcado para sanear la hacienda pública y que perjudicaban sobre todo a los grandes terratenientes. Y daba la casualidad de que el mayor terrateniente de Italia era el papa Gregorio II. Por otra parte, el papa no podía aceptar un decreto imperial que modificaba el ritual católico. Se supone que sólo el papa podía emitir un decreto así. La población católica de Occidente sólo sabía que en Constantinopla el emperador ordenaba destrozar las imágenes de Jesús, María y todos los santos. El resultado fue que el prestigio del emperador se redujo a la nada y el del papa aumentó hasta cotas nunca alcanzadas.
Una de las ciudades italianas que más se fortaleció con la oposición a la iconoclastia fue Venecia. Los venecianos eligieron su propio duque (o dux) como gobernante, que resultó ser Orso I Partecipazio.Venecia iba a estar gobernada por sus propios duces durante más de mil años. Orso I es el primer dux del que tenemos constancia histórica, pero los anales venecianos prolongan la lista hacia atrás, de modo que el primer dux que figura en ella es Paoluccio Anafesto, elegido teóricamente treinta años antes. Orso I aparece como sucesor de su padre Marcello Tegalliano. Probablemente los duces anteriores fueron gobernadores nombrados desde Constantinopla.
En 727 estalló una rebelión en Grecia y fue proclamado emperador un hombre llamado Cosmas, que partió con una flota rumbo a Constantinopla. Sin embargo, el ejército imperial veía con malos ojos a los monjes y era mayoritariamente iconoclasta. La marina imperial y el fuego griego acabaron fácilmente con la rebelión. León III impuso la iconoclastia en Grecia y Asia Menor y, ya de paso, muchas de las riquezas de los monasterios fueron confiscadas y sus privilegios derogados.
Hasta este momento, Italia había aceptado la autoridad imperial a causa de la constante amenaza de los lombardos, pero ahora que la autoridad papal era cuestionada abiertamente desde Constantinopla Gregorio II decidió que los lombardos eran el mal menor, y en 728 selló una alianza con su rey Liutprando, el cual le cedió algunos territorios y luego se lanzó sobre el exarcado de Ravena y llegó a tomar temporalmente la capital. El dux veneciano Orso I ayudó al exarca a recuperarla.
El emir de Al-Ándalus Yahyá fue sustituido por Hudayfa, pero a los pocos meses fue sustituido a su vez por Utmán. Por esta época Baviera estaba anexionada al reino franco y Carlos se volvió ahora contra el ducado de Alamania, que fue suprimido en 730. Ese mismo año fue nombrado emir de Al-Ándalus el mismo Abd al-Rahmán que ya había ocupado temporalmente el cargo tras la muerte de Al-Samh.
Los lombardos habían llegado a las puertas de Roma. El papa Gregorio II receló ahora del peligro que él mismo había invocado y solicitó la ayuda de los francos, pero Carlos, el mayordomo de palacio, contestó con un cortés rechazo. Estaba ocupado reunificando el reino franco.
El emperador Xuangzong tuvo que intervenir en el suroeste de China, donde los Iolo amenazaban con la secesión.
En 731 murió el papa san Gregorio II y fue sucedido por Gregorio III, que inmediatamente convocó un concilio en el que excomulgó a todos los iconoclastas, incluido el emperador León III. Por otra parte, jugó a dos barajas con los lombardos y con las fuerzas imperiales, y gracias a su intervención el exarca Eutiquio logró detener temporalmente el avance lombardo y Roma no fue ocupada.
Ese mismo año, un monje northumbrio llamado Beda acabó su obra más famosa: la Historia Eclesiástica de la Nación Inglesa. Por ella se le considera el "padre de la historia inglesa". Al parecer, Beda pasó toda su vida en un monasterio de Jarrow fundado por Benito Biscop, y había rechazado el cargo de abad por temor a que le robara parte del tiempo que dedicaba a sus libros. Su historia es notable porque es la primera que fecha los acontecimientos desde el nacimiento de Cristo. Además Beda fue un historiador crítico que rechazó muchas leyendas e incluso envió un monje a Roma para que buscase cartas concernientes a Inglaterra en los archivos papales. En su historia Beda presenta a Ethelbaldo como rey de toda Inglaterra al sur de Northumbria. Ethelbaldo era en realidad rey de Mercia, y descendía de un hermano del viejo rey Penda. Tal vez Beda le atribuyó tanta influencia porque Ethelbaldo se hacía llamar jactanciosamente "rey de Britania".
Beda resumió también los escasos conocimientos científicos disponibles en su época. En su obra se lee que la Tierra es una esfera y que las mareas son causadas por la Luna. También investigó sobre la forma de calcular la fecha de la Pascua, y descubrió que la fecha de los equinoccios había variado respecto a la prevista por el calendario juliano.
