San Pablo es una obra de El Greco, realizada entre 1610 y 1614. Se conserva y exhibe en una de las salas del Museo Nacional del Prado en Madrid, España.
Esta obra forma parte de una serie realizada por El Greco y su taller para la iglesia de Almadrones (Guadalajara), que repite con escasas variaciones la que se encontraba en la catedral de Toledo.
San Pablo es representado como un hombre común. Su expresión está fuertemente enraizada con la teoría de Gregorio Marañón, según la cual El Greco utilizaba como modelos a enfermos mentales del Hospital del Nuncio. El cuadro está construido a base de pinceladas sueltas y arrastradas, especialmente en las vestimentas del apóstol.
San Pedro es una obra de El Greco, realizada en 1608 durante su último período toledano. Se conserva en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
El apóstol san Pedro porta las llaves de la Iglesia que le fueron conferidas por Jesús. Se encuentra representado como si estuviese en la cima de una montaña. Es notoria la desproporción entre su cabeza y su cuerpo, como es habitual en la obra del pintor. La anatomía se pierde en el vestido, dando la impresión de ser una figura escuálida. El efecto tormentoso del cielo impregna de misticismo a este conjunto.
San Pedro y San Pablo es un cuadro del pintor español de origen griego el Greco pintado entre el 1595 y 1600 y expuesto actualmente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Descripción[editar]
Nos encontramos ante una de las primeras representaciones de los santos Pedro y Pablo elaboradas por el Greco, distinguiéndose de las otras parejas de santos al estar pintado de medio cuerpo.
San Pedro y San Pablo sorprende por su contenido argumental y su riqueza cromática. Aunque el tema central es la reunión entre los dos apóstoles después de haber mostrado su desacuerdo, se insinúa una reconciliación no cumplida en las manos unidas que se cruzan sin llegar a tomar contacto. Al mismo tiempo, muestra un gesto de cesión o reconocimiento por parte de San Pedro, que se representa como un anciano cansado en un fondo de nubes que se abre al azul del cielo para resaltar la aureola de santidad y llevando las llaves de la iglesia. A su lado aparece la poderosa imagen de San Pablo en la plenitud de su madurez, sin aureola, con túnica verde y manto rojo, sujetando con orgullo la espada o atributo que le es propio.
Las figuras estilizadas se envuelven con pesados mantos que impiden contemplar su anatomía, destacando sus pliegos en los que se crean sugerentes contrastes luminosos. Y es que, como buen conocedor de la Escuela veneciana, el cretense modela a través del uso de luces y colores, utilizando una pincelada rápida y vigorosa que empasta la tela haciendo perder los detalles. La espiritualidad de los santos está resaltada en sus rostros, claramente diferenciados para avanzar el naturalismo de años posteriores.
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