Los dibujos de Altamira representan animales relacionados con la caza del momento, sobre todo bisontes, aunque también están presentes ciervos, jabalíes, caballos, etc. Las técnicas usadas para la confección de estas decoraciones combinan la pintura (aplicada con un rudimentario pincel, con las manos o bien soplando) y el grabado, mediante la utilización de pedernal. Así, el conjunto de la “Gran Sala de los Polícromos”, está formado por más de 70 grabados sobre la piedra de la bóveda, aparte de prácticamente 100 figuras pintadas.
Las decoraciones pictóricas de esta cueva cántabra se realizaron con pigmentos extraídos de la naturaleza. De hecho, se cree que los materiales usados pudieron ser obtenidos en el interior de la misma caverna. La gama de colores, bastante reducida aunque de mucha fuerza y durabilidad, consiste básicamente en tonalidades ocre rojo sangre y parduzco, para el interior de las figuras. Además, se usó un óxido de manganeso, que servía para realizar el perfilado en negro, siempre presente en estas pinturas para delimitar los espacios pictóricos.
Las pinturas y grabados de Altamira dan fe de la gran destreza y la capacidad expresiva de unos pueblos dedicados básicamente a la caza y la recolección. A menudo se ha afirmado que este tipo de representaciones tenía tan sólo un carácter pragmático, de invocación para la cacería, teoría que pierde fuerza si tenemos en cuenta la propia idiosincrasia de las figuras, entre las que no aparece plasmado ningún cazador, animal agónico ni arma alguna. Tampoco se trata de un tipo de obras simplemente ornamentales o decorativas, sino de elementos relacionados con los ritos, ideados por un líder espiritual del grupo, y de carácter colectivo y social. A través de ellas se expresaba la manera que tenía éste de entender el mundo, de relacionarse con el entorno y de interactuar con él.
Poseen detalles que sorprenden por su habilidad, como el hecho de que se valieran de los salientes de las rocas para componer los volúmenes de los cuerpos de los animales que debían representarse. Ello es particularmente apreciable en el grupo de los bisontes encogidos, de la “Gran Sala de los Polícromos”, así como el rostro existente en la sala conocida como “Cola de Caballo”.
De entre los animales representados en la “Gran Sala de los Polícromos”, hay que destacar la figura de una cierva roja, situada en el extremo izquierdo de la bóveda. Ésta sobresale por sus grandes dimensiones (algo más de 2 metros), así como por su emplazamiento. Está colocada en un espacio periférico, aislada del resto, entre las múltiples representaciones de bisontes que caracterizan el espacio. Su cuerpo, bícromo, combina un color rojizo con un tono ocre. Sin lugar a dudas, dada su situación y su tratamiento, esta pintura ocupaba un lugar destacable en el conjunto.
Otra de las figuras que puede remarcarse en este espacio es el bisonte enfurecido, ocupando un espacio cercano al de la cierva. Su cuello y cabeza, levantados para mugir, le diferencian del grupo, distinción que se ve agudizada debido a las deformaciones expresivas a las que se sometió su cuerpo, cuyo perímetro hubo que acoplar al relieve de la bóveda. Las tonalidades usadas para dar color a esta figura son también especiales, ya que se hallan entre las más oscuras de todo el espacio.
Finalmente, la presencia de los bisontes recostados termina de imprimir el carácter de las pinturas de esta “Gran Sala de los Polícromos”. Sus cuerpos, sin movimiento -tal vez descansando, tal vez pariendo- se acoplan completamente a los salientes de la bóveda, resultando un bellísimo espectáculo de ingenio y agudeza aplicados al arte.
Las cuevas de Altamira, abiertas al público en 1917, fueron declaradas Monumento Nacional en 1924. Sin embargo, sus pinturas fueron degradándose, por lo que se decidió cerrarlas a los visitantes. Paralelamente, en el año 2001 fue inaugurado el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que contenía una réplica exacta de la bóveda de la “Gran Sala de los Polícromos”.
