domingo, 22 de octubre de 2017

Apuntes de Historia del Arte

Arte de la Prehistoria

El arte de los cazadores paleolíticos

El arte prehistórico nace y se desarrolla con la caza. Desaparece en cuanto ella deja de ser el recurso principal: es un arte “animalista”. La última glaciación de Würm pesó mucho en aquel viejo mundo del XV al X milenios. Los grandes glaciares del Artico se desbordan, en su parte sur hacia las extensas llanuras de Eurasia. Estas llanuras quedan enmuralladas, asimismo, por la vertiente norte de los glaciares montañosos que se extienden desde las cadenas asiáticas hasta los Alpes. Será una gran suerte natural para Eurasia este paso siempre libre, desde el Baikal hasta el Atlántico, entre las masas glaciares que se extienden al Norte y al Sur.
En esta inmensa faja pululan numerosas especies animales: algunas presentes en todas partes, como el caballo o la cabra montés; otras con un valor ecológico, más concreto, como el gran oso de las cavernas asociado al hombre de Neandertal, y más tardíamente el mamut y el rinoceronte lanudo, flanqueados por manadas de bisontes y renos. Estos animales constituirán los temas favoritos de los artistas cazadores. En las grutas-santuario del norte de los Pirineos, el caballo está representado 727 veces, es decir, el 35 % de toda la fauna allí dibujada. El bisonte da igual porcentaje; el mamut, el 12 % y la cabra montés, el 8 %. El reno, animal culinario por excelencia, que abunda muchas veces entre los restos de cocina, aparece raras veces grabado o dibujado. El abate Breuil lo explicaba humorísticamente: una especie abundante, gregaria, fácil de cazar, y por tanto respecto a la que no había que recurrir a la magia para conseguirla. Con ello, se llega a las razones profundas de este arte.
La rudeza del clima condena al hombre a buscarse abrigo. El área occidental, con sus planicies calcáreas que contaban con innumerables cuevas, y sus acantilados protegidos por despeñaderos, resulta apta para ser habitada. Junto a las cuevas-refugio, se crearán cuevas-santuario, y el arte prehistórico es el arte de estas cuevas. Las cavernas del monte Castillo, de Altamira, de Niaux o de Montespan, del Tuc d’Au-doubert o de Trois-Freres, de Cabrerets y de Cougnac, de Lascaux, de Rouffignac, de Font-de-Gaume, de Les Combarelles, son otros tantos santuarios artísticos. Pero la monumentalidad y espectacularidad del arte rupestre no deben hacer olvidar el arte mobiliar, las múltiples ornamentaciones naturalistas en los objetos.
Condenado a una alimentación a base de carne, el cazador posee una rica panoplia: puntas de silex, puntas foliáceas con finos retoques, puntas de hueso, puntas fusiformes ensambladas en azagayas, arpones con una o dos hileras espinosas, azagayas con ranuras para inserir en ellas finos microlitos de silex, como se ven en Mezin o en Kokorevo. El propulsor incrementa la precisión y el alcance del dardo que envía. Con toda naturalidad, aparece decorado con un motivo animal; tal es el caso del caballo en el propulsor de Bruniquel, o los bisontes y cabras montés de los propulsores pirenaicos.
Cualquier mínima pieza ósea aparece con finos grabados zoomorfos: ¿recuerdos de caza o preparación mágica para la caza? Con la imagen aparece en escena la magia, que viene en ayuda del cazador. En Massar, LaVache o en La Colombiére se encuentran cantos rodados, en los cuales se amontonan grabados superpuestos y en todas direcciones representando al caballo, a la cabra montés, a ciervos, bisontes, osos. Algunos son auténticas obras maestras del arte animalista, pero el desorden de las superposiciones demuestra claramente que se está en presencia de algo muy distinto a una obra de arte. Tales superposiciones son voluntarias. El canto rodado fue santificado con un primer grabado, realizado por el hechicero-artista, para invocar una pieza de caza. En el caso de ser ésta fructífera, el guijarro resulta benéfico, y es objeto de nuevos grabados, de nuevas “imágenes-realidad”.
Ciervo de la cueva de Parpallo
Ciervo de la cueva de Parpalló (Museo de Prehistoria, Valencia). En esta cueva se hallaron centenares de pequeñas placas de piedra caliza, en las que aparecen representados, pintados o grabados, los animales que vivían en la zona. En esta área levantina española predominan las placas de piedra y el asta de ciervo para el arte mueble, a diferencia de la zona cantábrica, en que la piedra no es tan utilizada en beneficio del hueso.




