lunes, 16 de octubre de 2017

Apuntes de Historia Universal

teatro merida

Hispania romana

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Un paso decisivo en el devenir histórico hispano fue la ocupación de las tierras peninsulares por los ejércitos romanos. El punto de partida fue la pugna sostenida por la entonces república romana con Cartago, que había ocupado, a mediados del siglo III antes de Cristo, la península Ibérica. Roma logró conquistar las principales bases de los cartagineses en suelo hispano, Carthago Nova y Gades. No obstante, a raíz de aquel éxito los romanos, que en un principio se habían asentado solamente en las zonas costeras del este y del sur de la península Ibérica, decidieron incorporar a sus dominios el conjunto de las tierras ibéricas. El proceso concluyó en el siglo I antes de Cristo, no sin encontrar en ocasiones fuertes resistencias, como la del dirigente lusitano Viriato, asesinado en el año 139 antes de Cristo; la de la ciudad celtíbera de Numancia, rendida a Roma en el año 133 antes de Cristo, o, en última instancia, la de los cántabros y astures, a los que terminó derrotando, el año 19 antes de Cristo, el propio Augusto. Los motivos que impulsaron a los romanos a interesarse por la península Ibérica eran tanto económicos como estratégicos. Hispania proveía a Roma ante todo de metales, pero también le aportaba soldados y mano de obra. Por otra parte, los romanos fueron los que decidieron utilizar el nombre de Hispania para referirse al solar ibérico, término del que derivarían las posteriores palabras romances España, en castellano, o Espanya, en catalán.
ciudades romanas hispania
Ciudades romanas de Hispania
Hispania pasó a formar parte del poderoso Imperio que tenía su centro vital en la ciudad de Roma. La Hispania romana tuvo en un primer momento dos provincias, la Citerior y la Ulterior. Posteriormente fue dividida en un mosaico de provincias, tales como la Tarraconense, la Gallaecia, la Cartaginense, la Lusitania, la Bética y la Mauritania Tingitana, esta última referida al norte de Africa, y la posterior de la Baleárica. Los romanos aprovecharon a fondo las posibilidades económicas de Hispania, en particular sus explotaciones mineras, que eran propiedad del Estado. En el distrito minero de Carthago Nova, en donde se extraía ante todo plata, pero también plomo, se calcula que trabajaban unos 40.000 hombres, los cuales obtenían unos beneficios calculados en cerca de 25.000 dracmas diarios. Otra actividad destacada era la pesca, en particular los salazones de la costa atlántica de Andalucía. Importante fue asimismo el desarrollo de la esclavitud, que alcanzó cotas muy elevadas. La sociedad, por su parte, estaba dividida en dos grupos claramente contrapuestos: por una parte, los honestiores, es decir los dominantes; por otra, los humiliores, la capa popular. De todos modos había una clara diferencia entre los que poseían la ciudadanía romana y los que no la tenían. Esa situación duró hasta el año 212, fecha en la que el emperador Caracalla decidió conceder a todos sus súbditos la ciudadanía romana.
Se generalizó el uso de la lengua latina, que terminó por arrinconar la mayor parte de los idiomas que se hablaban en tierras hispanas. La única lengua que sobrevivió del pasado fue el euskera, que se hablaba en tierras de los actuales territorios del País Vasco y Navarra. Se experimentó un espectacular progreso en tierras hispanas sobre todo la vida urbana, con núcleos como Caesaraugusta, Barcino, Tarraco, Toletum, Lucus, Asturica Augusta, Saguntum, Valentía, Carthago Nova, Norba, Emérita Augusta, Corduba, Hispalis, Carteia, Malaca, Cades, etc. Las ciudades hispanorromanas fueron escenario del desarrollo de la institución del municipio, que estaba integrado por una Curia o Consejo y unos magistrados, entre ellos, como más destacados, los duoviri y los ediles. Paralelamente, una densa red de vías de comunicación, punto de partida de las principales rutas de los siglos posteriores, recorría el solar ibérico. Una muy significativa, la famosa vía de la Plata.
Al mismo tiempo penetraba el Derecho romano, cuyas huellas son aún claramente perceptibles en la normativa jurídica vigente en nuestros días en España. Las huellas del pasado hispanorromano son aún visibles desde las murallas de Lugo o el acueducto de Segovia hasta el teatro de Mérida, el anfiteatro de Itálica o los arcos de Bará y de Medinaceli. Hispania, asimismo, aportó una nómina muy destacada de grandes figuras a la historia de Roma, desde emperadores, como Trajano, hasta escritores, entre ellos Séneca, Lucano, Quintiliano o Marcial, pasando por el agrónomo Columela o el geógrafo Mela.
acueductos segovia
Acueductos de Segovia

Expansión de la religión cristiana

La época de la dominación romana fue también testigo de la llegada a la península Ibérica de la religión cristiana, que iba a convertirse en uno de los más firmes puntales del futuro de las tierras hispanas. En un primer momento la difusión del cristianismo se hizo con lentitud, debido a que se trataba de una religión perseguida. La Iglesia cristiana ya estaba fuertemente implantada en tierras hispanas en el siglo III. El Edicto de Milán, dado por el emperador Constantino en el año 313, permitió al cristianismo salir a la superficie. A comienzos del siglo IV, del Concilio que tuvo lugar en la localidad granadina de Iliberis, al que asistieron 37 obispos. Antes de que concluyera esa centuria el emperador Teodosio proclamaba al cristianismo religión oficial del Imperio romano. El cristianismo hispano de la época imperial aportó nombres señeros, algunos mártires, como Justo y Pastor o Eulalia de Mérida, pero también figuras destacadas, como el obispo Osio, el historiador Orosio y el poeta Prudencio. Pero también hubo desviaciones doctrinales, la más significativa de ellas la que protagonizó Prisciliano, que fue obispo de Ávila en el siglo IV. El priscilianismo, al que se acusaba de estar relacionado con la magia y el maniqueísmo, sobrevivió, no obstante, a su fundador, alcanzando una notable expansión ante todo por las provincias romanas de Gallaecia y Lusitania.
anfiteatro italica

Hispania Romana a los territorios de la península ibérica durante el periodo histórico de dominación romana.
Este periodo se encuentra comprendido entre 218 a. C. (fecha del desembarco romano en Ampurias) y los principios del siglo V (cuando entran los visigodos en la Península, sustituyendo a la autoridad de Roma). A lo largo de este extenso periodo de siete siglos, tanto la población como la organización política del territorio hispánico sufrieron profundos e irreversibles cambios, y quedaría marcado para siempre con la inconfundible impronta de la cultura y las costumbres romanas.
De hecho, tras el periodo de conquistas, Hispania se convirtió en una parte fundamental del Imperio romano, proporcionando a éste un enorme caudal de recursos materiales y humanos, y siendo durante siglos una de las partes más estables del mundo romano y cuna de algunos gobernantes del imperio.
El proceso de asimilación del modo de vida romano y su cultura por los pueblos sometidos se conoce como romanización. El elemento humano fue su más activo factor, y el ejército el principal agente integrador.
La sociedad hispana se organizó como la del resto del Imperio romano, en hombres libres y esclavos. Los hombres libres podían participar en el gobierno, votar en las elecciones y ser propietarios de tierras. Los esclavos, en cambio, no tenían ningún derecho y eran propiedad de algún hombre libre. Las mujeres podían ser libres o esclavas, pero no tenían los mismos derechos que los hombres.

La Conquista de Hispania[editar]

Muralla romana de Ampurias, punto de entrada de la invasión romana en la península ibérica.
Lo que se inició a finales del siglo III a. C. como una invasión estratégica para cortar las líneas de abastecimiento cartaginesas que sostenían la invasión de la península itálica por Aníbal durante la segunda guerra púnica, pronto pasó a ser una invasión de conquista que en unos doce años había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la Península. Sin embargo, Roma aún tardaría casi dos siglos en dominar la totalidad de la península Ibérica, debido principalmente a la fuerte resistencia que los pueblos del interior (celtíberos, lusitanos, astures, cántabros, etc.) ofrecieron a los invasores. Dos siglos de guerras intermitentes aunque extremadamente violentas y crueles, tras los cuales las culturas prerromanas de Hispania fueron casi por completo exterminadas. La dominación romana perduraría hasta la entrada en Hispania de las primeras tribus bárbaras, ya en el siglo V, formando durante los siete siglos de influencia romana una población homogénea en Hispania conocida como «hispanorromana».


Hispania era el nombre dado por los romanos a la península ibérica y parte de la nomenclatura oficial de las tres provincias romanas que crearon ahí: Hispania Ulterior BaeticaHispania Citerior Tarraconensis e Hispania Ulterior Lusitania. Otras provincias formadas después fueron Carthaginensis y Gallaecia. Posteriormente el concepto evolucionó hasta incluir, en las épocas finales del imperio, a la provincia de Balearica y la provincia de Mauritania Tingitana.

Origen del nombre[editar]

Puente de Alcántara (Alcántara, Cáceres), construido sobre el río Tajoentre el 104 y el 106 d. C. por el arquitecto Cayo Julio Lacer.
El nombre de España deriva de Hispania, nombre con el que los romanos designaban al conjunto de la península ibérica, término alternativo al nombre Iberia preferido por los autores griegos para referirse al mismo espacio. Sin embargo, el hecho de que el término Hispania no es de raíz latina ha llevado a la formulación de varias teorías sobre su origen, algunas de ellas controvertidas.

Hipótesis fenicia[editar]

Las etimologías más aceptadas actualmente prefieren suponer un origen fenicio de la palabra. En 1674, el francés Samuel Bochart, basándose en un texto de Gayo Valerio Catulo donde llama a España cuniculosa('conejera'), propuso que ahí podría estar el origen de la palabra España. De esa forma, dedujo que en hebreo (lengua semítica, emparentada con el fenicio) la palabra spʰ(a) n podría significar 'conejo', ya que el término fenicio *i-špʰanim literalmente significaría: 'de damanes' (špʰanim es la forma plural de šapʰán, 'damán', Hyrax syriacus), que fue como los fenicios decidieron, a falta de un vocablo mejor, denominar al conejo Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. Otra versión de esta misma etimología sería ʾ*i-špʰanim 'Isla de conejos' (o, de nuevo literalmente, damanes). Esta segunda explicación se hace necesaria porque en latín clásico la H se pronunciaba aspirada, haciendo imposible derivarla de la S sorda inicial (leyes de Grimm y Verner).
Otra posibilidad respecto de la raíz fenicia Span es su significado de 'oculto', que indicaría que tomaban a Hispania como un país escondido y remoto.
Por otra parte, el conejo no era el único animal que llamaba la atención por su abundancia. Los griegos llamaron a la península Ophioússa, que significa 'tierra de serpientes', que luego cambiaron por Iberia, pues iberera una palabra que oían constantemente entre los habitantes de la península. Es un término geográfico, aunque no se le puede asignar en concreto al río Ebro, ya que se oía del mismo modo por toda la Andalucía actual. Algunos lingüistas piensan que significaba simplemente 'río', pero todavía no se ha alcanzado un acuerdo sobre la palabra.
Otra posibilidad, propuesta por el sevillano Trigueros en 1767, la derivaría del fenicio *sp(a)n (Norte), como era la península ibérica con respecto al norte de África, desde donde fenicios y cartagineses llegaban a ella, de manera que *I-Span-ya sería la 'isla del Norte'.
En cuanto a la citada hipótesis de que Hispania provendría del fenicio *´y-spn-y´ (pro. I-span-ia), que significaría "isla de los conejos", es importante señalar que si bien el término spn ("conejo") está documentado desde el segundo milenio antes de Cristo en ciertos textos ugaríticos,,1​ no puede decirse lo mismo del nombre de España o Ispania con tal forma, "I-spn-ya", que de momento -cualquiera que sea su significado etimológico- es solo una suposición, pues no ha sido hallada hasta la fecha ni una sola inscripción donde pueda leerse la secuencia completa: ´y-spn-y´(pro. I-span-ia).[cita requerida] Los fenicios constituyeron la primera civilización no ibérica que llegó a la península para expandir su comercio y que fundó, entre otras, Málaga (Malaca) o Cádiz (Gádir).23​ Los romanos tomaron la denominación de los vencidos cartagineses, cuya principal capital estaba situada en Qart Hadasht (actual Cartagena), interpretando el inicio ʔi- como 'costa, isla; o tierra',4​ con -ya con el significado de 'región'. Una hipótesis supone que el lexema <spn>, que en hebreo se puede leer como sapʰan (שָׁפָן) se tradujo como 'conejo(s)' (en realidad damanes, unos mamíferos similares al conejo extendidos por África y el Creciente Fértil). Los romanos, por tanto, le habrían dado a Hispania el significado de 'tierra abundante en conejos', un uso recogido por CicerónCésarPlinio el ViejoCatónTito Livio y, en particular, Catulo, que se refiere a Hispania como península cuniculosa (en algunas monedas acuñadas en la época de Adriano figuraban personificaciones de Hispania como una dama sentada y con un conejo a sus pies). Abundando en el origen fenicio del término, Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías, postula que tiene su origen en Ispani, el topónimo fenicio-púnico de Sevilla, ciudad a la que los romanos denominaron Hispalis.
Sobre el origen fenicio del término, el historiador y hebraísta Cándido María Trigueros propuso en la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona en 1767 una teoría diferente, basada en el hecho de que el alfabeto fenicio (al igual que el hebreo) carecía de vocales. Así spn (sphan en hebreo y arameo) significaría en fenicio 'el Norte', una denominación que habrían tomado los fenicios al llegar a la península ibérica bordeando la costa africana, viéndola al norte de su ruta, por lo que i-spn-ya sería la 'tierra del Norte'.
La teoría más reciente proviene de Jesús Luis Cunchillos y José Ángel Zamora, expertos en filología semita del CSIC, quienes tras analizar todas las hipótesis y realizar un estudio filológico comparativo entre varias lenguas semitas, han llegado a la conclusión de que la hipótesis más probable sería *I-span-ya, 'isla/costa de los forjadores o forjas (de metales)', o sea, 'isla/costa donde se baten o forjan metales', hecho que además estaría justificado por la intensa actividad minera y metalúrgica que existía en las costas de Andalucía, o reino de Tartessos, en los tiempos de la llegada de los fenicios, quienes entre otras razones establecieron sus colonias en estas tierras precisamente atraídos por su gran riqueza minera, célebre en toda la antigüedad.

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