Cabeza de bisonte, en Altamira (Cantabria). Pintada en negro, se localiza en la parte central izquierda de la "Gran Sala de los Polícromos" de esta cueva. Como puede observarse, es el contorno de la figura de un bisonte lo que aparece representado. Son múltiples las formas con las que han sido plasmados los animales en esta sala. Al parecer las figuras pintadas en rojo fueron las primeras; posteriormente, se les añadieron varias pinturas negras, las figuras con policromía y finalmente figuras en negro.
La
cueva de Altamira es una cavidad natural en la roca en la que se conserva uno de los ciclos pictóricos y artísticos más importantes de la
prehistoria. Está situada en el
municipioespañol de
Santillana del Mar,
Cantabria, a unos dos kilómetros del centro urbano, en un prado del que tomó el nombre.
Desde su descubrimiento en 1868 por Modesto Cubillas y su posterior estudio por
Marcelino Sanz de Sautuola ha sido excavada y estudiada por los principales prehistoriadores de cada una de las épocas una vez que fue admitida su pertenencia al Paleolítico.
El estilo de gran parte de sus obras se enmarca en la denominada «
escuela franco-cantábrica», caracterizada por el realismo de las figuras representadas. Contiene pinturas polícromas, grabados, pinturas negras, rojas y ocres que representan animales, figuras
antropomorfas, dibujos abstractos y no figurativos.
6
En cuanto a su techo de los polícromos ha recibido calificativos como «
Capilla Sixtina» del
arte rupestre;
6
7 «...la manifestación más extraordinaria de este arte pa
leolítico...», «... la primera cueva decorada que se descubrió y que continua siendo la más espléndida»10 y «...si la pintura rupestre [paleolítica] es el ejemplo de una gran capacidad artística, la cueva de Altamira representa su obra más sobresaliente»11 nos indican la gran calidad y belleza del trabajo del hombre magdaleniense en este recinto.
Historia del descubrimiento y reconocimiento[editar]
La cueva de Altamira fue descubierta en
1868 por un tejero asturiano llamado
Modesto Cubillas (Modesto Cobielles Pérez
14) quien yendo de caza encontró la entrada al intentar liberar a su perro, que estaba atrapado entre las grietas de unas rocas por perseguir a una presa. En aquel momento, la noticia del descubrimiento de una cueva no tuvo la menor transcendencia entre el vecindario de la zona, ya que es un terreno
kárstico, caracterizado por poseer ya miles de grutas, por lo que el descubrimiento de una más no supuso ninguna novedad.
16
Modesto se lo comunicó a
Marcelino Sanz de Sautuola, rico propietario local y «mero aficionado» a la
paleontología,
nb 1 de cuya finca era
aparcero; no obstante, éste no la visitó hasta al menos
1875, y muy probablemente en 1876.
nb 2 La recorrió en su totalidad y reconoció algunos signos abstractos, como rayas negras repetidas, a las que no dio ninguna importancia por no considerarlas obra humana. Tres o cuatro años después, en el verano de
1879, volvió Sautuola por segunda vez a Altamira, en esta ocasión acompañado por su hija María Sanz de Sautuola y Escalante, de 8 años de edad.
18 Tenía interés en
excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos restos de huesos y
sílex, como los objetos que había visto en la
Exposición Universal de París en 1878.
19
nb 3
María exclamó al ver las pinturas:
¡Mira, papá, bueyes!.
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El descubrimiento lo realizó, en realidad, la niña. Mientras su padre permanecía en la boca de la gruta, ella se adentró hasta llegar a una sala lateral. Allí vio unas pinturas en el techo y corrió a decírselo a su padre. Sautuola quedó sorprendido al contemplar el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la casi totalidad de la bóveda.
16
Al año siguiente,
1880, Sautuola publicó un breve opúsculo titulado
Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander. En él sostenía el origen
prehistórico de las pinturas e incluía una reproducción gráfica. Expuso su
tesis al
catedrático de
Geología de la
Universidad de Madrid,
Juan Vilanova, que la adoptó como propia. Pese a todo, la opinión de Sautuola no fue aceptada por los franceses
Cartailhac,
Mortillet y
Harlé, los científicos más expertos en estudios prehistóricos y paleontológicos en Europa.
Las pinturas de Altamira fueron el primer conjunto pictórico prehistórico de gran extensión conocido en el momento,
10 pero tal descubrimiento determinó que el estudio de la
cueva y su reconocimiento levantara toda una polémica respecto a los planteamientos aceptados en la ciencia prehistórica del momento.
nb 4 La novedad del descubrimiento era tan sorprendente que provocó la lógica desconfianza de los estudiosos. Se llegó a sugerir que el propio Sautuola debió pintarlas entre las dos visitas que realizó a la caverna, negando así su origen paleolítico, o incluso atribuyendo la obra a un pintor francés que había sido alojado en casa del guía de la cueva,
25 aunque la mayor parte de los expertos franceses consideraban a Sautuola como uno de los engañados. El realismo de sus escenas provocó, al principio, un debate en torno a su autenticidad. El
evolucionismo, aplicado a la cultura humana, conducía a deducir que tribus antiguas y salvajes no debían disponer de arte y que desde entonces hasta la actualidad habría habido un continuo de progreso. Por
lógica si el arte es símbolo de civilización debería haber aparecido en las últimas etapas humanas y no en pueblos salvajes de la Edad de Piedra. Su reconocimiento como una obra artística realizada por hombres del
Paleolítico supuso un largo proceso en el que, también, se fueron definiendo los estudios sobre la
prehistoria.
nb 5
Marcelino S. de Sautuola publicó en 1880 este escrito, donde dio a conocer las pinturas encontradas el año anterior, incluyendo un dibujo del techo de la Gran sala de polícromos.
Ni la ardiente defensa de Vilanova en el Congreso Internacional de Antropología y Arqueología, celebrado en
Lisboa en 1880, ni el afán de Sautuola evitaron la descalificación de Altamira.
28 Pero un reputado humanista y político liberal sevillano,
Miguel Rodríguez Ferrer, publicó un artículo en la prestigiosa revista
La Ilustración Española y Americana(1880), avalando la autenticidad de las pinturas y resaltando su inmenso valor. Giner de los Ríos, como director de la
Institución Libre de Enseñanza, encargó un estudio al geógrafo Rafael Torres Campos y al geólogo Francisco Quiroga, quienes emitieron un informe desfavorable, que publicaron en el boletín de la institución.
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35
(...) tales pinturas no tienen caracteres del arte de la Edad de Piedra, ni arcaico, ni asirio, ni fenicio, y sólo la expresión que daría un mediano discípulo de la escuela moderna (...).
Eugenio Lemus y Olmo
Sautuola y sus pocos seguidores lucharon contra esa sentencia. La muerte de Sautuola en 1888 y la de Vilanova en 1893 sumidos en el descrédito por su defensa, parecían condenar definitivamente las pinturas de Altamira a ser un fraude moderno.
25
Sin embargo, su valor fue avalado por los frecuentes hallazgos de otras piezas de
arte mueble similares en numerosas cuevas europeas. A finales del
siglo XIX, principalmente en
Francia, se descubrieron pinturas rupestres innegablemente asociadas a las estatuillas, relieves y huesos grabados aparecidos en niveles arqueológicos paleolíticos, unidos a restos de animales desaparecidos de la fauna
peninsular o extinguidos, tales como
mamut,
reno,
bisonte y otros. En ese reconocimiento, destacó muy positivamente
Henri Breuil pues sus trabajos en torno al tema «El arte parietal», presentados en el congreso de la
Asociación Francesa para el Avance de las Cienciasnb 6 en 1902, provocaron cambios sustanciales en la mentalidad de los investigadores de la época.
Émile Cartailhac había sido uno de los más grandes opositores a la autenticidad de Altamira, pero el descubrimiento de grabados y pinturas a partir de
1895 en las cuevas francesas de
La Mouthe,
nb 7
Combarellesy
Font-de-Gaume, le hizo reconsiderar su postura.
27 Tras visitar la cueva, escribió en la revista
L'Antropologie(1902) un artículo titulado
La grotte d' Altamira. Mea culpa d'un sceptique (
La cueva de Altamira. Mea culpa de un escéptico).
38 Ese artículo supuso el reconocimiento universal del carácter paleolítico de las pinturas de Altamira.
Fijada la autenticidad de las pinturas, se inició el debate sobre la propia obra. La divergencia entre los investigadores se centró en torno a la precisión cronológica, la misteriosa finalidad de las mismas y sus valores artístico y arqueológico. Estas cuestiones afectaron, no solo a la cueva de Altamira, sino a todo el arte rupestre cuaternario descubierto.
Descripción física de la cueva[editar]
Altamira |
Patrimonio de la Humanidad |
Planta de la cueva de Altamira. |
Localización geográfica |
Continente | Europa |
Valle | río Saja |
Localización administrativa |
País(es) | España |
División(es) | Cantabria |
Municipio(s) | Santillana del Mar |
Características |
Geología | colina calcárea de origen pliocénico |
Bocas | 1 |
Temperatura | 13,5-14,5 ºC |
Humedad relativa del aire | 94-97 % |
Longitud interior | 270 m |
Hallazgos |
Restos arqueológicos | Restos solutrenses y magdalenienses. Pinturas rupestres y arte mueble. |
Restos no humanos | Restos animales: patela, bígaro, cierva, pescado, etc. |
Condiciones de visita |
Dificultad | baja |
Visitantes | 5 a la semana |
Iluminación | artificial, con luz fría |
Ciudad(es) próxima(s) | Santander |
Coordenadas | 43°22′57″N4°06′58″OCoordenadas: 43°22′57″N 4°06′58″O{{#coordinates:}}: no puede tener más de una etiqueta principal por página |
Mapa de localización |
Localización de Altamira con respecto a Santander. |
Localización de Altamira con respecto a Santillana. |
[editar datos en Wikidata] |
La presencia de grandes masas de hielo (en blanco) en el
Paleolítico Superior hizo retroceder la línea de costa de forma considerable (verde claro). En el mapa, el punto amarillo indica la posición de la cueva de Altamira y en rojo otras cuevas con arte parietal.
Situada en el lateral de una pequeña colina calcárea de origen
pliocénico, con la entrada a 156
msnm y a unos 120 metros de elevación sobre el
río Saja, que pasa a unos dos kilómetros. En la época de las pinturas de la Gran sala, la cueva se encontraría 8 o 10 km más al interior que en la actualidad, que está a 5 km, ya que el
Cantábrico tenía un nivel inferior.
11 Esta situación debió ser privilegiada para los cazadores ya que les permitía dominar un extenso terreno y disponer de refugio de forma simultánea.
Hace unos 13 000 años, a finales del Magdaleniense, la entrada de la cueva se derrumbó sellando la entrada, lo que permitió la conservación de sus pinturas y grabados y del yacimiento arqueológico en sí.
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La cueva de Altamira es relativamente pequeña, solo tiene 270
metros de longitud. Presenta una estructura sencilla formada por una galería con escasas ramificaciones y termina en una larga galería estrecha y de difícil recorrido.
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La
temperatura y la
humedad del aire en la Gran sala de la cueva se mantienen más o menos constantes a lo largo de todo el año como pudieron comprobar Breuil y Obermaier con sus medidas con rangos de valores de 13,5-14,5
ºC y 94-97 % respectivamente.
Placa conmemorativa con la entrada de la cueva al fondo.
El estudio de la composición de la roca se realizó gracias a que las autoridades españolas proporcionaron un trozo del techo de la cueva en la década del 1960 al Dr. Pietsch para que la analizara y de esa forma pudo reproducir la misma para las réplicas que posteriormente se albergarían en el
Museo Arqueológico Nacional en
Madrid y en el
Deutsches Museum de Múnich. El análisis indicaba:
«Se trata de una consistente piedra
caliza compacta y finamente
cristalizada, de color amarillo parduzco uniforme; algunas zonas irregulares de color amarillo parduzco intenso que semejan manchas se componen de
calcita que contiene
siderita. Además aparecen otras zonas...»
También se ofrecían otros detalles, y se concluía que la piedra caliza era casi pura, con un componente
dolomítico mínimo —con una proporción de
Mg no superior al 1,3 %—.
Viendo su plano actual es difícil de entender cómo fueron utilizadas la zona de habitación y la sala de los polícromos por lo que se debe imaginar como un casi continuo en época de las pinturas. En la excavaciones se han identificado, al menos, cinco derrumbes importantes de la cueva: uno presolutrense, anterior a la ocupación solutrense, cuando ocurrió el siguiente, anterior de uno que coincide con el yacimiento magdaleniense, y dos más que dejaron bloques sobre la capa estalagmítica, que se había encontrado sobre dicho yacimiento, y que fueron, muy probablemente, antes de que terminase el
Pleistoceno(hace unos 12 000 años). Derrumbes menores han continuado, uno estuvo a punto de herir a Obermaier durante sus excavaciones de la década del 1920.
50
Actualmente se definen varias zonas, que si bien no todas tienen nombre propios consensuados se mencionan habitualmente como: vestíbulo, «Gran sala de los polícromos», gran sala de los tectiformes, galería, sala del bisonte negro, «Sala de la hoya» (sala previa a la cola de caballo), y la «Cola de caballo». O, en otras ocasiones, por medio de una numeración basada en plano, especialmente al que hicieron Obermaier y Breuil.
52
Es un vestíbulo amplio, iluminado por la luz natural antes del derrumbe de la entrada de la cueva. Fue especialmente, parte del lugar habitado durante generaciones desde comienzos del
Paleolítico superior, o al menos son los restos que quedan del
abrigo que, más probablemente, fuera el sitio de estancia habitual de los habitantes de la cueva.
53 En él se han encontrado piezas de interés que han ayudado a las dataciones y a comprender la forma de vida.
Las excavaciones arqueológicas principales realizadas a lo largo de la historia han sido en esta sala, como se indica más adelante.
53
«Gran sala», «Gran salón», «Gran sala de los polícromos», «Sala de los animales», «Gran Techo»,
54 «Sala de los frescos»
55 y otros muchos nombres son los que ha recibido la segunda sala y es la que alberga el gran conjunto de pinturas polícromas, apodada por
Déchelette la «
Capilla Sixtina del Arte Cuaternario».
6
7 Su bóveda sigue manteniendo los 18 m de largo por los 9 m de ancho, pero su altura originaria (entre 190 y 110 cm) ha aumentado al rebajarse el suelo para facilitar la cómoda contemplación de las pinturas, aunque se ha mantenido un testigo central de la altura original.
56
En tiempos prehistóricos debió de recibir algo de iluminación natural desde la apertura a través del vestíbulo, si bien sería insuficiente para poder realizar el trabajo polícromo y de conjunto.
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Otras salas[editar]
En las otras salas y corredores, en los que también hay manifestaciones artísticas de menor trascendencia, se encuentran fuera del alcance de la luz solar por lo que toda actividad fue desarrollada con iluminación artificial, aunque no se han encontrado restos de ocupación habitual, solo de accesos esporádicos.
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