Mientras tanto el emir Abd al-Rahmán derrotaba al duque Eudes, de Aquitania, el cual no tuvo más remedio que llamar en su ayuda a Carlos, el mayordomo de palacio franco. Los moros avanzaban por Aquitania y Carlos no tuvo más opción que hacerles frente. Su fama de invencibles le hizo tomar precauciones. La fuerza de los moros se basaba en su caballería ligera, y Carlos decidió oponerles una caballería pesada al estilo de la que usaban los romanos de Oriente. Para ello distribuyó entre sus soldados una parte sustancial del patrimonio de la Iglesia franca. Sus hombres se hicieron con caballos robustos y se protegieron con pesadas armaduras metálicas. Surgieron así los primeros caballeros medievales típicos que han protagonizado tanta literatura romántica. En 732 los caballeros francos cruzaron el Loira e interceptaron a los jinetes de Abd al-Rahmán cerca de la ciudad de Poitiers, cuando éstos se dirigían hacia Tours. Las cargas de la caballería mora se quebraron una y otra vez contra la caballería pesada de los francos. Abd al-Rahmán murió en el combate. Luego cayó la noche y al amanecer los francos se encontraron con que los moros habían huido sigilosamente.
No se sabe a ciencia cierta el tamaño del ejército moro que se enfrentó a los francos en Poitiers, pero lo cierto es que tras la victoria el mayordomo de palacio llegó a la cúspide de la gloria, pues se consideró que había detenido el avance musulmán en Europa. Pasó a ser conocido como Carlos el Martillo, en latín Carolus Martellum, y en castellano Carlos Martel. Desde la victoria de Poitiers el duque Eudes no tuvo más remedio que aceptar la autoridad de Carlos. Éste continuó con su programa de unificación y se lanzó sobre los frisones y sobre Borgoña. Al mismo tiempo siguió patrocinando la evangelización de los germanos. Precisamente ese año el papa Gregorio III nombró a Bonifacio "arzobispo para el territorio de los germanos".
En la parte central de la isla de Java apareció por primera vez un estado organizado bajo el rey Sanjava.
En 733 León III puso bajo la autoridad directa de Constantinopla a Sicilia, el sur de Italia y la costa de Iliria, para sustraerlas a la influencia del papa. La autoridad imperial sobre el exarcado fue más difusa, pero no desapareció porque Gregorio III no se fiaba plenamente de los lombardos.
En 734 Carlos Martel dirigió una segunda campaña contra los frisones, al tiempo que continuaba luchando en Borgoña.
En 735 murió Beda, el historiador. También murió Eudes, el duque de Aquitania, que fue sucedido por Hunaldo. En 736 Carlos Martel sometió definitivamente a Borgoña y en 737 dirigió una campaña contra Provenza. Ese mismo año murió el rey franco Thierry IV, pero Carlos Martel no consideró necesario encontrarle un sucesor. No obstante, nunca intentó asumir él mismo el título de rey.
Ese mismo año murió Pelayo, el fundador del reino de Asturias, al norte de Al-Ándalus. Fue sucedido por su hijo Fávila.
En 738 Carlos Martel tuvo que ocuparse nuevamente de los sajones. También ayudó al rey lombardo Liutprando en un ataque contra los musulmanes en la Provenza (después de la derrota de Poitiers, los musulmanes conservaron la Septimania visigoda).
En 739 Carlos Martel sometió la Provenza. Liutprando puso sitio a Roma y el papa Gregorio III solicitó la ayuda de Carlos como unos años antes había hecho su antecesor. Le ofreció el título de Cónsul de Roma si aceptaba. Carlos se lo pensó y durante un tiempo hubo un ir y venir de embajadores, pero finalmente rechazó la oferta. El rey astur Fávila murió en una cacería, al parecer devorado por un oso. Fue sucedido por su cuñado, conocido como Alfonso I el Católico.
El califa Hisam intentó atacar de nuevo a Constantinopla y sus ejércitos avanzaron a través de Asia Menor, pero León III se había esmerado en su reconstrucción del Imperio, y los musulmanes fueron derrotados con facilidad mucho antes de que pudieran acercarse a la capital. Aunque la historia suele atribuir a Carlos Martel el mérito de impedir que el islam se extendiera imparable por Europa, lo cierto es que fue Constantinopla la que por tres veces frenó lo más impetuoso de este avance, cosa que Occidente nunca le reconoció a causa de las rivalidades políticas y religiosas que siempre mantuvo con el Imperio Romano de Oriente.
https://www.uv.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario