EL FIN DE LOS VISIGODOS | SIGUIENTE |
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Al inicio del siglo VIII, en Sierra Madre y otros lugares montañosos de México empezó a formarse la cultura Mixteca (habitantes del país de las nubes).
Japón seguía absorbiendo la cultura y las instituciones chinas. El emperador Temmu aplicaba el código Taika de forma más estricta y estudiaba la posibilidad de mejorarlo. China prosperaba bajo el gobierno de la emperatriz Wu. El imperio chino gozaba de una eficiente administración basada en un numeroso cuerpo de funcionarios, así como de un poderoso ejército de caballería que, combinado con una buena diplomacia le permitía dominar un amplio territorio desde Corea hasta Sogdiana. La existencia de buenas vías de comunicación hizo que cada vez llegaran a China más influencias exteriores, especialmente de la India. Al norte estaba el gigantesco imperio Turco, y al oeste los tibetanos estaban cada vez mejor organizados y aguijoneaban cada vez más a los chinos.
La cultura india estaba en decadencia, pero peor suerte corrían los restos del antiguo Imperio Persa, reducido a Sogdiana, que resistía precariamente el empuje del islam. El Califato Omeya de Damasco seguía expandiéndose. Aunque tuvo que renunciar a su intento de tomar Constantinopla, acababa de arrebatar el norte de África al Imperio Romano y nada hacía indicar que fuera a detenerse ahí. En general, los efectos de la conquista árabe fueron nefastos. Egipto estaba islamizado casi por completo, y había dejado de ser la tierra fértil tan codiciada tiempo atrás. Los árabes entendían poco de agricultura y dejaron que el sistema de canales alrededor del Nilo se arruinara y el desierto se extendió por lo que antaño habían sido campos de cultivo. También la grandeza de Cartago llegó a su fin tras la conquista musulmana. La ciudad desapareció de la historia.
En 700 los partidarios de Alí intentaron una vez más derrocar a los Omeya, pero fracasaron. A pesar de ello no desaparecieron, sino que continuaron aguardando una ocasión mejor. Fueron conocidos como los partidarios (en árabe, chiitas), mientras que a ellos se oponían los sunníes, (seguidores de la tradición, o sea, ortodoxos). Los chiitas han sobrevivido hasta hoy como una secta minoritaria del islam, pero muy arraigada en algunas regiones de lo que fue Persia y Mesopotamia. Los chiitas consideran que todos los califas después del asesinato de Alí fueron usurpadores. Celebran el aniversario de la muerte de Husayn como día de duelo y la ciudad de Karbala es para ellos una ciudad sagrada.
El Imperio Romano estaba gobernado por Tiberio III, que había usurpado el trono a Leoncio, el cual a su vez se lo había usurpado a Justiniano II. No sólo tenía que hacer frente a los musulmanes, sino también a los búlgaros, que recientemente habían cruzado el Danubio y formado un imperio que se acercaba demasiado a Constantinopla.
El rey visigodo Égica contemplaba impotente cómo los nobles y el clero se dividían en diversas facciones que cada vez contaban con más poder en detrimento de la corona. Italia estaba dividida entre los dominios lombardos y las posesiones imperiales. Acababa de morir el rey lombardo Cuniberto, y por esta época su pueblo estaba ya bastante integrado en la cultura italiana. La lengua que hablaban era ya muy próxima al latín y a lo largo del siglo venidero iba a ser cada vez más difícil distinguir entre romanos y lombardos, al menos en las ciudades más importantes. La invasión lombarda no había sido muy numerosa (unos doscientos mil hombres), por lo que apenas podían abarcar más territorio del que de hecho ocupaban. Sus últimos reyes habían sido pacíficos y se conformaban con mantener sus fronteras, pero Constantino IV debió de infravalorarlos cuando los atacó en el sur de Italia, pues demostraron tener una gran capacidad de reacción que le costó la vida al emperador.
Ahora tres candidatos se disputaron la corona lombarda: Liutberto, Raginberto y Eriberto II, pero fue el tercero el que finalmente se impuso.
Los francos eran la mayor potencia de la Europa occidental. Hacía ya varias generaciones que los reyes merovingios no eran más que títeres que los mayordomos de palacio empujaban hacia la caza, los banquetes y las mujeres, a cambio de que les dejaran gobernar. Ahora los mayordomos eran Pipino de Heristal en Austrasia y su hijo Grimoaldo en Neustria.
Desde un punto de vista cultural, la Heptarquía de Inglaterra estaba tomando el relevo a la Hispania visigoda gracias a la organización eclesiástica. El rey Ine de Wessex promulgó por esta época un código de leyes escritas.
También en Japón se perfeccionaban los códigos de leyes. En 701 el emperador Temmu promulgó el código Daiho, que sustituía al anterior código Taika.
Ese mismo año murió el papa san Sergio I y fue sucedido por Juan VI, con la oposición del emperador Tiberio III. El duque de Benevento Gisulfo inició un ataque contra el exarcado de Ravena y se apropió de una parte del mismo.
Hispania pasaba por malos momentos. El rey Égica asoció al trono a su hijo Vitiza, con la oposición de gran parte de la nobleza. Al mismo tiempo, persistía una sequía que duraba ya varios años, a la que se sumó una epidemia de peste. Vitiza trató de mejorar la imagen de la monarquía: decretó una amnistía contra los nobles perseguidos por Égica y les restituyó sus bienes. También detuvo las medidas contra los judíos, que le apoyaron en su política. Égica murió en 702.
En 704 murió el rey tibetano Khri-hdus-song.
Mientras tanto, el derrocado emperador Justiniano II seguía vivo, exiliado en Quersonea con el rostro desfigurado y lleno de resentimiento. Años atrás se había casado con una princesa jázara, y los jázaros no estaban lejos de Quersonea. Finalmente logró su ayuda y en 705 fue conducido al reino búlgaro al sur del Danubio. Tres días después logró entrar por la noche en Constantinopla (con la ayuda de algunos partidarios) y no tardó en ser aceptado de nuevo como emperador. Leoncio fue sacado del monasterio en que había sido retirado por la fuerza y fue llevado al hipódromo junto con Tiberio III. Allí Justiniano II presidió un espectáculo de carreras de carros mientras Leoncio y Tiberio III estaban tirados en el suelo, frente al trono imperial, mientras unos soldados les pisaban con fuerza el cuello y la multitud cantaba el decimotercer verso del salmo 91: "pisaréis al león y a la víbora". El león era Leoncio, y la víbora (aspis, en griego) era Tiberio III, cuyo verdadero nombre era Aspimar. Tras los juegos, Leoncio y Tiberio III fueron ejecutados, y a continuación Justiniano II ordenó la persecución y muerte contra todos los que les habían apoyado (o eran sospechosos de haberlo hecho).
Ese mismo año murió el papa Juan VI y fue sucedido por Juan VII. El nuevo papa logró un acuerdo con el rey lombardo Eriberto II, que le cedió un territorio en el norte de Italia.
También murió el califa Abd al-Malik, y fue sucedido por su hijo Walid. El nuevo califa engrandeció las mezquitas de Medina, La Meca y Damasco, para lo que se valió de arquitectos de Constantinopla.
El gran poder personal que ostentaba la emperatriz Wu en China volvió muy inseguros los altos cargos, por lo que finalmente sus enemigos entraron violentamente en el palacio real, mataron a la emperatriz y a sus más estrechos colaboradores y volvieron a poner en el trono a su hijo Zhongzong, que ya había sido emperador unos años antes.
En 707 murió el papa Juan VII y fue sucedido por Sisinio, que murió a los veinte días de su consagración. Le siguió Constantino I.
Los árabes llamaron Ifriqiyya a la región norteafricana que se extendía desde el este de Egipto hasta Cartago. Por esta época el islam estaba sólidamente asentado en la zona y su capital económica pasó a ser Túnez, ciudad fundada por los antiguos cartagineses como plaza fuerte para defender su capital y que había alcanzado gran prosperidad bajo el gobierno romano. En 708 fue nombrado gobernador de Túnez el general Musa ibn-Nusayr, que continuó hacia el oeste la expansión musulmana. En el este los ejércitos musulmanes llegaban hasta las fuentes del Indo.
En 710 murió el emperador chino Zhongzong, y fue sucedido por su hermano Ruizong, que también había sido emperador años antes bajo la tutela de su madre. Ruizong, siguiendo una práctica habitual, envió una princesa para el harén del rey tibetano, lo cual mejoró las relaciones entre ambos Estados.
La cultura japonesa en esta época estaba marcada por seis escuelas budistas que se instalaron cerca de la ciudad de Nara. El código Taiho se había desarrollado y promulgaba una redistribución periódica de las tierras entre el campesinado, precisó los derechos y deberes individuales e instituyó un nuevo sistema militar y social.
Justiniano II invitó al papa Constantino I a su residencia en Nicomedia, donde pasó casi dos años en los que las relaciones entre el emperador y la Iglesia Romana mejoraron sensiblemente.
Los reinos de Nobatia y Makuria (lo que había sido Nubia) se unieron bajo el cetro del rey del segundo Estado.
El rey visigodo Vitiza nombró sucesor a su hijo Akhila, y poco después murió. Parte de la nobleza no aceptó la decisión y se sublevó proclamando rey al duque de la Bética, Rodrigo. Se inició así una guerra civil, en la que Rodrigo no tardó en tomar Toledo. Akhila pidió entonces ayuda a los musulmanes de África. Este episodio de la historia nos ha llegado envuelto en una leyenda de la que no es fácil extraer detalles concretos fiables. Las crónicas árabes hablan de un gobernador de Ceuta llamado Ylyan, que la tradición ha convertido en Julián y le ha dado el título de conde. No está claro si era árabe, beréber cristiano, visigodo o romano. En cualquier caso, parece que hasta entonces había defendido Ceuta de la conquista musulmana y probablemente contó con el apoyo de Vitiza, del cual se podría considerar vasallo. Parece ser que Akhila envió dos hermanastros a Ceuta, lo cuales hablaron con Julián, el cual a su vez habló con Tariq ibn Ziyad, un antiguo esclavo de Musa, de origen beréber, o tal vez persa, que recientemente había sido nombrado gobernador de la ciudad de Tánger, cercana a Ceuta. El califa Walid encargó a Musa una expedición de reconocimiento a Hispania en respuesta a la petición visigoda. La expedición fue dirigida por Tarif Abú Zará, que desembarcó en la ciudad que los musulmanes llamaron desde entonces Tarifa. Tarif comprobó la existencia de un partido fiel a los hijos de Vitiza, lo que hacía viable apoyarlos.
Tras algunos meses de preparativos, en 711 Musa envió un ejército mucho mayor al mando de Tariq, el cual desembarcó en el promontorio que desde entonces fue llamado Monte de Tariq (Gebel al-Tariq, o sea, Gibraltar). Allí derrotaron fácilmente a unas pocas tropas dirigidas por un sobrino de Rodrigo y luego se encaminaron a Sevilla, pues el arzobispo de la ciudad era hermano de Vitiza y probablemente esperaban su apoyo. Mientras tanto Rodrigo estaba en el norte luchando contra los vascos, que apoyaban a Akhila. Al enterarse del desembarco musulmán se lanzó a toda prisa hacia el sur y llegó a Córdoba, donde tras un descanso de ocho días encontró a los musulmanes junto al río Guadalete, cerca de Cádiz. Una parte de sus hombres, partidaria de Akhila, se pasó al enemigo, con lo que el ejército mahometano llegó a sumar unos doce mil hombres. Por su parte, Rodrigo contaba con unos cien mil.
Parece ser que en un momento decisivo de la batalla una parte considerable de los hombres de Rodrigo se retiraron dirigidos por sus generales visigodos, que consideraron conveniente que Rodrigo muriera en la batalla para sucederle, pero el resultado fue que todo el ejército visigodo fue aniquilado y ya nada pudo impedir que los musulmanes se extendieran por Hispania. En menos de un año Tariq dominaba todo el territorio que había estado bajo el poder de Rodrigo. Con el tiempo surgió la leyenda de que el Conde don Julián invitó a los musulmanes a invadir Hispania resentido porque el rey don Rodrigo había violado a su hija.
La sed de venganza del emperador Justiniano II había ido más allá de Constantinopla. Ahora había organizado un ejército contra Quersonea, donde había sido recluido, pero al enterarse de ello, Quersonea pidió ayuda a los jázaros. El ejército imperial decidió que no le apetecía ni enfrentarse a los jázaros ni castigar a una ciudad del Imperio, así que las tropas proclamaron emperador a su general, Filípico, y regresaron a Constantinopla. Allí mataron al hijo de Justiniano II. El emperador seguía en Asia Menor, pero Filípico envió a unos soldados que lo cogieron por sorpresa y lo mataron también.
Tras la muerte del rey franco Childeberto III le sucedió su hijo Dagoberto III. Era menor de edad y fue tutelado, naturalmente, por Pipino de Heristal. Por aquella época el mayordomo de palacio parecía estar próximo a la muerte, y un sector de la nobleza consideró oportuno asesinar a su hijo Grimoaldo, que debía ser su sucesor. Sin embargo, Pipino encontró fuerzas para combatir a sus oponentes.
En 712 Musa desembarcó en Hispania y, al comprobar el desmembramiento del Estado visigodo, decide convertir en guerra santa lo que había empezado como una intervención en la guerra civil visigoda. Rompiendo la alianza con Akhila, atacó algunas ciudades de la Bética que teóricamente eran aliadas. El general árabe Muhammad ibn al-Qasim conquistó en Sind la que había sido satrapía persa en el valle del Indo.
Ese año murió el rey lombardo Eriberto II, que fue sucedido por Ansprando, pero éste a su vez no tardó en morir y fue sucedido por su hijo Liutprando. Pipino de Heristal logró derrotar a sus adversarios, pero lo cierto era que su hijo había muerto y tuvo que nombrar heredero a su nieto Teodoaldo, menor de edad.
Tras la muerte del emperador chino Ruizong fue elegido para sucederle Xuangzong. China continuaba siendo próspera. El modelo de carrera para los funcionarios, que determinaba los ascensos mediante un sistema de exámenes, estaba dando buenos resultados, y el emperador contaba con un equipo de ministros competentes, muchos de los cuales ya habían servido bajo la emperatriz Wu.
La administración japonesa estaba cada vez más burocratizada. La capital se estableció definitivamente en Nara, abandonándose así la costumbre de cambiar de capital con cada nuevo emperador. La mayor parte de las tierras seguían siendo propiedad del Estado, que las distribuía entre los campesinos, pero los impuestos eran tan elevados que muchos prefirieron emigrar para trabajar tierras pertenecientes a monasterios o a nobles, con lo que el poder del Estado empezó a debilitarse, mientras que los jefes de los clanes y las comunidades religiosas se vieron fortalecidas. De esta época data la primera antología conocida de poesía japonesa (escrita en chino), el Kojiki, de contenido histórico-legendario.
En 713 Musa conquistó Sevilla y ocupó Mérida. En menos de un año se encuentra con Tariq en el Tajo. Entre ambos dominan la mitad sur de la península ibérica excepto una región del sudeste, que comprendía las actuales Alicante y Murcia, donde resistía el visigodo Teodomiro, que ese mismo año pactó una capitulación con Abd al-Azid, el hijo de Musa, por la que conservó una autonomía política para él y sus súbditos a cambio de un tributo en moneda y en especie.
El emperador Filípico no estuvo a la altura del cargo. Los árabes invadían Asia Menor, los búlgaros se acercaban a Constantinopla, y además decidió favorecer el monotelismo, con lo que se ganó la enemistad del papa Constantino. Finalmente un grupo de soldados lo raptaron cuando salía borracho de un banquete, lo cegaron y lo abandonaron en el hipódromo vacío. Luego eligieron emperador a un funcionario de la corte que reinó como Anastasio II.
Los árabes dieron a Hispania el nombre de Al-Ándalus, que en árabe significa el Paraíso. El nombre parece deberse a una asociación entre Vandalicia, el nombre de la zona sur de la península que los vándalos habían llevado a África, y el aspecto paradisíaco que sin duda debía de causar la tierra hispana a los hombres del desierto.
Musa y Tariq discutieron y, tras haber enviado mensajeros a Damasco, en 714 el califa Walid los llamó a su presencia para pedirles cuentas de sus actuaciones. Después de algunas campañas más por la mitad norte, los dos jefes partieron hacia la capital del Califato. Musa nombró a su hijo Abd al-Azid emir de Al-Ándalus, quien estableció su corte en Sevilla.
Los tibetanos realizaron una incursión en las fronteras con China, lo que provocó una violenta respuesta. La superioridad militar China no impedía a los tibetanos dedicarse al pillaje.
Mientras tanto moría Pipino de Heristal, y su viuda, Plectruda, pretendió tutelar tanto a su nieto Teodoaldo, el nuevo mayordomo de palacio, como al rey Dagoberto III. Pero había una figura que podía crearle problemas. Pipino de Heristal había tenido un hijo con una concubina llamada Alpaida, el cual tenía entonces unos veintiséis años. Era conocido como Karl, aunque es probable que se tratara de una especie de apodo y no de su nombre, pues "karl" es una palabra germánica que antaño había designado a la clase inferior de los hombres libres, pero que había degenerado hasta hacer referencia a los siervos. En definitiva, el apelativo "Karl" recordaba que el joven era un bastardo al que no le correspondía heredar la nobleza de su padre. Sin embargo, Karl iba a pasar a la historia, y la historia se escribía en latín. La versión latina de "Karl" es Carolus (léase Cárolus) y en castellano se ha convertido en Carlos. Tan pronto como murió Pipino, Plectruda ordenó encarcelar a Carlos para que no pudiera disputarle a Teodoaldo el cargo de mayordomo de palacio.
Sin embargo, los nobles de Neustria no querían ser gobernados por Austrasia, y mucho menos si los gobernantes iban a ser una viuda y su nieto. Un rey títere era una cosa, pero un rey títere de un mayordomo de palacio títere ya era demasiado. En 715 el ejército de Plectruda fue derrotado por el ejército de Neustria, y Dagoberto III murió. Los neustrianos eligieron rey a Chilperico II, un presunto hijo de Childerico II presuntamente recluido en un monasterio a la muerte de su padre. Pero los incidentes permitieron que Carlos escapara de la prisión. Éste se puso al frente de los nobles de Austrasia, obligó a Plectruda a reconocerlo como mayordomo de palacio de Austrasia y derrotó al ejército de Neustria. Nuevamente, los francos estaban en guerra civil.
Cuando Tariq y Musa llegaron a Damasco, no se encontraron con Walid, pues el califa acababa de morir, sino con su sucesor Sulaymán, quien, recelando del poder de ambos generales, no tuvo dificultad en encontrar graves acusaciones por los que sancionarlos e impedirles volver a Al-Ándalus. Pese a ello, Musa se convirtió en el héroe de numerosas narraciones populares árabes que todavía se recuerdan.
Sulaymán dirigió sus ejércitos hacia el este. La situación de los reinos de Bactriana, Samarcanda y Ferganá era cada vez más crítica. Finalmente lograron el apoyo directo del emperador Xuangzong, cuyos ejércitos lograron contener a los árabes.
El emperador Anastasio II se esforzó por atender eficientemente el gobierno e inició algunas reformas militares, pero los generales ya se habían acostumbrado a poner y quitar emperadores y así un ejército romano de Asia Menor asedió Constantinopla durante seis meses. Finalmente Anastasio II se acobardó y se retiró a un monasterio. Los militares nombraron emperador a otro funcionario, que reinó como Teodosio III. Tras la muerte del papa Constantino, fue elegido Gregorio II.
Los ejércitos de Abd al-Azid avanzaron hacia el norte y llegaron hasta Narbona, pero en 716 fue asesinado, al parecer por orden del califa Sulaymán, que recelaba de él como había recelado de su padre. Tras su muerte fue elegido emir su primo Ayyub, que ocupó el cargo hasta la llegada de Al-Hurr, el emir nombrado por el gobernador de África. Éste trasladó la capital de Sevilla a Córdoba. El rey visigodo Akhila se había rendido y pactó con los musulmanes, quienes le garantizaron su patrimonio personal en la región de Toledo. Los visigodos eligieron rey a Ardón. El emir Al-Hurr logró el control de toda la península ibérica excepto la zona septentrional habitada por los vascos. Ardón resistió en la Septimania.
El que había sido centro del cristianismo celta, la isla de Iona, aceptó el cristianismo católico. La Iglesia celta resistió tres siglos más al norte de Inglaterra, pero no tuvo ya ninguna influencia. Mientras tanto, un sajón de Wessex llamado Bonifacio marchó a Frisia y continuó la labor evangélica iniciada por Willibrord unos años antes.
Tras la muerte de Kapagan Kagan, el Imperio Turco quedó en manos de Bilge Kagan y su hermano Kultigin.
En 717 el franco Carlos encontró a un merovingio para el trono de Austrasia: un presunto tío de Dagoberto III que reinó como Clotario IV.
Ese año huyó de Córdoba un visigodo llamado Pelayo, donde había estado retenido como rehén para garantizar la obediencia de las gentes de su región, los astures. Volvió al norte con dificultad y empezó a ganar seguidores para rebelarse contra el dominio musulmán. Se cuenta que reprochó a los cristianos su cobardía y su sumisión y los instó a defender el país. Luego se refugió en un monte y envió mensajeros a los astures para moverlos a la rebelión.
Mientras tanto el califa Sulaymán estaba listo para lanzar otro vigoroso ataque contra Constantinopla. La situación era crítica, porque el emperador Teodosio III había demostrado ser un completo incompetente. Por aquel entonces, las tropas imperiales en Asia Menor estaban bajo el mando de un general llamado León. Parece ser que era de origen sirio, y siendo niño su familia fue trasladada a Tracia por una estrategia defensiva de Justiniano II. Ingresó joven en el ejército, ascendió hasta dirigir un tema (distrito militar) en Asia Menor en tiempos de Anastasio II y defendió eficientemente la región ante las acometidas musulmanas. Cuando tuvo noticias de los planes de Sulaymán se apresuró a marchar sobre Constantinopla. Teodosio III no tardó en abdicar y se refugió en un monasterio. Poco después León se convertía en León III, el nuevo emperador. Poco después llegaron los árabes. Atacaron por mar y por tierra. El fuego griego causó graves daños en la flota árabe, mientras los ejércitos de Asia Menor atacaban las vías de comunicación musulmanas. Luego murió el califa, y su sucesor, Umar II, se encontró con problemas internos que le impidieron dar al ejército todo el apoyo necesario. En efecto, el islam había absorbido a tal cantidad de nuevos musulmanes en tan poco tiempo que, aunque teóricamente todos tenían los mismos derechos, las desigualdades económicas eran abismales y cundía el descontento. Fueron necesarias drásticas reformas administrativas y fiscales.
El invierno fue especialmente frío ese año. El ejército árabe perdió enormes cantidades de caballos y camellos a causa del frío, y los soldados sufrieron enormemente. En la primavera de 718 el ejército musulmán estaba destrozado por el hambre, y León III había entablado una alianza con el kan búlgaro Terbel. León III derrotó a los árabes una y otra vez, hasta que se retiraron a finales del verano. De ochocientas naves que habían partido, sólo regresaron cinco.
Pelayo fundó el reino de Asturias en el norte de la península ibérica, y se negó a pagar tributos a los musulmanes. Al-Hurr envió un contingente al mando de su general Al-Kamma. Tras algunos éxitos, los asturianos consiguieron una primera victoria en Covadonga, donde arrojando piedras y rocas desde lo alto de un desfiladero hicieron huir al ejército musulmán. Probablemente, la "batalla de Covadonga" fue una mera escaramuza, pero consolidó al pequeño grupo insurgente y fue magnificada por los historiadores posteriores. El número de combatientes fue aumentando con el tiempo hasta incluir a la Virgen María. Pelayo casó a su hija Ermesinda con Alfonso, hijo del duque Pedro de Cantabria, y juntos continuaron combatiendo a los musulmanes.
En 719 Carlos, el mayordomo de palacio de Austrasia, derrotó definitivamente a Neustria e hizo encarcelar al rey Chilperico II, pero, como poco después murió Clotario IV, sacó de la prisión a Chilperico II y lo convirtió en rey de todo el reino franco. Esto convertía a Carlos en el auténtico dueño del reino, pero en la práctica no era realmente así, ya que existían muchos nobles que no reconocían la autoridad central y gobernaban territorios independientes.
Ese año murió asesinado el emir Al-Hurr de Al-Ándalus, y fue sucedido por Al-Samh. El nuevo emir no debió de dar mucha importancia a los rebeldes asturianos, pues prefirió organizar expediciones más allá de los Pirineos. En 720 conquistó la Septimania, donde debió de morir el rey visigodo Ardón y con él desapareció el último resto del reino visigodo, si exceptuamos el pequeño Estado de Teodomiro.
En Japón se terminó la Nihon shoki (Crónica de Japón), una historia nacional escrita en chino por mandato imperial, elaborada por una comisión presidida por el príncipe Toneri. Consta de treinta volúmenes y comprende desde la edad de los dioses hasta el reinado de la emperatriz Jito (a finales del siglo precedente).
Fin del Reino Visigodo
El inesperado derrumbamiento del reino visigodo fue una catástrofe histórica tan absoluta y de tal calibre que no es extraño que generaciones sucesivas de historiadores se hallan planteado interrogantes y propuesto explicaciones para ello. En este post responderemos a la pregunta de ¿Por qué un Estado que había conseguido extender su poder sobre todo el territorio de la Península y Galia narbonense, que había logrado su unidad étnica, religiosa y jurídica, se hundió tan de repente? Actualmente predomina la idea de que el rápido hundimiento visigodo ante la invasión islámica se debe a causas internas, a la profunda crisis en todos los órdenes en que se encontraba el reino a principios del siglo VIII.
Afán de Obtener el Trono
En los cuarenta años que median entre la muerte de Recesvinto y la de Rodrigo, en cinco reinados, encontramos media docena de conjuras contra el soberano reinante que tuvieron amplia repercusión (duque Paulo) e incluso éxito (deposición de Wamba por Ervigio).
Por otra parte el prefeudalismo que se comprueba en este periodo significó un incremento de las clientelas nobiliarias, que fortaleció a los clanes familiares poderosos, enfrentados entre sí por el afán de alcanzar el trono. Los reyes alternaron conductas de represión (Wamba, Egica) con otras de amnistía y tolerancia (Ervigio,Witiza) hacia la nobleza, lo que imprimió una política desigual e insegura a la monarquía de la última época.
Por otra parte el prefeudalismo que se comprueba en este periodo significó un incremento de las clientelas nobiliarias, que fortaleció a los clanes familiares poderosos, enfrentados entre sí por el afán de alcanzar el trono. Los reyes alternaron conductas de represión (Wamba, Egica) con otras de amnistía y tolerancia (Ervigio,Witiza) hacia la nobleza, lo que imprimió una política desigual e insegura a la monarquía de la última época.
Problemas Económicos
En el campo socioeconómico se dejan ver síntomas de decadencia, unas veces producidos por causas naturales (pestes, malas cosechas) que no cabe duda tuvieron repercusión en la demografía. Por otra parte las hambrunas que padecieron grandes contingentes humanos llevaron a los reyes (Ervigio) a condonar los impuestos atrasados impagados.
Inseguridad
También este descontento social determinó un incremento de fugas de esclavos, a juzgar por el endurecimiento de las leyes al respecto a comienzos del siglo VIII. Estos siervos se dedicaron al bandidaje en los caminos sembrando la inseguridad, según testimonios coetáneos, mientras por otra parte hurtaban brazos al trabajo de la tierra. Se endureció enormemente, como hemos visto, la legislación contra los judíos. También tenemos noticias de un aumento de suicidios (otra forma de huir de una existencia insoportable), según se lamentan los obispos reunidos en concilio.
Aumento de Tributos
La moneda se degrada en esta última época; a la buena ley y peso de los trientes de Recesvinto, incluso de Wamba, se llega en el reinado de Witiza a acuñar monedas ligeras y que apenas tienen oro. Como consecuencia los precios suben, los tributos se pagan muchas veces en especie y Ervigio reforma leyes anteriores introduciendo nuevas multas pecuniarias, tal vez para incrementar los ingresos en metálico de la hacienda.
Crisis en el Clero
En el seno del clero hubo igualmente una crisis moral y de costumbres, en la que destaca el envilecimiento del episcopado, que obligó a los últimos concilios a dictar una copiosa legislación disciplinar destinada a corregir abusos del alto clero, que formaba parte de la minoría dirigente poderosa, y también del clero llano inmerso en hábitos y actitudes indignas.
Conclusión
A principios del siglo VIII el reino visigodo estaba inmerso en una profunda crisis que le restó capacidad de resistencia, sobre todo si tenemos en cuenta el desinterés por el servicio de las armas que había movido a Wamba a dictar su famosa ley militar, derogada en gran medida por Ervigio, y la división del ejército entre los clanes enfrentados de witizanos y rodriguistas.
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