El arte de los cazadores paleolíticos 1

El arte prehistórico es, esencialmente, una “acción”, una “creación” real. La estética se da por añadidura, al igual que la delicadeza del retoque se ayegaba a la almendra acheulense. Las múltiples superposiciones que aparecen en las paredes de las cuevas tienen la misma explicación: Lascaux, Cabrerets, Niaux… La “elucidación de los temas” conduce a animales aislados, muchas veces yuxtapuestos, más o menos encabalgados, asociados de forma voluntaria o fortuita.
Sin embargo, la magia, de creadora puede pasar a destructora. Tal es el caso de los bisontes y las cabras montés de Niaux, o aquel caballo de Lascaux, atravesados por dardos. El animal, creado, es destruido seguidamente. El oso acéfalo de Montespan, modelado en arcilla, está acribillado con treinta azagayadas. El arte prehistórico, naturalista y basado en representaciones animales, se desarrolló porque respondía a graves imperativos económicos. Lo requería la necesidad de encontrar y abatir a una abundante caza. No obstante, se ha objetado a veces que para unas creaciones esencialmente mágicas, en las que la estética sólo se daba por añadidura, no había necesidad de llegar a crear obras maestras. Bastaría con simples croquis, con unos esbozos para las prácticas mágicas. Y en efecto así es: ¡no todos los dibujos prehistóricos son obras de arte!
No cabe duda que el esbozo de un buey, realizado con el dedo sobre la arcilla, enriquecido con treinta mil años de edad, resulta conmovedor. Pero no exige el mismo entusiasmo que el que legítimamente despiertan los mamuts grabados en el “friso de los cinco” de Rouffignac, el “abuelo” del gran techo de esa misma gruta, o los bisontes de la “Sala Negra” de Niaux. La emoción arqueológica de un testimonio humano salido de las profundidades de los tiempos, y la emoción puramente artística resultado de una contemplación, constituyen dos sentimientos muy diferentes.
La prehistoria no engendró sólo obras maestras representando animales; muy lejos de esto. Hay esbozos, intentos a menudo torpes, representaciones fragmentarias: he aquí incontables fracasos, aunque siempre resulten muy respetables para el estudioso; pero esto es otro asunto. Ahora, lo que interesa es “elegir” ante la riqueza y la abundancia de la iconografía prehistórica.
El estudio exhaustivo de todas las obras de Delacroix, Matisse o Picasso, incluyendo también sus garabatos, tiene su interés científico, aunque nunca podrá equipararse a la iconografía de sus obras maestras. En el caso de la prehistoria, la elección resulta difícil. Si el censo completo puede hacerse, por fortuna, con la mayor objetividad, en cambio el juicio estético será siempre, por desgracia, subjetivo. ¿Qué criterios deben utilizarse para poder elevar grabados o pinturas rupestres al rango de obras maestras? A título experimental, y sobre la base de la provisionalidad – en espera de unas reglas estéticas por definir –, se ha elaborado un censo de las obras de calidad dentro del universo prehistórico.
De 727 caballos registrados al norte de los Pirineos, destacan 93 figuras de calidad, es decir, el 12 %. De 260 mamuts (Europa occidental), destacan 47 figuras de calidad, o sea, el 18 %. Entre 184 cabras montés (en la misma área), hay 39 de calidad, es decir, el 15 %. Entre 123 renos (en la misma área), 20 son de calidad, es decir, el 16 %. De 118 bisontes (registrados al sur de los Pirineos), 16 son de calidad, lo que equivale al 13 %. De 56 osos (Europa occidental), 8 son de calidad, es decir, el 14 %. Entre 50 felinos, 7 son de calidad, equivalentes al 14 % y de 26 rinocerontes, hay 6 de calidad, equivalentes al 23 %.
Rcsumiendo: de un total de 1.544 figuras (registradas por los estudiantes del Institut d’Art Préhistorique de Toulouse), se pueden considerar que 236 son de una notable calidad estética, obras maestras del arte animalista, lo que equivale a un porcentaje global del 15 %. Evidentemente, el juicio es subjetivo por completo, pero al referirse a una amplia iconografía, resulta válido y altamente interesante. Nótese que la mayoría de las especies comunes – caballo, cabra montés, reno, bisonte –, y entre las más numerosas, el oso y los felinos, alcanzan porcentajes “estéticos” rayanos en la media: 12, 15, 16, 13, 14 y 14 % respectivamente. Por el contrario, las especies excepcionales por su poder y escasamente representadas en los vestigios óseos de occidente – en consecuencia, especies relativamente raras – como son el mamut y el rinoceronte, poseen porcentajes de calidad superiores a la media: 18 y 23 %.
Estas cifras se explican por la calidad excepcional de las obras de Rouffignac, lo cual pesa claramente en la iconografía de la especie. En menor grado, el papel de Les Combarelles, por la calidad de los renos, y el papel de Altamira, por la calidad de los bisontes, también resultan notables.
Talla sobre dientes de mamut
Talla sobre dientes de mamut, del período auriñaciense, hallada en Baden-Wurtenberg (Alemania). Algunos detalles ejecutados por los cazadores paleolíticos son verdaderas obras de arte, miniaturas grabadas sobre cualquier pieza ósea que les recuerdan la caza y les preparan en un acto mágico para la misma. Los elementos de adorno, los dientes perforados y rematados para lucirse, son característicos de este período.


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lascaux

Arte del Paleolítico

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El arte del paleolítico podría estar en una etapa anterior al Paleolítico Superior, las manifestaciones artísticas más antiguas que se conservan son aquellas que realizó el hombre hace unos 35.000 años y que, claramente, están vinculadas con el modo de vida cazador-recolector. El arte viajó con los seres humanos en su diáspora por el planeta y por lo tanto, los numerosos restos hallados en Europa occidental no pueden considerarse como el núcleo original de la capacidad artística humana. En algún punto anterior de la historia del Homo sapiens, sin duda, tuvo que existir un arte primigenio y ancestral, aunque éste aún no ha sido descubierto.

Evidencias del arte del Paleolítico

Las cuevas con pinturas y grabados paleolíticos se reparten por todo el mundo, desde el suroeste de Francia y el norte de la península Ibérica, donde resultan muy abundantes, hasta Sudáfrica, Australia y Brasil, por citar algunos ejemplos. Sólo en Europa occidental, se han hallado unas 300 cuevas con pinturas rupestres, entre las que destacan las de las cavernas de Chauvet y Lascaux, en Francia, y las de la cueva de Altamira, en España.
Los grandes santuarios del arte rupestre, sin embargo, no son las únicas expresiones artísticas surgidas durante el Paleolítico Superior. Tan importante e incluso más antiguo que este arte parietal -es decir, el inmortalizado en los techos y paredes de las cuevas- resulta el arte mueble o mobiliar, del que forman parte numerosos objetos decorados, entre ellos las famosas estatuillas conocidas como Venus, que fueron realizados con hueso, marfil, piedra y otros materiales.
Más allá de su innegable calidad estética, el aspecto más intrigante y debatido del arte del paleolítico y también del prehistórico en general sigue siendo el significado que encierran las primitivas creaciones realizadas por el hombre -en la mayor parte de los casos, caballos, ciervos, bisontes y mamuts, es decir, la base de su subsistencia a finales del Pleistoceno-, De todas las teorías, la que parece tener más crédito es la que apunta al carácter mágico y religioso de estas pinturas y grabados: según se cree, habrían tenido la función de “influir” en la abundancia de animales que eran objeto de caza o en el propio éxito de las batidas.
nomada altamira
Altamira en España

Origen del arte

Junto a las representaciones figurativas de animales, en las que en algunos pocos casos aparecen modelos humanos, también se han encontrado composiciones abstractas -puntos, líneas, rayas y otros signos más complejos-, a las que de nuevo se atribuye una naturaleza simbólica. La espiritualidad del arte paleolítico, en este sentido, parece avalada por el hecho de que las paredes con pinturas hayan aparecido en partes profundas y recónditas de las cavernas -es decir, que no fueron utilizadas como vivienda-.

Hallazgos recientes

En Europa, el arte mobiliar está ampliamente documentado en casi todos los complejos culturales del Paleolítico Superior, pero el fenómeno de las pinturas rupestres aparece concentrado de forma casi exclusiva dentro del ámbito geográfico y cronológico del Magdaleniense -más concretamente, en la región franco-cantábrica y entre el 15.000 y el 10.000 a. C.-. Recientemente, no obstante, se realizó un hallazgo sorprendente que ha hecho reconsiderar el papel testimonial que tradicionalmente se otorga a otras regiones en lo que a arte rupestre se refiere: en la Grotta de Fumane, en Italia, se han hallado pinturas de animales y seres humanos que tienen casi 32.000 años de antigüedad -son muy anteriores a las famosas pinturas rupestres de Francia y el norte de España-, En Europa meridional, el arte rupestre desapareció casi por completo coincidiendo con el fin de las glaciaciones. El cambio climático y las nuevas condiciones ambientales provocaron profundas transformaciones sociales y económicas y, poco a poco, la extinción de las grandes manadas de bisontes, renos y mamuts, o su marcha hacia latitudes más frías, provocó que las representaciones de cacerías de carácter “mágico” perdieran su razón de ser. La primera y más trascendental etapa de desarrollo del arte llegaba así a su fin.
fumane grotta
Gruta de Fumane en Italia

El arte bosquimano

Esta pintura hallada en Sudáfrica fue creada por un grupo de cazadores paleolíticos hace sólo dos siglos. En el sur del continente africano, el Homo sapiens lleva representando sus actividades cinegéticas desde hace más de 20.000 años.
arte bosquimano

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